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“¿Son Todos los Seres Humanos Hijos de Dios?

Hay algunas personas que piensan que todos los seres humanos son ” hijos de Dios”. ¿Qué
dice la Biblia respecto de esto?

En primer lugar, no es prerrogativa del hombre determinar arbitrariamente quien es, o no es,
un hijo de Dios. El Señor mismo decide eso, y no se puede sacar ninguna conclusión con
respecto a este tema independiente de lo que las Escrituras indican. Pablo declaró que “el
Señor conoce a los suyos” (2 Timoteo 2:19), lo cual sugiere que algunos no son suyos.
Nadie, ni remotamente familiarizado con las enseñanzas de la Biblia sostiene que todas las
personas son “hijos de Dios” en el sentido más noble del término, es decir, en el sentido
redentor. Las escrituras repetidamente contradicen esta idea.

Examinemos algunos aspectos:

1. A pesar de que el pueblo judío había sido elegido por el Señor como un pueblo adquirido
por Dios. “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido
para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la
tierra” (Deuteronomio 7:6), sin embargo, Dios advirtió que si se rebelaban alejándose de su
ley, los desheredaría (Números 14: 12). Con el tiempo el Señor les dijo a los soberbios,
adoradores de ídolos del reino del norte de Israel, “Y dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ammi,
porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios.” (Oseas 1:9).
2. Al demandar ciertos Judíos una relación especial con Dios simplemente porque eran “de la
simiente de Abraham” (Juan 8:33), Cristo respondió: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo,
y los deseos de vuestro padre queréis hacer “(versículo 44).
3.Cuando Pablo se opuso a un malvado hechicero en la isla de Chipre bajo la guía del Espíritu
Santo, se dirigió a este hombre de esta manera: “dijo: ¡Oh, lleno de todo engaño y de toda
maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos
del Señor? “(Hechos 13:10). Es evidente que el apóstol inspirado no consideró a Elimas un
“hijo de Dios” en el sentido elevado de la expresión.
4. La Inspiración hace una distinción clara entre los que están en una relación espiritual con el
Padre, y los que están al margen de él. Pablo escribió:
“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia
con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con
Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de
Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:
Habitaré y andaré entre ellos,
Y seré su Dios,
Y ellos serán mi pueblo. “(2 Corintios 6:14-16).
En un marco de referencia más amplio, sin embargo, todos los seres humanos son vistos
como pertenecientes a Dios por las siguientes razones:

1. Dios es el “padre” de todos por el hecho de que él es el Creador de la familia humana. La


humanidad fue hecha a su propia imagen.

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y
señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en
todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de
Dios lo creó; varón y hembra los creó”. (Génesis 1:26-27), y ejerce la soberanía sobre todos. A
través del profeta Ezequiel, el Señor declaró: “He aquí que todas las almas son mías; como el
alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.” (Ezequiel 18 : 4).
2. En una declaración magistral a los pseudo-intelectuales de la antigua Atenas, Pablo
proclamó que Dios hizo el mundo y todas las cosas. Posteriormente, anunció que en él
[Dios] vivimos, nos movemos y tenemos nuestra propia existencia. Luego, con un argumento
en que apela a un escritor griego para apoyar su punto, dice: “Porque en él vivimos, y nos
movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque
linaje suyo somos” (Hechos 17:28).

El hecho de que los griegos compartían con Pablo un “linaje” común que es el resultado del
Creador, no anula el hecho de que los primeros estaban en un error. Ellos estaban tratando
de adorar a un Dios del que no sabían nada, pero que necesitaban desesperadamente
conocer y obedecer.
El profeta Oseas, hablando en nombre del Señor, dijo una vez: “Y la sembraré para mí en la
tierra, y tendré misericordia de Lo-ruhama; y diré a Lo-ammi: Tú eres pueblo mío, y él dirá:
Dios mío” (Oseas 2:23). Si bien el contexto original, tiene que ver con los Judíos privados de
derechos en el exilio, Pablo aplica el principio a la conversión de los gentiles por medio del
evangelio (Romanos 9:25). El punto es: los que no eran pueblo de Dios (en el sentido en el
que los Judíos habían sido), ahora se les hace referencia como su pueblo. Este es un
concepto importante de entender.
1. Considere la declaración del Señor durante su ministerio personal. Refiriéndose a los
gentiles devotos que eventualmente entraría en su redil, el Salvador dijo:

“Y tengo otras ovejas que no son de este redil (el redil judío); aquéllas también debo traer, y
oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor “(Juan 10:16). La historia ha demostrado
la exactitud de la profecía del Salvador.
2. O reflexione sobre el incidente que se produjo cuando Pablo estaba en Corinto. Como el
apóstol temblaba ante la perspectiva de una intensa persecución, el Señor le habló palabras
de consuelo a su apóstol, que concluyó con el anuncio profético: “Yo tengo mucho pueblo en
esta ciudad” (Hechos 18:10). Cristo hablaba de las almas piadosas que aún se cosecharían en
esta gran ciudad. Ellos eran su pueblo en perspectiva.
3. En Apocalipsis 18, una voz del cielo llama a los que estaban cautivos de “Babilonia” (el
símbolo de una fuerza religiosa mala). El motivo era salid : “Y oí otra voz del cielo, que decía:
Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de
sus plagas;” (v. 4). Mientras que la referencia es a los auténticos hijos de Dios que se había
extraviado en el cautiverio de la apostasía religiosa, lo más probable es que las personas
potenciales de Dios están a la vista. Puede ser una alusión a aquellos que, con el tiempo,
verían la belleza del cristianismo puro, (sin el estorbo de las innovaciones de los Jeroboanes
modernos (1 Reyes 12:25 y versículos siguientes), que iban a abandonar el sectarismo
religioso, en busca del evangelio del primer siglo .
El más rico sentido de la expresión “hijos de Dios” corresponde al “nuevo nacimiento”
fórmula establecida en la conversación del Señor con Nicodemo, y que será completada en el
resto del Nuevo Testamento (Gálatas 3:26-27). “pues todos sois hijos de Dios por la fe en
Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos.”
No es nuestra intención discutir los componentes del proceso de conversión que en sentido
espiritual se muestra como “nacer de nuevo” en Juan 3:3-7. Animamos a nuestros lectores a
consultar “El Nuevo Nacimiento: su necesidad y Composición” que encontrará en esta
página Web.
Debemos señalar, sin embargo, que la frase: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7),
establece una clara obligación de entrar en una relación de una nueva familia. Es por las
condiciones asociadas a este simbólico “nacimiento” que se recibe el perdón, y es admitido en
la familia espiritual de Dios.

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros
de la familia de Dios” (Efesios 2:19)

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el
mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún
no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste,
seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. (1 Juan 3:1-2)

Como Pablo expresa el asunto en una de sus epístolas más adelante: “[Dios] nos salvó, por el
lavamiento de la regeneración [es decir, el lavado relacionado con el nuevo nacimiento –
bautismo] y la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5 ).

Los que no son “hijos de Dios” en este sentido de regeneración, no son hijos de Dios de la
manera más crucial de todas.

No basta con ser simplemente un “descendiente” de Dios por creación, ni tampoco hay validez
en ser sólo un creyente potencial. Sino que debemos someternos a la voluntad de Dios,
obedeciendo al Salvador (Hebreos 5:9) para ser un hijo de Dios en el sentido redentor. Toda
alma debe pensar más en serio sobre este asunto.
¿Por qué debe Dios dejarte entrar
al Cielo?
Una de las preguntas de “exploración” que utilizó el Dr. James Kennedy en su manual de evangelismo

titulado “Evangelismo Explosivo” era de imaginarnos de que estuviéramos frente a Dios y El le preguntara, “ ¿Por qué

debo dejarte entrar en mi Cielo?”

Es una pregunta que ha muchos toma por sorpresa, y deja a otros sin palabras, incluyendo a cristianos. Es una gran

pregunta porque saca a relucir en donde las personas tienen realmente puesta su fe con relación a la salvación de su alma.

Algunas personas se quedan sin palabras, argumentando que nadie puede estar seguro de su salvación, siendo esto algo

sumamente misterioso.

La pregunta que nos debemos hacer es, ¿Qué dice Dios sobre cómo podemos llegar al Cielo? La Biblia nos enseña de

manera clara y contundente de que como creyentes podemos tener la certeza de que somos salvos, y la manera en que una

persona puede ser salva.

Jesús nos enseñó en Juan 6:47 “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.” Por tanto, conforme

a la enseñanza de Jesús, y también más adelante de los apóstoles, vemos que la salvación es solo por medio de la fe en

Jesucristo.

A muchos cuando se les hace la pregunta que lleva por título este artículo comienzan a mencionar las “obras buenas” que

hacen. Algunos dice que son buenos esposos, que no le hacen daño a nadie, son buenos padres, ayudan a los pobres, etc.

Pero, ¿realmente estas obras pueden salvar a alguien? La respuesta es ¡NO!

Pensar de que soy salvo por medio de mis obras es despreciar el sacrificio de Cristo, y es olvidar cuan pecadores

somos. Cristo vino a morir por nuestros pecados, y como bien dice la Escritura, si la salvación fuera por obras de mas

murió Jesús, “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.” (Gal.

2:21)

Nuestra entrada al Cielo fue muy costosa, y nosotros no contábamos con los medios para poder pagarla. Solo Dios

podía hacerlo. Cristo, quien es Dios en la carne vivió una vida perfecta sin pecado, cumpliendo las exigencias de la ley del

Padre. Y fue a la cruz del Calvario en sustitución nuestra, El siendo inocente. Dios el Padre aceptó su pago en la Cruz

resucitándole al tercer día haciendo posible nuestra salvación.

Cuando creemos en Jesucristo para el perdón de nuestros pecados, Dios Padre nos imputa la inocencia de su Hijo,

y nos declara sin culpa, inocentes, ya que Su Hijo pagó nuestra deuda (Col. 2:13-14) Por tanto, tenemos entrada al

Cielo, solo por medio de Jesús. Descansa en Jesús, El hizo una obra perfecta que ni tú y yo podemos hacer. No hay obra

aquí en la Tierra que se compare a la obra perfecta de Jesús en la Cruz del Calvario, pensar lo contrario es despreciar a

Jesús. (Heb. 10:14)


Puedes tener paz en tu alma, entregando tu vida hoy a Jesús. Y si ya eres creyente, regocíjate en la Gracia de Dios, y

disfruta del don de la salvación. No tengas temor en cuanto a tu destino eterno, y descansa en la promesa de nuestro Fiel

Salvador, “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado

de muerte a vida.”(Jn. 5:24)

¿Conoce usted Las Cuatro Llaves


(Leyes) espirituales?
"Así como hay leyes que rigen el Universo, también hay leyes espirituales que rigen
nuestra relación con Dios."
La Biblia es el manual de vida que nos explica con claridad esta verdad:

1P RIMERA Llave (Ley) Dios le AMA profundamente, y tiene un PLAN


MARAVILLOSOpara su vida
El amor de Dios "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16)
La promesa y propósito de Dios para nuestra vida (Jesús dijo:) "Yo he venido para que tengan vida, y
para que la tengan en abundancia" [Una vida completa y con propósito]. (Juan 10:10)
¿Por qué la mayoría de personas no experimentan esta clase de vida?

Porque…

2S EGUNDA Llave (Ley) El pecado separa al hombre de Dios


La realidad del pecado - El hombre es pecador "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios." (Romanos 3:23)
¿QUÉ ES EL PECADO?: El hombre fue creado para tener relación perfecta con Dios y disfrutar así de la vida
abundante, pero debido a la desobediencia, el ser humano en un acto de voluntad propia escogió su propio camino,
interrumpiendo así su unión común (comunión) con el Creador. A esta separación de Dios se le llama pecado. Más
que un acto, el pecado es un estado de separación, rebelión, indiferencia o enemistad con Dios, activa o pasiva, la
cual le impide al hombre disfrutar del propósito de Dios para su vida.
La Consecuencia del pecado – El hombre está separado de Dios
"Porque la paga del pecado es muerte" [separación espiritual de Dios] (Romanos 6:23)
Dios es santo y el hombre pecador. Un gran abismo les
separa. El hombre trata continuamente de encontrar a Dios y
la vida abundante mediante su propio esfuerzo ("no haciendo
mal a nadie", con una vida recta, con filosofías moralistas,
etc.) pero todas sus tentativas son en vano.

La Tercera Ley nos da la única solución a este problema...

3T ERCERA Llave (Ley) Jesucristo es la ÚNICA solución y provisión de


Dios para el pecador
El Murió en Nuestro Lugar "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8).
El Resucitó “Dios… Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección
de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva” (1Pe 1:3 BAD-paráfr.)

Él es el Único Camino "Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí" (Juan 14:6).

Dios ha salvado el abismo que nos mantenía separados de Él,


al enviar a Su Hijo, Jesucristo, para que muriera en la cruz en
nuestro lugar.

No es suficiente conocer estas tres leyes.

4C UARTA Llave (Ley) Es necesario RECIBIR a Jesucristo como Señor y


Salvador personalmente, solo entonces podremos conocer y experimentar el amor
y propósito de Dios para nuestras vidas
“Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les concedió el privilegio de poder
ser hechos hijos de Dios." (Juan 1:12)
El recibir a Cristo implica regresar a Dios (arrepentimiento) confiando que Cristo viene a nuestras vidas, perdona
nuestros pecados y que solo él hace de nosotros personas nuevas. No se trata de dar un asentimiento intelectual a
nuestras pretensiones ni de tener una experiencia emocional.
Hoy Jesús le hace una Invitación Personal: (Jesús dice:) "He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno
oye mi voz y abre la puerta, entraré en él" (Apocalipsis 3:20).

De acuerdo a esta promesa, pídale al Señor que venga a su. Orar es conversar con Dios. Dios conoce su corazón y
no tiene tanto interés en unas bonitas palabras, sino más bien, en la actitud de su corazón. Así que no importa el
momento ni el lugar en que se encuentre, solo hágalo de una manera sincera y sencilla.

Para invitar a Cristo a su vida, le sugerimos como guía la siguiente oración:

"Señor Jesucristo: Yo te necesito. Reconozco que Tú moriste en la cruz por


mis pecados. Te pido que entres a mi vida, que seas mi Señor y Salvador y
hagas de mí, esa persona que Tú quieres que yo sea." AMÉN.

En el momento que usted, por un acto de fe recibió a Cristo en su corazón, sucedieron muchas cosas, entre
ellas las siguientes:
 Cristo entró en su vida (Apocalipsis 3:20 y Colosenses 1:27).
 Sus pecados fueron perdonados (Colosenses 1:14).
 Ha venido a ser un hijo(a) de Dios (Juan 1:12).
 Ha empezado la gran aventura para la cual Dios le creó (Juan 10:10, 2a Corintios 5:17 y
1a Tesalonicenses 5:18).
La Biblia Promete Vida Eterna a Todos Los Que Reciben a
Cristo: Dios le ha dado Vida Eterna, la cual no se puede comprar ni ganar;
solamente heredar. "Y éste es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida
está en su hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis
que tenéis vida eterna, (1. Juan 5:11-13).

…Ahora su confianza no se basa en las emociones, sino en DIOS Y SU PALABRA, la cual no


cambia jamás.

¿Qué debe hacer ahora que ha comenzado una nueva vida de propósito?
Para su crecimiento espiritual es muy importante lo siguiente:

 C. Converse con Dios en oración diariamente y en todo momento, Él le ayudará y le


guiará en cada área de su vida. (Juan 15:7).
 R. Recurra a la Biblia diariamente, comience por el Evangelio de San Juan y
continúe leyendo después el Nuevo Testamento; luego puede continuar con el Antiguo.
La Biblia es ahora su manual de vida, en ella encontrará la guía de Dios para
diversidad de situaciones cotidianas y reales; y a través de ella conocerá un poco más
del carácter de Dios. Ahora puede depositar su fe en las promesas de Jesucristo,
contenidas en este manual de Vida. (Hechos 17:11).
 I. Insista en confiar a Dios cada aspecto de su vida (1a Pedro 5:7).

 S. Sea lleno del Espíritu Santo cada día, permitiéndole tomar el control de su vida y
vivir a través de usted. En otras palabras se trata de someter mi voluntad a la de Dios
por amor. (Gálatas 5:16-17; Hechos 1:8).

 T. Testifique a otros de Cristo verbalmente y con su vida (Mateo 4:19, Juan 15:8).

 O. Obedezca a Dios momento a momento (Juan 14:21).

El crecimiento espiritual es resultado de confiar en Jesucristo. "El justo vivirá por fe" (Gálatas 3:11)
Empiece a tratar a los demás, como le gustaría que lo trataran a usted. A esto se le llama amor. (Juan
13:34, Mateo 7:12)
Reúnase con otros cristianos para su crecimiento espiritual. (Hebreos 10:25)

Hacemos parte del proyecto Nave Salvavidas Queremos que usted conozca una
clase de vida maravillosa a través del conocimiento de Dios y su Palabra.

La Fidelidad de Dios
LA INFIDELIDAD es uno de los pecados más preponderantes en esta época impía en
que vivimos. En el mundo de los negocios, dar la palabra de uno, con muy raras
excepciones, ya no es algo en que se puede confiar. En el mundo social, la
infidelidad matrimonial abunda por todas partes, los vínculos sagrados del matrimonio
se rompen con la misma facilidad que se descarta una vieja prenda de vestir. En el
terreno eclesiástico, miles que han prometido solemnemente predicar la verdad no
tienen ningún escrúpulo en atacarla y negarla. Ni puede el lector o el escritor
declararse completamente inmune a este terrible pecado: ¡De cuántas maneras hemos
sido infieles a Cristo y a la luz y los privilegios que Dios nos confió! Qué refrescante,
entonces, que bendición indescriptible es levantar nuestra vista de esta escena de
ruina, y contemplar a Aquél que es fiel, fiel en todas las cosas, fiel en todas las épocas.

“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel” (Deut. 7:9). Esta cualidad es
esencial a su ser, sin ella él no puede ser Dios. Que Dios fuera infiel sería un acto
contrario a su naturaleza, lo cual sería imposible: “Si fuéremos infieles, él permanece
fiel: no se puede negar a sí mismo” (2 Tim. 2:13). La fidelidad es una de las
perfecciones gloriosas de su ser. Él está cubierto de ella; “Oh Jehová, Dios de los
ejércitos, ¿Quién como tú? Poderoso eres, Jehová, y tu verdad está en torno de ti” (Sal.
89:8). De la misma manera, cuando Dios se encarnó fue dicho: “Y será la justicia cinto
de sus lomos, y la fidelidad ceñidor
de sus riñones” (Isa. 11:5). Qué palabra es la de Salmo 36:5: “Jehová, hasta los cielos
es tu
misericordia; tu verdad hasta las nubes.” Mucho más allá de toda la comprensión finita
se encuentra la fidelidad inmutable de Dios. Todo lo que se refiere a Dios es grande,
vasto, incomparable. Él nunca olvida, nunca falla, nunca tambalea, nunca es infiel a su
palabra. El Señor se ha ceñido exactamente a cada declaración de promesa o profecía,
cumplirá cada pacto o amenaza porque “Dios no es hombre, para que mienta; ni hijo
de hombre para que se arrepienta: El dijo, ¿y no hará?; habló, ¿y no lo ejecutará?”
(Núm. 23:19). Por lo tanto, el creyente exclama: “Nunca decayeron sus misericordias.
Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad” (Lam. 3:22, 23).

En las Escrituras abundan las ilustraciones de la fidelidad de Dios. Hace más de cuatro
mil años dijo: “Todavía serán todos los tiempos de la tierra; la sementera y la siega, y el
frío y calor, verano e invierno, y día y noche, no cesarán” (Gén. 8:22). Cada año que
llega brinda un nuevo testimonio del cumplimiento de esta promesa por parte de Dios.
En Génesis 15 encontramos que Jehová le declaró a Abraham: “Tu simiente será
peregrina en tierra no suya, y servirá á los de allí,… Y en la cuarta generación volverán
acá” (vv. 13-16). Los siglos pasaron sin pausa. Los descendientes de Abraham se
quejaban en medio de los hornos de ladrillos de Egipto. ¿Había olvidado Dios su
promesa? Por cierto que no. Lea Éxodo 12:41: “Y pasados cuatrocientos treinta años,
en el mismo día salieron todos los ejércitos de Jehová de la tierra de Egipto.” Por
medio de Isaías el Señor declaró: “He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y
llamará su nombre Emmanuel” (7:14). Nuevamente pasaron siglos, pero “Mas venido
el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo, hecho de mujer” (Gál. 4:4).

Dios es verdad. Su Palabra de promesa es segura. Dios es fiel en todas sus relaciones
con su pueblo. Se puede confiar plenamente en él. Hasta ahora, nadie ha confiado en él
en vano. Encontramos esta valiosa verdad expresada casi en todas partes en las
Escrituras,
porque su pueblo necesita saber que la fidelidad es una parte esencial del carácter
divino. Esta es la base de nuestra confianza en él. Pero una cosa es aceptar la fidelidad
de Dios como una verdad divina, y muy otra actuar de acuerdo con ella. Dios nos ha
dado muchas “preciosas y grandísimas promesas”, pero, ¿realmente esperamos que las
cumpla? ¿Estamos realmente esperando que haga por nosotros todo lo que ha dicho?
¿Nos apoyamos en la seguridad implícita de estas palabras: “Fiel es el que prometió”
(Heb. 10:23)?

Hay temporadas en la vida de todos cuando no es fácil, ni siquiera para los cristianos,
creer que Dios es fiel. Nuestra fe es puesta muy a prueba, nuestros ojos están llenos de
lágrimas, y ya no podemos distinguir la obra de su amor. Nuestros oídos están
distraídos con los ruidos del mundo, acosados por los susurros ateísticos de Satanás,
y ya no podemos escuchar los dulces acentos de su quieta y apacible voz. Planes
anhelados se han desmoronado, amigos en quienes confiábamos nos han fallado,
alguno que profesaba ser hermano o hermana en Cristo nos ha traicionado. Estamos
estupefactos.
Quisimos ser fieles a Dios, y ahora una nube tenebrosa lo esconde de nuestra vista. Nos
resulta difícil, sí, hasta imposible por razones La fidelidad de Dios, carnales, armonizar
su providencia severa con sus promesas llenas de su gracia. Ah, alma que flaquea,
compañero peregrino que ha sido probado duramente, busque la gracia para atender lo
que dice Isaías 50:10: “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de
su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y
apóyese en su Dios ” Cuando se sienta tentado a dudar de la fidelidad de Dios, clame:
“Retírate, Satanás.” Aunque no pueda armonizar los tratos misteriosos de Dios con las
declaraciones de su amor, espere en él hasta recibir más luz. En el momento propicio
se lo hará ver con claridad. “Lo que yo hago, tú no entiendes ahora; mas lo entenderás
después” (Juan 13:7). Lo que luego vendrá demostrará que Dios no ha abandonado ni
engañado a su hijo. “Empero Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por
tanto será ensalzado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios de
juicio:
bienaventurados todos los que le esperan” (Isa. 30:18). “No juzgues al Señor con la
debilidad de los sentidos”. En cambio, confía en que te hará objeto de su gracia,
Detrás de una providencia que frunce el ceño Se esconde un rostro que sonríe.
Santos que teméis, armaos de nueva valentía, Los nubarrones que tanto os aterrorizan,
Están repletos de misericordias, e irrumpirán Derramando bendiciones sobre vuestras
cabezas.” “Tus testimonios, que has recomendado, son rectos y muy fieles” (Sal.
119:138). Dios no sólo nos ha dicho lo mejor, no ha reprimido lo peor. Ha descrito
fielmente la ruina que la Caída ha producido. Ha diagnosticado fielmente el terrible
estado que el pecado ha producido. Ha dado a conocer fielmente su inveterado odio
por el mal, y que debe castigarlo. Nos ha advertido fielmente de que él es “fuego
consumidor” (Heb. 12:29). Su Palabra no sólo abunda en ilustraciones de su fidelidad
en cumplir sus promesas, sino que también registra numerosos ejemplos de su
fidelidad en cumplir sus amenazas. Cada etapa de la historia de Israel es un ejemplo de
esta realidad solemne. Así fue que individuos como Faraón, Korah, Achan y muchos
otros son prueba de ello. Y lo mismo sucederá con usted, mi lector: a menos que haya
huido o huya hacia Cristo en busca de
refugio, el Lago de Fuego que arde eternamente será su porción cierta y segura. Dios es
fiel. Dios es fiel en preservar a su pueblo. “Fiel es Dios, por el cual sois llamados a la
participación de su Hijo…” (1 Cor. 1:9). En el versículo anterior aparece la promesa de
que Dios confirmará a su pueblo hasta el fin. La confianza del Apóstol en la seguridad
absoluta del creyente se basaba no en la fuerza de sus resoluciones o en su habilidad
de
perseverar, sino en la veracidad de Aquél que no puede mentir. Dado que Dios ha
prometido a su Hijo un pueblo determinado como su herencia, librarlos del pecado y la
condenación, y hacerlos partícipes de la vida eterna en gloria, ciertamente no dejará
que ninguno de ellos perezca.

Dios es fiel en disciplinar a su pueblo. Es fiel en lo que retiene, tanto como en lo que da.
Es fiel en enviar dolor tanto como en dar gozo. La fidelidad de Dios es una verdad que
hemos de confesar no sólo cuando vivimos tranquilos sino también cuando estamos
sufriendo bajo la más aguda reprensión. Tampoco debe ser esta confesión meramente
de nuestros labios, sino también de nuestros corazones. Cuando Dios nos golpea con la
vara del castigo, su fidelidad es la mano que la sostiene. Reconocer esto significa que
nos
humillamos ante él, admitimos que merecemos plenamente su corrección y, en lugar
de murmurar, se la agradecemos. Dios nunca aflige sin tener una razón. “Por lo cual
hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros” (1 Cor. 11:30), dice Pablo,
ilustrando este
principio. Cuando su vara cae sobre nosotros, digamos con Daniel: “Tuya es, Señor, la
justicia, y nuestra la confusión de rostro” (9:7). “Conozco, oh Jehová, que tus juicios
son justicia, y que conforme a tu fidelidad me afligiste” (Sal. 119:75). El sufrimiento y la
aflicción no sólo coinciden con el amor de Dios prometido en el pacto eterno, sino que
son partes del mismo. Dios no sólo es fiel en impedir aflicciones, sino fiel en enviarlas.
“Entonces visitaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades. Mas no quitaré
de él mi misericordia, y ni falsearé mi verdad” (Sal. 89:32, 33). Disciplinar no sólo va
de acuerdo con el amor y bondad de Dios, sino que es su efecto y expresión.
Tranquilizaría mucho la mente del pueblo de Dios si recordaran que su amor de pacto
lo obliga a ejercer sobre ellos una corrección apropiada. Las aflicciones nos son
necesarias: “En su angustia madrugarán a mí” (Oseas 5:15).
Dios es fiel en glorificar a su pueblo. “Fiel es el que os ha llamado; el cual también lo
hará” (1 Tes. 5:24). La referencia inmediata aquí es al hecho de que los santos serán
“guardados… sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Dios no trata
con nosotros en base a nuestros méritos (porque no tenemos ninguno), sino para que
su nombre sea glorificado. Dios es constante a sí mismo y a su propio La fidelidad de
Dios propósito de gracia: “A los que llamó… a éstos también glorificó” (Rom. 8:30).
Dios brinda una completa demostración de la constancia de su bondad eterna hacia sus
elegidos llamándolos eficazmente de las tinieblas a su luz maravillosa, y esto debe
darles la plena seguridad de la certidumbre de su continuidad. “El fundamento de Dios
está firme” (2 Tim. 2:19). Pablo descansaba sobre la fidelidad de Dios cuando dijo:
“Porque yo sé a quién he creído, y estoy cierto que es poderoso para guardar mi
depósito ara aquel día” (2 Tim. 1:12).

Apropiarnos de esta bendita verdad nos guardará de las preocupaciones. Estar llenos
de cuidados, ver nuestra situación con oscura aprensión, anticipar el mañana con triste
ansiedad, es una mal reflejo de la fidelidad de Dios. El que ha cuidado a su hijo a través
de los años no lo abandonará en su vejez. El que ha escuchado sus oraciones en el
pasado no se negará a suplir su necesidad en la emergencia del presente. Descanse en
Job 5:19: “En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará el mal”
Apropiarnos de esta bendita verdad detendrá nuestras murmuraciones. El Señor sabe
qué es lo mejor para cada uno de nosotros, y uno de los efectos de descansar en esta
verdad será silenciar nuestra quejas petulantes. Honramos grandemente a Dios
cuando, pasando por pruebas y disciplinas, tenemos buenos pensamientos de él,
vindicamos su sabiduría y justicia, y reconocemos su amor justamente en sus
reprimendas.

Apropiarnos de esta bendita verdad engendrará una confianza en Dios que va


aumentando. “Y por eso los que son afligidos según la voluntad de Dios,
encomiéndenle sus almas, como a fiel Criador, haciendo bien” (1 Ped. 4:19). Cuando
confiadamente nos ponemos nosotros mismos y ponemos todos nuestros asuntos en
las manos de Dios, plenamente convencidos de su amor y fidelidad, nos
sentiremos satisfechos con sus providencias y comprenderemos que “Él hace bien
todas las cosas.”

¿Cómo puedo estar seguro que he sido


perdonado?
¿Puede Dios realmente perdonarnos? ¿Por qué no siempre se siente así?
Escrito por Allister Cousins
La culpa no es un sentimiento que simplemente podemos quitarlo de encima.
Muchas personas se convierten a Dios en la necesidad de alcanzar un sentimiento
de perdón por sus errores.

En muchos casos las personas realmente no sienten una aflicción por los errores
que han cometido. Solamente quieren calmar su conciencia. Sin embargo, hay
personas que desesperadamente desean recibir perdón de pecados y tienen un
sincero dolor por sus malas acciones. Estos realmente están interesados en saber
cómo pueden ser perdonados, y cómo pueden estar seguros en su corazón que en
realidad están perdonados, y que todo está en orden entre ellos, Dios y sus
prójimos.

La postura de Dios frente al perdón se manifiesta claramente en Isaías 1:18: “… Si


vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si
fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” ¡Qué oferta más
increíble – Dios anhela perdonarte!

¿Cómo pedimos perdón a Dios?


Hay condiciones para recibir perdón. En primer lugar, Dios debe saber que también
estamos dispuestos a perdonar a quienes nos han hecho mal. Sin este sentir Dios
no nos «librará». Esto se confirma en Mateo 6:14-15 “Porque si perdonáis a los
hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si
no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.”

Juan explica el siguiente paso en 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Debemos
llamar al pecado por su nombre y confesarlo a Dios, de modo que quede claro lo
que quiero que Dios me perdone: Dios sabe todas las cosas, así que esta confesión
es más para nosotros mismos que para Dios, pero Él quiere saber que veamos las
cosas igual que Él. Confesar el pecado incluye también pedir a otras personas
perdón si fuese necesario.

Para recibir el perdón de Dios debemos tener el anhelo de nunca más volver a
pecar. Debemos llorar por nuestros pecados – es un dolor por el hecho de haber
actuado en contra de la voluntad de Dios. Entonces Dios ve que no es otro caso
donde sólo queremos calmar nuestra conciencia porque sentimos culpa. Si le
pedimos perdón a Dios de una manera superficial no seremos tomados con
seriedad ni recibiremos perdón, pero cuando Dios ve que de todo corazón
queremos apartarnos del pecado, con mucho gusto perdona incluso los pecados
más horribles.

El “dolor” o “tristeza” bíblicos de hecho es algo muy positivo. En 2 Corintios 7:10


podemos leer. “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para
salvación, de que no hay que arrepentirse…” Esto significa que cuando realmente
nos arrepentimos de nuestro pecado, esto nos lleva a correr en la dirección
opuesta, lejos de nuestro pecado y la culpa hacia una vida de libertad y paz.

Pero, ¿es suficiente el arrepentimiento?


Podemos pensar: “He sentido arrepentimiento, y he pedido a Dios que me
perdone, pero ya no lo siento más, incluso no sé si alguna vez fui realmente
perdonado.” Puede haber algunas razones para esto, pero ¿qué dice la Biblia al
respecto? Debemos proteger nuestro corazón de todos aquellos pensamientos que
nos quieren robar lo que está escrito en la palabra de Dios con respecto a su
perdón. Satanás mismo está detrás de esto. Sabemos que su único objetivo es
hurtar, matar y destruir (Juan 10:10), y él es un maestro en sembrar duda. Pero la
Biblia dice que él es mentiroso, y padre de mentira, por lo tanto nunca tenemos
que creer lo que dice.

Por otro lado, sabemos que Dios es fiel a sus promesas y leyes, y que no puede
mentir. Por lo tanto, si cumplimos con las condiciones, y fuimos sinceros al
momento de pedir perdón a Dios, entonces Él nos escucha y nos perdona. Mantén
firme lo que está escrito en 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” Quizás
no siempre sentimos que hemos sido perdonados, pero no estamos destinados a
vivir de acuerdo a nuestros sentimientos. ¡Al contrario, tenemos que confiar en la
palabra de Dios!

Debemos creer que hemos sido perdonados y que Él ha echado en lo profundo del
mar todos nuestros pecados.

Esto significa que, independiente de cómo están nuestros sentimientos, debemos


creer que hemos sido perdonados y que Él ha echado en lo profundo del mar
todos nuestros pecados, como está escrito en Miqueas 7:19.
¡Victoria sobre el pecado!
Podemos recibir perdón porque Jesús murió por nosotros. Si cumplimos con las
condiciones no tenemos que morir como merecemos. Pero esto no termina aquí.
Dios no anhela solamente perdonarnos, Él tiene un plan para asegurarse de que el
pecado que ha causado tanto dolor nunca más vuelva a tener poder sobre
nosotros. Para que esto ocurra debemos hacer todo lo necesario para acercarnos a
Jesús. Él no murió solamente para que pudiéramos recibir perdón por nuestros
pecados, sino que también vivió una vida de victoria sobre el pecado, algo que nos
permite a nosotros hacer lo mismo. Debemos renunciar a todo lo que nos quiere
llevar a hacer nuevamente las cosas por las cuales recibimos perdón. Nuestro
mayor deseo tiene que ser ahora escuchar su voz dentro de nuestro corazón, la
que nos conducirá a una vida con un sentir completamente nuevo y paz.

No permitas que Satanás te agobie con sentimientos de culpa. Levántate hoy


mismo, recibe parte en el perdón y comienza a vivir una vida completamente
nueva. Una vida de completa victoria sobre el pecado.

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