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pueblo de Tacañitas, a orillas del Río Salado, que es la de Shunko, la novela
de Jorge Washington Ábalos, que nos toca ahora presentar.
No obstante estos datos etnolingüísticos irrefutables, convendría pregun-
tarse ahora mismo, lo que diferencia al locutor bilingüe de esta zona, un
Shalako, (quichuización de Salado), como se les dice, de un Lule, o un Tono-
coté[11] su probable antepasado indígena. Y esta pregunta rebasa con creces
los límites del monte santiagueño, en efecto los censos de muchos países la-
tinoamericanos bilingües, véase también el caso del vecino Paraguay, no son
fiables.
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imagen negativa del indio, en todos estos países, muchos invocaron un leja-
nísimo e improbable ancestro español, para declararse mestizos. En realidad,
desde un punto de vista étnico, son casi indios, y también lo son desde un
ángulo cultural. . . Salvo que el Lule callado: “se ha retirado al fondo[13]” del
Shalako, procurando esquivar identidades molestas, casi hasta hoy[14].
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volverse un destacado zoólogo, especialista en serpientes[19], Vicedecano de
Ingeniería Forestal de la Universidad de Córdoba, y terminó siendo profesor
asociado de Harvard.
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decadente, como lo es el pluscuamperfecto en español estándar: ‘ Wilfredo se
enojó y estuvo muy bravo como siempre’.
Menudean los casos así, y también en quichua abundan las cadenas sin-
tácticas españolas, es de notar por ejemplo la creación de una voz pasiva,
desconocida del quichua. Para completar de modo sintético este panorama
de lenguas interrelacionadas, conviene añadir que en la castilla, como era de
esperar, son frecuentes los arcaísmos, y que a veces resulta difícil saber cuál
es la procedencia de un modismo. El ejemplo del “che” es lo más llamativo,
entre un origen valenciano de la Conquista, o italiano del XIX, o indígena,
(guaraní en este caso), nos encontramos con una serie paradigmática, en la
cual una unidad presupone la exclusión de la otra[23].
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concentrar tal grado de fusión, pero las lenguas evolucionan, por suerte, más
rápido que los hombres. . . O sea que el diálogo de culturas que presencia-
mos mediante esta ficción “neoindigenista”, aunque constituye una innegable
“exotopía[26] (para hablar como Bakhtine), [esto es] “una afirmación de la ex-
terioridad del otro que es compatible con su reconocimiento en tanto sujeto”,
no logra alcanzar la tan soñada y sonada transculturación, o sea la creación
de una realidad totalmente nueva a partir de las interferencias recíprocas, si-
no en ocasiones, las cuales auguran sin embargo del nacimiento de una nueva
cultura híbrida en proceso de formación. . .
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le explica, mediante un cuento sobre un tigre, la etimología quichua de una
planta: uturungu wakhachina: ‘tigre llorar-hacer’. . . . O sea que al enseñarles
a los alumnos su propio entorno, recorriendo el monte, tipo “lección de co-
sas”, el Maestro va aprendiendo un nuevo idioma y elementos de su cultura.
Al reconocer la exterioridad del niño casi indio lo hace sujeto, protagonista
pedagógico, y en este aspecto queda por contarles lo mejor. . . En efecto, al
enterarse de que al cabo de unos meses ciertos alumnos no lograron aprender
a leer en castellano, transfiere su poder pedagógico a los alumnos[27] más
adelantados. Así Shunko se vuelve maestro de Arurucucu, y le enseña el es-
pañol dándole una clase aparte en la quichua, pasando primero por la lengua
materna y por el canal de un compañero, el Maestro logra vencer de a poco
su monolingüismo.. Parece que la dicha del Maestro, pasa por su perfecta
integración lingüística y afectiva con los alumnos, por la reciprocidad, por
una inversión del canal pedagógico, por la delegación de la enseñanza: “Debes
buscar la felicidad en ese grupo de changos rotosos que hablan un idioma que
no es el tuyo y que te esperan en la escuela de barro. Todos son buenos y
te ayudarán a vivir.” (56), tal como le sugiere una extraña voz narrativa[28]
surgida del monte, como el Sachayoj, el genio del monte. . .
De Shunko a Coshmi, su primera y última obra, el maestro se torna
alumno y se funde en el monte, el cual al final le da sus propias clases: “En
Coshmi, el maestro ya había desparecido por completo; y el niño mismo
no es sino como la voz de la tierra que se asombra de sí misma. El único
maestro aquí era el mismo monte; la relación pedagógica se había invertido; el
hombre venido desde la civilización para enseñar se convierte- como narrador
objetivo- en portador de la enseñanza de nuestra tierra[29].”
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su propia trampa. . . En efecto, al cabo de este proceso de aprendizaje pre-
vio, decidió prohibir “hablar la quichua en la escuela” (67), un día decidió
pillar en el recreo a los quichuistas, y lo “pescó al Castañito” (67), lo castigó.
Entró al aula María Luisa hablando también la quichua, también la castigó,
pero resulta que al pedir a Absalón que le trajera agua fresca, le gritó en la
quichua: “-¡La de la tinaja está más fresca!” (98). Desde luego a él le tocó
al final copiar la sentencia muchísimo tiempo en la pizarra: “ Hasta que las
ranas críen pelos!” (98). O sea que a pesar de las reservas emitidas anterior-
mente, sobre la doble desviación del discurso de un indígenista criollo , cuyo
español es una traducción del quichua y viceversa, no podemos sino admitir
ante tamaños resultados humano-pedagógicos, que el método empleado por
el Maestro pese a su rol aculturador predominante[31], logra obtener median-
te gran afectividad con sus alumnos, resultados sobresalientes, sobre todo en
el caso del pedagogo. . .
A estas alturas, un símil con Sahagún, (Todorov, 1982, 276, 301)[32],
resultaría muy contundente, de hecho, como J.W. Ábalos, el Padre aprendió
el náhuatl, en parte con los indios, para evangelizar mejor y entender desde
adentro su cultura. Vivió al otro indígena desde dentro. Con el mismo proceso
de identificación al otro mediante su lengua, no es pues de extrañar que el
Maestro concluya afirmando, con mucho humor, a sus alumnos, que es él un
criollo que tiene las plumas del indio “para adentro”, (133). Al respetable
Padre Sahagún, en su preciosa Historia General de las cosas de la Nueva
España, también le habrían salido las plumas desde dentro. Ni hablar del
Padre jesuita Alonso de Bárzana[33], el que, proviniendo del Perú a mediados
del XVI, evangelizó esta zona del Noroeste Argentino y el Paraguay, y a
quien le tocó llevar plumas por todas partes, dado que se aprendió, en su
afán evangélico, once lenguas indígenas. . . . Es más, su cariño e identificación
con los changos shalakos es tan grande, que dejar el pago dichoso le desgarra
el alma. Parece que al tener al otro dentro, ya no puede dejarlo y le tocará
llevarlo por tanto a todas partes. Al final de la obra, en la segunda “Carta
a Shunko” lo da a entender y también comprendemos que necesita volver al
monte su alma, y lo logra mediante la ficción. Gracias a las remembranzas,
un tanto idílicas del pago, su alma se desprende de sí mismo y vuelve a dar la
clase a sus tan amados changos rotosos: “Tengo que cuidar a mi alma; allá se
desprende cada vez con más frecuencia de mí y se anda por aquella región tan
grata al recuerdo y al corazón.” (140). En cuanto a Shunko y sus compañeros,
su transformación gracias al encuentro con el otro es aún más radical, no sólo
aprenden un nuevo idioma sino que también se vuelven otros llevando al otro
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dentro. En efecto, en la entrevista que le dio La Nación a Benicio Palavecino,
el Shunko de verdad, dijo que gracias a su encuentro con el Maestro aprendió
“A ser gente, saber respetar y hablar en castellano.” Por lo tanto, a la postre,
no podemos sino constatar que el sueño de la transculturación, a pesar de
la idealización del discurso ficticio influido por la adaptación al cine, de la
aculturación completa del personaje de ficción en su realidad anónima en
Buenos Aires, del abandono aparente del monte por el autor, solicitado en
sus quehaceres profesionales por varias universidades, de la doble desviación
debida a las traducciones de un testigo criollo y no indio, logra transparentar
sobremanera en este librito. . .
No es de sorprenderse entonces que sea una de las adaptaciones de una fic-
ción al cine argentino más proyectadas en el país[34] (diario La Nación), este
librito da la imagen de un encuentro posible y positivo con el otro indígena.
Al criollo argentino, a pesar y sobre todo por los numerosos etnocidios que
sus antepasados perpetraron, le es preciso reconocerse, leerse y reflejarse en
el otro indígena fulminado, el trauma es muy profundo y desemboca en esta
obrita tan grande, por reflejar lo profundo de la otredad entre lo indígena y lo
criollo. De hecho, del mismo modo que al fondo del Shalako mestizo dormita
el indio Lule sepultado, en el fondo del Maestro está un indiecito harapiento,
y en los adentros de Shunko hecho ya un hombre, está por siempre la ima-
gen del Maestro: “Era buenísimo, (. . . ) los chicos lo queríamos mucho.”, (La
Nación).
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[5] Así califican su dialecto quechua los hablantes, en género femenino, también
dicen la castilla, por elipsis de la palabra lengua.
[6] Santiago del Estero, foyer d’irradiation bilingue argentin, París, Universidad
de París X, 1998.
[7] Esta designación insular para definir aquel extraño reducto idiomático, la
debemos a un etnólogo argentino de los 70, Emilio. A. Cristensen, (1970), quien fue
uno de los primeros, con Ricardo L. J. Nardi (1962)*a, en suponer que el quichua
de Santiago era un superestrato, o sea que tenía un origen incaico o preincaico.
En efecto, ahora los especialistas peruanos y santiagueños, (Alderetes, 2001, 47),
coinciden en situar su origen en la tercera expansión del quechua chinchay, en el
siglo VIII, a partir de la costa central del Perú. También las ocurrencias insulares
son numerosas en nuestra obra: “esa curiosa ínsula”, (8), “el inmenso bañado”, (18),
en la cual el casi indio, el Lule-Shalako, puede vivir casi “sin saber”, (59), doble-
mente retirado, del resto del mundo. . . Para concluir con la temática tan rica de la
insularidad, es de recordar que estamos en los bordes de un extenso mar geológico,
Eupana, el que antes de que se sublevaran los Andes, hace 60 millones de años,
(Courthès, 2005), conectaba las amplias cuencas del Amazonas y del Paraná. Hoy
casi corresponde aquel mar anterior inmenso con el impenetrable y transfronterizo
Chaco. . . *a: También otro lingüista argentino, Samuel Lafone Quevedo, al final
de su vida, en los años 30 ya lo intuyó, (Courthès, 1998, 93).
[8] Sólo el gran etnólogo suizo Alfred Métraux se enteró, a través de sus estudios
sobre los Matacos por ejemplo o gracias a la creación del Museo de Etnografía
de Tucumán, de la riqueza etnográfica de esta zona, y así pudo ser el primero
en entablar enlaces entre la cultura incaica y la guaraní, recorriendo el entonces
impenetrable Gran Chaco Gualamba, que los une y los separa al mismo tiempo. . . .
[9] En realidad, resulta muy difícil calificarla de lengua indígena, cuando no
queda ningún autóctono, es en verdad una lengua criolla, la lengua de la conquista
y luego del poder colonial, lo que explicaría en parte su increíble vigencia, cito al
respecto a Jorge Alderetes: “ Con la progresiva desaparición de la población abori-
gen ( por genocidio o mestizaje), la población criolla se constituyó en la depositaria
de la lengua quechua y quizás esto contribuyó a que en un país racista y discrimi-
nador como Argentina, no corriera la misma suerte que otras lenguas aborígenes”,
(2004, 85).
[10] Ábalos, Jorge Washington, Shunko, Buenos Aires, Editorial Losada, 1981,
(1949), p. 95, el narrador extradiegético en efecto así describe a Doña Jashi, que le
cuenta al Maestro el cuento netamente indígena Tata Inti y Mama Killa: ‘Papa Sol
y Mamá Luna, “Su voz, un poco gastada, no era desagradable y le daba al quichua
un sabor especial, pues su pronunciación no se había deformado por el castellano,
idioma que desconocía.”
[11] No es de creer que las diferentes denominaciones de la etnia de esta zona:
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lules, juríes, tonocotés, sean el reflejo de una gran variedad étnica, sino que, y en
todas partes pasó lo mismo, (D’Orbigny, 257), cada etnia tenía su propia designa-
ción, tonocotés en este caso, los demás grupos étnicos colindantes le daban otras:
juríes por ser una cultura del avestruz y por tener piernas largas, y por fin los
españoles les dieron su último nombre, lules, por corrupción de juríes. . .
[12] En el gran aislamiento de estos reductos monolingües, se puede encontrar
una de las razones de la supervivencia de la quichua, de hecho, durante las cre-
cidas, los habitantes del monte se refugiaban en albardones, unos cerritos que los
resguardaban de la subida de las aguas, durante meses, (Courthès, 1998, 99-100),
(Amarilla, 1993).
[13] Shunko, Buenos Aires, Editorial Losada, Colección Juvenila, 1981, (1949),
p. 8.
[14] En julio de 2005, unos 3 000 mestizos declarados, de repente, al pasar por
ahí el Defensor del pueblo, fueron identificados en la prensa, NotiExpress del 27
de julio de 2005, p. 12, como descendientes directos de los Tonocotés. Viven en
Brea Pozo, al este de la capital, en condiciones infla humanas, sin ningún apoyo
gubernamental o regional, y “apenas reciben auxilio de una O.N.G. española”. Según
mis informantes locales, sería pura mentira a fin de que se les conceda subsidios.
Sin embargo, sea lo que sea la verdad étnica, evidencia lo que decía antes, en estas
zonas retiradas, en especial en el transnacional Chaco, a veces entre el indígena
puro y el mestizo, casi indio, dista muy poco. . .
[15] Para abordar una nueva acepción del concepto de « endodexto »: ‘un texto
que se pone en escena y da la ilusión de generarse a sí mismo’, véase el artículo mío,
“El endotexto roabastiano”, Asunción, Palabras, N◦ 1, 2006. Es de recordar también
que el guión fue escrito porAugusto Roa Bastos, el mismo año en que publicó Hijo de
hombre, y podemos afirmar que algo de su “humanismo revolucionario” trascendió
en Shunko, en la gran humanidad del Maestro por ejemplo. . .
[16] La narrativa indigenista peruana, Lima, Amaru, 1994.
[17] Con algún que otro cambio de enfoque, la voz del Maestro predomina,
alternando con la de Shunko, cuando está internado por ejemplo.
[18] “Tiene 70 años (. . . ), cuida caballos en un stud en el hipódromo de San
Isidro”; “Shunko evoca a su maestro”, Buenos Aires, La Nación, 2004? En esta única
ocasión, las autoridades locales le dieron el nombre de “Shunko” al camino que va
de Tacañitas (Pueblo de General Taboada) al colegio, y al colegio también. . .
[19] Es de recordar que en la realidad y en la novela, una de sus alumnas, Ana
Vieyra, “mordida por una víbora venenosa”, murió por falta de suero antiofídico.
Ese día, su maestro juró matar “a todas las víboras del mundo*a”, Presti, Santos,
“Santiagueños con historia: Jorge Washington Ábalos, el shalako que enseñó en
Harvard.”, http://www.republicadelnoa.com.ar/escritores/abalos.htm *a: Shunko,
op. cit., 47.
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[20] “El contacto íntimo entre el hombre y su entorno, que el indígena impone
de modo perpetuo al etnólogo”, o al escritor, a través del léxico, trasluce en la rica
lexicografía indígena de estas zonas bilingües, véase de Claude Lévi-Strauss, La
pensée sauvage”, París, Librairie Plon, Agora, 1962, 18, la traducción es mía.
[21] O también esta cadena sintáctica más discreta pero sin duda indígena: «
Muy fea es. . . »: Ancha sahra kan. . . », evidenciando la profunda afectividad del
locutor, un niño de la clase asustado por una araña, (11).
[22] El locutor posterga al final de la frase el tema, o soporte de la frase, y pone
al comienzo el rema, o predicado, en una puesta en cadena sintáctica puramente
quichua. La “operación de tematización” (Pottier, 83) ya no sigue el orden del
pensamiento español, donde se dice el tema antes: “El que era antes tu alumno”.
“El “tema intencional” (Pottier, 85), siempre viene pospuesto al aporte, tanto en
castilla como en quichua, lo que pone de manifiesto un innegable acercamiento
entre ambos idiomas.”, (Courthès, 1998, 192, note 1).
[23] Courthès, Joseph, Analyse sémiotique du discours, de l’énoncé à l’énonciation,
Paris, Hachette Supérieur, 1991, 81.
[24] Jorge Wasghinton Ábalos nació “accidentalmente” en La Plata el 20 de
septiembre de 1915, “aunque su familia vivió siempre en la bandeñísima*a calle
Besares de la “Ciudad de Poetas y Cantores”, y murió en Córdoba en 1979, (Presti,
2001) *a: De La Banda, ciudad gemela de Santiago, en la otra orilla del río Dulce.
[25] No basta con vivir con indígenas monolingües durante la infancia como
Arguedas o con bilingües mestizos como Roa Bastos, tampoco basta con aprender
la quichua con sus alumnos, como el maestro rural argentino J.W.Ábalos.
[26] Todorov, (1982, 311).
[27] En este sistema pedagógico del ahijado, se valora al compadre, el cual se
torna de a poco maestro. . .
[28] Parece ser la de su « hermano mayor », quien le daría consejos al entrar al
monte, pero a propósito el autor hace que se confunda, (entre digresiones etnofic-
cionales sobre los seres sobrenaturales del monte), con la deSachayoj, el Maestro
del Monte. . .
[29] “ Coshmi: textos de J.W. Ábalos”, por Gabriel A. Ábalos, en Imagina-
ria, revista quincenal sobre literatura infantil y juvenil, n◦ 142, Buenos Aires,
24 de noviembre de 2004, http://www.educared.org.ar/imaginaria/14/2/ficciones-
abalos.htm
[30]Véase de Podetti J. Ramiro, Universidad de Montevideo, « Mestizaje y
transculturación : la propuesta latinoamericana de globalización. », VI Corredor de
las Ideas del cono Sur, 11-13 de marzo de 2004, http://www.corredordelasideas.org/
html/elcorredor.html
[31] Es de recordar que el Maestro al comienzo anduvo ambulando por el monte,
en busca de alumnos, y que a Shunko lo arrastró hasta la escuela, « remolcándolo
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de la mano.” (9).
[32] Hablando de Sahagún, dice Todorov : « aun cuando sólo sería para asimi-
lar mejor al otro, uno comienza asimilándose, parcialmente por lo menos, a él.”.
También, al definir al etnólogo dice de él que “conoce al otro pasando por sí mismo
pero también a sí mismo pasando por el otro.”, tal como lo intuyó en el siglo XVI,
Urbain Chauveton, citado por Todorov, en el otro indígena buscamos nuestra pro-
pia imagen y lo hacemos nuestro: “ nous faire mirer en la face d’autruy*a”:‘uno se
refleja en el rostro del prójimo’, traducciones mías. *a: “ Aux lecteurs chrestiens”,
in J.Benzoni, Histoire nouvelle du Nouveau Monde, Lyon, 1579.
[33] Su desaparecida gramática de la lengua kakana, al encontrarse de nuevo,
resultaría de suma importancia en la defensa de la tesis del sustrato. . .
[34] « -Cuándo la estrenaron, ¿vio la película? –No, la vi muchos años después.
-¿Dónde la vio? – Por televisión. La pasan cada dos por tres.”
Referencias
[1] Ábalos, Gabriel A., “ Coshmi: textos de J.W. Ábalos”, en
Imaginaria, revista quicenal sobre literatura infantil y ju-
venil, n◦ 142, Buenos Aires, 24 de noviembre de 2004,
http://www.educared.org.ar/imaginaria/14/2/ficciones-abalos.htm
[7] Courthès, Eric, Santiago del Estero, foyer d’irradiation bilingue argen-
tin, París, Universidad de París X, septiembre de 1998, 378 p..
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[8] « Calques syntaxiques du quichua de Santiago sur l’espagnol local»,
París, C.R.I.I.A., Crisol n◦ 3, París X Nanterre, 75-91, 1999;Tucumán,
INSIL, RILL 16, Universidad Nacional de Tucumán, 243-263, 2004.
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