Etimológicamente, el término emoción, deriva del latín movére, (1ª documentación, orígenes
del idioma) con la significación de partir, poner en movimiento. A su vez, emoción, es
tomada del francés, émotion, derivado culto de émouvoir = conmover.
Es decir, su significado etimológico gira en torno al concepto de generar un cambio, un
“movimiento”, que responde y refleja al estímulo que lo causa.
Según el Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas, Editorial Salvat, proviene del latín
emotio, emotionis y hace referencia a un sentimiento intenso, agradable o penoso y más o
menos duradero, que influye poderosamente sobre numerosos órganos cuya función
aumenta, altera o disminuye.
Resulta importante poner en evidencia, que es un término cercano y emparentado, aunque
no sinónimo, de otro que muestra la misma raíz etimológica: motivación = aquello que
impulsa a realizar acciones en búsqueda de la consecución de algo. Aunque mientras la
motivación, moviliza en una determinada dirección la conducta, la emoción es la reacción
del organismo como totalidad a una estimulación que lo desplaza del equilibrio, podría
decirse ruptura de la homeostasis, lo con-mueve.
Estados emocionales persistentes o crónicos, que, según sus características y signo, van
acompañados de respuestas fisiológicas determinada, constituyen un importante factor en
la en la génesis de una amplia gama de trastornos, sean estos psicológicos u orgánicos.
Por qué razón derivan algunos de ellos hacia el establecimiento de trastornos
caracterizados por la presencia de múltiples alteraciones funcionales y orgánicas, mientras
otros lo hacen predominantemente en el área psicológica o afectiva es algo que reconoce
diversas explicaciones. Una de ellas es la forma particular de expresión de los conflictos, de
la persona en cuestión. La persona cuyo nivel alcanzado de expresividad simbólica,
implicada en el lenguaje es bajo, preferentemente mostrará sus conflictos o tensiones
mediante una apariencia corporal. Sabemos por observación empírica que nos indica que
no podría ser de otra manera, considerando la jerarquía evolutiva del desarrollo psicofísico,
que la adquisición del lenguaje, instrumento por excelencia de la expresión simbólica, si
bien comienza desde el mismo nacimiento, demora alrededor de dos años en alcanzar un
nivel expresivo bastante rudimentario y elemental. Aunque mientras tanto, en esos 2 años
las emociones, sus emociones han existido igualmente y han sido expresadas casi
exclusivamente mediante el lenguaje del cuerpo. Un bebé humano estimulado por el frío o
el hambre o la desaprobación, acompaña sus vivencias con una serie de reacciones
fisiológicas típicas. Mientras no puede expresar “tengo frío” o “estoy temeroso” en palabras,
lo hace a través del lenguaje preverbal y de sus reacciones fisiológicas al estímulo que en
estos casos podrían ser el llanto, el desasosiego, la inquietud motriz, la micción u otras.
Lenguaje que será reforzado o no de acuerdo al contexto familiar existente y al éxito que
tengan sus manifestaciones en ser decodificadas correctamente.