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CIENCIA Y CAPITALISMO

Hamilton considera que el capitalismo se origina en el oro que Europa


consigue, al costo del genocidio que conocemos, en América. Max Weber, por
su parte, relaciona el nacimiento del capitalismo con el protestantismo en uno
de los textos más famosos de la sociología. Algunos economistas tienen una
tercera versión de los hechos. El capitalismo se origina, según dicen, a la par
del maquinismo. Por eso, su origen estaría ligado íntimamente a la revolución
industrial (1780-1790).
La primera teoría es financiera, la segunda privilegia aspectos, por así
decirlo, superestructurales: cultura y religión. Y la tercera, más cerca de Marx,
se sitúa más de dos siglos después de la Conquista y Calvino (1509-1564).
El origen del capitalismo no es, pues, un hecho fácil de abordar. Su
nacimiento no es claro y es objeto de disputa. Propongamos, en este contexto,
una cuarta versión: el capitalismo nace con la ciencia. Aquí encontramos dos
versiones: el desarrollo de la ciencia se agrega al capitalismo, que nace unos
siglos antes y mantiene su independencia; ciencia y capitalismo son una sola y
la misma cosa. Esta última, según creo, es la idea que Lacan tenía del asunto.
Si aceptamos partir de ese punto, el origen fechable del capitalismo pierde
sentido. El movimiento bien puede ser retroactivo. La ciencia resignifica après
coup el nacimiento y lo disuelve.
En esta óptica, algunos hechos se ordenan de otra manera. Las críticas al
marxismo de Popper, por ejemplo, que le imputa un “profetismo” poco
exitoso, toman otro carril. La observación de Popper de que en gran medida
las predicciones de Marx fracasan porque había tomado como modelo la gran
fábrica montada sobre motores de vapor adquiere otro sentido. La ciencia es
descuidada en la obra de Marx y ocupa muy poco lugar en su reflexión1. Al
contrario, podría decirse que el materialismo histórico, planteado como
ciencia de la historia, impide ver que los dos seres en cuestión son uno solo.
Asimismo, se hace visible que el sujeto cartesiano se expande al paso de la
ciencia. Este sujeto, entonces, está hoy globalizado. Y empezamos a sufrir sus
efectos en los más diversos dominios, incluso el de la sexualidad.
Si el lingüista ruso Marr hubiera preguntado a Stalin si la ciencia era una
superestructura, en lugar de si el lenguaje lo era, hubiera terminado en Siberia.
En el caso de que la ciencia detente los medios de producción el planteo de la
lucha de clases como motor de la historia se complica bastante. Al punto de
que podemos imaginar su límite: la humanidad entera luchando contra el
conjunto vacío.

Notas
1.
Hay otra razón de peso para que la ciencia no pueda situarse correctamente en el
marxismo: el marxismo se reivindica como ciencia de la historia. Hay que salvaguardar a la
ciencia para dar lugar a una teoría de la ideología. Althusser escribe: "Marx no incluye
jamás el conocimiento científico [como superestructura], salvo en las obras de juventud (y
en particular en los Manuscritos económico filosóficos del 44)" (cf. Para leer el Capital,
Siglo XXI, p. 145). En este mismo texto, Althusser se opone a Gramsci que ubica a la
ciencia en la superestructura, puesto que así homologa el conocimiento científico a la
ideología. El Marx “maduro”, al parecer, jamás ubica a la ciencia en la superestructura.
(Debemos esta referencia a Fernando Rámirez, comunicación personal.)

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