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01-05-2019

La barbarie de otro repudiable crimen de Estado


Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Rebelión

Mientras con gran regocijo se realiza la 32 Feria Internacional del Libro y las cifras muestran que
en Colombia se lee más, como paso importante en la vía hacia un mundo más tolerante, los hechos
de barbarie se resisten a dejar avanzar hacia la sociedad de derechos en la que todos puedan
celebrar la vida. Dos hechos uno de estado y otro de particulares, provocan la zozobra y refuerzan
el temor, como señalando que el camino hacia la paz esta brutalmente obstaculizado por una
patología de horror todavía presente, que la inteligencia humana racional y emocionalmente
estable no logra comprender.

Los dos casos producen vergüenza, repudio y dolor colectivo por el bloqueo al proceso de
humanización para vivir sin temor ni humillaciones. Con aberrante grado de sevicia y odio el estado
cometió un crimen contra un adversario que había confiado en él para reafirmar su compromiso
con la paz. El crimen refuerza el mensaje de que el gobierno no esta conforme con la paz pactada y
que no quiere justicia si no venganza, porque del seno de las fuerzas militares no se ha ido el
espíritu de cambio de doctrina y los altos mandos civiles y militares aún persisten en continuar la
guerra sin reglas contra el enemigo interno, que puede ser un estudiante, un excombatiente, un
campesino, un indígena, un afro, en fin, un excluido del poder hegemónico, un otro, un distinto, un
ajeno, un nadie. Con una sevicia similar un particular cometió otro hecho de horror contra su propia
pareja. De l os informes preliminares de prensa y medios se pueden extraer descripciones que
concluyen en que esta vigente el horror.

Los dos hechos conectan un modus operandi, una manera de pensar y actuar basada en el odio.
En el primer caso, el estado es el responsable. Un grupo militares, en el Catatumbo (Norte de
Santander), que el gobierno pretende convertir en territorio de experimentación de la nueva
guerra, tomó por asalto a un ciudadano (Dimar Torres), un excombatiente campesino, lo
desapareció, torturó, mutiló su cuerpo castrándolo, lo asesinó a sangre fría en estado de
indefensión, cavó una fosa para esconder el cuerpo y luego inventó la increíble historia de un
accidente. El episodio llegó a los medio con la voz del ministro de la defensa, cuya versión
desorientaba difundiendo que un particular había intentado quitarle el arma a un cabo del ejercito y
en el forcejeo había ocurrido un disparo accidental.

Lo no pensable era que volviera a ocurrir un crimen con tal grado de sadismo y humillación,
cuando se creía superada la era de los falsos positivos (crímenes de estado en el nivel de
ejecuciones extrajudiciales contra población civil indefensa) que alcanzó cifras superiores a los
5000 casos ya documentados y mas de 15.000 en investigación en el gobierno de la seguridad
democrática. Este nuevo hecho causa vergüenza ante la comunidad internacional, las sociedades
democráticas, los partidos políticos, la academia y la sociedad en general, porque el lamentable
hecho no puede atribuirse a la voluntad individual de un uniformado desquiciado o enfermo, fue
resultado de un complot, de una asociación entre mandos y soldados presentes en el lugar, que
gozaban de perfecto estado físico y mental, para quienes cometer este tipo de actos puede ser

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parte de una doctrina, un sentimiento, un mandato o una tarea. A pocas horas del crimen, el
presidente prefirió crear otro enemigo y desviar la atención, llamando a la sociedad y a las mismas
fuerzas militares a perseguir a otro excombatiente (el paisa, protegido por los acuerdos de paz),
convirtiendo su llamado en una sentencia de muerte y extralimitando su mandato al ejercer
funciones propias del sistema de Justicia Especial de JEP, al que se opone abiertamente y del que
trata de impedir su actuación autónoma como garante de la implementación de los acuerdos de
paz, que tienen rango constitucional.

El hecho es un crimen internacional y debe ser juzgado de manera inmediata con el rigor de las
reglas del Derecho Internacional Humanitario y los responsables materiales e intelectuales puestos
a disposición de jueces imparciales, por ser un crimen de Lesa Humanidad, del cual el responsable
político es el mismo presidente de la republica y que compromete al ministro de defensa, cuyas
declaraciones crean confusión. Es un crimen de estado, no un hecho aislado entre particulares.

El segundo hecho tan aberrante como el primero, sigue un modus operandi similar. El hecho fue
producido por un particular y hace parte de la cotidianidad de un país al que parece negársele
institucionalmente su anhelo de abandonar la violencia y salir de la barbarie. Un hombre (que
recibió formación castrense como policía durante cinco años), de manera deliberada raptó,
desapareció, asesinó, descuartizó e incineró a su pareja, una mujer con formación policial, de
origen Chileno. El execrable crimen define un feminicidio, en el que la victima fue engañada por su
victimario que la trajo a un país extranjero para ella, la convenció de tomar un seguro de vida del
que él era su único beneficiario y una vez puesta en condiciones de debilidad por el desarraigo y
apartada de su entorno social y familiar a merced de su pareja, en quien confió, fue asesinada. El
victimario en su formación doctrinaria muy seguramente aprendió a despreciar la vida humana y le
resultó fácil convertir a su propia compañera sentimental en una enemiga que podía ser aniquilada
y así lo hizo.

Los dos hechos traducen un espíritu nazi vigente, que agrieta las bases de la confianza entre el
estado y la sociedad y entre particulares, con lo cual gana la barbarie, que impide la convivencia y
la humanización del país. Los mensajes de odio y miedo a regresar al horror ya vivido, combinados
como formula de gobernabilidad hacen pensar que el país podrá terminar destruido, mutilado,
castrado, descuartizado y sometido a la degradación y el horror.

P.D. El Nazismo esta vigente y solo las luchas en defensa de la dignidad pueden derrotarlo, es una
conclusión de: Entre el Nazismo y la Dignidad, que es mi ultimo libro, expuesto en la Feria del Libro
de Bogotá, Stand 145 de la UPTC, segundo piso, pabellón de universidades.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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