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I.

En la primera premisa se postula que “El nacimiento del islam se produjo a


mediados del siglo VII, en el desierto arábigo. Este era un territorio donde
coexistían tribus de beduinos seminómadas, individualistas y belicosos”. Este
razonamiento sostiene una mirada parcial de los hechos por lo que estoy
mayormente en desacuerdo. Originarios de la península arábiga, el nombre
"beduino" se deriva de la palabra árabe bedu, nómada. Las conquistas árabes
del siglo séptimo provocaron una expansión rápida de los beduinos. En ese
momento, miles de beduinos se expandieron por todo el Norte de Africa. Aparte
de las afiliaciones tribales, hay poco para distinguir un grupo beduino de otro.
Los beduinos de la península arábiga, en tiempos de Mahoma constituían un
grupo social de unos tres mil miembros; dicho grupo estaba a su vez dividido en
familias pero unido por vínculos de sangre, que se transmitía por vía materna. La
relación entre las distintas tribus fue siempre difícil e inestable. Las
características de estas tribus de beduinos eran además de los vínculos de
sangre, el sentido de la hospitalidad, tener siempre presente el honor y el valor
guerrero, y el aprecio a la poesía y a la elocuencia, facultades que sirvieron para
preservar la "memoria colectiva" del pueblo árabe.

II. Este segundo postulado plantea que los “Los reinos preislámicos se mantuvieron
desde la antigüedad al margen de la política de los grandes imperios de Oriente
Próximo. No obstante, dada su gran vocación comerciante, siempre apostaron
por facilitar las relaciones mercantiles entre Oriente y Occidente.” Ciertamente la
vida económica en la Arabia preislámica consistía fundamentalmente en las
actividades agropecuarias y comerciales. La agricultura estaba basada en el
cultivo de secano en aquellos lugares que contaban con lluvia suficiente, como
ocurría en el sur de Arabia, lo que se vio complementado con el alto grado de
desarrollo tecnológico que alcanzaron los habitantes de la región del Yemen. El
comercio fue una actividad de mayor relieve, no sólo por el volumen y valor de
las mercancías transportadas, sino porque en él van a entrar en rivalidad las dos
grandes potencias próximas a Arabia: Bizancio y Persia. Al este, el golfo Pérsico
era el vestíbulo de Mesopotamia y sus dos ríos estaban controlados por el
soberano persa. Los barcos provenientes del océano Índico paraban en el puerto
de Uballa, actual Abadan, y desde allí sus productos subían hacia el norte por el
Tigris o por el Éufrates. Al oeste, Bizancio deseaba acabar con los impuestos
que le exigían los persas, y por ello deseaba conservar en el mar Rojo una vía
de comercio hacia la India a través del estrecho de Al-Mandab, golfo de Aden,
con un puerto de escala en la costa de Eritrea donde llegaban los productos del
Extremo Oriente. A nivel económico todos los pueblos de Arabia eran
interdependientes; así, encontramos cómo nómadas y seminómadas dependían
en todos los tiempos de comunidades sedentarias por la necesidad que tenían
de artículos de primera necesidad, como eran dátiles, cereales, ropa y todos
aquellos productos de metal. A pesar de las relaciones establecidas por la
actividad comercial para las tribus el constituirse uno con el Estado dio paso a un
fortificar su estabilidad como civilización esto impidió una influencia significativa
proveniente de reinos o doctrinas foráneas; considerando fuentes alternas de
investigacion considero este postulado una verdad sesgada.

III. En el tercer postulado se afirma que “Los musulmanes nunca ocuparon la


Península Ibérica, todo lo ocurrido fue fruto de un fenómeno de convergencia
cultural. Los gobernantes de la Hispania visigoda en el siglo VIII eran
antitrinitarios y encontraron una solución en el monoteísmo musulmán.” Esta
consideración es evidentemente falsa, los estudios sobre los bereberes no han
tenido cabida en el espacio universitario español hasta época reciente. Sin
embargo, esta circunstancia no supuso una total ausencia de bibliografía sobre
su historia y cultura. Este razonamiento puede estar permeado bajo la influencia
de ciertas ideologías o postulados extremistas.

IV. Este curto postulado nos plantea que “La Reconquista es la larga lucha que los
hispano-cristianos mantuvieron contra los musulmanes para hacerse con el
dominio de la Península. Duró casi ocho siglos y se acompañó de la repoblación
de las tierras que se conquistaban”. traspasando los límites de lo inadmisible,
estoy en desacuerdo con la afirmación anterior, debido a la irregularidad de su
argumento y la anacronía de los hechos. La Reconquista de la península Ibérica
supuso el arrebato de los territorios hasta los entonces pobladores, los
musulmanes de Al-Ándalus. Esta empresa militar se llevó a cabo por los ejércitos
cristianos del norte de la península. Además, contaban con el apoyo, por un lado,
de caballeros franceses y de las órdenes militares, y por otro, de la Iglesia, quien,
a través del culto a Santiago Matamoros, sostuvo el proceso contra el «enemigo
musulmán». La Reconquista, desarrollada desde comienzos del XI y finales del
XIII, supuso una serie de cambios económicos, demográficos, militares,
ideológicos y políticos. Estos cambios, implantados a través de las cuatro etapas
que duró esta acción militar, configuraron de manera definitiva la península
Ibérica como un territorio cristiano.

V. Existe una influencia muy importante del árabe en la lengua y cultura españolas.
Encontramos pruebas arquitectónicas, científicas, sociales y sobre todo
lingüísticas que han recibido una influencia total por parte de los árabes. Esto es
debido a factores históricos, como ya hemos visto en el marco del contexto
histórico, los árabes eran un pueblo muy característico que convivió durante
ocho siglos con los habitantes de la península ibérica y que por lo tanto dejaron
una fuerte huella. Desde el punto de vista cultural, aunque muchos piensen que
no es evidente, ambas culturas comparten raíces. Por ejemplo, en el ámbito de
la música y el baile; como es el caso del "Flamenco oriental", un estilo que
fusiona el flamenco y la música árabe.

VI. El Concilio de Trento tuvo especial importancia en el paso del Medioevo a la


Edad Moderna. Fue un concilio ecuménico, esto es, una reunión de los
principales cargos de la Iglesia para tratar temas eclesiásticos convocado por el
Papa y que repercutía a toda la cristiandad. Concretamente lo convocó el Papa
Paulo III, no sólo para responder a la Reforma protestante sino también para fijar
el dogma católico tras la degradación y crisis a que había llegado la Iglesia
católica en el siglo XVI.

VII. El gran comercio a larga distancia era practicado por los mercaderes tipo tayir
(conviene distinguirlos nítidamente del simple tendero o del pequeño
comerciante del zoco urbano). En una palabra, los típicos representantes del
capitalismo comercial islámico. No vamos a insistir aquí en el papel, de sobra
conocido, desempeñado por el mundo islámico como intermediario comercial
entre tres grandes zonas de civilizaciones agrarias. Europa, Africa negra y Asia
monzónica. Recordemos sólo que el mercado mundial islámico alcanzó unos
niveles tales que únicamente serían superados por la burguesía occidental, bien
entrado ya el siglo XVI.

VIII. AI-Andalus ocupó indudablemente un lugar importante en este mundo mercantil


islámico, al poner en relación el norte de Africa, el occidente feudal y la fachada
mediterránea hacia Oriente. En relación con la anterior premisa se resalta la
importancia del comercio norteafricano, presente en la política magribí de emires
y califas. Algo también hemos dicho en relación con el comercio del
Mediterráneo occidental. Por lo que respecta a Levante, los geógrafos orientales
proporcionan algunos datos, aunque dispersos, referentes a las relaciones
comerciales con aquellas regiones.

IX. Junto a la sociedad oficial existían unos grupos de personas que, por su origen,
su forma de vida o su propia condición, llevaban una existencia aparte, aunque
viviesen en la misma ciudad. En algunos casos la asimilación se producía
trabajasamente, en otros, la fusión con el resto de la sociedad se hacía
imposible. Se trata de los moriscos, los esclavos y los gitanos. Otro colectivo mal
visto pero sin embargo, integrados y poderosos, son los judeoconversos; las
claúsulas de "limpieza de sangre" fueron una auténtica persecución, aunque la
sorteaban con cierta facilidad. En una introducción al tema de los moriscos,
antes y después de la expulsión, puede ser útil el presentar algunos de los
elementos principales de su insipiencia en el campo de las ciencias. Por una
parte, esclarece el fundamento de nuestro conocimiento sobre los moriscos,
basado en la ciencia y la investigación actuales. Por otra parte, introduce al
estudioso en el entramado científico del trabajo de investigación que se realiza
en esta área científica, para que pueda eventualmente participar en la
investigación de nuevos temas, en alguna de sus parcelas.

X. La expulsión de los moriscos siempre ha sido percibida, como la ruptura de una


convivencia social y como el final de una larga etapa histórica. Esas dos
coordenadas, sociológica e histórica, dan un dramatismo trágico a la suerte de
los moriscos y los relacionan con dos dimensiones fundamentales del vivir
humano. Una es la ruptura de la convivencia social que supuso la expulsión, que
es un símbolo de todas las tensiones que aquejan al hombre en su relación con
los demás, mientras que la conclusión de una larga historia plantea el tema de la
muerte, la muerte provocada por los demás. Convivencia social y homicidio,
íntimamente significativos para cada individuo y para cada grupo, se encuentran
simbolizados en la suerte de los moriscos en la España del XVII.

XI. Mientras que, en el siglo XVI, los musulmanes se encontraban aún en España y
los moriscos sufrían la opresión y la persecución, éstos no dejaban de luchar y,
mientras que los africanos como ya lo he mencionado anteriormente mediante el
relato de Tol Happen Dalida, en 1969, quien demostró mediante el viaje que hizo
desde la ciudad marroquí de Asafi hasta el Caribe que, tal vez, los egipcios
habían estado antes.

XII. Sería ininteligible la dinámica política de AI-Andalus durante los siglos VIII y IX, e
incluso la peculiar repartición geográfica de los reinos de taifas sin tener en
cuenta la existencia y las características específicas de dicho mosaico étnico.
Por encima de las incidencias de cada uno de sus emiratos, que no vamos a
detallar con prolijidad, una serie de graves acontecimientos unifican la segunda
mitad del siglo IX hasta convertir AI-Andalus, al final de la centuria, en un
mosaico de señoríos independientes que preludia lo que, siglo y medio después,
serían los reinos de taifas. Tampoco en este caso la investigación ha avanzado
mucho a nivel de interpretación de los acontecimientos: poco ha añadido la
historiografía a la tediosa lista de rebeldes que nos proporcionan los textos
oficiales del Estado omeya.

XIII. El gremio de los arabistas españoles, otrora calificado de apartadizo, hace ya


tiempo que se empeñó en desprenderse de esa etiqueta abriéndose al no tan
proceloso mundo exterior por dos caminos divergentes, pero no excluyentes
entre sí: la incorporación al arabismo internacional y la apertura hacia otras
disciplinas. Bien es verdad que el aislamiento de antaño del arabismo español, a
veces exagerado por los que lo han estudiado, era más debido a
condicionamientos externos —básicamente, la dificultad de las
comunicaciones— que a un enclaustramiento buscado, mientras que en el otro
aspecto, el de sus relaciones con el resto de los estudios humanísticos e
históricos, no sólo no se rehuían los contactos, sino que se ansiaban: es bien
sabido que el comportamiento de nuestros predecesores estuvo muchas veces
influido, si no determinado, por su afán de ser aceptados por la comunidad
científica patria, para lo cual no hallaron mejor estrategia que dedicar todos sus
esfuerzos a demostrar que al-Andalus es parte del pasado de España, algo
obvio, y que al-Andalus era España, algo mucho menos aceptable.

XIV. En efecto, como es bien conocido, una gran narrativa sobre al-Andalus se
impone, de manera general, en la historiografía hispánica desde la propia Edad
Media y, desde luego, sobre la Edad Media. Tal narrativa responde a la lógica de
la «restauración», palabra cargada de distintos matices y significaciones, como
se sabe, pero que ineludiblemente acababa evocando una idea de relación con
el mundo preislámico, de vinculación legitimista y, en ocasiones, identitaria. Esta
lectura acabó formando un cuerpo historiográfico que, para la época que me
interesa en este artículo, se puede rastrear, con mayor o menor detalle, desde
Mariana o Garibay. Sin embargo, el problema de la «restauración» no agota los
sentidos de al-Andalus en la historiografía áurea española, por varias razones.
En primer lugar, la restauración no atañe sólo a un cierto goticismo, más o
menos profundo, sino que acaba refiriéndose a los orígenes de España y a su
relación con la historia sagrada del cristianismo. Es justo en esta perspectiva,
más larga y profunda, en la que los Plomos del Sacromonte acaban colocando la
cuestión de la lengua y la cultura árabes. Por otro lado, la concepción de la
«restauración» visigótica no permitía explicar del todo el problema, crucial, de la
continuidad y la ruptura.

XV. La huella árabe es muy marcada en la península Ibérica: espléndidas


construcciones, palacios, jardines, prácticos sistemas de riego, nuevos productos
agrícolas, filosofía, recetas culinarias, etc. Los territorios cristianos, aunque
fragmentados, se impregnaron profundamente de los valores árabes.
Naturalmente, en la lengua también es perceptible esa huella. El árabe actuó como
superestrato (lengua dominante) del romance andalusí, y como adstrato (lengua
vecina) de los romances peninsulares septentrionales. Aunque fueron muchos
años de convivencia, contacto y bilingüismo -en algunos casos, la influencia mutua
de ambas lenguas fue sólo léxica. Al tratarse de mundos lingüísticos tan diferentes,
las estructuras internas de las lenguas (fonética y morfosintaxis), totalmente
diferentes, siguieron sus respectivos procesos históricos con casi total
independencia.

Bibliografía y Referencias

 Cagigas, J. de las, Los mozárabes, Madrid, 1945.


 Chalmeta. P., El «señor del Zoco» en España, Madrid, 1973.
 Guichard. P .. Structures sociales «orientales» et «occidentales» dans
l'Espague musulmame, París, 1977.
 Guichard. P . AI-Andalus. Estructura antropológica de una sociedad
islámica en Occidente, Barcelona, 1976.
 Salrach, J. M., El procés de formació nacional, Barcelona, 1978.
 SánchezAlbornoz, c., La España musulmana según los autores
islamitas y cristianos medievales, 2 vols. Barcelona, 1946.

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