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Revista de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado

Las

mujer
“otras”

contra la
violencias
N°27
Psicología Hoy
EDITORIAL

Las “otras”
violencias
contra la mujer
Por Evelyn Hevia J., académica Facultad de Psicología, UAH.

El 2016 fue un año en que el tema de la violencia contra la mujer


ocupó buena parte de las conversaciones cotidianas y también en la
agenda pública de nuestro país. Casos como el de Nabila Rifo y el
empalamiento de una joven de 16 años en Argentina, hicieron que
el movimiento de mujeres se amplificara y saliera a las calles de
manera masiva bajo la consigna “Ni Una Menos”. En el escenario
de un Chile –aparentemente- más sensible a esta problemática, es
que hemos decidido dedicar de manera especial el número 27 de
nuestro Psicología Hoy a la violencia contra la mujer.

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En junio de 2016 entró en vigencia el Ministerio de la Mujer y
Equidad de Género, institucionalidad cuyo principal objetivo es
promover y resguardar los derechos de mujeres y la igualdad de
género. Este es un gran paso, pero también nos señala que aún hay
largo camino por recorrer. Por otra parte, hay un importante
debate social en cuanto a la legislación vigente en esta materia; el
caso de Antonia Garros ha vuelto a poner en el tapete que nuestra
legislación es insuficiente e invisibiliza esta problemática bajo el
alero de la violencia intrafamiliar. En Chile, actualmente se recono-
cen 4 tipos de violencia contra la mujer: física, sexual, económica y
psicológica, sin embargo hay otras expresiones de la violencia que
requieren ser pensadas y visibilizadas. En este sentido, la psicología
tiene una potencial contribución que no ha desplegado del todo,
aun cuando se trata de una disciplina que pareciera ser mayorita-
riamente ejercida por mujeres: ¿por qué? Para ir en contra de esta
tendencia, como verán nuestras lectoras y lectores, presentamos un
número escrito sólo por psicólogas mujeres, quienes desde esa
“experiencia encarnada” nos atrevemos a pensar las otras violen-
cias que circulan, se institucionalizan, se naturalizan en nuestros
ámbitos de acción profesional y académico, pero sobretodo en
nuestras vidas cotidianas.

Cuando en el título de este número decimos “otras violencias”, no


nos referimos a la violencia física o sexual de manera directa,
aunque nos referimos a esas otras violencias que se inscriben en el
cuerpo. Tampoco nos referimos a la violencia económica, pero sí a
aquellas que impactan en nuestra economía. María Alejandra
Energici, titula su trabajo “A todas nos discriminan por
gorda”, aludiendo precisamente a esa violencia cotidiana y
altamente naturalizada a las que nos vemos sometidas en diferentes
escenarios y que tal como señala la autora, nos afecta solo por el
hecho de ser mujeres, basta con pensar en el principal des-califica-
tivo con que es nombrada nuestra Presidenta. Por su parte, Marisol
del Pozo en el artículo titulado “Mujeres mayores y otras
violencias: entre el amor y los cuidados”, pone el acento en
la problemática de las mujeres adultas mayores y el cuidado
familiar, ese trabajo que se invisibiliza, no se remunera, no se
reconoce y tampoco “cotiza” para la vejez, otra expresión de violen-
cia que impacta en la economía de las mujeres y que hasta ahora
aparece invisible en la agenda del debate por las pensiones. Final-
mente, Pamela Frías, releva esa violencia a la que muchas nos
hemos visto expuesta cuando buscamos un trabajo “Discrimina-
ción de género en el contexto organizacional: la antesala
de la violencia en el trabajo”, la autora puntualiza el problema
en los mecanismos y vicios de la selección de personas y abre un
interesante debate disciplinar y social en cuanto a la equidad en el
mundo del trabajo.

2
A todas nos discriminan por

Por María Alejandra Energici S.,


académica Facultad de Psicología, UAH.

La violencia hacia las mujeres gordas es un asunto ampliamente


naturalizado y legitimado socialmente. En la investigación que
realizamos sobre los significados y valoraciones asociadas a la
gordura (1), el insulto hacia una mujer grande es relatado entre
risas por los jóvenes: a una mujer que hace ejercicios en una plaza
pública le gritan desde un bus “guatona culiá”.

Esta violencia no sorprende respecto a las múltiples formas de


discriminación identificadas para las mujeres gordas: ellas sufren
una exclusión específica que no afecta a sus congéneres delgadas u
hombres gordos. No es que sean únicamente más proclives a ser
agredidas, como en el caso del ejemplo, sino que son discriminada
en casi todos los ámbitos de su existencia y a lo largo de toda su
vida: son discriminadas en los colegios y en los lugares de trabajo,
tienen menos posibilidades de emparejarse, de cohabitar y de
casarse que una mujer delgada. Tienen que desplazarse en sistemas
de transportes que no están diseñados para sus cuerpos. Son discri-
minadas en el sistema de salud, donde, generalmente, son menos
examinadas pues se asume que cualquier malestar se explica por el
exceso de peso. Y por último, son excluidas en los medios de comu-
nicación a través de una casi completa invisibilización, pues casi no
hay mujeres gordas en el cine y la televisión (2).

¿Cómo podemos pensar esta violencia? Una alternativa, es conside-


rarla una discriminación hacia un grupo específico. Una agresión,
que por cierto es lamentable y debiese ser evitada, pero que afecta a
un grupo pequeño y minoritario. Esta parece ser la posición predo-
minante, pues la discriminación hacia las mujeres gordas suele no
ser materia de preocupación social ni académica. Otra posibilidad
puede ser comprender y examinar el rechazo hacia el cuerpo gordo,
para reflexionar sobre las normativas sociales del tamaño del
cuerpo y sus consecuencias. Esta es la ruta que sigo en este texto.

Para el sexo femenino el cuerpo funciona como la exterio-


rización del carácter moral. Es decir, el cuerpo de la
mujer se considera como el reflejo de sus atributos inter-
nos, constituyéndose como una metonimia del yo (3). Dado

3
A todas nos discriminan por gorda

esto, no sorprende que socialmente se estime que el cuerpo debe ser por una menor presencia física. Si bien este argumento puede ser
un asunto central en la existencia femenina (basta hojear cualquier discutible, lo que parece menos debatible es que la gordura trasgre-
revista femenina para encontrar infinitos artículos sobre el cuidado de la norma de que las mujeres no debemos usar mucho espacio. La
del cuerpo o cualquier de sus partes como el rostro, el cabello, la delgadez se asocia con lo frágil, lo débil, lo pasivo; lo pequeño puede
silueta o la piel). No ocurre así con los hombres, en general el yo usar un lugar secundario visualmente. Lo grande irrumpe, se vincu-
masculino tiende a articularse en el trabajo. Tomando la división la con la fuerza, el movimiento y, por tanto, lo masculino. La mujer
cartesiana mente – cuerpo, donde la primera se asocia a procesos delgada representa a la dama, es quien come poco, quien alimenta
superiores, como el pensamiento, y el segundo a asuntos inferiores a otros antes que a sí misma, y que generalmente no pide mucho
como los deseos y las necesidades, articular lo femenino como una para sí (4). Es figura de suavidad y sutileza.
preocupación por el cuidado del cuerpo establece la siguiente
asociación: los hombres a lo público, al trabajo, el lugar social del De esta manera, la norma de género que idealiza lo esbelto y conde-
privilegio, mientras que a las mujeres nos corresponde el espacio de na lo gordo, también afecta a la mujer delgada. La sitúa en un lugar
lo privado, del cuerpo, de la apariencia, la moda y la frivolidad. secundario, junto a lo delicado y lo débil. La ley sobre el tamaño del
cuerpo, por tanto, es una forma de discriminación de género donde
a las mujeres nos caben dos posibles posiciones, ambas desventajo-
“Para el sexo femenino el cuerpo sas: mujer frágil y pasiva o no ser del todo mujer. En este sentido, la
funciona como la exteriorización discriminación hacia la mujer gorda, no es un asunto que afecta a
del carácter moral. Es decir, el un grupo minoritario, sino la reproducción de una regla social del
tamaño del cuerpo que afecta la noción misma de lo femenino y por
cuerpo de la mujer se considera tanto, es asunto de todas.
como el reflejo de sus atributos
internos, constituyéndose como una A esto se agrega una última arista. De acuerdo a Judith Butler (5),
lo abyecto, esto es, lo rechazado o considerado socialmente como
metonimia del yo” inferior y repugnante, es fundamental para la constitución del
sujeto: “Esta zona de inhabitabilidad constituirá el límite que
Ello implica que la mujer gorda fracasa en un asunto central para la define el terreno del sujeto; constituirá ese sitio de identificaciones
constitución de su feminidad. Como consecuencia, se vale de temidas, contra las cuales – y en virtud de las cuales- el terreno del
atributos como indisciplinada, perezosa y quien carece de voluntad sujeto circunscribirá su propia pretensión a la autonomía y a la
y autocontrol. Es, en definitiva, menos mujer. En los grupos de vida” (p. 20). Para el cuerpo esto implica que todas, gordas y delga-
discusión esto aparece descrito sobretodo para las mujeres jóvenes. das, tenemos a una gorda interior a la cual tememos profusamente.
Esto, por otra parte, agrega una complejidad a la identificación de En este sentido, la discriminación hacia la gordura no es solamente
lo femenino con la maternidad, ampliamente descrita en la teoría social, sino que se vuelve una regla interna, una norma para la
feminista. Si bien la fórmula de “quien es madre es verdaderamente relación con sí misma. No es únicamente que se nos categorice
mujer” es cierta para las mujeres adultas, para las jóvenes, que aún como más o menos mujer por nuestro tamaño, sino que nosotras
no se encuentran en edad para ser madres, su feminidad se juega en mismas estimamos nuestra valía en razón de nuestro peso. Ello lo
lograr y mantener un cuerpo delgado. De acuerdo a estas reglas, hace un dispositivo de dominación complejo, difícil de identificar y
quien conquista la maternidad y un cuerpo delgado es emblema de desarticular.
feminidad y juventud (piénsese por ejemplo en las fotografías de
actrices y modelos que a pocos días de dar a luz exhiben un cuerpo A todas nos discriminan por gorda, pero peor aún, todas nos discri-
que no parece haber pasado por un embarazo). minamos por gorda.

En consecuencia, la regla social que vincula lo femenino con un


cuerpo delgado nos afecta a todas. La constitución de aquello que
nos es propio está socialmente puesta en asuntos de escasa valora- Referencias
ción social como la apariencia y la moda. Lo propiamente masculi-
(1) Proyecto de investigación: La construcción social de la gordura y los
no está en las ideas y lo complejo, lo femenino, en cambio, en lo
desafíos de su abordaje teórico y empírico. Estudio exploratorio con
aparente, lo irrelevante, lo pueril. personas jóvenes y adultas de Santiago. Fondo Fomento a la investigación
para académicos de la Universidad Alberto Hurtado.
Ahora bien, podemos preguntarnos ¿por qué un cuerpo delgado? (2) Fikkan, J. L. & Rothblum, E. D. Is Fat a Feminist Issue? Exploring the
¿por qué no puede ser el cuerpo gordo signo de feminidad? La Gendered Nature of Weight Bias. Sex Roles 66, 575–592 (2012).
asociación entre feminidad y maternidad permitiría fácilmente esta (3) Tischner, I. (2013). Fat Lives. Routledge: New York..
vinculación. Si bien no existe una respuesta a esta interrogante, la (4) Solovay, S. & Rothblum, E. (2009) in The Fat Studies Reader (eds.
instalación del ideal de la delgadez coincide históricamente con la Rothblum, E. & Solovay, S.) 1–7. New York University Press: New York.
entrada de la mujer al mundo laboral, la lógica del argumento es la (5) Butler, J. (2002). Los cuerpos que importan. Sobre los límites
siguiente: la entrada de la mujer al espacio público es a costo de la materiales y discursivos del sexo. Paidos: Buenos Aires.
reducción su cuerpo, más presencia en lo laboral es acompañada

4
Por Claudia Calquín Donoso,
profesora colaboradora Facultad de Psicología UAH.

Actualmente cuando encontramos las palabras ‘mujeres’, ‘género’ y


‘violencia’ reunidas en algún título, el principal imaginario que

Mujeres
suele aparecer es la violencia física de hombres hacia sus parejas
mujeres jóvenes. Sin embargo, sabemos que la violencia de género
es un fenómeno que atraviesa la trayectoria social, inscribiéndose
en la biografía de hombres y mujeres y en su relación, abarcando
todo el arcoíris de posibilidades y dimensiones.

mayores
En el caso de las mujeres viejas (1) las dimensiones de la violencia
de género más ocultas son: la precarización de la protección, en el
plano social, y, la mistificación de las labores de cuidado de otros,
en el plano personal.

y otras violencias: Las mujeres tienen una expectativa de vida mayor que los hombres,
generalmente sobreviven a sus parejas, y ese tiempo de sobrevida
de viudez lo sostienen en condiciones de mayor precariedad econó-
entre el amor y los cuidados mica y social que la que tenían con anterioridad a la muerte de la
pareja (2). Habitualmente las mujeres que han tenido trabajo
remunerado cuentan con mayores lagunas previsionales que sus
compañeros hombres, debido fundamentalmente al tiempo que
han dedicado al cuidado de otros, tales como hijos, hermanos,
Por Marisol del Pozo S., padres, hijos de otros, etc. Por otra parte, aquellas que han trabaja-
académica Facultad de Psicología, UAH. do en estas mismas labores sin una remuneración a cambio, a
tiempo completo, no tienen previsión.

En el plano personal, la mistificación de la función de ‘cuidados’


atribuida a las mujeres en general, marca las expectativas relacio-
nales de quienes las rodean. Al interior de la familia, su versión
extrema se expresa en el síndrome de la ‘abuela esclava’, que refiere
a mujeres mayores que asumen como naturales grandes responsa-

5
bilidades de cuidado de los nietos, conjuntamente con otras quienes lo necesitan se transa al interior de la red familiar. De esta
labores, llegando a producirles una sobrecarga de trabajo físico y forma, la relación que establece la “mujer mayor” con la familia,
emocional, que se expresa muchas veces en cuadros clínicos más más que por opción, depende de las estrategias de subsistencia
complejos, tales como depresión o trastornos ansiosos. posible en los distintos estratos sociales.

El reverso de este fenómeno, es la abnegación con que estas abuelas Los datos que proporciona dicho estudio permiten sostener que en
asumen la señalada labor de cuidado maternal, vivenciándola como la población mayor en Chile, los viejos y viejas, pudiendo elegir,
gratificante, como una forma de reconocimiento social y una prefieren vivir solos e intercambiar apoyos con su familia de
oportunidad de darle continuidad identitaria a su biografía. O bien, manera recíproca, pudiendo restarse de una relación emocional si
en los casos extremos, como única posibilidad de intercambio esta no les satisface, situación que no es posible cuando el temor a
afectivo, a modo de retribuir el afecto y cuidado de quienes les la pérdida de la o las figuras de quienes dependen emocional y, a
confían la crianza total o parcial de aquellos pequeños. Este manda- veces económicamente, cruza la relación.
to de ‘súper abuela/súper cuidadora’ contiene ocasionalmente,
también, el temor de perder el reconocimiento, afecto y aprecio de La situación de las mujeres mayores en Chile, nos invita a proble-
la descendencia. matizar sobre formas de violencia en lo público y lo privado, que
aparecen vestidas de cuidados, protección y cariño.
Cuando adquiere esta forma, podemos reconocer la violencia
emocional contendida en esa relación. La mujer que experimenta
de esta manera la abuelidad dista mucho de disfrutar, participar y Referencias
(1) El vocablo viejo/vieja, en el caso de los seres humanos, y desde la
contribuir libremente en el cuidado de los nietos.
perspectiva de la Teoría del Ciclo Vital. Baltes, Linderberger y Staudinger
(1998), denomina al periodo del ciclo vital que transcurre posterior a los
En Chile, un estudio relativamente reciente de caracterización 60/65 años hasta la muerte. La connotación negativa asociada al vocablo se
sociodemográfica y económica de la población mayor (3) señala refiere más bien al “viejismo” o conjunto de prejuicios, estereotipos y
que las relaciones de dependencia intergeneracional tienden a discriminaciones que se aplican a los viejos en función de su edad.(Butler,
desdibujarse en los sectores de más altos ingresos, donde la mayo- R., 1969)
ría de los adultos mayores optan por vivir solos, valorando su (2) Estamos haciendo referencia al amplio grupo social que en Chile no
autonomía, y manteniéndose vinculados con su familia. En estos tiene asegurado el soporte durante la vejez, ni desde las instituciones de
casos, las familias prefieren contratar cuidados. Por el contrario, en protección social, ni desde la tradición familiar.
sectores desfavorecidos socioeconómicamente predomina un (3) Pontificia Universidad Católica de Chile [PUC] & Servicio Nacional del
Adulto Mayor [SENAMA] (2010). Segunda encuesta nacional: Calidad de
modelo de familia tradicional extendida, donde el cuidado de
vida en la vejez. Chile y sus mayores. Santiago, Chile.

6
Discriminación de género
en el contexto organizacional:
la antesala de la violencia en el trabajo
Por Pamela Frías C., académica Facultad de Psicología, UAH.

7
Queramos o no, formamos parte de una sociedad con una marcada planificación personal y familiar. Por otra parte, están las
cultura patriarcal, ampliamente instalada en las organizaciones mujeres que han internalizado la creencia de que por su condición
chilenas, que propicia la violencia de género. El piropo en el traba- de género, son un potencial problema para las organizaciones y, en
jo, el extendido uso de lenguaje machista y descalificador, el procesos de selección resaltan su soltería como un atributo que da
chantaje, el acoso laboral y sexual son situaciones que vulneran los ventaja. Ponen clara y visiblemente en su curriculum vitae: “Soltera
derechos fundamentales de las trabajadoras, las que suelen callar y sin hijos”. Aprendieron, lamentablemente, que dicha condición
estos actos por temor al conflicto o a la pérdida del trabajo, lo que puede abrir una puerta hacia la empleabilidad.
en parte se explica por el bajo poder formal que tienen las mujeres
en la estructura organizacional unido al bajo poder social emanado Por otra parte, se ha estudiado que en las pequeñas y medianas
de relaciones de género que discriminan y exponen a la violencia empresas, muchas decisiones de contratación están sujetas a la
laboral. recomendación que alguien puede hacer de un determinado postu-
lante, pese a la existencia de procedimientos ligados a la selección.
En el mercado de trabajo se observa una escasa representación
femenina en puestos de jerarquía, así como la concentración de
mujeres en ciertas ramas de la actividad. Más que un asunto de falta
de competencias, esta segmentación del mercado parece responder
a las clásicas imágenes de género, donde las mujeres parecen ser
buenas sólo para algunas tareas. El problema está, precisamente,
en las imágenes de género, en estas creencias fuertemente arraiga-
das tanto por hombres como mujeres. Ejemplos abundan. Entre las
discriminaciones clásicas está el hecho de que las mujeres serían
menos comprometidas por privilegiar el rol de madre por sobre el
de trabajadora, prejuicio que favorece que algunos empleadores
diseñen políticas de restricción o negación de contrataciones feme-
ninas por los costos laborales que implicarían para el negocio. Esta
discriminación, podría mitigarse si los empleadores se informaran
respecto de la poca evidencia científica que respalda que dichos
costos sean significativos.

En la misma línea, otra discriminación conocida es la creencia de


que existen trabajos adecuados y no adecuados para mujeres, según
las características que se les suele atribuir: capacidad de escucha y
empatía, resistencia a trabajar en ambientes competitivos o bajo
presión, menor disponibilidad horaria, ánimo fluctuante y menor
capacidad de liderazgo. Estas creencias hacen que en el largo plazo,
no se justifique la inversión en mujeres, o éstas no sean proyecta-
bles al interior de una organización por tanto, se les bloquea el
ascenso, se les paga menos (la conocida brecha salarial) o bien se les
ubica en posiciones de mayor subordinación. Por su parte, estas
ideas, que llevan a calificar ciertas ocupaciones como más apropia-
das para las mujeres lamentablemente no sólo han sido aprendidas
por la mayoría de los empleadores sino que también internalizadas
por las mujeres, dificultando que éstas visualicen los mecanismos
de discriminación que las afectan en contextos laborales. Un
ejemplo concreto de cómo les afecta la discriminación de género en
los contextos laborales es en los procesos de selección de personas.
En Chile, la mayoría de las organizaciones da una marcada impor-
tancia al género, edad y estado civil de los postulantes en los proce-
sos de selección, situación que es preocupante. Pese a que tanto
la normativa nacional e internacional establece que los
empleadores no pueden condicionar la contratación de
personas a estos aspectos, día a día somos testigos y
reproductores de estas acciones. “¿Quieres tener hijos?”,
“¿Estás embarazada?”, “¿Tienes disponibilidad para
quedarte hasta tarde trabajando?” son algunas de las
tantas preguntas que violentan y ponen a muchas muje-
res en desventaja, condicionando su contratación a la

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Por lo general, las recomendaciones son solicitadas a quienes (re)producen desventajas y arbitrariedades, exacerbando la
ostentan puestos de jerarquía. Ya sabemos que son los hombres los desigualdad y la exclusión injustificada de ciertos grupos, lo que
que ocupan mayoritariamente puestos de mayor responsabilidad, y constituye un acto de violencia que socava la integridad y salud
existen estudios que dan cuenta de que la tendencia es recomendar mental de las personas. Hay que preguntarse menos por cuánto
a alguien del mismo género. Por lo tanto, la recomendación como cuestan las políticas de igualdad y preguntarse más por cuánto nos
estrategia de selección se vuelve una cara menos conocida de la cuesta la discriminación de género en las organizaciones.
discriminación de género.

Si la selección de personas tiene como propósito elegir a quien más


se ajuste al cargo a desempeñar y a la organización, resulta necesa- Referencias
rio contar con criterios de selección que permitan predecir un buen
desempeño futuro, sin hacer distinción de tipos ni de clases. ¿Acaso • Ahumada, L. y Otros. (2016). Orientaciones técnicas y estándares para
el género dice algo respecto al potencial desempeño de una persona procesos de reclutamiento, evaluación y selección de personas en contextos
laborales. Sociedad Chilena de Psicología del Trabajo y las Organizaciones
en un determinado cargo y/o empresa?
(SCHIPTO).
• Carvajal, L. y López, O. (2016). Selección de personal. Discursos, prácticas,
Un dilema que tienen los psicólogos y psicólogas que trabajan en tecnologías. Colección saber, sujeto y sociedad. Editorial Pontificia Univer-
selección de personas se relaciona con el rechazo a grupos minori- sidad Javeriana: Bogotá, Colombia.
tarios, porque así lo solicita la jefatura. Frente a figuras de poder, • Grueso, M (2009). La discriminación de género en las prácticas de
suele ceder quien está en el rol de subordinado(a). Así, la lógica recursos humanos: un secreto a voces. Cuadernos de Administración, Vol.
empresarial dominante unida a profesionales psicólogos que no 22, N°39. Pontificia Universidad Javeriana: Bogotá, Colombia.
quieren arriesgarse a tener problemas, fomentan la contratación de • Informe GET (2016) Género, Educación y Trabajo. La brecha persistente.
por ejemplo, sólo hombres o, mujeres de cierto nivel socioeconómi- Comunidad Mujer, Santiago, Chile.
co y ciertos apellidos y fenotipos con tal de mantener la imagen • Mauro, A. (2004). El empleo en el sector financiero en Chile. Nuevas
oportunidades, conocidas discriminaciones. Serie Mujer y Desarrollo,
empresarial. Resulta sorprendente la capacidad de quedarse con un
CEPAL, Santiago, Chile.
dilema ético interno si con ello se logra eficiencia organizacional, • Uribe – Echevarría, V (2008): Inequidades de género en el mercado
fomentando inconscientemente una escisión entre organización y laboral: El rol de la división sexual del trabajo. División de estudios.
sociedad que perpetúa la pobreza, desigualdad y violencia. Dirección del trabajo, Gobierno de Chile.
• Vera, P. (2006) La discriminación en los procesos de selección de
Las malas prácticas de selección aún siguen inmunes en nuestra personal. Organización Internacional del Trabajo. Oficina Internacional del
sociedad. Si bien existen orientaciones internacionales, estatales y Trabajo Ginebra. WP 46.
gremiales que tienen como objetivo asegurar la no discriminación e
igualdad de trato, propiciando la creación de entornos laborales
más justos y humanos que faciliten la inclusión y cohesión social,
no es suficiente. Aún encontramos prácticas de selección que

Facultad de Psicología UAH ● Psicología Hoy N° 27/abril 2017 ● ISSN 0719-854X ● Decana: Elizabeth Lira K.
Fono Facultad: +56 22 8897437 ● psicologia.uahurtado.cl ● Edición: Evelyn Hevia J. ● e-mail: ehevia@uahurtado.cl ● Diseño: claudiocrea.cl

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