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Ultima Hora, Asunción, sábado, 7 de outubro de 2017,

[Este texto no fue revisado]


?El mariscal-presidente Francisco Solano López fue un cobarde?
Mário Maestri
Durante y concluido el conflicto, Solano López fue acusado por los publicistas
de la Triple Alianza de falta de coraje personal, propuesta reafirmada por
historiadores de ayer y no raro de hoy. El mayor prusiano Max Von Versen, presente
en el Paraguay cuando de la guerra, escribió en su História da Guerra do Paraguai:
“[…] faltaba […] en él coraje personal. En combate transfería el comando de las
tropas […]: si las balas se escuchaban muy cerca, buscaba sin demora lugar menos
expuesto.” [p.53] El oficial-ingeniero inglés George Thompson, tan próximo del
mariscal, reafirmó perentorio su falta de hombría. Es indiscutible que Solano López
se mantuvo siempre lejos de las batallas, durante la “campaña ofensiva”, seguro, en
Asunción y Humaitá. Cuando de la “campaña defensiva”, luchada en territorio patrio,
se precavía de se aproximar del campo de batalla, como hacían a menudo los
comandantes aliancistas. Él siempre construya sus viviendas muy protegidas y lejos
de los cañones enemigos. No habría, por lo tanto, dudas sobre la pusilanimidad
personal del jefe supremo de los ejércitos paraguayos.
Un análisis no apasionado de la vida de Solano López impugna la leyenda de
su falta de coraje. En 1845, muy joven, él comandó las tropas paraguayo en la alianza
contra Juan Manuel de Rosas. En 28 de febrero de 1846, enfrentó, solo, los jefes de
los batallones paraguayos sublevados en Payubré, en Corrientes. Durante la Guerra
Grande, participó de operaciones arriscadas al extremo, como el abandono de
Humaitá, en la noche de 2 de marzo de 1868. En la última batalla en Lomas
Valentina, en 27 de diciembre del mismo año, comandó desesperada respuesta al
ataque del centro del comando paraguayo, por cuatro batallones imperiales. El
mariscal tendría avanzado sobre el enemigo, que interrumpió su marcha, a pocas
decenas de metros, cuando “hostilizados por los disparos” de un “batallón […]
llegado” de madrugada de Asunción. Para o coronel Silvestre Aveiro, que informó
Juan E. O´Leary, por carta, em 5 de julio de 1913, sobre ese suceso, en aquel
momento, López procuraba la “muerte” en las “manos de sus enemigos”.
Sobre todo, el mariscal-presidente comandó la resistencia al invasor, sin jamás
pedir cuartel o escapar para el exterior, como le fue propuesto diversas veces. Lo
hizo con tal determinación que, en forma contradictoria, fue acusado por sus
detractores de insensibilidad para consigo e para con sus seguidores, cuando, el los
meses final de la guerra, en la campaña de la cordillera de Amambay, siguió para el
encuentro marcado con la muerte, que lo esperaba en Cerro Corá, en 1º de marzo de
1870, sereno, sin modificación de comportamiento. Jamás sabremos cuantos
generales aliancistas serían capaz de tal impavidez al vivieren conscientes sus últimos
días.
Las explicaciones plenas de los comportamientos de los protagonistas del
pasado solo pueden ser aprehendidas en el contexto histórico y social particular y
general. Ciertamente influenciadas por sus idiosincrasias personales, las aparentes
contradicciones de los actos de Solano López también deben ser elucidadas a partir
de los hechos históricos, políticos y sociales de entonces. Mas que hacer la historia
como demiurgos, los hombres la hacen segundo las circunstancias dadas y son,
igualmente, hechos por ella. La inhabilidad e inexperiencia bélica del mariscal es un
cuasi consenso entre los estudiosos. Pero, definitivamente, firmeza de decisión y
coraje personal jamás le faltaron.
Una Cuestión Histórica
Cuando de la Guerra Grande, el Imperio del Brasil y las repúblicas argentina y
uruguaya eran Estados pre-nacionales, con ejércitos enraizados aún en las tradiciones
y principios del Ancién Régime. Ser oficial superior era privilegio de los hijos de las
clases dominantes. Los soldados, cazados entre los segmentos más miserables de la
población, marchaban bajo la amenaza del castigo físico y de la ejecución. El coraje
personal hacia parte del uniforme de los oficiales superiores, que debían portar, en el
pecho, junto a las medallas, hechos extremos de valor personal. Siquiera podían
bajarse cuando tronaba la artillería enemiga, sin pasar certificado de villanía. José
Ignacio Garmendia integró aún joven las tropas mitristas como capitán. Em
Recuerdos de la guerra del Paraguay, propuso el dominio en aquel confronto de un
verdadero “sistema heroico”, que exigía a los oficiales, “en cualquier circunstancia, a
todo momento, presentarse como un bravo”. El que causó, según el, la perdida
innecesaria de muchas vidas, produciendo “más héroes que generales”. [p.103]
También los mas altos oficiales agregaban a sus biografías ejemplos, reales o
imaginarios, de despego militar a la vida. Caxias avanzó delante de las tropas, cuando
vaciló el ataque imperial en el puente de Ytororó: “Los que son brasileños que me
sigan” - habría dicho. Osório, un rustico gaucho rio-grandense, desembarcó, por
primero, en el territorio paraguayo invadido. Pedro II, muy poco castrense, se
aproximó despreocupado de las líneas enemigas en Uruguayana … prontas para la
rendición! El pintor Pedro Américo inmortalizó, em 1877, ato de coraje del conde d
´Eu poco factible, cuando comandaba el masacre de ejército de niños y viejos en
Campo Grande - Acosta Ñu.
En esas épocas, los ejércitos nacionales europeos superaban tales actos de
opereta. La República del Paraguay era un Estado-nación que se consolidara cuando
de la dictadura popular francista, asentado en una larga población de chacareros, de
historia, de tradición y de lengua comunes. En el ejército fundado por el doctor
Francia se ingresaba de pie descalzo, como soldado, y si llegaba a oficial, por
merecimiento. Como miembro de ese ejército profesional nacional, Solano López y la
oficialidad paraguaya habían superado parcialmente esa visión guerrera aristocrática
e pre-moderna. Sabían que debían se proteger lo más posible, siempre que eso no
comprometiera las acciones militares. Entretanto, o general José Eduvigis Díaz,
falleció, a los 34 años, em febrero de 1867, alcanzado por tiro de cañón, al pescar
despreocupadamente, se exponiendo sin necesidad al tiro del enemigo.
Jamás salió del Paraguay
Historiadores proponen con razón que Solano López podía haber se
aproximado de sus tropas, cuando de la “campaña ofensiva”, sin arriesgar su vida.
Pero, él jamás salió del Paraguay, siquiera para una inspección militar en la ciudad de
Corrientes ocupada. El coronel Arturo Bray, historiador lopista de fuerte experiencia
militar, resaltó igualmente el problema puesto por el comando supremo del mariscal,
en el Paraguay, de operaciones militares, peleadas en el exterior. Es cierto que el
mariscal se preparó para partir para el frente y comandar la batalla final que pretendía
librar en las proximidades de Porto Alegre, no Rio Grande do Sul. Pero, jamás lo
hizo.
Solano López resistía en nombrar un vicepresidente y partir para la guerra, al
igual que hiciera Bartolomé Mitre. Todo lleva a creer que él temía, al viajar para el
exterior, poner en peligro, no su vida, mas su presidencia, sobre todo en caso de una
grave derrota militar. El lopismo se constituyera como una orden presidencialista
autoritaria, de programa mercantil-restaurador, en relación a la dictadura popular
francista. Los López en el gobierno privilegiaran la retomada de la gran propiedad
rural, del comercio y de la exportación de productos primarios. Pero no cuestionaran
el dominio general de la tierra por la amplia clase campesina, los chacareros.
El orden lopista conocía la oposición en general sorda de segmentos
propietarios liberales, que reivindicaban gobierno directo de las elites, sin
intermediación de los López; el final de los monopolios del Estado y la liberalización
general del comercio; la privatización de las tierras publicas, en gran parte en manos
de los chacareros. Esos segmentos disidentes, en general frágiles, eran respaldados
desde el tiempo de la Independencia y del francismo, por la poderosa Buenos Aires
liberal-mercantilista. Muchos de los opositores paraguayos proponían la eventual
transformación del país en provincia argentina. Parte de ellos luchó contra el
Paraguay en las filas argentinas y, sobre todo, legionarias.
Están bien documentadas las conspiraciones durante el gobierno de Carlos
Antonio y el complot de 1862, en el momento de la entronización presidencialista de
Francisco Solano López, movimiento de mayor gravedad, debido a la colaboración
activa de su hermano Benigno López. No tenemos aún estudios exhaustivos de esa
subterránea pero permanente oposición política de parte de las clases propietarias,
según parece, con fuerte participación de comerciantes extranjeros establecidos en el
Paraguay.
Perder el Gobierno
El temor de Solano López por su gobierno, con apenas dos años de existencia,
cuando del inicio de la guerra, era debito también a la tradicional oposición de la
población rural a la intervención del Paraguay en las cuestiones del Plata, que
interesaban a los ricos comerciantes y exportadores. La movilización militar
comprometía la mano de obra familiar de la pequeña explotación chacarera, que
vendía y trocaba sus productos localmente. Aquella oposición neutralizó las tímidas
tentativas del doctor Francia de intervenir en las Misiones, contra la provincia de
Corrientes, y contribuyó a la retirada de las tropas paraguayas de la alianza contra
Rosas, después que los sublevados de Payubré exigieron retorno al Paraguay y
consulta a un congreso sobre la participación en aquella guerra.
Las clases propietarias del Paraguay fueron consultadas sobre el conflicto,
cuando del importante Congreso Nacional Extraordinario en Asunción, en marzo de
1865, ya sin cualquier representación a las clases medias y populares de la ciudad y
sobre todo del campo. Los diputados deliberaran sobre la guerra a la Argentina y al
Imperio del Brasil, embriagados por la fácil conquista en el sur de Mato Grosso y los
importantes negocios que ella permitiría.
Al partieren las tropas expedicionarias en diciembre de 1864, Solano López
prometió una “campaña” que no seria “larga”! Delante del Congreso de marzo de
1865, propuso estar “persuadido de que” se tuviera que se ausentar del Paraguay, “la
población” se conservaría “tranquila”, ya que tenía “confianza en su unidad, orden y
patriotismo”. En 2 junio de 1865, después de designar Francisco Sánchez como
vicepresidente, anunció que partía de Asunción, separándose así del “seno de la
Patria”, o sea, que iba juntarse a las tropas paraguayas. En la proclama, propuso que
lo hacía porque “el orden público” estaba “sólidamente afianzado en el País”.
El miedo de Solano López de la oposición interna no era paranoia. Entre los
miembros de la clase propietaria que más calurosamente saludaban la guerra, muchos
lo hacían con la esperanza de la pronta derrota del país y fin del gobierno lopista. Ya
en abril de 1864, corrían boatos de conspiración para envenenar Solano Lopes e
llevar al poder su hermano Benigno. Esa oposición se transformó en conspiración
abierta, con la participación de la madre, hermanas y hermanos de Solano López,
cuando de la propuesta de entrega sin resistencia de Asunción a tres pequeños
acorazados imperiales que se presentaran delante de la capital, em 24 de febrero de
1868.

Bibliografía citada:

Biblioteca Nacional del Paraguay, carta de Silvestre Aveiro a Juan E. O´Leary, Luque,
5 de julio de 1913. Colección O´Leary.
GARMENDIA, José Ignacio. Recuerdos de la Guerra del Paraguay: La campaña a
Corrientes y Río Grande. Vol.1. Corrientes: Amerindia, 2012. Vol. 1.
LÓPEZ, F.S. Proclamas y cartas del Mariscal López. Asunción: El Lector, 1996.

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