16 junio 2018
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"El país está enloquecido, hay un fervor nunca visto", dice el argentino Arturo Santoni.
La nación al borde de la locura a la que se refiere es Islandia, que está a punto de jugar
un Mundial de fútbol por primera vez en la historia y se medirá en su debut con
Argentina.
"Hay un orgullo exagerado de medirse ante un país fuerte", apunta el mendocino, que se
mudó aquí en 2010. "Pero jamás me han hecho sentir mal, no les entra en la cabeza
pelearse con un inmigrante por una cuestión menor".
La afirmación no cae de sorpresa: Islandia es considerado el país más amigable del mundo
para los inmigrantes, según el Índice de Aceptación de la encuestadora Gallup, que recogió
opiniones en 139 naciones durante 2016 y 2017.
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En esta isla perdida en el Mar del Norte -y a 700 kilómetros de su vecino más próximo-,
famosa por sus paisajes únicos de volcanes y géiseres tanto como por sus logros en materia
de bienestar social, la llegada exponencial de inmigrantes es un fenómeno reciente.
En un centro urbano de apenas unas cuadras y edificios de chapas coloridas de dos o tres
plantas, donde la nieve es reina durante seis meses al año y en verano no se pone el Sol, se
concentran casi dos tercios de la población nacional.
BIENVENIDOS A ISLANDIA
El país nórdico tiene una mirada positiva sobre los inmigrantes
60%
cree que tienen un efecto positivo sobre la sociedad local
22% cree que no tienen efecto beneficioso, pero están abiertos a aceptarlos
Aquellos que tienen contacto con inmigrantes tienden a ser más receptivos
1er. lugar Islandia salió primero, entre 139 países, en el sondeo de Gallup sobre
los destinos más receptivos para inmigrantes
Fuente: Universidad de Islandia; Índice de Aceptación de Migrantes de Gallup, 2017 Getty
Sociedad homogénea
"El año en que recibimos más inmigrantes que en ningún otro en toda nuestra historia",
publicó el mes pasado el periódico Icelandic Review, con las estadísticas de 2017 a la vista.
Fernando Bazán, radiólogo, es un recién llegado. Vino con una oferta de trabajo tentadora,
para un puesto de especialista muy buscado en el hospital de la capital.
"Me atrajo el carácter igualitario del país, quería ver cómo era y experimentar esta sociedad
que desde fuera se ve un poco idílica", señala a BBC News Mundo este peruano de 36 años.
G. SVANBERG
En una isla remota, el arribo incesante de inmigrantes como él -y otros casi 15.000 en 2017,
según reportes oficiales, un 50% más que en 2016- supone toda clase de desafíos.
El primero, el de jaquear creencias y presupuestos de una sociedad en la que, en parte por
causa del aislamiento, todos son bastante iguales.
Un dato permite ponerlo en perspectiva: en 1996, 95% de la población era 100% islandesa,
según Statistics Iceland, el instituto oficial de registros.
STATISTICS ICELAND
De la eficacia de sus políticas de seguridad social, sus méritos medioambientales (el 100%
de la energía la obtienen de fuentes renovables), sus avances en igualdad de género (en
enero, el país se convirtió en el primero del mundo en obligar a las empresas a
demostrar que pagan equitativamente a hombres y mujeres), sus mejoras en materia de
salud pública (un programa antitabaco logró reducir el consumo entre jóvenes con resultados
extraordinarios). Y la lista sigue.
Y estos resultados son, paradójicamente, los que atraen a miles de extranjeros a probar
suerte en esta sociedad que históricamente ha querido preservar su uniformidad.
ANDALU
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Unos 3.000 nuevos puestos, según la confederación empresarial del país, si el Producto
Interno Bruto crece anualmente entre 2,5 y 3% como plantean las proyecciones más
conservadoras.
Podrían ser incluso más y, con un índice de desempleo de apenas 2%, esa fuerza de trabajo
sólo puede venir de fuera.
"La mayor parte del flujo es una migración económica. La estabilidad que te ofrece Islandia
es un criterio que pesa mucho, la mayoría decimos que hemos venido acá para trabajar y
poder ahorrar", señala a BBC Mundo Èric Lluent, que emigró de Barcelona tras la crisis
económica española.
"La inmigración de hispanohablantes no era mucha hasta hace unos años, salvo
excepciones: alguno que venía siguiendo a un amor, un científico en una investigación
puntual...", apunta Lluent, que es autor de dos libros sobre historia islandesa. "Fue a partir de
2014 que se incrementó".
Antes llegaron los polacos, que hoy son por lejos la mayor comunidad de extranjeros -
38,3% del total de inmigrantes, seguidos de lituanos (5,2%) y filipinos (4,5%).
PROJECT POLSKA
"Cuando llegamos, todos encontramos trabajo en cuestión de días", dice Tomasz Chaprek,
36 años, polaco y responsable de un proyecto de integración para sus compatriotas en la isla
llamado Project: Polska. "Era 2007, era la Islandia pre crisis".
La crisis a la que se refiere ocurrió en 2008 y fue estrepitosa: los tres principales bancos
comerciales islandeses quebraron y la economía nacional colapsó, llevó a la caída del
empleo y, como consecuencia, a una merma del flujo migratorio.
Pero la mala época no duró mucho. El PIB repuntó en tres años y, con él, la llegada de
nuevos residentes extranjeros en busca de empleo.
10,6%
de la población de Islandia son inmigrantes – unas 36.000 personas
También la oleada de turistas, que se triplicaron entre 2010 y 2017, curiosamente después de
que la espectacular erupción del volcán Eyjafjallajökull pusiera a Islandia en el mapa de
destinos turísticos por descubrir.
"Hay un boom, se está construyendo hotel tras hotel y la llegada de visitantes ayuda a
que se abra la mentalidad, indirectamente nos ayuda a los extranjeros que vivimos aquí",
opina Sussette Terrazas, 28 años, que vivió en Bolivia y Perú antes de recalar en Islandia, en
2006.
"Aunque eso también está cambiando la fisonomía de la ciudad, dispara el precio de los
alquileres y satura las capacidades de la isla en muchos sentidos. Y eso no todos lo ven con
buenos ojos", apunta Terrazas, que trabaja de guía de turismo y traductora.
"Para nosotros, la elección de mudarnos tuvo que ver con que es un lugar ideal para formar
una familia", dice Azahara Bejarano, una catalana que lleva aquí casi tres años.
"Como madre, me siento contenida y cuidada", confirma Izabela Sobczak, polaca, 35 años y
madre de una niña de 3.
La educación primaria, que es mayormente pública, tiene resultados para mostrar. Por caso,
sienta las bases para que Islandia quede tercera en la lista de las naciones más
educadas, después de Finlandia y Noruega (el llamado índice WMLN, 2016).
"Está lleno de sitios para llevar a los niños, hay ayuda si eres madre soltera, los jardines de
infantes son de alto nivel y en la escuela se preocupan por preguntarme qué necesitamos
como padres extranjeros", enumera Sobczak.
Hay más: en materia de seguridad, este país sin ejército tiene desde hace décadas una de
las tasas de homicidios más bajas del mundo, de apenas 1,8 por año, y en 2017 se
registró el menor índice de robos desde 1999.
"Esa posibilidad de que los niños estén afuera hasta las 10 de la noche sin que estés
preocupado, además de las ventajas que da tener la naturaleza cerca, son invaluables",
apunta Tomasz, su pareja, que cuenta que la licencia por paternidad es de tres meses (y
según las estadísticas, 90% de los hombres islandeses hacen uso del beneficio).
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Trabalenguas
Pero el bienestar familiar se da de bruces con una de las realidades más duras para quienes
llegan aquí: la necesidad - la dificultad- de aprender islandés.
En otras palabras: es indispensable para quien quiera sentirse parte de la sociedad, aún
cuando la mayoría de los locales aprende inglés en la escuela y es perfectamente bilingüe.
"La sociedad tiene un miedo visceral de perder su cultura, precisamente porque está
estructurada en torno al idioma y el islandés es una lengua minoritaria que se habla sólo
aquí. Puedes verles la cara de pánico cuando escuchan hablar otro idioma en la calle o en
un bar", señala Chaprek.
SPENCER PLATT
Este año se han batido récords de estudiantes de islandés, según cifras del Ministerio de
Educación, con más de 200.000 registrados (en todo el mundo) en los programas gratuitos
vía internet que diseña el gobierno. Y el número de inscritos en los cursos de idioma en la
universidad local es el doble que hace 10 años, indica el periódico Reykjavík Grapevine.
Y aun así…
"Lo he estudiado, pero es casi imposible... Y después está el acento, que siempre va a
marcar una diferencia", dice Herianty Novita Seiler, que llegó desde Indonesia hace 18 años,
se casó con un islandés y tiene hijos a los que a veces no puede ayudar con la tarea escolar
"por la barrera del idioma, lo que me frustra bastante".
Takk!, Gjörðu svo vel, Mér þykir það leitt: gracias, de nada, lo siento.
Hasta ahí, en un islandés para las interacciones básicas de la vida cotidiana, llegan pronto
los que intentan domar la lengua.
"Pero es extremadamente difícil progresar después de los primeros niveles", agrega Wiola
Ujazdowska, polaca y artista visual. "Y si no lo hablas, hay trabajos con los que no puedes ni
soñar".
Muchos de los recién llegados se quejan precisamente de que, aunque el empleo abunda,
los que se ofrecen a los extranjeros sin islandés avanzado son poco calificados -en la
industria de la pesca, por ejemplo, que es clave para la economía- y mal remunerados.
Otros, aun cuando consigan un puesto a su medida, aseguran que "jamás seremos como
ellos".
"Los recursos para facilitarle el proceso de adaptación a los extranjeros son escasos y
malos y, en un país que tiene un boom inmigratorio, eso irremediablemente crea
guetos", opina el peruano Bazán.
"Incluso si logro decodificar todas esas sutilezas culturales, nunca voy a estar en el Libro de
los Islandeses", se ríe Macieg Chmielewsky, un polaco-estadounidense que salió a toda prisa
de Washington después del triunfo de Donald Trump.
El mentado libro, el Íslendigabók, es en realidad una base de datos que contiene la
genealogía del 95% de los islandeses, con un árbol familiar que se remonta 1.200 años
atrás. Y "estar en el libro" es de algún modo una validación social en la isla, explican varios.
(Una versión más moderna es la app Islendiga, que permite confirmar en el celular si alguien
a quien conoces en un bar un sábado resulta ser tu primo lejano con el que mejor no ir más
allá).
"No son racistas por el color de piel pero su forma de ser, muy cerrada, no ayuda a que
uno se sienta bienvenido", señala Sussette Terrazas, que llegó al secundario a los 16 años,
sin hablar el idioma.
"Hay un miedo a que el extranjero les haga perder su esencia", anota Bejarano.
"¿Que si es el país más amigable? Bueno, en la superficie los islandeses son amables. Pero
levantan paredes invisibles con todo aquel que sea diferente a ellos", remata Novita Seiler.
En el pasado, por ejemplo, los extranjeros que adquirían la ciudadanía debían "islandizar" su
nombre - modificando el apellido con el sufijo son para hombres y dóttir para mujeres-, pero
este requisito fue ya abolido por el Parlamento.
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En un intento por dar voz a las distintas comunidades, desde 2010 funciona en Reikiavik un
Consejo Multicultural, un grupo de seis extranjeros democráticamente elegidos por
sus pares, que sirve de fuente de consulta para las autoridades.
Aunque no tienen voto, las distintas dependencias de gobierno los consultan en asuntos que
afectan a los inmigrantes.
"Las autoridades se dan cuenta que hace falta hacer cambios, lo que no sé es si la sociedad
entera se da cuenta de cuán grandes son estos cambios", dice Gámez.
Muchos comparten esa visión.
"No sólo los inmigrantes se tienen que adaptar, también la sociedad. Hay que encontrarse a
mitad camino", dice Amal Tamimi, puño cerrado pero mirada serena.
Tamimi es palestina, llegó desde Jerusalén en 1995 -"durante uno de los peores inviernos en
Islandia, que ya es mucho decir en este país de frío inclemente"-, escapando de la violencia
doméstica y con cinco niños a su cargo.
"El islandés promedio es amable y muy correcto, pero hay un grupo pequeño aunque muy
elocuente que azuza un sentimiento antiimigrante y que está en contra de una política de
puertas abiertas", señala.
El país aceptó este año una cuota de 55 extranjeros bajo la figura de refugiado -la
mayoría proveniente de Siria, indica Tamimi-, que planea expandir a 100 en el futuro, según
reportes del Icelandic Monitor.
AFP
"Es cierto que hay que revisar el sistema, pero el país tiene uno de los programas más
completos para refugiados, desde el derecho al empleo al acceso a psiquiatras y dentistas.
Mucho más generoso que los de otros países", defiende Tamimi.
"Y la necesidad de abrir las puertas no va a pasar, porque la demanda del mercado laboral
es muy fuerte. Falta que (los islandeses) entiendan que no hay razón para tener miedo de los
que queremos hacer de Islandia nuestro hogar".
"Islandia ahora necesita migrantes, pero la pregunta es si realmente los quiere. ¿Los está
integrando en la sociedad o solamente en el mercado laboral?", cuestiona Èric Lluent.
"Es probable que no sea el país más amigable del mundo que dicen las encuestas, pero te
permite vivir tranquila y llegar lejos", replica Tamila Gámez.
Hay, al fin de cuentas, diferentes interpretaciones de lo que constituye una "buena amistad".
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