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Materia: Problemas contemporáneos de la Filosofía de la Educación

Prof.: Carlos A. Casali


Estudiante: Marcela Lisowyj- DNI 22419548
Tema: Evaluación Final. Informe Integrador

Introducción

Nos permitimos partir de una pregunta: ¿puede definirse a la filosofía? Se


puede decir que la filosofía se ocupa de los entes, entonces debemos
preguntarnos en qué consiste el ser de los entes, cuál es su fundamento. Todas
estas preguntas nacen del asombro filosófico, de la incertidumbre que surge ante
la totalidad del mundo. Este asombro es el primer nacimiento de la filosofía pero,
al surgir nuevos interrogantes, se impone la duda como método ya que la filosofía
no busca dar respuestas, no hay verdades absolutas en ella, sino sólo incógnitas
que llevan al hombre a internarse en diferentes problemáticas que lo hacen pensar,
meditar, observar e interpretar la realidad que lo rodea. Es Sócrates quien a partir
de su método de la mayéutica, da origen a la filosofía y al filosofar, si bien los
presocráticos habían indagado sobre el problema de los entes. Tanto Platón como
Aristóteles ubican el punto nodal en el asombro, pues para ellos el origen de la
filosofía surge de ese acto del hombre.

Esa sorpresa, ese extrañamiento, es lo que impulsa al hombre a formular


preguntas, preguntas profundas, por ejemplo, quién es él, qué es la muerte, dónde
vamos después de la vida, etc. Estas cuestiones lo ponen en relación con los
principios por cuanto son, éstas, preguntas filosóficas metafísicas ya que buscan
un fundamento gnoseológico. En este estadio se instala su propia actividad de
conocer, se aplica el principio de razón a todo lo que es. Los griegos se
introdujeron en el filosofar a partir del asombro que les producía el hecho de que
las cosas pasaban del ser a no ser y del no ser a ser. Por ejemplo, una semilla de
una hortaliza. En este proceso, la semilla deja de ser tal cual deviene planta; luego
ésta florece y deja de ser hortaliza para ser nuevamente semilla. Este cambio, visto
en un ejemplo muy básico, muestra cuál es el motor que movilizó a los griegos
presocráticos y pos-socráticos a internarse en el mundo del conocimiento.

Sin embargo, para algunos de estos pensadores, el ente es inmutable y


atemporal, o sea, no está sometido a cambio ni tiempo alguno. Dice Carpio:
“Heráclito pensaba la eternidad del ente como infinita duración a través del

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tiempo. Parménides piensa la eternidad del ente como eternidad supratemporal,


como constante presencia, como eterno presente, o, quizás más exactamente,
como in-temporalidad”. (1995:27)

Podríamos definir, entonces, a la filosofía como una actividad teórica, donde


teórico significa contemplación, observación, juicio crítico. La filosofía se pregunta
acerca de las cosas básicas, de lo simple. Se pregunta por la posibilidad de
conocer. Según los filósofos, es un saber sin supuestos por cuanto cuestiona
absolutamente todo. Dice Platón en Fedón, que para Sócrates sólo aquél que se
interne en el conocimiento filosófico podrá conocer su alma, lo más valioso que
hay en él, y no pasar la vida dedicado al cuerpo y a sus placeres. Kant, por su
parte, piensa a la filosofía como un ejercicio a partir del cual, por medio de nuestra
propia razón, podemos adquirir la facultad de ser críticos frente a los hechos de la
realidad. Entonces, podemos argumentar que la filosofía es una actividad
inherente al hombre, que es la realización histórica del ser del hombre, es el
camino que lo lleva hasta su mismidad, a conocer su sí mismo.

El presente trabajo indaga sobre una de las preguntas fundamentales de la


filosofía, sobre el problema del ser. Qué es el ser y quién es el ser, tomando en
cuenta que al introducir el quien hablamos de la persona humana, no ya sólo del
ente en general. Para Aristóteles no sólo los animales y las plantas eran ousía,
sino todo lo que es. En este planteo ontológico se pretende describir cómo a partir
de las diferentes corrientes filosóficas, sean éstas, Idealismo platónico,
Racionalismo cartesiano, Empirismo humeano o Idealismo Trascendental
kantiano, el tema del ser se ha presentado como una cuestión problemática a lo
largo de la historia de la filosofía. En esta descripción, además, se pretende
mostrar también el influjo del cogito cartesiano en la filosofía posterior a Descartes;
se realiza un recorrido que nos permite llegar hasta el cogito sum cartesiano
entendido como la bisagra, el quiebre revolucionario, que representa el yo soy.

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I.- El ser como substancia

Para Aristóteles, el término ente tiene muchas acepciones; se lo puede


definir como el qué- es, el esto, el cuál, el cuánto, y toda otra categoría. El qué-es
es la ousia, es la substancia. Para este autor, cuando se pregunta qué es el ente,
se pregunta qué es la ousía, y la respuesta es que la ousía pertenece a los
cuerpos, tiene materialidad; pero esta materialidad no sólo se refiere a las plantas
y a los animales, sino también a los cuerpos naturales como el fuego, el aire, la
tierra, el agua. Hay ousías sensibles y ousías eternas, siendo éstas más
numerosas y reales que las cosas sensibles. Para Aristóteles, el mundo es eterno,
el hombre es eterno. Aristóteles centra su teoría sobre la substancia en nociones
metafísicas, como son los conceptos de acto, potencia, materia y forma. En este
escenario, la sustancia es todo aquello que es en sí, y los accidentes, son en otro.
Por ejemplo, el concepto árbol es en sí, y sus accidentes, que son sus cualidades,
son verde, alto, frondoso, etc. La forma substancial de la materia es la esencia.
El modo de ser fundamental de la substancia es el ser en sí y no en otro, es el
sujeto, no el predicado; la substancia es el ente individual y concreto, es el ente
sensible por cuanto para Aristóteles, cuerpo y alma son una totalidad. Según
Aristóteles, se conoce algo cuando se capta su forma, no por medio de los
sentidos, sino a través de una operación del intelecto. Aristóteles piensa en un
mundo de las substancias, Platón, en cambio, piensa en un mundo de las ideas.

Según Platón, las Formas y los entes matemáticos son dos tipos de ousías;
el tercer tipo son los cuerpos sensibles. Para este pensador, el hombre es un
habitante que pertenece a dos mundos: el mundo sensible y el mundo de las Ideas,
el mundo inteligible. Para él, el mundo sensible es imperfecto porque contiene en
sí al ser y al no ser, y está expuesto al cambio continuo, es el mundo del devenir
que copia, imita a las ideas. Ante esta situación, Platón establece un diagrama que
va del no-ser del ente al ser en todo su esplendor y plenitud; introduce también en
este diagrama, una analogía entre no-ser como ignorancia, y el ser como
conocimiento absoluto. Este conocimiento absoluto es la Idea de Bien, siendo el

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Bien algo semejante al sol, que como fuente de luz hace posible toda existencia
mortal.

En este mismo sentido, se puede plantear que la filosofía de Descartes, es


una metafísica de la substancia. Su intuición de esencia es intuición de idea, por
lo tanto, de ser, ya que aquella intuición es propia de la razón o del pensar en el
sentido de los antiguos, de Platón, San Agustín, San Anselmo. Descartes se opone
a Aristóteles por cuanto su concepto de substancia incluye el problema del
fundamento del ser, no sólo la forma o modo de existencia; otra diferencia, es que
Descartes habla de la existencia de una substancia infinita, Dios, y una finita, el
hombre, compuesta de cuerpo y alma, es decir, una sustancia pensante o espíritu
y una sustancia extensa. Aristóteles, en cambio piensa al hombre como una sola
substancia, no la piensa separada. Para Descartes, sin la veracidad de la
existencia de Dios no tendríamos certeza de la existencia de nuestros cuerpos.
Dice Descartes, “yo soy una substancia o cosa pensante, res cogitans, pero soy
también una res extensa”. De este modo el Racionalismo cartesiano centra su
teoría defendiendo la idea de que el conocimiento trasciende los límites de la
experiencia, basándose en las ideas platónicas, en la idea de substancia, en la
idea de Dios y en la razón.

Respecto a la substancia, dice Hume: “La idea de una substancia no es


más que un conjunto, una colección, de ideas simples que están unidas por la
imaginación y poseen un nombre particular, asignado a ellas, por el cual somos
capaces de recordar, para nosotros mismos o los otros, este conjunto” (1980:16).

Hume rompe definitivamente con la tradición metafísica occidental; es el


creador de la filosofía moderna. La percepción sensible, el placer, la utilidad, el
hombre bajo el sólo aspecto de su condición humana espacio temporal, son, para
el autor, la base para el conocimiento. Para Hume, no existe más que el mundo
sensible, el tiempo y el hombre, la substancia es una cosa que no accede al
espíritu por la mediación de impresión ninguna. No vemos la cosa, sólo vemos sus
accidentes, como color, tamaño, conformación, etc. El empirismo humeano rompe

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el lazo entre ser y pensar. Es una bisagra en el pensamiento moderno, lo introduce.


A partir de allí, el conocimiento es tan sólo conocimiento humano, atado a la mente
humana incapaz de alcanzar la naturaleza de las cosas mismas. A él no le interesa
investigar si hay esencias, si hay substancias, ni tampoco afirmar que todo está
bajo el dominio de la razón; para él lo importante es demostrar que la mente
humana es un “haz de percepciones en continuo movimiento”, la cuestión de la
substancia ahora es más un tema psicológico que ontológico.

Kant, por su parte, deja sentado que los conceptos metafísicos valen
independientemente de toda experiencia, él trata de fundamentar una ciencia de
la experiencia, pero aclara que la mera experiencia no implica necesidad de
universalidad. Para él, sólo conocemos el fenómeno; las cosas en sí son
incognoscibles. Es el entendimiento, como una de las facultades, el que está
constituido por las intuiciones puras de espacio y tiempo, y de las categorías que
introduce, a la manera aristotélica. Una de estas categorías o conceptos puros, es
la substancia. Según su perspectiva, los conceptos no son representaciones
singulares, como lo son las intuiciones, sino que son representaciones universales.
De este modo se separa de Hume, aunque reconoce que éste “lo despierta de su
sueño dogmático”. No objeta la filosofía anterior, sino que va a realizar una síntesis
de racionalismo y empirismo.

II.- Sobre el alma

Aristóteles va a analizar el tema del alma a partir del método dialéctico, para
ello realiza un recorrido histórico. Por medio de éste, se propone descubrir cuáles
son las funciones y los atributos de la misma. Para él, el alma es un atributo
diferente de la mente, tiene una estructura tripartita, a saber, vegetativa, sensitiva
e intelectiva, y una multiplicidad de funciones que exigen la naturaleza, la relación
intrínseca con el cuerpo. De este modo, se presenta al alma como un tópico

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decisivo de la naturaleza. Él afirma en Acerca del alma que el principio de la


naturaleza es el alma de los seres vivos; el alma no puede separarse del cuerpo
por cuanto es pura forma, puro acto. En esta perspectiva, el intelecto como un nivel
superior de la imaginación es parte del alma. Dice Aristóteles en el Libro Segundo,
capítulo primero, de Acerca del Alma, que el alma es la entidad, o sea, la forma,
esencia y definición de los seres vivos (p. 167), es su entelequia, proceso éste que
tiene principio y fin. Puede decirse entonces que el alma es aquello por lo que
vivimos, sentimos y razonamos. El alma es entelequia y forma de aquel sujeto que
tiene la posibilidad de convertirse en un ser de tal tipo, no en cualquier sustrato.
Para Aristóteles, el alma es la Vida. La concepción teleológica de la naturaleza es
fundamental en el pensamiento aristotélico, tanto para el estudio de las ciencias
como para la filosofía.

Según afirma Descartes, el alma es lo más fácil de conocer, su naturaleza


es propiamente el pensamiento. En este contexto, el alma no es ya principio de
vida como afirmaban los antiguos. Descartes define el alma exclusivamente como
conciencia, el hombre se auto-conoce por el pensamiento, por el habla y por la
razón. Todo es interior, todo es innato, el yo pienso es una substancia, es el alma.
La idea de sustancia está en mí. Para San Agustín, el alma es la memoria, se
identifica con el propio yo; el hombre se auto conoce a partir del diálogo con Dios,
como Tú que está en el fondo del alma como un tú trascendente. Para este filósofo
el entendimiento no es constitutivo, sino consecutivo, ya que se engendra en la
memoria. La memoria es más importante que la sensibilidad por cuanto busca su
autoconciencia, guarda tesoros adquiridos por los sentidos en el lugar del alma.
Hume, por su parte, dice que el alma, la mente, vendría a ser sólo “un haz de
percepciones en perpetuo flujo y movimiento” (Tratado IV, sec. VI, p. 312); señala,
además, que hasta el más fuerte pensamiento es inferior a la más débil de las
sensaciones, que no se puede hablar sobre la materialidad e inmaterialidad del
alma. De lo único que hay ideas es de la percepción. El alma, el espíritu, está en
continuo movimiento, en continuo cambio, por lo tanto, es imposible hablar de

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identidad de un yo en momentos diferentes. Sólo las percepciones constituyen la


mente y, son ellas las que están en ese movimiento y cambio. Hume compara el
alma con una república, donde todos sus miembros interactúan de un modo o de
otro; compara al espíritu, al alma, a la mente, con un teatro donde se encuentran
muchas percepciones diferentes, que se mezclan, que están en continuo
movimiento, pero que no se pueden emplazar en lugar alguno, y tampoco se puede
saber de qué material están compuestas. En cuanto a Kant, podemos expresar
que, según su mirada, el alma humana es una tabula rasa que necesita del sentido
y de lo material para que en ella pueda escribirse algo; según su visión, el alma
como yo pensante es un acto de la conciencia y no objeto del conocimiento. Este
será el componente a posteriori del conocimiento, es decir después de la
experiencia. Sin embargo, para Kant, el conocimiento no emana sólo de la
experiencia sensible, sino que hay en su visión un sujeto activo, hay un
conocimiento a priori. Kant introduce la teoría de una ontología trascendental, o
sea, ésta, está edificada sobre las formas subjetivas del espíritu; es decir, una
ontología desplegada a partir del sujeto. Es aquí donde se observa su “revolución
copernicana”, ya que, a partir de este cambio revolucionario, el objeto del
conocimiento se rige desde el sujeto y por el sujeto, no al revés. El objeto es puesto
por el sujeto. Kant, en el sentido, situó las formas trascendentales de la intuición;
en el entendimiento, las categorías o conceptos puros del entendimiento, y en la
razón las ideas.

III.- Influencia del cogito

Descartes es un racionalista que defiende la idea de que, por medio de la


razón se alcanza todo conocimiento; rechaza lo conocido a partir de los sentidos
y también a la imaginación. Instaura la duda como punto de partida. Introduce el
cogitans sum, cosa pensante como conciencia; para él, afuera de la conciencia
está la realidad. En la primera Meditación plantea el problema de las cosas que
podemos poner en duda; propone tres argumentos para fundamentar se

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exploración. En el primero, duda de todo lo que le enseñaron; en el segundo, duda


de todo lo que percibe por medio de sus sentidos, “no debo fiarme de los sentidos”
dice. En el tercero, duda de las matemáticas, introduce la hipótesis del genio
maligno para expresar su duda hiperbólica, ya que las matemáticas y la geometría
son dos ciencias ciertas e indubitables. En este estadio, deduce que no hay
indicios que distingan el sueño de la vigilia y se pregunta si no será un sueño la
vida.

En la segunda Meditación habla de la naturaleza del espíritu que es más


fácil de conocer que el cuerpo. Busca una cosa que sea cierta e indubitable. A
través de la duda metódica, hiperbólica, alcanza la primera verdad en el orden
gnoseológico: cogito, ergo sum, pienso, por lo tanto, existo; si dejo de pensar, no
existo. ¿Qué soy?, soy una res cogitans; en este cogito cartesiano se fundamenta
toda su filosofía. Este yo pienso es una intuición para Descartes, es una
percepción clara y distinta, por cuanto pensar es todo aquello que tiene que ver
con la conciencia. La intuición del cogito es un principio, un absoluto. No es éste
un conocimiento sensible que entra por los ojos, por los sentidos, sino un
conocimiento inteligible; él se propone fundamentar el saber racional, fundamentar
la razón. Descartes, al igual que Kant, busca fundamentar la verdad, a través de
su método afirma la existencia del alma, del yo; Hume, por su parte, busca sólo la
probabilidad. Para Descartes, la verdad es ahora un asunto de la mente. Para
eliminar la hipótesis del genio maligno, demuestra la existencia de Dios; la primera
prueba, es la infinitud; la segunda, la perfección; la tercera, la existencia, es este
su argumento ontológico. La contemplación de Dios le produce felicidad y le facilita
la posibilidad de asumirse como sujeto. Conoce a Dios, es decir, a la Razón.

Es Descartes quien incorpora a la filosofía el concepto de sujeto, sin


embargo, el estudio del “yo” humano era una inquietud ya en las investigaciones
de Agustín. Descartes da inicio al subjetivismo, pone al sujeto frente al objeto.
Nace así la Antropología filosófica; al igual que San Agustín estudia al “yo” humano

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individual. San Agustín busca la alteridad en el fondo del alma, busca una
dialéctica entre lo finito y lo infinito.

Expresa Hirschberger: “Sí fue novedad en el sentido de que, mediante el


cogitans sum de Descartes, quedó abierta para la filosofía moderna una ancha vía,
por la que muchos han entrado y alcanzado diversos objetivos. También aquí
hemos de reconocer que ha habido más deformación que natural evolución; el ‘haz
de percepciones’ de Hume, el ‘yo’ trascendental de Kant, el demiúrgico ‘yo’ de
Fichte, el ‘superhombre’ de Nietzsche y el igualmente todopoderoso ‘yo’ de los
colectivistas quedan bien lejos de la res cogitans de Descartes“. (2000:39)

Hume se aleja de la filosofía anterior y critica los supuestos sobre la esencia,


la existencia de un yo individual, de un yo conciencia, esto es absurdo. El hombre
es conciencia, pero no hay ni idea ni impresión de un yo del que tengamos
conciencia, la identidad personal, el yo, no son objetos de conocimiento, sino de
creencia. El yo no es más que una invención, algo supuesto. “un haz de
percepciones”, una dotación de existencia ideal a algo que no la tiene. Kant, por
su lado, dirá que conocer no es una mera recepción, sino que es una subjetividad
trascendental; es un “principio lógico-estructural puro”, sostendrá. No hay
representación de la cosa o res cogitans, sin embargo, debe acompañar todas las
representaciones del yo. Kant designa al yo pienso, como apercepción
trascendental o unidad trascendental de la conciencia, es decir, lo que se conoce
es el fenómeno, su forma a priori. Para este filósofo, sólo desde la unidad de
conciencia de un sujeto es posible llegar a conocer los objetos. Dice Kant: “La
llamo apercepción pura para distinguirla de la empírica, o también apercepción
originaria, ya que ésta es una autoconciencia, que al dar lugar a la representación
Yo pienso … no puede estar acompañada por ninguna otra representación.
Igualmente, llamo a la unidad de apercepción la unidad trascendental de la
conciencia, a fin de señalar la posibilidad de conocer a priori partiendo de ella”.
(1988:154)

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Ante todo esto, la educación se adecua, con respecto a su función en la


sociedad, de modo que, de acuerdo al concepto de hombre para cada etapa social
se desarrolla un enfoque diferente en la educación.

El sujeto postmoderno es un sujeto que carece de las certezas del sujeto


moderno, vinculado a la idea positivista de progreso; con la postmodernidad todas
sus seguridades se desvanecen. El sujeto postmoderno es un sujeto en
construcción, inseguro, que no busca imponerse, alguien que ni dispone de
creencias firmes con las que asentar sus posiciones, ni tiene ninguna fe en su
existencia. “Nada de evidencias, sino complejidad. La vida no es fácil” -dice Xabier
Sáenz de Gorbea, en referencia al estado de cosas que fundamenta diversas
investigaciones artísticas en esta dirección- “El individuo es un ser que manifiesta
contradicciones y las sociedades las acrecientan. Desde lo privado y lo público, el
mundo se ha vuelto más convulso que nunca y resulta difícil encontrar el sentido.
Las estrategias creativas tienen que luchar contra lo notorio y el seguidismo de la
convención y el tópico. El artista afronta su mismidad al mismo tiempo que la
externidad de un mundo que se le escapa y le conduce, en ocasiones, al abismo.
Se quiere dar vía a una búsqueda que nace de la duda y se instala en lo distinto”
(Bauman, 2003). En la postmodernidad el sujeto ha perdido la fe en la idea de
progreso. Las enormes diferencias sociales, la enfermedad, los fracasos de las
diferentes utopías políticas, han generado cansancio y desconfianza.

IV.- A modo de conclusión

En este trabajo se ha efectuado una indagación sobre el problema del ser.


En el mismo, se parte de una pregunta filosófica en la que se percibe el pasado
desde este presente, para dilucidar esta problemática que le ha quitado el sueño
a los filósofos a lo largo de la historia. No se trata de hacer una historia de la
filosofía, ni una filosofía de la historia, sino meramente describir cómo uno de los
tópicos fundamentales de la filosofía, como es el problema del ser, tiene vigencia

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hasta nuestros días y será tratado por diversas disciplinas, como la Psicología, la
Sociología, la Semiótica, entre otras. Este hecho expresa y sitúa la certidumbre
sobre la jerarquía que representa el pensamiento filosófico en el plano cultural y
social del hombre desde hace siglos; muestra, además, que la filosofía es una
ciencia interdisciplinaria, como todas las ciencias. Lo que la diferencia es que es
inherente al hombre, porque lo constriñe a bucear en su mismo interior; lo obliga
a asumir su mismidad.

La indagación se centra sólo en el pensamiento que defendieron filósofos


como Platón, Aristóteles, Descartes, Hume y Kant, tomando en cuenta que el
patrimonio que nos dejaron como herencia es el punto de origen de toda la filosofía
posterior, es el nodo en torno del cual se edificó todo el pensamiento occidental,
desde el siglo V a.C., hasta nuestros días.

Si bien fueron los presocráticos, por ejemplo, Heráclito, Parménides,


Demócrito, entre otros, quienes comenzaron a inquietarse por investigar la
realidad, el cosmos, el ente en general, será Sócrates y su método mayéutico
quien siente las bases de la filosofía y del filosofar. Su método será dialéctico en
un doble sentido; por un lado, porque es puramente dialógico; por el otro, porque
consta de una parte negativa, la refutación, y una parte positiva, la mayéutica.

Platón, discípulo de Sócrates, escribió todos los diálogos de su maestro, y


desde allí, puso en movimiento todo el pensamiento occidental. Le critica a su
maestro el haberse dedicado sólo a las cuestiones morales dejando de lado todo
lo otro que rodea al ser y los entes. Él piensa al mundo de las ideas como el lugar
de lo inmutable, de lo permanente, de lo incorruptible. Un mundo sin cambios. Pero
en el orden del ser, interpone dos mundos: el sensible y el inteligible; al primero se
lo llama el mundo de la doxa, de la opinión; al segundo, el de la episteme, el de la
ciencia. Lo excelso en él es que habla del ser y de la nada del ser, teoría, que
luego de siglos, debatirán otros filósofos como Lévinas o Sarte, entre otros varios.

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Aristóteles, discípulo de Platón, por su lado, le critica a su maestro haber


dejado de lado en sus investigaciones a los temas reales, concretos del mundo en
que vivimos, y haber pensado sólo en un mundo de las ideas. Según Aristóteles,
de la temática de la realidad se ocupa la Filosofía Primera, que luego pasará a
llamarse Metafísica. Esta ciencia se hace cargo de forma medular, desde la teoría,
del “ente en cuanto ente”. Para Aristóteles el “ser se dice de muchas maneras”.
Según su visión, el ser en sí es la ousía o substancia. Se debe tomar en cuenta
que es importante en el pensamiento aristotélico la teoría de causa por cuanto todo
cambio en los entes sensibles tiene una causa; de otro modo, sería inteligible.

Hume rompe con la metafísica, se opone a Descartes e introduce un quiebre


sustantivo en el pensamiento del siglo XVIII. Influenciado por la época que le toca
vivir, por sus viajes periódicos a Francia, por su amistad con Rousseau, también
por el predominio de los adelantos científicos, especialmente en el pensamiento
de Hume tendrá gran influjo la tarea de Newton, el filósofo vuelve sus ojos hacia
la realidad que lo rodea. Sostiene que en filosofía no puede seguir hablándose de
esencia, substancia, materia, forma; no, según su mirada el hombre es conciencia,
pero no hay ni idea ni impresión de un yo del que tengamos conciencia, la identidad
personal, el yo, no son objetos de conocimiento, sino de creencia. Kant, por su
lado, articula el pensamiento racionalista y el empirista para fundamentar su teoría
del sujeto trascendental, donde trascendental simboliza la elaboración a priori del
conocimiento por parte del sujeto. Kant invierte el razonamiento anterior sobre la
posición del sujeto; esta situación será equivalente a la revolución copernicana,
siendo Copérnico quien sostiene que es la tierra quien gira alrededor del sol y no
al contrario. Del mismo modo, para Kant, es el sujeto quien pone el objeto,
separándose, de este modo del realismo cartesiano y humeano. Kant implementa
la teoría de una ontología trascendental, o sea, ésta, está edificada sobre las
formas subjetivas del espíritu; lo que vendría a expresar, que es una ontología
desplegada a partir del sujeto. Con su sujeto trascendental trata de distanciarse
del sujeto psicológico empirista.

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Hasta aquí podemos interpretar que existe un contexto, es decir, las


situaciones ambientales, históricas y personales diferentes y variadas, que puede
verse atravesado por algunas “Visiones inadecuadas del hombre”, que
evidencian importantes reduccionismos y antivalores, atentando contra la dignidad
humana; tales son:

 Visión Determinista: según la cual el hombre no es dueño de sí mismo, sino víctima de fuerzas
ocultas y manipulaciones. Frente a estos procesos evidentemente se derriban aquellas ilusiones o
promesas de la modernidad, interpretadas como “promesas” para el individuo y para la sociedad
fundadas en una fuerte confianza en el progreso y el seguro desarrollo hacia un futuro mejor. La
modernidad y su concepción lineal del tiempo explicaban el presente y lo dotaban de sentido
confiando en que la ciencia, la razón y la tecnología posibilitarían un sostenido e ilimitado progreso
humano, asociado con el desarrollo de la ciencia y la tecnología que, resumidos inicialmente como
“técnica”. Se trataba del progreso entendido en términos de liberación de la humanidad de las
determinaciones de la naturaleza y del mejoramiento de la calidad de vida. Progreso a favor de la
ampliación de derechos y de reconocimiento, progreso en el sentido de la satisfacción de las
necesidades materiales o superación del estado de necesidad, progreso entendido como desarrollo
de reglas y normas que permitieran una organización social, progreso científico y tecnológico. La
escuela cobra allí un rol importante para la ruptura de una forma de organización social sustentada
en estamentos rígidos, y su reemplazo por otra basada en la condición de una ciudadanía portadora
de derechos más allá del origen.
 Visión Psicologista: presenta a la persona como víctima del instinto fundamental erótico o como
simple mecanismo de respuesta a estímulos, carente de libertad, cerrada a Dios y a los hombres.

 Visión Economicista: muestra a las personas como instrumentos de producción y objetos de


consumo (consumismo), bajo los pseudovalores del tener, del poder y del placer, como si fueran
sinónimos de la felicidad humana.

 Visión Individualista y Materialista: reducidas a la búsqueda de eficiencia y rentabilidad


(pragmatismo), éxito, placer (hedonismo) y poder, alejadas de las exigencias de la justicia social y
del Bien Común, entendido como un valor cualitativamente definido, con carácter de vigencia, como
aquello que es lo correcto en cada momento en la medida que se plantea como una exigencia, en
pos de la felicidad y del reconocimiento del sentido de la vida.

Existe en nuestra sociedad actual numerosos cambios y una gran diversidad de


situaciones socio-económicas, políticas y culturales, como así también una intensa crisis
de valores manifestada en distintos tipos de conductas y comportamientos
contemporáneos que plantean varias opciones y alternativas a seguir, en permanente
disputa por ganar al hombre. Tales comportamientos permiten definir, según ciertos
autores, ciertas categorías o “tipos de hombres”, entre los cuales he de mencionar:

 EL HOMBRE “LIGHT”: este hombre nunca está seguro de lo que quiere, pero sí de lo que
no quiere, es decir, compromisos, responsabilidades, esfuerzos y pasiones; caracterizado por:
indiferentismo (indiferencia por la sabiduría y por lo profundo); igualitarismo en la conciencia y los

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valores (crisis de valores); individualismo (hombre-masa, yuxtapuesto y amontonado, que no logra


comprender su responsabilidad social y su papel protagónico en la historia); indefinición permanente
(mediocridad y tibieza, que lo conduce a la falsedad, al egoísmo y a la poca confiabilidad).

 EL HOMBRE PRAGMÁTICO, MATERIALISTA y CONSUMISTA: La sociedad posmoderna


ha llevado al hombre a una competencia feroz, a vivenciar un capitalismo del yo que limita su
horizonte de vida a la esfera de la posesión material mediante la pasión egoísta del consumo, una
insatisfacción permanente y un deseo inmoderado de tener más, olvidando la cultura del ser, desde
una perspectiva unidimensional del hombre (un hombre hedonista, entregado al poder, placer e
intereses personales). En una sociedad de consumo donde prevalece el individualismo y la
explotación del hombre por el hombre, un aspecto a tener en cuenta en el proceso educativo es la
educación en los valores, ser docentes que no se limiten a impartir conocimientos teóricos sino a
generar espacios de reflexión sobre los valores humanos desde una concepción integral. El docente
debe asimismo atender a la diversidad, en una realidad donde la postmodernidad representa un
cambio de paradigma en relación a la institución escolar y en los sujetos que la habitan, habiendo
sido creada para reproducir o afianzar diferencias, a los fines de totalizar y modelar al sujeto se
encuentra inserta en un mundo donde prevalece lo relativo, lo inmediato y lo efímero, lo cual plantea
interrogantes y desafíos, y la escuela debe estar a la altura de las circunstancias. Siguiendo a Vattimo
(1990) si bien la posmodernidad “nos hace vivir otros mundos posibles, y, así haciéndolo, muestra
también la contingencia, la relatividad y la no definitividad del mundo “real” al que nos hemos
suscrito”.

 EL HOMBRE CORRUPTO: La corrupción puede resultar de un vicio de la voluntad


(debilidad del infractor) o de un vicio de la conciencia –anticonciencia- (pérdida o alteración de las
normas, creando nuevos sistemas de reglas más o menos implícitas, contrarios a las normas
formalmente establecidas para toda la sociedad). Esta sensación de querer vivir sin ley, o de poder
modificarla para servir a intereses sectoriales, facilita la corrupción privada y pública, creando un
estado de incredulidad generalizada, de temor frente a los demás, de impotencia y angustia que
impide la formación de un espíritu solidario y fraterno.

 EL HOMBRE MANIPULADO (TÉCNICAS Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN): El hombre


participa del mundo natural o material, pero además posee un principio espiritual que lo hace ser
inteligente y, por lo tanto, libre. La inteligencia le permite conocer la verdad del mundo y de su propio
ser. La libertad le permite el dominio del mundo y de su propio ser. De modo que el hombre piensa
y actúa, dando así nacimiento a la cultura. Sin embargo, los medios de comunicación social (medios
masivos o “mass media”) han expropiado la cultura, conduciendo a su vulgarización. Los medios
audiovisuales absolutizan las noticias del momento y los valores implicados en ellas, despojando la
riqueza de la variedad cultural y proclamando una victoria de la imagen sobre el concepto. La
televisión y, en general, la cultura visual, está configurando un tipo de hombre habituado a un
lenguaje de imágenes, emocional, ajeno a la reflexión y el discernimiento. Este desafío planteado
por la postmodernidad surge de la expansión de los medios masivos de
comunicación, lo cual ha generado una sobreabundancia de información en un
escenario dominado por el caos y lo relativo.

A partir de esta subjetivación, es posible considerar desde la educación, la


humanización del hombre, concepto que puede parecer redundante, pero en
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realidad no lo es, en tanto y en cuanto nos referimos al “hombre” como ser


biológico y a “humanización” como referencia a ser persona racional, inteligente,
única e irrepetible, en un camino hacia el perfeccionamiento intelectual, social y
emotivo. Camino que no dejamos de transitar nunca. La educación debe ser vista
como instrumento de perfección del hombre y se debe dirigir a todas las
direcciones y a cada una de ellas. La humanización está vinculada con la función
socializadora de la educación (en la escuela, como continuadora y colaboradora
del mismo proceso en el ámbito familiar). Esto es un desafío que consiste en
generar una sociedad más humana y justa, una sociedad realmente democrática
en la que haya una convivencia pluralista y exista una escuela integradora de las
diferencias o, mejor aún, una escuela verdaderamente inclusiva, que no excluya
ni expulse.

Por otro lado, puesto que el hombre es un ser perfectible, se debe atender
al desarrollo y crecimiento personal y social, es decir, al desarrollo de
potencialidades. El desarrollo personal es acumulativo y ejerce influencia en el
plano social. Por lo tanto, el desarrollo es una construcción social, que da un valor
positivo a la diferencia, reconoce la riqueza de la interacción y de la no segregación
de las personas con capacidades diferentes integrándolas en el sistema escolar y
brindándoles condiciones de formación y capacitación. El desarrollo no debe
analizarse en cuanto a los resultados obtenidos, sino como un camino, un proceso
movilizador que trabaja sobre los aspectos positivos de la persona. Fomentar el
interés, la curiosidad y la motivación necesarias mediante su guía y orientación en
el proceso de aprendizaje.

No menos importante es la función de la educación de capacitar para el


trabajo; este concepto puede ser visto desde dos miradas, una en sentido
restringido de capacitar al sujeto para un oficio determinado, y otra más abarcativa
que contempla el desarrollo de distintas capacidades. El rol docente debe
orientarse a dar herramientas para posibilitar una preparación para la vida en
general, y la capacitación laboral debe ser vista como una preparación sobre las

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futuras relaciones laborales, personales, de actitud responsable y crítica ante


trabajo y búsqueda de la satisfacción de las necesidades futuras como individuo
(dimensión individual) e integrante de una sociedad (dimensión social).

El hombre es un sujeto que por su apertura influye colectivamente y a la vez


recibe influencia del medio donde se desenvuelve. Por lo tanto, todo aprendizaje
es un proceso de intercambio en el cual es fundamental una contextualización que
permita al docente conocer la realidad de sus estudiantes desde un enfoque global
y no puntual. Esto apunta al potenciamiento de las capacidades ya existentes y
que el docente puede potenciar o poner en movimiento para que se ejecuten
positivamente.

Es el concepto transversal de esta presentación, el fin de la educación y el


sujeto de la misma; este tiene que ver con lo ideológico, lo social, lo moral y con el
hombre inserto en la sociedad, este elemento ordena las finalidades y las
jerarquiza para que contribuyan al desarrollo integral de la persona. Por tal
desarrollo tenemos en cuenta todas las dimensiones del sujeto. Todo contenido
educativo no sólo es propuesto para su conocimiento sino para generar la libertad
de quien se educa. Aquí se hacen presentes los valores, como bienes capaces de
convenir a las exigencias de perfeccionamiento. Estos valores se jerarquizan lo
cual culmina en la personalidad moral del sujeto, en la cual se unifican todas las
dimensiones y capacidades del mismo.

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