i. El amor que acompaña al sacrificio es lo que satisface por los pecados propios o
ajenos. El ideal: La verdadera contrición y el horror de pecado tienen valor
reparador y expiatorio, no por la intensidad del sufrimiento (que siempre será
limitado), sino por el deseo infinito con que se padece, puesto que Dios es
infinito quiere infinito el dolor del alma por la ofensa cometida. La realidad:
En la vida se comete muchas veces el error de ofrecer los sufrimientos que se
soportan por las ofensas que hacen las criaturas a Dios, pero careciendo del
dolor del alma.
ii. La humildad y la caridad son las virtudes que hacen posible el valor expiatorio
del sufrimiento. El ideal: Para conocer y amar a Dios es indispensable conocer
la propia miseria; y una vez hundida el alma en el valle de la humildad
reconocer que Dios creó de nuevo el alma con amor inefable sacándola del
pecado a la vida de la gracia. El alma que se conoce a sí misma y conoce la
bondad de Dios, se enciende tanto en amor hacia a Dios que está en continua
pena porque reconoce su propia culpa y su ingratitud y la de los que no aman
a Dios. La realidad: En la vida no siempre hay deseo de hundirse en el valle
de la propia humildad y mientras eso no se haga no habrá auténtica caridad y
por ende no habrá valor expiatorio del sufrimiento.
ii) Todas las virtudes se reducen a la caridad, y no se puede ayudar al prójimo, sin
haber reconocido la bondad de Dios en la vida misma. El ideal: El que ha conocido
la bondad de Dios en su vida jamás deja de ser útil a todo el mundo y procura
atender las necesidades concretas de su prójimo. Lo socorre según de los dones
que ha recibido de Dios especialmente con sus consejos y con su testimonio de
vida santa. La realidad: Resulta difícil no solo reconocer la bondad de Dios en la
propia vida, sino también retribuirla desde la ayuda desinteresada al prójimo. Por
dicha dificultad, en la mayoría de situaciones la ayuda al prójimo no se da por un
amor surgido del reconocimiento de la bondad de Dios en la propia vida, sino por
otros sentimientos humanos (lastima, gusto, interés, reconocimiento, reparación,
etc) lo cual hace que dicha ayuda carezca de todo valor sobrenatural.
Conclusión: En la caridad de Dios concebimos las virtudes, y en la caridad del prójimo las
damos a luz. Si así lo hacemos seremos fieles discípulos del Señor.
21 de mayo de 2017
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APORTE DEL DIÁLOGO ENTRE DIOS Y SANTA
CATALINA DE SIENA PARA NUESTRA VIDA
ii) Dios ha dado al hombre muchas cosas, porque es rico y se las pueda dar. El ideal:
Si el hombre ve que Dios alimenta a todos los animales del mar, de la tierra y
del cielo; que envía sobre las plantas el sol y el rocío que empapa la tierra,
¿cómo puede creer que no le sustente a él, que es la criatura hecha a su imagen
y semejanza? La realidad: El hombre no lo ve, porque se ha privado de la luz
de Dios y por no verlo se escandaliza. Restringe y limita su caridad para con
su prójimo y piensa con avaricia en el día de mañana, cosa que la verdad de
Dios prohibió con aquellas palabras: No queráis pensar en el día de mañana;
bástale a cada día su afán (Mt. 6, 34)
ii) Dios es providente con los pecadores al atraerlos por medio del remordimiento,
el perdón o las oraciones de sus siervos. El ideal: A los que viven en pecado
mortal, Dios los despierta con remordimientos de conciencia y con la congoja
que experimentan en su corazón de múltiples modos. O también sobre
aquellos que han concebido amor al pecado mortal, hace que le falten el lugar
o el tiempo para realizar su propósito. La realidad: Cada pecador hundido en
su propia miseria, envuelto en tinieblas, va cantando y riendo, gastando su
tiempo en vanidades, delicias y obscenidades. Lascivos, bebedores y
comedores hasta hacer un Dios de su vientre; con odio, con rencor, con
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soberbia y con toda clase de maldades, sin conocer el estado en que se hallan,
van cantado por el camino que va derecho a la muerte eterna.
iii) Dios es providente a manos llenas con las almas de los justos. El ideal: El alma
del justo por amor a Dios se ha despojado de las riquezas materiales, ha
renunciado al mundo, a sus delicias y a su propia voluntad. Dios entonces le
provee, tanto en lo espiritual y en lo temporal, teniendo para con él una
particular providencia. La realidad: Es común que muchas de las almas de
los justos duden de la caridad permanente y eterna de Dios, prefiriendo
buscarse a sí mismos y preocupándose por las riquezas mundanas y de sus
propias personas.
i) Todo mal procede del desordenado deseo y afición a las riquezas. El ideal: Los
hombres que para poder andar el camino de Dios y entrar por la puerta estrecha,
se desprenden del peso de las riquezas. Algunos lo hacen espiritualmente y, de
hecho. Otros solo en espíritu, despojándose del afecto de la riqueza. La realidad:
Cuantos homicidios y crueldad para con el prójimo nacen de la ambición del
hombre. Cuanta ingratitud para con Dios, pues presumen de sus riquezas como si
lo hubieran adquirido por mérito propio y no de Dios. De esta forma, los hombres
que así piensan dejan de esperar en Dios y sólo esperan en sus riquezas.
ii) La ambición del hombre empobrece y mata al alma y hace al hombre cruel
consigo mismo. El ideal: En vez de la ambición, el amor del hombre debería estar
puesto en Dios que es el bien infinito que nunca se acaba. La realidad: El hombre
muy comúnmente pone su amor en la cosa finita. Esto lleva a que pierda el gusto
por la virtud de la pobreza; pierda el dominio de sí mismo y se haga esclavo de las
riquezas; pierda su capacidad de saciarse, porque ama las cosas que son menos
que él.
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APORTE DEL DIÁLOGO ENTRE DIOS Y SANTA
CATALINA DE SIENA PARA NUESTRA VIDA
ii) La persona que no logra conocerse a sí misma no logra conocer la bondad de Dios y
por ende no puede disponerse a hacer el bien. El ideal: Después de un ejercicio de
conocimiento de sí mismo, el ser humano descubre que entre el gran universo
creado es algo muy pequeño y entiende que todo logro alcanzado en su vida no es
por sus propios méritos, ni por sus capacidades reales, sino por la infinita bondad
que Dios obra dentro de él. Al conocer esta bondad divina no hay otro camino que
ofrecerla a los demás. La realidad: El ser humano se desconoce cada vez más y
por ello no puede valorar la bondad de Dios en su vida que se manifiesta a través
de los talentos concedidos. Esto lleva a desear ser como otros, resquebrajando así
el propio valor de persona e indisponiendo consecuentemente la voluntad para
hacer siempre el bien a los demás.
i) El pecado de Adán como río impetuoso cortaba el camino hacia Dios. La realidad:
Por el pecado y la desobediencia de Adán nadie podía llegar a la vida eterna.
Ningún ser humano daba gloria a Dios como debía, puesto que el pecado había
cerrado el cielo y la puerta de la misericordia divina. Esta culpa hizo germinar
muchas espinas, tribulaciones y contrariedades. El ser humano entró en rebelión
consigo mismo. Al rebelarse contra Dios se rebeló contra sí mismo. La carne se
rebeló inmediatamente contra el espíritu, perdiendo el estado de inocencia; y vino
a convertirse el hombre en un animal inmundo. Igualmente, se le rebelaron todas
las cosas creadas, las cuales le habrían permanecido obedientes si se hubiera
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conservado en el estado en que Dios lo puso en la Tierra. Y empezó a correr en
cuanto hubo pecado, un río impetuoso que le combate de continuo con sus olas,
acarreándole fatigas y pesares que provienen de parte de él mismo, de parte del
demonio y del mundo. Todos se ahogaban en este río, porque ninguno a pesar de
sus obras justas podía llegar a la vida eterna.
ii) Dios tiende con su hijo un puente, que une entré sí tierra y cielo. El ideal: Jesucristo
que viene del cielo a la tierra, ha rehecho el camino interrumpido, para que todo
ser humano llegue a la vida y atraviese la amargura del mundo. Partiendo de la
tierra solamente, no se podía hacer este puente con la dimensión suficiente para
pasar el río y dar la vida eterna, porque la naturaleza del hombre no era suficiente
para satisfacer la culpa y quitar el pecado de Adán. Convenía pues unirla con la
excelsitud de la naturaleza divina para que unidas ambas naturalezas se aceptara
el sacrificio de Jesucristo como ofrenda por todo el género humano, a fin de
destruir la muerte y dar la vida eterna. Gracias a este puente es posible que la
criatura humana de gloria a Dios y transite hacia la vida que nunca acaba.
3. Debo entender que no basta con que Jesucristo haya tendido el puente
pues es necesario que yo pase por él.
i) El puente de Jesucristo está construido sobre las virtudes. El ideal: Las piedras
sobre las cuales está construido el puente son las virtudes. Todas las virtudes son
edificadas en Él mismo, pues no existe virtud que sea probada en Él y que de Él
reciba su fundamento. Él ha edificado las virtudes y las ha puesto como piedras
vivas ajustadas con la cal de su propia sangre. Por ende, quienes deseen pasar por
este puente deben ser hombres y mujeres virtuosos. La realidad: La gran mayoría
de seres humanos van por debajo, por el río, camino hecho no con piedra, sino con
agua. Y como el agua no tiene consistencia nadie puede andar por ella que no se
ahogue. Como el agua son los placeres y los honores del mundo. Y, porque el afecto
no está puesto sobre la piedra, sino que con amor desordenado descansa en la
criatura y en las cosas creadas, amándolas y reteniéndolas fuera de Dios y ellas no
son más que agua que corre incesantemente hacia el término de la muerte.
ii) La Iglesia es la tienda de campaña que se erige sobre el puente. El ideal: La Santa
Iglesia Católica posee y administra el pan de la vida y da a beber la Sangre de
Jesucristo para que las criaturas caminantes y peregrinos que transitan por el
puente, cansados del camino no sucumban. La realidad: Muchos que han
emprendido el tránsito hacia la vida por el puente de Jesucristo, prefieren
continuar antes que detenerse a alimentarse en la tienda de la Iglesia y por ende
perecen más adelante en el intento de llegar a la otra orilla del puente.
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PRIMER RETIRO PERSONAL CHANGE: ME
CONOZCO, ME ACEPTO Y ME AMO.
1. Horario