El drenaje ácido es un fenómeno que se origina cuando minerales que contienen sulfuros
metálicos entran en contacto con el oxígeno, agua y bacterias. Ante nuevos desafíos,
producto de expansiones de faenas mineras, también surgen nuevas soluciones para su
manejo.
Es un proceso latente y silencioso. Puede ser prevenido y controlado, sin embargo, frente
a un descuido provoca grandes impactos en el entorno y sus secuelas pueden perdurar
durante décadas.
Las aguas ácidas son generadas debido a un fenómeno denominado “drenaje ácido”, el
que a su vez es originado cuando minerales que contienen sulfuros metálicos, entran en
contacto con el oxígeno, agua y bacterias, como la thiobacillus ferrooxidans. Sus
principales fuentes de generación por intervención humana son los botaderos y depósitos
de relaves en fase de cierre, cuando el drenaje escurre hacia aguas superficiales o
desciende al nivel freático.
Entre los principales impactos que puede generar el drenaje ácido se encuentran el daño
a los sistemas acuáticos; inhibir el crecimiento de las comunidades vegetales; afectar la
calidad de las aguas superficiales y subterráneas y acuíferos poco profundos, hecho que
perjudica a las comunidades locales ya que les impediría utilizar estos recursos hídricos
para su consumo personal o riego.
Sin embargo, cuando dicha estructura finaliza sus operaciones, el recurso hídrico que
está presente comienza a evaporarse, y con esto hace ingreso del oxígeno produciendo el
drenaje ácido debido a la oxidación del material. “Cuando finaliza la vida útil de un
depósito de relaves, baja el nivel freático y se forma una zona no saturada donde el 21%
de oxígeno, en combinación con la presencia de agua, puede iniciar la oxidación de los
sulfuros”, detalla Bernhard Dold.
En el caso de los botaderos, el proceso de formación del drenaje ácido es mucho más
rápido, en comparación con los depósitos de relaves. Carmen Gloria Dueñas, jefe del
área de Análisis Ambiental de Fundación Chile, explica que estas estructuras presentan
diversos conductos y su granulometría es mucho más gruesa, por lo cual el oxígeno tiene
más fácil acceso a los sulfuros, y con ello la velocidad del proceso cinético de oxidación
es más veloz.
Los botaderos se caracterizan por presentar una composición mineralógica heterogénea,
a diferencia de los depósitos que son más homogéneos debido a los procesos de
chancado, molienda y flotación.
“La relación entre el PA y PN, junto con la accesibilidad de los sulfuros a la oxidación,
decide si se va a desarrollar un ambiente geoquímico ácido o neutro, y con ello la
movilidad de los elementos liberados”, precisa el docente y agrega que será el clima el
que determinará la dirección de escurrimiento de los compuestos. Por ejemplo, en un
clima húmedo, los minerales se desplazarán hacia abajo- ambiente reductor- y en el caso
de un clima más árido hacia la superficie- ambiente más oxidante-.
Carmen Gloria Dueñas afirma que “cuando efectuamos este estudio nos dimos cuenta de
que la mayoría de los test de predicción del drenaje ácido se encontraban basados en las
realidades de Estados Unidos y Canadá, países que poseen un clima más lluvioso, a
diferencia de Chile”. Y agrega que “nuestra climatología es muy diversa a lo largo del
territorio, y gran parte de las faenas mineras se encuentran ubicadas en la zona norte”.
Junto con utilizar las pruebas estándares de laboratorio, la gerencia de Agua y Medio
Ambiente comenzó a desarrollar una tecnología que permitiera la aplicación de test
geoquímicos in situ para evaluar el comportamiento de los residuos y validar las medidas
de prevención y control, hecho que constituye un desafío de escala para los especialistas
de Fundación Chile.
“De acuerdo con nuestros análisis, la operación de una faena funciona sin un input
ambiental lo cual significa que si logramos caracterizar correctamente los residuos
mineros, las unidades geoquímicas presentes en un yacimiento se podrán manejar y
optimizar en forma correcta”, cuenta Dueñas.
Los Geotest son una prueba geoquímica que se practica en terreno. Esta metodología,
que fue diseñada para tener una duración de 20 años, permite predecir y monitorear a
través del tiempo la química del lixiviado.
La tecnología Geotest está compuesta por dos celdas, una de ellas está expuesta a
precipitación forzada, y la otra a precipitación natural, con la finalidad de que la primera
cubeta acelere el proceso de oxidación. De esta manera se logra obtener información
anticipada.
Las cubetas son estructuras, cuya parte exterior está formada por acero inoxidable, y en
el interior por madera terciada. También, las celdas disponen de una membrana
impermeable de polietileno de alta densidad (HDPE por sus siglas en inglés) la cual se
encuentra protegida por una malla, para evitar filtraciones.
En este caso se utiliza una estación meteorológica Vaisala (modelo WXT 520) que mide
parámetros climáticos a través de un sensor denominado Windcap, el cual utiliza
ultrasonidos para determinar la dirección y velocidad horizontal del viento. En el caso de
la presión barométrica, temperatura y humedad del aire, las mediciones se efectúan con
un módulo PTU (presión transmembronar uniforme). La precipitación es registrada con un
sensor (Raincap), cuya función es detectar el impacto individual de las gotas de lluvia.
Dentro del cálculo del balance hídrico de las pruebas se deben considerar las variaciones
del almacenamiento en el material, y los cambios en la humedad del suelo. Propiedades
que tienen directa relación con la tensión de succión del material.
Para medir dicha tensión se utilizan sensores de succión que entregan una medida
indirecta de la fuerza de este proceso y, a través de ella el cambio en la humedad del
material.
Para la medición del caudal de salida de las pruebas geoquímicas in situ, se utiliza un
sistema Tipping Bucket Flow Gauge. Este contiene una pequeña cubeta en el interior, la
cual se encuentra calibrada. Los antecedentes que se obtienen son registrados en un
datalogger o dispositivo cuyas mediciones son registradas en su memoria.
La compañía sostiene que bajo este contexto nace el proyecto “Despacho de Drenajes”,
que se hace cargo de todas las aguas de contacto de la parte alta de la cuenca, y en la
que, mediante un sifón, se envía a Los Bronces para su tratamiento. Este sistema
contempla la captura de aguas de contacto mediante sifones, y son conducidas a la planta
de nuestros vecinos de Los Bronces, donde les extraen el cobre contenido y las
aprovechan en sus procesos de flotación, devolviéndonos agua limpia para recircularla al
cauce del río.
La división Andina destaca que este proyecto tiene una doble virtud. La primera es que
dicha iniciativa permite el retiro de aguas de contacto, que son devueltas limpias río abajo;
y en segundo lugar, la minera dejó de utilizar aguas limpias para el proceso producto de
esta recirculación.
Las aguas que no logren ser capturadas, serán tratadas en una planta que está
proyectando la División Andina para una construcción en el mediano plazo y que al
interior de su organización se conoce como el proyecto TADA.
El TADA tiene como objetivo abatir sulfatos y metales contenidos en las aguas de
contacto, a través de la adición de cal de manera de reutilizarla en los procesos. En la
actualidad, ya se contempla una segunda etapa de este proyecto. Una vez que se
aumente su producción a 244.000 tpd, permitirá capturar bastante más agua como forma
de prevención ante el depósito de lastre norte que contempla el proceso de expansión.
Tranques de relaves
La División Andina cuenta con dos tranques anteriores al actual, y que prestaron servicios
en determinados momentos de nuestra historia, los cuales se encuentran emplazados en
la cordillera.
El segundo, Los Leones, está con su capacidad nominal agotada, aunque considera una
capacidad ante emergencias, y también mantiene trabajos de gestión para su cuidado.
El actual tranque que maneja la División Andina es Ovejería, ubicado en la localidad de
Huechún, y que recibe el relave a través de una canaleta de más de 80 km de longitud, y
que probablemente será el que acompañe por casi toda la vida a la explotación del
yacimiento.
Para la minera, un gran problema generalizado que existe en los tranques de relaves es la
potencialidad de acumulación de agua, situación que el Proyecto de Expansión Andina
244 ha considerado en su proyección, en conjunto con el incentivo al uso eficiente de los
recursos.
Para ello, está planteado un sistema de recirculación del agua, de manera de bombearla
hacia la nueva planta concentradora, permitiendo con ello abarcar el 65% de la necesidad
del recurso hídrico del proceso.
Lo que busca esta metodología es que el plan minero no sólo incluya el transporte del
estéril hacia el botadero, sino también el tratamiento preventivo del drenaje ácido.
Jordi Guimerà advierte que en caso de que la composición de los minerales no permitan
su neutralización “debemos pensar en establecer un sistema artificial de drenajes, el cual
contenga los alimentos neutralizantes, es decir que posea rocas con la capacidad de
añadir ciertos componentes con carbonatos cálcicos que permitan compensar las acidez
del agua que va a salir del botadero”.
Una de las principales dificultades que puede enfrentar este programa de prevención está
relacionada con la disponibilidad del material neutralizante (como caliza) en el entorno
para neutralizar el drenaje ácido. “Si en el entorno no existen las llamadas rocas
calcáreas, el costo de transportarlas resulta muy alto, por lo cual se debe pensar en otro
tipo de soluciones que están vinculadas con la canalización de los drenajes ácidos y un
tratamiento en planta”, sostiene Guimerà.