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Montserrat Sobral Dorado

Historia de la Filosofía en el Siglo XX


24 de abril de 2018

Tema 3
Pensar Auschwitz
Christian Delacampagne propone en Historia de la Filosofía en el siglo XX una
relectura crítica de las obras de este interesante período en el que se produce una
ruptura cuyas consecuencias todavía se manifiestan en la actualidad. El primer capítulo
arranca estrictamente a finales del siglo XIX, cuando una poderosa Europa se hace
permeable a la cultura moderna y las crisis que la acompañan, absorbiendo los
nutrientes efectos cambio. Los dos críticos más importantes de este nuevo período
antikantiano son Frege y Husserl. De sus reflexiones en torno a la razón derivarán gran
parte de la filosofía de las siguientes décadas.
La Primera Guerra Mundial constituye el primer golpe de muchos que recibirá
Europa y que no dejará intacto su pensamiento. Las filosofías del final (de Europa, de la
opresión, de la metafísica, del final mismo), nombradas de esta forma por
Delacampagne en el segundo capítulo, recoge un conjunto de pensadores que,
salvando ciertas excepciones que mantienen el racionalismo de la Ilustración,
cuestionan la razón y la metafísica. Surgen pensadores com Rosenzweig, Heidegger
que ponen la existencia del sujeto en primer término. Otros, como Lenin, Trotsky,
Stalin, Lukács, Bloch… revisan el marxismo localizándolo bajo el denominador común
de diferentes tendencias del movimiento obrero. El Círculo de Viena, bajo el
neopositivismo, cederá a las nuevas ciencias el relevo de la metafísica.
El tercer tema, Pensar Auschwitz, está planteado en torno a los acontecimientos y
pensamiento que acompañaron este exterminio que, por otro lado, fue un hito más de
los muchos que revolverían el pensamiento contemporáneo. Las elecciones
democráticas alemanas de julio de 1932 llevan al NSDAP al poder poniendo fin a la
joven República de Weimar. Si bien el antisemitismo (plenamente efectivo desde 1933)
toma por sorpresa a muchos intelectuales, hay un buen número de pensadores judíos
que emprenden Los caminos del exilio: Weil, Buber, Cassirer, Horkheimer, Adorno,
Benjamin, Bloch…
Martin Heidegger no sólo permanece en Alemania sino que , en 1933, se
convierte al NSDAP. Delacampagne plantea en este punto una cuestión clave al
analizar este compromiso político. Y es que, si bien un buen número de pensadores
franceses (y no franceses ,como Gadamer) consideran que la filosofía de Heidegger no

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estaba ligada a su opción política, Delacampagne sostiene que este vínculo es
afirmativo.
La idea sobre la que se funda el pensamiento heideggeriano es la diferencia
ontológica sobre lo que separa Ser y ente. Simplificando la observación al respecto de
la Delacampagne, podemos decir que el dominio de los entes no es otro que el
mundo en el que vivimos. El hombre es un ente (Dios es el ente supremo). El Ser, en
cambio, es inaprensible al logos (que ha sido supremacía absoluta desde Platón hasta
Nietzsche) y que, acorde a Heidegger, constituye el error fundamental de la tradición
occidental. Esto conlleva el rechazo a los tres grandes herederos del logocentrismo: el
liberalismo, el marxismo y el humanismo; así como a los tres pilares de la razón: la
ciencia, la técnica y el progreso.
Martin Heidegger propone una tercera vía que, según Delacampagne, se incluye
en la “revolución conservadora”. Plantea el “retorno a la Patria del Ser”, abandonando
la vida inauténtica que representa la ciencia, la técnica y el progreso. La Patria del Ser
es la Alemania nostálgicamente perdida y que posiblemente no existe, puesto que es
del Ser, no de los entes. Según Delacampagne, esta patria tiene entonces un
contenido político, además de filosófico.
El pensamiento heideggeriano critica también la ética y el humanismo. La primera
la identifica con un conjunto de valores jerarquizados acorde a un discurso racional. El
segundo es denunciado en su “Carta sobre el Humanismo”. Delacampagne opina que,
al deshacerse de la carga de los valores en sus decisiones éticas de los ideales
democráticos (fruto del racionalismo ilustrado), es aceptable preparar el advenimiento
de un sistema totalitario.
A partir de los años 50, cuando queda al descubierto el horror nazi, Heidegger se
distancia del nazismo intelectualmente, pero no explícitamente. Si bien en este punto
el nazismo hace una lectura nietzscheana basada en la exaltación de la raza y la fuerza
bruta, Heidegger opina que la filosofía de Nietzsche es un inversión del platonismo,
por lo que se atrapa en el mismo racionalismo. Según Delacampagne, este es el único
distanciamiento que hace del nacionalsocialismo.
Por un lado, respecto a la salvación de la filosofía francesa de la figura de
Heidegger, Delacampagne considera que lo en como un posible salvador al rechazar a
Sartre y Marx, debido a las consecuencias del estalinismo en los años 50. Recuperan la
lectura esteticista de su pensamiento, olvidando -peligrosamente- las implicaciones
políticas del proyecto heideggeriano. Por otro lado, después del holocausto se llevarán
a cabo las primeras investigaciones tras unos años de silencio a falta de palabras para
describir lo sucedido, o bien porque occidente no estaba preparado para escuchar. Las

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primeras aportaciones que buscan causas al horror acontecido serán las de Karl
Jaspers, Hannah Arendt y Leo Strauss.
Karl Jaspers expondrá en “La cuestión de la culpabilidad” cuatro sentidos del
concepto de culpabilidad: criminal (de los individuos que cometieron el crimen),
política (de los que eligieron el gobierno de Hitler), moral (los testimonios que
pudieron hacerse cargo de la situación) y metafísica (universal, de responsabilidad de
cada uno de nosotros para con los otros). Hannah Arendt analiza las causas del
nazismo desde un punto de vista sociológico y antropológico (“La condición humana”,
“La vida del espíritu”). Para ella, las razones del antisemitismo son un efecto de
decadencia del Estado-nación, a comienzos del siglo XX, así como la pérdida de
identidad judía desde 1800. Estas posturas son vistas por Delacampagne como
insuficientes desde el rigor filosófico puesto que quedan atrapados en el idealismo
moral (Jaspers) y en el análisis científico de las estructuras políticas.
Desde otra perspectiva, Leo Strauss reconoce a Heidegger el mérito de darse
cuenta del progresismo ingenuo en el que se basaba la filosofía kantiana y del que
proceden tanto el comunismo soviético como el liberalismo americano. No obstante,
esto no implica aceptar la tercera vía heideggeriana que, según Strauss, es una forma
de nihilismo antirracionalista. Su propuesta es reconstruir la razón en el marco de un
Estado-nación y ponerla al servicio de la democracia. Propone una meditación de los
grandes pensadores políticos (Maquiavelo, Hobbes, Locke, Montesquieu, Kant..) y una
recuperación de los clásicos (Platón y Aristóteles), evitando caer en el historicismo y
contextualismo habitual en la filosofía política. Delacampagne critica el sistema elitista
y conservador que Strauss propone reconociendo su preocupación por la tiranía en
todas sus formas. Para él, tan sólo con la Teoría crítica (Horkheimer, Adorno) se logrará
el objetivo de dar con el cuándo y por qué del fallo en la razón occidental.
Para la Teoría crítica la razón ha de ser el instrumento de una crítica al “orden
establecido”, distanciándose tanto de la concepción positivista de razón como de la
de Heidegger. Es fundamental para ellos la diferencia entre razón y mito, así como
llegar a por que la razón sea mitificado. Su respuesta sólo es posible atendiendo a las
relaciones dialécticas que siempre han existido entre mito y razón, y que la razón, para
superar al mito (grandes logros del pensamiento occidental), ha tenido que mitificarse.
La tarea a realizar es desmitificar la razón. Delacampagne apunta también que en el
estado moderno la razón ha llegado al punto de la colonización en la vida cotidiana de
una administración totalitaria y anónima (reificación).
Para Horkheimer y Adorno la respuesta al antisemitismo es de carácter
psicológico. Se basa en el odio hacia el pueblo judío, puesto que es una religión que

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ofrece resistencia metafísica a una civilización basada en el progreso. No podemos
aceptar una reconciliación mientras exista sufrimiento en el mundo. Para estos
pensadores, arte y filosofía son un “medio de vigilancia política contra los extravíos de
la razón”. Para ello es necesario que dejen su juego narcisista y se conviertan en
testimonio del dolor infligido al hombre por el hombre.
En el capítulo cuarto de La Historia de la Filosofía en el Siglo XX, Delacampagne
se sitúa en el contexto de la guerra fría que sucede a la Segunda Guerra Mundial.
HItler es sustituido en las acusaciones liberales por el comunismo. Destaco el
planteamiento de un antiguo comunista, Karl Popper, que se convertirá en uno de los
principales pensadores de este período que acabará confiando en el Estado liberal. Su
teoría política diferenciará dos regímenes son de dos tipos, buenos (democráticos) o
malos (totalitarios). También a Jean Paul Sartre, filósofo de la libertad y cabeza del
movimiento existencialista y a Marcuse, quien pone en juego la necesidad de una
tercera vía, alternativa al socialismo y al capitalismo. De modo diferente, Althusser
propondrá un retorno al Capital de Marx.
El recorrido de Christian Delacampagne por la filosofía contemporánea finaliza
poniendo a “La razón en tela de juicio” enfrentando hermenéutica filosófica (Gadamer,
Ricoeur) y estructuralismo científico (Jakobson, Koyré, Lévi-Strauss, Saussure, Lacan).
Sin faltar en su análisis a filósofos de gran influencia a nivel personal (Foucault, Derrida,
Habermas…) que nos ofrecen una mirada que continúa siendo actual.
Como bien apunta el autor en el epílogo (edición 2011), realizar un balance de un
siglo de filosofía es una tarea peligrosa. Personalmente, teniendo en cuenta que realice
esta lectura sobre una mínima base filosófica, me ha aportado una visión más amplia
de la misma y, coincidiendo con Delacampagne, la constatación de que es el único
espacio de argumentación racional en cuyo espacio nuestras sociedades pueden
construir su futuro.

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