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6/5/2019 André Marie Ampère (1775-1836)

01/04/2018 BY ASC FORMACIÓN

André Marie Ampère


(1775-1836)
Nacido en el pueblo de Polemieux, cerca de Lyon, en la región del  Rhone, el  22 de enero de 1775,
fue un gran matemático y físico.

Hacia  1760 un antiguo comerciante de  Lyon, Jaen-Jacques Ampere, se retira a la pequeña villa de
Polemieux junto con su esposa, Antoinette Sarcey de Sutlferes. Allí nace André Marie. La vida de la
familia es tranquila, gracias a los ahorros del comerciante, y su única preocupación es la falta de
recursos en el pueblo para la instrucción del pequeño.

El niño pronto demostró que podría ser otro Pascal. Su organización intelectual era extraordinaria. No
sabía leer ni escribir y ya realizaba operaciones aritméticas ayudándose de una colección de
guijarros; utilizaba los trozos de una pasta que le daban para comer, con el mismo fin.

Una vez que aprende a leer devora todos los libros de la pequeña biblioteca paterna. El padre había
empezado a iniciarlo en el estudio del latín, pero al comprobar las aptitudes para el cálculo, la
geometría y el álgebra lo dirige y orienta hacia el conocimiento de las  matemáticas.  Pronto sus
conocimientos de las matemáticas elementales son superiores a los que en el pueblo pueden
enseñarle y pide a su padre que lo lleve a la biblioteca del colegio de Lyon, dirigido entonces por un
reputado geómetra, el abad Daburon.

A la edad de sólo  once años,  Ampère  pide al abad las obras sobre  cálculo integral,  escritas
por Euler y Bernouille. Al estar escritas en latín, y no conocer este idioma, reemprende con su padre
el estudio del mismo. Poco tiempo después vuelve a solicitar las obras de Euler y Bernouille, ahora
con el suficiente bagaje para enfrentarse a ellas. El abad Daburon, maravillado por este interés y
capacidad para asimilar y aprender, le da unas clases de análisis matemático que sigue con
extraordinario aprovechamiento. Al mismo tiempo un amigo del profesor lo inicia en las ciencias
naturales y más concretamente en la botánica y en la zoología.

A continuación se pone a estudiar la  Gran Enciclopedia de Diderot y d’Alambert, compendio de


todos los conocimientos humanísticos y científicos de aquella época. A los catorce años se suscribe a

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ella y, aparte de aumentar considerablemente su biblioteca, se convierte en un gran enciclopedista.

Es un autodidacta, y todos los conocimientos los adquiere sin haber asistido a la escuela primaria ni
a un liceo.

A sus  dieciocho años ya ha estudiado y comprendido, en todos sus detalles, la  Mecánica Analítica
de Lagrange. Se ha escrito que a esta edad,  Ampère  ya poseía todos los conocimientos
matemáticos de los que hizo uso en su labor científica. En 1793 se termina la plácida vida de estudio
del joven  Ampère.  Llega a  Lyon  el período conocido como del  Terror,  de la  Revolución
Francesa.  Su padre, que había ejercido como juez  de paz durante la época anterior, período de
la Convención, es detenido y en la inmensa masacre que tiene lugar, por parte de los más fanáticos
y radicales revolucionarios, es guillotinado en la Plaza de Vellecour.

Este incidente, que marcó su vida, le produjo una terrible conmoción seguida de una profunda
depresión, que le llevó a la pérdida de la razón. Permanecerá más de un año en un estado muy
próximo a la locura, sin tener la mínima conciencia de lo que pasa a su alrededor. Un amigo consigue
que se entretenga leyendo la obra de Jean-Jacques Rousseau, “Cartas sobre la botánica”, que tuvo
la virtud de hacerle salir de su estado de indiferencia y estupor y darle ánimos para seguir viviendo e
interesarse por la ciencia de nuevo, sobre todo por las plantas.

Se enamora profundamente de una joven de un pueblo vecino,  Julie Carron,  con la que se casa.
Esta le da un hijo y al poco tiempo, concretamente en 1804, muere su mujer, por lo que vuelve a caer
en una depresión grave de la que saldrá, como en la anterior.

A pesar de estos problemas y reveses que le da la vida, continúa ejerciendo de profesor de física y
química en Bourg, trabajo que había aceptado para poder casarse y mantener a su familia.
En 1809 obtiene, en París, una cátedra de matemáticas.

En el año  1820  se dieron a conocer los resultados de las experiencias del  danés Oesterd,  que
concluían que, al circular corriente eléctrica por un conductor, éste era capaz de desviar una aguja
imantada. Esto ocasionó gran expectación en los ambientes científicos, por la posible  relación
existente entre el magnetismo y la electricidad, siendo los físicos franceses los que desarrollaron
una mayor actividad.

A la cabeza de este movimiento estuvieron, desde un principio,  Ampère y F.Arago.A la semana de


tener conocimiento del fenómeno,  Ampère  ya había desarrollado un importante estudio cualitativo,
enunciando una ley que sistematizaba el hecho experimental y que se conoce como  regla de “la
mano derecha “ o “del sacacorcho”.  Este fue el punto de partida de lo que más tarde el
inglés Michael Faraday generalizaría como “líneas de fuerza”.

Para poder explicar la regla de  “la mano derecha”, era necesario determinar el sentido de las
corrientes en los conductores, cosa harto improbable con la sola observación de éstos. A partir del

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hilo por el que circulaba la intensidad no se deducía nada. Ampère adoptó el sistema, aceptado en la
época y establecido por Benjamin Franklin en el siglo XVIII, de que la corriente iba del polo positivo
al negativo. Esto se suponía así pues se consideraba que el positivo poseía un exceso de fluido
eléctrico y el negativo una carencia del mismo, por lo que el que tiene más tiende a compensar la
falta del que tiene menos, hasta que se igualan las cantidades de fluido eléctrico, equilibrándose.

Hoy se sabe que el sentido es el contrario, que la corriente eléctrica es un flujo de electrones que van
del negativo al positivo.  Franklin  se equivocó, y  Ampèremantuvo el error, pero las teorías de este
último y de sus predecesores son absolutamente válidas siempre que mantengan constante el
sentido utilizado por ellos. La acción magnética de las corrientes se estudiaba en los primeros años
del pasado siglo, usando imanes y limaduras de hierro.  Ampère  pronto demostró que no eran
necesarios para observar y estudiar estas atracciones y repulsiones.

Sobre un artilugio de su invención, muy original, montó dos hilos conductores, paralelos, uno fijo y el
otro móvil, pudiéndose este último acercar o alejar del primero. Haciendo circular corrientes en el
mismo sentido, ambos conductores se atraían. Si por el contrario una de las corrientes invertía su
sentido, respecto a la otra, los conductores pasaban ahora a repelerse.

Si a uno de los hilos conductores se le permitía girar ahora libremente sobre un eje perpendicular a él
y al otro hilo, pero éste fijo, al pasar por ellos corrientes de sentidos opuestos al hilo móvil describía
un movimiento semicircular hasta que se situaba paralelo al fijo, de forma que las corrientes
circulasen ahora en el mismo sentido.

Estudió también el comportamiento de las corrientes eléctricas, al circular por conductores de forma
circular y junto con  Arago enunció que, al circular una corriente por un hilo arrollado a la manera de
un muelle, su comportamiento es semejante a un imán.  Ampère  llamó a este hilo
espiral  “solenoide”.  Este descubrimiento sirvió al inglés  William Sturgeon  para construir el
primer  electroimán,  tan importante para el total desarrollo de las máquinas eléctricas, y al
americano Joseph Henry a desarrollar toda la teoría de la autoinducción.

Ampère, gran matemático, no se detuvo sólo en experiencias cualitativas y pensó que si una aguja
era desviada por una corriente o dos corrientes se interaccionaban, era posible medir estas fuerzas
(de atracción o repulsión), así como las corrientes que las originaban.

Calculó la corriente que circula por un conductor, midiendo sobre un limbo graduado la desviación
producida a una aguja imantada, con lo que encontró la relación existente entre la corriente (causa) y
la desviación (efecto).

Ampère  fue el primero en aplicar las matemáticas avanzadas en los estudios del magnetismo y la
electricidad, deduciendo la importante expresión analítica, conocida como “ley de Ampère”. Esta ley,
presentada a la Academia de Ciencias de París, puede enunciarse así:

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Dos hilos paralelos recorridos por una corriente eléctrica se atraen cuando la
electricidad los recorre en el mismo sentido y se repelen, por el contrario, si las
corrientes eléctricas se mueven en sentidos opuestos”.

En muchos aspectos fue un adelantado a sus coetáneos. Por ejemplo, en  1823,expuso la teoría de
que las propiedades magnéticas de los cuerpos se deben a la circulación continua y permanente de
pequeñas corrientes en su seno. Sus contemporáneos se mostraron muy escépticos ante estas
opiniones, pero tres cuartos de siglo después se descubrió la existencia de pequeñas partículas
cargadas, que se mueven continuamente en el seno de la materia.

En la actualidad la ciencia le rinde honores al darle a la unidad de intensidad eléctrica, cantidad de


corriente que atraviesa un conductor en la unidad de tiempo, su nombre, en el Sistema Internacional
(SI) de Unidades.

El físico francés presumía que la Tierra se comportaba como un imán, sobre las corrientes eléctricas.
Sus experiencias le dan la razón de este aspecto. Durante varias semanas científicos de su país y
extranjeros se reunieron en su laboratorio de la calle Fossés- Saint-Victor para observar cómo un hilo
conductor, unido por sus extremos a los polos de una pila, se orienta bajo la acción, tan sólo, del
globo terrestre.

Tampoco fue ajeno al descubrimiento de  Arago,  sobre la imantación del acero y del hierro. Este
fenómeno le inspira un telégrafo eléctrico, que aunque no llegó a construir, dejó perfectamente
descrito en la publicación: “Anales de física y química” (20 de octubre de 1820).

La última obra de Ampère fue  “Clasificación de las especies”. Apenas acabada parte, en  mayo de
1836, para una gira como inspector general de la Universidad. Su estado de salud ya preocupa a sus
familiares y amigos, pero piensan que le benigno clima mediterráneo del sur francés le beneficiará.
Estas esperanzas son cruelmente infundadas. Llega moribundo a  Marsella a causa de una antigua
afección pulmonar, que se complica con una congestión cerebral que acaba quitándole la vida el  10
de junio, cuando contaba 61 años de edad.

Es el creador de la ciencia de la  electrodinámica. Ampère  representa uno de los ejemplos más
importantes de la universidad del saber. A sus 18 años conocía a fondo la  Gran Enciclopedia de
Diderot, a lo largo de su vida se interesa por la zoología y la botánica, así como otras ramas de la
ciencia de la naturaleza; crea las bases del telégrafo eléctrico y profundiza en el terreno
del  electromagnetismo  en su última obra. Cuando se interesaba por un tema no lo hacía
superficialmente, sino que se dedicaba a fondo.

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6/5/2019 André Marie Ampère (1775-1836)
Humanamente fue tan grande como en el campo científico. A los 18 años había inventado un idioma
universal para hermanar a toda la humanidad, a los 50 compone una obra de moral y filosofía
estudiando las causas que se oponen a la felicidad del hombre.

A pesar de los inmensos sufrimientos que marcaron su juventud, fue un hombre solidario con sus
semejantes, modesto y sencillo con sus colegas, desinteresado y querido por todos.

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