S a m u el B e c k e tt
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Hacia un cine-pensamiento
La primacía de lo visual
El encargo de rodar una película que Samuel Beckett recibió en febrero
de 1963 por parte de su editor norteamericano supuso para él no solo la
posibilidad de adentrarse por primera vez en la práctica cinematográfi-
ca, sino también la de llevar a cabo un proyecto que había ideado trein-
ta años antes. A comienzos de la década de 1930, Beckett, que desde niño
había asistido a las salas del cinematógrafo de Dublín donde se exhibían
películas mudas, pensó seriamente en dedicarse al cine1. Su fascinación
por los primeros cortometrajes cómicos de Buster Keaton y Charles
Chaplin se amplió al ámbito teórico cuando en 1933 pudo leer en inglés
dos de los primeros libros escritos sobre cine, Film Technique del cineas-
ta Vsevolod Pudovkin, y Film as Art del psicólogo del arte Rudolf Arn-
heim. El interés por la estética cinematográfica que despertaron en él
ambas lecturas llevó a Beckett a escribir a Pudovkin y, más adelante, a
Sergéi M. Eisenstein, con el fin de convertirse en su ayudante y trasla-
darse a Rusia para estudiar en el célebre Instituto Estatal de Cinemato-
grafía de Moscú.
Al igual que otros intelectuales y artistas que se acercaron al cine
desde la teoría durante aquella década, Beckett creía que el verdadero
potencial del medio cinematográfico se hallaba en la primacía que este
otorgaba a los procesos visuales. Frente a la película como mercancía
ideologizante producida en serie para su venta (movie), defendía la pelí-
cula como obra de arte construida enteramente a partir de medios y téc-
nicas exclusivamente visuales (film). En este sentido, Beckett creía que
la llegada del cine sonoro, que se estaba imponiendo a ritmo vertigino-
so durante aquellos años, reducía las posibilidades estéticas del medio,
porque lo vinculaba de nuevo a la palabra y al lenguaje escrito. En una
carta de febrero de 1936 dirigida a Tom MacGreevy, señalaba a este res-
pecto: “El cine mudo bidimensional se puede ahogar en agua estancada si
se le hunde antes de haber superado sus principios básicos. Habrá enton-
ces dos cosas separadas y, sin lugar a dudas, una lucha entre ambas”2.
Este entendimiento del cine como medio construido fundamental-
mente a partir de la colisión o suma de imágenes, independiente del len-
guaje escrito, capaz de expresar ideas más o menos abstractas a través de
sus propios recursos técnicos, estuvo presente en la creación de Film, el
mediometraje que Beckett codirigió con Alan Schneider en Nueva York
en verano de 19643. El vínculo de la película con el “cine mudo bidi-
1. Véanse los distintos pasajes dedicados al interés de Samuel Beckett por el cine en la
biografía de James Knowlson, Damned to Fame: The Life of Samuel Beckett, Simon &
Schuster, Nueva York, 1996.
2. Carta de Samuel Beckett a Tom MacGreevy fechada el 6 de febrero de 1936, citada en
James Knowlson, opus cit., 213.
3. Para mayor información sobre el rodaje de Film y el proyecto del Evergreen Theatre
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del que formó parte, véanse Alan Schneider, “On Directing Film”, en Samuel Beckett,
Film. Complete Scenario, Illustrations, Production Shots, Grove Press, Nueva York, 1969,
63-94; Barney Rosset, “Lost & Found: On Samuel Beckett’s Film”, en [www.samuel-
beckett.net/lostnfound2.html]; y Paul Cullum, “Samuel Beckett is Ready for His Close-
Up”, en The New York Times, 4 de diciembre de 2005.
4. Alan Schneider, carta a Samuel Beckett fechada el 21 de enero de 1965, en Maurice
Harmon (ed.), No Author Better Served. The Correspondence of Samuel Beckett and Alan
Schneider, Harvard University Press, Cambridge, 1998, 183. Las cartas relacionadas con la
producción y el montaje de Film se reproducen más adelante en este catálogo.
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5. Todas las referencias al guión de Film se hacen a partir del libro No Author Better
Served (167-176), porque, a diferencia de otras ediciones, esta incluye, además del guión
íntegro y las notas, la reproducción facsímile de los pequeños dibujos y esquemas
originales del autor.
6. Que el principio de Berkeley es solo un elemento más con el que trabaja la película lo
indica el propio Beckett cuando, poco después de incluir la frase del esse est percipi,
señala: “Lo dicho no supone valoración de verdad y debe entenderse como una
conveniencia meramente estructural y dramática” (opus cit., 167). Para mayor
información sobre cómo reformula Beckett la tesis de Berkeley, véase Sylvie Debevec
Henning, “Film: A Dialogue between Beckett and Berkeley”, en Journal of Beckett
Studies 7, primavera de 1982, 89-100.
7. Samuel Beckett, en No Author Better Served, 167.
8. Samuel Beckett, opus cit., 167.
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Film, 1964.
9. Samuel Beckett, opus cit., 167. Para una descripción de la angulación de la cámara con
relación a O y sus recorridos, véanse las páginas que le dedica Gilles Deleuze a Film al
final del cuarto capítulo de L’image-mouvement, Les Éditions de Minuit, París, 1983, y en
“Le plus grand film irlandais”, en Revue d’Esthétique, número especial dedicado a
Beckett, 1986, 381-382.
10. Samuel Beckett, Poèmes suivi de mirlitonnades, Les Éditions de Minuit, París, 1978, 12.
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Film, 1964.
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siempre por E, que en lugar de rodarse en un solo plano se dividió finalmente en cuatro),
o la falta de continuidad espacial entre la percepción de O y la visión que E tiene de él
(como en la secuencia de los animales, donde la distancia entre O y el perro y el gato, tal
y como la ve E, es mucho mayor que la que luego se muestra en la percepción de O, que
los ve, pese a estar a varios metros de distancia, en primerísimos primeros planos). El
gazapo más notable se encuentra, no obstante, en el plano en que el personaje de Keaton
se toma el pulso por primera vez: cuando lo vemos desde E, O lleva una cartera en la
mano, pero en el inserto emborronado de O, la cartera ha desaparecido.
17. S. E. Gontarski, “Film and Formal Integrity”, en The Intent of Undoing in Samuel
Beckett’s Dramatic Texts, opus cit., 101-111, 108.
18. Samuel Beckett, citado en S. E. Gontarski, opus cit., 107.
19. Samuel Beckett, en “Beckett on Film”, 190.
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20. Así parece sugerirlo Al McKee en su reciente artículo “Buster’s Hat”, en Film
Quarterly, vol. 57, no. 4, verano de 2004, 31-34.
21. Véase Theodor W. Adorno, Teoría estética, Taurus, Madrid, 296: “Pero no es solo el
modo de su procedencia, en el que se concentra la dialéctica entre fuerzas y relaciones de
producción, ni el origen social de la materia de sus contenidos, lo que convierte al arte en
hecho social. El arte es algo social sobre todo por su oposición a la sociedad, oposición
que adquiere sólo cuando se hace autónomo”. Con relación a Film como obra enigmática
y puramente visual, Adorno señaló en una ocasión: “Puede decirse que Film es en cierto
modo un enigma [porque] propone una lengua sin lenguaje [eine sprachlose Sprache]”, en
Theodor W. Adorno, Ernst Fischer et alter, “‘Optimistisch zu denken ist kriminell’. Eine
Fernsehdiskussion über Samuel Beckett”, en Frankfurter Adorno Blätter III, edition text
+ kritik, Munich, 1992, 78-122, 110.
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La imagen pura
El conjunto de estas prácticas, entre las que destacan la diferenciación de
las dos cámaras subjetivas y la casi completa eliminación del sonido,
demuestran que Film es la película de un cineasta en busca de aquello
que el mismo Beckett define como una “imagen pura”. En su corres-
pondencia con Schneider a propósito del montaje de la película, hay dos
momentos que resultan especialmente reveladores a este respecto. En
primer lugar, un pasaje de la carta del 29 de septiembre de 1964, cuando
escribe: “Después del segundo [visionado], pensé que [Film] ha quedado
realmente bien. No exactamente de la forma proyectada, pero sí por la
belleza pura, el poder y la extrañeza de la imagen. En realidad, el proble-
ma de la doble visión, por ejemplo, no está resuelto, pero el intento de
resolverlo ha otorgado al filme un valor plástico que no hubiese tenido
de otro modo. Dicho con otras palabras y de forma general, al ser obsta-
culizado por cierto fracaso en comunicar plenamente la intención básica
a través de medios puramente visuales, empiezo ahora a entender que
eso es irrelevante, y que las imágenes resultantes probablemente ganan
en fuerza lo que pierden en tanto ideogramas, y que toda la idea de la
película [...] obtiene su valor sobre todo de su nivel formal y estructural”.
Y en segundo lugar, meses más tarde, el 12 de marzo de 1965, cuando
Beckett vuelve a escribir: “Distanciado ya de la extravagante idea [de la
película], me rendí ante la extrañeza y la belleza de la imagen pura”22.
En ambas frases se encuentra de nuevo la idea, expresada por Bec-
kett a mediados de la década de 1930, de que el cine ha de explotar al
máximo sus posibilidades visuales y sonoras para alcanzar un estatuto
propio en el que pueda librarse de las cadenas de la narratividad, expre-
22. Samuel Beckett, en No Author Better Served, 166 y 187, respectivamente; el énfasis es
nuestro.
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Breixo Viejo
23. Gilles Deleuze, L’image-temps, Les Éditions de Minuit, París, 1985, 29.
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