Durante este periodo histórico está permeado por una crisis humanitaria. Se
rompe la identidad teocéntrica del humano a partir del descubrimiento de
América, de que el universo gira en torno al sol; el humano ya no es el punto focal
de la existencia. Consecuentemente, comienza a existir una apertura a nuevas
perspectivas, entre ellas, la pluralidad ya que cesa de existir un cánon único y
estricto en el arte occidental. La mujer vuelve a introducirse a la producción
artística, aunque de manera completamente pasiva. Sin embargo, nos estamos
enfrentando a un capital cultural regido por la crisis y el pluralismo y la perspectiva
masculina. Es por esto que es difícil encontrar representaciones del cuerpo
femenino por sí solo, razón por la cual Bernini decidió incluir tanto a Dafne como a
Apolo. Gracias a la parcial secularización del arte, se pueden representar relatos de
la antigüedad una vez más.
Tomando en cuenta este capital cultural, podemos observar que la evolución del
espacio escultórico de la mujer está inclinada a la pluralidad, pero también cabe
aclarar que con el regreso de la autonomía que les permite representar relatos
mitológicos, regresa el cánon de belleza femenino y se perfecciona para ser una
belleza mítica, inalcanzable y aún más perfecta que en la Grecia clásica. Cómo
prevalece el enfoque científico continúa habiendo un gran interés en la anatomía
humana, en el caso específico de la escultura, un arte que es particularmente
propenso a las respuestas que involucran el sentido del tacto, la representación del
cuerpo femenino exalta la carnalidad del mismo y enfatiza en las diferencias entre
lo masculino y lo femenino. Las manos de Apolo se hunden en la piel de Dafne, lo
cual Bernini representa con la intención consciente de provocar el deseo sensual
por la mujer. Porque a pesar de la apertura y la pluralidad que introduce el
Barroco, no debemos de olvidar que el arte de la escultura continúa siendo
exclusivamente masculino y la representación, gracias al capital cultural, continúa
siendo una proyección del deseo del hombre sobre cómo quisiera que fuese la
mujer. Esto, reitero, está proyectado en la sensual carnalidad del mármol.
LA DANAIDE, PIERRE AUGUSTE
RODIN
MODERNO, 1889
Durante este periodo histórico está permeado por una crisis humanitaria. Se
Después del Barroco, el arte se institucionalizó gracias a las academias. Una vez
más, se homogeneizaron los cánones de belleza durante el periodo neoclásico. Las
ideas de la Ilustración, a través de un carácter científico, repercutieron en las
producciones artísticas. Este periodo en el arte es denominado neoclásico. Al ver
que ya no había más avances que lograr en cuanto a la representación de la
realidad, la dirección más lógica fue deslindarse por completo de las columnas de
lo clásico y romper con los paradigmas. Se abre un periodo vanguardista, estética y
políticamente radical.
Pensaría uno entonces, que debido a estas rupturas con los pilares e ideologías
clásicos habría una apertura hacia la concepción de la mujer, una inclusión mayor
dentro de la práctica femenina. Pero este no fue el caso, aunque existía la
expresión artística femenina, el protagonismo masculino bloqueó cualquier
dimensión feminista posible, ya sea en la escultura, la pintura o la crítica.
La mujer en la época victoriana, el puente de la modernidad, aún tenía que
arraigarse a las expectativas sociales de lo femenino; el sentido de maternidad, el
quedarse en casa, mantenerse pudorosa y sobre todo la sumisión ante el hombre,
atributo que se buscaba en cualquier potencial esposa. Es por esto que Rodin
representa ya desnudos femeninos, pero podemos ver que debido a su capital
cultural, Danaide se mantiene escondida y sumisa ante la visión masculina, casi
queriendo desaparecer como el agua. Danaide es un reflejo del capital cultural de
la época; mujer sumisa y a la vez completamente sensual, despertando los deseos
de una sociedad reprimida. Además, cambia el espacio escultórico al introducir la
deconstrucción de la forma ya que se utiliza la textura rugosa de la piedra, casi
encapsulando a Danaide; esto complementa a nivel sensorial la experiencia de la
obra, el contraste de Danaide, pulida y suave al lado de la piedra áspera, lo que la
hace ver aún más frágil.
JUDY CHICAGO
ARTE FEMINISTA, 1970