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LOS COMPLEJOS: DIAGNÓSTICO Y TERAPIA

EN PSICOLOGÍA ANALÍTICA

HANS DIECKMANN

INTRODUCCIÓN

Los Complejos han sido conocidos y descritos en todas las culturas, pasadas y presentes,
aunque no han sido así designados. Pueblos primarios, que, evidentemente, sucumbieron
más fácilmente a la disociación psíquica, siempre han sabido de la posesión por espíritus,
demonios, o incluso de dioses. Estas fuerzas, como una segunda personalidad, usurpan la
posición del complejo del ego y son la causa de afectos y acciones que en realidad son
ajenas a la personalidad normal de la persona afectada. Como Eliade (1964) ha descrito, el
chamanismo, en gran parte consiste en remover el componente emocional extraño del
cuerpo o el alma de la persona afectada de esta manera. En lenguaje contemporáneo, lo
llamaríamos liberar el complejo del ego de la identificación con, o su inflación y reprimir este
último de nuevo al inconsciente. En el caso de la llamada "pérdida del alma", es decir, una
inconsciencia extensiva del ego, el chamán emprende un viaje bien sea hacia el mundo
superior o el mundo inferior con el fin de recuperar el alma perdida. Lévy-Bruhl (1923)
describe la medida en que los pueblos primarios creen que las "almas" extranjeras son
capaces de invadir la propia psique:

Un nativo, que vivía a una distancia de camino de varios días, apareció en una estación de la
misión y exigió la devolución de una fruta que, según él, le había sido robada por una
persona en la estación. Sólo después de un cuestionamiento a fondo, surgió que había
soñado el robo y estaba firmemente convencido de que una persona extraña había invadido
su personalidad mientras dormía. Esta persona estaba en condiciones de actuar en la
realidad externa y obviamente le había robado, aunque no faltara nada de su campo.

En nuestra cultura, también, grupos de asociaciones de este tipo que surgen del
inconsciente se han conocido desde la antigüedad. El primero en describir en detalle fue
Aristóteles en su Psique. Allí vinculó esta parte inconsciente de las almas con partes del
cuerpo y con órganos, enumerando una larga serie de tales pares. En la medicina moderna,
se diría que él había estado pensando "psicosomáticamente". De acuerdo con von Franz
(1992), la medicina tradicional china sabe de alguna manera algo similar, asociando ciertos
complejos con ciertos centros del cuerpo. Así, hay 365 dioses del cuerpo asignados, uno por
uno, a cada parte del cuerpo, a cada función corporal, y a cada órgano interno o centro
neurálgico.
Por propósitos prácticos, la investigación después de Aristóteles se mantuvo en este nivel
hasta el siglo pasado, cuando el inglés John Stuart Mill y el alemán Wilhelm Wundt
retomaron de nuevo el problema. Por supuesto que ninguno habló de complejos. El término
en sí mismo no se encuentra siquiera en los lexicones más grandes hasta mediados del siglo
XIX, cuando se usó por primera vez en biología. Mill y Wundt estudiaron grupos de
asociaciones no sujetas a la voluntad consciente, pero que, sin embargo, ejercían funciones
en la psique. A finales del siglo, Janet realizó sus famosos experimentos sobre la disociación
de la personalidad y la aparición de segundas personalidades en una y la misma psique. En
algunos casos, pudo incluso establecer la presencia de varias partes de personalidades,
ninguna de las cuales sabía o tenía relación alguna con las demás. Sin embargo, aunque
débil, cada una de estas personalidades parciales, tenía un cierto grado de conciencia. Esto
último llevo a Jung a hablar de la "luminosidad consciente" de los complejos (Jung 1956-
1963). Es muy conocido el caso de Janet, en el que una paciente gravemente histérica fue
capaz de, en forma simultánea, decirle a su médico sobre los acontecimientos en su
conciencia y, con la mano izquierda, escribir lo que le decían sus complejos inconscientes.

El primero en utilizar el término complejo para la las personalidades parciales inconscientes


fue Breuer, de quien tanto Freud como Jung tomaron prestado el concepto. Aunque Freud si
habló de los complejos en su psicoanálisis -como, por ejemplo, el complejo de Edipo, el
complejo de castración, los complejos de padre y madre- éstos tuvieron para él y para sus
seguidores, muy poco interés. Para Freud, un científico natural de finales del siglo XIX, estos
conceptos eran demasiado vagos, y él siguió la tendencia original de la ciencia del momento,
que era dividir los fenómenos totales en partes cada vez más pequeñas, para llegar, en
última instancia, a los componentes básicos, los impulsos, con los que él explicó el
funcionamiento psíquico de acuerdo a las leyes de la causalidad.

A través de su colaboración con Breuer y los resultados de sus propios experimentos de


asociación, Jung se dedicó a la exploración intensiva de estas formaciones de complejos en
la psique humana; utilizando la prueba de asociación que había desarrollado, se dedicó casi
exclusivamente a ellos hasta el año 1909. Incluso, descubrió en su propia personalidad uno
de tales complejos, en la forma de una "segunda personalidad", que él llamaba
"personalidad número dos" en sus escritos (Jung 1906-09/73). Podría parecer que Jung
perdió interés en los complejos después de su largo e intensivo estudio y toda una serie de
publicaciones sobre ellos. Después de 1914, se volvió cada vez más a su teoría de los
arquetipos, y en la segunda mitad de su vida encontramos el concepto del complejo
mencionado con poca frecuencia en sus escritos. Sin embargo, en 1934, escribía que los
complejos tienen una cierta conciencia y sin embargo no tenía certeza de si esta conciencia
pertenecía por completo a ellos como lo era para el complejo del ego.

No puede concluirse de las posteriores y extensivas ocupaciones de Jung con los arquetipos
y el inconsciente colectivo -un concepto que él tenía que defender contra una comunidad
científica hostil y poco comprensiva, que él se olvidara de los complejos. Su teoría de los
complejos sufrió algunas alteraciones en el curso de los años. En esencia, en sus primeros
escritos bajo la influencia de Freud, Jung asignó los complejos al inconsciente personal, para
distinguirlos de los arquetipos del inconsciente colectivo. Más tarde modificó esto en el
sentido de que, efectivamente, la envoltura del complejo, con sus ampliaciones y
asociaciones a menudo reside en el inconsciente personal, pero el núcleo real del complejo
nace en el inconsciente colectivo. (Discuto este tema en detalle en un capítulo posterior.)

Un problema importante en la teoría de los complejos se plantea por el hecho de que incluso
la psique humana sana se compone de complejos, lo que significa que los complejos de
ninguna manera desarrollan solamente características patológicas, sino que más bien son
necesarios para el sano desarrollo de la psique y para todas las nuevas adquisiciones en las
fases importantes de la vida del individuo. El inconsciente es, después de todo, la matriz a
partir de la cual surge primero la conciencia, como lo discuto en detalle en mi libro sobre los
sueños (Dieckmann 1972). De esta manera, los complejos no sólo pueden ejercer un efecto
positivo sobre el polo psicosomático inferior de maduración y el desarrollo de la vida que se
extiende hasta los procesos de envejecimiento, sino que también son capaces de desarrollar
y resolver procesos creativos, espirituales, e intelectuales. Un buen ejemplo de ello es el
matemático Poincaré, a quien von Franz (1992) considera uno de los descubridores del
inconsciente. Ella describe episodios en los cuales los complejos le ayudaron a resolver
problemas difíciles. Poincaré, en busca de una explicación de las llamadas funciones
automorfas, no podía encontrar la fórmula, pero luego vio la solución al problema en una
especie de visión hipnagógica.

En este libro, intento llenar un vacío en la medida en que desarrollo una teoría general de
los complejos que le de tanto al estudiante como al terapeuta practicante una visión general
de esta área en términos de diagnóstico y terapia. Casi todos los libros de texto de
psicología analítica tienen un capítulo sobre los complejos, pero no hay un libro que presente
una visión diferenciada de todas las posibilidades de la teoría del complejo. Aquí he tratado
de cubrir el área de diagnóstico con esa especie de panorámica que también permite al
terapeuta asirse de un hilo de Ariadna en la terapia. Esto último es especialmente difícil en
los hechos confusos de un largo análisis. En las muchas horas individuales dentro de un
análisis largo, no siempre se maneja, por supuesto, un solo tema particular, sino también lo
que parece una maraña aparentemente inextricable de eventos actuales, imágenes de la
fantasía, contenido de sueños, y recuerdos de la infancia, así como asociaciones y
ampliaciones de carácter tanto subjetivo como objetivo.

Si uno observa con atención esta maraña desde cierta distancia, se descubre que, en la
mayoría de los casos, se centra en uno o más complejos muy específicos. Este fenómeno me
llamó la atención desde el principio en mi trabajo analítico cuando descubrí la fuerza con que
los pacientes se identificaban inconscientemente con el héroe o la heroína de su cuento de
hadas favorito (Dieckmann 1967). Fue después de varias décadas de actividad en el campo
de la psicología analítica de CG Jung que avancé en el desarrollo de una teoría más general
y más diferenciada de los complejos que también se les pueda enseñar a los principiantes.

He incluido todos los ejemplos clínicos que me fue posible, casos en viñetas, como se les
suele llamar, algunos breves y otros en mayor detalle. Por supuesto, estos ejemplos han
sido lo suficientemente encubiertos para que el individuo no pueda ser reconocido en ellos.

Para facilitar la información general, uso una serie de diagramas. Espero que los junguianos
conservadores me perdonen por tomar el esquema de Jung de Aion (1959), extrayéndolo de
su dominio más religioso del Self y profanándolo.

Seguramente muchos lectores se sorprenderán por el hecho de que aquí menciono el


extraordinariamente importante concepto del Self como tal. Sin embargo, quienes están
familiarizados con el material inmediatamente reconocerán que, de hecho, estoy
constantemente hablando de este concepto y que constituye la base de toda la teoría. Como
sabemos, el arquetipo de la Gran Madre y el arquetipo del Gran Padre en conjunto
constituyen el Self. Si partimos de la idea, como lo hace Jung, de que la psique sana es
también una estructura compleja, entonces es precisamente el concepto de este libro
deconstruir los complejos patológicos individuales dominantes, y reemplazarlos con una
multitud de complejos que se derivan de los dos grandes dominios arquetípicos. Estas
posibilidades encubiertas y no desarrolladas del alma humana deben quedar al descubierto,
y desarrollarse en el curso de una terapia cuidadosa y con frecuencia prolongada. Esto es
necesario para que el complejo del ego no sólo esté disponible para una o dos posibilidades
limitadas de acción y vivencia en determinadas situaciones, sino que pueda entrar en
relación con una multitud de actividades complejas. Esto es precisamente lo que va a
constituir la restauración del Self y un funcionamiento sano del eje ego-Self.

Concebir la mente humana como un sistema de complejos que entra en relación con otro
sistema igualmente complejo, es decir, el del médico, en una relación en la que se afectan
mutuamente entre sí, corresponde a las modernas teorías científicas que han utilizado desde
hace mucho tiempo la física y las matemáticas. La medicina, también necesita de nuevos
conceptos de percepción, como dice el bien conocido físico atómico Capra en su libro El
Punto Crucial (1982): "nuestro pensamiento, nuestra forma de percibir, y nuestros
conceptos de valor, deben cambiar fundamentalmente. Necesitamos una nueva manera de
pensar que sea compleja y no lineal, un pensamiento que sustituya la medición cuantitativa
por la valoración cualitativa". Este primer reto desafía al médico para que observe su propia
psique y cree un equilibrio correspondiente de los complejos ella. De lo contrario, no está en
condiciones de tratar a sus pacientes en términos de los complejos. Hace muchos años que
encontramos una amplia confirmación de esto en nuestras investigaciones de transferencia y
contratransferencia (Dieckmann 1971c, 1973; Blomeyer 1971; E. Jung 1973; Wilke 1980).
El análisis de entrenamiento que Jung pedía desde muy temprano se propone alcanzar este
equilibrio en la psique del médico. En consecuencia, es de gran importancia. Con la
excepción de los casos individuales afortunados, en mi opinión personal, lo que seguramente
irritará a muchas personas, no creería que ningún terapeuta de cualquiera de las muchas
"escuelas" actuales de terapia sea capaz de ayudar a un paciente de forma diferenciada a
menos que él mismo haya sido objeto de análisis.

Más allá de esto, creo que el análisis por sí solo no es suficiente, ya que en la situación de
transferencia, un buen terapeuta una y otra vez se mete en un lío con la constelación de sus
propios complejos y se ve obligado a aclararlos a través de los medios a su disposición, por
ejemplo, utilizando la imaginación activa, o, a veces con la ayuda de sus colegas. En cierto
sentido, tiene la misma situación que el hacedor de lluvia de quien el sinólogo Richard
Wilhelm, contó esta hermosa historia:

Había una vez un pueblo donde no había llovido durante un tiempo muy largo y había una
sequía terrible. Así que los aldeanos decidieron reunir todo su dinero y buscar el más famoso
hacedor de lluvia de la ciudad. Entonces el alcalde se puso a buscarlo y logró convencer al
hacedor de lluvia para que fuera a la aldea. Lo primero que hizo después de su llegada fue
pasar un día entero caminando por todo el pueblo y los campos. Luego ordenó a los
aldeanos que le construyeran una pequeña cabaña, a un kilómetro de distancia del pueblo y
lo dejaran allí durante tres días y tres noches, sólo poniendo un plato de arroz una vez al día
ante su puerta. Después de estos tres días, dijo, llovería. Y así efectivamente ocurrió.
Desapareció durante tres días en su cabaña, y en la tarde del tercer día comenzó a llover. Al
día siguiente fue a la alcaldía para recoger su premio, que se le pagó con mucho gusto. Pero
el alcalde tenía curiosidad y le preguntó: "¿No puedes decirme cómo lo hiciste?" "Fue muy
sencillo-respondió el hacedor de lluvia. "Cuando vine de la ciudad a su pueblo, me di cuenta
de que algo no estaba en orden, y cuanto más miraba por aquí, más desordenado me
sentía. Así que tuve que construirme una choza y conseguí ordenarme de nuevo. Cuando lo
logré, por supuesto, comenzó a llover. " (Jung, 1956 a 1963, p. 419N.)

Realmente, esta es una historia que suscita muchas reflexiones que deben tomarse en serio
por todo terapeuta. También corresponde a lo que Nietzsche dijo: "Médico, ayúdate a ti
mismo, y así podrás ayudar a tu paciente" (1965). Con esta nota, yo concluyo la
introducción de este libro. Sólo me resta una cosa, y es expresar mis más sentidos
agradecimientos, en primer lugar a mi esposa, que me ha apoyado en los debates e ideas,
así como en la transformación del manuscrito con las frases eternamente largas de los
latinistas en un alemán legible. Un sincero y sentido agradecimiento también a la Sra.
Wiegand, mi secretaria desde hace mucho tiempo, por todas las correcciones y
transcripciones, y al editor de Verlag Springer, quien me ha apoyado con palabras y con
hechos para escribir el manuscrito.

CAPITULO 1.- La compleja estructura de la psique

De acuerdo con la noción central de la psicología analítica, los complejos son parte de los
fenómenos normales de la vida; Jung (1948/60a) llegó a decir explícitamente que estos
forman la estructura de la psique inconsciente. La conciencia también tiene la estructura de
un complejo, e incluso el ego debe verse como una formación de complejo, por supuesto con
tareas y características especiales que lo distinguen de otros complejos, y debido a esto,
podemos ver la psique humana como un sistema que se comporta en muchos aspectos
como un sistema ecológico en la naturaleza. Los complejos forman los ecotipos individuales
que tienen entre sí una relación relativamente clara. Normalmente, cuando el sistema es
capaz de funcionar bien, el complejo del y el Self son responsables de la cohesión y la
regulación del sistema. Debemos tener en cuenta, por supuesto, que ninguna psique
humana existe por y para sí misma, sino siempre en referencia con alguno más, por lo
general a las personas que están cerca de nosotros o a la naturaleza que nos rodea. Incluso
el ermitaño solitario que medita en el desierto relaciona su alma a Dios o, más
precisamente, a su imagen de Dios, con la cual, puesto que se expresa en su alma,
necesariamente tiene un cierto carácter antropomórfico.

En nuestro caso lo que queremos estudiar en primer lugar no son estas excepciones sino
más bien lo que comúnmente encontramos en nuestra vida y en nuestra práctica. En la
comprensión y descripción de la estructura de la psique humana en términos de los
complejos, inmediatamente encentramos una dificultad que tiene que ver con su multitud e
indefinición. Si hacemos un repaso de la literatura analítica, no sólo en la psicología
analítica, sino también en el psicoanálisis, nos encontramos con muchas características
humanas diferentes y formas de experiencia a las que se vincula el concepto del complejo.
Por ejemplo, hay un grupo de complejos generales que se apoyan en las características,
actitudes o comportamientos tales como los complejos de inferioridad y de superioridad, o
derivados de los anteriores; un complejo de genio, un complejo de víctima, un complejo de
intimidad, toda una lista de complejos de este tipo que podría extenderse ad infinitum. Otro
grupo de complejos son aquellos que se pueden derivar de las demandas de los impulsos
humanos, por ejemplo, un complejo sexual, un complejo de reconocimiento, un complejo de
poder, un complejo de codicia, o un complejo de envidia. Esta lista también se puede
aumentar en función del número de los impulsos humanos que diversos autores actualmente
asumen que existen.

Por último, en la literatura de la psicología analítica, hay un tercer grupo de complejos


basado en la noción de imágenes arquetípicas. Puesto que el complejo en la psicología
analítica es siempre visto formándose en torno a un arquetipo básico, como Jacobi (1959)
describe en detalle, tema al cual volveremos cuando hablemos de la formación y la
estructura del complejo, el número de complejos posible, de nuevo corresponde al número
de arquetipos inherentes a la psique humana. Aunque este número no es infinito, como
vemos en la colorida variedad de figuras mitológicas, es un número increíblemente alto y las
posibilidades realmente imposibles de enumerar. Dos complejos derivados de este ámbito,
los primeros en ser descritos y sin duda los más importante hasta la fecha, son el complejo
de Edipo, elaborado primero por Freud en su Interpretación de los sueños, y el complejo de
Jonás y la ballena, el cual domina de manera decisiva el período pre-edípico y es descrito
por Jung en La psicología de lo inconsciente (generalmente conocida como Símbolos de la
transformación, 1912-1956). Posteriormente, un gran número de complejos arquetípicos
han sido descritos. Citaré sólo algunos ejemplos que se han presentado en la literatura de la
psicología analítica en los últimos años. Hay un libro de Perera (1986) sobre el complejo del
chivo expiatorio; Wilke (1977) describe un complejo de autoridad, Rentrop (1978) un
complejo de mesías, von Raffay (1981) el complejo de Salomón, Bach (1972) el complejo
del " hijo del padre" y, finalmente, Aigrisse (1964) un complejo de Don Juan. Estos son sólo
unos pocos, en los que la figura del complejo forma parte del título de un libro o de un
estudio. He hecho caso omiso de los numerosos autores que mencionan ciertos complejos
en sus escritos, en la medida que son mencionados sólo como ejemplos que se pueden
aumentar a voluntad, correspondientes a las imágenes de la mitología, la etnología, religión,
historia, literatura, etc.

Una categoría adicional de los complejos de la psique es el de las etapas del proceso de
individuación. Aquí tenemos un número bastante manejable de complejos, tales como la
persona, la sombra, el ánimus o ánima, y el complejo del Self. Esta división es utilizada por
un número de psicólogos analíticos, tanto práctica como clínicamente. Sin duda, una de
estas áreas de complejos aparece en un primer plano del paciente, especialmente al
comienzo del tratamiento y la terapia a menudo hace círculos alrededor de éste por un largo
tiempo.

Por último, podemos considerar los complejos en términos de relaciones significativas de


una persona, tales como el ya mencionado complejo del hijo del hijo en Bach, o como Jung
(1954-1959) lo hizo en el caso del complejo materna de la hija. Aquí tenemos primero un
complejo materno y un complejo paterno, a los que podemos añadir los complejos entre
hermanos en función del sexo y de la posición en la familia, los complejos de los abuelos, y
luego los complejos en torno a los miembros más distantes de la familia, como tíos y tías,
con quienes el paciente puede identificarse en tal grado que esta identificación adquiere el
carácter de un complejo. Sucede con frecuencia, cuando hay dificultad en aceptar el padre o
la madre, que se llegue a identificaciones e idealizaciones con otras personas del clan
familiar. Esto puede ir muy hacia atrás en la línea ancestral, como se ilustra en el siguiente
ejemplo.

No hace mucho tiempo llevé a cabo el análisis de control de un paciente que tenía un padre
muy débil y poco exitoso. Por el contrario, la familia de su madre tenía una serie de hombres
coloridos y con bastante éxito. Entre ellos se encontraba un famoso jefe de ladrones de
siglos pasados, lejanamente emparentado, el llamado Schinderhannes, Johnny el carnicero,
que hizo sus malas acciones en los bosques de Hunsríick. La literatura, y también la película
hecha sobre él, lo presentan como una especie de Robin Hood, un ladrón que, con su grande
y poderosa banda, saqueó a los ricos para dar a los pobres, después de habiendo sido
forzado a tomar este sendero por una injusticia indignante. Posteriormente, fue atacado por
un gran contingente de militares, rodeado, y apresado después de una intensa batalla. Al
final, fue condenado junto con sus cómplices y ahorcado. Desde su temprana infancia, la
psique del paciente estaba fascinada por esta figura, y él inconscientemente se identificó con
él en muchos aspectos. Característica de esta postura fueron sus protestas no
convencionales contra las normas rígidas que no podía aceptar, un nivel claramente distinto
de coraje, y una correspondiente astucia e inteligencia en descubrir maneras no conocidas y
posibilidades de moverse en una especie de zona gris. Pero su vida, al igual que todas sus
empresas, estaba inhibida, bloqueada por una ansiedad profundamente arraigada que
acompañaba siempre sus acciones; en el fondo escondía el desagradable final de
Schinderhannes encadenado en el extremo de la cuerda del verdugo. Por supuesto, esto era
totalmente inconsciente; su ansiedad comenzó a abatirlo solamente en la medida que la
conciencia gradualmente se aclaró y su identificación con esta figura de padre sustituto
empezó a ceder.

Esta especie de Johnny el Carnicero pertenece al lado oscuro del arquetipo del padre,
mientras que otros héroes "ligeros" del mito, los cuento de hadas, o el linaje personal con
los cual los pacientes se identifican, pertenecen a la brillante esfera superior del arquetipo.

Por lo tanto, a mi juicio, todos los otros complejos se pueden derivar de estos dos grandes
complejos fundamentales, el complejo materno y el complejo paterno. Esto incluye los
complejos de hermano y hermana en la medida en que hermano o hermana son más o
menos una edición rejuvenecida del padre o la madre. Sabemos de todos los análisis, el
grado en que los complejos de los padres juegan un papel en las rivalidades entre
hermanos. En su libro clásico, Análisis de niño (1930), Wickes elabora por primera vez el
grado en que los niños viven, sufren, y expresan los problemas inconscientes y los
complejos de sus padres.

No es difícil derivar todos los demás complejos de los dos complejos parentales. Me gustaría
ilustrar esto con un ejemplo. Entre otros, el arquetipo del héroe, ya sea positivo o negativo,
pertenece a los elementos básicos de complejo paterno (que voy a discutir a fondo y en
detalle más adelante). Desde el punto de vista de la mitología, todas las varias figuras del
héroe con las que el ego puede identificarse y que Campbell (1949) ha descrito en su Héroe
de las mil caras, encuentran su lugar en un complejo de héroe. Cuando este tipo de
identificación se lleva a cabo, un complejo de superioridad o inferioridad puede surgir al
mismo tiempo. Por otra parte, el arquetipo del héroe puede entrar en el ego ideal o
superego y desde esta posición ejercer una presión excesiva para la realización del ego, que
puede llevar a un complejo de inferioridad.

Si el héroe es un Don Juan o un Casanova, complejos eróticos o sexuales pueden a su vez


surgir de esta raíz. Las imágenes negativas del héroe, tal como el jefe ladrón mencionado
anteriormente, pueden desencadenar complejos de ansiedad. Si un héroe exitoso se
proyecta sobre el hermano como un padre rejuvenecido, las rivalidades y complejos entre
hermanos surgen, de nuevo acompañados por los correspondientes complejos de
inferioridad o superioridad, los cuales pueden caer bajo el dominio de un complejo de poder.

En el caso de una mujer, el arquetipo del héroe paterno puede formar el animus o parte del
ánimus. Dependiendo de la identificación, puede conducir, en un sentido saludable, a
opiniones, puntos de vista y comportamientos valientes y poco comunes, o, en una
identificación patológica, a una agresividad excesiva o a una postura completamente
inadaptada. Si un ánimus de este tipo se proyecta sobre los hombres alrededor de ella, lo
más probable es que se sientan abrumados e incapaces de cumplir con los deseos y
expectativas de la mujer.

Podríamos ampliar considerablemente esta lista con las ramificaciones procedentes de este
tipo de elemento del núcleo de un complejo y continuar dando lugar a complejos adicionales
que en realidad pertenecen al complejo original. Los ejemplos aquí mencionados pretenden
solamente dar una mirada a la abundancia de formas posibles derivadas. Por supuesto, no
quiero decir que los complejos generales -como por ejemplo, el de inferioridad, de poder,
sexual, o agresión, se puedan derivar exclusivamente de un específico elemento central del
complejo de padre. Se sobrentiende que pueden surgir, del complejo del padre o de la
madre por ejemplo, del arquetipo del senex, de una deidad materna, de una bruja, y de
muchas otras.
Precisamente por esta razón, es que, debido a la abundancia de posibilidades de derivación,
es diagnóstica y clínicamente adecuado, dar prioridad a esta última clasificación de los
complejos. Un diagnóstico que se refiera sólo a uno de los varios arquetipos puede
necesariamente romper todos los límites, en la medida en que compila cada vez más
complejos y más variados. Aunque esto tiene la ventaja de conceder un espacio ilimitado
para la creatividad del individuo, tal abundancia crea dificultades al principiante por lo que él
o ella vienen a quejarse. Asimismo, este método conduciría al caos ante el cual no
podríamos hacer nada en términos de la posibilidad de comparaciones científicas, y por
supuesto, la posibilidad de comparación es algo de lo que somos absolutamente
dependientes.

Otra dificultad puede surgir si tuviéramos que clasificar, diagnosticar y tratar los complejos
de acuerdo con las etapas en el camino de la individuación, es decir, de acuerdo a la
persona, sombra, ánima, animus, o al ego. Por un período de tiempo, intenté hacer esto en
mis notas clínicas, pero me lamentaba una y otra vez sobre ciertas clasificaciones y
dificultades. ¿Dónde, por ejemplo, debe uno situar un complejo materno en este esquema?
¿Pertenece al Self a pesar de que sea sólo una parte del Self, puesto que el Self se forma en
sintonía con los arquetipos del Gran Padre y la Gran Madre? ¿O debemos situarlo en el
ánima, al menos en el caso de un hombre, y en la sombra en el caso de una mujer? Por
supuesto, tanto el ánima del hombre como la sombra de la mujer se forman dentro del
ámbito materno, pero ¿todavía están allí? No lo creo. Incluso si el ánima tiene elementos de
la madre personal, ella (el ánima) habrá incorporado otros elementos. No parece correcto
equiparar un complejo de ánima con la madre, y se vuelve demasiado circunstancial explicar
en detalle que otros elementos también están presentes en cada ocasión. Esto es válido no
sólo para este ejemplo; una multitud de otros complejos son igualmente difíciles de ubicar
en este esquema.

Sería por supuesto demasiado fácil para nosotros, si redujéramos toda la psicodinámica del
alma humana simplemente a dos complejos, como el de la madre y el padre. Es necesario
diferenciarlos. El primer paso en la diferenciación lo hizo el propio Jung cuando distinguió
entre un complejo materno positivo y uno negativo en su ensayo, "Aspectos psicológicos del
arquetipo de la Madre" (1954-1968). (En otros pasajes, Jung escribe por lo general sólo
acerca de un complejo materno o paterno). En este ensayo, identifica el complejo materno
positivo con una identidad de largo alcance con la madre (o con el arquetipo materno),
mientras que el complejo materno negativo consiste en un amplio rechazo y un alejamiento
de tales elementos. Fácilmente podemos aplicar esto al complejo paterno por lo que ahora
podemos hablar de cuatro categorías diferentes de estos complejos. Así que, en el paciente,
podemos diagnosticar un complejo materno negativo o positivo, o un complejo paterno
negativo o positivo.

Un diagnóstico de este tipo -que, dicho sea de paso, también juega un papel importante con
el paciente en el manejo terapéutico del tratamiento analítico, como elaboraré más adelante
en detalle- no sólo proviene del inconsciente sino que se basa en gran medida en la actitud
del complejo del ego consciente. Con muchos pacientes esto se puede establecer con
relativa facilidad en las primeras sesiones. El complejo negativo se manifiesta por un
rechazo más o menos claro de la figura parental y contiene principalmente la libido agresiva.
Una declaración típicamente consciente de esto sería: "No hay la menor posibilidad de que
yo quiera ser como mi madre (o mi padre)." Por otro lado, las declaraciones de los pacientes
acerca de la figura parental pueden, al comienzo, sonar totalmente positivas o neutras; sin
embargo, el observador crítico puede claramente detectar un acento devaluador o negativo
que se le escapa al inconsciente. Esta sutileza hace más difícil el diagnóstico, especialmente
para el principiante. Aquí se vuelve menos una cuestión de la formulación de las
asociaciones, que del trasfondo y asociaciones emocionales. Me acuerdo de una famosa cita
de Shakespeare: "Pero César es un hombre honorable." Lo mismo puede decirse del
complejo paterno positivo, en que muchas expresiones pueden parecer críticas o negativas,
y sin embargo, bajo la superficie claramente se oye la idealización. En el capítulo 8 sobre el
arquetipo positivo de la madre cito la declaración de Chagall sobre su madre, que tuvo un
efecto tan terrible que nadie se atrevía a hablarle a ella. Pero al final de este pasaje en su
autobiografía, retorna como una reina a través de la idealización que hace de ella. Esto no
siempre se expresa con tanta claridad, pero a menudo uno puede escucharlo como eco en el
fondo.

En La Gran Madre (1955), Neumann hizo una mayor diferenciación,, que es además
aplicable en muchos casos y válida no sólo en relación con el complejo materno, sino
también con el complejo paterno. La distinción tiene que ver con la diferenciación entre un
"carácter elemental" y un "carácter transformador." Neumann ilustra esto con muchos
ejemplos mitológico-arquetípicos (véase el diagrama de Neumann sobre los diversos
aspectos de la Gran Madre). Neumann distingue los caracteres elementales y
transformadores en positivos y negativos. Dentro de los caracteres elementales positivos se
encuentran características tales como dar a luz, liberarse, construir, nacer de nuevo,
renacer. El aspecto negativo, por el contrario, subsume características como aferrarse,
capturar, disminuirse, enfermar y morir. Por otro lado están los rasgos del carácter
transformador positivo: dar, aumentar, inspiración, éxtasis, visión y sabiduría; las
cualidades negativas son rechazo, evasión, disolución, locura, adicción y entumecimiento. En
el fondo de los complejos parentales personales estos dos personajes a menudo se pueden
diferenciar con precisión debido a que el arquetipo siempre brilla a través del personal y le
da a este último su acento particular. Naturalmente, no es sólo un acento: rara vez
encontramos un elemento puro de carácter transformador, puesto que aquí, como en
cualquier aspecto de la vida, los extremos son extraordinariamente infrecuentes. Sin
embargo, en mi opinión, estos componentes ofrecen una cierta pista de pronóstico. Un
componente parental extremadamente rígido (elemental) que forma el complejo dominante
confronta la terapia con mucho mayor resistencia. Los elementos del superego no le
permiten ningún cambio o transformación de sus patrones rígidos, a menudo moralizantes
de experiencia y comportamiento; castigan las desviaciones con profundos sentimientos de
culpa. Si por lo menos algunos elementos transformadores estuvieran contenidos en el
complejo, sería más fácil de liberar y de transformar.

Para revisar todo lo que he dicho hasta ahora, los dos complejos original -padre y madre-
han dado lugar a ocho categorías diagnósticas diferentes:

A. Complejo de la Madre
1) positivo
2) negativo
3) de carácter elemental
4) de carácter transformador

B. Complejo del Padre


1) positivo
2) negativo
3) de carácter elemental
4) de carácter transformador

Como se mencionó anteriormente, estas categorías no sólo son de importancia diagnóstica,


sino a menudo de considerable importancia terapéutica. Como lo muestran los ejemplos
siguientes, los complejos, tanto positivos como negativos, con sus idealizaciones y
demonizaciones, que se remontan incluso hasta el inconsciente colectivo. Sin embargo, la
postura terapéutica es prestar mucha atención para no permitir que una figura materna
negativa como un complejo persista en el análisis, sino que más bien movilizar al mismo
tiempo el polo opuesto, que de hecho aplica igualmente al complejo materno positivo. En mi
experiencia, especialmente en muchos controles de caso y de mucha literatura que apunta
en esta dirección, hay una tendencia a atribuir las neurosis del niño a los fracasos de los
padres para socializarlo y, luego, hasta el final del análisis, considerar a los padres como
imagos negativos cuya introyeccion perjudicial será sustituida por una introyección positiva
del padre analista o la madre analista. Sin embargo, el complejo se conserva, no se
disuelve, con todos los consiguientes peligros de una recaída. No hay padres totalmente
malos, incluso entre aquellos que sufren las más graves enfermedades psíquicas. Todo ser
humano es una mezcla de bien y mal, blanco y negro, positivo y negativo. Son sólo los
arquetipos los que son estrictamente unilaterales, razón por la cual los llamamos tipos, y no
personas. Todo análisis bueno y exitoso tiene por lo tanto la tarea de movilizar el polo
opuesto y permitir que el ser humano se vea detrás del complejo proyectado, con todas sus
ambivalencias. Cuando esto ya no es posible, por ejemplo, debido a la temprana muerte del
progenitor que contiene la proyección idealizada o demonizada, el polo contrario, como
complemento, debe ser elaborado con las personas el contexto más cercano o en el dominio
arquetípico.

Más aún, el proceso de socialización es incomparablemente más complejo de lo que puede


ser reducirlo a la introyección de las figuras de los padres personales. Aun sabemos muy
poco acerca de los componentes genéticos que juegan un papel en el desarrollo de la psique
humana y las neurosis. Sólo sabemos que su influencia es, sin duda mayor de lo que
pudieron admitir los primeros analistas, quienes aunque con alguna justificación, se fueron
al extremo opuesto siguiendo las enseñanzas del carácter genéticamente fijado en el siglo
XIX. La investigación contemporánea sobre gemelos, por ejemplo la de Schepank (1975)
sobre la tartamudez, revela un componente definitivamente genético. Si leemos
cuidadosamente el trabajo sobre observación infantil, especialmente Mahler (1975),
quedamos sorprendidos de cuántos niños pueden reaccionar independientes de sus madres.

En su concepción del arquetipo en sí mismo, es decir, la herencia de una estructura pura


que el ambiente cultural llena con la correspondiente imaginería cultural, en parte
conscientemente y en parte inconsciente, Jung señaló la gran influencia que ejerce la cultura
que nos rodea sobre el inconsciente colectivo y por ende en el desarrollo de nuestra psique.
Fromm (1936) tomó esta idea, conceptualizando padres y madres, junto con sus
correspondientes ideas y conceptos, más como prototipos del campo social. Werblowsky
(1987) avanzó la teoría de que una identificación inconsciente con la cultura circundante se
produce pudiendo ser observada, por ejemplo, en el comportamiento lingüístico de niños
chinos que en su infancia fueron colocados en familias japonesas (y de niños japoneses
colocados en familias chinas) y quienes más tarde no eran capaces de aprender, y mucho
menos a pronunciar, ciertos sonidos en su lengua materna. Así, los niños japoneses que
crecieron con madres chinas en China no pueden pronunciar el sonido "r", que
anteriormente era considerado como un rasgo genéticamente determinado del lenguaje
chino. De todos estos ejemplos, podemos calibrar el rol tan esencial que desempeñan los
distintos niveles del inconsciente colectivo. De acuerdo con una noción de la psicología
analítica, la proyección de todos estos elementos colectivos se encuentra en los padres
personales. Estos también forman los elementos esenciales de los complejos paternos, y
sólo gradualmente pueden irse abandonando en el curso de la individuación.

Una vez aclarado que las distintas divisiones funcionales de los complejos pueden
encontrarse en los complejos parentales, sugiero que esta clasificación sea considerada
fundamental. Tanto en la práctica como en la teoría, como señaló Jung, el proceso de
individuación, con sus distintas etapas y formaciones de complejos, está siempre en una
interacción entre los imagos parentales personales y arquetípicos, el desarrollo del yo y la
conciencia colectiva, en la que esta última, incluyendo la formación del superego, surge de
la parte espiritual de los arquetipos parentales (Jacobi, 1967). El Self consiste en la
combinación de la Gran Madre y el Gran Padre. Anima y animus, al igual que sombra y
persona, tienen sus orígenes allí, de los cuales se preservan elementos en gran medida,
incluso en una individuación bastante avanzada en el curso de la vida.

Un ejemplo de formación de la sombra aclara esto. La madre de una paciente de treinta y


dos años de edad se mudó con su esposo y cuatro hijos, de los cuales mi paciente era la
mayor, del pueblo en el que vivían a una gran ciudad. La paciente tenía catorce años en ese
momento. Su madre trabajaba temporalmente como prostituta en la ciudad, lo que causó un
gran escándalo en el pueblo cuando se supo. Por esto el padre decidió trasladarse a otra
ciudad, donde se casó de nuevo. Sobre la base de un complejo materno negativo y un
rechazo total de su madre prostituta, esta paciente erigió una poderosa defensa contra la
sexualidad sin vínculos. La sexualidad, idealizada por ella, sólo era permitida en una relación
de puro amor personal hacia el otro, y uno nunca debe dejarse caer tan bajo que se le olvide
este sentimiento personal. Con gran angustia acompañadas de considerables sentimientos
de inferioridad, la paciente nunca pudo alcanzar un orgasmo en sus relaciones, y sólo
después de un extenso análisis fue capaz de admitirlo. Sin embargo en sus sueños aparecían
regularmente prostitutas, burdeles, bares y vida nocturna en todas sus formas, al comienzo
proyectados defensivamente en otras mujeres y asociados con sentimientos de disgusto. No
fue sino hasta que la paciente pudo experimentarse a sí misma en un sueño en un burdel
como una prostituta que tenía sexo lujurioso con un hombre desconocido, que ella pudo
comenzar a integrar el aspecto necesario de sexualidad transpersonal y la tarea del Yo y Tú
en el orgasmo. En este caso, es importante señalar que, a diferencia de su madre, ella no
actuó su sombra de prostituta sino más bien pudo incluir una parte de la experiencia
transpersonal de la Gran Madre negativa como la Gran Ramera en su relación personal. Era
precisamente esa parte la que le había obstaculizado su propia capacidad para el orgasmo,
en la medida en que era una cualidad inconsciente de la sombra, que le había producido tan
intensos sentimientos de inferioridad.

Para terminar, repitamos que Jung supone una estructura del complejo para toda la psique.
Esto incluye tanto lo consciente como lo inconsciente, e incluso el ego tiene la estructura de
un complejo. Esto corresponde con su teoría de la libido fijada cuantitativamente, pero no
cualitativamente, cuyo potencial de energía surge a través de la tensión de los opuestos
entre dos complejos (Jung 1948/60b). Aquí Jung adopta una postura filogenética según la
cual todo aspecto saludable del alma forma un complejo. Las neurosis surgen cuando la
conciencia asume una actitud errada hacia el inconsciente que puede ser evocada no sólo
por defectos del ego o por el desarrollo alterado del ego sino también por una energía
excesivamente fuerte de los complejos inconscientes, algo que discutiremos en mayor
detalle en el capítulo sobre el fenómeno borderline.

Hasta aquí los complejos pertenecen a la estructura fundamental de la psique y nos colocan
como seres humanos en conflictos que debemos sufrir y resolver. Según Jung, el sufrimiento
en la vida humana no es nunca una enfermedad como tal, sino más bien presenta el polo
opuesto a la felicidad, siendo el uno impensable sin el otro. Un complejo se convierte en
patógeno solamente cuando es reprimido, suprimido o negado en lo que pensamos que no
tenemos. Un complejo se convierte en un elemento negativo y perjudicial en la psique
solamente cuando el complejo del ego no tiene la capacidad suficiente para enfrentarlo. El
sacar y llegar a un acuerdo con los complejos le sirve al proceso de individuación y, en
consecuencia, puede ser visto como algo positivo.
Hay complejos que nunca han entrado en la conciencia y que por tanto nunca han sido
reprimidos. Estos complejos surgen principalmente del inconsciente colectivo. El
inconsciente es, por supuesto, la matriz de la cual surge la conciencia en primer lugar. Así,
el inconsciente colectivo representa un complejo funcional autónomo con una estructura
primaria inherente, en la cual, como una semilla, el desarrollo típico y las posibilidades de
maduración de la psique humana están latentes. El inconsciente colectivo tiene un carácter
prospectivo, ya que, al crear las imágenes en los núcleos de los complejos, está en posición
de vincularlas con las energías de los impulsos e impartirles significado y dirección. He
elaborado eso con mayor detalle en mi obra sobre interpretación de los sueños (Dieckmann
1972).

CAPITULO 2.- La estructura de los Complejos

Si quisiéramos indagar por la estructura de un complejo, tenemos primero que preguntarnos


por lo que realmente entendemos por el término complejo. Por medio de sus investigaciones
experimentales, registradas en un grupo de ensayos colectivamente titulados "Estudios en la
Asociación de Palabras" (1906-09/73), Jung descubrió los complejos con tono emocional. En
sus experimentos de asociación de palabras se encontró con que algunas palabras estímulo
que estaban más cargadas emocionalmente para el sujeto de la prueba, alteraban la
respuesta típica del comportamiento del sujeto. Específicamente, las respuestas alteradas
aparecían en tiempos de reacción, malentendidos y repeticiones de la palabra estímulo, falta
de reacción, o lapsus linguae. Dado que estos "errores" ocurrían una y otra vez cuando la
prueba se repitía con las mismas palabras estímulo, Jung inferió que alguna perturbación
interna se activaba. La alteración interna era provocada por un grupo de elementos
relacionados, cargados de emoción que él llamó "complejos".

Al principio, Jung pensó que estos elementos estaban siempre negativamente sintonizados.
Pero ya en 1915, Hoffmann demostró en su disertación que los elementos placenteros
podían interferir con el curso del experimento, aunque no lo hicieran con tanta fuerza como
los negativos. Por lo tanto, se estableció que no sólo los complejos con un tono emocional
negativo, sino también los positivos, pueden ejercer un efecto disruptivo sobre la conciencia
y ser así sujetos de defensas.

Un complejo, por lo tanto, se comporta en cierto sentido como una parte escindida de la
psique, comparable a la noción de ego-parte que resulta de las tensiones y conflictos entre
consciente e inconsciente dentro del yo completo, una noción planteada por psicoanalistas
británicos recientes. Fairbairn, Winnicott, Guntrip, y Sutherland, en particular, sonn
asociados con este concepto. Los psicoanalistas británicos, sin embargo, proceden sólo
desde el complejo del ego, mientras que el concepto de Jung también tiene en cuenta esos
complejos que surgen del inconsciente colectivo como nuevas adquisiciones psíquicas que no
contienen componentes del ego. Para estos, Jung habló de "luminosidades" (Jung 1956-
1963), como él los llamó en Mysterium Coniunctionis. De otra parte, estos ego-partes de la
escuela británica, como subsistemas psíquicos o como ecotipos escindidos (como les llama la
ecología moderna), se corresponden plenamente con el concepto de Jung sobre el complejo,
y es bastante sorprendente cómo, aún hoy en día, estos autores desesperadamente evitan
cualquier mención de Jung.

Muy temprano, Jung reconoció el carácter sistemático de los procesos psíquicos, y ya en


1934 su conferencia "Una revisión de la teoría de los complejos" (1948/60a) demostró que
no hay procesos psíquicos aislados. En el mismo ensayo, introdujo la idea de que los
complejos se constelan, en el que "la situación externa libera un proceso psíquico en el que
ciertos contenidos se reúnen y se preparan para la acción" (párr. 198, p. 94). La
constelación es un proceso automático que no puede ser detenido puesto que los complejos
poseen su propia energía psíquica. Jung comparó estos contenidos psíquicos constelados con
la función de un imán que recoge las limaduras de hierro en una forma específica. Esta
imagen es, por supuesto, bidimensional, mientras que el contenido de los complejos ha de
ser considerado como estructuras tridimensionales, o cuatridimensionales, ya que hay
también un componente de tiempo que a menudo no coincide con el marco temporal de la
parte conciente del complejo del ego. Por lo general, el caso es que el complejo constelado
es más joven que complejo del ego, derivado de los primeros tiempos y capturando en
estructura formas tempranas de experiencia y comportamiento. A veces, sin embargo, se
puede hablar de una personalidad más antigua, más madura, pero esto se olvida
rápidamente, y no se mantenida como una actitud permanente. Este grupo también incluye
los complejos que provocan fenómenos sincrónicos tal como los describe von Franz en su
libro Psique y Materia (1922).

Un ejemplo sencillo a partir del análisis de una paciente mujer de treinta y dos años de
edad, muestra cómo regresó a un estado psíquico claramente más joven en determinadas
situaciones.

Uno de sus problemas era que, después de un período de felicidad en su relación con un
hombre, entraba en violentas dificultades con él. Sentía que ya no la entendía, que la
explotaba machistamente y la rechazaba. Llegaba al punto en que rompía la relación o el
hombre se retiraba. Finalmente, comenzó una relación con un hombre mucho más joven, un
estudiante italiano de último año de secundaria, a quien había conocido mientras trabajaba
en sesiones nocturna como tutora asistente. Naturalmente, yo tuve una reacción interna de
cierta preocupación y escepticismo hacia este vínculo, especialmente porque podía ver en
sus relatos que el joven tenía grandes dificultades con esta relación y reacciona a ella con
fuerte. Hasta este punto del análisis, yo había sido una figura paterna permisiva y
constantemente benévola con ella. Pero debido a mi actitud interior y al tenor de algunas
interpretaciones, la situación cambió de manera bastante abrupta. El complejo se consteló
entre nosotros de manera casi imperceptible al comienzo, me convertí (a sus ojos) un
hombre machista que ya no la entendía y con quien ya no podía trabajar más su problema
con el joven, de lo que ella no dijo nada inicialmente. Al mismo tiempo, su voz se hizo
chillona y menos diferenciada, y comenzó a colocar la mirada hacia abajo a menudo, en
algunas horas, se fue convirtiendo en algo parecido a una adolescente bastante envejecida y
torturada. Muchos aspectos de su enamoramiento de puer aeternus pudieron ser analizados
y traidos a la conciencia, pero que no alteró la situación. La resolución del complejo vino
sólo cuando finalmente ella trajo el problema a la transferencia y me explicó que sentía que
yo ya no la aceptaba ni la comprendía. Al mismo tiempo, fue capaz de expresarme
sentimientos de intensa ira y dolor que habían llegado tan lejos en sus fantasías como para
terminar el análisis. Al principio, ninguno de los dos sabía muy bien lo que estaba
sucediendo. Sólo poco a poco pude yo, mediante el uso de preguntas diferenciadas, vincular
sus sentimientos a situaciones concretas y expresiones que me involucraban.

Los antecedentes que finalmente llegaron a la luz fue los siguientes: ella proyectaba en mí
un padre severo que le prohibía toda sexualidad y que reaccionaba con mal humor y rechazo
a cualquier joven que se acercara. En consecuencia, a pesar del mejor insight, ella entiendió
cada una de mis interpretaciones de esta manera, es decir, como devaluadoras, juzgadoras
y desaprobadoras. Tampoco fue capaz de preguntarme lo que significaban mis comentarios,
puesto que en este sentido, su padre había sido completamente inabordable. Sólo cuando
ella paulatinamente aprendió a hacer esto, y hasta que emergieron todos sus miedos
profundos acerca de los hombres y la sexualidad, presentes en su pasado, fue capaz de
retirar las proyecciones y disolver su complejo. Al mismo tiempo, recuperó una personalidad
apropiada para su edad y gradualmente aprendió a ser más inquisidora en sus relaciones e
interactuar más comprensivamente con otras personas.

Vamos a describir lo que Jung entiende con el término complejo y como lo define. Él escribe:

¿Qué es, hablando científicamente, un "complejo en tono de sentimiento"? Es la image de


una cierta situación psíquica que está acentuada emocionalmente de manera muy fuerte y
es, además, incompatible con la actitud habitual de la conciencia. Esta imagen tiene una
profunda coherencia interna, que tiene su propia totalidad y, además, un grado
relativamente alto de autonomía, por lo que está sujeta al control de la mente consciente
sólo de forma limitada, y por lo tanto se comporta como un cuerpo extraño animado en la
esfera de la conciencia. El complejo puede por lo general ser suprimido con un esfuerzo de
la voluntad, pero no puede ser sacado argumentalmente de la existencia, y en la primera
oportunidad adecuada reaparece con toda su fuerza original. (Jung, 1948, 60 bis, p. 96).

Más aún, Jung se refiere al trabajo de investigación de Janet y Prince quienes tuvieron éxito
en demostrar personalidades con cuatro y cinco divisiones. En estas divisiones, cada parte
de la personalidad tenía su propio carácter y memoria, a la cual la conciencia no tenía
acceso o solamente lo tenía en un grado limitado de acceso.

Grof (1983) ha demostrado en su trabajo investigativo con personas bajo la influencia del
LSD los mismos resultados en los que las partes de personalidades individuales podían ser
rastreadas hasta la primera infancia y, en algunos casos, incluso de vuelta a través de líneas
ancestrales. Tuve la oportunidad de observar este tipo de complejos, correspondiente a una
" personalidad doble", en el análisis de un paciente que sufría estados patológicos de
intoxicación en los que tenía una personalidad completamente diferente (Dieckmann 1978a).
En su disertación temprana, Jung (1902/70) describe un caso en que un complejo de este
tipo forma una parte de personalidad inconsciente con un carácter diferente, aunque en ese
momento él no utilizó el término complejo, que iba más tarde a desempeñar un papel muy
grande en su psicología.

Los grandes poetas han sido conscientes de estas personalidades divididas con el carácter
de un complejo y los han descrito como figuras en sus obras. Tal vez el más conocido es el
Fausto de Goethe, con las dos almas que deambulan en su pecho. También encontramos
este tipo de proceso muy claramente en la novela de Tolstoy, Resurrección (1913). Aquí
Maslova, el principal personaje femenino, se ve obligada a reprimir su entera primera
personalidad como una chica alegre, cariñosa y desinteresada cuando entrar en el medio de
la prostituta. Tolstoi describe poderosamente esta represión que ella intenta, con todas sus
fuerzas, y con éxito, para extinguir de su memoria a la mujer que ella había sido y poder
convertirse en la ramera calculadora, coqueta, explotadora de hombres. Sin embargo, la
antigua personalidad se conservaba en ella, brilla una y otra vez y, finalmente, vuelve a
entrar en la conciencia y se convierte en dominante en una forma más madura a través de
su sacrificio y su relación con su primer seductor, el príncipe Nechludov. El poeta describe el
mismo fenómeno en Nechludov, quien era probablemente en gran medida una figura
autobiográfica de Tolstoi. También muestra aquí el conflicto incesante entre una persona
egocéntrica, indiferente al sufrimiento de otros, y una persona servicial, idealista llena de
compasión y capacidad de relación.

La psicología analítica siempre parte de la premisa de la salud y ve la patología como un


excesivo énfasis unilateral de un determinado aspecto de la psique, por lo que en psicología
analítica concebimos complejos como parte de la vida normal de la psique. Incluso los
vemos a ellos y a su energía específica como la base de todo el funcionamiento psíquico. En
analogía con la naturaleza, podemos llamar complejos " fuerza de campo" o "mapas" de la
psique, para usar una expresión de Seifert´s (1981). En el macrocosmos de nuestra tierra,
nos encontramos con los más variados paisajes: campos, bosques, desiertos, pantanos,
mares, ríos. Todos relacionados entre sí de alguna manera, y el bienestar de la totalidad se
garantiza no sólo si uno de ellos gana la partida y abruma todo lo demás. Podemos ver los
complejos de forma análoga. En la psique sana, todo un sistema de complejos diferentes,
cada uno con su calidad única, están relacionados entre sí. A través de una identificación
parcial, el ego saludable puede hacer uso de ellos cuando sea necesario en diversas
situaciones de la vida para dominar la tarea en cuestión.

Un complejo se vuelve patológico sólo en una de dos formas. En primer lugar, puede tomar
demasiada energía de sí mismo, lo que podemos entender desde el desarrollo de nuestra
historia (personal), ya que contiene muy tempranos, profundos sentimientos de amor u
odio, también vinculados igualmente con profundos miedos e impulsos agresivos. En
segundo lugar, puede llegar a ser patológico si se divide y aisla del resto de la psique, como
consecuencia de estas energías abrumadoras y la excesiva acumulación de las asociaciones
y ampliaciones que contienen. Entonces, como un dictador que se arroga todo el poder para
sí mismo, el complejo tiende a suprimir y a reprimir todo lo que no cabe en su marco de
referencia, y esto causa la conciencia del complejo del ego que actúe una y otra vez de
manera dañina para sí mismo y sobrecargadas que se evitarían si se pudieran reflexionar de
manera racional. Me acuerdo de un paciente relativamente joven quien, evidentemente,
tenía un complejo de héroe, como Hércules, que una y otra vez le hacía asumir tareas
imposibles de cumplir. Al tratar de dominarlos, se sobrecargaba totalmente, olvidando o
descuidando todo lo demás en su vida, incluida su familia, y terminaba muerto de cansancio.
Pero si tenía éxito en una tarea determinada, nunca estaba orgulloso ni satisfecho. Más aún,
se hundía en una depresión profunda o como el antiguo Hércules, experimentaba salvajes
salvajes apariciones de agresividad dirigidas hacia sí mismo.

Demos otra mirada a lo que ya discutimos en términos generales, pero centrándonos ahora
en los elementos en los que el complejo está formado en realidad. En primer lugar tenemos
lo que se llama la envoltura del complejo. Se compone de todas las asociaciones y
ampliaciones que se acumulan alrededor del complejo, continuamente enriquecidas en el
curso de la vida. Por un lado, estas asociaciones y amplificaciones consisten en las
experiencias reales y de la experiencia subjetiva de ciertas realidades, un proceso que está
en curso en nosotros en la medida en que las experiencias objetivas y subjetivas reales o
aparentes conforman el significado del complejo. Por otra parte, todas las fantasías que
desarrollamos creativamente, o que tomamos de otras personas, la literatura, las tradiciones
compartidas, las expresiones artísticas, u otras fuentes, contribuyen a la envoltura del
complejo. También podemos observar que los contenidos aparentemente no relacionados
con el complejo, pueden extraerse y distorsionarse para ajustarse al complejo,
especialmente cuando el complejo se ha vuelto patológico y lleva una carga alta de energía.
Así, como veremos más adelante en un ejemplo clínico, la sonrisa amable de una persona
neutral puede ser experimentada como ridícula y profundamente lesionadora en el caso de
un complejo paranoide. Expresado de manera sencilla, en un gráfico de dos dimensiones, el
complejo parece representado en la figura 2.1.

El punto negro en el centro representa el núcleo del complejo, mientras que las líneas rectas
y curvas representan las asociaciones parcialmente subjetivas, parcialmente objetivas que el
núcleo ha atraído. (Las líneas curvas representan ciertos contenidos que el complejo "dobla"
o distorsiona para que no correspondan a su significado original o con la realidad
consensuada.)
FIGURA 2.1 El complejo, enriquecido con las asociaciones.
Jacobi (1962) con modificaciones por el autor.

Los complejos están relacionados entre sí, particularmente en la psique sana, y un solo
complejo nunca existe solitario, lo que también podemos representar en un diagrama.
Debemos, por supuesto, tener en cuenta que este tipo de diagramas sólo pueden ser ayudas
visuales. Como todo lo que tiene que ver con la psique, la estructura real de un complejo no
puede hacerse visible. La psique es, obviamente, una estructura multidimensional, que
podemos comprender sólo desde sus efectos. Toda nuestra experiencia nos lleva a inferir
que los complejos, incluso en sus múltiples formas variadas, están relacionados entre sí, ya
sea directa o indirectamente.

Cuando los complejos se interrelacionan directamente, cada complejo individual se conecta


con otro complejo a través de asociaciones específicas que afectan a los dos (o más)
complejos. Cuando los complejos se interrelacionan indirectamente, el primer complejo se
vincula con el segundo, el segundo con un tercero, el tercero con un cuarto, etc. Por lo tanto
podríamos hablar de una interconexión directa si el complejo de ánimus de una mujer
mostrara una correspondencia con ciertas actitudes y comportamientos de su complejo
paterno. Por otro lado, la interconexión sería indirecta, si el complejo de ánimus fuera
completamente diferente del padre personal. Este complejo puede corresponder, por
ejemplo, a la imagen idealizada de su abuelo materno, quien a su vez, corresponde a ciertos
aspectos sombríos de su padre (aspectos que la mujer reprimió o ni siquiera percibió). En
este caso, la mujer se hubiera relacionado inconscientemente con la sombra de su padre al
hacer la elección de pareja.

Al representar una interconexión directa en la que cada complejo se conecta con el otro
complejo directamente, el modelo más simple es el de la transferencia quaternio (figura
2.2).

FIGURA 2.2
Aquí los cuatro complejos están representados por cuatro puntos negros que están
conectados entre sí por líneas. Cada uno de los cuatro complejos está directamente
interrelacionado con los otros tres, sin la intermediación de otro complejo. Por el contrario,
una interconexión "indirecta" puede ser representada en la figura 2.3.

Este diagrama claramente ilustra que un complejo a, situado en el centro, puede entrar en
asociación con el complejo d o e sólo a través del complejo b o el complejo c, en el cual una
asociación común o adecuadamente similar moviliza primero uno y luego el siguiente
complejo. Es aún más difícil para el complejo a llegar a un complejo f, ya que para hacerlo,
por lo menos dos complejos intermedios tendrían que ser activado. Si a está relativamente
cercano a la conciencia y la conciencia es capaz de experiementarlo, entonces el complejo f
está muy distante de la conciencia, y podemos suponer que es poco probable que la
conciencia obtenga algún conocimiento de la existencia de este complejo distante.

Algunos complejos permanecen inconscientes, porque el desarrollo de la personalidad no ha


requerido o permitido que ellos entren en la conciencia. Otros complejos "distantes" y
disociados han surgido en el curso del desarrollo personal individual como se describió
anteriormente. En nuestro trabajo diario con pacientes, por lo general encuentramos el
primero los aspectos oscuros, negativos de las imagos de los grandes padres. Durante
mucho tiempo, tenemos que trabajar muy duro para traer a la conciencia los profundos
sentimientos de decepción, odio, devaluación, agresión destructiva, envidia, inferioridad,
etc. Estos sentimientos son incompatibles con la personalidad moral y con las exigencias del
superego, y para ambas partes, el analista y el analizado, son difíciles de tolerar en la
contratransferencia. Todas las privaciones, la falta de comprensión, la arbitrariedad de los
padres, el egoísmo, la empatía inadecuada y la falta de emocionalidad que se vivió en la
primera infancia, como una herida profunda, debe ser trabajada primero. Y mientras se
trabaja a través de todo esto, uno no puede olvidar que no sólo los complejos negativos de
los padres pueden ser parcial o ampliamente inconscientes, sino que los aspectos positivos
pueden también haber sido reprimidos. Linda Leonard (1982) ofrece un bello ejemplo de su
propia experiencia. Ella describe un complejo de padre, conscientemente experimentado
como negativo. Su padre era alcohólico; en gran medida, ella y su familia lo devaluaron y lo
experimentaron como destructivo. Sólo después de un largo análisis fue ella capaz de ver el
aspecto dionisíaco positivo de su padre y hacer realidad este potencial en sí misma. Me he
referido a este fenómeno anteriormente en referencia a la Resurrección de Tolstoi, en donde
los dos personajes principales reprimen los valores positivos, como un complejo, en una
parte de la personalidad.

En conclusión, quisiera llamar la atención del lector a que la observación de los complejos no
se limita únicamente a los individuales, sino puede captar grupos enteros. Seifert (1981)
señala que el complejo de la grandeza nacional o de la raza superior puede suscitar cambios
que mueven el mundo. Incluso cuando los complejos no son patológicos, pertenecen, como
Jung lo discutió (1948/60a), al fenómeno más característico de la psique, tanto en los
grupos o pueblos más primitivos como en los diferenciados. En este contexto, menciona
algunos ejemplos de la literatura antigua: el poema épico de Gilgamesh representa un
complejo de poder, y el Libro de Tobías en la Biblia ofrece el ejemplo de un complejo erótico
y su curación. Hemos estudiado este tipo de complejos colectivos muy a fondo en un grupo
de trabajo en el Instituto Jung de Berlín y editado los estudios (Dieckmann y Springer
1988), por lo que no me explayaré sobre este tema aquí.

CAPITULO 3.- Las relaciones del complejo del ego con los complejos
individuales.

Anteriormente presenté dos ejemplos detallados de la evolución y estructura de la envoltura


y el núcleo de un complejo, como los he conceptualizado desde mi experiencia clínica; me
gustaría describir los efectos y relaciones que el complejo del ego puede tener sobre y con
los diversos complejos. Puesto que la psicología, y especialmente la patología, del ego y sus
alteraciones y defensas se han investigado y descrito a fondo por la escuela freudiana en las
últimas décadas, podemos renunciar a discutir esto aquí. Sin duda no tiene sentido para
nosotros en la psicología analítica crear nuestra propia terminología para algo para lo cual ya
hay un vocabulario que nombra los fenómenos idénticos a los que hemos observado
empíricamente y trabajado clínicamente. Por supuesto, tendría sentido para un analista de
nuestra escuela trabajar con un esquema generalmente aceptado del desarrollo del ego y los
trastornos concomitantes que pueden ocurrir, tal vez siguiendo los conceptos de Erich
Neumann (1963-1973) o las ideas de Kadinsky (1964) acerca de los tipos. Esto sería un
complemento valioso a los conocimientos que ahora tenemos sobre el ego y sus defensas, o
podría ser una hipótesis independiente de trabajo que nos sirva mejor de lo que tenemos
ahora.

En mi descripción de las diversas formas en que los complejos afectan el complejo del ego,
me basaré en gran medida en las elaboraciones de Jacobi (1959) y de Whitmont (1969).
También estoy adoptando una diferenciación de la identificación de Whitmont (como un
proceso más cercano a la conciencia) y la identidad (como un proceso totalmente
inconsciente).
Es una buena idea recordar que, por regla general, los complejos se caracterizan por tres
rasgos: tienden 1) a no ser corregibles, 2) a operar automáticamente, y 3) a enriquecerse
con amplificaciones arcaicas, mitológicas.

Esto significa que incluso el conocimiento puramente racional que uno tiene de un complejo,
no está uno en condiciones de resolver, modificar, trabajar a través de él. No sólo tenemos
complejos, sino que ellos nos tienen, y lo máximo que podemos hacer es suprimirlos o
reprimirlos. Cada complejo maneja un grado relativamente alto de autonomía y sólo está
sujeto en un grado limitado a la voluntad y a los deseos de la conciencia. Una vez más
tenemos las personalidades particionadas dentro de la psique ya mencionadas, que por lo
general se comportan completamente a voluntad. Entre más alejado esté un complejo de la
conciencia y entre más fuerte la energía que contiene, más tiende a incluir imágenes
mitológicas y arcaicas del inconsciente colectivo en su repertorio de imágenes activas.

Así como es verdad la descripción de todos los objetos orgánicos, también en el caso del
complejo hay que tener en cuenta la dimensión histórica para comprender el proceso
dinámico. Los tres tipos de tiempo siempre participan en el origen de un complejo: pasado,
presente y futuro. El primero corresponde a las raíces infantiles, es decir, las influencias de
los mundos interno y externo de la infancia y de la historia de la vida del individuo con todas
sus experiencias subjetivas. El presente del complejo corresponde al conflicto real, actual,
en que está involucrado el individuo. El futuro corresponde al componente "finalista". Todo
complejo, así como cada símbolo contiene una tendencia, un movimiento hacia un punto
final o condición o resolución. Una y otra vez, Jung hizo hincapié en el punto de vista
finalista en contraste con el análisis puramente causal de Freud. Con todo esto en mente,
podemos ahora discutir las diversas formas en que el complejo puede ejercer sus efectos
sobre el complejo del ego.

1) El complejo puede ser inconsciente, pero no estar muy fuertemente cargado. En este
caso, bloquea el flujo normal de los acontecimientos psíquicos sólo en unos pocos momentos
y se manifiesta en pequeños errores en el comportamiento o en síntomas menores que la
persona en cuestión no considera como patológico. Ejemplos típicos son el tema del famoso
libro de Freud, Psicopatología de la vida cotidiana, en el que presenta una gran cantidad de
este tipo de "errores" o "equivocaciones", tales como decir algo equivocado, olvidos, errores
de lectura, errores de escritura, etc. Por ejemplo, un complejo que consiste en una
homosexualidad algo intensificada y latente, que conlleva una cierta dificultad en las
relaciones con personas del mismo sexo, puede estar demasiado o muy poco distante, o
tener una frecuencia aumentada de conflictos mientras se vea sometido a este dominio. El
complejo, como tal, está relativamente bien integrado en la totalidad de la psique y no
causa ningún síntoma patológico serio. Aquí llegamos al cambio de frontera entre salud y
enfermedad que ningún médico ha sido capaz de determinar con precisión.

2) El complejo puede ser tal que su energía afectiva sea muy elevada y se enriquece de
modo que se posiciona en contra del ego consciente, como una especie de "segundo" ego.
Esto amenaza con destruir al individuo en dos en la medida en que él o ella se muevan hacia
un lado y otro, entre dos grupos de contradictorios de imágenes. Una imagen mitológica
conocida de esta situación es el Sinis Pityocamptes, de la saga de Teseo, quien le salía al
paso de los viajeros, los ataba entre dos árboles de pino inclinados, y luego liberaba los
árboles, partiendo en dos a los desafortunados viajeros. Teseo lo venció y liberó a los
Pelepones de este ladrón. Frecuentemente nos encontramos con un ejemplo de esta
patología en determinados casos de neurosis obsesiva en las que la incapacidad del paciente
para eligir es marcada.
Hace muchos años, antes de que el Muro de Berlín fuera erigido, tuve a un estudiante en
tratamiento conmigo quien, durante semanas y semanas, dedicó muchas horas
considerando si se debía comprar sus libros de texto en el Este o el Oeste. En el este de
Berlín, eran considerablemente menos costosos, pero tenía escrúpulos de privar a la gente
más pobre allí. Por otra parte, penalizar a los impíos del Oeste correspondía más a su
ideología coloreada de cristianismo. Comprar sus libros en el Oeste, exigía sin embargo un
sacrificio considerable para él, y todos sus compañeros de clase compraban, por supuesto,
en el Este. Pero por otra parte, él condenaba el capitalismo codicioso del oeste y no se daba
cuenta que mediante el pago estaba apoyando los elevados precios que se exigia a los
estudiantes pobres.

3) Una forma aún más fuerte está marcada por la aparición de una "doble personalidad".
Aquí, el complejo está completamente liberado del contexto psíquico y aparece como una
personalidad escindida por derecho propio. (Ofrecí ejemplos de esto arriba, p. 14, en el caso
del paciente con los estados patológicos de intoxicación y en el conocido tratamiento literario
de este tema en el Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson).
(32:00:00)
4) En el cuarto nivel, el ego se identifica parcial o incluso totalmente con el complejo. Somos
conscientes de esta condición, al menos como un fenómeno transitorio con tendencias auto-
sanadoras, en personas que están "enamoradas", cuando un hombre o una mujer están
totalmente poseídos por su pareja o por la correspondiente imagen interior, es decir, el
ánima o el animus. La identificación parcial se acompaña de alteraciones en la adaptación,
una pérdida relativa de un sentido de la realidad, así como cierto grado de vulnerabilidad
emocional. En el caso de una identificación completa o de una identidad del ego y el
complejo, una condición de inflación puede surgir, encontrada con más claridad y distinción
en las distintas formas de psicosis en las que el individuo se funde con una imagen
arquetípica y se convierte, por ejemplo, en el Emperador de China, o Juana de Arco. Tuve la
experiencia una vez de un ejemplo clásico de una identificación completa, pero no psicótica,
en el caso de un profesor de unos cuarenta años de edad.

El paciente se había criado en una secta muy cerrada, una secta que rechazaba la
sexualidad, considerándola como pecado, y como un mal necesario solamente en la relación
matrimonial. Es obvio que, como en la Iglesia Católica, la anticoncepción estaba
estrictamente prohibid. En sus veinticinco años, se casó con una mujer que venía de la
misma secta, y el círculo de amigos de la pareja estaba formado por hermanos y hermanas
de la secta. Hasta que entró en análisis conmigo, había llevado una vida decididamente
sólida y "pura" sin complicaciones, aunque con ciertos síntomas psicosomáticos, con especial
involucramiento del estómago y los intestinos, síntomas que él vio como orgánico y por los
cuales estaba en constante tratamiento con su internista. Antes de que él me llamara, una
premonición oscura de sus síntomas pudo haber tenido algo que ver con su psique, que lo
guió a una conferencia en un instituto psicoanalítico en la que la sexualidad se discutía con
mayor libertad. Esto le golpeó, me dijo, como un rayo caído del cielo, una revelación.

Inmediatamente después de la conferencia, visitó un prostíbulo por primera vez en su vida,


y allí vivió una experiencia sexual más satisfactoria que nunca había tenido con su esposa.
Capturado por este conocimiento y disparado por la inspiración de que la sexualidad era algo
totalmente natural y saludable, y que tenía que ser permitida y expresada en todas sus
formas, regresó a casa. Empezó a comprar grandes cantidades de literatura sexual, películas
pornográficas, y trató con insistencia desesperada de convertir a su esposa y a su círculo de
amigos para que experimentaran y vivieran la sexualidad en todas sus formas, incluyendo el
intercambio de esposas y el sexo en grupo. (Esto sucedió un tiempo antes de las revueltas
estudiantiles de los años sesenta, y él fue, en cierto sentido, un precursor de este fenómeno
que sólo años más tarde se convirtió en una especie de ideología colectiva: "Si usted se
acuesta dos veces con la misma persona, ha vendido su alma al precio del establecimiento.
")

Por supuesto, sus intenciones misioneras fueron un completo fracaso, y cosechó horribles
conflictos, amistades perdidas, puso en peligro su matrimonio, y se creó dificultades
profesionales. Un vestigio de sentido común le impidió difundir sus ideas entre los
estudiantes, pero siempre trató de llevar a algunos de sus colegas en esta dirección,
sugiriendo que al menos vieran sus películas.

Cuando entró en análisis conmigo, empezó tartamudeando una frase característica de su


condición: "¡Herr Doktor, he pintado un pene en mi bandera!" Con esto, creía que iba a
ganar mi buena voluntad y se encontraría con un compañero de armas quien, teniendo los
medios adecuados, podría ayudarle a convencer a su entorno y lo llevara a una nueva y
saludable vida. Pero de alguna forma en la penumbra sentía que algo en su ideología no
estaba del todo bien, y se quedó en terapia incluso cuando, para su profunda decepción,
resultó que no podía ayudarlo a realizar sus metas. Durante mucho tiempo el complejo del
ego de este paciente fue de hecho poseído por su complejo sexual, y pasó una larga fase
inicial de su análisis hablando incesantemente al respecto y también actuando sobre el
tema, tanto que a menudo temí por su existencia social. Sin embargo, hubiera sido
imposible llamar a esta inflación una psicosis. En el curso del análisis posterior, resultó que
el "pene en su bandera" correspondía al ánimus y que la sexualidad severamente reprimida
de su vivaz y enérgica madre, era parte de un complejo materno positivo que, a través del
análisis, introdujo una transformación en él, sacado de un elemental carácter rígido y
sofocante de la Gran Madre. Esta última fue personificada en las reglas estrechas y en las
opiniones de la secta colectiva.

5) Otra posibilidad es que el complejo sea totalmente inconsciente y, que a través del
mecanismo de defensa de la proyección, se proyecte sobre el medio ambiente. Aquí el
individuo lo encuentra como una característica de alguna otra persona u objeto. La más
frecuente de estas proyecciones inconscientes son las proyecciones de laq sombra que Jung
describe en detalle en su temprano trabajo, Las relaciones entre el ego y el inconsciente
(1934-1953). Este tipo de proyecciones de la sombra juegan un gran papel en la génesis de
las imágenes del enemigo, como ya he discutido en detalle en otro trabajo (Dieckmann
1986). Según Jung, las proyecciones pueden tener lugar solamente si un gancho apropiado
está presente en el que uno puede colgarla. Este gancho puede ser muy pequeño, en mi
experiencia, incluso tan mínimo que sea prácticamente inexistente. Sin embargo una
proyección puede tener lugar, tal como lo encontramos en las ideas persecutorias del
paciente paranoide. La experiencia externa aparente es en realidad una experiencia interna
alucinante proyectada completamente hacia el mundo exterior. Aquí también está la no tan
infrecuente aparición de espíritus y visiones que parecen tan reales, que muchas personas
están tan plenamente convencidas de ellos, ya que son las características negativas de las
personas en quienes proyectan su propia sombra.

6) A continuación se menciona la condición en que el complejo es conoce por la conciencia,


pero sólo con una conciencia intelectual, mientras que el componente emocional sigue
siendo reprimidos. Esto es, por supuesto, sólo una variación de la conciencia parcial en la
que el paciente sabe, por ejemplo, que tiene un complejo materno, pero que no puede
resolver y que, por otra parte, se encuentra bajo su influencia o es dominado por éste.
Encontramos esta forma, especialmente en pacientes con la clásica neurosis de compulsión
que los levan hacia una visión racional en sus complejos como una defensa intelectual, que,
por supuesto, no es de ninguna manera suficiente ni para cambiar sus síntomas en lo más
mínimo ni para iniciar un proceso de individuación. Hoy en día esta forma de defensa se ha
extendido y se la puede encontrar en todas las formas de neurosis, gracias a la abundancia
de la literatura psicológica y psicoanalítica que está disponible para el público lego en forma
simplificada. Especialmente entre los intelectuales, las teorías de sus propias neurosis son
una forma amada de defensa. A menudo están equivocados porque esas teorías están
destinadas a servir como disfraz para algo más, pero sin embargo, a menudo se ajustan
también a la descripción anterior, y entonces, muchos pacientes no pueden entender por
qué sus insights profundamente tenidos no les hacen ningún bien. (32:12:19)

Una impresionante paciente mujer a quien tuve una vez en tratamiento era una socióloga
que trabajaba con éxito en una empresa química grande y era muy inteligente. Era
característicamente la hija de padre de un científico de renombre a quien ella había
idealizado y a quien no encontraba la menor falla. Ella estaba vívida y decididamente
interesada en los sueños y trajo uno o dos en cada sesión. Su motivación consciente para el
análisis conmigo era que quería aprender más acerca de su inconsciente para llegar a ser
incluso más exitosa en su desarrollo profesional. Sospeché que había un estado de ánimo
considerablemente depresivo al acecho en la penumbra, escondido detrás de lo que ella
creía entender era una individuación a lo Jung.

Antes de entrar en tratamiento conmigo, había estado en tratamiento con otro analista, con
quien había quedado muy satisfecha y a quien había tenido que dejar momentáneamente,
porque en su empresa le ofrecieron un mejor puesto en otra ciudad. Era claramente un tipo
pensamiento. Su analista anterior que también se llamaba a sí mismo Junguiano, a pesar de
que no se había calificado como tal, sino que él mismo se había entrenado a través del
estudio independiente. Por una fase relativamente larga en el inicio del tratamiento analítico,
algo notable sucedió: después de las consultas iniciales, la paciente comenzó cada hora a
contarme sus sueños, y tan pronto como concluía el reporte de su sueño, ella se envolvía en
un silencio expectante. Me miraba llena de expectativas por lo que me dio la impresión que
esperaba que yo le diera alguna pista inicial sobre el contenido de sus sueños.

Al principio yo también guardé silencio y esperé sus asociaciones. Esto gradualmente


degeneró en un duelo de silencios del cual yo no tenía muy buena opinión, así que comencé
a hacerle preguntas sobre las figuras o imágenes que aparecían en sus sueños. Esto pareció
irritarla aún más que mi silencio anterior. Después de varias horas de esto me sentí
completamente impotente y le pregunté qué esperaba lograr con su extraño
comportamiento, ya que, gracias a su prolongado tratamiento previo, debía saber cómo
funcionaba este proceso. En seguida se puso muy molesta y me dijo que yo le parecía un
analista con poco entrenamiento. Con mi predecesor, el tratamiento había comenzado
siempre con ella contándole los sueños. Cuando terminó, él los interpretaba y le explicaba
tanto los símbolos como las personas que aparecen en ellos en el plano subjetivo, utilzando
el resto de la hora para darle conferencias sobre símbolos y sus interconexiones. Ella no
necesitaba decir nada más y se llevaba a casa un conocimiento muy interesante de los
acontecimientos que tienen lugar en su inconsciente. Al parecer, yo no estaba a la altura de
esa tarea y no había estudiado suficientemente a Jung. Dijo que estaba extraordinariamente
frustrada y furiosa conmigo. En mi contratransferencia, advertí cierto enojo por la arrogancia
intelectualizada de esta mujer y su defensa masiva contra un proceso de análisis real, pero
caí en cuenta bastante rápido que se trataba de una agresión poderosa y latente contra su
padre idealizado, a quien nunca le habían preocupado sus verdaderos sentimientos y la
verdadera personalidad de su hija.

En las horas posteriores, surgió que ella tenía una visión totalmente intelectual en los
problemas de su complejo paterno positivo, y que incluso había llegado al punto de expresar
alguna crítica, a veces sobre lo que aparecía en sus sueños. Pero, desafortunadamente, su
miedo de un odio poderoso y latente, era demasiado grande, o mis habilidades como un
relativamente joven analista, no eran suficientes para aprovechar estas oportunidades. Ella
decidió terminar el análisis antes de que fuéramos capaces de trabajar este complejo. Ella
pudo evitar la presión de su sufrimiento a través de sus éxitos profesionales y sus buenas
habilidades relacionales, y por tanto no fue lo suficientemente fuerte como para forzarla a
enfrentarse con su problema. Terminamos el análisis en un entendimiento mutuo, y ella tuvo
por lo menos la suficiente claridad como para no buscar otro intérprete de sueños, como su
primer "analista", un empresario de quien ella ahora se esperaba ninguna ayuda. Hasta hoy
en día no estoy seguro si lo suya fue una terminación prematura o si el violento conflicto que
ella tuvo conmigo en ese tiempo tan relativamente corto, tal vez no hubiera sido lo
suficiente para ayudarla a bajar a su padre de su pedestal y humanizarlo.

7) La última posibilidad para discutir aquí es la identidad completa, inconsciente del


complejo del ego con una figura parental. Esto ocurre especialmente cuando el paciente
trata de no llegar a parecerse al padre en cuestión (como Jung lo ha descrito en su discusión
sobre el complejo de la madre de la hija). Esto puede parecer muy poco probable - la
persona en cuestión, después de todo, conscientemente aplica toda su energía para
desarrollar otras formas de vivir y de comportarse. Pero dado que el inconsciente siempre
está en una relación compensatoria con la conciencia, por lo general se cancela la intención
consciente. Especialmente en casos de complejos parentales negativos, este fenómeno
relativamente frecuente por lo general entra en la conciencia, sólo entra en la fase final del
análisis. Después de que el paciente ha trabajado a través de sus profundos sentimientos de
rabia e ira hacia la figura del complejo experimentada como maliciosa u hostil, el paciente
está en condiciones de diferenciar las proyecciones arquetípicas de la figura personal. Aun
cuando esta última haya tenido un efecto muy negativo e inhibidor en el desarrollo del
paciente, éste puede aprender a tolerar los aspectos de la sombra como introyecciones y, en
el mejor de los casos, también aprender a lidiar con ellos en una manera constructiva.

Por lo general, la primera toma de conciencia de este problema es dolorosa y desagradable,


pero el complejo del ego, una vez estabilizado, puede soportarlo y trabajarlo. A este
respecto, recuerdo de nuevo la discusión de Linda Leonard (1982) en la que describe este
proceso en términos gráficos.

En resumen, podemos reiterar que las siete actitudes del complejo del ego cara a cara (vis á
vis) con el complejo patológico dominante caen en tres grupos básicos. Un grupo se
caracteriza por una pérdida de conciencia del ego y su negativa a reconocer el complejo.
Característica del segundo grupo es la proyección del complejo hacia el mundo exterior
(teniendo en cuenta que la proyección es un proceso en gran parte inconsciente). El tercer
grupo abarca los procesos de identificación del complejo del ego con los complejos, o su
identidad con ellos.

Hay sin embargo otra actitud más que el complejo del ego puede asumir: la confrontación
con el complejo. Sólo a través de la confrontación, en lo cual nos esforzamos en cada
proceso de análisis, podemos llegar al punto de sacar al complejo y resolverlo. Cuando se
disuelve un complejo, la energía psíquica que estaba atada en el campo del complejo se
libera y puede fluir a otros reinos psíquicos. Puede quedar disponible para el complejo del
ego como energía libre disponible, que el paciente a menudo experimenta como un aumento
claro en la energía disponible con la que las nuevas actividades se pueden desarrollar. Parte
de esta energía puede ir a movilizar otros núcleos de complejos. De una parte, esto le da a
las partes reprimidas o hasta ahora descuidadas del alma una nueva vida y crea una
variedad más saludable en la estructura compleja de la psique. (Describo este proceso
particularmente en el capítulo en el que presento un paciente borderline y en los esquemas
que lo acompañan.) Por otra parte, la energía liberada también puede conducir a una
confrontación con otro complejo dentro del proceso analítico. Este es especialmente el caso
en que un complejo paterno contiene a un complejo materno más profundamente reprimido,
con una temida figura especialmente arquetípica en el centro, o viceversa.

CAPITULO 4.- La envoltura del complejo y la situación


desencadenante.

Para comenzar este capítulo quiero examinar la envoltura del complejo usando un caso
clínico. Naturalmente no puedo excluir los problemas del núcleo y por lo tanto debo tener en
cuenta los elementos del núcleo que condicionan la envoltura. Sin embargo, en este
contexto, pasaré por alto el tema del núcleo y sus componentes personales y arquetípicos
(los abordaré en detalle en el siguiente capítulo sobre el núcleo del complejo).

Aunque la teoría de los complejos en psicología analítica dice que forman la estructura
básica de la psique, en la literatura especializada no presenta ejemplos clínicos diferenciados
y trabajados en profundidad, en los que se que presente el modus operandi del núcleo, la
envoltura y el complejo del ego, ni tampoco de la disociación de los componentes de
desarrollo temprano y los componentes arquetípicos del complejo en su estructura y en sus
detalles. Los junguianos en general consideran como una regla de oro el que la envoltura del
complejo está compuesta en parte de asociaciones subjetivas (personales) y en parte, de
asociaciones objetivas (arquetípicas) que se estructuran en torno a un núcleo arquetipal del
complejo ubicado en el inconsciente colectivo, pero lo que rara vez se discute es cómo surge
esta estructura a través de las distintas fases de desarrollo que marcan el proceso de
socialización y el resto de la vida, y qué, en la conciencia o en las percepciones del individuo,
desencadena un complejo determinado.

Es evidente que un complejo consiste siempre de una mezcla de material colectivo y


personal, y que entre más se disocien sus elementos del complejo del ego, más mitológicas
son las características que asumen. Jung describió este fenómeno desde el principio y
repetidamente en sus trabajos sobre las psicosis (Jung 1907/60, 1914/60, 1919/60,
1958/60).

En el siguiente caso, que es también una neurosis clásica, es fácil reconocer que los motivos
mitológicos y arquetípicos se vuelven cada vez más claros a medida que se profundiza el
análisis y el complejo del núcleo se penetra más intensamente.

Mi hipótesis aquí es que los elementos muy tempranos de la experiencia personal se


trabajan en el núcleo del complejo –esto es, a través de un proceso de disociación
progresiva del complejo del ego consciente- y debe tenerse en cuenta en la estructura del
núcleo del complejo. Generalmente, estos elementos son difíciles de reconstruir clínicamente
por cuanto se encuentran fuera del rango de la memoria en los primeros años de vida, pero
pueden ser interpolados hipotéticamente bien sea de las experiencias tempranas específicas
(por ejemplo, hospitalizaciones) o de ciertas estructuras del carácter de los padres.

Ocasionalmente sucede que este tipo de experiencias muy tempranas se pueden verificar,
como lo muestra el siguiente ejemplo del análisis de una paciente de cuarenta años de edad.

Esta mujer tenía un sueño de ansiedad severa que ocurría una y otra vez. En él ella veía una
persiana moviéndose por el viento lo que le generaba los estados de ansiedad más severos.
También estando despierta, que apenas podía soportar ver persianas golpeándose por el
viento. Por un largo tiempo, durante el análisis fuimos incapaces de explicar este tema hasta
que la paciente un día tuvo una conversación con su madre. La madre le dijo que cuando
ella tenía seis meses de edad, fue evacuada de Berlín al campo en un pequeño pueblo. Un
día hermoso y soleado, su madre la dejó en la cuna en un balcón mientras iba a la tienda de
compras. La copa de un árbol se extendía por encima del balcón, y sus hojas le daban
sombra a la bebé. De repente, se desencadenó una tormenta y antes de que la madre
regresara, la volcó. Su madre la encontró completamente perturbada, empapado, y gritando
en la cuna. La copa del árbol con sus hojas, mecida por la tormenta, correspondía a la
persiana.

En los últimos años, han aparecido cada vez más publicaciones que contradicen la noción
freudiana de las experiencias sexuales simbólicas y fantásticas de la primera infancia. Pero a
medida que la sensibilidad del público al maltrato infantil ha aumentado, las primeras teorías
de Freud han sido rehabilitadas (al comienzo él creía que los traumas sexuales de sus
pacientes histéricas eran históricamente y literalmente verdaderos) (véase, por ejemplo "La
reconstrucción de una seducción temprana" de Williams, 1988). Probablemente siempre
estaremos en desacuerdo sobre si el asunto es un recuerdo simbólico ó un hecho real. En
diferentes momentos cualquiera de los dos puede ser el caso. En el proceso analítico,
generalmente no se puede establecer, y debemos evitar inclinarnos hacia una u otra
posición, como desafortunadamente lo hacen muchos autores actualmente. Lo que es
esencial analíticamente es la forma en que este tipo de contenidos experimentados pueden
ser trabajados y superados.

Ahora quisiera traer el ejemplo de un caso para ilustrar cómo la envoltura de un complejo se
forma alrededor del núcleo en el curso del proceso de socialización, y cómo el complejo, o
sus distintas partes, se activan y se expresan en acción debido a un detonante
correspondiente.

El paciente era un hombre de veintiséis años que me consultó por una neurosis de ansiedad
severa que le hacía casi imposible ejercer su profesión como fotógrafo. Tenía una serie de
ansiedades de principalmente de carácter fóbico. Además de una ansiedad difusa de que
algo desafortunado pudiera ocurrir, tenía miedo de usar el transporte público y, al menor
síntoma de enfermedad, desarrollaba ansiedades hipocondríacas de que pudiera ser una
enfermedad grave o letal. Cualquier granito en la piel, le disparaba los miedos a un
envenenamiento mortal de la sangre, y temía estar siendo envenenado por el cianuro de
potasio en su cuarto oscuro. Sus temores se habían vuelto tan fuertes que seis meses antes
de comenzar el análisis, se internó en un hospital. Todos sus síntomas se habían
desarrollado al poco tiempo de casado, aproximadamente unos nueve meses antes de
comenzar el tratamiento, y sin duda estaban conectados con la relación con su esposa.

El paciente había nacido poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial y creció como
hijo único. Poco después de su nacimiento, su padre fue reclutado y regresó cuando el
paciente tenía cinco años; pasó su primera infancia principalmente con su madre. Su niñez
fue marcada por acontecimientos turbulentos que, a primera vista, presentan un cuadro de
una niñez extremadamente lastimada. Vivió algunos de los intensos bombardeos de Berlín,
fue evacuado con su madre, pero luego enviado solo al campo cuando aún era muy joven.
Allá se sintió tan mal que la madre fue y lo trajo de vuelta. Cuando tenía once años, su
madre murió de neumonía, y su padre viudo se hizo cargo de su crianza. Su padre estaba
muy involucrado en el trabajo, pero también tenía una buena relación emocional con su hijo,
por lo que el paciente experimentó un período de gran libertad, con el apoyo de su padre en
la escuela y en su profesión, hasta su matrimonio. Lo más sorprendente era que él no casi
ningún recuerdo de su madre; su muerte, así como los años que pasó con ella desde la
primera infancia hasta los once años estaban escindidos de la conciencia.

Al comienzo de su tratamiento, era claro que el paciente proyectaba un masivo complejo


materno negativo sobre su esposa. Comparaba su matrimonio con la obra “A puerta
cerrada” de Sartre; sentía que su esposa lo atormentaba y lo saturaba con cosas sin
importancia, y él siempre desempeñaba el papel de conciliador. Si la tensión se hacía
demasiado fuerte, el se evadía de la situación y a menudo se quedaba fuera de la casa
durante horas y horas. Vivía a su esposa como totalmente dominante en los campos tanto
intelectuales como materiales, porque ella provenía de un ambiente social mejor que mucho
más dinero en su profesión. En consecuencia, renunció a todas las regulaciones financieras
de la casa y le entregaba casi todo el dinero que ganaba. Toda la primera fase de su
tratamiento estuvo llena de sus descripciones del matrimonio de las cuales era evidente que
las asociaciones con su esposa tenían fundamentalmente un carácter negativo y siempre
incluían un componente amenazante para él. Era muy claro que el paciente experimentaba
un alto nivel de ansiedad, subyacente, inconsciente, totalmente irracional, en relación con
esta mujer, que producía, incluso en los enfrentamientos más leves entre ellos, síntomas
psicosomáticos, como temblor en las manos, aumento de la sudoración, incremento en el
pulso elevado, entre otros síntomas.

Poco a poco, en el curso del análisis, logró acercarse más a la figura de su madre. Resultó
que ella era una mujer intensamente compulsiva que, además de serias compulsiones con la
limpieza y el orden, tenía precisamente las mismas ansiedades catastróficas que exhibía su
hijo. Todas las minucias de la vida que se salían de la norma bien establecida le provocaban
fuertes ansiedades fóbicas en ella que unidas a una agresión subyacente, la llevaban a
aplicar severos castigos a su hijo, quien, naturalmente, se sentía extremadamente
intimidado por la ansiedad de su madre y que lo llevaron a experimentarla como
definitivamente rígida y cruel. Puesto que su madre de hecho había muerto de neumonía
cuando él tenía once años y había sido tan fóbica frente a la enfermedad como él, la
experiencia de su muerte, revivida en el análisis, intensificaron significativamente sus
temores a las enfermedades.

La clave de su ansiedad predominante de ser envenenado por cianuro de potasio apareció,


con mucha emoción, alrededor de la sesión 120. A la edad de tres años, el paciente y su
madre se habían ido al campo con familiares que tenían una granja. Mientras jugaba en el
granero, se encontró con dos huevos de gallina frescos, los abrió y se los comió. Lleno de
orgullo le contó a su madre y tuvo que enfrentarse con su reacción, que para él fue
absolutamente terrible y aterradora. Primero su madre le gritó y luego le dio una paliza, tras
lo cual le dio una larga y dura conferencia sobre lo tremendamente peligroso que era comer
huevos sin lavarlos y cómo se hubiera podido envenenar fatalmente de esa manera. Le hizo
prometer solemnemente que nunca jamás se volvería a llevar a la boca algo sin lavar y
mucho menos comerlo.

Después de recordar esta experiencia temprana, sus temores de envenenarse con cianuro
de potasio desaparecieron, y sus otras ansiedades también mejoraron en el transcurso del
tiempo en la medida en que fue trabajando su identidad con su compulsiva y excesivamente
ansiosa madre. Pero el miedo a su esposa, y por extensión, a todas las demás mujeres,
permanecía prácticamente sin cambios a pesar de que el paciente había tomado conciencia
tanto racional como emocionalmente de que proyectaba su propio complejo materno
negativo en su esposa y en otras mujeres. Sólo su identificación con la restricción al
envenenamiento y la madre ansiosa, habían sido liberadas, pero no su proyección de la
madre terrible hacia su esposa.
FIGURA 4.1 Madre

En el curso de las próximas horas, el paciente lucho seria e intensivamente con este
problema. Finalmente decidió, por propia iniciativa, dibujar una imagen de esta madre, a
pesar de que era poco experto con el dibujo. Lo que resultó fue una figura de una bruja
pelirroja con grandes senos, puntiagudos y un abdomen redondo impresionante, con una
falda azul muy corta (o mejor un taparrabos), que con una poderosa y enorme mano
izquierda y unos amenazantes rasgos faciales cuyas cejas recordaban las de un Mefistófeles
(figura 4.1).

Esta figura no tenía nada que ver con su madre y no se asemejaba a ella en lo más mínimo.
Era obviamente una figura arquetípica de la Gran Madre con rasgos arcaicos prominentes
como los de la Venus de Willendorf. Me recordaba las diosas madres más agresivas tales
como Ishtar o la Tiamat de Babilonia, una impresión que surgía especialmente de los rasgos
faciales amenazadores, la mano poderosa, y los pechos poderosos puntiagudos. En sus
asociaciones también tenía algunas conexiones con la Gran Madre como prostituta, la Gran
Ramera de Babilonia (debo también añadir que él estaba muy fascinado por las prostitutas,
pero nunca había tenido relaciones con ninguna ni se había atrevido siquiera a hablar con
una prostituta).

Sus asociaciones con esta imagen dieron un poco de material colectivo y un poco de
material individual personal. Entre sus asociaciones objetivas, se destacaban las
características de la Gran Madre en su carácter negativo. Se refería a la mujer como una
bruja tramposa, una puta depravada, y una madre muerta opresora. Sus asociaciones
subjetivas fueron con los golpes de su madre con la mano grande, que en su pintura se
presenta como un guante de béisbol, y aunque su madre era en efecto diestra, en la pintura
pintó la mano izquierda tan grande como la vida. Los pezones rojos le recordaban cómo su
madre le corregía sus tareas con lápiz rojo, y que había sufrido miedos terribles de cometer
errores.
En este contexto, volvió a mencionar la historia de los huevos de gallina y también recordó
una experiencia de cuando él tenía seis años. Él había obtenido una moto como regalo, y la
primera vez que la ensayó, se cayó en la calle. Al hacerlo, se lastimó el brazo, que lo llevó a
un dudoso caso de envenenamiento de la sangre. Había tenido que quedarse acostado en
cama durante varias semanas y su madre demasiado ansiosa lo escrutaba en exceso. Esta
experiencia, que se había reprimido hasta ahora, tenía un componente subjetivo individual,
pero también fue una experiencia del aspecto colectivo negativamente demoníaco del
mundo que podía, de hecho, atraer tales enfermedades y envenenamientos. Esto fue
destacado cuando el paciente se acordó de otra experiencia temprana: había presenciado el
suicidio de un vecino que se lanzó desde el cuarto piso de su casa a la calle.

Varias horas de análisis más tarde, el paciente trajo una segunda imagen que mostraba a un
gigante demoníaco con cuatro brazos de pie frente a un acantilado mirando una pequeña
figura que ha trepado dos tercios del camino hacia la cumbre (figura 4.2). Este gigante tenía
de nuevo una mano excesivamente grande como la de la imagen de la madre, pero esta vez
en el lado derecho. El paciente lo nombró el Holländermichel, una figura del cuento de Hauff,
"El corazón helado" (Hauff 1896).

FIGURA 4.2 El Holländermichel

En este cuento, la población del Bosque Negro en Suabia se divide en dos grupos. Uno está
compuesto por leñadores grandes, de anchos hombros, y el otro de fabricantes de vidrio
guapos, serios, y dignos. Cada grupo tiene su propio "espíritu" o "demonio": los leñadores
tienen su Holländermichel y los vidrieros su Glasmännlein (es decir, el homúnculo de vidrio).
El Glasmännlein es un buen espíritu, que tiende a ser asociado con el dominio patriarcal,
mientras que el Holländermichel se asemeja a un demonio del bosque arcaico del dominio de
la madre naturaleza que vuelve ricos a aquellos que lo buscan, pero les exige a cambio sus
corazones y los reemplaza con piedras.

En la desgracia, un carbonero pobre, Peter el cargador de carbón, acude al Glasmännlein


quien le concede tres deseos. El primer deseo de Peter es ser capaz de bailar tan bien, que
se convierta en el rey del baile, como segundo pide la más magnífica casa de vidrio, un
caballo y un coche. El Glasmännlein se molesta por los deseos estúpidos de Peter y le deja el
tercero sin cumplir. Peter ahora es rico y el rey del baile, pero derrocha su dinero y
desarrolla una pasión por el juego. Finalmente, pierde todo en el juego y termina tan pobre
como antes. El Glasmännlein se niega a ayudarlo nuevamente.

Peter se dirige ahora al Holländermichel y le vende su corazón viviente por 100.000 florines
y un corazón de piedra. Rico de nuevo, viaja alrededor del mundo, pero pronto descubre que
ya no puede experimentar ningún sentimiento. Finalmente, le solicita al Holländermichel que
le devuelva su verdadero corazón, pero éste se niega. Peter se convierte en el más rico y
más cruel empresario de la región. Se casa con la doncella más hermosa y virtuosa de la
Selva Negra. Ella es caritativa e intenta ayudar a los pobres, lo que enfurece al desalmado
Peter. La mata de un golpe cuando ella le da pan y vino a un pobre anciano que aparece en
la puerta. Este hombre viejo se revela como el Glasmännlein, quien maldice a Peter y le
amenaza con hacerlo añicos. Pero por el bien de la esposa caritativa de Peter, el
Glasmännlein le da a Peter una semana para corregir su conducta. Una noche, en un sueño,
su mujer le implora que vaya de nuevo al Glasmännlein y le pida que su tercer deseo se
cumpla, y que le devuelva su corazón viviente. El Glasmännlein le revela a Peter cómo
puede engañar al Holländermichel para tener de vuelta su corazón. Peter tiene éxito.
Cuando regresa a casa, su costosa casa de cristal ha sido alcanzada y quemada por un rayo,
y encuentra en su lugar una casa campesina corriente en la que su esposa está viva y bien.
A partir de entonces, Peter ejerce su profesión sin inmutarse y con sus propios esfuerzos se
convirtió en próspero y respetado en toda la selva.

En el dibujo del paciente, no es difícil distinguir que la mano demasiado grande, además de
los motivos de frialdad y ausencia de sentimiento experimentados con su propia madre, que
aquí estamos viendo con el ánimus de la madre o, más precisamente, con un ánimus
negativo, colectivo del arquetipo de la Gran Madre.

En terapia, el paciente proyectó esta figura como una transferencia positiva (en el sentido
freudiano) primero a mí y en las horas siguientes fue capaz de sacar su agresión hacia las
figuras de autoridad en una confrontación personal, por primera vez. Después de trabajar
varias veces con estas dos imágenes, la ansiedad del paciente desapareció por completo, y
él fue capaz de experimentar una evolución interna y externa muy positiva. También logró
dejar su odiado trabajo como asistente de laboratorio fotográfico para de nuevo continuar su
carrera realmente deseada, y él normalizar su relación masoquista en su conflictivo
matrimonio. Por casualidad tuve la oportunidad de ver a este paciente, veinte años después,
y me enteré que el éxito del tratamiento había perdurado, así que en este caso, se puede
hablar médicamente de una cura.

En primer lugar, quiero diagramar el complejo materno negativo con el fin de visualizar la
estructura del complejo, mostrando, de una parte, las relaciones entre el núcleo del
complejo y la envoltura y, de otra parte, las relaciones entre el complejo materno negativo y
el complejo del ego como centro de la conciencia (figura 4.3). (He dejado fuera del diagrama
el complejo paterno, que por supuesto, juega un papel, ya que en el caso de esta paciente,
el complejo de la madre se manifestaba en forma tan destacada que introducir aquí el
complejo del padre, queda por fuera del alcance de este capítulo. También he dejado fuera
la discusión sobre la influencia paterna en el complejo materno de esta paciente.)

La línea discontinua representa el límite relativamente permeable entre la conciencia y el


inconsciente personal. Como un proceso continuo, los contenidos del inconsciente pueden
elevarse a la conciencia y los contenidos de la conciencia pueden hundirse en el
inconsciente. Situado en el centro del campo de conciencia, el complejo del ego,
representado como el círculo mayor, también se extiende hacia el inconsciente. Las partes
inconscientes del complejo del ego serían, por ejemplo, el ego onírico y el ego corporal. (Por
supuesto, las partes inconscientes del ego tendrían que extenderse hasta el inconsciente
colectivo ya que la posibilidad de desarrollar la estructura del complejo del ego depende de
las posibilidades arquetípicas que se extienden en las capas psicóides de la psique objetiva.
Pero en aras de la claridad, no he tratado de representar esta extensión aquí.)

Los más pequeños círculos situados cerca de la parte consciente del complejo del ego
representa las experiencias que tienen lugar en el aquí y ahora, que tienden a movilizar el
complejo. Las experiencias que tienen una conexión directa con la relación personal
femenina más cercana (en este caso su esposa) a quien sus emociones están teñidas por el
complejo se incluyen en el grupo 1. En el grupo 2 están aquellas experiencias que se
relacionan con un círculo más amplio de personas en las cuales se proyecta la madre
negativa (actualmente su suegra). El grupo 3 comprende las figuras masculinas, es decir,
sus ansiedades autoridad (por ejemplo, hacia su jefe) relacionadas con animus de la madre.
El grupo 4 subsume su experiencia del medio ambiente peligroso (por ejemplo, la ansiedad
del envenenamiento con cianuro de potasio en el laboratorio fotográfico).

En el siguiente nivel, por debajo del umbral de la conciencia y situado cerca de la parte
inconsciente del ego, es decir, relativamente capaz de entrar en la conciencia, están las
influencias (grupos 1' a 4') que se encuentran en el pasado reciente y que pueden ser
reproducidas en cualquier momento.

FIGURA 4.3 El complejo negativo de la madre como un


ejemplo de la estructura de un complejo

Situaciones actuales que producen ansiedad


1. con mujeres de la misma edad, por ejemplo, la esposa
2. Con las figuras maternas, por ejemplo, la suegra
3. Con ánimus de la madre, por ejemplo, el Holländermichel
4. Ansiedades impersonales, por ejemplo, el veneno

Situaciones recientes que producen ansiedad

1‟ – 4´. Situaciones actuales que podrían hacerse conscientes en cualquier momento

Situaciones antiguas que producen ansiedad, posteriores a la represión

1". con mujeres de la misma edad, por ejemplo, su primer amor


2". con mujeres mayores, por ejemplo, una maestra
3". con hombres, por ejemplo, la homosexualidad
4". con otros, por ejemplo, ataques de ira al observar a otros comer fruta

Situaciones más antiguas que producen ansiedad

I. con su propia madre, por ejemplo, las palizas


II. con otras mujeres, por ejemplo, las niñeras
III. con su padre (como delegado de la madre)
IV. con el medio ambiente, por ejemplo, las frutas, las experiencias con el
"envenenamiento"

La siguiente capa inferior contiene las experiencias que tuvieron lugar en este ámbito entre
sus 11 y 20 años aproximadamente, que son algo más difíciles de recordar, pero que
pueden ser reproducidas en su totalidad. Así, por ejemplo, la experiencia de un profundo
desencanto amoroso, una chica con quien comenzó una relación en un paseo en bicicleta,
pero quien, como luego él lo experimenta, lo dejó con bastante frialdad, lo que la incluiría en
el grupo 1". Una profesora intimidante o una vendedora mayor que lo habían tratado con
brusquedad, entrarían en el grupo 2". En el grupo 3" estarían las experiencias homosexuales
tempranas, parcialmente latentes, parcialmente manifiestas en las que él había
desempeñado un papel pasivo, también asociado con la experiencia de estar abrumado y
ansioso. Como en todos los ejemplos de un complejo materno negativo, la homosexualidad
latente o manifiesta parcialmente juega también un papel importante para este paciente.
Por último, el grupo 4" representa experiencias tempranas, que provocan ansiedad del
mundo. Aquí, por ejemplo, está la incapacidad del paciente a comer fruta que no hubiera
sido cuidadosamente lavada. Cuando llegó a hablar sobre esto, ofreció voluntariamente la
información de que aún ahora, sentía tanta envidia y rabia que podría torcerle el cuello a
alguien que sacara una manzana de su bolsillo y le diera un delicioso mordisco.

A continuación tenemos la ancha línea A' que representa la barrera represiva formada en el
inconsciente personal cuando tenía once años, tras la muerte de su madre. Todas las
experiencias teñidas de complejo debajo de esta línea han sido reprimidas y se hicieron
conscientes de nuevo, sólo durante el proceso analítico. Estos contenidos se clasifican en los
grupos I a IV.

El grupo I resume sus experiencias tempranas de ser golpeado o castigado por su madre,
por ejemplo, las veces que lamió la punta de un lápiz o algo similar y su madre lo arrastró
hasta el lavabo y le refregó la lengua. Él, por supuesto, recibió un azote en situaciones de
este tipo. En el grupo II, encontramos experiencias como la de ser evacuado de Berlín al
campo donde las mujeres cuidadoras de niños le trataron muy mal y con frecuencia lo
golpeaban, hasta que finalmente le escribió a su madre pidiéndole que lo llevara de vuelta
(lo cual ella hizo). En el grupo III, se clasifican otras experiencias tempranas: había roto su
camión de bomberos de juguete mientras jugaba. Su madre amenazó con decirle a su
padre, lo que ella hizo cuando llegó su padre esa noche a la casa, entonces también éste le
dio nalgadas. En el grupo IV se incluyen, en primer lugar, su experiencia con la neumonía de
su madre y luego con su muerte. Uno esperaría que él fuera capaz de recordar esto muy
claramente, pero su muerte y entierro y el período inmediatamente posterior se habían
extinguido por completo de su memoria voluntaria y estaban contenidos bajo una barrera de
represión estable.

A continuación tenemos la segunda línea quebrada B, que representa la transición del


inconsciente personal al colectivo. Centrado en el medio del inconsciente colectivo nos
encontramos con el núcleo del complejo de la madre que, a diferencia del complejo del ego,
permanece más en el inconsciente colectivo que en el inconsciente personal. Áreas en este
núcleo del complejo han sido sombreadas diferentemente para indicar la activación de los
elementos del núcleo, en este caso el complejo materno negativo. En la parte superior del
núcleo del complejo se extiende hasta el inconsciente personal, a se refiere a su experiencia
paranoica cuando tenía tres años en un mundo venenoso, condicionado por la ansiedad de
su madre cuando él se había comido los dos huevos de la gallina. Con b designamos su
caída de la moto a los seis años y el real envenenamiento de la sangre, en que él vivió la
peligrosidad real de la Madre Tierra y el demoníaco envenenamiento en su propio cuerpo.

Estas tempranas experiencias personales (que podríamos, por supuesto, discutir en términos
de la teoría del trauma de Freud, ya sea que hubieran ocurrido literalmente, o que
representen formaciones simbólicas que muestran la situación intrapsíquica temprana del
niño) son movilizadas ahora en el inconsciente colectivo en el núcleo del complejo como C y
D. En el análisis, estas surgieron en forma de imágenes que representaban las figuras
colectivas del entorno de este complejo: la madre bruja y la puta, así como el
Holländermichel (como el animus negativo de la Gran Madre).

Otras áreas en el núcleo de este complejo han sido dejadas en blanco para indicar que son
zonas en el núcleo del complejo de la madre que no se han movilizado en la historia de la
vida de este paciente y por lo tanto no están pobladas con sus correspondientes imágenes
arquetípicas. Debemos imaginar toda esta representación enteramente bidimensional, no
sólo como tridimensional y en constante movimiento, sino incluso en cuatro dimensiones, ya
que los puntos individuales tienen su propio tiempo particular. Todo el complejo está
constelado por un evento que lo desencadena, ya sea un conflicto con su esposa, las
diferencias con su superior, el encuentro con un policía, tocar un objeto sucio, o algo por el
estilo, que se constelan en todos los niveles al mismo tiempo.

Esta simultaneidad de los distintos niveles temporales se puede observar empíricamente en


la situación analítica cuando un complejo es activado. En estas situaciones, los elementos
infantiles y adolescentes se mezclan con el gesto, el tono de la voz, y la forma de expresión.
Otro componente interesante manifiesto en el complejo constelado es la aparición no sólo de
presente y pasado, sino también de futuro (elementos prospectivos o finales). Por lo tanto,
las partes aún inconscientes, "más maduras" de la personalidad pueden manifestarse. En su
disertación médica, "Sobre la psicología y la patología de los llamados fenómenos ocultos"
(1902-1957), Jung describe un ejemplo clásico de un complejo de este tipo que claramente
contenía aspectos significativos de una personalidad potencialmente más maduro.

En relación con la fuerza del complejo en relación cara a cara con el complejo del ego, se
pueden diferenciar claramente dos situaciones. En la primera, el complejo se activa, y se
producen los correspondientes fenómenos, tales como tensiones, angustias, lapsus
freudianos, etc, pero la función ejecutiva del ego se conserva de modo que el individuo
permanezca en una posición que se comporte de una manera relativamente bien adaptada y
de manera racional. En términos de nuestro paciente, éste sería el caso, por ejemplo, si se
encuentra con un policía en la calle, se da cuenta de su propia tensión y ansiedad, pero
todavía era capaz de pasar y seguir su camino. En el segundo caso, se activa tanta energía
en el complejo que supera la función ejecutiva del ego y el individuo ya no es capaz de
reaccionar sintónicamente con el ego. El ego se siente abrumado por el complejo y el
complejo reacciona, en lugar del ego. Jung caracteriza esta situación adecuadamente: "Todo
el mundo sabe hoy en día que la gente „tiene complejos‟. Lo que no es tan conocido, aunque
sea mucho más importante teóricamente, es que los complejos nos pueden tener a
nosotros" (1948760a, párr. 200). Una paciente judía una vez me describió de forma
impresionante lo fuerte que puede ser este tipo de reacción compleja:

Mientras manejaba a la sesión, se encontró con un motociclista que estaba moviéndose de


acá para allá entre los coches. Ella trató de evitarlo, con cierta ansiedad, y el motociclista,
obviamente, sintió que ella lo estaba bloqueando. Cuando ambos tuvieron que parar en un
semáforo, y estaba sentado uno junto al otro, él le gritó algunas palabras de mal humor.
Ella no podía entender el contenido puesto que su ventana estaba cerrada, pero podía ver
en su expresión facial que la estaba amenazando. La paciente cayó en un marco mental
excepcional: toda la calle en frente de ella casi desapareció ante sus ojos, y sufrió un
poderoso ataque de ansiedad. Sólo con dificultad pudo atravesar la intersección y subirse a
la acera, en donde tuvo que parquearse durante cinco a diez minutos, temblando todo el
cuerpo, hasta que poco a poco recuperó un cierto grado de calma y fue capaz de seguir
conduciendo.

Más tarde, pudimos reconstruir los antecedentes de esta experiencia en su sesión. La


paciente tenía un complejo paterno negativo enorme. Ambos padres habían estado en
campos de concentración durante la guerra, y habían sobrevivido. Su matrimonio después
de la guerra había sido infeliz desde el principio, y se divorciaron cuando ella tenía cuatro
años. La paciente se crió con su madre, que, por su parte, adjudicaba al padre y a toda su
familia el papel de demonios. Todo lo bueno venía del lado materno, de la familia de la
madre, y todo lo malo y perverso del lado del padre. Ella pasó sus primeros cuatro años de
infancia, relativamente feliz, en Israel; luego se vino con su madre para Alemania, donde
fue hecha prisionera en una habitación, y no se le permitía siquiera mirar por la ventana,
porque su madre temía que su padre pudiera secuestrarla. La combinación de esta situación
y las brutales experiencias del campo de concentración de su familia judía (de los cuales sólo
unos pocos habían sobrevivido a la masacre de los nacional-socialistas), Alemania se
convirtió, para esta paciente, en una “Tierra paterna” absolutamente negativa, demoníaca
en el sentido arquetípico, aunque ninguno de los padres hubiera nacido en Alemania. Esta
paciente también experimentó un marcado sentido de liberación cuando cruzaron la frontera
alemana, y muchas de las ansiedades y sentimientos de aislamiento que experimentó en
Alemania desaparecieron. Alemania en su conjunto tenía, para ella, el carácter simbólico de
un campo de concentración, de estar confinado en un espacio estrecho donde siempre tenía
el temor de que algo horrible iba a suceder. El motociclista se convirtió en un soldado de las
SS cuyo disgusto consteló en ella un miedo mortal de su vida pasada y, en el fondo, su
agresión violenta pero latente.

En la primera situación descrita, en donde la función ejecutiva del ego se mantiene, ha sido
mi experiencia que se movilizan sólo aquellas formas de experiencia asociadas al estímulo
concreto desencadenante, pero no todo el complejo. Es fácil observar esto en el caso del
paciente que se discutió en detalle anteriormente. Cuando él trajo su segundo dibujo, el del
Holländermichel, y proyectó esta figura sobre mí, sus asociaciones fueron siempre sólo de
acontecimientos relacionados con autoridades masculinas, con tendencias homoeróticas y
homosexuales, y recuerdos ligados a su padre y con el animus de su madre. Así, el sistema
movilizado (3, 3‟, 3", y III en el diagrama) se designan en el núcleo del complejo como el
ánimus de la madre. La situación fue diferente cuando la bruja se consteló, ya que las
asociaciones en torno a esta imagen, que le habían causado grandes ansiedades
significativamente, se relacionaban con los cuatro niveles. La intensidad de la energía que
tendía a manifestarse en estos casos es, en muchos casos, sorprendente, ya que con
frecuencia excede por mucho la cantidad de energía psíquica normalmente disponible para el
individuo. Esto se parece a lo que a menudo observamos en circunstancias extraordinarias:
el individuo puede dominar cantidad de energía por cortos períodos de tiempo, y con logros
"sobrehumanos" que parecerían imposibles. Claramente tenemos a nuestra disposición en el
inconsciente colectivo una reserva de energía, una especie de energía latente, que no se
puede ser movilizada por actos de voluntad, sino que puede ser liberada a través de una
reacción del complejo, ya sea de una manera constructiva o de manera destructiva.

En conclusión, quisiera discutir una cuestión que me parece importante como hipótesis,
aunque no tenga respuesta hasta ahora. Específicamente, cuando un complejo es
constelado, ¿estamos tratando con un nexo causal o con una activación sincronistica
auténtica de las cualidades de la experiencia en distintos niveles?

Si este fuera el caso, de que el principio de sincronicidad desempeña un papel importante en


la movilización de un complejo, esto se conecta con otro hecho significativo, a saber, que los
complejos como regla se constelan no sólo "adentro" sino también "afuera", y sus energías
psíquicas trascienden lo individual. Tales energías desempeñan un papel considerable
cuando este tipo de complejos se movilizan en la situación de transferencia- contra-
transferencia en el análisis, donde pueden llevar a la agrupación de fenómenos
aparentemente parapsicológicos, como los describe el grupo de Berlín en sus estudios
(Dieckmann 1971; Blomeyer 1971).

Podríamos imaginar una cadena causal de tal manera que un evento desencadenara, por
ejemplo, un encuentro actual con una figura de autoridad (3), activa recientes experiencias
con la misma figura de autoridad (3'), y las experiencias de adolescencia temprana hasta la
edad de once años (3") y, finalmente, las experiencias de la infancia del padre y, en el
núcleo del complejo, del ánimus de la madre (III). La sincronicidad significaría que no se va
a obtener ninguna relación causal; más bien, todos los campos de la experiencia en el grupo
3 o, en el caso extremo, incluso todas las cualidades enumeradas en esta lista (ya que todos
están relacionados entre sí) se activan sin ninguna demora temporal.

En la física moderna, hay un fenómeno que podríamos tomar como una metáfora de este
tipo de eventos: el experimento EPR y el teorema de Bell (von Franz, 1992). Los electrones
tienen un "espín" de tal manera que una partícula puede "rotar" en cualquier dirección
alrededor de su eje. Sólo cuando uno realiza un experimento para establecer un eje de
rotación determinado puede determinar que los espines de los electrones giran en una u
otra dirección. Esto significa que la partícula asume un eje específico de rotación en el
instante en que uno lo mide mientras que previamente sólo tenía una tendencia o un
potencial para hacerlo. En el experimento EPR, dos electrones se hacen girar en direcciones
opuestas. Estos dos electrones están muy separadas uno del otro, las distancias pueden ser
tan grandes como se desee, por ejemplo, de Berlín a Nueva York o a la luna. La teoría
cuántica, plantea que en un sistema de dos partículas cuyo spin total sea igual a cero, el giro
de las dos partículas alrededor de todos los ejes posibles debe estar siempre en direcciones
opuestas, a pesar de que el giro real de las partículas anterior a la medición existan sólo
como una tendencia o posibilidad. Lo paradójico en este experimento es la libertad del
espectador para elegir el eje a medir. Tan pronto como lo escoge, el acto de medir
transforma la tendencia de las partículas que para rotar alrededor de un determinado eje, en
una certeza. El eje de medición puede escogerse cuando las dos partículas están ya están a
una gran distancia la una de la otra. Pero tan pronto como se ha medido la primera
partícula, la segunda partícula asumirá un espín determinado hacia arriba o hacia abajo, si
elegimos un eje vertical, o a la izquierda o a la derecha si hemos elegido un eje horizontal,
incluso aunque estén separadas por miles de kilómetros de distancia. Esto ocurre en el
mismo instante, puesto que según Bohr, el sistema de dos partículas constituye una
totalidad indivisible, incluso si las partículas están separadas por grandes distancias. Aunque
ampliamente separadas en el espacio, están vinculadas en una relación inmediata, no local,
fenómeno que trascienden nuestros conceptos convencionales de transmisión de
información.

Metafóricamente hablando, nuestro sistema de complejos podría ser similar. Aunque los
datos condensados de la experiencia pertenecen a diferentes períodos de tiempo y se
encuentran en diferentes niveles de la conciencia y del inconsciente, son al mismo tiempo un
todo indivisible y reaccionan en consecuencia. Por supuesto, que estoy sólo ofreciendo una
hipótesis aquí, ya que no tenemos la posibilidad de monitorear o medir la transmisión de
información y las cantidades de libido en los hechos psíquicos. Sin embargo, esta hipótesis
aumenta la probabilidad si consideramos cómo, especialmente en condiciones muy cargadas
de afecto (como sucede cuando los complejos son constelados), los eventos sincrónicos
transpiran con más frecuencia y pueden ser observados en el entorno de la persona en
cuestión. De acuerdo con Jung (1956-1963), los insights posteriores (en el sentido de la
hipótesis unus mundus) y la concepción de Erich Neumann de la realidad unitaria (1959-
1989), la activación de las energías arquetípicas crea constelaciones que van más allá del
individuo.

CAPITULO 5.- El núcleo del complejo

Antes de pasar a la estructura del núcleo del complejo y sus problemas, es importante
reconsiderar un tema que Jung discutió desde temprano al distinguir dos tipos diferentes de
complejos: un grupo que se originaba en el inconsciente personal, y otro grupo cuyo núcleo
se encontraba en el reino arquetípico. Por lo tanto, parece razonable presentar una visión
general del desarrollo de las posiciones que encontramos en los escritos de Jung.

Es bien sabido que Jung se ocupó con el experimento de asociación durante muchos años
después de su descubrimiento del complejo teñido de sentimiento. En este sentido, afirma
en varios lugares (1902-1957, 1948/60a) que los complejos son contenidos del inconsciente
personal, mientras que el contenido del inconsciente colectivo está formado por arquetipos.
(Esta primera concepción todavía perdura en la literatura e incluso fue tomada en esta
forma, por ejemplo, por Velikowsky (1982) en su libro Das kollektive vergessen). Sin
embargo, estas declaraciones de Jung no están de acuerdo con lo que escribe en otros
lugares: que hay dos diferentes categorías de complejos, de los cuales uno se crea sobre la
base de las experiencias personales en la vida del individuo mientras que el otro se compone
de complejos que nunca fueron antes conscientes y que por lo tanto no podrían haber sido
reprimidos. Estos complejos surgen del inconsciente colectivo, y en ciertas situaciones
umbrales en la vida psíquica, funcionan para facilitar una nueva y diferente actitud de la
conciencia y contendrá contenidos irracionales de los que el individuo nunca antes había sido
consciente. Jung menciona estos complejos colectivos en su ensayo de 1948, "Sobre energía
psíquica" (1948/60b), y establece un paralelo con las creencias de la gentes primitiva en
“Almas y espíritus”. Jung claramente distingue estas dos categorías de complejos en otro
ensayo, "Los Fundamentos psicológicos de la creencia en los espíritus" (1948/60a), donde
distingue las experiencias de la gente primitiva de la "pérdida del alma” de la "posesión por
un espíritu”. Los complejos del inconsciente personal, que, entre otras cosas, surgen de
experiencias traumáticas tempranas o de ciertas estructuras familiares y atmósferas en la
primera infancia, están sujetos, como regla, a la represión. De hecho, el complejo del ego
experimenta está escisión de un complejo del inconsciente personal como una pérdida de
libido, y puesto que el complejo escindido se carga de emociones, no pierde su actividad.
Esto corresponde a lo que los primitivos llaman la "pérdida del alma". Si uno tiene éxito en
la disolución de este tipo de complejos, o en hacer su contenido nuevamente accesibles a la
conciencia, el individuo experimenta un considerable grado de alivio y, gracias al aumento
de la libido, la sensación de una mayor energía psíquica.

Esta situación es totalmente diferente a aquellos complejos que se originan en el


inconsciente colectivo y que se llenan ante todo con contenidos irracionales, mitológicos. La
erupción de este tipo de complejos del inconsciente colectivo es a menudo excesivamente
desagradable e incluso un evento peligroso para la conciencia. Estos complejos se
manifiestan cuando una amenaza externa ha causado una profunda impresión en una
persona de tal manera que la actitud habitual del individuo frente a la vida amenaza con
derrumbarse, o cuando los contenidos del inconsciente colectivo tienen una energía tan
grande que surgen en la conciencia como un espíritu extraño o un demonio. Puesto que Jung
siempre comenzó con la estructura sana de la psique y destacó la importancia prospectiva
de la actividad del inconsciente humano, no consideraba los complejos originados en el
inconsciente colectivo como básicamente patológicos, sino que contenían en sus símbolos
mitológicos los inicios y las posibilidades de una transformación fundamental de la
conciencia. Esto quedará más claro en los capítulos siguientes cuando ilustre mis puntos de
vista con ejemplos de casos apropiados.

En el curso de mi práctica analítica, me han surgido progresivamente dudas sobre si la


división entre los tipos de complejos (es decir, los del inconsciente personal y los del
inconsciente colectivo) puede ser sostenida, aunque es algo todavía utilizado por muchos
junguianos ( Seifert, 1981). Ya en el prólogo del texto de J. Jacobi en 1940, Die Psychologie
von CG Jung, Jung (1939) establece una conexión entre el complejo del inconsciente
personal y del inconsciente colectivo. De ahí en adelante, expresa la opinión de que los
complejos permanecen como "fundamentos típicos" que corresponden a una disposición
emocional o, para ser precisos, los instintos. Estos residuos de los instintos se expresan en
los seres humanos de dos maneras: tienen un aspecto dinámico (es decir, una carga
relativamente alta de energía pulsional) y un aspecto formal. Los aspectos formales (que se
podrían llamar también "espirituales") de los instintos se expresan en los seres humanos en
imágenes no reflexivas, de fantasías involuntarias que, a su vez, hacen parte sustancial de
nuestro mundo interior y evocan actitudes y acciones específicas. Es aquí donde trazamos
una conexión directa entre el complejo que se expresa a sí mismo en el inconsciente
personal como una adquisición en la vida del individuo y una base más profunda que está
anclada en los arquetipos del inconsciente colectivo. Williams (1988) expresó un
pensamiento de manera más incisivo cuando ella habló de una "indivisibilidad del
inconsciente colectivo y personal" y señaló que los elementos personales siempre se
producen en conjunto con los del inconsciente colectivo, de donde obtienen su relación con
la conciencia y, viceversa, los contenidos colectivos están contenidos en el inconsciente
personal lo que nos proporciona fuertes cantidades de energía, cargados de ansiedad. Sin
embargo, ella hace estas declaraciones sobre el inconsciente colectivo y personal, en
términos generales y no se refiere expresamente a la diferencia entre el núcleo y la corteza
del complejo.

En el trabajo de vejez de Jung, Mysterium Coniunctionis (1956-1963), esta idea de la


relación del núcleo del complejo con el complejo del ego consciente aparece de nuevo. El
complejo del ego es el envejecimiento, el rey Sol debilitado está en la necesidad de
renovación, de una renovación repetida por siempre en el curso del proceso de
individuación. Por lo general, ya existe una conexión inconsciente de un complejo con las
bases arquetípicas que están en condiciones de sacar los nuevos contenidos espirituales,
para llevar a cabo la renovación de las fuerzas dinámicas, y destronar al envejecimiento, en
la medida en que se hace consciente. Puesto que los complejos, como estructuras
extraordinariamente diferenciadas de la psique humana, presentan una especie de
personalidades divididas, Jung les atribuye una cierta luminosidad que es capaz de volverse
consciente, mientras expresa la idea de que los aspectos dominantes de la conciencia que se
han debilitado con la edad, también pueden ser renovados y fortalecidos por estas "luces
secundarias" que ya contienen una especie de conciencia o posibilidad de conciencia.

Es claro que un complejo se compone siempre de una mezcla de material colectivo y


personal, y cuanto más se disocien sus partes del complejo del ego, más asumen un
carácter mitológico. Aquí estoy adelantando la hipótesis de que aún en el núcleo del
complejo, incluso en el caso de una disociación del complejo del ego, los elementos de
experiencias personales muy tempranas se entrelazan y se deben tener en cuenta en la
estructura del núcleo. En su mayor parte, es difícil reconstruirlos clínicamente ya que
permanecen por fuera del ámbito del recuerdo voluntario en los períodos más tempranos de
la vida. Pero pueden ser incluidos hipotéticamente con un grado de probabilidad rayano en
la certeza, ya sea sobre la base de experiencias tempranas específicas (por ejemplo, el
nacimiento muy temprano de un hermano menor o una hospitalización) o según la
estructura del carácter de los padres.

A continuación, presentaré un ejemplo clínico. En el análisis, cuatro complejos existían uno


al lado del otro, inicialmente pareciendo ser muy diferentes. Pero no es un asunto muy
complicado situar estos cuatro diferentes complejos en la estructura básica del complejo que
he descrito anteriormente.

En las distintas fases del análisis, uno u otro de los complejos siempre tienden a ocupar el
primer plano, aunque, por supuesto, todos están presentes al mismo tiempo. En primer
lugar, yo estaba tratando con el complejo de un radiante padre Dios Apolo, un Dios
todopoderoso, figura muy venerada, que determinaba la vida de la paciente, una mujer, y la
mantenía totalmente dependiente.

Si adaptamos el esquema piramidal de Jung a este dios padre todopoderoso (Jung 1959) en
el modelo modificado que estoy proponiendo, inicialmente, el resultado sería el siguiente
patrón: en el punto más alto de la primera pirámide, donde Jung colocaba la deidad
apolínea, se situaría la figura positiva del padre. (Aquí debo señalar que, en su esquema
piramidal, Jung trató de esbozar el Self, mientras que inicialmente yo estoy tratando de
conceptualizarlo, en el sentido de una teoría general de las neurosis, basada en los
complejos, los dos grandes complejos del padre arquetípico y de la madre arquetípica, que
más tarde incorporaré en el esquema de Jung.)

El padre Apolo representado en un esquema piramidal, tendría que parecerse a la figura 5.1.

FIGURA 5.1 Estructura del arquetipo del padre


Antes de continuar con esta presentación del caso, tengo que comentar sobre la
representación esquemática de las pirámides que representan los arquetipos del padre y de
la madre. Ya los he alterado de acuerdo con el diagnóstico de los complejos, y no les he
dado los nombres mitológicos y bíblicos que Jung utilizaba, especialmente para la pirámide
superior. Del mismo modo, la tensión que existe entre Cristo y el diablo está ausente; la
discutiré más adelante cuando hable del Self.

En la cúspide de la pirámide, busqué representar las diversas formas en las que se


manifiesta el arquetipo del padre, vemos en la cima la imagen de Dios, que, en nuestra
concepción, la psique del niño proyecta sobre el padre personal. En el caso que se debate
aquí, el padre era un dios Apolo del más alto grado de pureza y de conciencia radiante. En
otros casos, puede que no sea un dios Apolo el que ocupa ese puesto supremo, sino la figura
de un Zeus, Dionisio, Aries, o un Hefesto. Plutón, también, como el dios del dinero tiene su
lugar aquí, no con poca frecuencia. Tantas figuras diferenciadas pueblan el panteón griego
que se puede normalmente encontrar en uno u otro de ellos las idealizaciones de las que un
paciente es víctima cuando él (o ella) adora a una deidad. De esta manera, se puede
establecer con bastante rapidez un cierto nivel de diagnóstico de los valores más altos que
un paciente dado intenta seguir.

Volvamos momentáneamente a nuestra paciente con su imagen de Dios apolíneo e


intentemos seguirle la pista a los otros complejos que también poblaban su psique. Un
segundo complejo que existía en esta paciente tenía como elemento central la imagen
arquetípica de un viejo depravado con agresión asesina, una división que también se
encuentra frecuentemente en pacientes con características borderline. Esta sería el complejo
negativo del senex, que situamos en el lado de la sombra de la segunda pirámide, arriba y a
la izquierda.

La paciente se encontraba en perpetua huída de este senex negativo, no sólo en su vida de


vigilia, sino también en sus sueños, en donde él la perseguía con instrumentos de asesinato.
Con sus características de desenfreno dionisíaco, era, obviamente, el polo opuesto de lo
apolíneo, una divinidad pura, noble, ordenadora. La deidad apolínea causó en mi paciente
significativos rasgos compulsivos que encontraron su expresión en la limpieza exagerada,
vestirse en forma inmaculada, y una escrupulosa pulcritud doméstica. En cambio el complejo
negativo del senex se caracterizaba por alcoholismo, dependencia de pastillas, y vínculos
impersonal con hombres.

FIGURA 5.2 Estructura del arquetipo de la Madre


Un tercer complejo corresponde a una puella, con toda la inmadurez típica que Linda
Leonard (1982) describe tan profundamente en su imagen de la belleza. En este caso, se la
podría designar como un complejo de persona, detrás del cual se oculta un cuarto complejo,
el de una niñita indefensa.

En mis elaboraciones posteriores, trataré de resumir los cuatro complejos del primarios del
paciente bajo los elementos del núcleo del complejo de padre ambivalente y, al mismo
tiempo, desarrollaré mi noción de estructura del núcleo del complejo. Adicionalmente, me
gustaría señalar que, tal y como ya he explicado en relación a la deidad de Apolo, el senex
negativo puede aparecer en una variedad de formas distintas. Por ejemplo, puede parecerse
a un gran inquisidor excesivamente severo, como E. Jung (1971) ha señalado, o puede ser
un viejo compañero de juergas o un falso profeta que lo lleva a la juventud por mal camino,
y cosas similares. Lo mismo puede decirse de la belleza o del niño indefenso. En todas
partes hay diversas variantes de los diversos tipos, que es exactamente lo que nos lleva a la
cualidad individual de cada ser humano y hace que sea imposible obligar a alguien en un
esquema simple tal como a primera vista puede parecer posible en el esquema piramidal de
los complejos del padre y de la madre.

Ahora me gustaría esbozar el cuadro clínico de esta paciente.


(35:23)

La paciente era una joven mujer, de 24 años, que sufría de fantasías paranoides leves de
ser seguido, severos estados de ansiedad, y toda una serie de acciones compulsivas e ideas,
así como síntomas psicosomáticos, sobre todo en el tracto gastrointestinal. En general, era
un caso cercano al borde de una psicosis histérica.

Era característico un intenso vínculo entre padre e hija. Ella era decididamente una hija de
padre, con un complejo paterno claramente positivo y medianamente erotizado. El padre
mismo provenía de una familia de académicos que habían escogido la vida de un académico,
en el que él tenía mucho éxito. Se había casado con la hija de un empresario acomodado y
habían tenido tres hijos, de los cuales la paciente era la mayor. Después de ella, las dos
hermanas nacieron muy cercanas, la una de la otra. Desde su nacimiento, ella fue la favorita
de su padre, con quien tuvo una relación extremadamente estrecha y con quien realizó
varios viajes, incluso cuando fue mayor. De acuerdo con la experiencia de mi paciente, su
madre era muy hermosa, pero también una mujer emocionalmente fría. Le daba mucho
valor a lo externo y, obviamente, tenía fuertes características compulsivas. Las dos
hermanas menores se inclinaban más hacia la madre, mientras que entre mi paciente y su
madre predominaba una impersonalidad fría, reservada, y, en parte, de fuerte rechazo .

En correspondencia con su fijación con su padre, a la edad temprana de diecisiete años la


paciente se había casado con un hombre que tenía la edad de su padre, que era uno de los
colegas académicos de él y un visitante frecuente de su hogar. El matrimonio de la joven fue
infeliz. Muy temprano, mi escrupulosamente honesta paciente se vio obligada a reconocer
que el marido que ella había idealizado, como lo había hecho con su padre, tenía algunas
características definitivamente deshonestas: había falsificado los resultados de su trabajo
científico, explotaba cruelmente a sus estudiantes para sus propias investigaciones, y otras
cosas. Además, sufría una perversión sexual de una naturaleza voyerista y exhibicionista.

Puesto que, como es bien sabido, tendemos a ser permisivos con aquellos que vemos como
los dioses, mi paciente resistió esta situación durante cinco años, pero se fue volviendo cada
vez más depresiva, compulsiva y paranoide. Cuando finalmente se negó a continuar con sus
prácticas sexuales, se divorciaron. Ella dio a luz un hijo hombre, durante el segundo año del
matrimonio, que fue otorgado a ella después del divorcio. Al principio, él vivió con ella, y ella
trató criarlo. Desafortunadamente, ella era totalmente dependiente de los pagos irregulares
de su ex-marido, y además él intentó todo tipo de trucos, a menudo con éxito, para
interrumpir los pagos. En ocasiones, ella estaba totalmente sin dinero. Tuvo que dejar la
escuela secundaria antes de graduarse, no tenía entrenamiento laboral, y pronto se
encontró en una posición insostenible. No conocía ningún otro recurso mejor que el de
recurrir nuevamente a los hombres mayores como figuras paternas y dejarlos que la
apoyaran a fin de mantener el estilo de vida relativamente costosa al que estaba
acostumbrada. Como era una mujer muy atractiva, con su propio estilo particular, no le era
especialmente difícil encontrar hombres con medios adecuados y empezar aventuras con
ellos. Desafortunadamente, estos hombres generalmente estaban casados y no estaban
dispuestos ni en condiciones de renunciar a sus matrimonios, por lo que estos asuntos
nunca duraron mucho tiempo.

Con el tiempo, su familia, que vivía en otra ciudad, se enteró del cambio en la forma de vida
de su hija, e inicialmente renunciaron a ella de manera brusca. En ese momento, su
neurosis se había empeorado, particularmente en relación con sus fuertes ansiedades
libremente flotantes, de modo que ya no fue capaz de cuidar de su hijo, que ahora tenía
cinco años. En una reacción de pánico, ella voluntariamente se lo cedió a su ex marido,
quien había solicitado su custodia todo el tiempo.

No mucho tiempo después de esto, el ex marido enfermó seria y crónicamente de manera


que ya no podía mantener a su hijo. Mi paciente no tenía otra opción que recibir a su hijo de
vuelta con ella en su apartamento de una habitación. Pero él había crecido y se había
convertido en un niño físicamente activo, por lo que ella ya no era una buena compañía para
él y lo envió a vivir con amigos que vivían lejos.

Por influencia de un amigo realmente paternal, decidió finalmente hacer algo con sus
síntomas crecientes de ansiedad neurótica. Se dio cuenta que no podía seguir viviendo como
lo había hecho. Ella había tenido una regresión tan grave que ni siquiera era capaz de buscar
un terapeuta. Por lo tanto, su amigo concertó la primera cita de ella conmigo.

En la primera fase de su tratamiento, este amigo siempre la trajo a las sesiones en su auto,
esperándola afuera hasta que terminaba, y luego la llevaba a casa de regreso, aunque él
tenía compromisos profesionales bastante demandantes. Durante este tiempo, la paciente
llegó a ser tan restringida en asuntos prácticos que no podía salir de su apartamento en
absoluto, excepto cuando iba acompañada de otra persona. Cuando se aventuraba a salir,
los sentimientos paranoides y las imágenes de ser lanzada a un mundo completamente
hostil jugaban un papel importante.

Cuando llegó a mí por primera vez, apareció en un traje especialmente bello, simpática, y
algo infantil. El elemento compulsivo era especialmente evidente: todos los colores estaban
estrictamente coordinados, no había ni una arruga en la ropa, nada estaba doblado, excepto
que todo estaba un poco demasiado exacto, demasiado la hijita pequeña que quería
complacer a su padre.

En la transferencia, fue obvio que ella vio en mí una figura paterna, y se comportó en
consecuencia. También era imposible pasar por alto el fuerte tono erótico de la transferencia
y el deseo claro, al comienzo inconsciente, de seducirme. Por otra parte, esto estaba teñido
por las más severas ansiedades de incesto y, probablemente, por temores de prácticas
perversas, tales como ella había experimentado con su marido. Sólo mucho más tarde en el
análisis me confesó los antecedentes de estos miedos. Tenían que ver con una imagen
compulsiva que ella había experimentado todas las noches: poco después de mantener
relaciones sexuales con su marido, y también posteriormente con todos sus amigos
mayores, se despertaba regularmente en la mitad de la noche y experimentaba un impulso
muy poderoso de correr a la cocina, buscar un afilado cuchillo de carnicero, y acuchillar a su
pareja que dormía. A veces, este impulso había sido tan potente que no había podido volver
a dormirse por un largo tiempo y permanecía despierta temblando al lado de su amante.

Era característico de esta paciente continuar la proyección del componente positivo del
arquetipo del padre, sin cambios, a su padre, incluso después de que él la había rechazado,
mientras que el polo negativo se desplazó hacia su marido o, más tarde, a sus amigos
mayores, siguiendo la luna de miel de un nuevo amor. (35:34) Es evidente que este
desplazamiento practicado estaba estrechamente vinculado con la sexualidad consumada y
la agresión que la penetración de otros hombres le dejaban a ella.

Así, podemos establecer que, para esta paciente, se trataba de un complejo paterno positivo
que llevaba las características más puras y compulsivas de un dios Apolo. Como
consecuencia de esta compulsividad y sus siempre presentes compulsiones a la repetición,
estaba cautiva de una situación que le impedía la posibilidad de desarrollar su personalidad
en el sentido de la individuación. Aquí se puede hablar de encarcelamiento en el carácter
elementalmente negativo del padre, paralelo a lo que Neumann (1955) llama la cautividad
en el carácter elementalmente negativo de la madre.

No es raro encontrar a un padre divinizado cuando se trabaja con una paciente. Sin
embargo, esta paciente era ejemplar en la exhibición de este fenómeno.

En primer lugar, el padre era idéntico a un dios en la medida posible desde el punto de vista
del inconsciente, y ella estaba convencida firmemente de su inmortalidad. Lo mismo ocurrió
con su marido y en su transferencia hacia mí. Ella me mostró las cartas que le había escrito
a su marido, poco después de su matrimonio. En ellos, lo adoraba como a un dios
todopoderoso y omnisciente. Al igual que con su padre, él correspondía a una figura apolínea
de la mitología griega. Era un dios de la claridad, de conocimiento ilimitado, un dios de la
verdad y la justicia, y al mismo tiempo un dios de las musas y de la creatividad artística.
Sobre este hombre ella proyectaba una imagen que correspondía con las mejores cualidades
de su padre, pero completamente excluida de los aspectos de la sombra.

La muy conocida ley psíquica del "todo o nada", o la división activa que Kernberg (1975)
describe tan bien, se activó en ella sólo mucho tiempo después del matrimonio, cuando ella
ya no podía pasar por alto los aspectos sombríos de su esposo. Desde ese momento, él se
convirtió en una figura vieja, oscura, depravada y repulsiva. Al mismo tiempo, era un
dictador malvado, un principio oscuro, negativo, que la perseguía en las terribles pesadillas.
La única forma en que fue capaz de defenderse en contra de esta figura diabólica era hundir
un cuchillo en él, como lo había hecho en sus fantasías compulsivas y fobias, una imagen del
mundo de los impulsos que, por supuesto, la aterraba y la torturaba.

El primer sueño después de la revocación de su impulso compulsivo (que era, por supuesto,
extraño y ego-distónico) correspondía a la imagen del senex negativo que negocia con la
muerte: "Estoy en búsqueda de un anciano que me persigue con un hacha. Cuando se da
cuenta que yo no puedo llevarle el ritmo, saca un arco de alguna parte y dispara una flecha
hacia mí. Gracias a Dios, sólo me roza, y yo puedo encontrar seguridad detrás de un
peñasco".
Este no es un sueño inusual para las mujeres que son perseguidos por el temor de lo
masculino, pero en este caso está claro que en este senex nos enfrentamos en un nivel
arquetípico de un anciano con las características de “un Apolo que dispara lejos”, el dios
que, con sus terribles flechas de gran alcance, mata a todos los hijos de Níobe. La amable
Providencia, en este caso, escondida detrás de un peñasco, que podría representar el
análisis, salva a la paciente de un triste destino.

A pesar de que ella era de hecho bastante bonita, mi paciente se experimentaba como
desagradable y poco atractiva. La mujer bella en la familia era su madre (también una figura
Puella), que brillaba en todas las funciones sociales y siempre conseguía una multitud de
admiradores a su alrededor, que le hacían la corte. El siguiente sueño muestra muy
claramente la actitud del paciente hacia la madre y la experiencia de ésta. Ella trajo este
sueño aproximadamente en la hora treinta de análisis:
Estoy en una ciudad extranjera y estoy visitando cierta casa, se supone que debo estar allí
porque me han invitado. Finalmente la encuentro. Cuando timbro, una mujer elegante y
hermosa entre los cuarenta y los cincuenta años me abre la puerta. Ella me mira,
sorprendida y disgustada, y me pregunta qué quiero. Mientras tanto, me he olvidado de
todo y ya no sé lo que estoy haciendo ahí y balbuceo alguna disculpa. Entonces esta mujer
me cierra la puerta en la cara. Empieza a llover y hace cada vez más frío. Me siento
totalmente sola y abandonada y me despierto bañada en lágrimas.
Durante la hora en la que informó de este sueño, la paciente habló sobre su relación
desesperada con la madre, en la que nunca había experimentado calor, intimidad o ternura.
La madre, dijo, había sido sólo un trofeo para su padre, una esposa hermosa para las
responsabilidades sociales y académicas de su padre. No fue sino hasta finales del análisis
que ella mencionó que sus dos hermanas menores habían vivido su madre de manera muy
diferente; con ellas, su madre había sido mucho más relacionada y humana, y había jugado
a menudo con las tres hijas. Para mi paciente, sin embargo, su madre permaneció
impersonal, en realidad sólo una figura arquetípica, como ánima del padre. En su
experiencia, ella sólo había existido para, a través de, y por encima de él.

Cuando resumimos el núcleo de este complejo paterno positivo en la fase inicial del análisis,
nos encontramos con las siguientes características:

1) la imago de un positivo padre dios Apolo;


2) experiencias tempranas positivas del padre de personal (siendo ella la hija favorita,
haciendo viajes juntos, el eros incestuoso, etc);
3) la proyección de la sombra arquetípica del padre, en la forma del senex negativo, hacia
otros hombres;
4) la bella Puella madre como el ánima positiva del padre;
5) la madre rechazadora, no relacionada, fría y despiadada (como se describe en el sueño
anterior), como ánima negativa del padre.

Si ahora volvemos al esquema piramidal, podemos diagramar la imagen positiva del padre
en la cúspide de la primera pirámide, que se señaló anteriormente en detalle, incluye las
tempranas experiencias personales de su padre humano. Anteriormente presente los
fundamentos teóricos en detalle y por lo tanto, conceptualizo Homo, no sólo como una figura
arquetípica, sino también como el padre personal y las primeras experiencias de la paciente
con él, ya fueran reales o fantaseadas, en el polo inferior de la pirámide (ver figura 5.3) .

FIGURA 5.3
Los elementos del núcleo del complejo que pertenecen a la figura del padre positivo (círculos
negros oscuros) se activan y en consecuencia determinan la conducta de la paciente y la
calidad de la experiencia, tal como se describe en el capítulo 4. Ya hemos elaborado sobre la
posición tan importante que tenía para ella el complejo apolíneo del padre. El siguiente
núcleo de complejo activado es el del ánima positiva del padre, aquella que la paciente trata
de hacer funcionar en el lugar de su madre. Este complejo también parece responsable de
su actitud Puella, positiva, amigable y adaptable, a través de la cual atraía a los hombres,
especialmente mayores, que proyectaban su ánima en la relativa vacuidad de la puella,
como lo ha descrito E. Harding (1948). La última es la del padre humano. (El medio círculo
negro intenta indicar que la paciente vio y experimentó sólo el lado positivo.) Aquí
pertenecen todas las experiencias positivas que ella había tenido con su padre desde la más
tierna infancia.

Los tres puestos restantes en la pirámide permanecen completamente no catectizadas. Ella


no sabía absolutamente nada de otros antepasados y su familia no habla de ellos, así que
por supuesto no podía experimentar ninguno de ellos como figuras positivas o negativas con
las cuales identificarse. Ciertamente, en la experiencia de su padre nunca fue una figura
positiva de senex puesto que su relación con él nunca incluyó las cualidades que
corresponden a tal figura y nunca se desarrolló entre el padre y la hija una relación de
confianza en la cual un padre apoyara y promoviera el desarrollo de la personalidad de la
hija y su individuación. Al igual que la madre, la paciente fue más como una pieza de
ornamentación (en su experiencia, por lo menos) y como subordinada que obedecía
incondicionalmente al dios padre.

Del mismo modo, tenemos que dejar el complejo de héroe abierto. Por todo su éxito
académico, ella describía a su padre como un hombre ansioso que nunca tuvo en cuenta
opiniones poco convencionales, sino más bien, al igual que muchos profesores, se abrió
camino en la carrera académica honestamente, si bien con poca imaginación, como un
"hombre de compañía." Es característico que, poco después de haber conseguido su
titularidad, sus publicaciones disminuyeron notablemente, y se dedicó a la enseñanza y a las
actividades burocráticas.
Ahora demos una mirada a la sombra, es decir, a la segunda parte de la pirámide,
representada en la figura 5.4. Una vez más, los círculos oscuros indican los correspondientes
elementos activados del núcleo.

FIGURA 5.4

En el lado de la sombra del complejo del padre, vemos que sólo hay un núcleo que se ha
movilizado por esta paciente. Este es el senex negativo, que he descrito en detalle en su
historia clínica.

Naturalmente, acá tenemos que añadir que en realidad ella siempre buscó el senex como
figura positiva, pero como consecuencia de no tenerlo asociado a la sombra de su padre
(que dejé sin círculo en este esquema para indicar que ni ella lo percibía ni fue un elemento
activado en el núcleo del complejo), ella se sintió siempre víctima de éste.

Lo ideal sería que en una persona moderadamente sana esperar que todos los elementos del
núcleo del complejo del padre sean catectizados en mayor o menor grado. En este sentido,
estas pirámides también muestran un concepto terapéutico en el que uno podría aspirar a la
activación de más elementos del núcleo del complejo y asociarlos con el complejo del ego.
Entonces, el complejo del ego podría recurrir a diversas posibilidades en situaciones
relevantes, y sólo entonces la plasticidad de la vida se vuelve una totalidad viviente.

En estos dos esquemas, he tratado de comprender todas esas grandes figuras


antropomórficas que constituyen el núcleo del complejo del padre. (El animal, vegetal, y los
elementos dominantes debajo de las pirámides menores; voy a tratar sobre ellos al final de
este capítulo.) Ahora desearía hablar de los varios elementos del núcleo un poco más de
cerca. Estoy dando por sentado que el panteón, el ánima, y los antepasados son
suficientemente conocidos. Sus manifestaciones en la literatura y en la psicología analítica,
así como en mitología, se han descrito con frecuencia, y se puede leer fácilmente sobre
ellos.
La situación es diferente con la figura del senex. Por senex me refiero no sólo a la figura del
viejo sabio en sus diversas formas. Aquí debemos incluir la figura del juez justo, el maestro
experimentado, la personalidad tolerante y madura de un hombre, lo blanco, es decir, el
mago positivo, o, simplemente, la figura del observador calmado. Esto no es una lista
completa, pero sólo le ofrece al lector una idea de las posibilidades.

La figura del héroe ha sido ampliamente discutida en la literatura, como, por ejemplo,
Campbell en El héroe de las mil caras (1949). Hay que añadir que este no es el único héroe
cultural que Jung menciona, sino también el héroe de la fortaleza simple, audaz, y con
capacidades como la que encontramos en los atletas modernos que a menudo son las
figuras con las que los jóvenes se identifican. Por supuesto, uno puede objetar que estos
héroes jóvenes no son padres. Pero al igual que el joven rey surge a partir del viejo rey que
muere, el joven héroe está moldeado por el padre. (Nuestra única alternativa sería la de
cambiar el nombre de los complejos básicos en términos masculinos y femeninos, pero yo
no lo he hecho así por lo que prevalecen en general los términos complejo paterno y
complejo materno.)

El héroe negativo subsume no sólo las figuras del padre, cuyas vidas fallan o cuyos sueños
de éxito existen sólo en la fantasía (como, por ejemplo, en la Muerte de un Viajero, de
Arthur Miller), sino también los hombres que se enferman o se vuelven adictos, sin enfrentar
estas realidades. Del mismo modo, podemos contar a la pequeña burguesía, al marido
sumiso, y al cobarde entre los suyos. Las figuras contemporáneas más jóvenes que
pertenecen a esta compañía son el narcotraficante temporal exitoso y el yuppie insolente.

En las inmediaciones del senex negativo encontramos, en primer lugar, el mago oscuro,
negro, el falso profeta, el dictador negativo, el tirano, o el gran inquisidor. Para todos estos
ejemplos, -así como los de otras áreas-, se pueden añadir otros representantes de acuerdo
con el patrón de las figuras arquetípicas, históricas, mitológicas, o etnológicas que aparecen.

Esta abundancia de posibilidades en el núcleo del complejo -o, en otras palabras, los imagos
en este núcleo-, corresponde de nuevo a la individualidad del ser humano. Desde el punto
de vista del principio de individuación, no implican la reducción de todos a una, o la
homogeneización. Por el contrario, la diversidad transmite al individuo un destino único y
una personalidad. También le permite al analista llegar a un acuerdo en la fantasía con estas
imágenes y emociones en el proceso de transferencia / contra-transferencia. Por otro lado,
al subsumir las abundantes posibilidades bajo conceptos supra ordinarios, he sugerido que
evitemos perdernos en la vaguedad y en los cabos sueltos. Estamos en mejores condiciones
para mantenernos en el hilo principal del proceso analítico. Especialmente para el
principiante y el estudiante, esto tiene la ventaja de que permite establecer un diagnóstico
en términos de los complejos en la fase inicial de análisis que no se basa en fantasías
arbitrarias. Tal diagnóstico se fundamenta en el material psíquico del paciente, con el cual la
constelación de la transferencia y la contra-transferencia se pueden relacionar. ¿Cuál es el
valor, por ejemplo, de diagnosticar al paciente en el caso anterior como que tiene "un
complejo erótico", algo que a menudo escuchamos a los colegas? Fundamentalmente, esto
no nos dice nada en absoluto y no logra comprender por completo el fondo inconsciente, a
diferencia de un diagnóstico en términos de un complejo paterno específico, como el que
estamos sugiriendo. Ha sido mi experiencia, personalmente, así como con los candidatos en
formación, que este tipo de diagnóstico altamente diferenciado es a menudo posible ya
desde la primera entrevista (Dieckmann 1991), aunque es más valioso y más seguro
conocer al paciente a lo largo de varios horas durante la fase inicial.
No es necesario decir mucho más sobre los antepasados en el lado derecho de la pirámide.
Son figuras de la sombra o chivos expiatorios en la historia de la familia, que llevan todo el
material negativo que no corresponde a las normas éticas colectivas y a las imágenes de la
familia. En muchos casos, sin embargo, pueden ejercer una fascinación decidida sobre el
paciente, como fue el caso con el Schinderhannes que describí en el capítulo 1. Las
identificaciones que con frecuencia suceden aquí no siempre tienen que ser negativa, ya
que, como sabemos, la sombra también contiene valores que pueden ayudar a la persona a
obtener una mayor vitalidad y riqueza en la vida. Un impedimento a menudo se encuentra
en el temor latente incluso manifiesto en la familia, de que el niño podría ser el heredero de
un antepasado inferior y llegar a parecerse a él, o ella. Este podría ser un ancestro con una
personalidad defectuosa física o psicológica, de carácter inferior, o incluso un criminal. Por
supuesto que casi todas las familias tienen un esqueleto en el armario. Como regla general,
hay tantos materiales arquetípicos adicionales tejidos en torno a esta persona en las
leyendas de la familia que los elementos inconsciente personales y colectivos están
estrechamente entrelazados.

Naturalmente, lo mismo aplica para los ancestros positivos (en la primera pirámide).
Encontramos las personalidades líderes, por ejemplo un hombre especialmente erudito, un
famoso académico, o un artista, un político de éxito, o similares. Aquí nos encontramos de
nuevo con el fenómeno que Jung describió en tantos lugares como los "padres divinos", es
decir, una segunda pareja parental, "superior", de la que el niño (en la fantasía), realmente
desciende y quien, como en el caso de los semidioses griegos, determinan el destino del
niño. (He descrito este fenómeno en detalle en mis trabajos sobre Rainer Maria Rilke
(Dieckmann 1981a) y Gauguin (Dieckmann, 1981b.)

En cuanto al ánima negativa del padre, ya he señalado que ella también apareció como un
complejo con el cual se identifica el complejo del ego. En el caso de nuestra paciente, no era
tanto una figura negativa, sino más bien una figura de una Puella muy infantil, una esposa
trofeo, la belleza, que sólo servía para impartir un brillo adicional a los éxitos de su padre.

El padre de la paciente también trató de moldear a la madre en la forma de este complejo.


Esta forma de ánima no es capaz de jugar ni un papel de liderazgo espiritual o
emocionalmente estimulante, sino que sigue siendo como un cascarón vacío que sólo sirve
como contenedor para las proyecciones del sexo masculino. Por supuesto, este tipo de
ánima negativa del padre puede manifestarse en otras formas y disfraces. Las formas
masculinas en las que se devalúa lo femenino y es declarado inferior, varían en un rango
muy amplio de posibilidades. En Mannerphantasieno (1977), Theweleit da buenos ejemplos
de la división de estas imágenes de anima, que describen la división de la cultura patriarcal
de la imagen de la mujer en la figura blanca, ideal y moral (la cual, como se muestra en
nuestro ejemplo, es a menudo vacías) y la otra roja, carnal, y demoníaco. Desde el punto de
vista de la psicología analítica, sin embargo, debemos evitar idealizar la "mujer blanca" (o la
"mujer bella", otra idealización) como una ánima positiva, pues, por un lado, puede ser una
muñeca vacío, carente de ego y, por el otro, una bruja fría.

Ahora llegamos a la segunda pirámide doble. Al igual que en el Aion de Jung (1959), he
situado a la culebra o serpiente en el polo superior. Es ambos, el polo inferior del cuaternio
de la sombra y el guardián de este tercer cuaternio, el que contiene los precursores animal y
vegetal de los dos cuaternios más altos. En referencia al complejo de padre, este cuaternio
toma la forma dibujada en la figura 5.5:

FIGURA 5.5
La serpiente es un gran símbolo que jugó un papel fundamental en alquimia como en el non
vulgi de Mercurio. Simboliza la massa confusa primaria que contiene toda la actividad pre-
edípica, del proceso primario en el reino inconsciente de impulsos e instintos.(36:23) La
serpiente no muestra ninguna categoría moral, ni deseos humanos, consideraciones o calor
compasivo. Por lo tanto, puede pasar por alto todas estas dimensiones humanas, con total
falta de relación. Pero al mismo tiempo, también puede tener una estrecha relación con el
dominio vegetal, ya que, como sabemos por el mito del paraíso, hay un numen del árbol que
es tradicionalmente representado en un árbol o incluso funcionando como su tronco. Como
un dragón, que es el guardián de los tesoros contenidos en este reino de impulsos e
instintos. En el sentido positivo, con esta doble valencia de serpiente de salvación (como en
el cuento de Grimm de la "Serpiente blanca"), como la voz de la naturaleza, que encarna
muchos valores que se encuentran dentro de este reino. Este reino está muy lejos de la
conciencia y contiene mucho de lo que es capaz de hacerse consciente. Pero la serpiente
también parece poseer una sabiduría única y peculiar que es sentir que es sobrenatural.

Una palabra debe decirse sobre la asignación de la serpiente al arquetipo del padre y aquí
(como explicaré más adelante) al arquetipo de la madre. Una y otra vez, nos olvidamos de
que el mundo animal, así como el mundo vegetal, tienen ambos sexos, y que los
experimentamos en el sueño y la fantasía como teniendo los dos sexos. En consecuencia,
todos tendemos demasiado fácilmente a asignar la serpiente, por ejemplo, a la mujer, sobre
todo en el idioma alemán en el que gramaticalmente tiene género femenino, y porque en los
tiempos de Eva también se le asoció con la mujer. La conciencia colectiva casi siempre dirige
la palabra serpiente como un insulto a las mujeres. Por otro lado, animales como el león o el
águila son casi siempre asignados al género masculino, aunque hay, por supuesto, águilas y
leonas hembras. Creo que este tipo de discriminación puede desempeñar un papel
importante en la interpretación de los sueños. Cuando los símbolos de este tipo aparecen,
debemos prestar atención a si son masculinos o femeninos, y si es necesario, preguntarlo al
paciente. Por supuesto, esto es a menudo difícil con ciertos animales. ¿Quién puede decir si
una serpiente es macho o hembra en un sueño, a menos que el soñador sea un zoólogo? Sin
embargo, las asociaciones, tanto subjetivas como objetivas, que el paciente trae al símbolo
pueden aclarar el género.
A modo de ejemplo, me gustaría citar el sueño de un paciente de sexo masculino, a quien
una serpiente masculina y una femenina se le aparecían. En ese momento, este hombre
estaba luchando con su sentido de la masculinidad. Soñó: "Una pequeña serpiente, muy
venenosa estaba en una habitación, y yo observaba cómo una segunda serpiente, más
grande se le acercaba a la primera y comenzaba a tragársela. Esto me llenaba de una gran
sensación de alivio.".

Sus asociaciones de este sueño, que no es necesario informar aquí en detalle, indican que la
pequeña serpiente, venenosa, se asociaba de manera inequívoca a los elementos femeninos
peligrosos y agresivos, mientras que experimentaba la serpiente más grande como un
símbolo de la fuerza masculina, el poder y la dignidad. Aquí este principio masculino fue
capaz de dominar el elemento negativo de lo femenino mediante su incorporación,
nutriéndose de él y apropiándose de su capacidad agresiva en forma transmutada, todo lo
cual comenzó pronto a mostrarse en la experiencia y la conducta del paciente.

En el lado izquierdo del cuaternio dibujado arriba, en el que la serpiente preside la cúspide,
he situado formas animales asignadas al arquetipo del padre, dividiéndolas en el animal
mitológico y en el animal paternal real. Mientras que el animal mitológico muestra las
características de un mitologema, el animal real paterno son esas formas que un niño asigna
al padre como un animal real, por ejemplo, "Mi padre es tan fuerte como un elefante". Aquí,
el significado simbólico y el alcance son generalmente inconscientes. Kos y Giermann (1973)
ofrecen un ejemplo clásico de este tipo de animales reales paternos en su libro Die
verzauberte Familie, en el que encontramos tanto las imágenes de animales reales como
mitológicas de los padres; estas figuras animales tienen casi siempre tanta variedad como
todo el reino animal mismo. Pero es casi siempre un animal real en el cual el niño ve ciertas
cualidades del padre personificados, y es por eso que, en este contexto, yo lo llamo el
"verdadero" animal del padre o el padre animal.

En contraste con el animal personal que representa al padre, también tenemos al animal
mitológico, que siempre ha tenido ciertas cualidades numinosas, como, por ejemplo, el toro
de Poseidón, a cargo de rey Minos para poder conquistar Creta y asegurar su regencia de un
sistema unificado de la isla. Estos animales híbridos y fabulosos de los que sabemos por la
gran variedad de mitologías también pertenecen a esta categoría. Bien sea que esta clase de
animal mitológico pueda ser asignado al arquetipo del padre o al de la madre, puede ser
decidido por el sexo de los animales o por las asociaciones del paciente y ampliaciones o por
el material constelado en el análisis y en función de si el problema del paciente es más con
la imago del padre o de la madre en la actual fase del análisis.

A continuación, en el lado derecho de la pirámide, tenemos las representaciones de los


animales como precursores o pre-imagos del padre. Aquí he renunciado diferenciar entre lo
mitológico y lo real. Para todos los pacientes, estas imágenes se refieren a material
profundamente inconsciente que por lo general surge sólo después de un largo análisis. Para
poder hacer frente a esto, que no de ninguna manera el caso, el paciente debe diferenciar
entre los lados masculinos y femeninos, no sólo del padre sino también del arquetipo del
padre. De ahí que, incluso cuando aparece por primera vez, este material contiene una gran
proporción de imagos colectivos.

Al final, en este cuaternio, como cuarto punto, llegamos a un nivel más profundo que
representa el reino vegetal de las plantas. El mundo de las plantas no es tan estrictamente
dividido en masculino y femenino en nuestra conciencia. Por lo tanto, aquí también debemos
discernir con cuidado desde la situación analítica si una determinada planta tiene un
simbolismo bisexual, un árbol, por ejemplo, se le debe asignar más al dominio del arquetipo
del padre o al complejo del padre o de la madre, en la situación analítica de un paciente
específico. Un ejemplo típico es una paciente que sentía entretejida y sofocada en un sueño
donde su padre era un árbol abeto y su madre y hermanas eran viñas florecientes.

El polo inferior de la pirámide conduce a la naturaleza inanimada. Una vez más tomando
prestado de Jung, he tomado como exponente principal el lapis. Surge del polo superior de
la última y más baja pirámide, que he dejado en el ámbito elemental con los mismos
símbolos que Jung describió y al cual no le hice modificaciones, como hice en las otras
pirámides. La Figura 5.6 representa esta pirámide.

FIGURA 5.6

Continúo en la premisa de que en este nivel profundo hay una confluencia extensiva de los
arquetipos de la madre y del padre. Aún así, el lapis puede ser asignado bien al arquetipo
del padre o del de la madre. Los elementos que se colocan en esta pirámide pueden también
ser experimentados al mismo tiempo como masculino o femenino. El fuego del amor es más
femenino, mientras que la forma masculina está más cerca de los rayos lanzados por Zeus.
Lo mismo es cierto para el aire, el agua y la tierra. No en vano la mayoría de las mitologías
tienen las dos deidades, masculinas y femeninas, para estos cuatro elementos, y pueden
aparecer en estas formas en el inconsciente. Sin embargo, hago una importante distinción
en la parte inferior de la pirámide, la parte redonda, en la cual Jung no hace distinción
alguna: asigno el sol al arquetipo del padre y la luna al arquetipo de la madre. Por lo tanto,
en los polos inferiores de los núcleos de los grandes complejos, Sol y Luna se enfrentan
entre sí, como en las imágenes del Rosarium y en la Psicología de la transferencia (Jung
1946/54b).
Dado que todos los dioses masculinos están relacionados con el sol y las diosas femeninas
con la luna, estas cuatro pirámides pueden unirse en una estructura circular en la cual la
más alta y la más baja se unen y son idénticas, como Jung lo describió también (ver figura
5.7).

FIGURA 5.7 Resumen de las cuatro pirámides

Para cerrar este capítulo, me gustaría presentar un sueño de una etapa muy posterior en el
tratamiento de la paciente mencionada anteriormente. Me he encontrado con el motivo de
este sueño, con variaciones menores o mayores, en muchos análisis; discuto otra versión en
Träume ais Sprache der Seele (Dieckmann 1972). Así que lo mismo que han hecho otros
sueños, este sueño precede o se acompaña de cambios importantes y decisivos en la vida de
esta paciente. En la primera fase de su tratamiento, sólo se constelaron imagos del padre y
aparecieron en sus sueños desde de la parte superior de las dos pirámides, y entonces este
sueño reveló que las dos pirámides inferiores habían sido movilizados y por consiguiente
había producido procesos importantes de cambio.

Estoy junto a uno de mis más viejos amigos en su apartamento y estoy a punto de dejarlo.
Su aspecto es muy vago. Dejo su apartamento y de repente me encuentro en un denso
bosque que tiene una calidad primaveral. Me siento muy feliz y tengo una conexión profunda
con toda la naturaleza que me rodea. De repente, me sorprendo al ver una gran serpiente
enroscada alrededor del tronco de un árbol. Al comienzo, tengo el impulso de huir, pero
luego me detengo a mirar a la serpiente más de cerca. Progresivamente me voy llenando de
un creciente entusiasmo por la belleza de esta serpiente. Cuanto más la observo, más me
gusta y más tengo un sentimiento de relacionamiento con este animal. Incluso puedo
entender su lenguaje, y me dice que es el rey de las serpientes en este bosque y que tal vez
podría ayudarme. Me despierto de este sueño con un profundo sentimiento de felicidad.

Después de este sueño, la paciente parecía mucho más madura y menos hija. No pasó
mucho tiempo, en que ella fue capaz de establecer relaciones con hombres de su misma
edad con los cuales ella experimentó verdaderos sentimientos de placer en la actividad
sexual y después pudo dormir tranquila.

Este sueño es una reminiscencia de la bella y la bestia o de un cuento mediterráneo de una


serpiente en la que el amor y el afecto de una joven mujer liberan a un príncipe de
encantamiento en un cuerpo de serpiente. Psicodinámicamente, este sueño en el
tratamiento de esta paciente correspondía a una fase en la que ella fue capaz de abrirse más
afectivamente al mundo de sus propios impulsos e instintos, que había experimentado
anteriormente como aterradores y sombríos. El núcleo del complejo se expandió y, por así
decirlo, se abrió hacia abajo. A través de la serpiente en este sueño, ella encontró su primer
acceso a los deseos y necesidades de su propia personalidad.

Además de la serpiente, Reina de la Selva y de la Naturaleza y símbolo central de este


sueño, ella posteriormente experimentó el reino vegetal de los árboles, arbustos y plantas,
por primera vez tan llenos de vida. El amor de la niña por su padre divinizado se extendió
hacia y se catectiza con otros ámbitos tales como la tierra sobre la que ella caminaba y el
aire que respiraba, que es el aliento de la naturaleza y no la contaminación de la metrópoli.
Creo que este ejemplo ilustra a la perfección cómo un proceso de individuación esencial fue
introducido a través de ampliar y enriquecer el núcleo de un complejo que originalmente se
limitaba a cuatro fijaciones.

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