Análisis, comentarios y sugerencias sobre el Proyecto No. 19.440: Ley sobre muerte
digna de pacientes en estado terminal
Por:
Grupo de Trabajo en Ética Aplicada
Escuela de Filosofía
Universidad de Costa Rica
Consideraciones generales
En nuestro país, hemos tomado noticia de la decisión del señor Mauricio Leandro, quien en
la Revista Dominical del Diario La Nación del 2 de noviembre del 2014, desde la plenitud
de su vida, comunica al mundo su decisión serena y firme de poner fin a sus días y de
negarse a transitar sus últimos momentos bajo el sínodo del dolor, esto debido al cáncer
incurable que padece.
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Análisis del proyecto de ley No. 19.440
A los efectos del derecho a una muerte digna que se propone en este proyecto,
consideramos innecesario hacer grandes distinciones conceptuales entre eutanasia, muerte
por piedad o suicidio asistido. Se trata en cualquier caso de permitir una muerte digna al
enfermo terminal o al incurable.
No obstante, dado que a menudo se entienden como sinónimos, es preciso hacer unos
señalamientos sobre la eutanasia, que en sentido estricto no está contemplado en este
proyecto; como si lo es el concepto de muerte digna.
Caracterizaremos el concepto de muerte digna, el cual, no se refiere sólo a una muerte sin
dolor. Para ello, citaremos la formulación que la tanatóloga colombiana Isa Fonnegra de
Jaramillo (quien ha dedicado más de tres décadas a trabajar junto a pacientes terminales),
realiza de tal concepto:
“Se llama así a la muerte que ocurre dentro del respeto por la dignidad humana en todas
aquellas condiciones y circunstancias que resulten manejables. Esto es, preferiblemente en
la casa; rodeado de personas afectivamente significativas que atiendan y acompañen al
moribundo con amor y cuidado; con información suficiente sobre su enfermedad, el
diagnóstico, las opciones disponibles y el pronóstico; con auxilios espirituales de acuerdo
con el requerimiento y las creencias religiosas de quien va a morir; habiendo podido
prepararse para la muerte y despedirse de sus seres queridos y, además, con el dolor y los
síntomas controlados”. (Fonnegra, 2001, pp. 85-86).
Este es el concepto fundamental da una justificación ética y humana a las prácticas médicas
eutanásicas. Etimológicamente, el término eutanasia (εὐθανασία) deriva de dos voces
griegas: el prefijo “eu” que significa buena, bien y el sustantivo “thanatos” que significa
muerte. Habría que diferenciar algunas de las prácticas empleadas para procurar la muerte
digna en casos calificados: tendríamos, básicamente, tres tipos:
2) Eutanasia activa voluntaria: "(...) acto médico orientado explícitamente a ponerle fin a la
vida de un paciente víctima de una enfermedad incurable y ya en fase terminal, por
requerimiento suyo y debido a la intratabilidad del dolor o los sufrimientos." (Fonnegra,
2001, p. 88).
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3) Suicidio asistido: "(...) la muerte que el enfermo terminal se procura empleando los
medios sugeridos o proporcionados por un médico (...)" (Fonnegra, 2001, p. 89).
Por cuestiones de ordenamiento lógico, consideramos que los Artículos 3 y 4 que son
definiciones, deberían anteceder al Artículo 2, en el cual se delimita el alcance del derecho
a la atención y muerte dignas.
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Con respecto al Artículo 2, es preciso señalar que los aspectos contenidos en este artículo
ya forman parte del ordenamiento jurídico interno, y además, se derivan de los
compromisos internacionales del país, en materia de bioética y derechos humanos. La
autodeterminación de cada sujeto moral, esté o no en la condición de ser paciente, se
protege y garantiza a través del principio de autonomía. Sin embargo, entendemos que se
incorpore a este proyecto, para fortalecer y responder de un modo aún más efectivo, las
obligaciones que al respecto tienen los profesionales en las ciencias de la salud, frente a las
personas a quienes brindan sus servicios de salud.
El Inciso 2e induce a error, pues debe tenerse claro que las decisiones las toman los
pacientes, sea cual sea la situación (de pronóstico positivo o negativo). El equipo de salud Commented [W1]: Creo que hay que uniformar si vamos a
hablar de los y las, o sólo los
acompaña el proceso de toma de decisiones, brindando información, recomendaciones y
alternativas; pero las decisiones finales son potestad únicamente del paciente, no del
personal médico.
La reducción en la pena puede evitar así que el personal médico no atienda el reclamo de
las y los pacientes, por miedo a la coacción legal que implica el “suicidio asistido” o el
“homicidio por piedad”, en este momento, aunque el personal médico estuviese de acuerdo
éticamente con dicho proceder, evita actuar debido a la existencia de este articulado en el
Código Penal, por lo cual reducir la pena, permitiría una intervención médica legal y
formal en torno a la muerte digna de pacientes.
Por otro lado, bajar las penas no sólo protege al personal médico sino que permite un
ejercicio real de la autonomía de las y los pacientes tal y como lo indica el Artículo 5 de la
Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, si el “suicidio asistido”
necesita la intervención médica para su realización, proteger a estos interventores/as es a
final de cuentas proteger a las y los pacientes.
capaz de tomar una decisión consciente, libre y lucida sobre su estado y sobre su
tratamiento, puesto que se consideraba que la enfermedad no sólo afectaba a su cuerpo sino
también a su alma” (Palomares y López y García, 2010 citado en Machado 2010), por ende
aquella persona del sector médico que no obedeciera a ultranza al principio de beneficencia
era castigado penalmente, tal y como lo hace nuestra legislación, ya que el Código Penal
vigente hasta el momento, castiga al personal médico que rompe con ese modelo
paternalista y asume una posición más cercana al Modelo de Autonomía de la Voluntad,
“Al partir de éste modelo de autonomía, como primera repercusión estaría el respeto a la
primacía de la voluntad del paciente, lo cual conlleva a la necesidad de priorizar la misma
aún cuando resulte contraria a lo que habría decidido un paciente sensato. Desde este
modelo, el médico debe respetar la voluntad del enfermo así vaya en contra de sus propios
intereses” (Machado, 2010).
Finalmente, la modificación al Código Penal que propone este Proyecto de Ley permite la
consecución real de un derecho que está amparado en Reglamentos Internacionales como la
Declaración de Lisboa de la Asamblea Médica Mundial sobre los Derechos del Paciente,
la cual el su Artículo 3 determina lo siguiente: “Derecho a la autodeterminación. a. El
paciente tiene derecho a la autodeterminación y a tomar decisiones libremente en relación a
su persona. El médico informará al paciente las consecuencias de su decisión. b. El paciente
adulto mentalmente competente tiene derecho a dar o negar su consentimiento para
cualquier examen, diagnóstico o terapia. El paciente tiene derecho a la información
necesaria para tomar sus decisiones. El paciente debe entender claramente cuál es el
propósito de todo examen o tratamiento y cuáles son las consecuencias de no dar su
consentimiento. c. El paciente tiene derecho a negarse a participar en la investigación o
enseñanza de la medicina”.
Pero que también está definido en nuestra legislación, en el Artículo 2, inciso c. de la Ley
de Derechos y Deberes de las Personas Usuarias de los Servicios de Salud Públicos y
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Privados, que cita lo siguiente: “Recibir la información necesaria y, con base en ella,
brindar o no su autorización para que les administren un determinado procedimiento o
tratamiento médico”, por ende, la modificación del Código Penal permitirá avanzar en la
búsqueda de un ejercicio libre y autónoma de estos derechos por parte de las y los
pacientes, y una protección real al personal médico que posibilite técnicamente ese derecho
Fuentes citadas
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