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¿Qué es un dispositivo?

- Giorgio Agamben

Agamben comienza planteando que la palabra “dispositivo” es un término técnico


esencial y decisivo en la estrategia del pensamiento de Foucault. En una entrevista
concedida en 1977 Foucault daría una breve definición del término “dispositivo” y
explicaría en qué consiste su función estratégica. De acuerdo a ella, la definición
foucaultiana de dispositivo sería la siguiente: un dispositivo es “un conjunto
absolutamente heterogéneo que incluye discursos, instituciones, estructuras
arquitectónicas, decisiones regulativas, leyes, medidas administrativas, enunciados
científicos, proposiciones filosóficas, morales y filantrópicas, en definitiva: tanto lo
dicho como lo no dicho, he ahí los elementos del dispositivo. El dispositivo es la red
que se establece entre estos elementos...”. En cuanto a la función estratégica de un
dispositivo: un dispositivo sería “una especie de formación que en un determinado
momento histórico tuvo como función esencial responder a una urgencia. El
dispositivo tiene por tanto una función esencialmente estratégica [...] se trata de una
cierta manipulación de relaciones de fuerza, de una intervención racional [en el
sentido de calculada, premeditada] y convenida en las relaciones de fuerza, sea para
desarrollarlas en una determinada dirección, sea para bloquearlas o para estabilizarlas
y utilizarlas. El dispositivo siempre está inscrito en un juego de poder y también
siempre ligado a los límites del saber que derivan de él y, en la misma medida, lo
condicionan. El dispositivo es esto: un conjunto de estrategias de relaciones de fuerza
que condicionan ciertos tipos de saber y son condicionados por él”.

II

La hipótesis de Agamben es que la noción foucaultiana de “dispositivo”


probablamente provenga de un préstamo de la noción hegeliana de “positividad”; si
esta hipótesis es cierta, un dispositivo sería una formación cultural que “comprende el
conjunto de las creencias, de las reglas, de los ritos [y de las instituciones] que en una
sociedad determinada y en cierto momento histórico se imponen a los individuos
desde fuera”, como un “poder externo”; pero a su vez son internalizados, puesto que
“implica sentimientos que se imprimen en el alma a través de una constricción y
comportamientos que son el resultado de una relación de mando y de obediencia y
que se cumplen sin un interés directo”. El trabajo filosófico de Foucault consistiría en
investigar los modos concretos de relación entre los individuos como seres vivientes y
los dispositivos, es decir, cómo este conjunto de instituciones, de reglas, de
tecnologías, nace con el objeto de hacer frente a una urgencia y lograr un efecto más o
menos inmediato, concretándose en las relaciones, en los mecanismos, en las prácticas
y en los “juegos” de poder, dando lugar a múltiples procesos de subjetivación.

III

En los diccionarios de uso común se hallan tres acepciones del término dispositivo: a)
un significado jurídico: el dispositivo es la parte de un juicio, de la sentencia o de la
ley, que contiene la decisión, es decir, que decide y dispone, separadamente de las
motivaciones; b) un significado tecnológico: la forma en que se disponen las piezas de
una máquina o de un mecanismo y, por extensión, el propio mecanismo; y c) un
significado militar: el conjunto de los medios dispuestos de acuerdo con un plan.
Estos tres significados (jurídico, tecnológico y militar) estarían presentes en el
significado que atribuye Foucault al término dispositivo.

IV

A partir de sus investiciones, que él mismo define como una “genealogía teológica de
la economía”, Agamben da cuenta de cómo en los primeros siglos de la historia de la
Iglesia, entre los siglos II y VI, la palabra griega oikonomía habría jugado un papel
decisivo en la teología. Oikonomía significa originariamente la administración, la
gestión, el managment del oikos, de la casa, es decir, la praxis, la actividad práctica
que en cada ocasión debe hacer frente a un problema y a una situación particular para
mantener el buen orden del hogar. Cuando en el curso del siglo II en el interior de la
Iglesia se empezó a discutir sobre una trinidad de las figuras divinas (el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo), hubo un grupo de teólogos que pensaron que con esto se corría el
riesgo de reintroducir el politeísmo y el paganismo en la fe cristiana (a este grupo se
les definió posteriormente como los monarquianos, los partidarios del gobierno de
Uno y de la idea de que Dios es Uno, y no trino). Frente a esta resistencia a introducir
el dogma de la Trinidad, otros teólogos introdujeron el término oikonomía en el
debate y comenzaron a hablar de una “economía divina”, argumentando que en
cuanto a su ser y a su sustancia, Dios es Uno, pero que en cuanto a su oikonomía, es
decir, al modo en que administra el mundo que ha creado, es trino, y le confía al
Cristo, su hijo, la ejecución de las funciones y tareas domésticas, las actividades
prácticas y económicas, es decir, la administración y el gobierno providencial divino y
salvífico del mundo y, por tanto, de la historia de los hombres, de las criaturas.

V
Los Padres Latinos de la Iglesia van a traducir esta palabra griega fundamental,
oikonomía, por dispositio, del que derivaría el término moderno dispositivo. La tesis
de Agamben es que el término foucaultiano estaría de algún modo conectado con esta
herencia teológica, nombrando aquel aparato (un conjunto de prácticas, de saberes, de
medidas, de instituciones) en lo cual y a través de lo cual se realiza una actividad pura
de administración, gestión, gobierno, disposición, ordenamiento, orientación, guía y
control de los comportamientos, los gestos y los pensamientos de los hombres en un
sentido que se pretende útil (en vistas a solucionar un problema específico),
implicando en ello procesos de subjetivación, es decir, produciendo sus sujetos.

VI

Luego de llevar a cabo esta suerte de trabajo filológico con respecto a la noción
foucaultiana de dispositivo, Agamben sitúa los dispositivos en un nuevo contexto, y
ésta sería la tesis propiamente agambeniana de los dispositivos. Agamben propone
una partición general y masiva de lo existente en dos grandes grupos o clases: por un
lado, los seres vivientes, los individuos, las sustancias, y por el otro, los dispositivos
en los que éstos son constantemente capturados. Y generalizando los dispositivos
foucaultianos, Agamben llamará dispositivo “literalmente a cualquier cosa que de
algún modo tenga la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar,
controlar y asegurar los gestos, las conductas, [los comportamientos,] las opiniones y
los discursos de los seres vivientes. Por lo tanto, no sólo las prisiones, el manicomio,
el Panóptico, las escuelas, la confesión, las fábricas, las disciplinas, las medidas
jurídicas, etc., cuya conexión con el poder de algún modo es evidente, sino también la
pluma, la escritura, la literatura, la filosofía, la agricultura, el cigarrillo, la navegación,
los ordenadores, los teléfonos móviles y (por qué no) el lenguaje mismo, que quizás
es el más antiguo de los dispositivos, en el que miles y miles de años atrás un primate
(probablemente sin darse cuenta de las consecuencias a las que se exponía) tuvo la
inconsciencia de dejarse capturar”. Ahora bien, entre ambas clases o grupos de lo
existente, es decir, entre los seres vivientes o sustancias y los dispositivos, habría un
tercer elemento: los sujetos, que resultan “de las relaciones y, por así decir, del cuerpo
a cuerpo entre los vivientes y los dispositivos”. Un mismo individuo, un mismo ser
viviente, una misma sustancia, “puede ser el lugar de múltiples procesos de
subjetivación: el usuario de teléfonos móviles, el navegante en internet, el escritor de
cuentos, el apasionado del tango, el no-global, etc., etc.”. En este sentido, los sujetos
serían la “máscara que siempre ha acompañado a todas a la identidad personal”.

VII
Agamben define “la fase extrema del desarrollo capitalista que estamos viviendo
como una gigantesca acumulación de dispositivos”, y a este gigantesco cúmulo de
dispositivos le corresponde a su vez también “una enorme proliferación de procesos
de subjetivación”. Frente a este diagnóstico, según el cual “parecería que hoy no hay
un solo instante en la vida de los individuos que no esté modelado, [modificado,]
contaminado o controlado por algún dispositivo”, Agamben se pregunta por la
estrategia que debiésemos seguir en nuestro cuerpo a cuerpo cotidiano con los
dispositivos para afrontar esta situación, y adelanta que no se trataría ni de
simplemente destruirlos o desactivarlos ni de (como sugieren algunos ingenuos)
usarlos del modo adecuado, apropiado o correcto (de hecho, “quienes sostienen este
tipo de discursos son, a su vez, el resultado del dispositivo mediático en el que están
capturados”). Para Agamben, “hubo dispositivos desde que apareció el homo sapiens”,
es decir que “los dispositivos no son un accidente en el que los hombres cayeron por
casualidad, sino que tienen su raíz en el mismo proceso de “hominización” que volvió
“humanos” a los animales que clasificamos bajo la categoría de homo sapiens”, es
decir, “en el acontecimiento que produjo al hombre”, y que constituiría para el
viviente una escisión que lo separa “de sí mismo y de la relación inmediata con su
ambiente” o con su mundo circundante.

VIII

Según el derecho romano, las cosas sagradas o religiosas pertenecían a los Dioses y,
por tanto, se hallaban separadas, sustraídas, escindidas, divididas en una esfera
separada (divina), del libre uso común de los hombres. La estrategia que propone
Agamben consistiría en “liberar lo que ha sido capturado y separado a través de los
dispositivos para restituirlo a un posible uso común”, al libre uso de los hombres, es
decir, consiste en un gesto de profanación. La profanación sería el rito que opera,
entonces, como contradispositivo.

IX

Agamben concibe una diferencia fundamental entre los dispositivos tradicionales y


los dispositivos modernos o propiamente capitalistas, y esta diferencia “vuelve
particularmente problemática su profanación”. Todo dispositivo implica de hecho un
proceso de subjetivación, mediante el cual se produce, se fabrica, se crea (a través de
una serie de prácticas y discursos, de saberes y ejercicios) un determinado sujeto que
asume su identidad, su Yo, su “libertad” y su “felicidad” en el proceso mismo de su
sometimiento, proceso de subjetivación o de producción de subjetividad sin el cual no
podría funcionar como dispositivo de gobierno, sino que se reduciría a un mero
ejercicio de violencia. El dispositivo sólo es una máquina de gobierno en la medida en
que es una máquina de producción de subjetividad, de sujetos que son a su vez
blancos de nuevas y perfectamente calculadas técnicas de gobierno. Ahora bien, a
diferencia de los dispositivos tradicionales, Agamben escribe que “lo que define los
dispositivos que encontramos en la fase actual del capitalismo es que éstos no actúan
a través de la producción de un sujeto sino a través de procesos que podemos llamar
de desubjetivación”, sólo dando lugar a “la recomposición de un nuevo sujeto de
forma larvada y, por así decir, espectral”: “Aquel que se deja capturar en el
dispositivo “teléfono celular”, cualquiera que sea la intensidad del deseo que lo ha
movilizado, no adquiere por ello una nueva subjetividad, sino sólo un número a través
del cual eventualmente puede ser controlado; el espectador que pasa las tardes viendo
televisión sólo recibe a cambio de su desubjetivación la máscara frustrante del zapper
o la inclusión en el cálculo de un índice de audiencia”.

Las sociedades contemporáneas se presentarían así como “cuerpos inertes atravesados


por gigantescos procesos de desubjetivación a los que no les corresponde ninguna
subjetivación real. De ahí el eclipse de la política [clásica] que presuponía sujetos e
identidades reales (el movimiento de los trabajadores, la burguesía, etc.) y el triunfo
de la oikonomía, de una actividad pura de gobierno que sólo busca su propia
reproducción”. Agamben, de hecho, definiría a la masa contemporánea como “el
cuerpo social más dócil y cobarde que se haya dado jamás en la historia de la
humanidad”, constituido por un ejército de inofensivos ciudadanos de las democracias
posindustriales, por el bloom que “ejecuta punto por punto todo lo que se le dice que
haga y deja que sus gestos cotidianos, como su salud, su tiempo libre y sus
ocupaciones, su alimentación y sus deseos sean dirigidos y controlados por los
dispositivos hasta en los más mínimos detalles”. Es aquí donde nos hallamos, y es
desde aquí que se ha de llevar a cabo la urgente estrategia de profanación, y quienes la
asuman deberán intervenir tanto en los procesos de subjetivación como en los
dispositivos mismos “para llevar a luz ese Ingobernable que es el inicio y, a su vez, el
punto de fuga de toda política”.

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