- Giorgio Agamben
II
III
En los diccionarios de uso común se hallan tres acepciones del término dispositivo: a)
un significado jurídico: el dispositivo es la parte de un juicio, de la sentencia o de la
ley, que contiene la decisión, es decir, que decide y dispone, separadamente de las
motivaciones; b) un significado tecnológico: la forma en que se disponen las piezas de
una máquina o de un mecanismo y, por extensión, el propio mecanismo; y c) un
significado militar: el conjunto de los medios dispuestos de acuerdo con un plan.
Estos tres significados (jurídico, tecnológico y militar) estarían presentes en el
significado que atribuye Foucault al término dispositivo.
IV
A partir de sus investiciones, que él mismo define como una “genealogía teológica de
la economía”, Agamben da cuenta de cómo en los primeros siglos de la historia de la
Iglesia, entre los siglos II y VI, la palabra griega oikonomía habría jugado un papel
decisivo en la teología. Oikonomía significa originariamente la administración, la
gestión, el managment del oikos, de la casa, es decir, la praxis, la actividad práctica
que en cada ocasión debe hacer frente a un problema y a una situación particular para
mantener el buen orden del hogar. Cuando en el curso del siglo II en el interior de la
Iglesia se empezó a discutir sobre una trinidad de las figuras divinas (el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo), hubo un grupo de teólogos que pensaron que con esto se corría el
riesgo de reintroducir el politeísmo y el paganismo en la fe cristiana (a este grupo se
les definió posteriormente como los monarquianos, los partidarios del gobierno de
Uno y de la idea de que Dios es Uno, y no trino). Frente a esta resistencia a introducir
el dogma de la Trinidad, otros teólogos introdujeron el término oikonomía en el
debate y comenzaron a hablar de una “economía divina”, argumentando que en
cuanto a su ser y a su sustancia, Dios es Uno, pero que en cuanto a su oikonomía, es
decir, al modo en que administra el mundo que ha creado, es trino, y le confía al
Cristo, su hijo, la ejecución de las funciones y tareas domésticas, las actividades
prácticas y económicas, es decir, la administración y el gobierno providencial divino y
salvífico del mundo y, por tanto, de la historia de los hombres, de las criaturas.
V
Los Padres Latinos de la Iglesia van a traducir esta palabra griega fundamental,
oikonomía, por dispositio, del que derivaría el término moderno dispositivo. La tesis
de Agamben es que el término foucaultiano estaría de algún modo conectado con esta
herencia teológica, nombrando aquel aparato (un conjunto de prácticas, de saberes, de
medidas, de instituciones) en lo cual y a través de lo cual se realiza una actividad pura
de administración, gestión, gobierno, disposición, ordenamiento, orientación, guía y
control de los comportamientos, los gestos y los pensamientos de los hombres en un
sentido que se pretende útil (en vistas a solucionar un problema específico),
implicando en ello procesos de subjetivación, es decir, produciendo sus sujetos.
VI
Luego de llevar a cabo esta suerte de trabajo filológico con respecto a la noción
foucaultiana de dispositivo, Agamben sitúa los dispositivos en un nuevo contexto, y
ésta sería la tesis propiamente agambeniana de los dispositivos. Agamben propone
una partición general y masiva de lo existente en dos grandes grupos o clases: por un
lado, los seres vivientes, los individuos, las sustancias, y por el otro, los dispositivos
en los que éstos son constantemente capturados. Y generalizando los dispositivos
foucaultianos, Agamben llamará dispositivo “literalmente a cualquier cosa que de
algún modo tenga la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar,
controlar y asegurar los gestos, las conductas, [los comportamientos,] las opiniones y
los discursos de los seres vivientes. Por lo tanto, no sólo las prisiones, el manicomio,
el Panóptico, las escuelas, la confesión, las fábricas, las disciplinas, las medidas
jurídicas, etc., cuya conexión con el poder de algún modo es evidente, sino también la
pluma, la escritura, la literatura, la filosofía, la agricultura, el cigarrillo, la navegación,
los ordenadores, los teléfonos móviles y (por qué no) el lenguaje mismo, que quizás
es el más antiguo de los dispositivos, en el que miles y miles de años atrás un primate
(probablemente sin darse cuenta de las consecuencias a las que se exponía) tuvo la
inconsciencia de dejarse capturar”. Ahora bien, entre ambas clases o grupos de lo
existente, es decir, entre los seres vivientes o sustancias y los dispositivos, habría un
tercer elemento: los sujetos, que resultan “de las relaciones y, por así decir, del cuerpo
a cuerpo entre los vivientes y los dispositivos”. Un mismo individuo, un mismo ser
viviente, una misma sustancia, “puede ser el lugar de múltiples procesos de
subjetivación: el usuario de teléfonos móviles, el navegante en internet, el escritor de
cuentos, el apasionado del tango, el no-global, etc., etc.”. En este sentido, los sujetos
serían la “máscara que siempre ha acompañado a todas a la identidad personal”.
VII
Agamben define “la fase extrema del desarrollo capitalista que estamos viviendo
como una gigantesca acumulación de dispositivos”, y a este gigantesco cúmulo de
dispositivos le corresponde a su vez también “una enorme proliferación de procesos
de subjetivación”. Frente a este diagnóstico, según el cual “parecería que hoy no hay
un solo instante en la vida de los individuos que no esté modelado, [modificado,]
contaminado o controlado por algún dispositivo”, Agamben se pregunta por la
estrategia que debiésemos seguir en nuestro cuerpo a cuerpo cotidiano con los
dispositivos para afrontar esta situación, y adelanta que no se trataría ni de
simplemente destruirlos o desactivarlos ni de (como sugieren algunos ingenuos)
usarlos del modo adecuado, apropiado o correcto (de hecho, “quienes sostienen este
tipo de discursos son, a su vez, el resultado del dispositivo mediático en el que están
capturados”). Para Agamben, “hubo dispositivos desde que apareció el homo sapiens”,
es decir que “los dispositivos no son un accidente en el que los hombres cayeron por
casualidad, sino que tienen su raíz en el mismo proceso de “hominización” que volvió
“humanos” a los animales que clasificamos bajo la categoría de homo sapiens”, es
decir, “en el acontecimiento que produjo al hombre”, y que constituiría para el
viviente una escisión que lo separa “de sí mismo y de la relación inmediata con su
ambiente” o con su mundo circundante.
VIII
Según el derecho romano, las cosas sagradas o religiosas pertenecían a los Dioses y,
por tanto, se hallaban separadas, sustraídas, escindidas, divididas en una esfera
separada (divina), del libre uso común de los hombres. La estrategia que propone
Agamben consistiría en “liberar lo que ha sido capturado y separado a través de los
dispositivos para restituirlo a un posible uso común”, al libre uso de los hombres, es
decir, consiste en un gesto de profanación. La profanación sería el rito que opera,
entonces, como contradispositivo.
IX