Anda di halaman 1dari 4

La jaula de hierro1

Gregorio J. Pérez Almeida

Tomamos prestada la metáfora utilizada por el sociólogo Max Weber, para


referirse al excesivo y deshumanizador racionalismo que dominaba la sociedad capitalista
moderna de su tiempo y que, según él, encontraba su máxima expresión en los Estados
Unidos de comienzos del siglo 20. No abusamos del sentido dado por él a dicha metáfora,
cuando asociamos la ONU y sus ramificaciones regionales, como la OEA, con una “jaula
de hierro” que encierra los cuerpos, los vacía política y espiritualmente y les mutila la
libertad de decisión y acción.

Pero, nuestra metáfora no es sólo conceptual. La asociación de la ONU con una


jaula, proviene de la respuesta que le diera el Primer Ministro inglés Winston Churchill, al
presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, cuando creaban la ONU y ya estaban
instalados en el Consejo de Seguridad. La pregunta fue: ¿Qué haremos en la Asamblea
General con los países pequeños que son mayoría y exigirían y propondrían cosas? La
respuesta: Dejarlos cantar como pajaritos en una jaula…

Una jaula que no deja salir a ninguno de l@s que creen haber trabajado
voluntariamente en su construcción. Pero a la vez deja afuera, caso Palestina, o expulsa,
caso Cuba, a quienes considera peligrosos y contaminantes. En fin, que la jaula de hierro
tiene un sello “Made in USA” y tanto te cuida “humanitariamente” como te aniquila también
“humanitariamente”.

Podemos contar la historia no oficial y resumida de esta jaula de hierro, en pocos


pasos.

Primer paso: La ONU se crea en paralelo con el Proyecto Manhattan, siendo el


principal ideólogo de ambos proyectos el presidente norteamericano Franklin Delano
Roosevelt.

Dicho proyecto comenzó llamándose “Proyecto Uranio”, pero en el ínterin de la


guerra interimperialista que se inicia en Europa, en 1939, cambió a Proyecto Manhattan.
Arrancó, precisamente, ese mismo año con investigaciones sobre el uranio y el plutonio.
En octubre de 1941, Roosevelt autoriza la producción de la bomba atómica y, por
casualidad, dos meses después, en diciembre, los japoneses atacan “sorpresivamente” el
puerto de Pearl Harbor, lo que “obliga” a Estados Unidos (EU) a intervenir en la guerra
europea.

No lo sabían los japoneses, pero con ese ataque se ganaron su calificación de


“ratas de laboratorio”, que comenzarían a ser sacrificadas el 6 de agosto de 1945, con
una bomba de Uranio, bautizada Little Boy (pequeño muchacho), que explotó sobre
Hiroshima. Tres días después, 9 de agosto, otras “ratas de laboratorio”, que vivían en

1 Artículo publicado en el diario Ciudad Caracas, el 09/05/2012, ampliado y actualizado el


27/09/2017

1
Nagasaki, quedaron fulminadas por una bomba de Plutonio, de nombre Fat Man (hombre
gordo). De esta manera, tan científica, estaba comprobado, en tierras y carnes ajenas, el
poder destructor que poseía el país que se erigía en primera potencia del mundo de
posguerra.

Tres años más tarde, 1948, EU también se convertía en el adalid político de los
países democráticos de Occidente, no ya con Franklin D. Roosevelt de actor principal,
porque había fallecido antes de ver caer las dos bombas atómicas, sino con su viuda,
Eleanor Roosevelt, quien asumió las riendas de la comisión redactora de la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre (DUDH), creada por la ONU, en 1944. Fue
“Derechos del Hombre” hasta 1952, cuando cambió a Derechos Humanos, por presión de
las mujeres organizadas en ONG.

En este momento, es conveniente recodar dos hechos que ocurren durante la


construcción de la jaula de hierro y que pasan desapercibidos. El primero: el 17 de enero
de 1946, dos años antes de que la Asamblea votara la DUDH, los EU se aseguraron el
liderazgo del Consejo de Seguridad de la ONU. El segundo: el 1 de noviembre 1952,
antes de que cambiaran la palabra “hombre” por “humanos” en el título de la DUDH, EU
hizo detonar en el islote Enewetak, de las islas Marshall en el Pacífico, la primera bomba
de fusión, 20 veces superior a la de Hiroshima, con lo que, sin dudas, los derechos
humanos tenían quien los “defendiera” y “protegiera” a bombazo limpio.

El miedo a la destrucción violenta, súbita y masiva, constituye la atmósfera


terrorista en la que se desarrolló la diplomacia estadounidense a partir de 1945.
Atmósfera que se hizo más densa al entrar, pocos años más tarde, la URSS en la carrera
armamentística nuclear. Pero, no podemos quitarle el mérito a Estados Unidos en la
creación e impulso de esta atmósfera terrorista, como lo evidencia el comentario de la
Sra. Roosevelt acerca de las explosiones atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki:

“…entramos en un nuevo mundo, un mundo en el que tenemos que


aprender a vivir en espíritu de amistad con nuestros vecinos de cualquier raza,
credo y color, o nos enfrentamos al riesgo de ser eliminados de la faz de la tierra”
(Mary Ann Glendon. Un Mundo Nuevo. Edit. Siglo. XXI; p. 63).

Este miedo, bien dosificado diplomáticamente mediante el “efecto demostración”


del poderío bélico de EU, se apoyó a su vez en tres estratégicas políticas de largo
alcance:

1ª) Organismos adscritos a la ONU, como el Fondo Monetario Internacional, el


Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (amén de la FAO, la UNISEF,
etc.), que imponen políticas económicas favorables a los intereses estadounidenses
presentados como los auténticos intereses del “mundo civilizado”.

2ª) Asociaciones multilaterales de carácter militar, como el TIAR y la OTAN, en las


que eran los líderes, de hecho, por poseer no sólo la industria militar más sólida y
productiva y el ejército mejor pertrechado de la posguerra, sino por tener a disposición la
bomba atómica.

2
3ª) En la industria cultural estadounidense, conformada por las más poderosas
empresas de producción y difusión de información en cine, radio, televisión, medios
impresos y digitales del mundo que, dirigidas y adiestradas por la CIA, han logrado
posicionar el modo de vida estadounidense como el mejor para la humanidad.

Esta atmósfera de miedo, que no sólo es política, sino también psicológica,


colectiva e individualmente, se condensa en la jaula de hierro y hace que muchos Estados
nacionales la acepten como su hogar natural, casi su útero, y sienten angustia con tan
sólo imaginar que la abandonan o que los expulsan. Esto, en términos gramscianos, es el
ejercicio pleno de la hegemonía de Estados Unidos.

Segundo paso: La OEA, es la concreción de la aspiración de EU de ser dueño y


señor de todo el Continente Americano. Consecuencia necesaria de la Doctrina Monroe y
evolución natural de la antibolivariana Unión Panamericana, fundada en 1910. Los
estadounidenses siempre imaginaron una trampajaula, de esas en las que meten a un
pajarito para que con su canto atraiga a otros y caigan por inocentes. Y así la diseñaron.
Primero se aseguraron el apoyo de los pajaritos de su “patio trasero” (léase América
Latina), para la creación de su propia jaula, en la conferencia sobre “Problemas de la
Guerra y la Paz”, celebrada en Chapultepec, México, en marzo de 1945. Este apoyo se
concretó en la Conferencia de San Francisco, abril 1945, con la aprobación de la Carta de
Fundación de la ONU, en la que logran, en su artículo 51, el reconocimiento de la
“autonomía del Sistema Interamericano”. Es decir, dieron el paso decisivo para cumplir su
máxima de “América para los americanos”… de Estados Unidos.

En agosto del 1947, en la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro,


amparados en la autonomía interamericana reconocida por la ONU, crean el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), variante latinoamericana de la doctrina
anticomunista del presidente Truman para Europa, para proteger la “pax americana”. Con
este paso, aseguraron su posición supranacional en la región, echando a la basura la
soberanía de los Estados nacionales, con el objetivo de corregir cualquier “mal
comportamiento” en la región.

La OEA se traga el TIAR durante su creación, en Bogotá, entre el 30 de marzo y el


2 de mayo, de 1948. Creación que “coincidió” con el asesinato, el 9 de abril, del líder
popular, liberal y antiimperialista, Jorge Eliezer Gaitán, a quien el presidente colombiano,
Mariano Ospina Pérez, había negado un lugar en la Novena Conferencia Interamericana,
matriz de la OEA, que se celebraba en la capital de Colombia.

El asesinato de Gaitán, generó el “bogotazo”, una confluencia sanguinaria de


revueltas y motines que ocasionó miles de muertos que, según los voceros yanquis,
fueron causados por la influencia nefasta del comunismo soviético en Latinoamérica.
“Influencia nefasta”, que intentó conjurar con la invasión militar a Guatemala en 1952, a
Cuba (Playa Girón) en 1961, a República Dominicana en 1965 y paremos de contar que
son más de 100 intervenciones “salvadoras” de nuestras democracias durante el siglo 20.

3
Un dato adicional, que robustece nuestra tesis del miedo a la destrucción total y
violenta como atmósfera creada por EU para lograr su hegemonía cultural y política, es
que el 30 de abril de 1948, el mismo día que en Bogotá se crea la OEA, con la firma de la
Carta de la Organización de los Estados Americanos y la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, explota en el islote Enewetak, en el Pacífico, la séptima
bomba atómica, de 46 kilotones (la de Hiroshima era de 16 y la de Nagasaki de 25),
construida por los estadounidenses. Interesante esta coincidencia entre actos políticos y
militares que reafirman el particular “humanismo yanqui” y la demostración fáctica de su
poderío nuclear. Como buenos seguidores de Karl von Clausewitz, saben que la guerra es
la política por otros medios…

La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), creada en Chile en


1959, no es más que un espacio dentro de la jaula de hierro para resguardar la
concepción burguesa y liberal de dichos derechos en la región “protegida” por el TIAR del
peligro comunista. No por casualidad, tuvo como primer director al escritor y presidente
socialdemócrata venezolano Rómulo Gallegos. Sobre esta comisión, la Fiscalía General
de la República Bolivariana de Venezuela y el escritor Luis Brito García, han explicado los
pormenores y pormayores de su historia y su actitud frente a nuestra patria, por ser un
pájaro “forajido” que no canta como el resto de los enjaulados… y tiene la pajarera
alborotada.

Y, arrogancias del señor imperial, no es suficiente echar de la jaula al pájaro


rebelde. Hay que asegurarse su extinción para evitar la contaminación regional, tal y
como propuso el secretario de la OEA, Luis Almagro, que debe hacerse con el chavismo
en su informe contra Venezuela, presentado ante el Consejo Permanente el 30 de mayo
de 2016:

“Como dice José Antonio marina <Lo de muerto el perro se acabó la rabia>
no vale ni para los perros. Lo importante es que desaparezca el bacilo de la rabia.
Un problema sólo se resuelve cuando se termina dejando a salvo los valores para la
convivencia. De lo contrario, retoñará, volverá” (p.130).

Sobran los comentarios. El fascismo no tiene disimulos.

Algunas pensadoras y pensadores críticos decoloniales, sostienen que el proceso


revolucionario venezolano es el menos “auténtico” de los que avanzan en Suramérica.
Quizá tengan razón. Nuestro proceso no tiene raíces tan “originarias” como las de Bolivia
y Ecuador, porque Bolívar y sus comandantes eran criollos ilustrados en territorios de
indios y negros, que dejaron las estructuras sociales coloniales casi intactas. Pero, el siglo
21 trajo el renacer de la propuesta independentista e integracionista de manos del
Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, quien con la decisión de abandonar la CIDH y
crear una instancia en la CELAC, que marque el rumbo de la transición hacia un sistema
“latinoamericano y caribeño” de promoción, garantías y defensa integral de derechos
humanos, prueba que somos, al menos, consecuentes con las ideas bolivarianas.

Anda mungkin juga menyukai