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1.

AL GANADO HAY QUE IRLE POR LA TANGENTE


Voy a presentar, a partir de hoy, algunas ideas y sugerencias sobre el manejo del ganado
vacuno. No dan para una nota en Márgenes Agropecuarios, pero pueden ser útiles para el
trabajo diario de la empresa ganadera.
Empiezo por una cosa muy importante, que es nuestra actitud cuando encaramos una
maniobra. Normalmente (yo mismo lo he hecho durante mis primeros 15 años de trabajador
ganadero, porque también he sido ignorante y brutal) le vamos directo al ganado. Eso lo
hacemos con nuestro movimiento, con nuestros gestos, con nuestra mirada, con nuestros
gritos, y con nuestros nervios (que quizás es lo primero que perciben los animales).
Bud Williams me enseñó, allá por 1995, que al ganado hay que tratarlo como si uno
estuviera haciendo otra cosa. Sobre todo cuando queremos moverlo, hay que irle por la
tangente, como si uno estuviera pasando de largo, para que nos acepte antes de iniciar la
maniobra.
Es algo que rara vez veo, sobre todo en los feedlots, donde se tiende a tratar al ganado con
una actitud casi policial. Lo único que se logra con eso es desordenarlos y confundirlos. Hay
que ser comprensible para el animal que nos mira.
2. EL BUEN MANEJO ES SILENCIOSO
Alentado por la buena acogida de mi comentario de ayer, sigo.
La vaca no entiende castellano. Lo que sí entiende es nuestro lenguaje corporal (incluidas
nuestras vocalizaciones, porque aunque no sepan el significado de las palabras, captan al
instante lo que transmitimos con el sonido: estamos enojados, apurados, nerviosos,
miedosos, etc.).
Por esa razón, pienso que hay pocas cosas tan inútiles como tratar de darle órdenes
verbales al ganado. A la vaca le encanta el silencio. Cuando le hablamos, le estamos
diciendo mucho más de lo que queremos y creemos. En general, no es el mensaje que
nosotros pensamos. Menos cuando les gritamos. Ella no sabe el significado de "¡vaca de
m...!", pero percibe nuestro descontento, y se pone un poco más alerta, a la defensiva. En
vez de buscar la salida, nos busca a nosotros, porque nos presiente como un peligro.
El trabajo en silencio es una maravilla, para la vaca y para nosotros. Es el indicador más
simple de que estamos haciendo las cosas bien. Si no, la vaca empieza a quejarse. Temple
Grandin, que tiene estas cosas geniales, lo puso como una de las 5 medidas de bienestar
animal en los frigoríficos: no más del 3% de animales que "vocalizan". ¡Grande la Grandin!
Una vez, en la oficina de un feedlot al que fui a trabajar varias veces, me dijeron "Ahora
sabemos cuándo entró alguien nuevo: oimos uno que grita a los animales; empieza fuerte,
después va bajando y en un par de horas se calla".
No digo que nunca jamás hay que pegar un grito. Lo que no hay que hacer es trabajar a los
gritos, porque sólo sirve para asustar y confundir al ganado, que oye gritos adelante, atrás,
al lado, y no entiende qué cuernos quieren que haga. Lo que sí entiende es nuestra mala
onda.
José Hernández recomendaba, en esto de los gritos, usar las vocales graves (a-e-o), no las
agudas (i-u). Yo pego un grito a veces, sobre todo en los embarques, para que el animal
que está más adelante, que por ahí no está atento a la bandera sino al piso, recuerde que
yo sigo estando allí, dirigiéndolo. Es un OOO grave pero fuerte, de autoridad.
El trabajo en silencio forma parte, además, del modelo del mínimo esfuerzo, ley sagrada que
trato de aplicar en todos los aspectos de mi vida. Y que creo que explica que siga teniendo
pedidos de capacitaciones: se ve que se corrió la bolilla de que lo mío es para trabajar
menos, no más.
3. LA MIRADA
Uno de los componentes más fuertes de nuestro lenguaje corporal es la mirada.
Supongamos que ya hemos corregido los hábitos de encarar o irle directo al ganado, y de
gritarle, que traté en mis dos primeros comentarios, nos queda aprender controlar la mirada,
que consiste básicamente en no mirarlos directamente (salvo que sea necesario, como
veremos).
El vacuno percibe al instante nuestra mirada, sobre todo si estamos adelante de él, como en
la primera foto. No pude pixelar el rostro de la persona porque se hubiera perdido el dato de
la mirada, pero quiero aclarar que la siguiente observación no es personal y espero que
nadie se ofenda. El transportista está en una mala posición (tema de otro comentario futuro),
pero lo que realmente no ayuda es cómo mira a los terneros que se acercan al
embarcadero. No es la picana, porque los terneros todavía no saben qué es hasta que
pasan.
En el video se ve que los búfalos no se frenan por el vacunador, porque éste no se asoma a
mirarlos y se queda bastante quieto. Y tampoco grita. Entraban tan voluntarios que tuve que
decirle, que dejara algunos atrás en el toril, para no cargar la manga de más.
El torero de la última foto no mira de frente al toro, se queda tieso, lo ve de reojo y mueve el
capote. Si mirara al toro, éste se daría cuenta de que su enemigo es el flaco quieto y no el
capote que se mueve.Como es obvio, si los toros se dieran cuenta de que su enemigo es el
torero y no el capote, no existiría la tauromaquia, porque sería una actividad mortal.
Volviendo a nuestra mirada, hay que habituarse a moverse y a mirar a los animales de
costado, como si uno estuviera enfocado en otra cosa, no en ellos. Yo sólo miro directo a un
animal cuando lo quiero apartar, porque se siente mirado y comienza a moverse más rápido
que los demás, lo que facilita el aparte. La clave es empezar a mirarlo cuando uno ya logró
una posición dominante que nos permita dirigirlo hacia afuera de la manada, porque si lo
empezamos a mirar antes de movernos, se nos va a meter bien adentro para refugiarse.
También puedo mirar al animal si quiero que frene o recule en la manga, es decir, puedo
hacer la maniobra del camionero de la foto, pero esta vez para mi beneficio.
Si hay gente adelante en la manga, no se debe mover, no debe hablar ni hacer chistes, y
sobre todo, no debe mirar al animal que avanza. Si se para de costado o de espaldas, o por
lo menos se queda quieto como un poste, los animales van a pasar de largo. Y si no, miren
la foto del torero.
Otro día escribo sobre la otra cara de esto, que es el animal que nos mira fijo.
4. EL ANIMAL QUE INSISTE EN MIRARNOS
Hay que detectarlo y respetarlo, porque es peligroso. Es fácil de ver, por su afán de
seguirnos con la mirada. No es el que nos mira de reojo sino el que nos enfoca
permanentemente con los dos ojos (1ª foto). Está apuntado hacia uno y nos puede cargar,
no así el que nos mira de reojo.
En la 2ª foto se destacan dos animales. Los otros no importan, si miran es porque quedaron
adelante. Los ariscos son los 2 de atrás, y el peor es el N° 1. Mírenles las orejas.
No hay que mirarlos, porque sería aceptarles el desafío. Hay que correrse del frente de
ellos. No hay dejarlos salirse del montón, porque van a atacarnos o a dispararse. El animal
mirón es agresivo o es miedoso, y en ambos casos es peligroso. Hay que mantener la
distancia con esos animales, no hacer movimientos bruscos y tratar de que el grupo de
animales les dé refugio, los amadrine y se los lleve. Si los dejamos, se irán primero. Si los
acosamos, quedarán para el final y nos darán más trabajo.
5. EL BUEN TRABAJO SE HACE EN CALMA
El vacuno (como el yeguarizo y el perro) nos lee como a un libro abierto. Se da cuenta antes
que nosotros de que estamos nerviosos. Al humano lo engañamos con sonrisas y bellas
palabras; como el animal no entiende eso, se guía por datos más básicos: olor, gestos, tono
de voz, mirada, postura, ritmo del movimiento, etc.
Nuestra mala onda los pone en alerta, y siendo animales de manada, hacen correr la voz
entre ellos. Lo hacen con su lenguaje corporal, al que en general no prestamos atención:
sonidos, movimientos, bosteo, orina.
Cuando uno se habitúa a trabajar en calma, percibe enseguida estas malas señales. En el
trabajo convencional, es imposible, porque son normales.
Algunos dicen que trabajar en calma es demasiado lento. No es así. Lento es el trabajo
nervioso, donde el ganado va y viene. Nada hay más rápido que el vacuno tranquilo, que va
de una. De José Hernández aprendí la mayor lección de manejo, que es no sacar al vacuno
de su paso natural.
6. SEÑALES Y ENSEÑANZAS
El vacuno es bruto, pero no tanto como se cree. En algunos aspectos, es bastante más
perspicaz que nosotros.
Por ejemplo, un rodeo vacuno sabe que ese día lo vamos a juntar y llevar a los corrales
antes de que abramos la tranquera y entremos al potrero a buscarlo. Sin saberlo, les hemos
transmitido un conjunto de señales que así se lo indican, que difieren de las señales que les
damos todos los días cuando solamente vamos de recorrida.
Si en estas señales sutiles nos captan al instante, en las señales toscas que usamos
cuando trabajamos en la manga somos mucho más fáciles de interpretar. En rigor, somos
un desastre comunicacional: lo único que hacemos es darles malas noticias. Sin darnos
cuenta, porque creemos que es la única forma de hacer las cosas, los agredimos
sistemáticamente.
La manga no les gusta por las brutalidades que les hacemos, no porque les duelan las
inyecciones. Las inyecciones nos duelen a nosotros, a los vacunos les duele nuestro
maltrato.
7. LOS PERROS SON UN ARMA DE DOBLE FILO (I)
Me estoy metiendo en un tema muy complejo, que me va a tomar (para empezar) dos
entradas: los perros. Y dejo el tema de la juntada y el arreo para otro día.
El perro es nuestro mejor amigo, pero no es amigo de las vacas. Al contrario, es un gran
predador, y ellas lo tienen inscripto en sus genes luego de milenios de selección natural:
sólo han sobrevivido las crías de las vacas que le tuvieron miedo al perro. Podemos tratar
de atenuarles este instinto con la domesticación, pero seguirá estando allí, y la presencia de
perros las estresará, deprimirá su estado y rendimiento, y las hará más difíciles de manejar.
Manejar el ganado vacuno con perros no es fácil. No basta con que los perros hagan correr
a los vacunos, porque eso no tiene ningún mérito: cualquier perro lo puede hacer, lo que se
necesita que los muevan al paso y en orden. Eso sólo lo logran los perros muy contenidos.
No es imposible, pero es difícil.
(Continuará)
8. LOS PERROS SON UN ARMA DE DOBLE FILO (II)
El buen perro debe ser muy disciplinado y estar bien dirigido. No existe el perro en piloto
automático. El problema es que en la mayoría de los campos lo que hay son perros
“cuentapropistas” o autónomos, sin un buen dueño que los dirija. Son “los perros del
campo”, que hacen la suya. El perro, para ser útil, debe tener un dueño. Un solo dueño, que
le tiene que dar de comer todos los días. Si se alimenta por su cuenta, el perro trabajará por
su cuenta.
Para no pedir imposibles, recomiendo 4 cosas que sí son posibles: (1) No debe haber perros
en los corrales y embarcaderos, ni cerca de ellos, ni siquiera mirando. (2) No se debe arrear
con perros a vacas con ternero chico al pie (menos de 5 meses). (3) No se debe recorrer
con perros durante la parición. (4) No debe haber perros en tambos ni en corrales de
engorde.
No importa si son perros entrenados o están atados. Para el vacuno, un perro es un perro, y
basta su olor para ponerlo mal.
9. EL ORDEN ANIMAL
El vacuno es un animal muy ordenado y previsible. Cuando uno cumple con ellos, ellos
cumplen con uno. El desorden habitual en el trabajo del ganado (corridas, choques, gritos,
mugidos, azotes, perros, etc.) es producto de nuestro desmanejo, que los pone locos. Si
ellos pudieran elegir, se moverían en gran orden.
Si dejamos atrás algunos hábitos muy arraigados, como irles directo, gritarles, clavarles la
mirada, trabajar sin calma y usar perros sin criterio, el ganado estará tranquilo y se moverá
en orden. (Hay más prácticas inconvenientes, que iré exponiendo más adelante).
Hay que darle al ganado la oportunidad de ordenarse, porque una vez en orden, es fácil
conducirlo. Si está a las corridas, tropezando, atropellando, a los mugidos, su
comportamiento será descontrolado e imprevisible. Nos darán trabajo.
Como Bud Williams me dijo una vez: “El manejo del ganado es muy simple: hay que dejarlos
que se junten y se alejen de uno, siempre que vayan hacia donde uno quiere”.
10. LAS 3 LEYES DEL ORDEN BOVINO
A los fines del manejo, el orden bovino es muy simple. Tiene tres leyes que explican el 99%
del comportamiento del vacuno bajo manejo humano: (1) la manada, (2) el seguimiento y (3)
la distancia.
1. Los bovinos son animales de manada. Ésta es su zona de seguridad, sea un rodeo
salvaje a campo abierto o un grupo de animales en el toril o camión. En condiciones
normales, los animales van a juntarse en “el grupo grande” donde perciben que está su
manada y su seguridad.
2. Una vez iniciado un movimiento, tratan de seguirse mutuamente. No quieren quedarse
solos, rezagarse o quedar expuestos en el borde de la manada.
3. El movimiento se origina en nuestra presencia: los animales quieren mantenerse a una
distancia que les resulta suficientemente segura. En un rodeo salvaje son miles de metros.
En cría, recría o corral, varía entre 3 y 30 metros, según la calidad del trato. En tambo o
cabaña es cero para el buen operario, y varios metros para el resto.
11. LA LEY DE LA MANADA (I)
Sabemos que el bovino es un animal de manada. Pero no siempre aplicamos lo que
sabemos. Voy a dar varios ejemplos de mi propia experiencia (o inexperiencia).
Décadas atrás, cuando cargaba la manga, mi única preocupación era completar su
capacidad, fuera ésta de 5, 7 o 10 animales. No debía quedar lugar libre. Si esto me hacía
dejar un animal solo en el toril, no me importaba porque había logrado mi meta de llenar la
manga “al taco”. Otro día voy a escribir sobre este error.
Después, ese animal aislado siempre me daba mucho trabajo: si todavía estaba allí, no lo
podía entrar solo a la manga, y debía juntarlo con el lote siguiente. A veces descubría, al fin
del día, que ese animal que había hecho volver en la primera carga del toril era el último del
lote. Por no respetar su instinto de manada, lo había dejado solo y le había enseñado que
podía elegir adonde ir. Ya no cumplía la ley de Bud Williams: alejarse de mí en grupo hacia
donde yo quería que fuera.
12. LA LEY DE LA MANADA (II)
Un error similar, por olvidar la ley de la manada, era dejar un animal solo en los apartes
típicos del trabajo de corrales. Por ejemplo, refugaba un toro y lo mandaba para el corral de
la izquierda. Allí quedaba solo mientras el resto de la torada pasaba el examen y se iba
juntando en el de la derecha. Resultado: el toro aislado trataba por todos los medios de
juntarse con los otros, atropellaba la puerta o el alambrado, o peor, trataba de saltar y
quedaba colgado y con una pata enganchada. Mejor hubiera sido darle compañía
temporaria.
Si el animal saltaba para afuera, allí partían dos jinetes a correrlo, enlazarlo y traerlo de tiro.
A veces la cacería era larga, y terminaba mal. Mejor hubiera sido largarle algunos
compañeros mansos, darle tiempo para que se juntara con ellos, y traerlos a todos al tranco
manso.
Si acatamos la ley de la manada, el ganado nos ahorrará gran parte del trabajo, y
cumpliremos así con otra gran ley, la del mínimo esfuerzo.
13. LA LEY DE LA MANADA (III)
El peor de mis errores por olvidar que la manada es lo más importante para el vacuno era
separar a los animales enfermos para atenderlos “mejor”. Para el animal, sacarlo de su
manada y dejarlo solo en un lugar extraño era un pésimo tratamiento, por más remedios que
le diera. Es por eso que la cría en “guacheras” grupales funciona mejor que en las
individuales. Es algo a tener en cuenta en la atención sanitaria en el feedlot.
Para José Hernández (y también para Rosas), el ternero debía ir siempre junto a la madre,
que es “su manada”. En los arreos, que entonces eran muy largos, recomendaba llevar un
carro para recoger a los terneros rezagados, y juntarlos con sus madres al parar la tropa
cada noche. Florencio Escardó, el notable pediatra, tomó esta idea de Instrucción del
Estanciero, y hacía internar a las madres con los neonatos enfermos, porque dejarlos solos
era lo peor que se les podía hacer en la vida. Es que nosotros también somos animales de
manada.
14. EL ANIMAL AISLADO DE LA MANADA
Por ser animal de manada, no es normal que un bovino esté aislado.
Puede ser que esté enfermo, por parir, que sufra “bullying”(término originado en la
ganadería), y otras situaciones excepcionales. Por esta conducta rara, un buen recorredor
detecta animales a atender.
Otros animales viven apartados porque se han hecho antisociales, y son más difíciles de
manejar y peligrosos. No es lo mismo un toro “rinconero” que un toro asilvestrado, al que
habrá que cazar a tiros. Hay situaciones intermedias, como las vacas que se refugan al
monte y nos hacen trabajar en las “recolutas” (un tema futuro)
Los animales que dejamos solos en el toril o en el corral de aparte también se ponen más
imprevisibles y peligrosos. No conviene manejar animales aislados, ni dejarlos aislados
mucho tiempo mientras se los trabaja. Y menos si se trata de toros. Cuando el rebelde es un
toro, la solución no es meter más jinetes a pechar sino salir uno del toril y traerle otros toros.
15. EL VACUNO AISLADO ES PELIGROSO
Nosotros somos por naturaleza una posible amenaza para los bovinos. Por esa razón nos
respetan y tratan de mantenerse a una distancia prudencial. Si están en manada, lo primero
que va a tratar de hacer el animal apartado es juntarse con sus compañeros. Si no lo puede
hacer, como en algunos ejemplos anteriores, nuestra presencia pasa a ser más
amenazante. Tratará de escapar como sea, y si nos seguimos acercando, pasará a
defenderse e incluso a atacarnos. Pasa de la fuga a la lucha, algo muy común en corrales y
manga. Lo hemos puesto entre la espada y la pared. Por eso, el animal aislado es mucho
más peligroso que el animal en manada o cerca de ella. Los peores son los que se aíslan
por su propia voluntad.
El accidente laboral más frecuente (y peligroso) es denominado por las ART como
“atropellamiento por animales”. Y el atropellamiento típico lo hace el animal aislado.
No hay que manejar al vacuno en aislamiento, hay que manejarlo en grupo.
16. JUNTAR AL AISLADO (I)
Si queda un animal en el toril, es mejor traerle 2 de la manga y dejar 3 en espera. Se puede
trabajar con la manga holgada (un tema futuro), no se puede embretar a un animal solo,
salvo a la fuerza. En el embarque, es mejor bajar 2, 3 y aun todo un lote del camión, a
encarnizarse con el último. Se demora y se reniega menos, y no se maltrata a la tropa.
Al embretar, primero entran los “punteros”, seguidos por los dóciles. Al final, quedan los
“cola”(chicos, débiles) y los ariscos (enojados o asustados). El último de la manga suele ser
“cola”, y el que queda afuera, arisco. También puede ser el “tambero”, si lo hay. Si dejamos
2 animales, es probable que sean distintos (uno arisco y el otro “cola” o muy manso), y será
difícil que marchen juntos: cuando uno apunte a la manga, el otro apuntará para atrás. Si
son 3, va a haber 2 de un tipo y 1 del otro, y será más fácil hacer que éste se sume a los
otros. Tres animales se suman en una mini-manada, con 2 no alcanza.
17. JUNTAR AL AISLADO (II)
Cuando el animal aislado no es fácil de juntar, no hay que insistirle, porque se va a seguir
refugando con más ganas todavía: hay que hacer que el grupo se junte con el aislado.
En el toril, si hay un animal rebelde amagando con atropellar o saltar (peor si es un lote de
toros), hay que juntarle el resto y tirárselo encima hasta que lo tapen, literalmente, y
comience a calmarse y a funcionar en manada.
Cuando vayamos a embretarlos, hay que cuidar que el “loco” vaya rodeado, para aplacar su
reacción individualista. Esto es muy útil en el embarque, porque si no encuadramos al
animal individualista, el desorden perjudicará el estado de toda la tropa.
Cuando vamos a juntar un rodeo en un potrero grande y accidentado, hay que hacer que las
“puntas” se junten con el “anarquista”, y no al revés.
En los remates de toros, la práctica de apartar (p.ej., uno de un trío, y luego, otro del dúo
restante) va contra la ley de la manada, y acarrea problemas innecesarios.
18. FORMAR LA MANADA (I)
Cuando vamos a hacer algo con un grupo de animales, lo primero es dejarlos que formen
manada. No importa si forman manada en un lugar inconveniente, porque una vez que se
junten en un solo grupo será fácil llevarlos al lugar conveniente.
Si no los dejamos que se unan, tendremos dos o tres manaditas y será imposible
conducirlos: cuando movamos algunos hacia donde queremos, los otros irán para otros
lados, y eso no sirve. Tienen que ir todos juntos adonde queremos.
Formar manada vale para un rodeo a campo lo mismo que para un lote que está en corrales
o un grupito en el toril. Primero, dejarlos que se junten. Luego, moverlos.
Siempre se juntan lo más lejos que pueden, en el fondo, para ganar su distancia de
seguridad. Si quedan algunos distraídos más cerca, del lado nuestro, no sirve moverlos
antes de que formen manada. Cuando vayamos a buscar el resto, los “punteros” se volverán
para juntarse con los que traemos, nos los frenarán y hasta nos los darán vuelta.
19. FORMAR LA MANADA (II)
No hay que “trabajar” para juntar el ganado, ellos mismos se quieren juntar. Basta con no
estorbarlos, cosa que a veces hacemos sin saberlo. Por ejemplo, con el apuro, la
impaciencia y la prepotencia, tres grandes “refugadores” del ganado.
Hay que dejarlos que se junten a su propio paso. ¿No es muy lento? Parece lento porque no
andamos a las corridas, pero es lo más rápido que ellos irán, porque lo harán en orden y “de
una”.
En las juntadas de rodeos en campos extensivos, accidentados, con monte, no hay que salir
a buscarlos con la idea de juntarlos en un lugar que nos gusta más (porque está más cerca
de los corrales, porque apunta para la salida, etc.). Hay que dejarlos que se junten donde a
ellos les guste juntarse, según la hora, aunque sea en la otra punta del potrero. Una vez
juntados, el arreo es trabajo sencillo. Si quieren juntarse en un lado y nos empeñamos en
juntarlos en otro, nos va a costar formar la manada. Tardaremos más y tendremos recolutas.
20. LA UNIÓN DE LA MANADA
La manada no es una masa amorfa ni un amontonamiento caótico. Es un grupo organizado,
que –bien conducido- se mueve como una persona. Hacer que se forme la manada no es
sólo dejar que se junten: es ayudarlos a que se ordenen y se unan.
Todo grupo de bovinos, desde los 3 que quedaron en el toril hasta un rodeo de vacas con
cría, pasando por un lote de engorde a corral o una tropa de animales apartados para
embarque, tiene una variedad de individuos. Siempre habrá animales más grandes y más
chicos, cabeza y cola, más viejos y más jóvenes, más ariscos y más mansos, etc.
Lo importante es que, pese a sus diferencias internas, se muevan juntos. Ante todo, se
deben mover a la misma velocidad. De José Hernández aprendí a arrear a la velocidad de
los más lentos, conteniendo a los más rápidos, que se van para adelante. Lo mismo vale
para cualquier otro movimiento. Metido entre los “lentos”, el arisco se siente protegido por la
manada y “baja un cambio”.
21. LOS JEFES DE LA MANADA
La manada tiene una jerarquía interna, que se refleja en el orden que tiene para moverse:
cabeza, cuerpo y cola.
Durante años, creí que los dominantes son los que van adelante, los que “hacen punta”, los
que encabezan el movimiento. Un día, abrí mejor los ojos y vi que los jefes van siempre al
medio, y “mandan al frente” a otros. Tiene lógica: es el lugar más seguro. Los de adelante,
atrás y los flancos están más expuestos a los predadores.
En los apiñamientos o remolinos, los dominantes siempre ocupan el centro, y el resto se les
pega o gira alrededor. Los toros, cuando los hay, y las vacas mayores (pero no las más
viejas), siempre están en el medio. Cuando el movimiento se frena, por la razón que fuere,
hay que fijarse en esos animales. Una vez que los hacemos moverse, los demás los van a
seguir. Si sólo movemos a los punteros, van a ir, pero luego van a tratar de volver a juntarse
con los dominantes, porque éstos son los que dirigen la manada.
22. LA ESTRUCTURA DE LA MANADA
En un arreo bien llevado, adelante van los que llamo punteros (cabeza), en el medio van los
dominantes (cuerpo) y atrás van los de menor jerarquía (cola).
Los punteros son los atletas de la tropa. Les gusta correr, son jóvenes, curiosos,
exploradores, rebeldes, quieren alejarse más de nosotros. Si los dejamos “hacer la suya”, su
aparente buena disposición a moverse es un problema. José Hernández decía que adelante
de la tropa debían ir los jinetes necesarios para contener a los punteros y asegurar que el
arreo marchara a la velocidad de los animales más lentos. Es un gran consejo, desoído por
la mayoría de los ganaderos del mundo, que creen que se arrea empujando de atrás. Es
decir, apremiando a los “cola” para que éstos muevan a los dominantes, una idea muy poco
práctica.
Los toros son más lentos que las vacas, y éstas, que los punteros. Los más lentos suelen
ser los “cola”, por viejos, rengos, enfermos o más chicos. Hay que acompañarlos, no

apurarlos.
23. LA LEY DEL SEGUIMIENTO
En el manejo del bovino, la primera ley a cumplir es la manada, tema que por ahora dejo
aquí.
La segunda ley es el seguimiento. Es consecuencia la primera: una vez iniciado un
movimiento, los bovinos tienden a seguirse mutuamente para no quedar solos. La reacción
de seguimiento tiene muchas variantes, pero se reconoce fácilmente.
José Hernández decía en 1882, y lo comparto, que “arreando hacienda es donde se prueba
el conocimiento del hombre de campo”. Agrego en 2018 que la idoneidad en el trabajo de
corrales y embarque se prueba en la habilidad para aprovechar el instinto de seguimiento
del vacuno.
Hay que hacer que los animales inicien el movimiento deseado, y luego, hacer que los de
atrás sigan a los de adelante. De esta forma, los animales hacen el trabajo por nosotros.
¡Viva el mínimo esfuerzo!
Una imagen vale por mil palabras, y los invito a mirar con atención, en las siguientes fotos,
la ley del seguimiento en acción.
24. EL SEGUIMIENTO EN EL EMBARQUE (I)
Empezaré por el final, que es el embarque.
Los dos animales difíciles son el primero y el último.
El primero, porque no sigue a nadie y debe entrar en un lugar extraño al que se le mueve el
piso. El último, porque no encuentra lugar y queda solo, sin uno atrás que lo haga sentir
acompañado.
En medio de ambos, sólo se necesita aprovechar el instinto de seguimiento y administrar el
ingreso al camión, porque es difícil meter a todos juntos en un solo movimiento.
Mi experiencia es que es cuesta embarcar más de 6 o 7 animales juntos. Si las instalaciones
son muy buenas, a veces entran más Pero es mejor no tratar de embarcar más que esa
cantidad por tanda, porque se pueden atascar, y cuando se frenan, aprenden a volver atrás.
Al final, se trabaja más.
El ganado no quiere subir por el maltrato, no porque sepa que va al matadero. Eso lo
sabemos nosotros, ellos sólo piensan en lo que tienen a la vista. No conocen el frigorífico, y
a veces, ni el camión.
25. EL SEGUIMIENTO EN EL EMBARQUE (II)
El orden de la manada (punteros-jefes-cola) puede cambiar en el movimiento en corrales,
manga y embarque. A veces, el animal de adelante es un puntero, y lleva a los otros, y otras
veces queda en punta un animal cola, que se frena o se atraviesa porque no quiere entrar
solo. O un animal dominante al cual no se le da la gana de salir primero, porque le gusta ir al
medio, y pega la vuelta y deja que otro corra el riesgo de ir a la cabeza. Si el primer animal
que no quiere hacer punta, hay que hacer que los siguientes lo empujen o lo pasen.
Las banderas largas sirven para hacerse ver por los delanteros cuando uno queda atrás.
Porque los punteros, que en espacios cerrados ya no son tan valientes para ir al frente,
suelen frenarse. Hay que presionarlos desde atrás para que no se den vuelta, porque son
los que arrean al resto. Para eso, las banderas y bien altas. O un jinete, pero a la distancia,
no empujando ni azotando ni gritando a los de la cola.
26. EL SEGUIMIENTO AL CARGAR LA MANGA (I)
Bud Williams (1932-2012) me enseñó que cargar la manga no es un problema. Si uno les
muestra a los animales del toril que la manga es la salida que están buscando para alejarse
de uno, van a entrar con tantas ganas que nuestro trabajo va a ser atajarlos para que no
entren demasiados. Yo creía que los vacunos “le tenían idea” a la manga, y que por eso
nunca querían entrar. “Los que le tenemos idea a la manga somos nosotros, por eso
losmaltratamos tanto pensando que no quieren entrar”, me dijo Bud, y tenía razón.
Sólo agrego que la “auto-carga” de la manga se debe a la ley del seguimiento de los
bovinos, y que el trabajo de uno es ayudarlos a cumplirla.
Hay que enfilar a los animales, para que no se atoren al entrar. No deben ir en estampida, a
lo sumo al trote, y hay que afinarlos desde el flanco.
Si uno quedó atrás, como suele suceder, hay que ganar altura y presionar desde lejos a los
delanteros para que avancen y arreen al resto.
27. EL SEGUIMIENTO AL CARGAR LA MANGA (II)
Para usar el seguimiento en el toril hay dos variantes, que se pueden combinar.
Una ya la vimos: es el arreo desde atrás, sin empujar a los de la cola sino guiando a los
delanteros desde la altura y a la distancia (montados, subidos a la tranquera o al cerco, o
con una bandera larga). Al avanzar los de adelante, los de atrás los siguen. Es muy distinto
de empujar a los de atrás para que empujen a los del medio, y éstos, a los delanteros,
porque los de atrás no se nos darán vuelta sistemáticamente.
La otra variante es el arreo desde adelante: se mandan los animales hacia atrás, donde no
hay salida, para que se nos den vuelta y se refuguen hacia nuestras espaldas, a la manga.
Pienso que este es uno de los descubrimientos más geniales de Bud Williams, que
revoluciona las ideas y prácticas del manejo del bovino.
“Ellos hacen lo que quieren, que es apartarse de uno, y uno hace lo que quiere, que es
cargar la manga o el camión. Es un win-win”, decía.
28. EL TORIL DEL SEGUIMIENTO: LA BUD BOX O “TORIL CAJÓN”
Bud Williams inventó un toril basado en el seguimiento, llamado “Bud box” (el cajón de Bud)
en su homenaje. Él nunca quiso patentarlo ni registrarlo como marca.
El principio es simple: los animales entran a un lugar donde no tienen salida (“un cajón”), y
naturalmente vuelven hacia atrás, donde está instalada una salida lateral a la manga. Uno
tiene que pararse adelante del lote, del lado de la manga, para que los animales se enfilen,
nos rodeen y salgan.
Cuando uno lo ve por primera vez, piensa “eso no puede andar” o cosas peores. Sin
embargo, anda tan bien que está reemplazando al último gran invento de difusión mundial,
que fue el toril circular con “puerta reloj”. Es excelente como toril de embarque o de manga
de faena. Los animales buscan solos irse en fila por donde uno quiere que vayan.
El toril cajón, que es rectangular, demuestra además que se puede conducir muy bien al
vacuno sin necesidad de hacer corrales curvos.
29. LA LEY DEL SEGUIMIENTO EN EL TRABAJO DIARIO
El manejo del seguimiento es el secreto de la felicidad en el trabajo con el ganado. Se lo
hace arreando de atrás para adelante, de adelante para atrás, y de las dos maneras en
sucesión. Y también dejando que los animales se arreen solos.
Los videos son de anteayer (descarga en un feedlot) y ayer (trabajo de manga en un
establecimiento de recría). En los comentarios describo y analizo lo que se observa,
poniendo énfasis en el comportamiento de seguimiento.
Los antiguos ganaderos conocían y usaban a la perfección la ley del seguimiento. Con el
tiempo, lamentablemente, ha sido reemplazada por la “ley del tubo de pasta de dientes” (o
“de la manga de repostería”), para darle un nombre, que consiste en empujar y apretar al
ganado desde la cola para que adelante salga un chorro afinado de animales. Por ejemplo,
en los toriles redondos con puerta-topadora, también llamada “puerta reloj”, que trabajan
para el anti-seguimiento.
30. EL SEGUIMIENTO EN LA MANGA (I)
La invención de la manga cambió el trabajo ganadero, porque permitió atender a muchos
animales a la vez sin necesidad de enlazarlos y voltearlos de a uno. Y si había que tratarlos
de a uno, se contaba con el cepo. Sin embargo, cuando llegó al país, hacia 1890, el
consenso ganadero era que “eso aquí no va a andar” (lo mismo se dijo del alambrado).
Y la manga “anduvo”, porque mejora el manejo y ahorra trabajo, pero sobre todo porque usa
la ley del seguimiento. Si se trabaja bien, los animales entran solos, y al estar tranquilos, se
los procesa sin problemas.
El movimiento de seguimiento se corta al cerrar la manga y aplicar los tratamientos. Si los
animales se sienten atrapados sin salida, van a esconder la cabeza, echarse o saltar afuera
o atrás. Por eso, no hay que sobrecargar la manga y hay que hacer el trabajo sin demoras.
Esto es más fácil de lograr con animales tranquilos, que entran confiados porque esperan
salir de allí rápidamente.
31. EL SEGUIMIENTO EN LA MANGA (II)
Una vez que el primer animal puntea hacia la manga, es cuestión de no frenarlo y dejar que
los otros lo sigan. Hay que moverse atrás y adelante, y no pararse en un lugar con algo para
pegarles.
Si uno está adelante (sin mirarlos, recordar) y el avance se frena, hay que caminar hacia
atrás. Si uno está atrás (a la distancia y desde la altura, también recordar) no hay que
apurarlos, porque en vez de enfilarse, se van a atorar en la entrada de la manga.
El mayor freno al seguimiento es la persona parada a la entrada de la manga para “meter” a
los animales, porque los hará frenarse y recular. Debe caminar hacia atrás hasta pasar la
altura de la cruz del primer animal, para dejarlo pasar adelante. Luego, debe ayudar a los
otros a seguirlo, que es lo que quieren hacer.
Lo mismo debe hacer quien esté en el andén de la manga: moverse hacia atrás o hacia
adelante para mantener el seguimiento, y al final, cerrar la tranca.
32. ADELANTO SOBRE MANGAS
Hay mangas que ayudan al seguimiento, y otras que no.
1. Ayuda que el lado derecho del toril y la manga estén alineados, porque los animales ven
bien la salida. No ayuda que la entrada sea en embudo.
2. Ayuda que las trancas sean abiertas. No ayuda que sean ciegas.
3. Ayuda que haya trancas intermedias, para que los punteros no reculen. No ayuda que la
manga no tenga divisiones.
4. Ayuda que sea curva, siempre que estemos del lado interno, porque los animales nos
verán menos y se concentrarán en el de adelante. Si se trabaja bien, la manga recta
también ayuda, porque siempre se ve la salida.
5. Ayuda la manga del ancho adecuado. No ayuda la manga que permite darse vuelta o
trabarse.
6. Ayuda la manga mediana (10 m), que se carga y descarga rápido. No ayuda la manga
larga, que tarda en llenarse y vaciarse, y los animales se impacientan. Ni ayuda la corta,
porque frena el seguimiento.
Habrá más sobre mangas, pero adelanto esto para explicar mejor el seguimiento.
33. LA LEY DE LA DISTANCIA
La 3a. ley del bovino es la distancia (la 1a. es la manada y la 2a., el seguimiento, como
expuse en mi nota 10, del 11/9/18).
Es la ley más obvia y a la vez la más difícil de cumplir: ante nuestra presencia, los animales
se mueven para mantener una distancia que consideran segura. Si nos seguimos
acercando, siguen alejándose. Si no pueden alejarse, o se cansan de nuestro acoso, se dan
vuelta y nos enfrentan (y según el caso, nos atacan).
Esto fue formulado hace más de 80 años por Heini Hediger (1908-1992), un notable etólogo
suizo: hay dos distancias entre nosotros y los animales, la de seguridad (o fuga) y la de
defensa.
La mayoría de los problemas en el trabajo con los bovinos surgen de no entender estas dos
distancias: tendemos a trabajar demasiado cerca de los animales, y terminamos
enfrentados, cuando lo único que ellos quieren es mantenerse a cierta distancia. Es la
madre de todos los malentendidos, que son culpa nuestra, porque somos los que dirigimos.
34. LA DISTANCIA DE SEGURIDAD (I)
Todos los animales, nosotros incluidos, tenemos distancias de seguridad y de defensa.
Nuestra distancia de seguridad varía según el contexto: es corta si estamos en una reunión
familiar, y aumenta frente a desconocidos o si estamos solos en un descampado. Lo mismo
pasa con los vacunos. Para las vacas de un tambo frente al tambero tienden a cero. Frente al
vacunador o al técnico de control lechero, ya no son cero. En un feedlot donde el ganado es
bien manejado, los animales comienzan el ciclo con una distancia de seguridad de 30 metros o
más y deberían terminar con no más de 1 metro. Si no pasa eso, se debe al manejo agresivo de
los recorredores y al maltrato en el trabajo de manga.
En las partes prácticas de mis presentaciones, los animales comienzan con una distancia de
seguridad de 20 a 30 metros (o más, por la presencia del público) y terminan, una hora u media
más tarde, con 5 metros o menos, porque los hemos tratado bien y nos aceptan más cerca.

35. LA DISTANCIA DE SEGURIDAD (II)


A lo largo de su carrera, Heini Hediger dirigió zoológicos (Berna, Basilea y Zurich). La distancia
de seguridad que descubrió era la de animales salvajes en cautiverio. Quizás por eso usó el
término “distancia de fuga”: eran animales que apenas habían salido de su medio natural, y la
reacción de alejamiento era huyendo.
En especies domesticadas, como los vacunos, la distancia de seguridad se mantiene sin
necesidad de fugarse. Saben que somos una especie dominante y nos respetan por ello, no hace
falta que nos tengan miedo y que huyan despavoridos.
Cuando los vacunos, en vez de alejarse para mantener la distancia, se fugan de nosotros, la
relación ha cambiado para peor. Hemos pasado de una relación de superioridad a una de
predador-presa. La reacción de fuga del vacuno, la del animal de presa ante el cazador, es menos
previsible y manejable que la relación de subordinación. Para conducir una manada tenemos
que ser su jefe, no un perseguidor o atacante.
36. 2018 Octubre

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