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UNIVERSIDAD DEL TOLIMA

ESPECIALIZACIÓN EN PEDAGOGÍA
Astrid Bastidas- Magíster en Educación

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INTRODUCCIÓN

Antes de entrar a asumir alguna postura frente a lo entendido hasta ahora


como Epistemología, es conveniente realizar una serie de precisiones, sobre
conceptos que tiene incidencia en el tema a tratar, los cuales corresponden a
enunciados de orden axiomáticos que permiten avanzar en términos de Teoría
de la Ciencia. Estos son: Pensamiento, lenguaje y acción. Entiéndase
Pensamiento, como una característica o atributo de algo más amplio
denominado “conciencia”, en el cual pueden incluirse sentimientos y
pensamientos. El otro componente es el Lenguaje, considerado como un
sistema de códigos con reglas que permiten poder comunicar y transferir
pensamiento. Finalmente la Acción como aquel proceso transformativo
resultado de una intención de pensamiento comunicada a través del lenguaje.
(Ochoa, F. Memorias Seminario de Filosofía de la Ciencia. Universidad Santo
Tomás. 12 de marzo de 2009.Bogotá, D.C).

Estos tres elementos, son la puerta de entrada a cualquier proceso de


comprensión sobre fenómenos de orden científico, de los cuales se requiere
echar mano de ellos en forma consciente, a fin de obtener mayores y mejores
resultados. Es así que, esta relación trípode, con la cual se configuran tres
visiones dentro de una misma dinámica que actúa como mecanismo de la
conciencia, con la cual el ser humano logra interactuar en el mundo, en este
caso, el mundo de las Ciencias Humanas y Sociales, así como de la
Pedagogía.

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NOTA DE OBSERVACIÓN. Este documento es un apartado de la investigación “Significado y Sentido de la
Fundamentación Epistemológica de las Investigaciones en Educación” y de conferencias aún sin publicar, por
tanto tiene una autoría, la cual puede ser consultada, pero debe estar debidamente citada.
¿QUÉ ES CIENCIA?
En concordancia con lo anterior, se abre otro concepto sobre el cual se
requiere hacer precisión, y es el referente al de ciencia, donde empieza a ser
evidente la importancia de estar presente el pensamiento, el lenguaje y la
acción.

Al respecto se presentan por lo menos tres posturas, con el objeto de que el


estudiante pueda contrastar y construir su propio concepto. El primero es el de
carácter etimológico, el cual se refiere a scientia o “conocimiento” y se refiere al
conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el
razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los cuales se deducen
principios y leyes. Otra concepción la asume como una actividad racional
humana colectiva, a partir de la cual se articulan discursos que explican,
describen, condicionan, manipulan y prevén diferentes objetos de conocimiento
en el universo, todo con el fin de dar soluciones a los posibles problemas que
presenta la humanidad, así como para aportar grados de desarrollo tecnológico
y científico que permitan mejores condiciones de vida en el planeta (Sánchez y
Villareal, 1994) y finalmente, la presentada por Francisco Ochoa Rojas como:
Una actividad social planificada, históricamente determinada por las formas de
producción y de organización de las sociedades. De carácter público y/o
privado, la cual puede ser de dominio público o secreto.

Ahora bien, después de ver estas acepciones, es preciso tener en cuenta, ¿qué
se entiende por técnica científica y tecnología científica?, aspectos sobre los
cuales se ampliará en la clase magistral.

LA POLÉMICA DE LAS TRADICIONES EPISTEMOLÓGICAS ARISTOTÉLICA Y


GALILEANA DE LA CIENCIA

En relación con lo que se ha expuesto, se toma como punto de partida el pensamiento


heredado del mundo griego vigente aún en el siglo XVII, el cual reconoce la episteme
como el saber seguro, apoyado en demostraciones y ordenado en sus conocimientos,
contrapuesto a la simple opinión (doxa) y en el cual se circunscriben dos tendencias:
La aristotélica o de “explicación teleológica”, con Aristóteles como su máximo
representante y la galileana, en honor a Galileo Galilei y su visión matemática del
mundo, con origen en los pensamientos de Pitágoras y Platón donde el papel de la
ciencia es dar una “explicación causal” de los fenómenos estudiados. (Mardones, J. y
Ursúa, N. 2001. p. 14)

Desde el pensamiento aristotélico, el conocimiento científico tiene su origen en la


observación, la cual consigue dar una explicación científica cuando logra dar razón de
aquellos fenómenos o hechos por los cuales indaga. Para lograr su propósito se
requiere de un camino inductivo que vaya desde las observaciones hasta las
explicaciones, con el fin de obtener principios explicativos a partir de los fenómenos,
esto se conoce como Inducción. Pero también, que a partir de las premisas que
contengan a los principios explicativos, realizar la correspondiente Deducción. En este
proceso, Aristóteles exigía una relación causal entre las premisas y la conclusión del
silogismo acerca de un hecho o fenómeno a explicar. Dicho fenómeno tiene una causa
y esta causa tiene cuatro aspectos: Causa formal, causa material, causa eficiente y
causa final, esta última tenía como propósito saber con qué fin ocurrían estos
fenómenos. (Mardones, 2001, p. 15).

Con el revisionismo del siglo XIII sobre el método inductivo-deductivo propuesto por
Aristóteles y representada por los filósofos R. Grosseteste (1168-1253), Roger Bacon
(1214-1292), Duns Scoto (1265-1208), Guillermo de Occam (1280-1349) y Nicolás de
Autrecourt (1300-1350), y a causa de una serie de cambios socioculturales que
además incidieron en la historia de las ideas, se genera el llamado “giro copernicano”
de gran incidencia en el siglo XVI. Esta perspectiva presenta al universo como flujo de
acontecimientos que están presentes en la realidad gracias a leyes predeterminadas,
cuyo interés es de orden pragmático y su objeto de buscar las leyes matemáticas que
develen la estructura real del mundo físico (Mardones, 2001, p. 17). Esta nueva
ciencia va a considerar como explicación científica de un hecho, aquella que venga
formulada en términos de leyes que relacionan fenómenos con números y así
establecer hipótesis causales, las cuales son comparadas con las consecuencias
deducidas de la observación, para luego darles su valor explicativo.

Estas dos tendencias son la polémica sobre la cual se fundamente la construcción de


las Ciencias Humanas y Sociales, especialmente a partir del siglo XIX cuando dichas
ciencias busquen alcanzar un reconocimiento en el mundo científico.

El mismo proceso vivido al interior de éstas permite identificar una polémica muy
interesante entre “Verstehen” o comprensión (el significado y el sentido de los
fenómenos, sucesos o acontecimientos propios de las ciencias humanas y sociales) y
“Erklären” o explicación (relación antecedente-consecuente entre fenómenos o
variables expresadas matemáticamente propios de las ciencias físico naturales), la
cual está precedida por el pensamiento lógico-matemático que se configura a través
de leyes, las cuales tienen una implicación universal de correlación regular o uniforme
de fenómenos (Hampel, citado por Mardones y Ursúa, 2001, p. 28).

La comprensión o “Verstehen”, será el punto de partida para el debate que se


desarrollará en el siglo XIX entre el positivismo científico y la hermenéutica en torno al
estatuto científico y metodológico de las ciencias humanas. Razón por la cual los
positivistas lógicos van a proponer el desarrollo de ciencias sociales o económicas
bajo el ideal de las matemáticas, las cuales aplican leyes generales para tratar de dar
la explicación científica y colocar a todas las ciencias dentro de un único método y así
darle el carácter de científico.

De allí se suscita un debate que va a tener como argumentos el cuestionamiento


acerca de la excesiva complejidad que poseen las leyes propuestas por la tradición
galileana y la imprecisión sobre su conocimiento, el cual impide su formulación
completa, para obtener tan solo generalizaciones. Al respecto, se generó una actitud
científica en el contexto alemán, de orden antipositivista denominada hermenéutica, la
cual rechazó el “monismo metodológico” establecido al interior del positivismo, con la
cual se pretendió regular toda la explicación científica. Esta actitud viene a
caracterizarse por su finalidad predictiva y casualista bajo una visión reduccionista que
transforma la razón en razón instrumental. A su vez, desconoce la función
comunicativa del lenguaje y presupone un lenguaje objetivo de carácter universal,
denominado por Apel como “solipsismo metódico”. (Mardones y Ursúa, 2001, p. 30).
En este orden de ideas y en consecuencia, Popper argumentaba que las leyes
históricas son algo familiar que se da implícitamente por sobreentendido, además, de
poseer un carácter intrascendente por lo tanto no merecen considerarse de forma
explícita. Este argumento es rebatido por E. Ascombe, quien establece la distinción
entre explicación y comprensión, a partir de la observación en la conducta intencional,
“la cual actúa de acuerdo a una determinada situación y cambia en función de otra”.
Este personaje revive el razonamiento aristotélico como “silogismo práctico” y se
genera una complejidad metodológica direccionada por el Erklären (Explicación) y el
Verstehen (comprensión) (Mardones y Ursúa, 2001, p. 28)

Para reafirmar lo anterior, se halla que la argumentación fundamental de los


hermenéutas presentada desde Droysen en 1858, es que “el ser humano expresa su
interioridad mediante manifestaciones sensibles, y toda expresión humana sensible
refleja una interioridad. No captar por tanto en una manifestación, conducta, hecho
histórico o social esta dimensión interna, equivale a no comprenderlo” (Mardones y
Ursúa, 2001, pp. 20)

Es así que Droysen, Dilthey, Simmel y Marx Weber con Wildeban y Ticket, asumieron
la tarea de fundamentar la comprensión (Verstehen) para reivindicarla como el método
propio de las ciencias humanas y sociales; donde sus objetos de conocimiento poseen
una relación de valor que hace que dichos objetos deban ser entendidos con una
significatividad distinta a la que poseen los objetos de las ciencias naturales,
circunstancia que permite al estudioso de las ciencias humanas y sociales, realizar
una comprensión de los significados, porque comparte con su objeto de conocimiento
los valores que le atribuyen significado. En este contexto, no es posible desvincular el
investigador y la realidad investigada en las ciencias humanas, situación que genera
otras condiciones metodológicas para el análisis sobre los significados y su
intencionalidad (Mardones y Ursúa, 2001, pp. 147-148).

Para el siglo XX, este debate entre explicación y comprensión continuó en dos etapas:
una, la generada entre el Racionalismo crítico (Popper y Albert) y la Teoría Crítica de
la primera generación de la escuela de Frankfurt (Horkheimer, Adorno, Marcuse,
Löventhal y Polloch), donde el Racionalismo Crítico se interesa en exponer sus ideas a
partir de argumentos lógico-epistemológicos, y la posición del Teoría Crítica es ir más
allá de las afirmaciones poperianas respecto al origen del conocimiento, así como al
método científico, la objetividad de la ciencia en general y la de las ciencias humanas y
sociales en particular, centrados en el interés que mueve a las ciencias sociales.

Una segunda fase de este debate, lo constituye intención contra explicación. Aquí la
discusión está encaminada en los juegos del lenguaje frente a las leyes generales
propuestas por el método deductivo, expuestas por Hempel de quien ya se habló
anteriormente. La teoría de éste último gira en torno a la aplicación de un esquema de
leyes generales deducibles a la historia (todos los A son B), donde las leyes enuncian
de manera regular, la correlación de fenómenos (Mardones y Ursúa, 2001, p. 28). Al
respecto Dray (1957) en su obra “Leyes y Explicación en la Historia” refuta a Popper y
a Hempel al expresar que las explicaciones históricas no se fundamentan en leyes
generales, sino que “esa acción fue el proceder adecuado para la ocasión
considerada” (Mardones y Ursúa, 2001, p. 28). El anterior argumento que es validado
por Von Wrigth por cuanto reconoce que toda explicación histórica tiene sus propias
particularidades lógicas, pero pone de manifiesto que los aspectos teleológicos no han
sido tenidos en cuenta por Dray, ya que su modelo de explicación proviene de los
planteamientos de las ciencias del espíritu, como ya lo había señalado en el siglo
pasado Dilthey. (Mardones y Ursúa, 2001, p. 28).

En conclusión, Von Wright y Ascombe hacen volver la mirada sobre el “silogismo


práctico” expuesto por Aristóteles, la cual se expresa de la siguiente manera: “1)el
punto de partida de la premisa mayor del silogismo menciona alguna cosa pretendida
o la meta de actuación; 2)la premisa menor refiere algún acto contundente a su logro,
algo así como un medio dirigido a tal fin; 3)finalmente la conclusión consiste en el
empleo de este medio para alcanzar el fin en cuestión”. (Mardones y Ursúa, 2001, p.
29).

De tal manera que para Von Wright, el silogismo práctico es, en el ámbito
metodológico, la herramienta que provee a las ciencias humanas y sociales de “un
modelo explicativo legitimo por sí mismo que constituye una alternativa definida al
modelo de cobertura legal teórico subjetivo”. (Mardones y Ursúa, 2001, p. 29).

Otros defensores del método comprensivo de los fenómenos sociales son Tylor y P.
Winch. En especial este último, quien es influenciado por Wittgestein II y por la
“sociología comprensiva” de Weber al centrarse en los criterios de la acción social,
donde el investigador tiene que hacer uso comprensivo de los datos de la conducta
social que observa y registra, para así tratarlos como hechos sociales. Para tal
proceso, no basta con la descripción interpretativa de los datos a partir de la creación
de conceptos, sino que se requiere conocer las reglas que determinan la “realidad
social” de los agentes estudiados. Es necesaria la comprensión de las reglas de juego
para poder comprender el comportamiento en sociedad. Para tal fin, es necesario que
“la explicación científica de la conducta social se servia de la misma estructura
conceptual utilizada por los agentes sociales estudiados”, a fin de presentar una
interpretación lo más cercana posible a lo expuesto por los actores de los eventos
analizados. (Mardones y Ursúa, 2001, p. 29).

Otra explicación que ayuda a ampliar este debate es el que finalmente se ha


denominado “etnometodológico” y que tiene sus bases en lo expuesto por Schütz,
quien influido por la fenomenología de Husser, observa que los científicos sociales al
tratar con hechos y sucesos los cuales, por su carácter revelan estructuras intrínsecas
de significatividad, son elementos inherentes al mundo social y sus fenómenos son
situación que los constituye en construcciones segundas, pues son éstas, las
construcciones ya elaboradas por los actores las que se evidencian en la cotidianidad.
Por tanto, dichas construcciones están basadas en un modelo de interpretación
subjetiva de las acciones sociales, que deberán guardar coherencia lógica y acorde a
la comprensión que de dicha acción tiene el actor social y sus semejantes. Lo anterior
ha llevado a la elaboración de técnicas de análisis de los fenómenos sociales en la
búsqueda de una mayor comprensión (Mardones y Ursúa, 2001, p. 31).

Finalmente, en esta línea de argumentación presentada por la explicación y la


comprensión, se encuentra la propuesta de J. Habermas, basada en los intereses que
impregnan la razón humana. Tales intereses se expresan a partir de tres procesos de
investigación que burlan las trampas del positivismo, que también pueden ser
considerados como tres estilos posibles de ciencia. La primera es la “empírico-
analítica”, que prejuzga el sentido de los posibles enunciados científico-experimentales
y fija reglas tanto para la construcción de teorías como para su comprobación crítica,
su interés es de orden técnico; la segunda son las ciencias “histórico-hermenéuticas”,
donde la comprensión del sentido en lugar de la observación abre el paso a los
hechos. Allí en lugar de la verificación sistemática de hipótesis le corresponde la
interpretación de textos; por tanto las reglas de la hermenéutica determinan el posible
sentido de los enunciados de las ciencias del espíritu y “trata de que se establezca una
buena comunicación entre los dialogantes”, y el interés es de carácter práctico. Por
último, se encuentra el de las ciencias orientadas críticamente, que buscan la propia
liberación del hombre, tanto en su dimensión “natural” como en su dimensión social a
través del psicoanálisis. Posee un carácter emancipativo y se mide por la
autorreflexión. (Mardones y Ursúa, 2001, p. 231-231).

Con Habermas y Apel se llega a la conclusión de que es posible la mediación


dialéctica del Verstehen o comprensión hermenéutica, mediante el Erklären, o la cuasi-
explicación, lo cual debe permitir desarrollar una ciencia crítica con sentido social, que
no solo sea útil para dar explicación de fenómenos y su incidencia en un contexto
determinado, sino que debe promover un sentido humanizante con beneficios para la
sociedad en la cual se encuentra inmersa.

Este proceso vivido al interior de la ciencia a partir de las dos tendencias o visiones de
ciencia que luego llevaron al debate entre explicación y comprensión, subyacen sobre
la visión de ciencia que se genera a partir del siglo XX y que se ponen de manifiesto al
interior de las diferentes tendencias que se desarrollan en el siguiente apartado.

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