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UNIDAD N° 1:

DIOS PRESENTE EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD


SESIÓN Nº 1

LA REVELACIÓN DIVINA

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


Describe las diferencias y semejanzas entre Revelación, Tradición y Sagrada Escritura y Dogmas de la
Iglesia.

 LECTURA REFLEXIVA
 CONTENIDOS:
1.1. La Revelación Divina
1.2. La Tradición Apostólica
1.3. La Sagrada Escritura
1.4. La Sagrada Escritura y Tradición
1.5. El Magisterio de la Iglesia
1.6. Los Dogmas de la Iglesia

1.1 La Revelación Divina


La Revelación es la manifestación de Dios y de su voluntad acerca de nuestra salvación. Viene de la
palabra «revelar», que quiere decir «quitar el velo», o «descubrir». Dios se reveló de dos maneras:

a) La Revelación natural, o revelación mediante las cosas creadas. Dice el


apóstol Pablo: «Todo aquello que podemos conocer de Dios El mismo se lo
manifestó. Pues, si bien a Él no lo podemos ver, lo contemplamos, por lo
menos, a través de sus obras, puesto que El hizo el mundo, y por sus obras
entendemos que El es eterno y poderoso, y que es Dios» (Rom 1,19-20).
b) La Revelación sobrenatural o divina. Desde un principio Dios empezó
también a revelarse a través de un contacto más directo con los hombres,
mediante los antiguos profetas y de una manera perfecta y definitiva en la persona de Cristo Jesús,
el Hijo de Dios. «En diversas ocasiones y bajo diferentes formas, Dios habló a nuestros padres, por
medio de los profetas, hasta que, en estos días que son los últimos, nos habló a nosotros por medio
de su Hijo» (Heb.1,1-2). Jesús nos reveló a Dios mediante sus palabras y obras, sus signos y
milagros; sobre todo mediante su muerte y su gloriosa resurrección y con el envío del Espíritu Santo
sobre su Iglesia. Todo lo que Jesús hizo y enseñó se llama «Evangelio», es decir, «Buena noticia de
la Salvación».

¿Cómo fue transmitida la Revelación Divina?


Para llevar el Evangelio por todo el mundo, Jesús encargó a los apóstoles y a sus sucesores, como
pastores de la Iglesia que El fundó personalmente: «Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis
discípulos. Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a
cumplir todo lo que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se
termine este mundo» (Mt. 28,18-20).

1.2 La Tradición Apostólica


Este mensaje escuchado por boca de Jesús, vivido, meditado y transmitido oralmente por los Apóstoles,
se llama «la Tradición Apostólica». Cuando aquí hablamos de la Tradición» (con mayúscula), nos
referimos siempre a la «Tradición Apostólica». No debemos confundir «la
Tradición Apostólica» con la «tradición» que en general se refiere a costumbres, ideas, modos de vivir
de un pueblo y que una generación recibe de las anteriores. Una tradición de este tipo es puramente
humana y puede ser abandonada cuando se considera inútil. Así Jesús mismo rechazó ciertas
tradiciones del pueblo judío: «Ustedes incluso dispensan del mandamiento de Dios para mantener la
tradición de los hombres» (Mc.7,8 )Resumiendo, podemos decir que Jesús mandó «predicar», no
«escribir» su Evangelio. Jesús nunca repartió una Biblia. El Señor fundó su Iglesia, asegurándole que
permanecerá hasta el fin del mundo. Y la Iglesia vivió muchos años de la Tradición Apostólica, sin tener
los libros sagrados del Nuevo Testamento.
1.3 La Sagrada Escritura

Solamente una parte de la Palabra de Dios, proclamada oralmente, fue


puesta por escrito por los mismos apóstoles y otros evangelistas de su
generación. Estos escritos, inspirados por el Espíritu Santo, dan origen al
Nuevo Testamento (NT), que es la parte más importante de toda la Biblia.
Está claro que al escribir el NT, no se puso por escrito «todo» el Evangelio
de Jesús. «Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribieran una por una,
creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros», nos dice el apóstol
Juan (Jn. 21,25). La Sagrada Escritura, y especialmente el NT, es la Palabra
de Dios, que nos manifiesta al Hijo en quien expresó Dios el resplandor de su gloria (Heb.1,3).
Podemos decir que sólo la parte más importante y fundamental de la Tradición Apostólica fue puesta
por escrito. Por esta razón la Iglesia siempre ha tenido una veneración muy especial por las Divinas
Escrituras.

1.4 La Sagrada Escritura y Tradición


Después de esto podemos decir que la revelación divina ha llegado hasta
nosotros por la Tradición Apostólica y por la Sagrada Escritura. No debemos
considerarlas como dos fuentes, sino como dos aspectos de la Revelación
de Dios. El Concilio Vaticano II lo describe muy bien: «La Tradición
Apostólica y la Sagrada Escritura manan de la misma fuente, se unen en un
mismo caudal y corren hacia el mismo fin». La Tradición y la Escritura están
unidas y ligadas, de modo que ninguna puede subsistir sin la otra. Además,
la Sagrada Escritura presenta la Tradición como base de la fe del creyente:
«Todo lo que han aprendido, recibido y oído de mí, todo lo que me han visto
hacer, háganlo» (Fil.4,9). «Lo que aprendiste de mí, confirmado por muchos
testigos, confíalo a hombres que merezcan confianza, capaces de instruir
después a otros» (2.Tim. 2,2). «Hermanos, manténganse firmes guardando
fielmente las tradiciones que les enseñamos de palabra y por carta» (2 Tes.
2,15).
Está claro que el Apóstol Pablo, para confirmar la fe de los cristianos, no usa
solamente la Palabra de Dios escrita, sino que recuerda también de una
manera muy especial la Tradición o la predicación oral.
Para el Apóstol las formas de transmisión del Evangelio: Sagrada Escritura y Tradición, tienen la misma
importancia. En realidad, una vez que se escribió el NT no se consideró acabada la Tradición
Apostólica, como si estuviera completa la Revelación Divina. La Biblia no dice eso; en ninguna parte
está escrito que el cristiano debe someterse ¡sólo a la Biblia! Esta es una idea que surgió entre los
protestantes recién en los años 1550. En la Iglesia Católica hubo siempre una conciencia clara sobre la
importancia de la Tradición Apostólica, sin quitar a la Biblia el valor que tiene.

¿Sólo la Biblia?
Es un error creer que basta la Biblia para nuestra
salvación. Esto nunca lo ha dicho Jesús y tampoco
está escrito en la Biblia. Jesús, reitero, nunca
escribió un libro sagrado, ni repartió ninguna Biblia.
Lo único que hizo Jesús fue fundar su Iglesia y
entregarle su Evangelio para que fuera anunciado a
todos los hombres hasta el fin del mundo. Fue
dentro de la Tradición de la Iglesia donde se
escribió y fue aceptado el N.T., bajo su autoridad
apostólica. Además la Iglesia vivió muchos años sin el N.T., el que se terminó de escribir en el año 97
después de Cristo. Y también es la Iglesia la que, en los años 393-397, estableció el Canon o lista de
los libros que contienen el N.T. Por tanto, si aceptamos solamente la Biblia, ¿cómo sabemos cuáles son
los libros inspirados? La Biblia, en efecto, no contiene ninguna lista de ellos.
Fue la Tradición de la Iglesia la que nos transmitió la lista de los libros inspirados. Supongamos que se
perdiera la Biblia, en ese caso la Iglesia seguiría poseyendo toda la verdad acerca de Cristo, la cual
hasta la fecha ha sido transmitida fielmente por la Tradición, tal como lo hizo antes de escribir el NT.
Los evangélicos, al aceptar solamente la Biblia, están reduciendo considerablemente el conocimiento
auténtico de la Revelación Divina. Guardemos esta ley de oro que nos dejó el apóstol Pablo:
«Manténganse firmes guardando fielmente la Tradiciones que les enseñamos de palabra y por carta» (2
Tes. 2,15).

1.5 El Magisterio de la Iglesia


La Revelación Divina abarca la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura. Este depósito de la fe (cf.
1 Tim. 6, 20; 2 Tim. 1, 12-14) fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia. Ahora bien el oficio
de interpretar correctamente la Palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio
vivo de la Iglesia. Ella lo ejercita en nombre de Jesucristo. Este Magisterio, según la Tradición
Apostólica, lo forman los obispos en comunión con el sucesor de Pedro que es el obispo de Roma o el
Papa. El Magisterio no está por encima de la Revelación Divina, sino que está a su servicio, para
enseñar puramente lo transmitido. Por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, el
Magisterio de la Iglesia lo escucha devotamente, lo guarda celosamente y lo explica fielmente.

1.6 Los Dogmas en la Iglesia


La palabra dogma se refiere a una verdad cierta, innegable,
invariable. Los dogmas en la iglesia, no son verdades
porque sean proclamadas formalmente por un Concilio; ya
son verdades en sí y lo eran desde antes de su
proclamación. Los dogmas simplemente elevan a la luz la
verdad para ayudarnos a no errar en el camino y guardar la
unidad de la doctrina que Dios nos ha revelado y que
Jesucristo ha confiado a su Iglesia. En la cultura de hoy se
ha impregnado la idea de que no puede haber dogmas, ya
que la ciencia ha logrado explicar muchas cosas que antes
no se entendían. Esto es algo infundado, pues los dogmas
nunca irán en contra de lo que dicta la razón humana. Los
avances científicos, más que negar los dogmas, poco a
poco irán descubriendo la verdad que hay en ellos y
confirmándolos.
La ciencia tiene también sus "dogmas" de los que parte para
sus avances posteriores. Por ejemplo, “todo número dividido
entre cero es infinito”.
Es algo que no es demostrable, pero es un punto fijo, un principio matemático inamovible y si alguien lo
niega o saca una teoría que no vaya de acuerdo con esto, la ciencia lo rechaza. De igual manera, la fe
parte de los dogmas como principios inamovibles para fundamentar sus afirmaciones.
El norteamericano Fukuyama, de origen japonés, pretende que la Iglesia Católica renuncie a declarar
que su doctrina es la verdad absoluta, y se vuelva tolerante contentándose con ser una opinión más en
la sociedad, igual que las otras. Esto no será posible como pedirle a un químico que sea tolerante y
acepte que el agua es NH3 en lugar de H2O; o pedirle a un matemático que sea tolerante y acepte que
Pi es 8,2014 en lugar de 3,1416. El contenido de los dogmas es inmutable, pero la formulación de ese
contenido se puede desarrollar para acomodarse mejor al modo de hablar de los tiempos. El Magisterio
de la Iglesia puede ir mejorando el modo de expresar las verdades que creemos. Toda formulación
dogmática puede ser mejorada, ampliada y profundizada.

 ACTIVIDADES:

a) ¿Cuál fue primero: la Biblia o la Iglesia?


b) ¿Qué significa la palabra revelación?
c) ¿De cuántas maneras se reveló Dios al Hombre?
d) ¿Qué ordenó Jesús antes de subir al cielo?
e) ¿Cuándo se pusieron por escrito las enseñanzas de Jesús?
f) ¿Qué significa la palabra Tradición Apostólica? ¿Basta la sola Biblia para la salvación?
g) ¿Jesús fundó una Iglesia o mandó difundir la Biblia?
h) ¿Cuál es la función del Magisterio?.
SESIÓN Nº 2

LA BIBLIA Y LOS DOCUMENTOS DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


Identifica la interpretación de la Biblia en la Iglesia y la Biblia en el documento de Aparecida
 LECTURA REFLEXIVA
 CONTENIDOS:
2.1. La Interpretación de la Sagrada Escritura en la Iglesia
2.2. La Biblia en el documento de Aparecida

2.1. La Interpretación de la Sagrada Escritura en la Iglesia


Cada día se fundan nuevas iglesias, cada una reclamando que tiene la interpretación correcta de la
Biblia. ¿Acaso no es la Biblia la verdad revelada por Dios y no reveló Dios la verdad de manera que
pueda conocerse con certeza? Ciertamente que sí, pues Dios no habla para crear confusión o para que
cada uno haga lo que quiera con su Palabra.
Cristo, en su infinita sabiduría, bien sabía que su Palabra se sostendría para siempre ante los ataques
del enemigo y la debilidad de los hombres que somos propensos a manipularla a nuestra conveniencia.
Para que todos puedan encontrar la verdad Cristo fundó una Iglesia, su Cuerpo Místico, y le prometió
que el Espíritu Santo siempre la guiaría, para que en ella todos puedan conocer la verdad. Ni los
ataques externos ni los pecados de sus propios hijos jamás podrán alterar la verdad revelada y
custodiada por la Iglesia. La verdad se mantiene íntegra e invariable porque Dios es siempre fiel a la
Iglesia, Su esposa.

2.1.1. El Espíritu Santo intérprete de la Sagrada Escritura (CEC 109-111)


En la Sagrada Escritura, Dios habla al hombre a la
manera de los hombres. Por tanto, para interpretar bien
la Escritura, es preciso estar atento a lo que los autores
humanos quisieron verdaderamente afirmar y a lo que
Dios quiso manifestarnos mediante sus palabras. (DV
12,1)
Para descubrir la intención de los autores sagrados es
preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y
de su cultura, los "géneros literarios" usados en aquella
época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en
aquel tiempo. "Pues la verdad se presenta y se enuncia
de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en
libros proféticos o poéticos, o en otros géneros
literarios". (DV 12,2)
Pero, dado que la Sagrada Escritura es inspirada, hay otro principio de la recta interpretación, no menos
importante que el precedente, y sin el cual la Escritura sería letra muerta: "La Escritura se ha de leer e
interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita". (DV 12,3)

2.1.2 Criterios para la interpretación de la Sagrada Escritura (Concilio Vat. II cf DV 12,3)


¿Cómo podemos estar seguros que interpretamos la Biblia correctamente? El Catecismo de la Iglesia
Católica (112-114) enseña tres criterios que la Iglesia siempre ha sostenido como necesarios para
interpretar correctamente la Biblia:

1. Prestar una gran atención "al contenido y a la unidad de toda la Escritura".


En efecto, por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura es una en razón de
la unidad del designio de Dios, del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su
Pascua. (Cf. Lc 24,25-27.44-46).
Sto. Tomas de Aquino enseña que el corazón de Cristo designa la Sagrada Escritura. La Sagrada
Escritura, por su parte, hace conocer el corazón de Cristo. "Este corazón estaba cerrado antes de
la Pasión porque la Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta después de la Pasión, porque
los que en adelante tienen inteligencia de ella consideran y disciernen de qué manera deben ser
interpretadas las profecías. (Sto. Tomás de A., Psal. 21,11)
2. Leer la Escritura en "la Tradición viva de toda la Iglesia".
Según un adagio de los Padres, "La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en
la materialidad de los libros escritos" ("Sacra Scriptura principalius est in corde Ecclesiae quam in
materialibus instrumentis scripta"). En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de
la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la Escritura. (Orígenes,
hom. in Lev. 5,5).
3. Estar atento "a la analogía de la fe".
Por "analogía de la fe" (cf. Rm 12,6) entendemos la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en
el proyecto total de la Revelación.

2.1.3. El sentido de la escritura (CEC. 115-119)


Según una antigua tradición, se pueden distinguir dos sentidos de la Escritura: el sentido literal y el
sentido espiritual; este último se subdivide en sentido alegórico, moral y anagógico. La concordancia
profunda de los cuatro sentidos asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia.
A) El Sentido Literal. Es el sentido significado por las palabras de la Escritura y descubierto por la
exégesis que sigue las reglas de la justa interpretación. "Todos los sentidos de la Sagrada Escritura
se fundan sobre el sentido literal" S.Tomás de A., s. th.1,1,10,ad 1 ("Omnes sensus (sc. sacrae
Scripturae) fundentur super litteralem".).
B) El Sentido Espiritual. Gracias a la unidad del designio de Dios, no solamente el texto de la
Escritura, sino también las realidades y los acontecimientos de que habla pueden ser signos.
1. El Sentido Alegórico. Podemos adquirir una comprensión más profunda de los
acontecimientos reconociendo su significación en Cristo; así, el paso del mar Rojo es un signo
de la victoria de Cristo y por ello del Bautismo. (cf 1Co 10,2)
2. El Sentido Moral. Los acontecimientos narrados en la Escritura pueden conducirnos a un obrar
justo. Fueron escritos "para nuestra instrucción" (1Co 10, 11; cfHb 3-4,11).
3. El Sentido Anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su significación eterna,
que nos conduce (en griego: "anagoge") hacia nuestra Patria. Así, la Iglesia en la tierra es signo
de la Jerusalén celeste. (cf Ap 21,1-22,5)
Un Místico medieval resume la significación de los cuatro sentidos:
La letra enseña los hechos, la alegoría lo que has de creer, el sentido moral lo que has de
hacer, y la anagogía a dónde has de tender.
"A los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el
sentido de la Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la
Iglesia. Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo
de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la Palabra de
Dios" (DV 12,3): "No creería en el Evangelio, si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia
católica". San Agustín, fund. 5,6. (Ego vero Evangelio non crederem, nisi me catholicae
Ecclesiae commoveret auctoritas).

2.2 LA BIBLIA EN EL DOCUMENTO DE APARECIDA


Hablar de la Biblia es referirnos en primer lugar al
mensaje del mismo Dios para todos los hombres, un
mensaje que encuentra su centro y culmen en la persona
de Jesucristo.
No es nuestra intención ahora hablar del significado de la
Biblia, qué es, quién es su autor, qué se entiende por
inspiración divina, cuántos libros tiene, pues estas
premisas ya deben de ser conocidas por nosotros. Lo que
deseamos es dar a conocer la relevancia que se da a la
Biblia en el documento de Aparecida, y cuál es su real
importancia en los tiempos en que vivimos. Nos
ayudaremos para la reflexión de la intervención en el
Simposio Teológico de la Universidad Iberoamericana que
hizo Mons. Carlos Aguilar Retes, Obispo de Texcoco y Presidente de la CEM el 28 de setiembre del
2007.
Llama la atención que en el documento de Aparecida se le llame a la Biblia, Palabra de Dios.
Consideramos que los Obispos han deseado hacer hincapié en esta característica tan importante del
mensaje divino.
Podríamos intentar un recorrido para detectar la concretas citas y referencias a los textos bíblicos
utilizados por el DA1. Sin embargo he preferido preparar está conferencia descubriendo la manera
como el DA asume la Biblia, particularmente como palabra de Dios.
Antes de adentrarnos en los textos inspiradores, me parece oportuno recordar que el tema propuesto
para la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe fue un tema
profundamente enraizado en la Biblia. “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros
pueblos en El tengan vida”.

1 Documento de Aparecida
El discipulado está presente ya en el Antiguo Testamento, especialmente en los círculos proféticos
que surgen históricamente con Elías y Eliseo. Sin embargo, el discipulado queda claramente
planteado como el estilo de vida de Jesucristo y sus discípulos.
Por otra parte, ya desde la preparación de la Conferencia el tema llevó a la consideración que todo
cristiano es, ante todo, seguidor de Cristo y por eso forma una comunidad de discípulos. No es
simplemente un practicante de una religión, sino es el creyente que acepta la enseñanza del Maestro,
y por ende, acepta de acuerdo a esas enseñanzas, que está llamado a vivir en comunidad y a
compartir la fe y la vida.
Así mismo el discípulo de Cristo descubre primero en la confianza, y poco a poco a partir de su propia
experiencia, que la enseñanza de Jesús es la verdad, y que asumiéndola le trae la vida verdadera.
Por eso acepta convencido que Jesús es el camino, la verdad y la vida. De la misma manera acepta
que esa vida, está ofrecida a todos los hombres, y de ahí, que el discípulo de Cristo se transforma en
misionero, anunciador y testigo de la presencia de Dios en el mundo y de la vida que se prolonga y
trasciende los límites terrenales.
El discipulado pues, ejercido a la manera de Jesucristo, entraña necesariamente la misión. A Jesús le
interesa no simplemente tener discípulos, sino continuadores en la historia que mantengan vivo el
anuncio y la presencia del Reino de Dios en el mundo.
Por ello, como lo dijo el Santo Padre en su discurso inaugural en Aparecida: Discipulado y misión son
como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede
dejar de anunciar al mundo que sólo él nos salva (Hch 4,12).
El hecho de haber elegido estos temas como centro de la reflexión de la V Conferencia llevaron a los
participantes de la mano al texto bíblico. Fue una manera concreta de asociar, de manera constante y
espontánea, la reflexión episcopal con el texto de la Sagrada Escritura.

2.2.1. Valoración de la Palabra de Dios

En el texto mismo del DA encontramos tres veces citado el término Biblia ; siete veces citado el
término Sagrada Escritura ; dos veces citado el
término Tradición ; once veces citado el término
Magisterio ; mientras que el término Palabra de
Dios lo encontramos 29 veces.
Teniendo en cuenta el presupuesto planteado al
inicio de esta conferencia podremos descubrir que
el ejercicio de la V Conferencia General fue una
expresión del Magisterio Episcopal al servicio de la
Iglesia. Por ello, su preocupación fue ser fieles a la
Escritura y la Tradición para actualizar y orientar la
misión de la Iglesia.
La primera observación que nos dejan los números sobre los términos empleados es la insistencia en
la Palabra de Dios. Podemos afirmar que el documento permite constatar que la gran preocupación
de la Iglesia no es solo conocer la Biblia, sino sobre todo asumirla como Palabra de Dios. Es decir hay
una clara finalidad pastoral de que la renovación de la Iglesia se nutra de la escucha y puesta en
práctica de la Palabra de Dios: Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios
como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de “auténtica conversión y de
renovada comunión y solidaridad”. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor si se
presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de evangelización. Los
discípulos de Jesús anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra: quieren acceder a la interpretación
adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos como mediación de diálogo con Jesucristo, y a que
sean alma de la propia evangelización y del anuncio de Jesús a todos. Por esto, la importancia de una
“pastoral bíblica”, entendida como animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación
o conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización
inculturada o de proclamación de la Palabra. Esto exige, por parte de obispos, presbíteros, diáconos y
ministros laicos de la Palabra, un acercamiento a la Sagrada Escritura que no sea sólo intelectual e
instrumental, sino con un corazón “hambriento de oír la Palabra del Señor” (Am. 8, 11).
Una segunda observación es que el magisterio episcopal en Aparecida se ha ejercido teniendo en
cuenta la Escritura y la Tradición : Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia.
La Sagrada Escritura, “Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo” , es, con la
Tradición, fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura
es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo. De aquí la invitación de Benedicto XVI: “Al iniciar
la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y El Caribe se dispone a emprender, a
partir de esta V Conferencia General en Aparecida, es condición indispensable el conocimiento
profundo y vivencial de la Palabra de Dios. Por esto, hay que educar al pueblo en la lectura y la
meditación de la Palabra: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea
que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6,63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un
mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso
misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios” .
Por eso desde el inicio se afirma : En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser
discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una
carga sino un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo.

2.2.2. Textos Inspirados


Desde mi experiencia como miembro de la comisión de redacción del documento en Aparecida,
puedo afirmar que la opción sobre las citas bíblicas quedó en la libertad de sugerencias que
provinieron de cada grupo de trabajo. Es decir, no hubo de parte de la Comisión una propuesta a la
Conferencia General para seguir un determinado texto bíblico como guía para la estructura y
redacción del documento.
El aporte de citas bíblicas o de otros documentos fue fruto de la libertad que refleja la
espontánea elección y la manera habitual de los participantes de hacer referencia al texto bíblico
desde su propia experiencia de vida.
Sin embargo, voy a presentar dos textos que me parece fueron inspiradores del documento: Jn
14, 6 y 10, 10.
El primero: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Fue elegido y aprobado por el Santo Padre
como cita bíblica para que iluminara el tema de la Conferencia. Por tanto, acompañó la preparación y
la realización de la V Conferencia General.
El segundo: Yo he venido para dar vida a los hombres, y para que la tengan en plenitud. Fue
espontáneamente recurrente y me atrevo a afirmar que fue el texto que, junto con el tema mismo,
ofreció el término Vida como la columna vertebral del documento: La vida de nuestros pueblos hoy
(primera parte), la vida de Jesucristo en los discípulos misioneros (segunda parte), y la vida de
Jesucristo para nuestros pueblos (tercera parte).

ACTIVIDAD

1. En equipos colaborativos escogen textos bíblicos y exponen el sentido bíblico teniendo en cuenta,
el aspecto literal y espiritual.
2. Después de haber leído el documento de Aparecida, realice lo siguiente:
a) Un informe, TITULADO: “La Palabra de Dios”, deberá responder
¿Qué es y qué significado tiene la Palabra de Dios en el hombre? Y
¿cómo ella se encuentra relacionada con la misión que él tiene en el mundo?.
3. Luego se hará una puesta en común de aquellas cuestiones que les hayan resultado más
interesantes.

SESIÓN Nº 3

LA LIBERTAD RESPONSABLE: EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


LECTURA REFLEXIVA: UN ÁNGEL ANUNCIA EL NACIMIENTO DE JESÚS (Lc.1, 26 -38)
 CONTENIDOS: El Misterio de la Encarnación.
3.1 DATO BÍBLICO
Al anuncio gozoso de la resurrección de Jesús, la
primera comunidad cristiana se interesó en meditar el
gran acontecimiento del nacimiento del salvador,
narrada en el Nuevo Testamento por los evangelistas
Mateo y Lucas.
Después de haber puesto por delante la genealogía
de “Jesús, hijo de David, hijo de Abraham” (Mt. 1,1), el
evangelista Mateo continúa así:
“El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: la
madre de Jesús estaba desposada con José, y
antes de vivir juntos resultó que ella esperaba un
hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió
repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel
del Señor, que el dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la
criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados...Cuando José se despertó hizo lo que le había
mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer. Y sin que él hubiera tenido relación con ella,
dio a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús. Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey
Herodes” (Mt. 1,18-2,1).

Aun utilizando una estructura narrativa diversa, también el evangelista Lucas refiere la concepción
virginal de Jesús, de María, por obra del Espíritu Santo. Después del anuncio del nacimiento de Juan
Bautista, el evangelista relata el anuncio del ángel a María:
“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un
hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el
trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin. Y
María dijo al ángel: ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? El ángel le contestó: El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y la fuerza del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el santo que va a nacer se
llamará Hijo de Dios” (Lc. 1,30-35).

En el capítulo segundo, el mismo Lucas refiere con simplicidad extrema el nacimiento de Jesús,
acaecido en Belén, a donde se había acercado María y José para empadronarse en el censo:
“Y mientras estaban allí le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su Hijo primogénito, lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada” (Lc. 2,6-7).

3.2 FE DE LA IGLESIA
Este precioso dato bíblico, cuya última fuente es la Bienaventurada Virgen María, ha sido resumido
por la fe de la Iglesia en el credo niceno-constantinopolitano, que confiesa del Hijo de Dios: “y por
obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre”. El Hijo de Dios,
engendrado por el Eterno Padre antes de los siglos, nació en el tiempo, de Santa María Virgen, por
obra del Espíritu Santo. Es la explicitación del antiquísimo texto paulino: “Cuando llegó la plenitud de
los tiempos, Dios envió a su hijo, nacido de una mujer” (Gal. 4,4). La Virgen es la mujer que ha
llegado a ser Madre del Hijo de Dios encarnado.
La Iglesia reconfirmó solemnemente el dato escriturístico con el dogma de María Theotókos (Madre
de Dios), en el Concilio de Éfeso del año 431. Confirmando este antiquísimo elemento de la fe, el
Concilio Vaticano II, en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, afirma: “Creyendo y obedeciendo
María engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y esto sin conocer varón, bajo la sombra del
Espíritu Santo”

3.3 REALIDAD DE LA CONCEPCIÓN VIRGINAL


La Concepción Virginal de Jesús, por María, es un misterio para acoger y meditar en una actitud de
obediencia de la fe, en la convicción de que “nada es imposible para Dios”(Lc. 1,37). Es una página
sobre el actuar divino en la historia no para desordenar las leyes de la naturaleza, sino para recordar
a la humanidad entera que la Santísima Trinidad, Dios, es el Señor de la Historia.
Sin una fe adulta, la razón no alcanza a comprender y aceptar el lenguaje y el mensaje de la
“Maternidad Virginal” de María. El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda la notable afirmación de
San Ignacio de Antioquia: “El príncipe de este mundo ignoró la virginidad de María y su parto, así
como la muerte del Señor: tres misterios resonantes que se realizaron en el silencio de Dios”.
La realidad de la concepción virginal de Jesús, por María, se apoya en una serie de motivaciones que
enumeramos a continuación:
 La autenticidad del texto de los dos primeros capítulos de Mateo y Lucas es, de hecho, el
testimonio de dos fuentes independientes entre sí,
 La falta de verdaderos paralelos, tanto en ambiente bíblico como en el extra bíblico;
 La convergencia extraordinaria de los datos, no obstante la diferencia de la estructura narrativa
de los dos relatos de Mateo y Lucas;
 La consciencia de que la interpretación teológica, hecha por los evangelistas, no es traición o
manipulación mítica de la historia, sino su justo desciframiento y su narración.

3.4 SIGNIFICADO DEL SIGNO


¿Qué significado tiene este acontecimiento? ¿Qué nos quiere decir Dios con el “signo” de la
concepción virginal de su Hijo Divino?
En el curso de los siglos, la Iglesia ha meditado incesantemente sobre el significado de este
acontecimiento extraordinario, que se presenta como una novedad absoluta. Como tal, es signo de la
novedad de la redención. En el horizonte de la continuidad de la creación, Dios instituye una
discontinuidad radical, un inicio puro, como indicador de la llegada de su re-creación de su reino.
Además, la concepción virginal manifiesta la realidad de la divinidad del Hijo que también, como
hombre, es todo desde él y del Padre Celestial. La generación virginal es la expresión humana de su
origen divino.
La exclusión del padre terreno indica también que Dios no ha obrado a través de la exaltación de los
valores humanos, como la riqueza, el poder y la sexualidad, sino a través de los valores evangélicos
de la pobreza, la humildad y la virginidad.
Hay una intrínseca correlación entre el nacimiento de Jesús y el Misterio Pascual. La novedad
absoluta del nacimiento de Jesús preludia a la otra novedad admirable de su resurrección. En el
acontecimiento de Cristo, los dos momentos decisivos del destino del hombre sobre la tierra son
recreados intrínsecamente, legando a ser signos anticipados de la realidad definitivamente realizada
en Dios. Y el mismo Espíritu que suscitó en la historia de la humanidad del Hijo de Dios, la resucita en
la gloria del triunfo pascual. Así, Dios supera los límites radicales del hombre y lo renueva con sus
maravillas. Él nació de la virgen y el tercer día resucitó de entre los muertos constituyen un único
signo, con la función de representar la existencia humana de Jesús en armonía con su realidad
divina.
La generación de Jesús “de lo alto”, del Espíritu, está intrínsecamente ligada con su nacimiento “de
lo bajo”, de la Virgen María. El nacimiento en el tiempo, del Hijo, se realiza con la libre colaboración
personal de la Virgen (tema que veremos a continuación), que llega a ser Madre de Dios (Lc. 1,43) y,
por tanto, Theotókos. Mediante su asentimiento de fe, obediente a la Palabra de Dios, María no es
sólo una figura que comparece en la vida privada de Jesús de Nazaret. Su “fiat” es un acontecimiento
de la historia de la salvación.

ACTIVIDADES

 ¿Cómo contextualizas la encarnación de Jesús en tu vida cristiana?


 Elabora un plan de sesión con el tema: El Misterio de Encarnación”, para el 2do. Grado VI
Ciclo de EBR)

SESIÓN Nº 4

LA SÍ DE MARÍA EN EL PLAN DE SALVACIÓN

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


Reconoce y Valora El Sí de María en el Plan de Salvación.
 LECTURA REFLEXIVA: Lc. 1,26-38
CONTENIDOS: EL SÍ DE MARÍA
Lectura de reflexión: Lc. 1,26-38
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la
casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se
conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel
le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a
concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre
Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará
el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su
reino no tendrá fin.»
María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será
llamado Hijo de Dios.
Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella
que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava
del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

4.1 ME LLAMARÁN BIENAVENTURADA ( Lc. 1,39-56)


La Virgen María es una mujer única en la historia de la humanidad. Lo que de ella nos cuentan la
Biblia y la Tradición Cristiana ha sido una constante fuente de inspiración para los artistas.
Gentes sencillas y sabios, poetas, músicos, pintores, escultores, arquitectos, teólogos... de todas las
épocas han honrado con devoción filial a Santa María Madre de Dios y Madre nuestra. En honor a
ella se han levantado catedrales, santuarios, ermitas... se están cumpliendo a la letra las palabras
que la misma Virgen María pronunció en la Visitación a su prima Isabel: “Me llamarán
bienaventurada todas las generaciones” (Lc. 1,48).
Y es que la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María confiere a esta Mujer-Madre una
dignidad incomparable.

4.2 JESUCRISTO, NACIDO DE UNA MUJER


- Como se ha de saber, la novedad del cristianismo reside en dos puntos decisivos:
- El Misterio de la Santísima Trinidad: hay un solo Dios verdadero y tres Personas distintas: el
Padre, el Hijo, el Espíritu Santo.
- El Misterio de la Encarnación: la Segunda Persona – el Hijo – se ha
hecho hombre, se ha encarnado. Esto quiere decir que Jesús es, a la
vez, verdadero Dios y verdadero hombre. Pues bien, Jesucristo, como
todos los hombres, nació de una mujer – María – aunque de modo
milagroso, ya que i fue engendrado por varón, sino por gracia del
Espíritu Santo.
En consecuencia, la venida de Jesucristo al mundo, y por tanto el inicio
del cristianismo, tiene una fecha concreta: el día en que el arcángel San
Gabriel comunicó a María que Dios la había elegido para ser la Madre
del Mesías y ella prestó su consentimiento. En ese instante, el hijo de
Dios se encarnó en el seno de la Virgen. Este hecho, como ya se sabe,
se narra con detalle en el Evangelio de San Lucas 1,26-38, que debes
leer atentamente.
¿Te das cuenta? Todo el Plan de Dios para la salvación de los hombres estuvo pendiente de la
aceptación de una muchacha que tendría aproximadamente 15 años de edad y que vivía en un
insignificante pueblo de Palestina. Ella, al decir que sí a Dios, hizo posible que se realizará la
Encarnación del Hijo de Dios.
La Virgen María es “la esclava del Señor” (Lc. 1,38). Ella es la cristiana perfecta. En Ella los
discípulos de Jesús encontramos el mejor modelo para seguirlo e imitarlo.

4.3 LA MISIÓN DE MARÍA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN


En el plan que la Santísima Trinidad trazó para salvar a la humanidad de las consecuencias del
pecado de Adán y Eva, la Virgen no es un elemento secundario o decorativo, sino que juega un
papel decisivo. En efecto, la historia de la Salvación la llevan a término la Trinidad Beatísima y la
Virgen María. Veamos el papel que le corresponde a cada una de estas personas:

 El Padre: decide salvar a los hombres enviándoles a su Hijo.


 Dios Hijo: se hace hombre para salvar a los hombres por su muerte y su resurrección.
 Dios Espíritu Santo: desciende sobre la Virgen María, de modo que Ella no concibe por obra
de varón, sino por obra del Espíritu Santo. (Lc. 1,35)
 María: presta su consentimiento al plan de Dios y el Hijo de Dios se hace hombre en sus
entrañas.
Cabe pues afirmar que la Historia de la Salvación la lleva a cabo “cuatro personas”: las tres
personas divinas con la Virgen María. Por consiguiente, el cristiano no puede prescindir de ninguna
de ellas para alcanzar la salvación.

Queda claro, pues, que dentro de nuestra fe la Virgen María no es un personaje secundario; es
decir, una figura muy bonita y amable que inspira devoción a los niños pequeños y a gente sin
cultura. No. La veneración a la Virgen María es algo esencial en la fe católica. Por ello, la vida
de fe del cristiano se resiente y se empobrece cuando descuida el culto a la Virgen María.
Los protestantes discrepan de los católicos porque, según ellos, damos a la Virgen un culto
semejante al que se debe sólo a Dios. Pero esto no es cierto:

 El culto que se debe a Dios es de adoración (latría)


 El que se debe a los santos es de veneración (dulía)
 El que damos a la Virgen es de especial veneración (hiperdulía)

Por tanto, la Iglesia no considera a la Virgen como a “una más” entre los santos, sino como a
alguien que está muy por encima de ellos, debido a su espacialísima vinculación a Jesucristo en el
Plan de Salvación de la humanida
4.4 ¿QUÉ NOS DICE LA BIBLIA DE LA VIRGEN MARÍA?
La Biblia nos enseña que la importancia de María en la Historia de la Salvación deriva de los
siguientes hechos:
a) La decisión de Dios que el Mesías naciese de una mujer. Esta decisión de Dios aparece ya en
el libro de Génesis 3,15. San Pablo lo formula con claridad en Gálatas 4,4. La misión de la
Virgen María será decisiva en la obra de la Redención.
b) El “Sí” de la Anunciación: María con su Sí (Lc. 1,38), pasa a adquirir un papel fundamental en
los planes de Dios para la salvación de los hombres.
c) “Me llamarán Bienaventurada todas las generaciones”. (Lc. 1,48). Esta profecía, que pronuncia
María en su visita a su prima Isabel, expresa la voluntad de Dios de que todas las generaciones
alaben y veneren a la Virgen María. Y en estos veinte siglos, los cristianos no hemos dejado de
alabar a aquella que es Madre de Dios y Madre nuestra

4.5 UNA MUJER ESPECIAL


Dios concedió a la Virgen María, en atención al papel que iba a representar en la Historia de la
Salvación, unas gracias y privilegios muy especiales que ninguna otra criatura ha tenido ni tendrá
jamás. La Iglesia los reconoce y los proclama como dogmas de fe. Son los 4 siguientes:
a) Inmaculada Concepción: en atención a su dignidad de Madre de Dios, María, desde que fue
concebida en el vientre de su madre, estuvo libre del pecado original y de toda inclinación al
mal. Por eso, el ángel la llama “la llena de gracia”.
b) Maternidad Divina: la Virgen María no es sólo madre del
hombre Jesús, sino que, como Jesucristo es Dios y hombre al
mismo tiempo, es también madre del hombre – Dios.
c) La Virginidad Perpetua: María fue Madre de Dios mediante
una acción milagrosa. Es decir. María concibió a Jesús por
obra del Espíritu Santo y no por la colaboración de un hombre.
Mediante esta gracia, María fue siempre Virgen, que es lo que
se afirma en este dogma mariano.
d) La asunción de María al cielo: Parece muy conveniente que
María, que es Madre de Dios y estuvo exenta del pecado
original, fuese también glorificada al final de su vida. Dios no
permitió que su cuerpo se corrompiera en un sepulcro, y por
ello fue llevada en cuerpo y alma al cielo.
Además de estos cuatro dogmas de fe, la Iglesia enseña otras
verdades referidas a la Virgen María:
e) María es Corredentora: la Virgen colaboró activamente en la
redención de la humanidad. Ella ofreció la Pasión de su Hijo y
su propia pasión, junto a la cruz de su Hijo (Jn. 19,25-27) por
la salvación de los hombres.
f) María es Medianera o Mediadora de todas las gracias,
porque del mismo modo que Jesús vino al mundo a través de
María, ahora Él desde el cielo nos envía sus gracias por medio de Ella. La Virgen María
intercede siempre por nosotros, sus hijos (Jn. 2,1-12). Ella es Mediadora ante su Hijo, el
único Mediador entre Dios y los hombres.
g) Finalmente, se afirma que María es Madre de la Iglesia y Madre de todos los hombres, pues
Jesús, cabeza de la Iglesia, momentos antes de morir, entregó a su Madre al discípulo Juan
como Madre de todos los hombres (Jn. 19,25-27). Además, sí es Madre de Jesús, debe serlo
también de quienes somos “miembros de Cristo”, según la expresión de San Pablo (1Cor. 12,
12-27).
Estas verdades de la fe católica son de continuo repetidas y enseñadas por el Magisterio de la
Iglesia y celebradas por los cristianos en las fiestas del año en honor a Nuestra Señora.

ACTIVIDADES

1. ¿Contra qué dogma de fe mariano atenta cada una de estas afirmaciones erróneas? ¿Por
qué?
a. María es en efecto, la madre de Jesús, pero solo en cuanto hombre.
b. El cuerpo de María, como el de todos los hombres resucitará al final del mundo.
c. Al recibir en su seno al Mesías, la Virgen María fue santificada y lavada de toda
culpa.
2. Investiga en el capítulo 2 el Evangelio de San Lucas y te encontrarás con dos personajes:
el anciano Simeón y la profetisa Ana. ¿Qué importancia tiene lo que profetizaron?
SESIÓN Nº 5

JEUCRISTO PROTOTIPO DEL HOMBRE NUEVO

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


 LECTURA REFLEXIVA
 CONTENIDOS:
5.1 UN "PASO" QUE TRANSFORMA AL HOMBRE: EL PROCESO DE CONVERSIÓN
5.2 LA CONCIENCIA MORAL Y LA LIBERTAD DEL HOMBRE
5.1 UN "PASO" QUE TRANSFORMA AL HOMBRE: EL PROCESO DE CONVERSIÓN
El nuevo nacimiento y la consiguiente experiencia religiosa, que transforma al hombre de la carne
en hombre del Espíritu (Rm 8, 8-9), que reproduce la imagen de Jesús
(Rm 8, 29), coloca al hombre en una relación nueva con respecto a Dios,
a los demás, al mundo e incluso a sí mismo. La acción del Espíritu divino
en la vida del creyente transforma profundamente la manera como el
hombre comprende a Dios, al mundo, a los demás y a sí mismo.
Dicho cambio es vivido en el cruce de dos coordenadas esenciales a
toda antropología: la primera la persona en relación con los otros y la
segunda la persona en relación con el mundo.
La primera coordenada (antropológico-existencial: ser con los otros) es
principal, no exclusivamente interpersonal. El creyente es el hombre que
se sabe en relación con Dios y sus hermanos. Es el hombre de la
Alianza. En el cumplimiento de las exigencias de la misma, que realizó
Cristo, consisten toda la Ley y los profetas. Dicho cumplimiento no es
tanto una conquista por parte del hombre, cuanto su acogida a una
dinámica de gracia que procede en último término del Padre. De hecho, nos encontramos en un
régimen de gracia, que culmina en la presencia eficaz del Espíritu prometido por Cristo. Toda
existencia humana se desenvuelve entre el rechazo de ese régimen de gracia, rechazo que
configura al hombre, según la concepción bíblica, como hombre viejo, y la aceptación de la oferta
del Padre que renueva, vivifica y salva lo que estaba perdido (hombre nuevo).
Este cambio profundo se llama conversión. Desde sus orígenes, la Iglesia distingue claramente
entre conversión primera, conversión segunda y conversión continua. La conversión primera es
propia de quien abraza la fe por primera vez (Hch. 2, 38). La conversión segunda es la de aquellos
que por el pecado pierden la gracia bautismal y han de ser de nuevo justificados por el sacramento
de la penitencia. La conversión continua es propia de los justos que frecuentemente han de orar con
humildad y verdad (Mt. 6, 12). En definitiva, la vida del cristiano es todo un proceso de conversión
en un hombre nuevo por la continua acogida al don del Espíritu.

5.1.1 EL PECADO, CONDICIÓN HISTÓRICA DEL HOMBRE ANTE DIOS


El pecado, en efecto, configura al hombre corno hombre viejo. Sin embargo, el hombre no
reconoce por sí mismo que es pecador. Es preciso que venga el Espíritu para que convenza
al mundo de pecado (Jn. 16, 8) y el hombre pueda reconocer
su pecado contra Dios (Sal. 50. 6). Airadas las cosas desde
Dios, y su designio salvador, todo lo humano está bajo el
signo del pecado o bajo el signo de la gracia. El pecado
constituye pues una de las dos formas de estar y vivir
históricamente ante Dios. El pecado lleva consigo caída,
oscuridad y ceguera, y se manifiesta en la corrupción de
órdenes fundamentales de la vidas familia, trabajo, política,
religión. El pecado es la rebelión humana contra el orden de
cosas configurado, según el designio original de Dios, como
Alianza, por relaciones de fidelidad y de amor; y,
consiguientemente, el pecado toma cuerpo en una determinada forma de desarrollo histórico
a través del cual Dios ya en el presente condena al hombre (Rm. 1, 18).

5.1.2 EL PECADO: NO A DIOS


Toda una serie de rupturas descoyunta y deshace la realidad tal como había proyectado Dios
originalmente. El corte de la religación del hombre con Dios es la raíz que origina y mantiene
cualquiera otra ruptura. "Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como su principio,
rompe el hombre la debida subordinación a su fin último, y también toda su ordenación, tanto
por lo que toca a su propia persona como a las relaciones con los demás y con el resto de la
creación... El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia plenitud" (G.S. 13). Su
pretensión fracasa; el pecado, lo divide en sí mismo, lo empequeñece, desviándolo de la
plenitud a la que estaba destinado y, además, lo coloca en una situación de la que no puede
salir por sí mismo. Así, el pecado lleva consigo una negación frente a Dios, las consiguientes
rupturas y una situación como de un callejón sin salida. La Biblia expresa este estado de
cosas con diversas imágenes.

5.1.3 EN PROCESO DE CONVERSIÓN: DE LA SED AL AGUA DE LA VIDA


El pecado aparece como sequía y agostamiento de una tierra destinada por Dios a ser fértil y
productiva: "Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para
hacerse cisternas; cisternas agrietadas que el agua no retienen" (Jr. 2, 13). El pecado deja al
hombre con tal sed que nada ni nadie fuera de Dios puede apagarla. La llamada a la
conversión lo es a apagar esa sed: "¡Oíd, sedientos todos, acudid por agua!" (Is. 55, 1). Es la
llamada que hace Jesús a la Samaritana: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te
pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva...; el que beba del agua que yo le daré,
nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de
agua que salta hasta la vida eterna" (Jn. 4, 10-14).

5.1.4 EN PROCESO DE CONVERSIÓN: DE LA CEGUERA A LA LUZ


El pecado aparece también en la Sagrada Escritura como ceguera
total que incapacita al hombre para ver la acción de Dios en medio
de la naturaleza y de la historia. En este sentido, todos los
hombres somos ciegos de nacimiento. Nuestra ceguera original
debe ser curada lavándonos en la piscina del Enviado, es decir, en
la piscina de Cristo, que custodia celosamente la Iglesia: Bautismo
y Penitencia. Y nuestros ojos inútiles se abrirán al horizonte de la
fe: a Cristo, Luz del Mundo. Jesús concedió la vista al ciego de
nacimiento. "Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo
puso en los ojos al ciego, y le dijo: Ve a lavarte a la piscina de
Siloé (que significa Enviado). El fue, se lavó y volvió con vista" (Jn.
9, 6-7). La llamada a la conversión es una llamada a la luz, Cristo
nos ofrece la curación de nuestra ceguera. "Jesús añadió: Para un
juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y
los que ven, queden ciegos" (Jn. 9, 39).

5.1.5 EN PROCESO DE CONVERSIÓN: DE LA MUERTE A LA VIDA


Como los pasajes evangélicos de la Samaritana y del ciego de nacimiento, el pasaje de la
resurrección de Lázaro pertenece a la antigua liturgia catecumenal y, dentro de ella, a la de
los domingos más antiguos de la Cuaresma (tercero, cuarto y quinto). Quien se encuentra en
proceso de conversión es un hombre que está pasando de la muerte a la vida. Es un hombre
que, como Lázaro, se encontraba muerto y ante cuya tumba dijo Jesús: "Quitad la losa".
Marta, la hermana del muerto, le dijo: "Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días ". Jesús le
dijo: "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?". Entonces quitaron la losa. Y
dicho esto, gritó con voz potente: "Lázaro, ven afuera". El muerto salió, los pies y las manos
atadas con vendas y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: "Desatadlo y dejadlo
andar" (Jn. 11, 39-44). De forma semejante, el hombre que nace a la fe es un hombre a quien
Dios ha hecho salir de su sepulcro y ha recuperado para la vida. Así se cumple la profecía de
Ezequiel para los tiempos mesiánicos: "Esto dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros
sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros,
pueblo mío, sabréis que soy el Señor; os infundiré mi espíritu y viviréis" (Ez. 37, 12-14).

5.1.6 POR LA FUERZA DEL ESPIRITU


De la sed al agua viva. De la ceguera a la luz. De la muerte a la vida. El paso del hombre viejo
al hombre nuevo, la conversión del corazón, es un nuevo nacimiento por la fuerza del Espíritu.
Como dice Jesús a Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de
Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del
Espíritu, es espíritu; No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El
viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es
todo el que nace del Espíritu" (Jn. 3, 5-8).
El mensaje cristiano llama a la conversión, pero no se contenta sólo con exhortar al
cumplimiento de unos deberes morales, sino lleva de suyo consigo el don del Espíritu que
crea el corazón nuevo prometido por los profetas para los tiempos mesiánicos. Por ser regalo
de Dios el Espíritu creador del corazón nuevo, la conversión del corazón le es ofrecida al
hombre gratuitamente, es decir, de balde: "¡Oh, todos los sedientos, id por agua, y los que no
tenéis plata, venid, comprad y comed, sin plata y sin pagar vino y leche!" (Is. 55,1).
El Espíritu obra en el interior del hombre, en su conciencia religiosa y moral. La Escritura,
además del término conciencia (Rm. 14, 5; 1 Co. 10, 25-29), utiliza frecuentemente la palabra
corazón y también la palabra Espíritu. En nuestra manera de hablar, el corazón se considera
ligado a la vida afectiva. Para el hebreo se trata de algo mucho más amplio. El corazón es lo
más íntimo del hombre; ahora bien, en lo más íntimo se encuentran los sentimientos, pero
también los recuerdos y los pensamientos, los razonamientos y los proyectos. El corazón del
hombre designa entonces toda su personalidad vista como un todo, desde el fondo de su ser,
desde su centro viviente y original.

5.1.7 UN CAMBIO DE CORAZÓN, UN CAMBIO PROFUNDO: UN NUEVO NACIMIENTO


"De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones,
robos, falsos testimonios, injurias. Eso es lo que hace impuro al hombre" (Mt. 15, 19-20). En
esta situación resulta necesario un corazón nuevo, una
conciencia nueva, una personalidad nueva. Los profetas
anuncian para el futuro mesiánico un cambio radical, un
cambio de corazón (Jr. 31, 33; 32, 39; 24, 7; Ez. 18, 31).
Dios mismo realizará ese cambio: "Os daré un corazón
nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón
de carne" (Ez. 36, 26).
El Nuevo Testamento entiende este cambio del corazón
en el sentido de nuevo nacimiento, nueva creación. El
hombre nuevo es de Dios (Jn. 8, 47), nace de Dios (Jn. 1,
13; 1 Jn. 5, 18), participa de la naturaleza divina (2 P 1, 4), está destinado a reproducir la
imagen del Hijo resucitado y a ver a Dios (Rm. 8, 29). Toda la tradición de la Iglesia ha
llamado "gracia" a este nuevo ser. Es la gracia que constituye al creyente en hijo adoptivo de
Dios. Es la gracia creada, consecuencia del don del Espíritu (gracia increada).

5.1.8 EL PROBLEMA RELIGIOSOS DEL HOMBRE: “PROBLEMA DE OÍDO "


Para la Escritura, actitud primordial del hombre creyente es la actitud de escucha: ¡Escuchad
la palabra de Dios! (Am 3, 1; Jr 7, 2; Dt 6, 4; Mc 12, 29; 4, 3.9). En el centro de las relaciones
entre Dios y el hombre, tal como nos las presenta la Sagrada Escritura, está la palabra de
Dios al hombre, que éste debe escuchar y acoger en su corazón y en el seno de la
comunidad fraterna. Ahí está en juego la vida entera del creyente: escuchar la voz del Señor.
Como dice el salmista: "Ojalá escuchéis hoy su voz" (Sal. 94, 7), palabras que glosará
ampliamente la Carta a los Hebreos (3, 7-1 1).

5.1.9 ¡UN PUEBLO SORDO OÍRA...!


Ahora bien, escuchar y acoger la palabra de Dios no es sólo prestarle un oído atento sino
abrirle el corazón (Hch. 16, 14), ponerla en práctica (Mt. 7, 24ss), es obedecer. Tal es la
obediencia de la fe que requiere la predicación oída (Rm. 1, 5; 10, 14ss). Pero el hombre no
quiere escuchar (Dt. 18, 16.19), y en eso está su drama. Es sordo a las llamadas de Dios; su
oído y su corazón están incircuncisos (Jr. 6, 10; 9, 25; Hch. 7, 51). Tal es el pecado de los
judíos que denuncia Jesús: "(Vosotros) no podéis escuchar mi palabra... El que es de Dios
oye lo que Dios dice; por eso vosotros no lo oís. porque no sois de Dios" (Jn. 8, 43.47). En
efecto, sólo Dios puede abrir el oído de su discípulo (Is. 50, 5), para que le obedezca (Sal. 39,
7-9). Así, en los tiempos mesiánicos los sordos comprenderán la palabra de Dios y la
obedecerán (Is. 29, 18; 35, 5; 42, 18ss; 43, 8; Mt. 11, 5). Es lo que la voz del cielo proclama a
los discípulos: "Este es mi Hijo muy amado, escuchadle" (Mt. 17, 5).

5.1.10 RECHAZAR LA PALABRA DEL SEÑOR ES EMBOTAR EL PROPIO CORAZÓN Y


ENDURECER EL OÍDO
Rechazar la palabra del Señor, endurecer el propio corazón y oscurecerse la conciencia, son
una misma cosa. Escuchar la voz del Señor y abrir el corazón a Dios es lo mismo que creer
en el sentido pleno que esta palabra tiene de ordinario en la Biblia y es lo opuesto a la
idolatría. La fe en Dios se opone al servicio de los ídolos, pues este servicio no deja oír la voz
de Dios, endurece el corazón y oscurece la conciencia. Así se cumple una y otra vez la
profecía de Isaías: "Oíd con vuestros oídos, sin entender; mirad con vuestros ojos, sin
comprender. Embota el corazón de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos: que sus
ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón no entienda, que no se convierta y
sane" (Is. 6, 9-10; Mt. 13, 14-15).
5.2 LA CONCIENCIA MORAL Y LA LIBERTAD DEL HOMBRE

5.2.1 LA CONCIENCIA DEBE SER OBEDECIDA Y FORMADA


La conciencia es "el núcleo más secreto y el sagrario del
hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz
resuena en el recinto más íntimo de aquella" (G.S. 16).
Solamente a través de su propia con-ciencia, aún errónea,
llega al hombre el conocimiento de cualquier exigencia moral y
religiosa. Por la conciencia han de pasar todos los
requerimientos de Dios y del prójimo. Es camino ineludible.
Por ello la conciencia propia debe ser escuchada. La Iglesia
ha enseñado constantemente que la conciencia obliga
siempre aunque pueda ser errónea, porque todo lo que no
procede de "la buena fe" es pecado (Rm. 14, 23). Pero
precisamente por este carácter insoslayable de la obediencia
a la propia conciencia le urge al hombre formarse una "recta conciencia " (Cfr. G.S. 16), es
decir, con-forme a la norma moral objetiva. El hombre fiel a Dios busca sinceramente qué es
lo que honestamente debe hacer. La fidelidad a la conciencia implica fidelidad a la verdad.
Esta urgencia es tanto más imperativa para el creyente cuanto que su propia existencia de
creyente encuentra su sentido en la docilidad a la Palabra de Dios.

5.2.2 EL HOMBRE, EN MANOS DE SYU PROPIA DECISIÓN


El paso de la condición de hombre viejo a la de hombre nuevo
es libre. Dios ha hecho libre al hombre para que pueda
escoger la vida. aún a riesgo de que a veces prefiera la
muerte. Como dice el Concilio Vaticano II, "Dios ha querido
dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así
busque espontáneamente a su Creador y adhiriéndose
libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada
perfección" (G.S. 17). El hombre es libre porque es un ser
personal. Por voluntad divina el hombre es protagonista y
artífice de su propia realización humana, responsable de su
propia existencia. Gracias al riesgo de la libertad, el hombre
puede ser, de veras, hijo de Dios, y consiguientemente
también de veras, hombre. Jesús, el hombre libre, es el prototipo y origen de toda libertad
plena a través de su Espíritu.

5.2.3 LA LIBERTAD HUMANA, INELUDIBLE RESPONSABILIDAD ANTE DIOS Y LOS


HOMBRES
La libertad del hombre ante el bien y el mal (Dt. 30, 15ss; Ga. 6, 7-8) implica una ineludible
responsabilidad: "Mira: Hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal... Elige, pues,
la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz,
pegándote a él, pues él es tu vida" (Dt. 30, 15.19-20). El hombre puede apartarse del amor
fraterno, puede separarse de Dios, puede pecar. La libertad humana puede degradarse. Es
una limitación propia de la libertad humana. Dios, en cambio, sólo es capaz de amar. El
hombre está llamado a darse a sí mismo a Dios. La respuesta al amor de Dios ha de ser una
respuesta de amistad. Ahora bien, la verdadera amistad es libre. El pecado - y su
consecuencia, la condenación - consiste en rechazar libremente la amistad que Dios ofrece
gratuitamente al hombre para siempre.

5.2.4 DOMINIO DE SI MISMO. AL SERVICIO DE DIOS Y LOS OTROS


La libertad no es sólo ausencia de coacción interna o externa. El hombre está llamado a
alcanzar un dominio de sí mismo, a ser verdadera-mente dueño de sus actos. Para ello
deberá luchar contra los poderes que le esclavizan: el egoísmo, el apetito de placer, el afán
de riqueza y poder, la presión del ambiente. La maduración de la libertad humana está en
vencer los propios egoísmos y darse a los demás. El amor verdadero es raíz y término de la
libertad humana. Pero esta liberación no es posible sin la gracia de Cristo. La auténtica
libertad humana supone que el hombre, con la ayuda de la gracia de Dios, se esfuerza por ser
fiel a su conciencia, fiel a la verdad, fiel a los derechos y deberes de la persona humana, fiel a
Jesucristo. La verdadera libertad es, ante todo, capacidad de escucha y atención a los
requerimientos de Dios y del prójimo. San Pablo afirma: "Hermanos, habéis sido llamados a la
libertad, sólo que no toméis de la libertad pretexto para la carne: antes al contrario, servíos
por amor unos a otros" (Ga. 5, 13).

5.2.5 CONDICIONES DE LA CONCIENCIA Y DE LA LIBERTAD


El hombre en el ejercicio de su libertad puede quedar limitado por diversos factores de distinta
naturaleza como la fuerza física de otros que le impidan actuar, las amenazas, las torturas, o
cualquier forma de influir en la conducta ajena por el terror, el miedo, las drogas, las
enfermedades que perturban seriamente la capacidad de reflexión y decisión, el atractivo del
placer, el dominio del erotismo, el soborno, las experiencias que se han vivido desde la
infancia, el ejemplo o el escándalo que se haya recibido, y otros factores que condicionan la
responsabilidad y la lucidez y rectitud de la conciencia. Algunos factores influyen más
directamente en la capacidad de juicio, como puede ser la mala información, la ignorancia, las
ideas dominantes en el ambiente en que se vive, la tradición del grupo a que se pertenece,
las ideologías más influyentes en la clase social o en el sector profesional en el que cada uno
está integrado, el poder de los grupos de presión, etc. Este conjunto de factores desorientan
con frecuencia la conciencia, la oscurecen y condicionan en mayor o menor grado la
capacidad concreta de decisión de cada persona. El hombre es más libre cuanto más
independiente es del influjo de estos factores.
5.2.6 NO JUZGAR POR LAS APARIENCIAS. VIVIR COMUNITARIAMENTE. PROMOVER LA
AUTÉNTICA LIBERTAD DE LOS HOMBRES
La atenta consideración de las diversas circunstancias que condicionan el ejercicio de la
libertad humana debe llevarnos a tres consecuencias importantes para nuestra vida cristiana.
Primera: ser muy cautos y prudentes a la hora de juzgar la conducta de nuestro prójimo.
Jamás debemos atenernos a las meras apariencias. Hemos de recordar siempre la palabra
de Jesús: "No juzguéis y no seréis juzgados". Segunda: No podemos pretender vivir
cristianamente sin contar con el apoyo de la comunidad humana y cristiana. El nivel moral de
la sociedad en que se vive favorece o dificulta la libertad de ;sus miembros. Esta es una de las
razones por las que el Señor ha dispuesto que nuestra vocación cristiana ha de realizarse en
el seno de una comunidad de fe, de esperanza y de caridad. La Iglesia es, en el plan de Dios,
una respuesta comunitaria en el orden de la gracia opuesta a las estructuras sociales en las
que se hace presente el poder del pecado. Según el designio de Dios, la Iglesia es
constitutivamente un espacio de libertad y una liberación del hombre. Tercera: los cristianos,
como miembros de la Iglesia, deben sentirse llamados a promover la auténtica libertad de los
hombres y para ello deben juzgar a la luz del Evangelio las ideologías vigentes y las
situaciones concretas para liberar las conciencias de toda ilusión y de toda verdadera
alienación.

ACTIVIDAD

1. Elabore un informe TITULADO: “La Conversión del hombre” deberás responder en el mismo
trabajo
2. ¿Qué se entiende por conversión?
3. ¿Qué importancia tiene la formación de la conciencia en la vida del creyente?
RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS

SESIÓN Nº 8

RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


 LECTURA REFLEXIVA
 CONTENIDOS
8.1 La Fe – Creemos.
8.2 La Fe de su Iglesia
8.3 El Lenguaje de la Fe
8.4 Una sola Fe
8.1 La Fe - Creemos
La fe es un acto personal: la respuesta libre del
hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo,
como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a
sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe
transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe.
Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser
sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros.

"Creo" (Símbolo de los Apóstoles):


Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo.
"Creemos" (Símbolo de Nicea-Constantinopla, en el original griego): Es la fe de la Iglesia confesada
por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes.
"Creo", es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir:
"creo", "creemos".

8.2 La fe de tu Iglesia

La Iglesia es la primera que cree, y así conduce, alimenta y sostiene mi fe. La Iglesia es la primera
que, en todas partes, confiesa al Señor ("Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia", cantamos
en el Te Deum), y con ella y en ella somos impulsados y llevados a confesar también: "creo",
"creemos". Por medio de la Iglesia recibimos la fe y la vida nueva en Cristo por el bautismo. En el
Ritual Romanum, el ministro del bautismo pregunta al catecúmeno: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?"
Y la respuesta es: "La fe". "¿Qué te da la fe?" "La vida eterna".

La salvación viene solo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta
es nuestra madre: "Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la
Iglesia como si ella fuese el autor de nuestra salvación" (Fausto de Riez, Spir. 1,2). Porque es nuestra
madre, es también la educadora de nuestra
fe.

8.3 El lenguaje de la fe
No creemos en las fórmulas, sino en las realidades que estas expresan y que la fe nos permite
"tocar". "El acto (de fe) del creyente no se detiene en el enunciado, sino en la realidad (enunciada)"
(S. Tomás de A., s.th. 2-2, 1,2, ad 2). Sin embargo, nos acercamos a estas realidades con la ayuda de
las formulaciones de la fe. Estas permiten expresar y transmitir la fe, celebrarla en comunidad,
asimilarla y vivir de ella cada vez más.

La Iglesia, que es "columna y fundamento de la verdad" (1 Tim 3,15), guarda fielmente "la fe
transmitida a los santos de una vez para siempre" (Judas 3). Ella es la que guarda la memoria de las
Palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la confesión de fe de los Apóstoles.
Como una madre que enseña a sus hijos a hablar y con ello a comprender y a comunicar, la Iglesia,
nuestra Madre, nos enseña el lenguaje de la fe para introducirnos en la inteligencia y la vida de la fe.
8.4 Una sola fe

Desde siglos, a través de muchas lenguas, culturas, pueblos y naciones, la Iglesia no cesa de
confesar su única fe, recibida de un solo Señor, transmitida por un solo bautismo, enraizada en la
convicción de que todos los hombres no tienen más que un solo Dios y Padre (Ef 4,4-6). S. Ireneo de
Lyon, testigo de esta fe, declara:

"La Iglesia, en efecto, aunque dispersada por el mundo entero hasta los confines de la tierra,
habiendo recibido de los apóstoles y de sus discípulos la fe... guarda (esta predicación y esta fe) con
cuidado, como no habitando más que una sola casa, cree en ella de una manera idéntica, como no
teniendo más que una sola alma y un solo corazón, las predica, las enseña y las transmite con una
voz unánime, como no poseyendo más que una sola boca" (haer. 1, 10,1-2).
"Porque, si las lenguas difieren a través del mundo, el contenido de la Tradición es uno e idéntico. Y ni
las Iglesias establecidas en Germania tienen otro fe u otra Tradición, ni las que están entre los Iberos,
ni las que están entre los Celtas, ni las de Oriente, de
Egipto, de Libia, ni las que están establecidas en el centro el mundo..." (ibid.). "El mensaje de la
Iglesia es, pues, verídico y sólido, ya que en ella aparece un solo camino de salvación a través del
mundo entero"
(ibid. 5,20,1). "Esta fe que hemos recibido de la Iglesia, la guardamos con cuidado, porque sin cesar,
bajo la acción del Espíritu de Dios, como un contenido de gran valor encerrado en un vaso excelente,
rejuvenece y hace rejuvenecer el vaso mismo que la contiene" (ibid., 3,24,1

ACTIVIDAD

 Forma equipo colaborativo y realicen un ensayo acerca de cómo responder a Dios


en este siglo XXI.

SESIÓN Nº 11

LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO EN LA OBRA DE JESUCRISTO

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


 LECTURA REFLEXIVA
 CONTENIDOS
La Presencia del Espíritu Santo en la obra de Jesucristo
11.1 Pentecostés.
11.2 Primeras comunidades cristianas.

11.1 Pentecostés
Es una festividad universal de la iglesia, mediante la cual se
conmemora la bajada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles,
a los cincuenta días después de la Resurrección de Cristo, es
el festival judío llamado "festejo de las semanas" o
Pentecostés (Ex. 34, 22; Deut.,16, 10). En algunos lugares es
llamado el "domingo de blanco" ("whitesunday") debido a los
ropajes blancos que son portados por aquellos que son
bautizados durante la vigilia. Pentecostés ("Pfingsten" en
alemán), es la denominación griega por "quincuagésimo",
50o., día después de la Pascua.
Se trata de una festividad cristiana que data del siglo primero,
aunque no hay evidencia de que haya sido observada tan
antiguamente como la Pascua, el pasaje en Corintios I (xvi, 8)
probablemente se refiere a una festividad judía. Esto no es
sorprendente ya que el festejo originalmente duraba un sólo
día y se realizaba en domingo. Además estaba muy estrechamente relacionada con la Pascua de
manera que se podría tratar de una actividad en la terminación pascual.
El hecho de que Pentecostés era una festividad que ya pertenecía a los tiempos apostólicos lo
constata el séptimo de los fragmentos (interpolados) cuya autoría es atribuida a San Irineo. En
Tertuliano (De bat., xix) el festival aparece como ya firmemente establecido. El Peregrino Gallic, da
detallada cuenta de como esta festividad era observada de manera solemne en Jerusalén ("Peregin.
Silvae", ed. Geyer, iv). Las Constituciones Apostólicas señalan que Pentecostés tenía la duración de
una semana, pero en Occidente no fue observada su ejecución de ocho días sino hasta fecha más
tarde. De acuerdo a Berno de Reichenau (1048) fue un aspecto controversial la duración del festejo
de Pentecostés. En la actualidad la fiesta tiene un rango similar al del Domingo de Resurrección o
Pascua. Durante la vigilia, los catecúmenos eran bautizados, consecuentemente, las ceremonias del
sábado eran similares a las observadas en Sábado Santo.
El oficio de Pentecostés tiene sólo un nocturno, durante toda la semana. En la tercera hora tiene el
"Veni Creator", el cual es cantado en lugar del himno de costumbre, debido a que en el tercera hora
se considera que descendió el Espíritu Santo. La Misa completa tiene una secuencia de "Veni Sancte
Spiritus", la autoría del cual se atribuye al Rey Roberto de Francia. El color del ropaje sacerdotal es
rojo, como un símbolo de las lenguas de fuego que descendieron.
Con anterioridad, las cortes no funcionaban durante la semana entera y los trabajos clericales fueron
prohibidos. El Concilio de Constanza (1094), limitó estas prohibiciones a los primeros tres días de la
semana. El resto correspondiente al sábado (sabat) y el martes, fueron abolidos en 1771, y en
muchos territorios de misión también el lunes. Este último día fue eliminado de observancia estricta
por San Pío X en 1911. Aún hoy día, tal y como sucede en la Pascua, el rango litúrgico de lunes y
martes de la semana de Pentecostés el del tipo Doble de Primera Clase.
En Italia fue costumbre que se lanzaran pétalos de rosas desde el cielo de las iglesias, simbolizando
así el milagro de las lenguas de fuego, con base en ello, el domingo de Pentecostés es llamado en
Sicilia y en otras regiones italianas, como Pascha Rosatum, nombre que proviene del uso de los
ropajes rojos de la ocasión. En Francia la costumbre incluyó el toque de trompetas durante los
servicios, con el objeto de recordar el sonido y estruendo que debió acompañar el descenso del
Espíritu Santo. En Inglaterra, la nobleza se entretenía con carreras de caballos. En la actualidad el
festival de Whitsun Ales es prácticamente obsoleto.
En las vísperas de Pentecostés, en las iglesias orientales, servicios extraordinarios con genuflexión o
arrodillamientos, fueron acompañados por largas lecturas y recitaciones poéticas y de los salmos (de
Maltzew, "Fasten-und Blumen Triodion", p. 898 en donde se identifica el servicio completo de carácter
greco-ruso; también en Baumstark, "Jacobit, Fest Brevier", p. 255). Para los festejos de Pentecostés,
los rusos llevan flores y ramas verdes en sus manos.

11.2 Las Primeras Comunidades Cristianas


En el relato del libro de los Hechos de los Apóstoles hay algo que siempre nos ha impresionado y, por
qué no decirlo, hasta sentimos un poco de vergüenza al ver cómo son hoy nuestras comunidades,
comparadas con la Iglesia primitiva. Nos referimos a aquellos versículos que dicen: “La multitud de los
creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino
que todo lo tenían en común … No había entre ellos ningún necesitado… “ (Hch 4,32-34). ¿Entonces
cómo era la organización de las comunidades? ¿Cómo lograban que esto fuera posible?
Las primeras comunidades de la Iglesia se fueron formando y organizando poco a poco; esforzándose
por lograr una convivencia basada en el mandamiento del amor. Sin embargo, y tal vez esto les sirva
de consuelo, en el mismo libro de los Hechos de los apóstoles, vemos también cómo comenzaron
muy pronto las dificultades internas, cuando algunos no fueron capaces de poner todo en común (ver:
Hch 5,1-11); o cuando se levantaron quejas de los griegos contra los hebreos porque sus viudas eran
desatendidas en la asistencia cotidiana (Hch 6,1). Se lograron cosas muy buenas en la Iglesia
primitiva, pero también, como en todo grupo humano, quedaba mucho por caminar en la vivencia del
evangelio.
Antes que nada, no hay que pensar que la Iglesia estaba estructurada como la conocemos ahora; han
tenido que pasar más de dos mil años para llegar a la organización actual. La primera comunidad fue
la de Jerusalén, la Iglesia madre, reunida en torno a los apóstoles; principalmente Pedro, Santiago y
Juan. Luego, a raíz de la persecución algunos discípulos emigraron a otras ciudades, donde
predicaron la Buena nueva y dieron vida a otras comunidades como la de Damasco y Antioquía.
Generalmente había una cabeza, luego poco a poco fue preciso ir distribuyendo tareas conforme a las
necesidades y los carismas o dones de cada persona: como profetas, maestros, diáconos,
presbíteros…
Las comunidades eran independientes hasta cierto punto; pero hubo desde el inicio una fuerte
preocupación en mantenerse fieles a la enseñanza de Jesús y a los mismos principios morales y
religiosos, reconociendo siempre la autoridad de Pedro y de los apóstoles. Un ejemplo claro de esta
preocupación lo encontramos cuando los apóstoles enviaron a Bernabé, desde Jerusalén a la
comunidad de Antioquía, para cerciorarse de que los nuevos convertidos no se desviaran del
“camino”, como en aquel momento se le llamaba al cristianismo (Hch 11,22-24).
Pero no sólo había una preocupación doctrinal, sino también cada comunidad, de acuerdo sus
posibilidades materiales y espirituales, estaba atenta a las necesidades de las otras. Tal es el caso de
la colecta realizada en la comunidad de Antioquía para socorrer a la comunidad de Jerusalén, durante
la hambruna que sobrevino en tiempos del emperador Claudio. Yo mismo fui asignado, junto con
Bernabé, para llevar la cantidad de lo colectado y entregarlo personalmente a los apóstoles en
Jerusalén (Hch 11,27-30).
Como pueden ver, las primeras comunidades no eran perfectas, pero trataban de vivir el evangelio de
Jesús en las diversas situaciones y contextos en que se encontraban. Así mismo procuraban llegar a
acuerdos comunes para resolver los problemas, las dudas y las diferencias que surgían en medio de
ellas.(2Cor 13,11).

ACTIVIDAD

 Elabore un foto lenguaje mostrando en ella la acción del Espíritu Santo en la obra de
Jesús y otro de como deberíamos vivir en este siglo XXI las Comunidades
Parroquiales.

SESIÓN Nº 13

LOS MANDAMIENTOS COMO NORMAS DE VIDA CRISTIANA


 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO
 LECTURA REFLEXIVA
 CONTENIDOS
Introducción: LA LEY DE DIOS

13.1 Mandamientos de Dios


13.1.2 Mandamientos de la Iglesia

LA LEY DE DIOS
La ley de Dios no es un reglamento cualquiera, ni un código de circulación, ni una inscripción
ornamental grabada en piedra, ni un simple catálogo de prescripciones.
Hablar de la ley de Dios significa hablar de Dios. Al inicio está escrito: “Yo soy el Señor, tu Dios”, y
luego siguen los Mandamientos.
Cuanto está escrito no es el parecer de un escritor, ni de un político, ni de un artista; no es la voluntad
de hombres volubles sujetos a gustos y mayorías democráticas. Si Dios existe, entonces es Él y no yo
quien debe establecer lo que es justo y lo que es malo.
Quien piensa en serio en Dios y cree en Él, siente también la ley como un don en nuestro favor.

13.1 Los Mandamientos de Dios

13.1.1 EL ORDEN MORAL


La moralidad de un acto humano depende de su contenido objetivo, de la intención, de las
circunstancias y de las consecuencias.
 El orden moral objetivo: es necesario, tanto para toda persona como para la sociedad, para la
valoración de cada uno de los actos cuyo contenido guarda relación con Dios y con el valor de la
persona. Nunca se deberá hacer el mal moral para que provenga un bien. (Rm. 3,8)
 La intención: que se pone al obrar no puede rescatar un acto que de por sí es desordenado: “En
cuanto a los actos que son pecados por sí mismos…¿Quién se atrevería a afirmar que, haciéndolos
por motivos buenos, dejan de ser pecados?” (San Agustín); la posible buena intención subjetiva sólo
puede atenuar la culpabilidad personal.
 Viceversa: la intención es de gran importancia cuando se trata de cualificar un acto que en sí
mismo es bueno o indiferente: en tal caso, los comportamientos externos adquieren significado por
la actitud interior, del corazón (Mc. 7,20-21; Mt. 15,19).
 Las circunstancias: que acompañan a un acto desordenado y las consecuencias previsibles que
se derivan de él, no pueden hacerlo honesto. Existen actos intrínsecamente desordenados por su
contenido, independientemente de las intenciones, las circunstancias y las consecuencias. Pero las
intenciones, circunstancias y consecuencias pueden modificar la responsabilidad personal.,

13.1.2 LA LEY NATURAL


Los Mandamientos de Dios contienen una sabiduría que puede ser reconocida por todos los
pueblos (Dt. 4,58). Son normas universales formuladas en forma análoga en diversos códigos
antiguos. Reflejan el orden de la creación, accesible también a través de la razón, si ésta trabaja
rectamente y no está sometida a los instintos y los prejuicios.
“Desde los orígenes, Dios arraigó en el corazón de los hombres los preceptos de la ley natural.
Luego les recordó en su mente. Fue el decálogo” (San Ireneo). En la Revelación histórica, “Dios
escribió en tablas, aquella ley que los hombres ya no leían en su corazón”, dice San Agustín.
Jesús cuando anuncia la “regla áurea” (Lc. 6,31) o discute sobre la pureza legal (Mc. 7,1-23) o
presenta el juicio universal (Mt. 25,31-46), supone que el bien y el mal son algo objetivo, que se
puede conocer también por la experiencia y por la reflexión.
La ley natural puede ser considerada como anticipación de la revelación, un primer borrador de la
ley evangélica. Está inscrita en algunas tendencias fundamentales; tutela algunos bienes morales,
como la vida física, la sexualidad, el trabajo, la sociabilidad; no está libre de errores: en el pasado
por un conocimiento escaso de la ley se consideraban lícitas las crueldades para con los
prisioneros, la esclavitud, la negación de la libertad de religión. La ley natural conduce al hombre a
realizarse como hombre, según el designio de Dios.
El Concilio de Arles (s. V) invita la hereje Lucidio a suscribir esta proposición: “Admito que en el
curso de los siglos, algunos en virtud de la ley de la gracia, otros observando la ley de Moisés,
otros en virtud de la ley de la naturaleza escrita por Dios en el fondo del corazón humano, en
previsión de la venida de Cristo, han alcanzado la salvación”.

13.1.3 LA LEY PRESENTADA POR MOISÉS


El relato del Sinaí sobre el don de la Ley es la expresión concisa de un largo proceso histórico,
dentro del pueblo hebreo; pero más ampliamente es, en síntesis, la conciencia de la humanidad
(Ex. 20 y 34).
Moisés habló al pueblo diciendo: “Ahora Israel, escucha los mandatos y decretos que yo te
enseño a cumplir… No añadas nada a lo que yo te prescribo,, ni nada quiten, sino guárdenlos y
cúmplanlos, porque ellos son su sabiduría y su prudencia, ante los demás pueblos… Porque
¿Cuál de las naciones grandes tiene unos dioses tan cercanos? Y ¿Cuál de las naciones grandes
tiene unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que hoy les voy a promulgar?” (Dt.
4,1-2.6-8)
La ley de Moisés es la primera fase de la ley “Revelada”. Sus prescripciones morales están
resumidas en los Mandamientos que ponen los fundamentos de la vocación del hombre, creado a
imagen de Dios; prohíben lo que es contrario al amor de Dios y del prójimo, y prescriben lo que es
esencial.
El Decálogo es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre para manifestarle la llamada y los
caminos de Dios, y defenderlo contra el mal. La ley de Dios no es un punto fijo, sino más bien una
trayectoria ascensional que tiende al infinito: del corazón pagano de Egipto a la formulación de
Moisés, y a la renovación llevada a cabo por Cristo. La ley de Dios no defiende el orden ya
logrado, sino que obliga a avanzar siempre adelante. La ley de Moisés recuerda el código de
Hammurabi, lo transcribe y lo completa. Cristo vuelve a formular el decálogo y lo lleva a su
perfección con la plenitud de las Bienaventuranzas.

13.1.4 LA LEY PERFECCIONADA POR JESÚS


Jesús vino a simplificar la ley y llevarla a su cumplimiento, no a cambiarla para complicarla: “No
he venido a abolir la ley y los profetas” (Mt. 5,17).
El Evangelio es una buena noticia, no un código; narra las maravillas que Dios ha realizado y
realizará en nuestro favor; sin embargo, está penetrada en su interior por una ley, la de la caridad,
que acoge el don divino de la vida y promueve su crecimiento en todos los hombres.
Las Bienaventuranzas son expresión de la ley. Sintetizan la perfección cristiana y delinean el
retrato del verdadero discípulo de Jesús; más aún, son una especie de autorretrato de Cristo, son
normas que señalan el camino hacia la felicidad.
Los 10 Mandamientos deben ser leídos a la luz de las Bienaventuranzas; el Espíritu de Jesús
conduce más allá de las prescripciones de la ley: introduce en la lógica del amor, dispone a
acoger también las invitaciones que el Señor dirige a cada uno en las diversas situaciones; guía el
camino del cristiano hacia el don total de sí: “Yo entrego mi vida….” (Jn. 10,17), con un acto de
suprema libertad.
La verdadera libertad, en efecto, no es la afirmación egoísta de sí, sino la libertad de amar:
“Ustedes… hermanos, están llamados a la libertad…”. Esto no debe ser un pretexto “para vivir
según la carne, sino mediante la caridad, sírvanse los unos a los otros” (Gal. 5,13). La verdadera
libertad coincide con la ley nueva de la caridad la cual está “escrita no con tinta, sino con el
Espíritu del Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en sus corazones” (2 Cor. 3,3).

13.1.5 SÓLO DOS PRECEPTOS O MEJOR UNO SOLO


Los 10 Mandamientos conservan para Jesús su valor, y son una referencia esencial para la ética
cristiana. Pero en el Nuevo Testamento los contenidos concretos de la caridad son propuestos en
otros esquemas.
Por ejemplo la llamada “regla aúrea”: “Traten a los demás como quieren que ellos le traten” (Lc.
6,31). O también con la lista de las obras de misericordia del discurso escatológico (Mt. 25): dar
de comer a los hambrientos, dar de beber a los sedientos, acoger a los forasteros, vestir a los
desnudos, visitar a los enfermos y a los encarcelados... El apóstol Pablo ofrece muchas veces
listas de virtudes que son códigos de moral personal, familiar y social.
El amor del Dios Único se recuerda al comienzo de las “diez palabras”: es decir, en el primer
mandamiento; sigue en los siguientes la respuesta de amor del hombre respecto de Dios y de los
hermanos.
Jesús resumió toda la ley y los profetas (Mt. 22,40) y todos los deberes del hombre en los dos
mandamientos de la caridad: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu mente,
con todas tus fuerzas... Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mt. 22,37.39).
Los dos mandamientos son inseparables: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, Y aborrece a su
hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios,
a quien no ve” (1Jn. 4,20).
Así, Jesús confirma los 10 Mandamientos de la antigua alianza e indica que ellos son el camino
que conduce a la salvación: “Si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos” (Mt.
19,17). Pablo añade que “amar es cumplir la ley eterna” (Rm. 13,10). Amar a Dios significa
hacer su voluntad; amar a los demás significa querer su verdadero bien

13.2 Mandamientos de la Iglesia


Jesucristo vino a la tierra para redimirnos y darnos la vida divina.
Con objeto de continuar en la tierra, hasta el fin de los tiempos, su
tarea redentora y conducir a todos los hombres a la salvación, fundó la
Iglesia.
Jesucristo, aunque pudo salvarnos de modo exclusivamente
interno e individual, prefirió crear una sociedad visible que fuera
depositaria de sus enseñanzas y de los medios de salvación con que
quiso dotar a los hombres.
Convenía a la naturaleza humana - a un tiempo material y
espiritual - que la salvación llegara a través de una sociedad visible:
así recibimos los dones espirituales por medio de las realidades
visibles, al modo de nuestra composición material y espiritual.
Para eso eligió el Señor a San Pedro y a los demás Apóstoles:
para que gobernaran la Iglesia y transmitieran los poderes a sus
sucesores, el Papa y los Obispos. Estos poderes son:
 Enseñar con autoridad la doctrina de Jesucristo
 Santificar con los sacramentos y los otros medios
 Gobernar mediante leyes que obligan en conciencia.

La Iglesia tiene un doble fin en la tierra


 Un fin último: La gloria de Dios
 Un fin próximo: La salvación de las almas.
Jesucristo dio a la Iglesia el poder de promulgar leyes
Cristo Concedió efectivamente a su Iglesia el poder de gobernar, y envió a los apóstoles y a sus
sucesores por todo el mundo para que predicaran el Evangelio, bautizaran y enseñaran a guardar
todo lo que Él había mandado:
"El que a vosotros oye, a mí me oye" (LC 10,16); "Como me envió mi Padre, así os envió yo a
vosotros" (Jn. 20,21).
En virtud de esta autoridad, la Iglesia puede dictar leyes y normas. La Iglesia tiene el derecho y la
obligación de fijar a los fieles todas las prescripciones que considere oportunas, por un doble
motivo:
1. Por haber recibido de Cristo el mandato de conducir a los hombres a la vida eterna,
siendo depositaria e intérprete de la revelación divina. Al imponer los preceptos, la
Iglesia pretende asegurar el cumplimiento de los mandatos de Dios y las enseñanzas del Evangelio.
2. Por la misión que Dios le confió, la Iglesia, como sociedad perfecta, ha menester
prescribir las normas precisas para la consecución de su tarea. Así pues, al imponer las leyes, la
Iglesia no pretende sino asegurar mejor el cumplimiento de los mandamientos de la ley de Dios y de
los consejos que el Señor nos da a través del Evangelio.
De hecho, las leyes de la Iglesia lo que hacen generalmente es determinar el tiempo y el modo de
cumplirlos. De lo anterior se desprenden dos consideraciones:
 Los mandamientos de la Iglesia son una muestra de cariño porque, al dictar estas normas, busca
únicamente ayudar a cumplir las obligaciones del cristiano.
 Al incumplir uno de estos mandamientos de la Iglesia, no sólo se cumple una ley meramente
eclesiástica, sino que se quebranta una ley divina concretada en esa ley eclesiástica. De ahí que
quebrantar uno de esos mandamientos en materia grave, sea siempre pecado mortal.
Por ejemplo, dejar de cumplir el mandamiento de la Iglesia que ordena comulgar al menos una vez
al año supone indiferencia con Jesucristo, y por tanto carencia de amor: este incumplimiento es en
realidad señal de haber ya quebrantado -al menos en este aspecto- el primer mandamiento de la
Ley de Dios que prescribe amarlo sobre todas las cosas.
Entre los mandamientos de la ley divina y los mandamientos de la Iglesia hay, sin embargo, algunas
diferencias:
Los mandamientos de la ley de Dios obligan a todos los hombres, puesto que Dios mismo los dejó
grabados en su conciencia; los de la Iglesia obligan sólo a quienes forman parte de ella.
Los mandamientos divinos son inmutables, pues están basados en la naturaleza humana, que no
cambia; las leyes eclesiásticas pueden cambiar Los mandamientos de la Ley de Dios no pueden ser
dispensados; los de la Iglesia dejan de obligar por grave incómodo o por dispensa de la autoridad
eclesiástica.
Los mandamientos de la Iglesia son muchos - en realidad lo son todas las prescripciones del Código
de Derecho Canónico -, pero aquí vamos a estudiar los cinco principales que afectan a todos los
fieles.
1º. OÍR MISA ENTERA LOS DOMINGOS Y FIESTAS DE PRECEPTO.
2º. CONFESAR LOS PECADOS GRAVES AL MENOS UNA VEZ AL AÑO.
3º. RECIBIR LA EUCARISTÍA AL MENOS UNA VEZ AL AÑO, POR PASCUA.
4º. AYUNAR CUANDO LO MANDA LA IGLESIA
5º. SOCORRER A LA IGLESIA EN SUS NECESIDADES

ACTIVIDADES

1. Reflexiona e indica de qué manera pecan contra la esperanza en Dios: a) los que
esperan salvarse por sus propias fuerzas y abandonan los sacramentos, b) los que
dejan la conversión para el momento de la muerte, c) los que acuden a una pitonisa
para adivinar el porvenir.
2. En el libro del Levítico (24,10-16) se expresa como Dios aborrece la blasfemia.
Explica que castigo dijo Dios que se impusiera al blasfemo y razona los motivos que
explican la gravedad del tal castigo.
3. Reflexiona y opina. ¿Qué hacer en estos casos?: a) “He llegado tarde a la Eucaristía
sin culpa mía y ya no hay más misas en la ciudad, b) “Vivo en un pueblo donde no
hay misa. Si la hay en otro pueblo a cinco kilómetros. Podría ir en carro, pero...”,
c)”Nos vamos mañana domingo de excursión a las seis de la mañana y no nos dará
tiempo de ir a misa tampoco al regresar por la tarde”.
4. Explica brevemente sobre el poder de promulgar que Jesucristo da a su Iglesia
5. Sintetizar cada uno de los Mandamientos de la Iglesia.

SESIÓN Nº 15

LA DIGNIDAD HUMANA
 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO
 LECTURA REFLEXIVA
 CONTENIDOS

La Dignidad Humana
15.1 Defensa de la dignidad y los derechos de toda persona
15.2 Aceptación de las diferencias: Todos somos distintos pero importantes para el plan de Dios.

La Dignidad Humana
El ser personal es una realidad que supone para la ética el valor primero y fundamental. La dignidad
humana es el referente principal para los sistemas éticos religiosos y para aquellos que pretenden
construir una moral meramente civil basada en la autonomía de la razón humana. Todos coinciden en que
la persona es el valor supremo que hay que defender y proteger.
 Naturaleza de la dignidad humana
La persona es algo original (único e irrepetible) y cualitativamente superior en el orden de los seres
creados. La moral sólo puede plantearse a partir de la estructura personal del ser humano. La
persona se manifiesta como una realidad que conjuga la dimensión privada y la dimensión pública.
Ambos factores forman parte de su valor ético. Si se reduce la persona a la dimensión privada se
cae en el individualismo. Si es reduce a lo público, se cae en un colectivismo igualmente reprobable.
 Expresiones de la Dignidad Humana
En la ética kantiana, la moral reside en la actitud coherente con la realidad de la persona. Esa
actitud se expresa con las categorías fin / medio: la persona es y debe ser tratada como fin y nunca
sólo como medio.
La persona es una realidad absoluta y no relativa: su dimensión moral brota de su mismo ser y no
por referencia a otros seres. Esto no implica que se niegue su capacidad de apertura a los otros y a
Dios, peo incluso actúa como un absoluto que reclama un respeto y una dignidad incondicional.
 Estructura personal del ser humano
Únicamente la persona puede ser origen y centro de los valores morales y quien puede justificarlos.
Esta afirmación pertenece a la cosmovisión bíblica y la tradición teológica. Santo Tomas coloca a la
persona como el centro del universo y como el lugar en que se realizan los valores morales. De esta
manera el ser personal es la categoría ética por excelencia para formular la moral, para preservarla
y fomentarla.
 La humanización como meta de la dignidad humana
Afirmar la dignidad originaria de la persona significa, fundamentalmente, dos cosas:
 Afirmar el valor del individuo, del yo: cada persona es única, insustituible, necesaria, tiene
valor por sí misma, es libre, vive para Dios que la conoce por su propio nombre.
 Afirmación del valor de la alteridad, del otro: la persona, no está cerrada sobre sí misma,
sólo merece respeto en cuanto es intersubjetividad. La alteridad corrige y complementa la
posible desviación individualista y abstracta del personalismo.
En resumen, la dignidad humana como categoría moral orienta a la reflexión y a la vivencia ética
hacia la meta de la humanización. Aceptar el valor absoluto de la persona constituye el campo
propicio para un diálogo respetuoso y fructífero entre moral cristiana y la ética cívica.

15.1 Defensa de la dignidad y de los derechos de toda persona.

15.1.1 El valor de los derechos humanos


El movimiento hacia la identificación y la proclamación de los derechos del hombre es uno
de los esfuerzos más relevantes para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles
de la dignidad humana. La Iglesia ve en estos derechos la extraordinaria ocasión que nuestro
tiempo ofrece para que, mediante su consolidación, la dignidad humana sea reconocida más
eficazmente y promovida universalmente como característica impresa por Dios Creador en su
criatura. El Magisterio de la Iglesia no ha dejado de evaluar positivamente la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre, proclamada por las Naciones Unidas el 10 de
diciembre de 1948, que Juan Pablo II ha definido « una piedra miliar en el camino del
progreso moral de la humanidad ».
La raíz de los derechos del hombre se debe buscar en la dignidad que pertenece a todo
ser humano. Esta dignidad, connatural a la vida humana e igual en toda persona, se descubre
y se comprende, ante todo, con la razón. El fundamento natural de los derechos aparece aún
más sólido si, a la luz de la fe, se considera que la dignidad humana, después de haber sido
otorgada por Dios y herida profundamente por el pecado, fue asumida y redimida por
Jesucristo mediante su encarnación, muerte y resurrección.
La fuente última de los derechos humanos no se encuentra en la mera voluntad de los
seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo
y en Dios su Creador. Estos derechos son « universales e inviolables y no pueden
renunciarse por ningún concepto » Universales, porque están presentes en todos los seres
humanos, sin excepción alguna de tiempo, de lugar o de sujeto. Inviolables, en cuanto «
inherentes a la persona humana y a su dignidad » y porque « sería vano proclamar los
derechos, si al mismo tiempo no se realizase todo esfuerzo para que sea debidamente
asegurado su respeto por parte de todos, en todas partes y con referencia a quien sea ».
Inalienables, porque « nadie puede privar legítimamente de estos derechos a uno sólo de sus
semejantes, sea quien sea, porque sería ir contra su propia naturaleza ».
Los derechos del hombre exigen ser tutelados no sólo singularmente, sino en su conjunto:
una protección parcial de ellos equivaldría a una especie de falta de reconocimiento. Estos
derechos corresponden a las exigencias de la dignidad humana y comportan, en primer lugar,
la satisfacción de las necesidades esenciales —materiales y espirituales— de la persona: «
Tales derechos se refieren a todas las fases de la vida y en cualquier contexto político, social,
económico o cultural. Son un conjunto unitario, orientado decididamente a la promoción de
cada uno de los aspectos del bien de la persona y de la sociedad... La promoción integral de
todas las categorías de los derechos humanos es la verdadera garantía del pleno respeto por
cada uno de los derechos ». Universalidad e indivisibilidad son las líneas distintivas de los
derechos humanos: « Son dos principios guía que exigen siempre la necesidad de arraigar los
derechos humanos en las diversas culturas, así como de profundizar en su dimensión jurídica
con el fin de asegurar su pleno respeto ».313

15.1. 2 La especificación de los derechos


Las enseñanzas de Juan XXIII, del Concilio Vaticano II, de Pablo VI han ofrecido amplias
indicaciones acerca de la concepción de los derechos humanos delineada por el Magisterio.
Juan Pablo II ha trazado una lista de ellos en la encíclica « Centesimus annus »: « El derecho
a la vida, del que forma parte integrante el derecho del hijo a crecer bajo el corazón de la
madre después de haber sido concebido; el derecho a vivir en una familia unida y en un
ambiente moral, favorable al desarrollo de la propia personalidad; el derecho a madurar la
propia inteligencia y la propia libertad a través de la búsqueda y el conocimiento de la verdad;
el derecho a participar en el trabajo para valorar los bienes de la tierra y recabar del mismo el
sustento propio y de los seres queridos; el derecho a fundar libremente una familia, a acoger y
educar a los hijos, haciendo uso responsable de la propia sexualidad. Fuente y síntesis de
estos derechos es, en cierto sentido, la libertad religiosa, entendida como derecho a vivir en la
verdad de la propia fe y en conformidad con la dignidad trascendente de la propia persona ».
El primer derecho enunciado en este elenco es el derecho a la vida, desde su concepción
hasta su conclusión natural, que condiciona el ejercicio de cualquier otro derecho y comporta,
en particular, la ilicitud de toda forma de aborto provocado y de eutanasia. Se subraya el valor
eminente del derecho a la libertad religiosa: « Todos los hombres deben estar inmunes de
coacción, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier
potestad humana, y ello de tal manera, que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar
contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o
asociado con otros, dentro de los límites debidos ».El respeto de este derecho es un signo
emblemático « del auténtico progreso del hombre en todo régimen, en toda sociedad, sistema
o ambiente »

15. 1. 3 Derechos y deberes


Inseparablemente unido al tema de los derechos se encuentra el relativo a los deberes del
hombre, que halla en las intervenciones del Magisterio una acentuación adecuada.
Frecuentemente se recuerda la recíproca complementariedad entre derechos y deberes,
indisolublemente unidos, en primer lugar en la persona humana que es su sujeto titular. Este
vínculo presenta también una dimensión social: « En la sociedad humana, a un determinado
derecho natural de cada hombre corresponde en los demás el deber de reconocerlo y
respetarlo ». El Magisterio subraya la contradicción existente en una afirmación de los
derechos que no prevea una correlativa responsabilidad: « Por tanto, quienes, al reivindicar
sus derechos, olvidan por completo sus deberes o no les dan la importancia debida, se
asemejan a los que derriban con una mano lo que con la otra construyen ».

15.1.4 Derechos de los pueblos y de las Naciones


El campo de los derechos del hombre se ha extendido a los derechos de los pueblos y de las
Naciones, pues « lo que es verdad para el hombre lo es también para los pueblos ». El
Magisterio recuerda que el derecho internacional « se basa sobre el principio del igual
respeto, por parte de los Estados, del derecho a la autodeterminación de cada pueblo y de su
libre cooperación en vista del bien común superior de la humanidad ». La paz se funda no
sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en el de los derechos de los
pueblos, particularmente el derecho a la independencia.
Los derechos de las Naciones no son sino « los “derechos humanos” considerados a este
específico nivel de la vida comunitaria ».La Nación tiene « un derecho fundamental a la
existencia »; a la « propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y
promueve su “soberanía” espiritual »; a « modelar su vida según las propias tradiciones,
excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos humanos fundamentales y, en
particular, la opresión de las minorías »; a « construir el propio futuro proporcionando a las
generaciones más jóvenes una educación adecuada ». El orden internacional exige un
equilibrio entre particularidad y universalidad, a cuya realización están llamadas todas las
Naciones, para las cuales el primer deber sigue siendo el de vivir en paz, respeto y
solidaridad con las demás Naciones.
15.1.5 Colmar la distancia entre la letra y el espíritu
La solemne proclamación de los derechos del hombre se ve contradicha por una
dolorosa realidad de violaciones, guerras y violencias de todo tipo: en primer lugar los
genocidios y las deportaciones en masa; la difusión por doquier de nuevas formas de
esclavitud, como el tráfico de seres humanos, los niños soldados, la explotación de los
trabajadores, el tráfico de drogas, la prostitución: « También en los países donde están
vigentes formas de gobierno democrático no siempre son respetados totalmente estos
derechos ».331
Existe desgraciadamente una distancia entre la « letra » y el « espíritu » de los
derechos del hombre332 a los que se ha tributado frecuentemente un respeto puramente
formal. La doctrina social, considerando el privilegio que el Evangelio concede a los pobres,
no cesa de confirmar que « los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos
para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás » y que una afirmación
excesiva de igualdad « puede dar lugar a un individualismo donde cada uno reivindique sus
derechos sin querer hacerse responsable del bien común ».
La Iglesia, consciente de que su misión, esencialmente religiosa, incluye la defensa y la
promoción de los derechos fundamentales del hombre, 334 « estima en mucho el dinamismo de
la época actual, que está promoviendo por todas partes tales derechos ». La Iglesia advierte
profundamente la exigencia de respetar en su interno mismo la justicia y los derechos del
hombre.
El compromiso pastoral se desarrolla en una doble dirección: de anuncio del
fundamento cristiano de los derechos del hombre y de denuncia de las violaciones de estos
derechos. En todo caso, « el anuncio es siempre más importante que la denuncia, y esta no
puede prescindir de aquél, que le brinda su verdadera consistencia y la fuerza de su
motivación más alta ». Para ser más eficaz, este esfuerzo debe abrirse a la colaboración
ecuménica, al diálogo con las demás religiones, a los contactos oportunos con los
organismos, gubernativos y no gubernativos, a nivel nacional e internacional. La Iglesia confía
sobre todo en la ayuda del Señor y de su Espíritu que, derramado en los corazones, es la
garantía más segura para el respeto de la justicia y de los derechos humanos y, por tanto,
para contribuir a la paz: « promover la justicia y la paz, hacer penetrar la luz y el fermento
evangélico en todos los campos de la vida social; a ello se ha dedicado constantemente la
Iglesia siguiendo el mandato de su Señor ».

15.2 Aceptación de las diferencias: Todos somos distintos pero importantes para el plan de Dios.
Aceptar las diferencias exige de nosotros reconocer lo importantes que somos en el plan de Dios; por
ello, a continuación hablaremos sobre los aspectos básicos de la Doctrina Moral Católica. Estas
reflexiones expresan los fundamentos básicos de la moral católica a la luz del documento Veritatis
Splendor, de su santidad, Juan Pablo II, que goza de la presencia del Padre.

 Inserción de la moral en la antropología cristiana


El hombre cristiano, el sujeto de la moral, se forma en el encuentro con Cristo; sólo gracias a Él
puede dar toda su talla humana, hallando el sentido de la vida en una entrega libre y confiada a Dios y
los hermanos. De ahí que la moral cristiana y, por tanto, la teología moral, no se reduzca nunca a un
mero código de mandatos y prohibiciones procedentes de los imperativos de la sola razón humana.

Seguir a Jesucristo, como "el camino, la verdad y la vida" del hombre (Jn 14, 6), no es una exigencia
que le venga meramente impuesta desde fuera a la libertad humana. La moral cristiana no es, en este
sentido, "heterónoma". Al contrario, la pregunta que el hombre lleva dentro de sí por el sentido y la
plenitud de la vida, cuya respuesta cabal encontrará en la figura y en los labios del Maestro (cf. Mt 19,
16-21), ha obtenido una primera y fundamental respuesta de Dios ya desde la creación misma (cf. VS
12). Es decir, que todo ser humano, en cuanto criatura de Dios
en Cristo, puede, en principio, conocer la ley que ha de seguir
para encontrar la vida verdadera y la Vida eterna. La ley moral
es, por tanto, "la ley propia del hombre" (VS 40). Lo cual no
obsta para que, al mismo tiempo, sea una ley que recibe
continuamente de Dios mismo, ya que "aquello que es el
hombre y lo que debe hacer se manifiesta en el momento en el
cual Dios se revela a sí mismo" (VS 10).

El cumplimiento de la ley santa de Dios no es en concreto


posible para nadie que no haya permitido que el Espíritu de
Cristo ilumine su inteligencia y libere su voluntad de la esclavitud en la que nos retiene el pecado. Si no
reconocemos que tenemos necesidad de la gracia, corremos el riesgo de alterar gravemente nuestra
vida moral cayendo en posturas farisaicas. Al sentirnos incapaces de cumplir la ley de Dios y de seguir
la voz de la conciencia, nos diremos que es una ley opresora que no se puede cumplir, tratando así de
justificarnos a nosotros mismos. "Semejante actitud corrompe la moralidad de la sociedad entera,
enseña a dudar de la objetividad de la ley moral en general y niega el carácter absoluto de las
prohibiciones sobre determinados actos humanos, y confunde todos los criterios de valoración" (VS
104). El verdadero sujeto de la moral cristiana es el hombre redimido por Jesucristo.

La gracia del Espíritu Santo constituye no sólo la fuente de la nueva vida. Ese mismo Espíritu es
también la garantía, basada en la promesa del Señor, de que en la palabra que hoy pronuncia la Iglesia
para orientar la vida de los fieles en el mundo resuena la misma voz de Jesucristo, la voz de la verdad
sobre el bien y el mal. Apoyado en dicha garantía, Juan Pablo II declara que la doctrina de la Veritatis
splendor es un desarrollo de la doctrina moral católica en las circunstancias de hoy (cf. VS 30).
Hay, pues, que decir que la inserción de la teología moral católica en la visión cristiana del hombre,
procedente de la revelación de Dios en Jesucristo, exige que la moral sea enseñada teniendo en
cuenta:
 que las posibilidades concretas del hombre son las del hombre liberado por Cristo; la moral
cristiana, por tanto, ha de hablar de la situación de pecado original y de la regeneración bautismal
que la supera y posibilita la vida moral;
 que el ámbito nutricio de la vida moral cristiana es la Iglesia, pues en ella acontece, de modo
ordinario, la dispensación de la gracia de Cristo, de quien dan testimonio la Escritura y la Tradición,
interpretadas por el Magisterio con la asistencia del Espíritu del amor y la verdad.

 Carácter integrador de la teología moral católica


A la luz de lo anteriormente dicho puede comprenderse que el magisterio del Papa, en la encíclica
Veritatis splendor, señale como incompatible con la doctrina católica la contraposición y separación
entre ley y libertad, entre ley y conciencia, entre la elección fundamental y los actos concretos, y la que,
en cierto modo, se establece también entre el objeto de los actos humanos, por un lado, y el fin o las
circunstancias de los mismos, por otro. Toda antropología cristiana y católica debe integrar esos
diversos polos; ninguno de ellos puede ser eliminado o minusvalorado. La clave de esta integración está
en concebir la libertad como inseparable de la verdad y del ser del hombre. En cambio, el influjo de esa
visión del ser humano que le tiene por el único actor y constructor de sí mismo y de su mundo ha
conducido a algunas corrientes teológicas a depreciar o incluso prácticamente a ignorar el significado de
la ley, los actos humanos y el objeto de la elección moral.
El Papa enseña también, frente a las teorías proporcionalistas o consecuencialistas, que la moral
católica no contrapone un plano de lo premoral -el de los bienes físicos que entran en juego en una
determinada decisión- a otro plano de lo moral, que sería el de las intenciones, sino que, sin infravalorar
la importancia de la intención y las circunstancias como fuentes de la moralidad de los actos, considera
ante todo el objeto elegido por la voluntad como criterio de la bondad o malicia de la elección. Aquella
contraposición es denunciada como incompatible con la unidad de la persona que actúa, la cual, cuando
elige un determinado objeto para su acción, nunca elige sólo bienes meramente "físicos", exteriores a
ella, sino que, al mismo tiempo, se elige también a sí misma como buena o como mala. Y esto, ante
todo, en función de que lo elegido sea bueno o sea malo, es decir, sea o no acorde con los bienes de la
persona tutelados por la ley moral.
La enseñanza de la moral católica, siguiendo la doctrina integradora de la Veritatis splendor, evitará,
pues, hacer propuestas unilaterales; tendrá en cuenta:
 que lejos de contraponerse entre sí, "la libertad del hombre y la ley de Dios están en armonía y
como entrelazadas en cuanto que el hombre obedece libremente a Dios y Dios dispensa una
benevolencia gratuita al hombre" (VS 41);
 que una correcta comprensión de la ley natural como la ley propia de la naturaleza personal del
hombre, nada tiene que ver con supuestos "fisicismos" o "biologicismos", sino que, por el contrario,
evita contraposiciones entre naturaleza y libertad que acaban desgarrando al hombre en su mismo
interior y dañando la convivencia en la justicia (cf. VS 47-50);
 que la atención exacta al carácter inmutable y universal de los preceptos de la ley moral, no sólo no
es incompatible con la dimensión histórica del ser humano, sino que es imprescindible para la
consecución de una historicidad auténticamente humana, es decir, construída sobre el respeto
incondicional a la dignidad inalienable de todo hombre (cf. VS 51-53);
 que no deben contraponerse entre sí ley moral y conciencia, entendiendo aquélla como algo
"abstracto" y propio de la "teoría" y ésta como lo "concreto" y propio del ámbito de la "pastoral". Se
evita así que conductas contrarias a la ley moral y, por tanto, malas de por sí, puedan ser
justificadas "en la pastoral" como "subjetivamente" rectas. Otra cosa distinta es que ciertas acciones
ilícitas no sean imputables en determinadas circunstancias; lo cual ha de ser discernido con
prudencia cristiana. Cuando dichas acciones ilícitas se tienen por subjetivamente justificadas, la
conciencia es entendida erróneamente como fuente del bien y es exonerada de formarse según la
ley moral (cf. VS 56 y 63);
 que no se debe silenciar o cuestionar la distinción entre pecado mortal y pecado venial,
adecuadamente entendida, introduciendo la nueva categoría de "pecado grave" para designar actos
que, aun eligiendo de modo libre y consciente una materia gravemente opuesta a la ley moral, no
comprometerían la opción fundamental de la persona (cf. VS 69-70);
 que "debe ser absolutamente rechazada como errónea la opinión que sostiene que es imposible
calificar como mala según su especie la elección deliberada de algunos comportamientos,
prescindiendo de la intención con la que la elección haya sido hecha o sin tener en cuenta la
totalidad de las circunstancias previsibles de aquel acto para todas las personas interesadas" (VS
82).
1.- Implicancias morales de la bioética en la actualidad
Este capítulo expresa los principales alcances de Eduardo Ojeda, quien analiza los
principales cuestionamientos actuales entre la Bioética y la postura de la Iglesia
Católica
La palabra bioética se traduce literalmente como ética de la vida. La ética tiene
que ver con la conducta de la persona humana que se asume como libre y
responsable de su destino.
Esta palabra es usada sin embargo más específicamente en relación a lo que
tiene que ver con los avances tecnológicos en el campo de la Biología y la Medicina. Avances que
provocan nuevos interrogantes en el campo de la ética. Porque cuando el hombre llega a tener en sus
manos el poder de cambiar a los seres vivos y manipularlos genéticamente, es bueno que se pregunte
cuales son los límites de sus acciones, qué es lo bueno y lo malo, lo humano y lo inhumano.
En los últimos años, debido a los desastres ecológicos que ha provocado la actividad humana, el ser
humano ha descubierto que tiene una gran responsabilidad frente a su planeta y a los otros seres vivos
que habitan en él, ya que es el único ser con la capacidad no sólo de influir en el medio ambiente sino
de transformarlo radicalmente.

La bioética y la ética cristiana


Hay una fuerte y directa relación. Sin quitarle autonomía a la ciencia, la fe cristiana le ayuda a
humanizarse y a no ver los problemas que trata con el fácil pragmatismo, pensando al hombre como un
objeto de estudio o un cobayo de laboratorio.
La ética Cristiana nos habla de la dignidad del hombre, hecho a imagen de Dios, sienta sus bases
en la Biblia y sobre todo en el mensaje de Cristo.
Jesús no formuló ningún código ético, pero sí habló acerca de la verdadera dimensión del hombre,
de su destino de grandeza y libertad, de su responsabilidad frente al proyecto del Padre Dios, proyecto
que se realiza fundamentalmente en el amor.
A la luz de este concepto, descubrimos que toda actividad humana debe tener por fin desarrollar y
hacer crecer a la persona en dignidad y en libertad; es en este punto donde la Bioética y la ética
Cristiana confluyen.
Pero este proyecto del Padre, no es algo acabado, explícito y completo, sino que debe ser
descubierto constantemente tanto en la Biblia como en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.
No se trata de buscar pasajes bíblicos aislados para fundamentar o condenar determinadas conductas.
Se trata de captar el Espíritu del mensaje evangélico para aplicarlo en el hoy.
San Ireneo de Lyon, preguntándose cual era la Gloria de Dios decía: 'La Gloria de Dios es el hombre
viviente'. El hombre viviente era para el gran pensador cristiano, el ser humano viviendo en plenitud de
dignidad, de libertad, de amor y de vida.
Juan Pablo II recordaba no hace mucho, la necesidad de una colaboración entre la ciencia, la
cultura y la religión cristiana. 'Esta colaboración -decía a los participantes de un Simposio sobre la
ciencia en el contexto de la cultura humana- es necesaria pero difícil. No obstante los prejuicios
recíprocos viejos y nuevos, que han podido alejar las unas de las otras: los trabajos de ustedes
confirman nuestra común voluntad de trabajar por el bien del hombre.' (Fuente: Osservatore Romano 6-
11-1991).

2.- La eutanasia: posición de la iglesia frente a este tema


La palabra Eutanasia viene del griego y significa: 'muerte dulce'.
En el mundo occidental, muchos han alzado la voz, pidiendo que se conceda a los enfermos
terminales el derecho de terminar su vida, antes que la enfermedad les provoque graves
sufrimientos y dolores que no desean sufrir. También se habla de aquellos que provocan la muerte
de un ser querido por piedad.
La Eutanasia se practica interviniendo para provocar la muerte en forma directa, o simplemente
omitiendo el tratamiento necesario para prolongarle la vida. En ambos casos existe la deliberada
intención de causar la muerte del enfermo.
El médico norteamericano Jack Kevorkian, apodado el 'doctor muerte', se hizo famoso y millonario al
inventar y utilizar una máquina que mata sin dolor a los pacientes que así se lo soliciten; de esta forma
según él, se logra una 'muerte digna'.
Para los cristianos la vida humana es un don sagrado y maravilloso, recibido de Dios. Por eso, la
Eutanasia es considerada como un asesinato.
'El hombre está llamado a la vida y a una plenitud de vida, que va más allá de las dimensiones de su
existencia terrena... Lo sublime de esa vocación sobrenatural, manifiesta la grandeza y el valor de la
vida humana, incluso en su fase terminal.' (Juan Pablo II, 'Evangelium Vitae' n.2)
Todo cristiano tiene el deber de respetar, valorar y defender la vida humana. No existen 'vidas inútiles'
que sean cargas para los otros. El sufrimiento y el dolor no justifican ni dan derecho a disponer de la
vida de un ser humano. La muerte no es el término final y último de la vida del hombre, ni un fin absurdo
de la misma.
La mentalidad que ve a la Eutanasia como un derecho absoluto, nace de
una visión que prescinde de Dios y que cree erróneamente que el hombre
es dueño absoluto de su vida, siendo responsable sólo ante sí mismo de
sus acciones. Por más que se quiera ver a la Eutanasia como un bien, no
deja de ser un acto absurdo e inhumano que ningún fin puede legitimar.
'El personal médico y de enfermería debe estar al servicio de la vida y
asistirla hasta el final, no puede prestarse a ninguna práctica eutanásica,
ni siquiera ante la solicitud del interesado, y
aún menos de sus parientes. En efecto, las personas no poseen un
derecho a la eutanasia, porque no existe el derecho de disponer
arbitrariamente de la propia vida. Ningún agente de la salud, por
consiguiente puede hacerse tutor de un derecho inexistente.' ('Carta de los
agentes de la salud' n. 148, Pontificio Consejo para la Pastoral de la
Salud).
Esto no significa que tenga que prolongarse artificialmente la vida de una
persona. Todos tenemos derecho a vivir y a morir dignamente.
Es lícito en un enfermo terminal, recurrir a calmantes (aun con el riesgo de acortarle la vida) que
permitan que el enfermo viva los últimos momentos de su vida sin sufrimiento innecesario. Es legítimo y
digno desear una muerte sin desfiguración, dolor y aislamiento y no se opone al Evangelio.
Un paciente terminal nos da muchas veces una lección enfrentando la muerte con gran dignidad, somos
nosotros los que deberíamos acompañar al enfermo los que a menudo nos comportamos indignamente.
(Fuentes: 'Evangelium Vitae' Juan Pablo II; Carta a los Agentes de la Salud del Pontificio Consejo para
la Pastoral de la Salud; Diccionario de Teología Moral Rossi-Valsechi).

¿Tiene derecho un enfermo terminal a conocer su situación?

No se puede negar este derecho. El enfermo debe saber la verdad. Antes de morir una persona,
debe poder disponer de su voluntad en todo lo que tiene que ver con sus relaciones familiares y
sociales.
Para el creyente en particular, este momento se ve iluminado por la fe, como la ocasión de
reconciliarse, de recibir la Santa Unción y de prepararse debidamente para el encuentro con Dios.
A veces los familiares presionan al médico para que no le revele la verdad al enfermo y piensan que
la visita del sacerdote puede asustarlo. La comunicación de una enfermedad terminal debe ser
hecha con amor, comprensión, solidaridad, y que no sea simplemente un frío y escueto comunicado
de un dato clínico. Pero el enfermo tiene derecho a conocer su situación.
La verdad es importante, debe ser dicha con amor y respeto. Los miedos y los escrúpulos no surgen
del cariño al enfermo, son muchas veces síntoma de nuestros propios miedos frente a la muerte.
El enfermo terminal nos recuerda que un día, nosotros también moriremos. Sólo quien ama la vida y
la ve como un maravilloso regalo de Dios puede enfrentar estos miedos. (Fuentes: Diccionario de
Teología Moral. Rossi-Valsechi; Carta a los agentes de la Salud del Pontificio Consejo para la
Pastoral de la Salud).

3.- El proyecto genoma humano


Se llama Genoma al conjunto de información genética que posee el ser humano en la totalidad
de sus genes. El Proyecto Genoma es una investigación que intenta descifrar el código genético
humano.
En el núcleo de las células de todos los seres vivos se encuentran los genes que se componen de
unas extrañas y complejas moléculas de una sustancia llamada ADN (ácido Desoxirribonucleico).
Estas moléculas están compuestas por varias proteínas y azúcares y tienen forma de espiral
helicoidal. Fueron descubiertas y descriptas por los científicos Watson y Crick en 1958, lo que les
valió el premio Nobel. Ellos descubrieron que estas moléculas son capaces de dividirse y construir
réplicas exactas de sí mismas, ofreciendo la información que determina la construcción de nuevas
células. Esto explica por qué los hijos se parecen a sus padres, físicamente y en su temperamento,
y por qué hay enfermedades genéticas que se transmiten de padres a hijos.
El ADN cumple un importante papel en la generación de una nueva vida. Cuando el 'Nuevo Ser'
humano ha sido concebido, el 'Cigoto', resultado de la fecundación del óvulo, ya tiene en los genes
de su núcleo celular, todas las instrucciones precisas para el futuro desarrollo de ese nuevo ser
humano. El ADN tiene información de cómo sintetizar proteínas, enzimas, hormonas y cómo
construir las distintas células de los distintos tejidos, órganos y partes del nuevo ser. Por supuesto,
este código genético es difícil de interpretar y el conjunto de su información llenaría bibliotecas
enteras; pero hoy, gracias a la tecnología, podemos descifrarlo.
Así, en un ambicioso proyecto y con el auxilio de poderosas computadoras, un conjunto de
científicos, liderados por James Watson (uno de los que descubrieron la estructura del ADN), ha
comenzado desde la década del 80, a descifrar el Genoma Humano. La información obtenida
permitirá un avance importante en la Biología y la Ciencia Médica y permitirá corregir mediante
manipulación genética, enfermedades hereditarias como el síndrome de Down, la hemofilia, la
diabetes, el asma, e incluso impedir la aparición de enfermedades que tienen base en un mal
funcionamiento de los genes como el cáncer, las afecciones cardiovasculares, y la misma obesidad.
En este sentido el uso de esta información sería deseable y positivo. Pero también esa
información se podría usar para cambiar la información genética de un embrión humano, o para
modificar a voluntad, las características de un recién nacido. Esto ya se hace con los animales y los
vegetales, pero -será oportuno con el ser humano?
Los seres humanos no somos cobayos de laboratorio, y la investigación y manipulación del
cuerpo humano y de sus genes, tiene sus límites. Es lícito poner la ciencia al servicio de la salud y
el bienestar, pero no tenemos derecho a manipular la naturaleza humana.
'La vida humana es a la vez, irreductiblemente corporal y espiritual. En razón de su unión
sustancial con un alma espiritual, el cuerpo humano no puede ser considerado ni valorado del
mismo modo que el cuerpo de los animales, ya que es parte inherente de la persona, que a través
de su Cuerpo se expresa y manifiesta.' (Carta de los Agentes de la Salud n. 39). Por su parte, la
Congregación para la Doctrina de la Fe, afirma: 'Algunos intentos de intervenir sobre el patrimonio
cromosómico y genético (genoma) no son terapéuticos sino que miran a la producción de seres
humanos seleccionados en cuanto al sexo y otras cualidades prefijadas. Estas manipulaciones
genéticas son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad e identidad. No
pueden justificarse de modo alguno a causa de posibles consecuencias beneficiosas para la
humanidad futura. Cada persona merece respeto por sí misma; en esto consiste la dignidad y el
derecho del ser humano desde su inicio.' ('Donum Vitae' n.6).
Esta práctica, llamada eugenesia, que intenta determinar las características del embrión humano,
ya fue realizada por el III Reich alemán que esterilizaba a las personas consideradas débiles y
genéticamente defectuosas, favoreciendo a su vez, a los más fuertes y con características 'arias'.
Para que el Proyecto Genoma no llegue a aberraciones como éstas, debe elaborarse un marco
ético para la investigación científica que permita fijar límites al investigador, promoviendo el respeto
por la dignidad y la vida humana. (Fuentes: Carta Pastoral de la Salud del Pontificio Consejo de
Pastoral de la Salud; 'Donum Vitae' de la Congregación para la Doctrina de la Fe).

4.- ¿Se puede admitir el aborto terapéutico?


La doctrina y la tradición cristiana afirma claramente que en ningún caso puede admitirse el
aborto. El ser humano comienza a existir desde el momento de su concepción. Desde ese momento
empieza su inalienable derecho a la vida.
El aborto siempre es una negación de la vida, como un
homicidio o un asesinato.
Algunos sin embargo dicen: 'Hay un momento en que el
embrión humano es inmaduro; además no puede sobrevivir
fuera del cuerpo de su madre por tanto aún no es un ser
humano completo'. Si éste es el criterio, se podría también
aplicar al niño recién nacido, que sin ayuda perecería. Si la
dependencia es el criterio, podría gruesamente decirse que
un bebé, o también un niño, un adolescente, un anciano, no
son seres humanos.
Otros dicen: 'No se puede obligar a la mujer violada a
tener el hijo de esa brutal agresión'. No puede remediarse
un mal con otro peor. El ser humano en gestación es
inocente y no tiene culpa de la violación. Siempre hay matrimonios que al no poder tener hijos, lo
adoptarían. No se puede vengar una injusticia en un ser inocente.
Otros dicen: 'Toda mujer puede abortar porque tiene derecho a disponer de su propio cuerpo'.
Suena muy democrático, pero esta consigna de cierto feminismo radical, desconoce que en un
embarazo hay dos vidas y dos cuerpos en cuestión: el de la madre y el del hijo (o hija) que tiene
también derecho a disponer de su cuerpo.
Otros plantean que si el niño es defectuoso o tienes defectos genéticos se puede recurrir al
aborto (eugenésico). Detrás de esa afirmación se esconde el criterio de 'control de calidad' que es
inaceptable para seres humanos. La historia ha registrado las terribles consecuencias de esa
mentalidad en la Alemania nazi. Si la perfección fuese requisito para la vida, -quién tendría derecho
a ella? No son los discapacitados los que no son felices a causa de su condición, sino los que no los
saben aceptar. Véase por ej. la película 'Mi pie izquierdo' basada en el caso real de un niño
parapléjico que demuestra el enorme potencial de las personas minusválidas.
Otros dicen: 'Si la madre está grave y peligra su vida, se puede recurrir al aborto terapéutico
para salvar a la madre'. Hoy en día la ciencia médica garantiza que prácticamente no hay
circunstancias en la cual se deba optar entre la vida de la madre o la del hijo. Este conflicto
pertenece a la historia de la obstetricia. Ya en 1951 el Congreso de cirujanos del American College
dijo que 'todo el que hace un aborto terapéutico, o ignora los métodos modernos para tratar las
complicaciones de un embarazo o no quiere tomarse el tiempo para usarlos'.
En todo caso, la ética médica recomienda que en el caso de complicaciones en el embarazo,
reconocido el valor de la vida del niño tanto como el de la madre, se debe correr riesgos
proporcionados para salvar a los dos, y nunca tener como salida la muerte premeditada de uno de
ellos. Es distinto el caso cuando se deba realizar una intervención curativa en la madre que se
juzgue inaplazable y eficaz.
Llamar 'terapéutico' a un aborto significa usar de un término en forma absolutamente impropia:
terapéutico es lo que cura; el aborto no le cura nada a nadie. (Fuentes: 'Carta de los derechos de la
Familia', n. 4.; 'Humanae Vitae' n. 14; 'Donum Vitae' n.1; Diccionario de Teología Moral. Rossi
Valsechi).

5.- ¿Son éticamente correctas las intervenciones quirúrgicas prenatales?


La cirugía prenatal puede ser realizada actualmente con muchas probabilidades de éxito. Como en
toda operación, existen riesgos, pero se han logrado corregir defectos congénitos y salvar la vida a
algunos niños. Es necesario que la intervención sea lo más segura posible. No se puede arriesgar la
vida del feto. Cuando hay garantías que el niño pueda nacer sin dificultades y existen terapias
posibles luego del nacimiento, no es oportuno poner en peligro su vida antes del nacimiento. Pero si
el feto no es viable, la intervención prenatal no sólo se puede sino que se debe realizar.

6.- ¿Es lícito experimentar nuevos medicamentos o terapias con seres humanos?
El cuerpo del ser humano no es una mera máquina biológica de tejidos y órganos, y no puede
ser valorado en la misma medida que el cuerpo de un animal. Por eso cualquier intervención sobre
el cuerpo humano no alcanza sólo a los tejidos y órganos, sino que alcanza también y en diversos
niveles a la persona misma, al yo.
En el cuerpo y a través de él se llega a la persona misma, en su realidad concreta. Por eso
cualquier intervención quirúrgica, medicinal o experimental sobre el cuerpo humano, no es neutra y
merece una valoración ética. Tomando en cuenta la valoración que la ética cristiana hace de cada
ser humano, sacamos algunos principios éticos.
Respecto al médico o investigador: Debe respetar profundamente la vida o dignidad del
paciente y tener una profunda rectitud en su investigación. No puede actuar guiado por intenciones
de lucro o prestigio, sino que debe buscar antes que nada, el bien integral del paciente, y de la
humanidad en general.
- En cuanto a las características de la investigación: Esta puede ser efectuada con objetivo de
conocimiento, utilizando métodos de observación científica, acerca de la fisiología y
comportamiento del cuerpo humano. También puede tener un fin terapéutico; en este caso
busca verificar el efecto desconocido o no, de un determinado tratamiento (farmacológico o
quirúrgico) destinado a curar una afección. Si se trata de seres humanos vivos, la investigación
directamente terapéutica es lícita, sólo si las personas no son puestas en peligro. Aunque el fin
sea noble, el paciente no es medio para lograr algo. Aún con el consentimiento del paciente no
se puede poner en peligro su vida. Aún en el caso de enfermos graves hay ciertas condiciones
para respetar: - El paciente debe ser informado previamente, conociendo en la medida de sus
posibilidades el riesgo de la intervención.
- Si el enfermo no está consciente, se recurrirá al permiso de sus familiares más cercanos.
- Es lícita la investigación terapéutica realizada en enfermos terminales en un intento de salvarles
la vida, no habiendo otra terapia alternativa que sea segura y pueda lograr este fin.
- Si la terapia experimentada no compromete su integridad física o psíquica. Se debe evaluar la
proporción entre el bien terapéutico buscado y los riesgos que se corren (cfr: 'Decálogo del
experimentador', redactado por el Tribunal de NŸremberg en 1947).
- Que se utilicen métodos terapéuticos previamente experimentados con éxito y acompañados de
un estudio profundo.
En cuanto a la investigación en animales o en cadáveres de seres humanos: Se podrá realizar una
investigación científica con animales, procurando no producirles dolor o sufrimiento innecesarios. La
vida siempre, aun cuando no sea humana, merece nuestro respeto pues viene de Dios.
Respecto a los cadáveres de seres humanos (certificado debidamente su fallecimiento), si no hay
autorización previa del difunto, se buscará la de sus familiares. Deberá ser realizada con el absoluto
respeto que merecen los restos mortales de toda persona.
Toda práctica comercial con los cadáveres o el material genético de fetos es moralmente ilícita.
Respecto al material genético humano: La enseñanza de la Iglesia afirma con determinación que es
inmoral producir seres humanos en estado embrionario, para usarlos como material biológico
disponible para investigación o experimentación. (Fuentes: Diccionario de Teología Moral, Rossi-
Valsechi; La ética en la Investigación y en la experimentación médica, Carlos A. Scarponi).

7.- La Iglesia y la donación de órganos


Desde hace algunas décadas el trasplante de órganos se ha vuelto una especialidad médica
introducida en todo el mundo con notables resultados. Durante el año pasado en Argentina, por
ejemplo, hubo 700 trasplantes, un 35% más que el año anterior. Sin embargo, la lista de los que
esperan un trasplante supera las 6.000 personas.
En el caso de las transfusiones de sangre y el trasplante de órganos, la Iglesia se ha
pronunciado favorablemente en la medida que esto significa un don para los hermanos más
necesitados. Simplemente se subraya la importancia de respetar en forma absoluta la libertad y la
conciencia del donante sin perjudicarlo en nada.
Por otro lado, la escasez de donantes obliga a costosos tratamientos para algunas
enfermedades. Así por ejemplo, a nivel mundial, el 80% de los enfermos renales no puede
conseguir el dinero suficiente para una diálisis. En Perú el costo para dializar a un paciente equivale
a lo que producen al año 50 trabajadores, en Egipto 100, y en Mozambique 750. Muchos pierden su
vida esperando algún donante. Con todo esto se deduce la urgencia de que todos tomemos
consciencia de la importancia de las donaciones de órganos.
Por otra parte, han ocurrido varios casos de negligencia culposa o de deliberados atentados
contra la integridad de las personas. Es el caso, por ej., del 'turismo de los trasplantes': europeos
que se trasladan a países del Tercer Mundo (India, Tailandia, etc.), consiguiendo allí donantes de
órganos a bajo precio. Hubo quien estimó que para el 2000 la mayoría de los pobres de la India
tendrá un solo riñón. En América Latina son conocidos los casos de tráfico de órganos, llegando al
secuestro de niños y jóvenes, especialmente en Paraguay y Brasil.
Los problemas no nos tienen que hacer olvidar el valor altamente positivo y solidario de la
donación libre y consciente de los órganos, especialmente después de la muerte. En este caso
conviene dar el propio consentimiento comunicando también a los parientes para que ellos lo
puedan confirmar en el momento que se necesite. (Fuentes: 'Muy Interesante' n. 125; Carta Pastoral
de la Salud del Pontificio Consejo de Pastoral de la Salud).

8.- La inseminación artificial y fecundación in vitro (bebe probeta)


La inseminación artificial se da cuando la
fecundación se realiza introduciendo por
medios mecánicos, el esperma del esposo o
de un donante. La Iglesia desaprueba este
método porque el acto conyugal que es la
expresión viva de la comunión entre hombre y
mujer durante el matrimonio no se puede
sustituir por un simple acto mecánico de
producción.
Por eso, si el medio técnico intenta
reemplazar al acto conyugal no es
moralmente correcto. Sólo es moralmente lícito cuando intenta ayudar al acto conyugal a ser más
pleno y efectivo pero no lo reemplaza.
No sería adecuado plantearse el recurso de adopción como una forma de vivir la paternidad y la
maternidad?
La Iglesia se opone también a la fecundación homóloga 'in vitro', más conocida como el 'bebé
de probeta'. La fecundación 'in vitro' se realiza sin el acto conyugal. El médico retira varios óvulos
del organismo de la esposa, y en una probeta a temperatura corporal, los conserva y mezcla con
esperma del esposo. Los óvulos en la probeta se fecundan con mayor facilidad que en el cuerpo
femenino. Así se obtienen varios embriones humanos. De estos se elige uno, el más viable, los
otros se desechan o conservan en nitrógeno líquido, por si la pareja los desea usar en otra
oportunidad. Luego se coloca el embrión en el útero de la madre y se espera que el embarazo
transcurra hasta el nacimiento.
Este método como el anterior, reemplaza el acto conyugal, que como medio de expresión de
amor y autodonación es el único 'lugar digno' para lograr la concepción humana. La técnica no
puede sustituir al amor conyugal, origen legítimo de la persona humana.
Los embriones desechados y guardados son seres humanos, y tienen derecho a la vida. El
guardarlos como 'depósito' abre las puertas a que los médicos dispongan de ellos como material de
laboratorio. Además para lograr la viabilidad del embrión, hubo que seleccionar a uno y desechar a
los otros. -Quiénes somos nosotros para decidir quien vive y quien muere? Sólo Dios es dueño de la
vida.
El legítimo deseo de tener un hijo tiene sus límites. El hijo no es una propiedad de los padres, ni
fruto de una técnica, merece ser fruto del amor. Tener un hijo a cualquier precio no es una expresión
de amor al hijo. (Fuentes: 'Donum Vitae'; Manipulación Genética y Reproducción Asistida en el Ser
Humano, Alejandro Daniel Balzán)

9.- ¿Qué son los comités hospitalarios de bioética?


Son organismos consultivos y educativos, que se encargan de asesorar y acompañar al
personal de salud de un hospital en la toma de decisiones respecto a la atención de los pacientes.
De esta forma se consigue mejorar la calidad de la atención al paciente respetando sus derechos y
su dignidad de persona humana.
Lo integran un médico de cada especialidad clínica (cirujano, cardiólogo, neurólogo, psiquiatra,
etc.), un asistente social, personal de enfermería, un sacerdote (o ministro de otras religiones) y un
médico miembro de la dirección del Instituto Hospitalario.
Estos comités para funcionar bien deben ser autónomos de la dirección del Hospital, la cual
participa como una voz más dentro del Comité. De esta forma se salvaguarda la independencia de
juicio, y se evita caer en decisiones que sólo favorezcan al Hospital, sin tener en cuenta los
derechos del paciente.
Las funciones de estos Comités son consultivas:
- Ayudan a los médicos y al personal de salud, a tomar decisiones en casos de pacientes terminales,
o en situaciones conflictivas con los mismos.
- Permiten salvaguardar el derecho del paciente a ser respetado en sus convicciones morales y
religiosas.
- Tienen una función educativa, puesto que informan y educan al personal de la salud sobre los
criterios éticos que se deben respetar y vivir en la atención del paciente.
- Permiten, gracias a su composición interdisciplinaria una mejor atención al enfermo. Sus decisiones
no son obligatorias pero tienen una gran jerarquía y peso; por lo general siempre son escuchadas y
aceptadas, tanto por la dirección del Hospital, como por los médicos y personal hospitalario.

En Argentina a partir de 1985 aparecen los Comités de ética Hospitalaria que ahora todos los
hospitales del Sistema Nacional de Salud deben implementar por ley.
En Uruguay existen Comités Hospitalarios de Bioética en tres Instituciones y existen dos
Comisiones de Bioética: la del Sindicato Médico del Uruguay y la de la UCUDAL (Universidad
Católica del Uruguay). A nivel legislativo el Parlamento está estudiando un proyecto de Ley para
formar una Comisión Nacional de Bioética. Las comisiones de Bioética a nivel nacional no atienden
problemas concretos, sino que desarrollan una labor de reflexión e investigación en torno a la
Bioética, y a la ética Médica. Además organizan y participan en encuentros de intercambio a nivel
internacional.

10.- Dimensión antropológica, teológica y eclesial de la sexualidad humana


10.1Dimensión Antropológica de la Sexualidad.
Cuando se estudian los aspectos biológicos de la persona y su comportamiento como
miembro de una sociedad (esta ciencia se llama antropología) salta a la vista el énfasis que
ponen ahora numerosos investigadores en hacer resaltar únicamente la vertiente física o
corporal de la sexualidad, descuidando su componente psíquico o anímico.
Sin embargo, cuando se profundiza en el estudio de estas cuestiones, uno se encuentra, en el
ecosistema de la sexualidad humana y en el claro ejemplo de la emergente sexualidad del
adolescente, que el componente espiritual, "la capacidad de autotrascendencia", es uno de los
tres apoyos del trípode sobre el que se asienta la estabilidad emocional no solamente del
individuo sino también de la sociedad. Las otras dos columnas son la dimensión psicosocial y el
componente biológico. Así, resulta que el reduccionismo científico, tan en boga, no es más que
el intento circense de que el trípode se mantenga en equilibrio con sólo un apoyo: el biológico. Y
ya estamos ante la cotidiana situación de la sexualidad reducida a la genitalidad, lo que hace
alguien pueda definir irónicamente al ser humano como "una realidad unitaria que consta de
pene y portapene".
Ciertos condicionantes científico culturales han promovido que en el reducido espacio
temporal de treinta años se hayan producido dos revoluciones sexuales (la segunda todavía en
curso), que han cambiado los comportamientos humanos más que cualquier otra revolución
conocida. La primera revolución sexual es la de los años sesenta, con el desarrollo de la
farmacología contraceptiva (la popular píldora) que, de hecho, divide la sexualidad en dos
campos. Por un lado está la capacidad de engendrar, y por otro, la capacidad de gozar del
placer sexual. Esto, en definitiva, supone un punto de partida nuevo en la historia de la
sexualidad y de la cultura de los comportamientos. Y si enlazamos con los modernos
descubrimientos en fecundación artificial, tiene pleno sentido la frase "del sexo sin procreación a
la procreación sin sexo.
La segunda se inicia, como bien muestra el famoso en los años ochenta, y supone la
aceptación paulatina y el reconocimiento social y oficial de comportamientos sexuales que
habían sido catalogados como desviados desde tiempo inmemorial. Así, por ejemplo, hay que
señalar que en 1974, la American Psychiatric Association cambió su definición de
homosexualidad como trastorno mental, considerándolo a partir de entonces como un tipo de
expresión sexual. El proceso culmina en enero de 1993, cuando la Organización Mundial de la
Salud (OMS) la excluye de su lista de enfermedades.
Nos queda señalar que en la antropología cristiana de la sexualidad destacan los siguientes
puntos: la sexualidad humana es mucho más que su mero significado procreador; la sexualidad
humana no es un elemento marginal del ser, sino que es una dimensión constitutiva de la
persona; la sexualidad es una dimensión humana a través de la cual la persona entra en
relación con los otros seres humanos. Y esto nos lleva a una afirmación básica: no es lo mismo
sexualidad que genitalidad; ya que ésta es el aspecto de la sexualidad que hace referencia a los
órganos genitales y al comportamiento sexual explícito, mientras que la sexualidad es la
dimensión de apertura de un ser que se siente proyectado hacia los otros y necesita de ellos
para su propio desarrollo personal. Tal vez lo importante sea saber qué lugar ocupa la
sexualidad en nuestras vidas de sujetos inteligentes.

10.2 El dimorfismo sexual


Es la diferenciación entre el varón y la mujer según sus caracteres morfológicos, es una
distinción biológica que tiene cuatro categorías básicas:

a) La configuración cromosómica (como en los demás mamíferos, según el par de cromosomas


sexuales: XX= hembra; XY= macho).
b) El sexo gonádico: presencia de ovarios o de testículos
c) El sexo hormonal: el predominio e estrógenos feminizantes o de andrógenos
masculinizantes.
d) La estructura reproductiva interna y la genitalidad externa.

10.3 La Identidad Sexual


La identidad sexual es un concepto empleado para definir los sentimientos personales de
masculinidad o de feminidad. La identidad sexual está producida por tres tipos de fuerzas:
biológicas, biosíquicas e intrasíquicas ligadas al entorno, particularmente a los efectos de las
actitudes de los padres y de la sociedad. Estas fuerzas corresponden a:

10.3.1 Lo biológico: En los seres humanos la “machidad” (ser varón) y la “masculinidad” (aceptar
ser varón) dependen inicialmente de los andrógenos fetales y perinatales. Lo mismo es en la
“embridad” (ser mujer) y la feminidad (aceptar ser mujer). Amabas van a la par.
10.3.2 Lo biosíquico: Aquí el entorno no sólo se refiere a los estímulos que vienen del exterior
del organismo, sino también a aquellos de origen interior, a los que la persona responde,
lo que provoca los cambios en el sistema nervioso y que da lugar a un determinado
comportamiento.
10.3.3 Lo intrasíquico: Esta categoría de fuerzas comprende dos partes. La primera deriva del
efecto de modelaje, de la recompensa y del castigo que no dejan trazas de conflicto
intrasíquico. La segunda comprende los efectos de los taumatismos, de la frustración, de
los conflictos, así como de los esfuerzos que la persona hace para asegurarse
gratificación y tranquilidad.
El proceso de identificación que conduce a la identidad de género así como la identidad personal,
es un proceso de orden psicológico y fundamentalmente afectivo. El niño debe “des-identificarse”
de su madre para acceder a la masculinidad. En la niña no se da tal discontinuidad, gracias al
contacto con su madre, connaturalmente, adquiere el sentimiento de ser una mujer en devenir.

11.- Los desórdenes


Los desórdenes de la identidad de género se pueden agrupar en desviaciones (variantes) y
perversiones (neurosis sexuales). El primero comprende las aberraciones de la masculinidad y de la
feminidad que no son el resultado de un conflicto intrasíquico; el segundo es el resultado de tales
conflictos. Una fuerza potente inesperada (biológica o remota desde los inicios del período
posnatal), que modifica el equilibrio del desarrollo del núcleo de la identidad sexual, puede producir
una variante, como el hombre transexual que escoge un objeto del mismo sexo, pero teniendo una
identidad sexual opuesta.
La forma más extrema de la inversión sexual es el transexualismo: la creencia de una persona –
anatómicamente normal – de pertenecer al sexo opuesto. Esta inversión se da en el ámbito tanto de
uno como del otro sexo, donde se puede observar ese comportamiento aún desde la precoz edad
de un año. A medida que se desarrolla la identidad sexual, no se da ninguna traza de
comportamiento adecuado a su género sino que más bien se identifican cada vez más con el sexo
opuesto.

11.1 La relación sexual


Tiene cuatro connotaciones en el comportamiento sexual de cualquier ser humano: pro
creativa, afectiva, cognitiva y placentera. Estas se dan en mayor grado, de forma gradual, y
de forma relativa. Pero son componentes que deben estar en toda conducta sexual.

- Significado procreativo
El comportamiento sexual humano se genera desde las fuerzas vitales de las pulsiones biológicas y
en su realización cobra decisiva importancia el fondo biológico. La función reproductora es parte de
la sexualidad humana y debe ser responsablemente regulada.

- Significado cognitivo
Es la tendencia de comunicarse con el otro para compartir con él la propia vida, coexistiendo y
conviviendo en un dual y único proyecto biográfico, en que es posible la unión y comunión.
Si no se tiene lo cognitivo, la relación sexual se convertiría en mera sexualidad genitalizada, un
irracionalismo sexual, aislamiento e incomunicación erótica o despersonalización sexual.

- Significado afectivo
Se caracteriza por el amor (un solo corazón, una sola lama). El verdadero significado afectivo de la
sexualidad se encuentra en las actitudes, sentimientos, actitudes y afectos fuertemente vinculadas y
condicionados por la voluntad; distinguiendo el querer del mero desear y del mero apetecer.

- Significado placentero
Para Aristóteles, el placer era el resultado de toda obra bien realizada. A la sexualidad acompaña el
placer, sin caer en una mentalidad neoplatónica, en la concupiscencia (mero placer sexual). Si es
así degradan la sexualidad a un fenómeno superficial llamado fun sex (sexualidad recreativa), es
decir, sexualidad banalizada o trivializada.

11.2 Dimensión Teológica de la sexualidad


Pero para comprenderla cabalmente esta dimensión, se requiere un estudio global, analizando los
distintos elementos que comporta e integrándolos en la totalidad de la persona. Así lo hace el
Catecismo: «La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su
cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de
procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro».
Porque la consideración aislada de la sexualidad, como sucede frecuentemente, tiene el evidente
peligro de desvincularla del conjunto total de la persona y, por tanto, de exagerar su papel en la
existencia humana. El hombre es un ser sexuado, pero eso no significa que apenas sea otra cosa
que sexo. Esta absolutización de lo parcial - en frase de R. Allers - fue el error que cometió Freud
con su doctrina del psicoanálisis, tan presente curiosamente en gran parte de los planteamientos
actuales sobre el sexo.
La doctrina cristiana postula que para penetrar en la verdad y significado último de la sexualidad hay
que admitir a la vez la unidad sustancial de la persona y que la sexualidad pertenece al modo de ser
de la persona humana.
Se hace necesaria una referencia directa a Dios, de Quien el hombre es imagen para alcanzar una
mínima comprensión de las características y exigencias del amor personal y, por tanto, de las
directrices morales que lo salvaguardan.
11.3 La sexualidad y la fe cristiana
La Sexualidad en las Sagradas Escrituras
Dios nos creó seres sexuados, por lo tanto busquemos los designios de Dios sobre la sexualidad
humana.

- En el Antiguo Testamento
Las enseñanzas corresponden a una normatividad
sancionadora y tajante, es un asunto social, más que
individual. Veamos porque algunas prácticas son
condenadas:
1. La prostitución sagrada no es prohibida por ser un
pecado sexual sino por ser un acto de idolatría
(Dt.23, 18-19; Lev. 19, 29; 21,9).
2 El noveno mandamiento prohíbe codiciar la mujer
ajena porque se trata de una falta contra la justicia,
más que contra la rectitud sexual (Ex. 20, 17; Dt.
5,21).
3 En cambio, el sexto mandamiento expresa la única y gravísima prohibición que pesa sobre
el ejercicio de la sexualidad: el adulterio (Ex. 20, 14; Dt.5, 18; Lv. 18,20; pro 6,20-35; Eclo
23, 16-27). La fidelidad conyugal es signo de la alianza de Dios con su pueblo (Mal 2, 10-
16). La infidelidad es tan grave que merece la pena de muerte (Lv 20,10; Dt 22, 22).
4 En caso de violación de una mujer virgen, la ley distingue dos situaciones: sila mujer está
comprometida, en cuyo caso hay también adulterio; o si no está comprometida (Dt. 22,23-
27).
5 Estando permitida la poligamia, la prohibición del incesto es muy detallada ( Lv 18, 6.18)
6 El acto homosexual es severamente condenado y castigado con la muerte ( Lv
18,22;20,13). También se condena el travestismo (Dt 22,5)
En la Biblia como en casi todos los pueblos antiguos, la sexualidad está revestida de cierto tabú y
contaminada de magia y cierto temor. Tanto la eyaculación como la menstruación son consideradas
causa de impureza ritual (Lv 12; 15, 19-33).

- En el Nuevo Testamento
Jesús no se ocupa demasiado de la sexualidad; respeta la vigencia de la ley y de los profetas; no
observa lo externo, sino la interioridad del hombre (Mt 5, 17-20; 7,
19-22).
1 En cuanto al adulterio, Jesús dice: “El que mira a una mujer
deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”. (Mt 5,
28).
2 En cuanto al divorcio, Jesús manifiesta que comete adulterio si
uno de los dos se vuelve a casar. Pero, también señala que el
vínculo se declara nulo solo cuando la pareja se ha unido
ilícitamente (Mt 5, 31-32).
3 Se comprueba que el tema del matrimonio está muy presente
en su predicación: El banquete de bodas (Mt. 22, 1-10); en una
fiesta de bodas donde hay que ir con la túnica correspondiente
(Mt. 22, 11-14); las vírgenes que esperan la llegada del novio
(Mt 25,1-12). Las bodas de Caná de Galilea (Jn 2, 1-11) …
4 Jesús se compadece de la mujer que sufría de flujos de sangre, por lo que estaba en constante
estado de impureza (Lc 8, 43-46).
5 Jesús condena el adulterio pero otra cosa es humillar y matar a la mujer adúltera, por eso la
perdona (Cf. Jn 8,1-11), sus apóstoles se escandalizan cuando lo ven conversando con la
samaritana (Cf. Jn 4,1-31).

11.4 Dimensión eclesial de la sexualidad

Significado de la sexualidad
La sexualidad es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de
manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. Por eso, es
parte integrante del desarrollo de la personalidad y de su proceso educativo: «A la verdad en el sexo
radican las notas características que constituyen a las personas como hombres y mujeres en el
plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su
inserción en la sociedad».
La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el
psicológico y espiritual con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones. Esta diversidad,
aneja a la complementariedad de los dos sexos, responde cumplidamente al diseño de Dios en la
vocación enderezada a cada uno.

Situación actual
Los educadores y los padres reconocen con frecuencia no estar suficientemente preparados para
llevar a cabo una adecuada educación sexual. La escuela no siempre está capacitada para ofrecer
una visión integral del tema; la cual quedaría incompleta con la sola información científica.
Es también laudable el esfuerzo de cuantos, con seriedad científica, estudian el problema, a partir
de las ciencias humanas integrando los resultados de tales investigaciones en un proyecto conforme
a las exigencias de la dignidad humana, como aparece en el Evangelio.

Declaraciones del Magisterio


Las declaraciones del Magisterio sobre educación sexual reflejan un progreso que responde a
las justas exigencias de la historia en plena fidelidad a la tradición.
El Concilio Vaticano II en la «Declaración sobre la Educación cristiana» presenta la perspectiva
correspondiente a la educación sexual tras afirmar el derecho de la juventud a recibir una
educación adecuada a las exigencias personales.
El Concilio concreta: «Hay que ayudar, pues, a los niños y a los adolescentes, teniendo en
cuenta el progreso de la psicología, de la pedagogía y de la didáctica, para desarrollar
armónicamente sus condiciones físicas, morales e intelectuales, a fin de que adquieran
gradualmente un sentido más perfecto de la responsabilidad en el recto y laborioso desarrollo de la
vida, y en la consecución de la verdadera libertad, superando los obstáculos con grandeza y
constancia de alma. Hay que iniciarlos, conforme avanza su edad, en una positiva y prudente
educación sexual»
En la Exhortación apostólica sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual, Juan
Pablo II reserva un puesto destacado a la educación sexual como un valor de la persona. «La
educación para el amor como don de sí mismo, dice el Santo Padre, constituye también la premisa
indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada.
Ante una cultura que "banaliza" en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive
de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el
servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y
plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona —cuerpo,
sentimiento y espíritu— y manifiesta su significado intimo al llevar la persona hacia el don de sí
misma en el amor».

Concepción cristiana de la sexualidad.


La visión cristiana del hombre, reconoce al cuerpo una
particular función, puesto que contribuye a revelar el sentido de
la vida y de la vocación humana. La corporeidad es, en efecto, el
modo específico de existir y de obrar del espíritu humano. Este
significado es ante todo de naturaleza antropológica: «el cuerpo
revela el hombre», «expresa la persona» y por eso es el primer
mensaje de Dios al hombre mismo, casi una especie de
«sacramento primordial, entendido como signo que transmite
eficazmente en el mundo visible, el misterio invisible escondido
en Dios desde la eternidad».
El cuerpo, en cuanto sexuado, manifiesta la vocación del
hombre a la reciprocidad, esto es, al amor y al mutuo don de sí.
El cuerpo, en fin, llama al hombre y a la mujer a su constitutiva
vocación a la fecundidad, como uno de los significados
fundamentales de su ser sexuado.
La distinción sexual, que aparece como una determinación
del ser humano, supone diferencia, pero en igualdad de
naturaleza y dignidad.

11.5 Virginidad y Castidad


Jesús ha indicado, por otra parte, con el ejemplo y la palabra, la vocación a la virginidad por
el reino de los cielos. La virginidad es vocación al amor: hace que el corazón esté más libre
para amar a Dios. Exento de los deberes propios del amor conyugal, el corazón virgen puede
sentirse, por tanto, más disponible para el amor gratuito hacia los hermanos.
En consecuencia, la virginidad por el reino de los cielos, expresa mejor la donación de
Cristo al Padre por los hermanos y prefigura con mayor exactitud la realidad de la vida eterna,
que será esencialmente caridad.
La virginidad implica, ciertamente, renuncia a la forma de amor típica del matrimonio, pero
asume a nivel más profundo el dinamismo, inherente a la sexualidad, de apertura oblativa a los
otros, potenciado y transfigurado por la presencia del Espíritu el cual enseña a amar al Padre y
a los hermanos como el Señor Jesús.
La Constitución Pastoral «Gaudium et spes», a propósito de la dignidad del matrimonio y de
la familia, presenta esta última como el lugar preferente para la formación de los jóvenes en la
castidad. Pero siendo ésta un aspecto de la educación integral, exige la cooperación de los
educadores con los padres en el cumplimiento de su misión. Esta educación, en definitiva, se
debe ofrecer a los niños y jóvenes en el ámbito de la familia y darla de manera gradual, mirando
siempre a la formación integral de la persona.

Función de la familia
El afecto y la confianza recíproca que se viven en la familia
ayudan al desarrollo armónico y equilibrado del niño desde su
nacimiento. Para que los lazos afectivos naturales que unen a los
padres con los hijos sean positivos en el máximo grado, los padres,
sobre la base de un sereno equilibrio sexual, establezcan una
relación de confianza y diálogo con sus hijos, siempre adecuada a
su edad y desarrollo.
Para brindar a los hijos orientaciones eficaces necesarias para
resolver los problemas del momento, antes de dar conocimientos
teóricos, sean los adultos ejemplo con el propio comportamiento. Los
padres cristianos deben tener conciencia de que ese ejemplo
constituye la aportación más válida a la educación de sus hijos.
Éstos, a su vez, podrán adquirir la certeza de que el ideal cristiano
es una realidad vivida en el seno de la propia familia.

La comunidad eclesial
La Iglesia, madre de los fieles engendrados en la fe por ella en el Bautismo, tiene, confiada por
Cristo, una misión educativa que se realiza especialmente a través del anuncio, la plena comunión
con Dios y los hermanos y la participación consciente y activa en la liturgia eucarística y en la
actividad apostólica. La comunidad eclesial constituye, desde el abrirse a la vida, un ambiente
adecuado a la asimilación de la ética cristiana en la que los fieles aprenden a testimoniar la Buena
Nueva.
Las dificultades que la educación sexual encuentra a menudo en el seno de la familia, requieren
una mayor atención por parte de la comunidad cristiana y, en particular de los sacerdotes, para
lograr la educación de los bautizados. En este campo están llamados a cooperar con la familia, la
escuela católica, la parroquia y otras instituciones eclesiales.

Catequesis y educación sexual


La catequesis está llamada a ser terreno fecundo para la renovación de toda la comunidad
eclesial. Por tanto, para llevar a los fieles a la madurez de la fe, aquélla debe ilustrar los valores
positivos de la sexualidad, integrándolos con los de la virginidad y el matrimonio, a la luz del misterio
de Cristo y de la Iglesia.
Esta catequesis debería poner de relieve que la primera vocación del cristiano es amar, y que la
vocación al amor se realiza por dos caminos diversos: el matrimonio o el celibato por el Reino.
«El matrimonio y la virginidad son dos modos de expresar y de vivir el único Misterio de la
Alianza de Dios con su pueblo».
Para que las familias tengan la certeza de que la catequesis no se separa en absoluto del
Magisterio de la Iglesia, los Pastores deben preocuparse tanto de la elección y preparación del
personal responsable cuanto del determinar los contenidos y métodos.

Función de la escuela en relación a la educación sexual


La escuela puede contribuir a la consecución de este objetivo de diversas maneras. Todas las
materias se prestan al desarrollo de los temas relativos a la sexualidad; el profesor lo hará siempre
en clave positiva y con gran delicadeza, discerniendo concretamente la oportunidad y el modo.
La educación sexual individual por su valor prioritario, no puede ser confiada indistintamente a
cualquier miembro de la comunidad escolar. En efecto, como se especificará más adelante, además
de recto juicio, sentido de responsabilidad, competencia profesional, madurez afectiva y pudor, esta
educación exige en el educador una sensibilidad exquisita para iniciar al niño y al adolescente en
los problemas del amor y de la vida sin perturbar su desarrollo psicológico.

Material didáctico apropiado


Facilita la educación sexual correcta, un material didáctico apropiado. Para prepararlo
adecuadamente, se requiere la colaboración de especialistas en teología moral y pastoral, de
catequistas y de pedagogos y psicólogos católicos. Póngase particular atención al material
destinado al uso inmediato de los estudiantes.
Ciertos textos escolares sobre la sexualidad, por su carácter naturalista, resultan nocivos al niño
y al adolescente. Aún más nocivo es el material gráfico y audiovisual, cuando presenta crudamente
realidades sexuales para las que el alumno no está preparado y así le proporciona impresiones
traumáticas o suscita en él malsanas curiosidades que lo inducen al mal. Los educadores piensen
seriamente en los graves daños que una irresponsable actitud en materia tan delicada puede causar
a los alumnos.

ACTIVIDADES

Las siguientes interrogantes deben ser analizadas y reflexionadas en equipos cooperativos


1. ¿Qué significado tiene para el cristiano la dignidad humana?
2. Opinen ¿El hombre pierde su dignidad? ¿en qué momento o circunstancia? Fundamenten.
3. ¿Por qué es necesario la inserción de la moral en la antropología cristiana?
4. Realiza una síntesis de las implicancias morales de la Bioética, de la Eutanasia, del Aborto y
los enfoques correctos que se debe dar a la sexualidad en la actualidad.

LA IGLESIA EN EL PROCESO HISTÓRICO


SESIÓN Nº 16

EL MAGISTERIO SOCIAL DE LA IGLESIA EN EL PROCESO HISTÓRICO

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


 LECTURA REFLEXIVA
 CONTENIDOS:
Introducción
1. Dimensión social del mensaje cristiano primitivo
2. La formación del patrimonio histórico
3.- El Magisterio Social Pontificio

INTRODUCCIÓN
La Iglesia, desde sus inicios, ha denunciado las injusticias
sociales y ha ofrecido sus posiciones éticas sobre el particular.
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento
contienen un conjunto de enseñanzas sociales orientadas, al
establecimiento de la justicia entre los hombres. Esta
preocupación por las causas sociales ha sido una posición
constante en los distintos momentos de la vida de la Iglesia.
Esta reflexión adquiere una sistematización particular en el
siglo XIX, con el inicio de la industrialización, que suscita
nuevos y graves problemas sociales, debido a las nuevas
condiciones de trabajo.
En estas circunstancias, se origina una nueva etapa de la
reflexión moral de la Iglesia, que se inaugura con la encíclica
Rerum novarum, y que más adelante se conocerá como enseñanza o doctrina social de la Iglesia, la cual
pretende elaborar su juicio moral sobre las injusticias cometidas en el mundo del trabajo. Posteriormente
esta enseñanza, de acuerdo a las nuevas circunstancias históricas, se va pronunciando sobre nuevos y
complejos problemas de carácter económico, político y social hasta abordar esta problemática en su
dimensión internacional. Sollicituo rei socialis nos presenta una definición sobre esta doctrina en los
siguientes términos:
"La doctrina social de la Iglesia es la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión
sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional,
a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar estas realidades,
examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su
vocación terrena a la vez trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana"
(Sollicitudo rei socialis, 41).
En este proceso de discernimiento, el magisterio de la Iglesia con el auxilio del Espíritu de Dios,
identifica las desviaciones y aciertos de la sociedad e interpreta las auténticas necesidades a las que el
hombre debe atender y comprometerse. Desde esta perspectiva, la DSI es parte esencial del mensaje
cristiano y con su difusión se convierte en instrumento de evangelización.

1. Dimensión social del mensaje cristiano primitivo


A. Historia de la salvación
La doctrina social hunde sus raíces en la historia de la salvación y encuentra su origen en la misma
misión salvífica y liberadora de Jesucristo y de la Iglesia. Ella se vincula con la experiencia de fe en la
salvación y en la liberación total del pueblo de Dios, descrita primeramente en el Génesis, en el Éxodo,
en los Profetas y en los Salmos, y después, en la vida de Jesús y en las Cartas Apostólicas.

B. Misión de Jesús
La misión de Jesús y el ejemplo de su vida han dejado claro que la verdadera dignidad del hombre
se encuentra en un espíritu liberado del mal y renovado por la gracia redentora de Cristo. Pero el
Evangelio muestra también con abundancia de testigos que Jesús no fue indiferente ni extraño al
problema de la dignidad y de los derechos de la persona humana, ni a las necesidades de los más
débiles, de los más necesitados y de las víctimas de la injusticia. En todo momento El ha revelado una
solidaridad real con los más pobres y desdichados; ha luchado contra la injusticia, la hipocresía, los
abusos de poder, el afán de lucro de los ricos, indiferentes a los sufrimientos de los pobres, haciendo
una enérgica llamada al rendimiento de cuanta final, cuando volverá con gloria para juzgar a vivos y
muertos.
En el Evangelio se contienen claramente algunas verdades fundamentales que han forjado
profundamente el pensamiento social de la Iglesia en su camino a través de los siglos. Así, por
ejemplo, Jesús afirma y proclama una esencial igualdad en dignidad entre todos los seres humanos,
hombres y mujeres, cualquiera que sea su etnia, nación o raza, cultura, pertenencia política o
condición social. En su mensaje está contenida además una concepción del hombre entendido como
un ser social en virtud de su misma naturaleza, en cuanto que se afirma la dignidad del matrimonio que
constituye la primera forma de comunicación entra las personas. De la fundamental igualdad en
dignidad entre todos los hombres y de su intrínseca natural sociabilidad nace necesariamente la
exigencia de que las relaciones en la vida social se establezcan según criterios de una eficiente y
humana solidaridad, esto es, según criterios de justicia, vivificada e integrada por el amor.
Además de estos valores contenidos en el Evangelio, hay otros muchos de no menor importancia y
no menor incidencia sobre el orden social, como por ejemplo: los valores referentes a la institución de
la familia unitaria e indisoluble, origen de la vida; los valores relativos al origen y a la naturaleza de la
autoridad, que es concebida y ejercitada como un servicio para el bien común del grupo social del cual
es expresión directa y sobre el cual actúa, en armonía con el bien universal de toda la Familia humana.

C. Misión de la Iglesia
La Iglesia se alimenta del mismo misterio de Cristo, Evangelio encarnado, para anunciar, como El,
la Buena Nueva del Reino de Dios y llamar a los hombres a la conversión y a la salvación. Esta misión
evangelizadora de la Iglesia recibida de Cristo constituye su característica más profunda. Pero
precisamente de ella derivan obligaciones, indicaciones y fuerzas que pueden contribuir a construir y
consolidar la comunidad de los hombres según la ley divina.
En la enseñanza y en la praxis social la Iglesia de los primeros siglos y de la Edad Media no hace
más que aplicar y desarrollar los principios y las orientaciones contenidas en el Evangelio. Moviéndose
dentro de las estructuras de la sociedad civil, busca humanizarlas con espíritu de justicia y de caridad,
uniendo la obra de evangelización con oportunas intervenciones caritativo-sociales. Los Padres de la
Iglesia son conocidos no sólo como intrépidos defensores de los pobres y de los oprimidos, sino
también como promotores de instituciones asistenciales (hospitales, orfanatos, hospederías para
peregrinos y forasteros), y de concepciones socio-culturales que han inaugurado la era de un nuevo
humanismo radicado en Cristo.
Se trata la mayor parte de las veces de obras supletorias, determinadas por la insuficiencia y por las
lagunas en la organización de la sociedad civil, que demuestran de cuántos sacrificios y de cuánta
creatividad son capaces las almas penetradas de los ideales del Evangelio. Gracias a los esfuerzos de
la Iglesia ha sido reconocida la inviolabilidad de la vida humana, la santidad e indisolubilidad del
matrimonio, la dignidad de la mujer, el valor del trabajo humano y de cada persona, contribuyendo de
esta forma a la abolición de la esclavitud que formaba parte normal del sistema económico y social del
mundo antiguo.
El progresivo desarrollo de la actividad teológica primero en los monasterios y después en las
Universidades, ha hecho posible la elaboración científica de los principios básicos que regulan la
ordenada convivencia humana. A tal respecto permanece como valor perenne el pensamiento de Sto.
Tomás de Aquino, de Francisco Suárez, de Francisco de Vitoria y de tantos otros. Ellos, junto con
varios insignes filósofos y canonistas, han preparado los presupuestos y los instrumentos necesarios
para la elaboración de una verdadera y propia doctrina social, tal como fue iniciada bajo el Sumo
Pontífice León XIII y continuada por sus sucesores.
La afirmación de esta dimensión social del cristiano se hace cada día más urgente por los cambios
constantemente más amplios y profundos que se producen en la sociedad. Ante los problemas
sociales, siempre presente en las diversas épocas de la historia, pero que en nuestro tiempo se hacen
mucho más complejos y se extienden a escala mundial, la Iglesia no puede abandonar su reflexión
ética y pastoral -en su propio campo- para iluminar y orientar con su enseñanza social los esfuerzos y
las esperanzas de los pueblos, haciendo desde luego que los cambios, incluso radicales, exigidos por
las situaciones de miseria y de injusticia, se realicen de tal manera que favorezcan el verdadero bien
de los hombres.

2. La formación del patrimonio histórico


A. Ambiente socio-cultural
En toda época la doctrina social, con sus principios de reflexión, sus criterios de juicio y sus
normas de acción no ha tenido, ni hubiera podido tener otra finalidad que la de iluminar
especialmente, partiendo de la fe y de la tradición de la Iglesia, la situación real de la sociedad,
sobre todo cuando en ella se ofende la dignidad humana.
En esta perspectiva, dinámica e histórica, resulta que el verdadero carácter de la doctrina social
se determina por la correspondencia de sus indicaciones relativas a los problemas de una situación
histórica concreta con las exigencias éticas del mensaje evangélico, que requiere una
transformación profunda de la persona y de los grupos para obtener una liberación auténtica y
integral.
Sin embargo, para la comprensión del desarrollo histórico de la doctrina social es preciso ahondar
en el contexto socio-cultural de cada documento y comprender las condiciones económicas,
sociales, políticas y culturales en las que se publicó. En esas diversas circunstancias se puede
entonces descubrir mejor la intención pastoral de la Iglesia ante la situación de la sociedad que se
examina y la amplitud del problema social.
Tanto los principios-base provenientes directamente del concepto cristiano de la persona y de la
sociedad humana, como los juicios morales sobre determinadas situaciones, instituciones y
estructuras sociales, permiten comprender el significado de la presencia histórica de la Iglesia en el
mundo. Se puede afirmar que cada documento social es un ejemplo y una prueba de ello.

B. Cambios del siglo XIX y aportaciones del pensamiento católico


En concreto, se debe recordar la nueva situación creada en el siglo XIX en Europa y en parte de
América como consecuencia de la revolución industrial, del liberalismo, del capitalismo y del
socialismo. En tal situación, no pocos católicos de diversos países europeos, de acuerdo con las
exigencias éticas y sociales de la palabra de Dios, y con la constante enseñanza de los Padres de la
Iglesia, de los grandes teólogos de la Edad Media y, sobre todo, de Santo Tomás de Aquino,
promovieron el despertar de la conciencia cristiana ante las grandes injusticias surgidas en aquella
época. Comenzó así a delinearse una concepción más moderna y dinámica de la forma en la que la
Iglesia debería estar presente y ejercitar su influencia en la sociedad. Se comprendió la importancia
de su presencia en el mundo y el estilo de actuación que los nuevos tiempos le pedían. Sobre estos
supuestos se apoya toda la doctrina social de la Iglesia desde entonces hasta nuestros días. Es pues
en esta perspectiva en la que han de leerse y comprenderse los documentos del Magisterio social

3. El Magisterio Social Pontificio


Es el conjunto de documentos (encíclicas, exhortaciones, cartas apostólicas, etc.) escritos por los
Papas para enseñar sobre cuestiones sociales.
La primera encíclica social, Rerum Novarum, es de 1891. Salió a la luz en plena ebullición del
capitalismo liberal y el marxismo. Fue una respuesta oportuna y clara a las cuestiones sociales. Hoy la
historia le da la razón. Las ideologías que combatían lo que el Papa León XIII dice en esta famosa
encíclica, han desaparecido víctimas de sus propias contradicciones: el muro de Berlín las enterró con
su caída en 1989.
"Rerum Novarum" (Sobre las cosas nuevas)
Fue escrita por León XIII en 1891. Trata sobre el problema de los obreros,
rechazando los abusos a que eran sometidos por parte del capitalismo liberal,
así como el engaño y la manipulación del socialismo marxista.

"Cuadragésimo Armo" (A los cuarenta años)


Escrita por Pío XI en 1931, es una evaluación de la realidad social hecha 40
años de de la anterior encíclica. Rechaza tanto la ideología capitalista como la
ideología marcista y defiende el derecho de la propiedad, así corno la justa
retribución del trabajador salario.

"Mater et Magistra" (Madre y maestra)


Escrita por Juan XXIII en 1961, trata sobre la nueva situación social, que se
caracteriza por la "mundialización" del problema social:
países ricos en relación con países pobres. Describe el subdesarrollo y critica
la falta de solidaridad de los países ricos ante los sufrimientos y privaciones de
los países pobres.

"Pacem in Terris" (Paz en la tierra)


También de Juan XXIII, en 1963. Es importante porque habla acerca de los
derechos humanos, y porque hace un llamamiento a la paz, ante la posibilidad
de una guerra nuclear entre las superpotencias. La paz debe basarse en el
respeto entre los hombres y Estados.

"Populorum Progressio" (El progreso de los


pueblos)
Escrita por Pablo VI en 1967, toca el tema del desarrollo integral y solidario,
y lo define como "el paso de condiciones menos humanas a más humanas".
Insiste en un punto gran importancia: la economía debe estar al servicio del
hombre, no el hombre al servicio de la economía.

"Octogésima Adveniens" (En el octogésimo aniversario)


Escrita también por Pablo VI en 1971, es una carta que conmemora el
octogésimo aniversario de la "Rerum Novarum" en donde analiza la ideologías
más destacadas en momento y subraya la importancia de cambiar las
estructuras temporales y los corazones para dar solución al problema social.

"Laborera Exercens" (Ejerciendo el trabajo)


Es la primera encíclica social escrita por Juan Pablo II, en 1981. Enseña cuál es la visión cristiana
del trabajo a partir del ejemplo de Jesús, cuya vida oculta es un verdadero "Evangelio del trabajo".
Destaca también, la primacía del trabajo sobre el capital, por expresión de un sujeto humano.

"Sollicitudo Reí Socialis" (La preocupación social de la Iglesia)


También de Juan Pablo II, en 1987, para celebrar en vigésimo aniversario de la
"Populorum Progressio". Señala que el subdesarrollo es una amenaza para la
unidad del género humano y cómo la división del mundo en bloques ideológicos y
económicos no ayuda al desarrollo de los pueblos más necesitados.

"Centesimus Annus" (Cien años después)


Es la última encíclica social de Juan Pablo II, escrita en 1991 para celebrar el
centésimo aniversario de la "Rerum Novarum". En ella, el Papa analiza el derrumbe
del marxismo ocurrido en 1989, así como el papel del Estado en la transformación
social, y subraya los elementos principales de una correcta antropología cristiana, fundamento de la
Doctrina Social de la Iglesia.
Con el paso del tiempo, aparecerán nuevos documentos. La preocupación de la Iglesia por los
asuntos sociales es grande y no es asunto concluido, ella seguirá respondiendo constantemente a los
desafíos de la realidad según el Evangelio siempre actual a lo largo de la misión.
De este recorrido por las principales encíclicas sociales, sacamos una conclusión: a lo largo de la
historia, los que han vivido más comprometidos con la realidad social de los hombres y han contribuido
más a solucionarla han sido los santos.
SESIÓN Nº 17
PROYECTO DE VIDA: UN CAMINAR HACIA DIOS Y NUESTRA REALIZACIÓN …

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


 LECTURA REFLEXIVA
Estaba una vez un campesino contemplando un gran monte de
mazorcas de maíz. Llegó un compañero y le preguntó qué hacía.
Él respondió: estoy pensando en todo el trabajo que tengo con
este gran montón de mazorcas: hay que pelarlas y desgranarlas
una por una. Y cada vez que las veo tengo menos ganas de
trabajar. Su amigo le contestó: si desde que llegaste hubieras
comenzado con la primera mazorca, el monte sería mucho menor

Hacer un proyecto no significa remediarlo todo de una vez. Eso es


imposible. Significa simplemente ponerte a trabajar ya para que,
poco a poco, se hagan accesibles los grandes objetivos que se te
pueden ocurrir. Hacer tu proyecto es decidir de un modo práctico y
operativo, implicarte más en tu propio proceso humano, creyente y
vocacional; es entrar en una dinámica de conciencia de tu propio
proceso.

 CONTENIDOS:
PROYECTO DE VIA O PROYECTO PERSONAL DE VIDA (PPV)
1.- ¿Qué es un PPV?
2. ¿Para qué un PPV?
3. Mediaciones en el trabajo del PPV
4. ¿Qué PPV hay que hacer en cada fase del proceso de crecimiento espiritual?
5. Conclusiones

PROYECTO DE VIA O PROYECTO PERSONAL DE VIDA (PPV)


Hoy en día, ningún grupo humano que desee alcanzar sus objetivos
los acometerá sin elaborar un proyecto o un plan para conseguirlos.
Individualmente no estamos tan acostumbrados a funcionar de este
modo sino en determinados aspectos de nuestra vida: por ejemplo,
podemos programarnos el tiempo de estudio para una asignatura o el
número de horas que a la semana vamos a practicar deporte. Pero nos
parecería extraño programar toda nuestra vida, desde un enfoque de
proyecto.
A esta dificultad hay que sumar que, en la vida espiritual de una
persona, se supone que interactúan de manera simultánea Dios y la
persona. En tono de broma, podríamos decirnos “para qué planifico mi
vida, si Dios va a hacer lo que le parezca bien”.
Asumiendo estos retos, creo que podemos decir que si alguien
quiere vivir activamente su existencia y, en este caso, su proceso de
crecimiento espiritual, tendrá más posibilidades de ir avanzando si
proyecta y revisa su vida desde su fe y si lo hace “como si todo
dependiera de sí”.

1.- ¿Qué es un PPV?


El Proyecto Personal de Vida es un medio o instrumento que utilizo para favorecer el crecimiento
espiritual, esto es, para avanzar en el seguimiento de Jesús y en la construcción del Reino, desde un
proceso paulatinamente integrador de nuestra FE, nuestra VIDA y nuestro MUNDO, sabiendo de
dónde parto (mi realidad actual), a dónde quiero llegar (la realidad a que me siento llamado) y qué
camino voy a utilizar para conseguirlo.

2. ¿Para qué un PPV?


Concretamente, el PPV es una mediación para el crecimiento espiritual de las personas. Este
crecimiento se da a través de un proceso -del que hablaremos enseguida- que puede ser vivido de
un modo más o menos consciente por la persona que lo experimenta. La apuesta inicial es que
cuando se utiliza el PPV, hay más posibilidades de avanzar en dicho proceso y que, por lo tanto,
merece la pena que lo intentemos.
2.1. Una visión del proceso de crecimiento espiritual
En todo proceso de crecimiento espiritual –me atrevería a decir que, independientemente de la fe de
que se trate- se suelen dar las siguientes etapas:
a. Fase desestructurante (“muerte del hombre/mujer viejo/a”)
Cuando la persona descubre (en nuestro caso) en la persona de Jesús y su causa, el Reino, un
valor muy importante para su vida e incluso el más importante, de manera inevitable va viviendo un
proceso de contraste entre sus actuales opciones vitales, valores, actitudes y actuaciones y aquellos
con los que se quiere asemejar o asumir.
Alguien podría plantear con toda lógica: -Pero este proceso, ¿termina en algún momento como
para considerarlo una fase? Porque, al menos en mi caso, después de muchos años intentando ser
cristiano, me siento permanentemente en contraste.
Y tendríamos que darle toda la razón. Sin embargo, también es cierto que hay una etapa en la
que dicho proceso se da de manera particularmente significativa, en donde el deseo de cambiar y
de crecer en la dirección del evangelio resulta muy intenso.

b. Fase de reelaboración y objetivación (“éxodo”)


Tras ese primer gran impulso de la fase anterior, la persona se encuentra en la necesidad de
conocer y reflexionar qué ha de hacer para pasar desde lo que “realmente es” a lo que “realmente
está llamado a ser”.
Resulta por tanto fundamental conocer con detenimiento la persona de Jesús y su mensaje del
Reino para ir adquiriendo un nuevo modo de mirar la realidad en general y la realidad personal.
Para adquirir este conocimiento profundo no habrá que desdeñar ninguna mediación posible: la
oración, como encuentro personal con ese Dios que habita en nosotros; el estudio de la Biblia y de
la teología como ayuda para adquirir una idea más objetiva y razonable de nuestra fe; la experiencia
de la fraternidad, como espacio donde construir una parábola del Reino; el compromiso por la
justicia y la solidaridad con los pobres y marginados, como expresión del dinamismo espiritual que
condujo a Jesús.
Así mismo ayudará enormemente si la persona se embarca en la tarea de un mayor
conocimiento de su personalidad: de sus auténticos valores, deseos y necesidades, de sus
mecanismos y respuestas defensivos, etc., queriendo apreciar mejor de qué barro estamos hechos,
para hacernos planteamientos de fe más realistas y positivos con nuestra propia persona.

c. Fase reestructurante (“nacimiento del hombre/mujer nuevo/a”)


La persona ha ido descubriendo y construyendo una nueva identidad en la fase anterior, al constatar
la realidad de su ser y la realidad de lo que está llamado a ser según los ideales evangélicos. En
cierto modo, ha encontrado su propia “consigna espiritual” (de la que hablaremos más adelante),
desde la cual va a seguir organizando y estructurando su vida presente y futura.
En esta fase, la pregunta no será tanto ¿qué he de hacer para vivir conforme al Dios de Jesús y
construir el Reino? sino más bien ¿cómo puedo vivir estas nuevas situaciones que se me van
dando, desde mis opciones de fe?
- Esta visión del proceso de crecimiento espiritual refleja un dinamismo que podríamos representarlo
en una doble dirección:
- De manera lineal, histórica, de modo que la vivencia de una fase me va abriendo las puertas de la
siguiente.
- De manera circular y hacia abajo (como una elipse), puesto que nos vamos encontrando
permanentemente ante la necesidad de tomar opciones nuevas y de afianzarnos en las anteriores
con un mayor grado de compromiso. Y hacia abajo, para que recordemos la paradoja de que el/la
cristiano/a crece cuando se hace más pequeño, cuando está con “lo pequeño” de nuestro mundo.

2.2. Realizar un Proyecto de Vida como metodología de trabajo


Si observamos nuestras trayectorias personales y sociales, creo que podemos constatar que se
producen muchos cambios sin que medie una voluntad consciente de que ocurran. Al mismo
tiempo, tenemos la experiencia de que cuando dejamos las cosas a su libre albedrío, en muchas
ocasiones no ocurre nada o no llegamos al punto deseado.
Si aplicamos estos comentarios a nuestro proceso de crecimiento espiritual, también podemos
observar que nos han ido ocurriendo muchas cosas sin que hayamos hecho nada por conseguirlo.
Y, al mismo tiempo, tendremos que reconocer que, durante otras temporadas en que nos hemos
dejado llevar, no hemos crecido, nos hemos movido en otra dirección e incluso hemos ido hacia
atrás.
Hoy en día, ningún grupo humano que desee alcanzar sus objetivos los acometerá sin elaborar
un proyecto o un plan para conseguirlos. Individualmente no estamos tan acostumbrados a
funcionar de este modo sino en determinados aspectos de nuestra vida: por ejemplo, podemos
programarnos el tiempo de estudio para una asignatura o el número de horas que a la semana
vamos a practicar deporte. Pero nos parecería extraño programar toda nuestra vida, desde un
enfoque de proyecto.
A esta dificultad hay que sumar que, en la vida espiritual de una persona, se supone que
interactúan de manera simultánea Dios y la persona. En tono de broma, podríamos decirnos “para
qué planifico mi vida, si Dios va a hacer lo que le parezca bien”.
Asumiendo estos retos, creo que podemos decir que si alguien quiere vivir activamente su
existencia y, en este caso, su proceso de crecimiento espiritual, tendrá más posibilidades de ir
avanzando si proyecta y revisa su vida desde su fe y si lo hace “como si todo dependiera de sí”.

3. Mediaciones en el trabajo del PPV


Nos preguntábamos al inicio de este artículo quiénes son los actores implicados en la utilización de
esta herramienta pastoral. Sin ninguna duda, el protagonista principal es el/la joven que decide hacer
un PPV. Si uno no tiene la firme y decidida voluntad de llevar algo a cabo, no sale adelante, nadie
puede hacerlo por nosotros, sin nosotros.
Desde una lectura de fe, también podemos afirmar que el protagonista primero es Dios mismo quien,
a través de su Espíritu, provoca en nosotros deseos favorecedores del crecimiento.
Sin duda que este mismo Espíritu se sirve de otras mediaciones indirectas para que el/la joven
descubra el valor del PPV y se decida a llevarlo a cabo. Veamos dos de las que, a mi juicio, son más
importantes.

3.1. El catequista o agente de pastoral juvenil


Llegamos de nuevo al punto por el que empezamos; nosotros/as, catequistas o agentes de
pastoral juvenil, que también estamos en proceso, que nos encontramos en tantas ocasiones
perdidos/as ante un reto tan grande como favorecer que los/as chavales/as descubran a Jesús
y el Reino y quieran tenerlos como referentes de vida, ¿de verdad nosotros/as somos una
mediación para que alguien quiera plantearse llevar a cabo un PPV?
De lo que sí podemos tener certeza es de que estamos llamados/as a serlo. Que lo
estemos siendo de hecho reclama un análisis personal que cada uno/a debe hacer.
Desde luego, si uno comparte el esfuerzo honesto que está llevando a cabo para ser
seguidor/a de Jesús, con nuestros aciertos y fracasos y, como parte de ese seguimiento, damos
fe del valor que ha tenido para nosotros/as realizar un PPV, suscitaremos una base de
confianza en los/las jóvenes que acompañamos que, muy probablemente, desemboque en el
deseo de hacer lo mismo. O como mínimo, nos legitimará para plantearles la posibilidad de
probar la bondad de hacerlo.
Pero además, el/la joven espera que su catequista le oriente en el modo de hacer este PPV
e incluso le dé seguimiento en los primeros momentos, hasta que vaya adquiriendo una cierta
autonomía en el manejo del mismo.
3.2. La comunidad o grupo comunitario
Normalmente, cuando una persona -joven o adulta- se plantea la necesidad de vivir un
proceso de fe, se le ofrece un grupo o un espacio colectivo donde poder vivirla. La experiencia
cristiana no es nunca, por tanto, una experiencia solitaria, aunque sí sea personal.
En mi opinión, en los primeros años de pertenencia a un grupo juvenil, el/la joven no vive
esas relaciones desde una conciencia de fraternidad sino de compañerismo. No obstante, se va
creando una experiencia de búsqueda común muy especial, que no se da en ningún otro
espacio de relación. En este primer momento, quizá lo que más funcione sea la “presión social”,
o sea, ser y actuar como los demás, para no sentirme un bicho raro. Si, en este momento, se
plantea hacer un PPV, en la medida que el resto del grupo lo lleve a la práctica, me sentiré más
motivado a hacerlo yo también.
Un momento importante es aquel en que uno descubre que su propio crecimiento
condiciona el del resto del grupo o comunidad. Cuando descubro ese “nosotros”, entonces, no
utilizaré el PPV sólo como un instrumento para mi propio crecimiento espiritual, sino también
como una pieza más del puzzle que favorece el crecimiento comunitario. De hecho, no es
extraño que el hecho de que varios miembros tengan un PPV favorezca la idea de elaborar un
proyecto conjunto.
Finalmente, también los grupos comunitarios pueden, como fruto de su propio proceso,
elaborar su “proyecto comunitario” de vida. Cuando esto ocurre, es frecuente que dicho
proyecto se proponga como eje referencial desde el cual los distintos miembros elaboren su
PPV.

4. ¿Qué PPV hay que hacer en cada fase del proceso de crecimiento espiritual?
Los objetivos y pretensiones de un PPV realizado por un/a joven cuando se acerca al mundo de la
fe son muy diferentes de los que ha de tener cuando ya ha hecho una opción fundamental por
seguir a Jesús y su Reino. Vamos a proponer dos modelos de PPV que correspondan a ambas
situaciones, de modo que se pueda hacer una propuesta más personalizada.

4.1. El primer PPV


Sería el que ha de proponerse a un/a joven que está en la fase de desestructuración o iniciando
la de reelaboración y objetivación.
Ante todo ha de ser “sencillo”, “alcanzable” y “flexible”. Aludiendo a cosas que ya se han
expresado, el/la joven que se plantea por primera vez hacer un PPV no tiene ningún referente sobre
el que apoyarse, es una experiencia nueva. Incluso en el caso de jóvenes que estén trabajando en
otro tipo de grupos, desarrollando proyectos, encontrarán una gran dificultad para aplicar esta
dinámica de trabajo a su propia vida y, concretamente, a una vida de fe en la que se están iniciando.
Para saber si nuestra propuesta de PPV es “sencilla” tendremos que establecer una fuerte
interacción con la persona, conocer su realidad, su lenguaje y cultura, así como constatar si se
adueña de los conceptos y planteamientos realizados.
Los objetivos y acciones de todo proyecto deben ser “alcanzables” y medibles. Ciertamente en
planteamientos espirituales como los de un PPV la medición se complica bastante y el alcance de
los propósitos tiene un fuerte componente subjetivo. Al tratarse de una primera experiencia es
importante ayudar a que el/la joven se plantee retos realistas y alcanzables a corto plazo, de modo
que la consecución de los mismos le estimule a seguir adelante.
La “flexibilidad” alude a una actitud que conviene fomentar desde el principio, desde la
convicción de que nuestras vidas son muy cambiantes y que, sobre todo, no es nada sencillo
interpretar qué es lo quiere Dios de nosotros o dicho de otro modo, cómo vivir evangélicamente una
determinada situación. Dicha actitud ha de favorecer que no se tome el PPV como algo cerrado y
definitivo, sino más bien como algo vivo, cambiante, que ha de ser revisado permanentemente, para
adaptarse mejor a nuestra realidad y para responder más fielmente a lo que nos sentimos llamados
a vivir.
Una vez dicho esto, este PPV inicial se puede plantear como un trabajo anual a revisar
periódicamente de manera conjunta, bien con el catequista bien con el grupo o comunidad.
Recomendamos para la elaboración del PPV que se haga un trabajo conjunto con el/la joven,
adoptando una perspectiva de la vida del ser humano en clave relacional. En cada una de las
relaciones fundamentales de la persona, propondremos unos ideales a alcanzar inspirados en el
evangelio, frente a los que el/la joven deberá situarse, ayudado por preguntas como ésta:
¿Cuáles me atraen más?
¿Cuáles creo que necesito trabajar más en este momento?
¿Qué medios o acciones puedo llevar a cabo para dirigirme hacia esos ideales?
¿Cómo voy a saber si estoy viviendo positivamente esos medios o acciones?
Sugerimos esta división relacional de la vida de una persona e incluimos algunos posibles
ideales que pueden plantearse:

RELACIÓN CON UNO MISMO


Lograr un conocimiento adecuado de mi persona, historia, situación actual, posibilidades
(recursos, aptitudes) y límites. Alcanzar un grado suficiente de autoestima y autoaceptación.
Conocer los propios valores, motivaciones, deseos, necesidades y defensas. Vivir adecuadamente
los sentimientos, especialmente la afectividad y la agresividad.

RELACIÓN CON DIOS


Conocer qué imagen de Dios tengo y confrontarla con el Dios del Reino que nos muestra Jesús.
Buscar una integración entre la fe y la vida, de modo que el evangelio oriente nuestra conducta
ordinaria. Mantener una relación viva, afectiva y efectiva con Dios, ayudándonos de la oración y los
sacramentos. Descubrir nuestra pertenencia al colectivo de seguidores de Jesús y asumir la misión
al servicio del mundo.

RELACIÓN CON LOS DEMÁS (CERCANOS)


Adquirir la capacidad suficiente para vincularse y comprometerse en las relaciones. Madurar en
la capacidad de amistad por la entrega de sí y la acogida del don del otro. Vivir las relaciones de
pareja desde un amor que tenga en cuenta la gratuidad y la libertad. Aprender a ser hijo/a y
hermano/a en mi familia. Adquirir la convicción de la fraternidad, de la bondad de vivir en comunidad
y de tener actitudes fraternas con los demás.

RELACIÓN CON LA SOCIEDAD


Adquirir una conciencia crítica de lo que ocurre en nuestra sociedad, de los valores que se
proponen y saberlos contrastar con el evangelio. Incorporar nuestra realidad al concretar lo que
Dios quiere de nosotros. Caminar hacia una opción por la justicia y solidaridad con los más pobres y
débiles. Sentirse implicado, afectado, por los problemas de nuestro mundo y actuar en
consecuencia a nuestra fe.
No creo que sea muy productivo preocuparse mucho de que el/la joven elabore algo muy
sistemático. Por ejemplo, que tras cada ámbito relacional diga: mi objetivo general es tal, mis
objetivos específicos son estos, las acciones que voy a desarrollar son aquellas, los tiempos en que
voy a realizarlas son los siguientes...
A quien le ayude que lo haga así, pero lo importante en estos primeros PPV, desde mi punto de
vista, es que cada uno/a sea capaz de expresar con sus propias palabras qué desea vivir, frente a
unos ideales que se le proponen en los distintos ámbitos relacionales que constituyen su vida. Sólo
en los casos en que las expresiones sean vagas o ambiguas, convendrá ayudar a que el/la joven
haga un esfuerzo por concretar cómo lo va a vivir y cuándo lo va a evaluar. Pero no debemos
olvidar que, en la vida de fe, no todo se puede concretar ni cuantificar; hay aspectos que son más
de tipo orientativo y motivador y que también deben aparecer en nuestro PPV.
Este trabajo de planificación inicial se puede hacer con más aprovechamiento si se dedican uno
o dos días completos, en una convivencia o similar, donde haya el menor número de distracciones
posibles.
Aconsejamos que el agente de pastoral juvenil plantee una periodicidad para revisar
conjuntamente con el/la joven dicho proyecto, para hacer los ajustes necesarios y, sobre todo, para
que no se convierta en un “fardo pesado” sino en un “tesoro”.

4.2. El segundo PPV


Sería el que ha de proponerse a un/a joven que va avanzando por la fase de reelaboración y
objetivación o bien que ya está en la fase reestructurante. Por tanto estamos ante un/una joven que
ya ha descubierto la presencia de Dios en su persona y en su mundo, que va conociendo con cierta
profundidad su propuesta alternativa de vida, que la va intentando poner en práctica, desde un
conocimiento más profundo y realista de su persona y de su realidad y que, como fruto de ese
caminar, va descubriendo su propia consigna espiritual o vocación y asume una opción fundamental
por hacerla realidad.
En este caso, el protagonismo del catequista decrece, tal vez aumenta el de la comunidad, pero
sobre todo se hace crucial el proceso de discernimiento que realiza la propia persona interesada.
Este discernimiento hay que entenderlo como un diálogo interno del sujeto entre “su propia
historia”, situada en una comunidad concreta, la “historia de Dios” que nos sale al encuentro y la
historia del mundo en que le ha tocado vivir.
Estas tres historias están en permanente relación y el sujeto debe captar las intersecciones que
se producen entre ellas. Como decíamos antes, el proceso de crecimiento espiritual conlleva: que
conozca en profundidad mi persona y mi historia, que conozca y experimente con hondura el
mensaje del evangelio, que conozca crítica y comprometidamente la realidad de nuestro mundo.
Pues bien, ese triple proceso en el que vamos creciendo simultáneamente, nos va lanzando
retos, pistas, mensajes, que son como antorchas en la noche que vamos mirando para continuar
nuestra andadura espiritual.
Si continuásemos aplicando el esquema de PPV iniciado en fases anteriores, es decir, un
esquema basado en las dimensiones relacionales de nuestra vida, habría que incluir algunos
elementos:

OPCION FUNDAMENTAL
El/la joven ya ha hecho una opción fundamental por seguir a Jesús y construir el Reino
durante el resto de su vida

VALORES Y ACTITUDES
Dicha opción fundamental se traduce en una serie de valores y actitudes que ha asumido
como propios y desde los que se quiere mover

ACCIONES
En esa dinámica permanente de discernimiento en la que contempla la interrelación entre su
historia, la de Dios y la del mundo, desde el prisma de su opción fundamental, de sus valores y
actitudes, va decidiendo qué debe hacer en cada una de las dimensiones relacionales que
componen su vida (con uno mismo, con Dios, con los demás y con la sociedad)
La elaboración del PPV desde este nuevo esquema será más fácil, a medida que yo haya
personalizado más mi opción de vida. Yo puedo llegar a una opción fundamental genérica, válida
para cualquier joven en mis circunstancias, del tipo “quiero seguir a Jesús y comprometerme a
construir su Reino”.
Pero también puedo realizar una formulación más personalizada, que responda a lo que ha sido
mi personal camino de vida en el seguimiento de Jesús; así me podría encontrar con expresiones
como: “quiero construir fraternidad como Jesús hermano”, “quiero ser pobre entre los pobres como
Jesús”. A estas expresiones personalizadas de nuestra opción fundamental es a lo que podemos
denominar “consigna espiritual”. No es que cada persona tenga que tener una expresión propia,
pero seguramente sí que se sentirá personalmente identificado con alguna forma de percibir a Dios
y de vivir su mensaje.
Pues bien, cuando en nuestro proceso vamos personalizando esa opción fundamental, sin
duda, también el modo de comprender nuestros valores y de vivir nuestras actitudes principales va
adquiriendo un colorido particular, que nos ayuda a no tener que pensar cada vez qué tenemos que
hacer o cómo tenemos que actuar para ser fieles a nosotros mismos, sino que -por decirlo así-
vamos tirando de rentas, aunque ello no nos exima de estar en un permanente estado de
discernimiento.
Por ejemplo, dos personas pueden tener el mismo valor de la “comunidad” como consecuencia
de su opción fundamental, pero uno comprenderla como un espacio donde aprender juntos los
contenidos de nuestra fe y cómo llevarlos a cabo, y el otro como un espacio donde vivir esa fe que
vamos descubriendo. En ambos casos, la comunidad es un valor de las personas en cuestión, pero
se concretará en unas actitudes y acciones distintas, en congruencia con los distintos énfasis
valorativos.
Por otra parte, dichos jóvenes no tendrán que estarse planteando permanentemente si han de
vivir o no en comunidad, puesto que ya han descubierto que es un valor vital. Eso no les eximirá a
ninguno de los dos de la necesidad (y obligación) de estar permanentemente revisando si el modo
de comprender o de vivir dicho valor es acorde con lo que Dios quiere de su persona y de su
comunidad, en el momento histórico en que lo esté discerniendo.
Como vemos, este segundo PPV es mucho más personal y dinámico que el primero, por lo que
utilizar un esquema u otro resulta todavía más secundario.

5. Conclusiones
Quiero terminar incidiendo en que El PPV es una herramienta, un instrumento y como tal debe ser
estudiado y utilizado. Personalmente creo que son muchos, muchísimos los seres humanos a lo largo
de la historia que, desde su particular vivencia de la fe, han llegado a ser lo que estaban llamados a
ser, sin la ayuda de muchas de las mediaciones e instrumentos que hoy conocemos y tenemos a
nuestra disposición. El Espíritu de Dios sabe servirse de los recursos disponibles en cada momento y
situación, para optimizar amorosamente nuestro rendimiento humano.
Por otra parte, hay que reconocer que el PPV es una ayuda estupenda para cualquier persona,
independientemente de la edad que tenga. Lógicamente para el/la joven que se está acercando al
evangelio o que está queriendo vivir conforme a él, la posibilidad de utilizar una mediación que le
ayude en la construcción de su identidad como persona seguidora de Jesús y de su Reino, puede
resultar vital.
Creo positivamente que el equipo de agentes de pastoral juvenil y los diversos espacios
comunitarios que haya en cada parroquia son unos auténticos referentes tanto para el/la joven que
está iniciando su andadura en un grupo como para el que ya lleva algún tiempo. De un modo similar a
como los niños captan los auténticos valores de sus padres, que no siempre son los proclamados,
estos/as jóvenes captarán si para nosotros/as el PPV es realmente una ayuda, que vivo o he vivido en
algún momento de mi proceso y que valoro, o un elemento más de los que me hablan en revistas o
libros de pastoral y con el que quiero probar para ver si da buen resultado.
Por último no hay que olvidar que puede ser muy interesante, que los PPV de cada miembro de
una comunidad iluminen y se realimenten del proyecto comunitario que se haya ido forjando en esa
historia colectiva de liberación.
SESIÓN Nº 20

DIVERSAS IGLESIAS HISTÓRICAS

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


 LECTURA REFLEXIVA
 CONTENIDOS:
A. LAS IGLESIAS ORTODOXAS
B. LAS IGLESIAS LUTERANAS
C. IGLESIA ANGLICANA
D. LAS IGLESIAS CALVINISTAS

A. LAS IGLESIAS ORTODOXAS


Las Iglesias ortodoxas se separaron de la Iglesia católica principalmente
en el siglo XI. Conservan los siete sacramentos, coinciden en la doctrina y
mantienen la sucesión apostólica (sus obispos descienden de los
apóstoles recibiendo el sacramento del orden). Es una lástima que los
enfrentamientos del pasado continúen manteniendo esta separación entre
católicos y ortodoxos, pues la fe y los sacramentos son los mismos.
Las principales Iglesias ortodoxas
Se pueden reunir en tres grupos:
o Las antiguas Iglesias orientales. Se separaron de los católicos en el siglo V. Son la Iglesia
asiria, jacobita, malankar (India), copta (Egipto), etíope y armena.
o Los cuatro antiguos Patriarcados. Se separaron de la Iglesia católica en el siglo XI. Son los de
Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén.
o Las Iglesias ortodoxas que han surgido de la subdivisión de los cuatro anteriores. Ordenados de
mayor a menor número de fieles, son los Patriarcados de Moscú, Rumanía, Grecia, Serbia,
Bulgaria, etc.
Conviene aclarar que con esos mismos nombres hay iglesias católicas menos numerosas, que
mantienen la unidad con Roma. Por ejemplo, hay católicos malankares, coptos, armenios, caldeos
(Irak), etc. Los maronitas (Líbano) son sólo católicos.
Hay muchas Iglesias ortodoxas
Porque estas Iglesias son autocéfalas, independientes. Eligen sus propios Patriarcas y las otras Iglesias
no intervienen en sus asuntos. Esto sucede porque no aceptan al sucesor de Pedro, y sin el Papa la
unidad se debilita.

UNIDAD DE ORTODOXOS Y CATÓLICOS

Obstáculos que impiden la unidad de católicos y ortodoxos


Las mayores dificultades son dos:
o El obstáculo principal es la enemistad sostenida durante siglos. Este problema psicológico no
existe en la parte católica sino que es más propio de algunas Iglesias ortodoxas, debido a
errores del pasado cometidos por ambas partes.
o Diferencias en torno a la función del Papa.

Referente al Papa
Católicos y ortodoxos reconocen estas palabras de Jesucristo: "tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18), pero hay esta diferencia:
o Las Iglesias ortodoxas están acostumbradas a la independencia, y sólo admiten un primado de
honor, es decir, un Pedro que no intervenga en sus Iglesias. Podemos decir que en vez de un
Pedro real, prefieren una fotografía de Pedro. Pero esto no es tan radical, y es planteable que la
ayuda del Papa sea algo diferente del modo occidental.
o La Iglesia católica acepta al sucesor de Pedro con un verdadero poder de gobierno (de atar y
desatar, de pastorear, de dirigir) de modo que pueda cumplir su misión de conservar la fe y la
unidad. (En la práctica, cada Obispo católico hace y deshace en su diócesis sin que el Papa
intervenga mucho; así que la diferencia con los ortodoxos es pequeña y más bien radica en la
enemistad).

Ventajas de la unidad de católicos y ortodoxos


Por un lado se da al mundo un ejemplo de unidad. Además, hay ventajas para ambos que pueden
aprender de las distintas espiritualidades y aprovechar la oración mutua y los bienes de la Comunión de
los Santos. Los ortodoxos salen más beneficiados por gozar del oficio de Pedro.
Ventajas de la unión con Pedro
Al poseer el oficio de Pedro, los ortodoxos consiguen:
o Mejorar su obediencia a Cristo que eligió a Pedro como base y roca sobre la que edificó la
Iglesia, con la misión de pastor que dirige y cuida la grey del Señor.
o Aportan sus ideas a la Iglesia universal ayudando al Papa con sus experiencias y oraciones.
o Gozan de mayor seguridad en la doctrina al contar con el respaldo y apoyo del Papa.
o Gozan de mayor seguridad en el camino pues van junto a Pedro.

La obediencia a Pedro quitaría independencia a los ortodoxos


El pueblo ortodoxo seguiría igual. Sus Patriarcas gobernarían con la misma o mayor autoridad al contar
con el respaldo del Papa. La obediencia al sucesor de Pedro puede restarles autonomía en algún
momento, pero ganarían en independencia frente al poder civil.

B. LAS IGLESIAS LUTERANAS


La Iglesia Luterana es una comunidad cristiana mundial que cree, confiesa y
vive de acuerdo con las promesas del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. La
mayoría de las iglesias luteranas forman la Federación Luterana Mundial y son
miembros del Consejo Mundial de Iglesias.
SE LLAMAN LUTERANOS
Esta designación surgió en el siglo XVI. Al principio fue utilizado por los
oponentes a la Reforma encausada por un monje católico alemán llamado
Martín Lutero. Lutero, al igual que otros reformadores, no deseaba abandonar
la Iglesia Católica Romana, sino promover cambios dentro de ella por cuanto
se había tornado intolerablemente opresora y corrupta. Su anhelo era que la
iglesia volviese a ser fiel a su fundamento bíblico. Pero las acciones
reformadoras llevaron a que Lutero fuese condenado y expulsado de la Iglesia
de Roma. Así surge la iglesia evangélica luterana, que en un principio contaba con el apoyo de gran
parte del pueblo alemán, y luego de los países escandinavos. Después de unos años los seguidores de
la Reforma de Lutero empezaron a llamarse "luteranos", "evangélicos" o "protestantes".

LO QUE ENSEÑAN LOS LUTERANOS

1. La justificación. Es recibida sólo por gracia a través de la fe. Lutero se convenció de que la Biblia
enseñaba que el perdón y la salvación no se obtienen por medio de las "obras", sino que es un regalo
de Dios. Esta verdad bíblica la encontró estudiando la carta del Apóstol Pablo a los Romanos, que
dice: "Así pues, libres ya de culpa gracias a la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo. Pues por Cristo gozamos del favor de Dios por medio de la fe, y estamos firmes, y nos
alegramos con la esperanza de tener parte en la gloria de Dios" (Romanos 5:1-12). Lutero no negaba
que las obras de caridad, la oración o muchos de los ritos y las prácticas religiosas fueran buenas, ¡al
contrario! Sólo que ellas por sí mismas no pueden realizar ni garantizar la salvación. Cristo es quien
nos salva, y por ello es que celebramos, rezamos y servimos al prójimo en amor y justicia.

2. La Palabra de Dios. Jesucristo es la perfecta revelación de Dios. Por lo tanto él es la Palabra de


Dios encarnada, el Logos o plan de Dios para la salvación del mundo entero. La Biblia es donde
encontramos el testimonio de Jesucristo, que es proclamado hoy en cada iglesia cristiana diseminada
por el mundo. El testimonio de la Biblia es la norma de la fe de los luteranos.

3. Los sacramentos. El Santo Bautismo y la Eucaristía (o Santa Cena) son considerados los dos
únicos sacramentos. Estas reflejan los mandatos de Jesús en donde la promesa divina y los
elementos visibles (el agua bautismal, y el pan y vino eucarísticos) se unen para impartir gracia y
perdón a aquellos que se reunen en comunidad para recibirlos.

4. Los Diez mandamientos. Fueron enseñados en los tiempos del antiguo Israel para que el pueblo
amara a su Dios y respetara a su prójimo. Pero los mandamientos no sólo son una guia en lo que
debemos hacer sino que también nos señala nuestras limitaciones y la necesidad que tenemos
siempre de la gracia. Nos ponen de relieve que no cumplimos cabalmente con el llamado de Dios, que
no podemos lograr nuestra salvación por nuestro propio esfuerzo. En la comunión con Cristo vivimos
los mandamientos no como una condenación sino en la alegría y la esperanza que brota de la fe. Por
ello los luteranos enfatizan un compromiso y responsabilidad hacia el prójimo y la creación, que deben
expresarse en las acciones de todo creyente como traducirse en instituciones y formas sociales y
económicas que fomenten la paz, justicia e integridad de la creación.
5. Los Credos. Estos son fundamentales para la fe cristiana ya que expresan de una forma clara y
sucinta lo que creemos y enseñamos. No sólo son una señal de nuestra comunión con la primitiva
iglesia sino que también significan una norma para nuestra interpretación de las escrituras y del Dios
trino revelado en ellas. Los credos Apostólico, Niceno y Atanasiano son los reconocidos por los
luteranos.

6. El Padre Nuestro. Es una oración que nos enseñó Jesús dirigida a nuestro creador y Padre. Nos
enseña cómo hablar con Dios, qué cosas esperar, y por qué cosas pedir . Toda vida cristiana está
guiada por esta oración, que es el principio y fin de toda plegaria individual y comunitaria.
LO QUE ENSEÑAN LOS LUTERANOS

EXISTE RELACIÓN ENTRE LA IGLESIA LUTERANA EVANGELICA Y CATÓLICA


Es evangélica porque su mensaje gira alrededor de la persona y mensaje de Cristo. Además es
evangélica por su énfasis en la salvación dada por la gracia a través de la fe. Estas son las buenas
noticias que proclama nuestra iglesia, exactamente lo que quiere decir la palabra evangelio. Nuestra
iglesia comparte estas buenas noticias para que toda persona venga a conocer lo que Dios ha hecho y
hace en Cristo.
Es católica en el sentido de que es para todos y todas, universal. Nuestra iglesia no es excluyente ni
está limitada a ningún grupo. Es una iglesia que busca la unidad entre los cristianos y la humanidad
entera. También es católica porque sus tradiciones y confesiones se hallan en continuidad con lo
proclamado por la iglesia cristiana desde sus inicios.

C. IGLESIA ANGLICANA
La Iglesia Anglicana es la Iglesia de Inglaterra y las iglesias que de ella se han desprendido, como
por ejemplo, la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos. El anglicanismo
se encuentra principalmente en Inglaterra y en territorios que estuvieron
bajo la bandera inglesa.
Doctrina
Sus miembros son cristianos y creen que la Iglesia de Inglaterra es una
verdadera rama de la Iglesia Católica de Cristo. Se organizan
jerárquicamente como la Iglesia Católica, con obispos, pero separados
del Papa. Algunas de sus diócesis mantienen gran cercanía con la
Iglesia Católica (Ej: En una iglesia dedicada a María se tiene gran
devoción a la eucaristía). Otras iglesias anglicanas, sin embargo, se
inclinan hacia el protestantismo.
La Iglesia Anglicana se considera libre de la autoridad "extranjera"
(del Papa). En cambio tienen como "Gobernador Supremo de la Iglesia"
al rey (o reina) de Inglaterra y a él (ella) pertenece "el gobierno de todos los estados, sea civil o
eclesiástico, en todas las causas". La Iglesia está por lo tanto sometida al poder del estado.
Reconocen las Sagradas Escrituras como Palabra de Dios, según está contenida en la "versión
autorizada", que para ellos es la "King James" (Rey Santiago). Se refiere a la revisión que se hizo bajo
el rey James I.
Mantienen que las Sagradas Escrituras son la única autoridad de la fe, en el sentido de que las
Escrituras contienen todo lo necesario para la salvación, y que nada que no esté contenido en ellas
puede requerirse como artículo de fe.
Reconocen el "Book of Common Prayer" (Libro de Oración Común) como la regla práctica de su
fe y culto. Utilizan los tres credos: el de los Apóstoles, el de Nicea y el de San Atanasio.
Creen sólo en dos sacramentos: bautismo y "la cena del Señor", como generalmente necesarios
para la salvación. Pero el "Libro de Oración" contiene varias enseñanzas contradictorias sobre la
eucaristía. Creen que Jesús está espiritualmente presente en el pan y vino consagrados, a diferencia de
la Iglesia Católica profesa que Jesús está real y substancialmente presente con Su Cuerpo, Sangre,
Alma y Divinidad en la Eucaristía y que esta ya no contiene pan sino solo apariencia de pan. El
matrimonio no es indisoluble (se admite el divorcio). La confesión es una mera declaración del perdón
concedido por Dios. Mientras que la Iglesia Católica enseña que el ministro perdona en nombre de Dios:
"A quienes perdonen los pecados, queden perdonados, y a quienes no los perdonan, queden sin
perdonar" (Jn 10, 23).
Creen tener sacerdotes válidamente ordenados. Pero la Iglesia Católica no reconoce la validez de
la ordenación anglicana. Razón: Los anglicanos, separados de Roma, continuaron teniendo verdaderos
obispos, ya que la gran mayoría de ellos prefirió ceder ante el rey para no sufrir el martirio. Una notable
excepción fue el obispo mártir San Juan Fisher. Los obispos y sacerdotes, aunque estaban apartados
de la comunión con Roma, ejercían sacramentos válidos. Sin embargo, después el Rey Enrique VIII
nombró a Tomás Cranmer, que no era obispo, como titular de la sede de Canterbury y como su
representante sobre la Iglesia Anglicana. Al no ser obispo no podía consagrar válidamente a sacerdotes
y obispos ni tener autoridad sobre ellos. El Papa León XIII, en 1880, declaró interrumpida la sucesión
apostólica en la iglesia anglicana, por lo cual sus obispos y sacerdotes no son ni lícitamente ni
válidamente consagrados.
Historia
Enrique VIII, rey de Inglaterra, pidió al Papa Clemente VIII, la anulación del matrimonio con su legítima
esposa, Catalina de Aragón, para casarse con Ana Bolena. El Papa rehusó basado en el mandato de
Cristo: "Lo que Dios unió, no lo separe el hombre" (Mc 10,9). El rey, obstinado en su propósito de
divorcio, forzó la separación de la iglesia en Inglaterra de la comunión con Roma en el año 1534. Se
declaró a si mismo como único y supremo jefe de la iglesia inglesa.
Antes de su asenso al poder, hablar de la iglesia anglicana era como hablar de la iglesia francesa
o española. Es decir, se refería a la Iglesia Católica situada en aquel país, en comunión con el Papa.
Razón de la ruptura: el Papa se negó a concederle a Enrique VIII el divorcio que pedía. El rey
respondió ordenando cuatro estatutos contra el Papa y, en noviembre de 1534, se auto-proclama
"Cabeza Suprema de la Iglesia de Inglaterra" tras promulgar la ley "The Act of Supremacy". Dicha ley le
permitió exigir a sus súbditos un juramento afirmando que el Papa no tenía jurisdicción en Inglaterra. El
ministerio de predicar y de administrar los sacramentos se le dejaba al clero, pero los poderes de
jurisdicción eclesiástica quedaban en manos del rey.
Los obispos fueron forzados a someterse al rey. El obispo John Fisher prefirió el martirio antes de
romper la unidad de la Iglesia. Casi todos los demás obispos cedieron ante el rey. En adelante los
obispos fueron elegidos por el rey y permanecían bajo su autoridad aun en las cosas espirituales. Los
que permanecieron fieles a su fe católica fueron ferozmente perseguidos, produciéndose numerosos
mártires, uno de los mas famosos, el gran amigo de San Juan Fisher, Santo Tomás Moro.
La reina María revocó el "Act of Supremacy" pero fue luego restaurado por la reina Isabel. En
1640, cuando el Arzobispo Laud trató de introducir algunos cánones de reforma para lograr la
independencia espiritual de la iglesia, la Casa de los Comunes, indignada, pasó una resolución unánime
declarando que el clero no tenía poder para hacer ningún canon ni constituciones de cualquier tipo en
materias de doctrina, disciplina u otra índole, sin el consentimiento del Parlamento. (Resolución, 16 de
diciembre de 1640).
Hasta el 1833, la corona ejerció la jurisdicción sobre la iglesia por medio de la Corte de los
Delegados. En ese año se abolió la corte y se transfirió el poder a al Consejo del Rey. Los estatutos (2 y
3 William IV, xcii) expresamente manifiestan que sus decisiones son finales. Este tribunal no profesa,
teóricamente, decidir sobre artículos de fe pero la historia demuestra que de hecho sí lo hace. En 1850,
por ejemplo, el señor Gorham rechazó la doctrina de la regeneración bautismal. A pesar de la objeción
de su obispo la corona defendió su propuesta.
En 1904 se asignó una comisión real para investigar las quejas contra la disciplina eclesiástica; y
en julio de 1906 se publicó un informe declarando que nunca se habían observado uniformemente las
leyes de culto público y recomendando la formación de una corte que, mientras ejerciera jurisdicción
real, debería aceptar la autoridad episcopal en cuestiones de doctrina o liturgia.
Fuera de Inglaterra y Gales, el anglicanismo moderno es independiente del estado. Pero aún en
esos países, el gobierno de la iglesia no está sólo en manos del episcopado. Conducen sínodos en los
que los laicos tienen gran poder para cambiar la doctrina.

D. LAS IGLESIAS CALVINISTAS


I. Calvinismo y Calvino
Calvinismo es el nombre (introducido por los luteranos contra la
voluntad de Calvino) de aquella forma de protestantismo que directa o
indirectamente tiene su origen en la obra reformadora de Juan Calvino
(1509-1564). Tiene sus raíces en el humanismo francés y suizo de
principios del s. XVI y, por tanto, no es simplemente una desviación
del luteranismo, por muy verdad que sea que «las doctrinas
fundamentales de Lutero son también las de Calvino» La
«conversión» de Calvino (entre 1530 y 1533) se debió a la lectura de
la Biblia, especialmente a la lectura del AT. Él la leyó como palabra de
Dios pronunciada directamente para él y la tomó como única fuente y
norma de la fe cristiana. Este principio de que la Escritura no s ólo es la única fuente sino también la
única norma, de manera que el creyente, para conseguir una seguridad sobre el contenido de la
revelación, no necesita una interpretación infalible por parte de la Iglesia, es la base de toda la ->
reforma. En este sentido el c. se consideraba a sí mismo en primer lugar como la iglesia reformada
según la palabra de Dios, que todo cristiano podía corregir a la luz de la Escritura. La intención de
fundar una Iglesia nueva estuvo tan lejos de la mente de Calvino como de la mente de Lutero. La
preocupación más seria de Calvino fue la de garantizar la transcendencia de la revelación de Dios, de la
cual el hombre no puede participar más que por la gracia.
Esta intención básica no contradice en modo alguno a la doctrina católica. Sin embargo, la crítica
que Calvino hizo de la Iglesia católica de Roma no sólo pretendía eliminar muchos abusos realmente
existentes, sino también modificar esencialmente toda la estructura y la función de la Iglesia. El
fundamento de esta crítica radical está en el hecho de que Calvino rechaza una mediación de la
salvación, en la cual la Iglesia misma -por la fuerza del Espíritu Santo que la vivifica- actuara como
instrumento sobrenaturalmente eficaz.
Para evitar el peligro de exponer como doctrina calvinista algo que no responde a todas las formas y
etapas de su desarrollo, nos limitamos a la exposición de la doctrina de Calvino (II), para interpretar
después brevemente el desarrollo del c. posterior y sus ramificaciones (III).

II. Doctrina y ulterior actividad reformadora de CaIvino


La obra principal de Calvino, la Institutio Religionis Christianae,
experimentó desde el año 1536 al 1560 una serie de ediciones, en las
que el autor fue ampliando cada vez más este manual bíblico-teológico y
perfeccionando su síntesis de la doctrina cristiana. La forma final y
definitiva fue la edición latina de 1559 dividida en cuatro libros (a la que
siguió solamente 1á traducción francesa en 1560). En adelante
citaremos la edición de 1559 como Inst., indicando seguidamente el libro
y el capítulo. Calvino presenta una interpretación ortodoxa de la doctrina
trinitaria (Inst. r, 13), demostrando claramente que las inculpaciones
dirigidas contra él, en las que se le atribuyen tendencias arrianas,
carecen de todo fundamento. También es ortodoxa su cristología (Inst. it,
12-17), aunque no puede pasarnos inadvertida una cierta tendencia
hacia el nestorianismo. El papel del Espíritu Santo aparece muy en
primer plano en l o que atañe a la creación y conservación del cosmos,
al gobierno general del linaje humano y a su actividad especial en cada uno de los creyentes y en la
Iglesia (CR 36, 349). El significado de la humanidad de Cristo pasa a segundo plano. La doctrina de
Calvino, y más tarde también la calvinista, es fuertemente teocéntrica. Lo que a Calvino le preocupa
siempre es la soberanía de Dios, su libertad absoluta, su omnipotencia (con tendencia a hacer de Dios
el único agente), su providencia y - sólo como una consecuencia de esto - la doble predestinación del
hombre, su elección o condenación.
Si el hombre ha continuado hombre y si puede hacer todavía cosas excelentes en el campo del arte
y de la ciencia, se debe sólo a la intervención salvadora de Dios por medio del Espíritu Santo, por quien
el hombre conserva la voluntad y la razón, como funciones humanas, e incluso es capaz de hacer obras
relativamente buenas y nobles; pero de hecho todo eso se queda entre rejas, entre las rejas del pecado
(Inst. ii, 1; 7-12). Exactamente igual ocurre con lo que hay de relativamente bueno en el orden de la
sociedad caída: leyes humanas, talentos de administración, incluso talentos profesionales en general.
Todo esto es un don de la actividad general del Espíritu Santo, gracias a lo cual la humanidad, a pesar
de su profunda corrupción, se mantiene aún dentro de ciertos límites (Inst. rv, 20, 2; CR 61, 599). Una
concepción tan pesimista es consecuencia de la doctrina de Calvino sobre la corrupción total del
hombre.
Lo mismo que Lutero, Calvino está convencido de que el hombre, desde la caída de Adán, nace con
una naturaleza radicalmente corrompida. El hombre no es pecador porque comete pecados, sino que
comete pecados porque es esencialmente pecador. Lutero y Calvino opinan con razón que todos los
hombres, en el orden histórico de la salvación, deben realizar todas sus acciones (al menos
implícitamente) por amor a Dios, el definitivo fin sobrenatural, pero que el pecado original le ha hecho al
hombre incapaz de esto. De ahí se sintieron obligados a deducir que el hombre no regenerado obra en
todas sus acciones como pecador (Lutero: cf. CA, Art. 2; Calvino: Inst. ii, 1, 8-9). Pero, con ello, limitan
sin razón el efecto de la gracia de Cristo. No vieron que Cristo por su gracia, que actúa siempre y en
todas partes, hizo posible, incluso en el hombre (todavía) no regenerado, una orientación inicial hacia
Dios (cf. referente a esto: Tomás, ST II-II, q. 83, a. 16; 1-11, q. 112, a. 2).

1. La actividad del Espíritu Santo en cada uno de los fieles


Para Calvino la actividad especial del Espíritu Santo se realiza
primariamente en cada uno de los fieles (y concretamente a base de
un testimonium Spritus Sancti estrictamente individual) y - en
comparación con esto - sólo de una forma secundaria en la Iglesia
como conjunto.
Este testimonio del Espíritu Santo es, por un lado, un testimonio de
la verdad divina de la sagrada Escritura (CR 29, 259-296) y, por otro, el
don de la certeza interna y perfecta de la promesa que Dios hace a
cada hombre en concreto. El testimonio externo del Espíritu en la Escritura sobre la fidelidad
inconmovible de Dios a su promesa queda sellado por el testimonio interno en el corazón y da
así certeza de la salvación eterna (Inst. r, 9, 3). Poco a poco va viendo Calvino con más claridad
que este testimonium Spritus Sancti es sólo un aspecto de la acción especial del Espíritu Santo
para conferir al creyente la salvación merecida por Cristo (Inst. 111, 1, 3-4).
Esta donación tiene lugar en la -> justificación y en la santificación. Calvino, lo mismo que
Lutero, enseña que la justificación se logra sólo por la fe, es decir, que el hombre no sólo no se
puede preparar por sus propias fuerzas a la justificación (esto es también doctrina católica), sino
que, además de esto, en la misma justificación el hombre, al dar el sí a la revelación recibida
por la fe, no colabora sobrenaturalmente con la acción salvífica de Dios. Lo mismo ocurre con la
santificación ulterior, que Calvino acentúa más que Lutero. El Espíritu Santo es el único que
obra sobrenaturalmente (CR 79, 155; 36, 483). Él lo hace todo por sí solo (aunque se sirva de
ciertos instrumentos), pero a la vez exige una libre obediencia. Éste es también el sentido del
poder absolutamente libre del Espíritu Santo; él no solamente no necesita de ningún medio para
procurar a los fieles la salvación merecida por jesucristo, sino que puede denegar su acción
incluso cuando los hombres emplean bien los medios dados y prescritos por Jesucristo (en
primer lugar los sacramentos), de manera que un hombre puede confiar en los sacramentos y,
sin embargo, no escapar a la -merecida- condenación (Inst. iir, 2, 11; 111, 24, 8).
La vida espiritual del calvinista se centra en su mayor parte en la acción del Espíritu Santo
brevemente insinuada aquí. Junto con la conciencia de la corrupción radical del hombre se da
en el c. una firmísima confianza en la promesa de Dios; de aquí, y concretamente del
agradecimiento por la salvación recibida y de la obediencia al Señor de la alianza, surge
muchas veces una vida de grandes virtudes. Esto es lo que da a la vida de piedad calvinista su
rasgo viril. La palabra de Dios es no solamente mensaje de alegría, sino también ley. ¡Dios es el
señor, yo soy el siervo! Sin embargo, este carácter duro de la teología y de la vida de piedad del
calvinista queda mitigado por un rasgo casi místico (por más que el c. desprecie la mística como
mezcolanza de lo divino y lo humano), el cual encontró su expresión en el catecismo de
Heidelberg (cuestión 1 s): «mi único consuelo es que yo, en cuerpo y alma, tanto en la vida
como en la muerte, no soy posesión mía, sino de mi fiel salvador Jesucristo». Por tanto, la
comunidad con Cristo es un elemento codeterminante en la vida de piedad calvinista.

2. Cristología y eclesiología de Calvino


Calvino tuvo que luchar casi desde el principio en dos frentes: por un lado, contra la Iglesia
católica romana; por el otro, contra los libertinistas, que negaban las doctrinas fundamentales del
cristianismo (alguna vez incluso la doctrina trinitaria) y decían estar guiados personalmente por el
Espíritu Santo, sin hallarse vinculados muchas veces a la sagrada Escritura más que por un lazo
sumamente débil.
Frente a la Iglesia católica romana, Calvino fundamenta en su cristología la negación del
papado y de la Iglesia como medio de salvación sobrenaturalmente eficaz. Según Calvino, Cristo es
el Hijo de Dios, hecho hombre para, en cuanto mediador, reconciliar a los predestinados con Dios.
Como mediador, Cristo, después de su ascensión a los cielos, envió al Espíritu Santo para otorgar
en vida su plenitud, pero únicamente a los predestinados, los frutos de su mediación cumplida.
Calvino cree que el cuerpo glorificado de Cristo continúa sometido a las leyes de la limitación
espacial de este eón antiguo (CR 37, 169; cf. también Inst. iv, 17, 12). Por esto, acentúa que el
cuerpo glorificado de Cristo está localmente en el cielo y que la Iglesia visible-invisible de los
hombres pecadores se halla en la tierra. Sólo la «fuerza del Espíritu Santo» salva esta separación
que durará hasta el día del juicio. Para Calvino, esa «fuerza del Espíritu Santo» no crea una relación
ontológica con el Señor glorificado, en virtud de la cual él estaría presente y actuaría en su Iglesia
(que es lo que enseña la Iglesia católica). En Calvino se trata de la unión, lograda por la virtud del
Espíritu Santo, con la fuerza del cuerpo glorificado de Cristo; a través de esta unión Cristo ejerce su
dominio sobre la Iglesia (Inst. ii, 15, 3; también CR 73, 568; 43, 723). Por tanto, también se
comprende que para Calvino la presencia de Cristo en la eucaristía se produzca sólo a través de su
fuerza, y no a través de su mismo cuerpo glorificado (Inst. iv, 17, 26; también CR 73, 695; 75, 364).
Las fuertes expresiones de Calvino acerca de la comunidad con Cristo deben ser entendidas
siempre dentro de estos límites.
Así se extiende la actividad del Espíritu Santo en la realización de la redención, pero esto a
costa de la importancia de la encarnación y con ello a expensas de la posición de la Iglesia. En
efecto, si Cristo no está presente con su mismo cuerpo glorificado en la eucaristía y análogamente
en la Iglesia, en consecuencia ésta no es la santificada internamente por esa humanidad santa de
jesús y, por tanto, no puede cooperar efectivamente en la salvación con una actividad propia,
aunque recibida.
Esto no excluye el que Calvino llame a la Iglesia «madre de los creyentes» (Inst. iv, 1, 4) y que
piense, al decir esto, no sólo en la Iglesia invisible (el universus electorum numerus: CR 29, 72) sino
también en la visible. Pero la Iglesia es «madre» solamente en tanto el Espíritu Santo ejerce en ella
su actividad propia y exclusiva.
Pero, por otro lado, Calvino se opone igualmente a los libertinistas, que intentan separar
radicalmente la acción del Espíritu Santo y la función de la Iglesia. La divina providencia ha
establecido una unión extrínseca entre la acción del Espíritu Santo y la función de la Iglesia, dice
Calvino. Así, la obra del Espíritu Santo está ligada en primer lugar a la palabra de la sagrada
Escritura, después a la palabra predicada por la Iglesia (Inst. iv, 1, 4) y, finalmente, a los
sacramentos.
Por esto Calvino puede decir también: donde el evangelio es predicado en toda su pureza y los
sacramentos son administrados rectamente, actúa el Espíritu Santo, y allí está, por tanto, la
verdadera Iglesia de Cristo (como se ha dicho, esto no concuerda totalmente con «la absoluta
soberanía» del Espíritu Santo). A estas dos características, aducidas ya por la Confesión de
Augsburga, Calvino añade con frecuencia la recta disciplina de la Iglesia. P-1 estaba convencido de
que la disciplina eclesiástica debe regularse, no sólo por unas condiciones históricas libremente
ponderadas, sino en primer lugar por los datos bíblicos. Lo mismo afirmaba respecto a las formas
litúrgicas. Por esto, intentó también, partiendo de las pocas bases que ofrece la Escritura, proyectar
un orden eclesiástico. totalmente propio y reformado según la palabra de Dios (sus Ordinances
ecctésiastiques), así como una liturgia reformada según la misma palabra de Dios (La forme de
priéres et chants ecclésiastiques). Así, Calvino ha dado a su Iglesia no sólo un credo propio, sino
también una forma eclesial muy característica. Como base de este orden eclesial puso el principio
del sacerdocio universal de todos los fieles. En la sagrada Escritura encuentra indicadas cuatro
funciones que se refieren a la constitución de la comunidad: la de los pastores, la de los doctores, la
de los ancianos y la de los diáconos. Todos los fieles son sacerdotes por el «espíritu de filiación»,
en el cual han renacido. Los oficios se basan solamente en los kharismata del Espíritu Santo,
necesarios para la buena dirección de la Iglesia; estos carismas no producen en modo alguno un
sacerdocio especial en la Iglesia.
Supo así el aristocrático Calvino, aplicando a la práctica la doctrina del sacerdocio universal,
edificar una Iglesia visible, estructurada «democráticamente»; y esto de una forma gradual: cada
comunidad es para él una Iglesia en sentido pleno, dirigida por un «consistorio» compuesto por
pastores y ancianos (estos presbyteri deben cuidar especialmente de la pureza de la doctrina y
también de la disciplina eclesiástica de la comunidad. De ahí el nombre posterior de «Iglesia
presbiteriana»). A los doctores toga explicar la sagrada Escritura y conservar así la pureza de
doctrina entre los creyentes. Los diáconos deben cumplir, ante todo, la función de servicio en la
Iglesia y manifestarla hacia fuera. La Iglesia nacional o regional está formada por las comunidades
(las más de las veces se dan formas intermedias: classes) y se halla bajo la dirección de un sínodo
compuesto por pastores (1/3) y ancianos (2/3). Al mismo tiempo reconocía Calvino no sólo una
Iglesia nacional, sino también la universalidad de la Iglesia visible, por lo cual tendió siempre a la
unión de todos los cristianos (como se comprenderá, en la práctica sólo a la unidad de los
protestantes), unión que él intentó descubrir incluso en la cristiandad escindida.
Pero el énfasis que pone Calvino en la estructura externa no significa en modo alguno que no
tuviera en cuenta la ligazón interna del organismo viviente. Recalca constantemente que todos los
dones de los administradores de un oficio, así como los de los fieles que no poseen oficio, han sido
concedidos para la edificación «del cuerpo de Cristo» (Inst. iv, 3, 2). Sin embargo, aquí hemos de
añadir que esta edificación del cuerpo de Cristo, así como todo crecimiento en la comunidad con
Cristo se realiza «en la fuerza de su Espíritu y no en la substancia de su cuerpo» (CR 79, 768). La
Iglesia como Corpus Christi mysticum no tiene ninguna relación ontológica con el cuerpo personal y
glorificado de Cristo y, por esto, no tiene tampoco una realidad propia, pneumática. Por tanto, se
comprende también que los guías de la Iglesia no pueden interpretar infaliblemente la sagrada
Escritura, aunque los kbarismata de los oficios dan una cierta autoridad a la predicación de la
Iglesia. En principio se presupone la validez de la interpretación de la Iglesia, mientras uno no
perciba claramente lo contrario en la sagrada Escritura. Para Calvino, un concilio como los que
habían tenido lugar en otros tiempos, conserva todavía una autoridad especial, aunque no infalible.
Respecto al papa apenas si encuentra una palabra de aprobación: no es más que una «joroba
repugnante» que destruye la simetría del cuerpo de la Iglesia (CR 29, 624), o, dicho brevemente: el
anticristo (CR 29, 624). Otra aplicación práctica e importante del sacerdocio universal es el concepto
que tiene Calvino de la actividad profesional como servicio de alabanza a Dios.

III. Desarrollo del calvinismo


La vigorosa estructura eclesiástica con un fuerte elemento seglar del c. ha mostrado su solidez a lo
largo de la historia, aunque también se han manifestado sus defectos. Esta estructura, junto con el
escrito confesional elaborado por Calvino (Confessio gallicana), fue ratificada en el primer sínodo
nacional de Francia y después, con algunas variantes, introducida en todas las comunidades
reformadas y en las iglesias nacionales. A partir de 1550, aproximadamente, el calvinismo se difundió
rápidamente, sobre todo en muchos países europeos. A esto contribuyó en gran parte la academia
internacional fundada por Calvino en Ginebra en 1559. Después del acuerdo de Calvino con Bullinger,
el sucesor de Zuinglio (1549: Consensus Tigurinus o «acuerdo de Zurich»), el calvinismo también se
extendió rápidamente por Suiza. Al mismo tiempo se expandía en Francia, donde, a pesar de las
muchas persecuciones y de las guerras de religión, se ha mantenido hasta nuestros días. Después se
difundió en Holanda, que en el s. xvii era el centro espiritual del c. (1618-1619: «sínodo de Dordrecht»),
y también en Inglaterra, bajo Eduardo vi (1547-1553 ); con Cromwell (1649-1659) los calvinistas
puritanos llegaron incluso al poder, pero después se vieron en gran parte obligados a emigrar a Holanda
o a América del Norte. En Escocia fue Juan Knox el que introdujo el c. en la segunda mitad del s. xvi, y
por cierto con mucho éxito. En Alemania el c. no pudo asentar el pie más que en unos pocos lugares
(Palatinado 1563; catecismo de Heidelberg). En Hungría surgió una poderosa «Iglesia húngara
reformada». En Polonia el c., que al principio se había extendido rápidamente, fue elimiminado casi
totalmente por la Contrarreforma. En los Estados Unidos y en el Canadá el c. se ha desarrollado
muchísimo y se ha fundido - en cuanto reconoce a Calvino como su fundador directo- en las grandes
«Iglesias presbiterianas» o en pequeñas Iglesias libres del mismo tipo (las más de las veces
«fundamentalistas» en su ortodoxia). Además, los presbiterianos (que en la Europa continental se
llaman «reformados» y son, aproximadamente, unos 45 millones) han sido muy activos en las regiones
de misión, donde han fundado Iglesias presbiterianas (que actualmente se han hecho independientes).
Desde 1875 la mayoría de los presbiterianos están unidos en la Presbiterial World Alliance.
Para comprender la influencia mundial del c. hay que tener en cuenta, además, las grandes ramas
que en el curso de la historia se han separado de la Iglesia anglicana y que han adoptado, en diversa
medida, la doctrina y la organización eclesiástica del c. Cronológicamente hay que citar, después de los
puritanos, a los congregacionalistas, que en el s. xvii se desgajaron de la Iglesia anglicana y llevaron
hasta sus últimas consecuencias el principio calvinista de la comunidad: cada una de las Iglesias locales
es Iglesia en su sentido pleno, y, por esto, no puede existir más que una alianza de Iglesias locales
totalmente independientes (en la actualidad hay unos cinco millones de congregacionalistas). En el s.
xviii, los metodistas, bajo la dirección de Juan Wesley y por influencias pietistas y calvinistas, se
separaron de la Iglesia anglicana y adoptaron (según los países) una doctrina y una organización
eclesial más o menos calvinistas. Los metodistas ascienden actualmente a unos 40 millones. También
los anabaptistas, separados de la Iglesia anglicana en el s. xvii, han caído cada vez más bajo la
influencia de la doctrina calvinista; su organización eclesiástica es la congregacionalista (hoy son unos
55 millones). Todos estos grupos están muy representados en los EE. W. y en las antiguas regiones
misionales. Se comprende que, dado el gran movimiento ecuménico que existe actualmente sobre todo
entre los calvinistas, haya intentos de unión, las más de las veces entre los presbiterianos y estos
grupos; pero en un paso ulterior también con los anglicanos.
En la docrtina calvinista se ha dado una evolución paralela a las distintas corrientes generales del
pensamiento europeo y americano, las cuales continúan influyendo en las diferentes Iglesias en forma
de tendencias determinadas. En el s. xvii surgió entre los continuadores de la reforma una teología
ortodoxa al estilo de la escolástica, que muchas veces se perdía en sutiles discusiones con los
luteranos acerca de la presencia real en la eucaristía y que condujo, en general, a una limitación de los
horizontes de la teología y a una aridez de la vida de piedad.
En el s. xviii siguió, como reacción, el movimiento pietista, el cual, conforme al carácter que Calvino
dio a estas Iglesias, ha conservado casi siempre una orientación activa en la piedad y una especie de
temor a la mística. El pietismo anglicano-calvinista encontró su expresión en la actividad ética del
metodismo. Como en todas partes, el -->pietismo infundió también en el c. una mentalidad
antiintelectualista y antiortodoxa, que de vez en cuando dio origen a escisiones. El racionalismo de los
s. xviii y xix influyó tanto en la teología como en la vida de piedad de forma devastadora: Cristo fue
degradado a la categoría de un mero, ejemplo moral; el Espíritu Santo fue concebido, no como persona,
sino como «fuerza divina» y quedó suplantado más y más por la «razón ilustrada del hombre».
Igualmente el luterano Schleiermacher, con su teología inmanentista y antropocéntrica (en clara
oposición a las doctrinas de Calvino), ha influido mucho en la teología calvinista del s. xix. La teología
calvinista de esta época recogió también de Calvino su relativismo en la concepción de la Iglesia (cada
Iglesia es una configuración peculiar del espíritu cristiano). Ya en el s. xix surgió, propiamente como
reacción contra el racionalismo extremo, un despertar pietista, pero ortodoxo (que partió de Ginebra).
Pero el triunfo sobre el racionalismo no se dio sino después de la primera guerra europea, con la
«teología -> dialéctica» (especialmente Karl Barth), la cual defendió de manera extrema (sobre todo al
principio) la transcendencia de la revelación, con su pensamiento del «Dios totalmente diferente»). Esta
teología logró introducir nuevamente la doctrina ortodoxa sobre la Trinidad y sobre Cristo en casi todas
las Iglesias calvinistas. Al mismo tiempo, despertó por lo común en el c. la conciencia de Iglesia, y esta
vuelta a la ortodoxia concebida de una forma nueva y principalmente a la conciencia de Iglesia es las
más de las veces el fundamento sobre el que se basa la posibilidad de diálogo con la Iglesia católica
romana.
SESIÓN Nº 23

SECTAS Y NUEVOS MOVIMIENTOS RELIGIOSOS

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


 ORACIÓN REFLEXIVA
Señor: No nos gusta este panorama de
nuestro mundo actual.
¡Cómo lo sentirás tú, Señor!
Deseamos desagraviarte por tantos errores,
blasfemias y herejías contra Tí, contra tu Madre, contra tus Santos.
Protégenos, Señor, para no caer en tentación.
¡Se ha hecho tan astuto el Enemigo!
Y nosotros somos ¡tan débiles!
Sin Tí y sin tu Gracia, sólo sabemos desviarnos y perdernos, Señor.
Somos tuyos, Señor.
No deseamos nada más que hacer tu Voluntad.
Amén.
 CONTENIDOS:
A. LAS SECTAS
B. MOVIMIENTOS RELIGIOSOS ACTUALES
C. GRUPOS RELIGIOSOS ORIENTALISTAS
D. CIENTIFICISTAS

A. LAS SECTAS
La palabra “secta” viene de “secare” que significa “cortar”. “Secta” tiene dos significados. Puede ser
una reunión de personas que siguen una doctrina
común. O también, puede ser una doctrina religiosa
que se aparta de la principal; en nuestro caso, una
doctrina que se aparta de la doctrina católica.
Sin embargo, en el léxico actual, al decir que alguien
pertenece a una “secta”, se piensa enseguida que esa
persona pertenece a un grupo más o menos
organizado, el cual tiene ciertas características y se
rige por unos principios comunes. En estos Círculos
Teológicos utilizaremos la palabra “secta” según esta
definición grupal o asociativa.
Algunas sectas tradicionales son los Gnósticos, los
Masones, los Rosacruces, Espiritistas, sectas
Satánicas, etc., que han existido desde los comienzos
del Cristianismo. Pero en la segunda mitad del siglo
20 comenzaron a proliferar muchos tipos de sectas
nuevas.

B. MOVIMIENTOS RELIGIOSOS ACTUALES


En 1991 el Cardenal Francis Arinze, Prefecto del Vaticano para el Diálogo Inter-Religioso, utilizó el
término de “nuevos movimientos religiosos” en contraposición a la palabra “sectas”, pues describía
así mejor el fenómeno religioso y espiritualista que estaba sucediendo después de la Segunda
Guerra Mundial, es decir, durante la segunda mitad del Siglo 20.
Los llamó “nuevos” para significar su difusión y proliferación a partir del final de la Segunda Guerra
Mundial. Y, aunque algunos tienen su origen mucho antes, su mayor difusión ha tenido lugar a partir
de 1950. Los llamó “religiosos”, porque pretenden ofrecer una visión de lo sagrado o religioso.
Distinguió cuatro tipos de estos movimientos:
1. Provenientes del Cristianismo y basados en la Biblia.
2. Provenientes de religiones no-cristianas.
3. Grupos que provienen o promueven un regreso al paganismo.
4. Grupos gnósticos u ocultistas.
Como veremos a continuación, ubicar los nuevos movimientos en sólo una de estas cuatro categorías
resulta difícil, pues estos grupos suelen ser “sincretistas”, es decir, que toman elementos de varias
fuentes diferentes.
Así, los mormones provienen del Cristianismo, pero usan el ocultismo. La Santería presenta una
fachada cristiana, pero es pagana.
Sin embargo, la clasificación resulta muy útil para el análisis. Pero sería más práctico decir que los
Nuevos Movimientos Religiosos toman rasgos de una o más de esas cuatro fuentes.

MORMONES (“Iglesia de Jesucristo y de los santos de los últimos días”)


A pesar de que su fundador proviene del cristianismo y del título aparentemente cristiano, su mensaje
es francamente anti-evangélico y anti-cristiano.
Para 1998 contaban con el 0,2% de la población
mundial. En Venezuela han aumentado de 0,42% en el
año 2000 a 3,6% en el 2002, es decir, a una rata de
crecimiento del 8,6%.
Por su poder económico, los Mormones tienen una gran
capacidad de penetración, a pesar de sus fantasiosas e
insólitas leyendas y creencias.
¿Cómo puede parecer creíble y veraz el que la Iglesia
que Cristo fundó se acabó al morir el Apóstol San Juan,
si Cristo nos dijo que estaría con su Iglesia hasta el fin
del mundo y que las fuerzas del infierno no podrían
contra ella?
¿Cómo puede parecer creíble que Dios supuestamente
suspendió su Iglesia durante 18 siglos y la re-estableció
en el siglo 19 cuando continuó su revelación al enviar a
un tal “ángel” a informarle a un norteamericano en el
año 1823 que existía un libro complementario de la
Biblia (El Libro de Mormón), en el que daba nuevas instrucciones, distintas a las que Cristo nos dejó?
¿Cómo puede parecer verdad el que ese tal “libro” encontrado no lo pudo leer el norteamericano, por
estar escrito en jeroglíficos ilegibles, pero que con un sistema especial de lentes a base de piedras
preciosas logró leerlo, entenderlo y dictar su traducción?
La cosa no queda allí, sino que ¡oh sorpresa! dicho libro misterioso no existe, pues al concluir la
traducción, el “ángel” se llevó el original.
A pesar de tanta fantasía y error, las propuestas de esta secta resultan atractivas para algunos
bautizados Católicos, a los que captan ofreciéndoles ayuda, éxito, prosperidad, empleo, dinero, etc.
En su propaganda muy elegante, pero altamente engañosa utilizan frases del Evangelio, imágenes muy
dulces de Jesús. En finos y costosos volantes, en los que invitan a sus reuniones atacan a la Iglesia
Católica en forma muy sutil: “No tenemos clero pago. Sólo hay participación y liderazgo de laicos. No se
hacen colectas ni se pide dinero.” Su forma de contacto es casa por casa y/o por medio de propaganda
escrita.
Los Mormones se nos presentan a los Católicos como si fueran cristianos, amistosos y no conflictivos,
buscando el diálogo y áreas de acuerdo más que de desacuerdo. Sin embargo, las técnicas proselitistas
están diseñadas para desde un primer contacto, tratar de llevar a la gente que contactan al bautismo
mormón y a la pertenencia a esta secta.

Veamos, entonces, algunas de las principales creencias mormonas:


Biblia: Es insuficiente por lo que necesita ser complementada por la literatura propia, entre la que
destaca el Libro de Mormón. Entre otros errores, los lugares o pueblos mencionados en este libro no
han podido nunca ubicarse.
Mormón: Padre del “ángel” Moroni (el que ayudó al fundador, Joseph Smith, a descifrar el libro en
jeroglíficos). Por cierto, se sabe que “Mormón” es uno de los “ángeles” de la biblia satánica y significa en
chino “boca del infierno”.
Hombres y mujeres: Existen como espíritus antes de ser humanos. Pueden llegar a ser dioses y
diosas y ser adorados por los demás. Las mujeres dependen de un hombre y de que éste sea mormón
para poder llegar a su condición de diosas en la eternidad. Asimismo, ningún hombre puede llegar a ser
dios si no tiene una esposa que sea mormona.
Salvación: llegar a ser dioses. Es la teoría mormona de la “progresión eterna”. Antes de nacer los seres
humanos existían como espíritus, engendrados por un dios y una diosa, y después de nacer como
humanos, pueden progresar hacia la divinización, siguiendo los principios mormones.
Poligamia: Los hombres pueden ser polígamos, aunque esto lo practican con relativa discreción, para
evitar problemas legales.
Matrimonios mormones: Practican el “sellamiento” de los matrimonios. Los matrimonios mormones no
terminan con la muerte, sino que son para toda la eternidad. Los que se casan por el mormonismo,
después de morir resucitan inmediatamente para regir un mundo especial y seguir engendrando
espíritus. También hay “sellamiento” de los hijos con la pareja. Los hombres pueden ser sellados a
varias mujeres, pero éstas sólo a un hombre.
Dios Padre: Fue hombre antes de ser Dios y actualmente tiene un cuerpo resucitado de carne y hueso.
Como los hombres tienen la meta de convertirse en dioses, la diferencia entre Dios y los hombres es
que éste llegó a esa meta antes que los humanos. Dios es polígamo y tiene relaciones con sus esposas
para engendrar espíritus humanos.
Dios Hijo: Es nuestro hermano mayor, que fue hombre y luego fue haciéndose Dios. Nació fruto de las
relaciones sexuales entre Dios Padre y la Virgen María. De estas relaciones también nació Satanás. O
sea, que Cristo y Satanás son hermanos.
Politeísmo: Padre, Hijo y Espíritu Santo son tres dioses, no tres Personas en un Dios, como es el
Misterio de la Santísima Trinidad. Pero no son los únicos dioses, ya que todos los humanos pueden
llegar a ser dioses.
Bautismo en vez de los difuntos: Para los que mueren sin bautizar, es posible que un mormón se
haga bautizar por un muerto, para que así logre ese difunto llegar a un mejor nivel en el paraíso
mormón.
Ocultismo: Joseph Smith fue ocultista, lo cual posiblemente recibió de sus progenitores, ambos
ocultistas. Testimonios indican de las prácticas ocultistas del fundador, que los primeros mormones
aprendieron de él, a lo cual hay que añadir la fantasiosa “ocultista” leyenda del origen de las
“revelaciones” que recibió. Muchos mormones continúan actualmente con prácticas ocultistas,
espiritistas y satánicas, especialmente a través del contacto con los muertos y con los espíritus
malignos.
Ceremonias secretas: Lo secreto lo llaman “sagrado” (“secret”=“sacred”). Antiguos mormones han
testimoniado de que las ceremonias rituales secretas son tomadas de la Masonería e incluso del
Satanismo. Entre éstas se encuentra el uso, por parte de hombres y mujeres, de ropajes interiores que
contienen símbolos ocultistas y que siempre llevan puestas debajo de la ropa.
Como podemos ver, todo este muestrario invalida la pretensión de que la Iglesia llamada de “Jesucristo
y de los Santos de los Ultimos Días” pueda siquiera ser considerada “cristiana”.

C. GRUPOS RELIGIOSOS ORIENTALISTAS


 NUEVA ERA
"El éxito de la Nueva Era es poner
comercialmente y al alcance de cualquiera, una
experiencia mística sensible y a medida del
consumidor", sin la dificultad que entrañaría la
experiencia espiritual cristiana propia de nuestros
grandes místicos.
Baamonde (TEÓRICO SOBRE SECTAS
ORIENTALES) explicó que Nueva Era no es una
secta en sí, sino un movimiento sincretista de
características socioculturales muy amplias y con
contenidos gnósticos y esotéricos, del que participan
cientos de grupos distintos, registrando algunos de
ellos características sectarias".
Entre sus componentes, destacó la astrología, el orientalismo, la magia y las
pseudociencias. "Definida por sus seguidores como una verdadera conspiración, la New Age o
Nueva Era forma una intrincada red de individuos, movimientos, instituciones, medios de
comunicación social y empresas, que pretenden un despertar a una nueva conciencia planetaria
a partir del tercer milenio", dijo.
Aunque la Nueva Era no se presenta como una religión, "posee un alto contenido religioso".
Según este experto, "dice reconocer todos los credos y manifiesta su admiración por la figura de
Cristo, pero la reduce e iguala a muchos otros personajes, presentándolo como un iluminado
más, o uno de los tantos Mae stros Ascendidos".
Los adeptos de este gran movimiento "rescatan la figura de Cristo, pero la subvaloran
asignándole igual posición que otros pensadores o divinidades de otras religiones. De esta
manera Cristo no es el Hijo de Dios, el Mesías, el Redentor, sino simplemente un Maestro más,
que desarrolló una actividad iluminadora para un periodo específico de la historia, como lo
habrían sido Buda, Mahoma, Krishna, Saint Germain, Kuthumi Djwal Khul, etc."
Se trata de una religiosidad totalmente individual: "la Nueva Era ofrece un vago
espiritualismo gnóstico, donde la salvación se lograría sólo por el conocimiento y no por la fe o
la conducta. De esta manera propugnan un crecimiento espiritual sin atenerse a dogmas o
sacrificios de ningún tipo, sino tan sólo escuchando la voz interior².
Baamonde afirma que la Nueva Era es "el gran desafío para la sociedad del presente siglo"
precisamente porque "enarbola banderas tales como el pacifismo, la hermandad universal y la
ecología, que difícilmente pueden ser impugnadas por el común de una sociedad que carece
cada vez más de una verdadera formación". Alertó también de "la capacidad que tienen las
concepciones nuevas para ir impregnando sutilmente, incluso, a practicantes de las religiones
clásicas o tradicionales, incluyendo la católica". A este respecto, recordó las siguientes palabras
de Juan Pablo II a un grupo de obispos de EE.UU. en 1993: "Las ideas de la New Age a veces
se abren camino en la predicación, la catequesis, los congresos y los retiros, y así llegan a
influir incluso en los católicos practicantes, que tal vez no son conscientes de la incompatibilidad
de esas ideas con la fe de la Iglesia".
Baamonde lo demuestra con una encuesta de la Fundación SPES, hecha a mil noventa y
ocho jóvenes de ambos sexos, de cuarto año de colegios secundarios católicos de Capital
Federal, Gran Buenos Aires y ciudades del interior de Argentina. Se seleccionaron seis de los
principales temas de la Nueva Era: ovnis y extraterrestres, magia y maleficios, reencarnación,
astrología, comunicación con los muertos y adivinación, y se les preguntó a los jóvenes por su
grado de creencia y adhesión, y por el medio de acceso a estos asuntos.
El resultado fue que todos superaron "el 50 % de adhesión por parte de los alumnos
encuestados", alcanzando un porcentaje superior los ovnis, y el inferior la creencia en la
reencarnación; aunque "pese a los elevados porcentajes en la adhesión a los temas
consultados, sólo una minoría le concedió fundamentos científicos". En lo que se refiere a los
medios a través de los cuales los jóvenes toman contacto o conocimiento de las temáticas
enunciadas, "mayoritariamente han sido señalados la televisión y los libros y revistas".
En base a estos datos, Baamonde cree que "es manifiesto que la desorientación respecto a
las temáticas incluidas en el presente estudio, no sólo afecta a los jóvenes sino también a las
familias, reforzando la convicción en la importancia de la implementación de una catequesis
familiar".
"A través de diversas organizaciones, programas educativos, libros, revistas, programas
radiales y televisivos, la New Age va ganado adeptos día a día con el objetivo final, según
sostienen, de borrar las fronteras universales, para lograr la creación de una suprarreligión
donde el hombre sea el Alfa y el Omega, el principio y fin de todas las cosas, logrando así una
caricatura de la religión: ya no es el hombre el creado a imagen y semejanza de Dios, sino Dios,
el creado a imagen y semejanza del hombre", concluyó.

 El yoga
La palabra yoga es un verbo. Significa “sujetar las
riendas del caballo”. El yoga es un método de
meditación basado en la religión hindú. Según el
hinduismo, la suprema divinidad está dentro de todos
los seres, también del hombre, y el hombre debe bucear
en su interior para contemplar a Siva. A cambio,
conseguirá no verse alterado por culpa de sus
limitaciones corporales. El método completo del yoga
consta de seis aspectos o etapas: 1) Control de los
“caballos”, es decir, de los instintos y sentidos; 2)
obligaciones: estar limpio, ecuanimidad, ascesis, no-
violencia, no dañar a los vivientes; 3) posturas o formas
de sentarse; 4) control de la respiración; 5) retirada de
los sentidos hasta hacer desaparecer la huella de las
impresiones sensoriales de la mente; 6) recogimiento
perfecto. Con frecuencia, el guru o maestro no se limita a enseñar las técnicas de
concentración, sino que convierte a los alumnos a la religión hindú o budista.

 El zen
En cuanto religión, el zen es una secta del budismo desde el siglo VI, que se estableció sobre
todo en Japón y, desde Japón ha pasado a occidente. En cuanto método psico-técnico consiste
en determinados ejercicios corporales y mentales: la postura “zazen” o posición de loto, los
ejercicios de concentración, el recuento de la respiración, pronunciación de relatos cortos y
enigmáticos, detención del discurrir de la mente. Con estos ejercicios se llega al vaciamiento
interior: no pensar nada, no sentir nada. Con esto se consigue llegar a la iluminación interior. El
zen repercute en la vida ordinaria, pues enseña a entregarse a cualquier acción, a hacer lo que
hay que hacer, con total atención.
 Sanatana Dharma
Asociación de yoga Sanatana Dharma. Es una asociación de yoga fundada en 1983 por Manuel
Paz Macagaza (Madhava) que tiene 50 centros repartidos por España, 100 instructores y unos
2000 alumnosregulares. Pretende ser la “sucursal” española de la Gran Fraternidad Blanca, una
estirpe de “excelsos seres útiles”, personas que trabajan por transformar a la humanidad desde
hace 12.000 años y que viven todavía en las montañas del Himalaya. Su doctrina principal es
que sólo existe una divinidad, el “Principio Raíz” o Brahm, y cada ser tiene un Atman o principio
espiritual. Mediante el yoga, el Atman del hombre va purificando su “karma” (su carga moral,
positiva o negativa) y tiende a y a dar culto a Brahm.

D. CIENTIFICISTAS
Cientifismo es un término que se forjó en Francia en la
segunda mitad del siglo XIX (scientisme), para indicar a la
corriente de pensamiento que acepta sólo las ciencias
comprobables empíricamente, como fuente de explicación de
todo lo existente. De esta forma, el término se ha aplicado
para describir la visión de que las ciencias formales y
naturales presentan primacía sobre otros campos de la
investigación tales como ciencias sociales o humanidades.
Además de su significado original, la palabra es usada
también frecuente como un término peyorativo, utilizado en contra de las explicaciones racionales
dadas por ciencias empíricas; para así tratar de desacreditarlas frente a otros argumentos no
científicos, que presentan explicaciones filosóficas, religiosas, míticas, espirituales, humanísticas o
pseudocientíficas.
Una descripción más contemporánea del término es la ofrecida por Michael Shermer de la "The
Skeptics Society" (sociedad escéptica), quien se identifica a sí mismo como cientifista, y define
cientifismo como: "una visión del mundo científica que abarca las explicaciones naturales para todos
los fenómenos, y evita las especulaciones supernaturales y paranormales; la cual abraza el
empirismo y la razón, como los pilares gemelos de una filosofía de la vida apropiada para una edad
de la ciencia".
La actitud del que da una importancia prepotente a la ciencia muy por encima de las otras
actividades humanas y/o consid era que no existe limites para la valides y la extensión del
conocimiento científico.
En este sentido el termino equivale a positivismo, pero con una conmutación peyorativa , dice
Bergson : nosotros solo hemos pedido a la ciencia que siguiera siendo científica que no se
envolviera en una metafísica inconsciente, que se presenta entonces bajo la mascara de ciencia.
Tipos fundamentales de valoración conceptual de la ciencia, propios de la ideología burguesa y
que adquieren carácter masivo en el periódico de la revolución científico-técnica.
El cientificismo (del latín sciencia : conocimiento ) es la fe en la fuerza milagrosa de la ciencia , la
fertichización de sus posibilidades , la interpretación de la ciencia como el factor determinante del
desarrollo de la sociedad.
De lo que resulta una actitud nihilista, arrogante , con respecto a los valores prácticos del espíritu ,
morales y estéticos. Orientaciones tales como el mecanismo , la sobre valoración de la física y la
biologización de la vida social tienen relación directa con el cientificismo, en la sociología burguesa
el cientificismo se manifiesta a través de la idea de la "ingeniería social".
Si ideal social es una sociedad a cuyo frente se encuentren hombres de ciencia , una peculiar elite
intelectual , cuya acción puede conducir sin conflictos , por vía evolucionista, a un estado armónico ,
"equilibrado " del todo social.
Los planteamientos cientificistas aparecen con la ideología de la ilustración. a fines del siglo XIX
surgen variedades irracionales extremistas del cientificismo , en las que se atribuye a la ciencia la
capacidad incluso , para satisfacer las aspiraciones religiosas: la construcción del paraíso terrenal ,
la inmortalidad del individuo y la resurrección de los muertos.
Compañeros del cientificismo, y su inverso, son los estados de ánimo y concepciones
anticientificistas. Si el primero ve en la ciencia la causa primaria del progreso, el anticientificismo la
declara culpable de todos los males: por ejemplo de la fabricación de los nuevos tipos de armas, de
los costos del progreso social etc.
Uno de los rasgos específicos del anticientificismo es el tajante acento que pone en la relatividad
histórica del pensamiento científico , en la representación de la ciencia como "forma transitoria de la
razón. que nació junto con las relaciones mercantil-capitalista y esta condenada a desaparecer al
unísono con ellas , al ceder el lugar a métodos de pensamiento mas elevado, postcientificos.
LA MISIÓN DEL LAICO EN LA IGLESIA

SESIÓN Nº 27

EL LAICO EN EL NUEVO TESTAMENTO

 LOGRO DE APRENDIZAJE PREVISTO


 LECTURA REFLEXIVA
 CONTENIDOS:

LAICO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Un lastre histórico no superado


La aproximación que se hace hoy día y desde la mitad de este siglo al tema del laico y a la cual
fue receptivo el Concilio Vaticano II, no sólo es diversa de la que prevaleció durante siglos en la historia
de la Iglesia, sino que en buena parte es reactiva ante ésta. Un breve vistazo histórico puede resultar
ilustrativo. Tomemos como punto de referencia el mismo término utilizado. La palabra laico remite
etimológicamente a laikós, que deriva del sustantivo laós, pueblo en griego. Ahora bien, ni en el griego
clásico ni en el del Nuevo Testamento encontramos el término laikós. Sólo aparece, y escasamente, en
algunos textos griegos cristianos de los primeros siglos, para designar al pueblo en cuanto diverso de
los sacerdotes. En la Iglesia latina el término laico se introduce para designar, junto al término plebe, al
cristiano que no pertenece al clero. Tenemos, pues, que el término laico surge para designar no sólo la
pertenencia a un pueblo, sino la pertenencia a una categoría o estrato diverso de otro dentro de ese
mismo pueblo.
Dijimos que el término laico no aparece en el Nuevo
Testamento; sin embargo, la realidad que se designa cuando se
introduce más tarde en el vocabulario cristiano está claramente
enunciada en los escritos neotestamentarios. Pablo atestigua la
existencia de una variedad de ministerios y carismas promovidos por
el Espíritu en el Pueblo de Dios: “En la Iglesia, Dios ha establecido a
algunos, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como
profetas; en tercer lugar, como maestros, luego hay milagros, luego
dones de curar, asistencias, funciones directivas, diferentes lenguas”
(1 Cor.12, 28) Es decir, se afirma una diversidad de ministerios y de
carismas en la Iglesia. Sin embargo, en el Nuevo Testamento el
acento no está puesto en la diversidad y en la distinción, sino en la
unión y comunión fundamental que comporta la pertenencia a la
Iglesia. Los que más tarde serán llamados laicos son designados en
el Nuevo Testamento como “santos”, “elegidos”, “discípulos” y sobre
todo “hermanos”, es decir, se incluye a todos los miembros de la comunidad cristiana. Pablo, por lo
demás, no tiene una lista claramente diferenciada y unívoca de los diversos ministerios y carismas en la
Iglesia (Rom.12, 6-8; 1 Cor. 14, 1-6, 26-30;12,8-10; 13,1-3; Ef.4,11; 1Tes.5, 19-22) y cuando habla de la
diversidad insiste en la única fuente que sustenta tales ministerios y carismas y que asegura la
articulación armónica de los mismos:”hay, además diversidad de carismas, pero uno solo es el Espíritu;
hay diversidad de ministerios, pero uno solo es el Señor; hay diversidad de operaciones, pero uno sólo
es Dios, que lo hace todo en todos y a cada uno se le ha dado una manifestación particular del Espíritu
para la utilidad común”. (1 Cor.12,4-7)
A partir del siglo IV y condicionado por la seguridad que implica la aceptación del cristianismo
como religión del imperio, se produce un relajamiento progresivo en la conciencia escatológica de la
Iglesia, la cual determinará que la distinción que se había establecido en el siglo III entre clero y plebe
(Cipriano, Epist.45,2), o sacerdotes y laicos (Clemente de Alejandría, Stromata 3, 12, 90-91;5,6,33,3),
se hace cada vez más radical y tajante. A esto coopera indirectamente el florecimiento del monacato, al
cual se asimila paulatinamente cada vez más el clero. (celibato, hábito, tonsura) Monjes y clero se
hacen cada vez más los depositarios de la cultura y del poder; las funciones eclesiales se van
concentrando cada vez más en ellos. Se llega así al momento en que clérigo significa erudito (como lo
atestigua el diccionario de la Real Academia Española: “En la Edad Media hombre letrado y de estudios
escolásticos, aunque no tuviese orden alguna en oposición al indocto, especialmente al que no sabía
latín. El sabio, en general, aunque fuese pagano”) y laico es sinónimo de ignorante o simplemente de
idiota. La distinción se transforma en separación sociológica y culturalmente sancionada. Esto es
perceptible en la misma liturgia que relega al laico a ser un espectador pasivo. La institución eclesial se
acomoda e interioriza la estratificación de la sociedad medieval. También al interior de los clérigos se
acentúan las diferencias. Los obispos se asimilan al señor feudal y el Papa es un concurrente del rey o
del emperador. Lo que es condición cultural y política pretende consolidarse como norma. Así nos
encontramos con un canon de Graciano en el siglo XII que postula “dos géneros de cristianos”. El canon
dice: “Hay dos géneros de cristianos. Uno ligado al servicio divino y entregado a la contemplación y a la
oración, se abstiene de toda bulla de realidades temporales y está constituido por los clérigos... El otro
es el género de los cristianos al que pertenecen los laicos. En efecto, laos significa pueblo. A éstos se
les permite tener bienes temporales..., se les permite casarse, cultivar la tierra, depositar ofrendas en
los altares, pagar los diezmos...”. Las palabras de Graciano no constituyen ningún exabrupto. Es
significativo recordar que sólo al emperador y los nobles se les permite una mayor participación, o mejor
dicho, éstos están en condiciones de imponerla.
Tenemos, pues, que lo que era inicialmente una distinción que se fundaba en una identidad
primera y debía manifestarse como comunión, se transforma en una separación que sanciona
diferencias culturales y sociales.
Lo anterior representa una realidad que operará como un lastre del pasado hasta el día de hoy y
que en unos condiciona un discurso sobre el laico como si fuese un asunto de resignación,
reivindicación, o simplemente de amarga ironía, como por ejemplo, la de E. Le Roy que escribe: “los
simples fieles tienen en Roma la misma función que los corderos de la candelaria: se les bendice y se
les esquila”, y que en otros despierta aprensión y suspicacia. En el hecho, de diversas maneras, el
antecedente histórico antes esbozado opera como un condicionante distorsionador de la aproximación
que hoy podemos hacer sobre el tema del laico. No sólo es preciso reconocer un dato del pasado y no
tratar de minimizarlo o justificarlo, sino que también se requiere lucidez para captar de qué manera
condiciona la propia aproximación que hoy hagamos sobre este tema.

Un desafío decisivo
El tema del laico se ha hecho presente y urgente en la conciencia de la Iglesia no por una
introspección de ésta sobre sí misma, por un afán directo de confrontarse con sus orígenes y de
comparar una forma histórica determinada de establecerse ella misma como sociedad visible con la
forma que tuvo en los primeros siglos; no fue un afán de purismo arcaizante o un evangelismo
retrospectivo lo que hizo presente el tema del laico. Éste, en la forma como hoy se plantea, surge
cuando la Iglesia se confronta con una sociedad secularizada, autónoma, autosuficiente, ante la cual ha
perdido vigencia. Esta confrontación se inició en los comienzos de la época moderna (Renacimiento
científico), desde entonces se ha hecho cada vez más patente, aunque haya perdido la virulencia que
tuvo en algunos momentos de declarado anticleralismo. El tema del laico, empero, no surgió cuando de
hecho ya se daba esa confrontación entre Iglesia y sociedad moderna emancipada de su tutela, sino
que fue necesario que se tomara conciencia de que esta sociedad moderna no era una mera
negatividad condenable, una sociedad pervertida, puesto que era una realidad que debía ser
considerada como una positividad, no sólo en cuanto se imponía como un dato positivo ineludible, sino
como una realidad que contenía también elementos positivos y valiosos. Desde el Renacimiento,
pasando por la Ilustración, hasta la mitad de este siglo el tema del laico no se plantea todavía como lo
hacemos hoy, simplemente porque entonces lo que predomina es una actitud restaurativa de un orden
teonómico como el que pudo establecer la Iglesia en la Edad Media. Cuando en el siglo pasado se
frustran definitivamente los ensayos restaurativos del “Antiguo Régimen” y la Iglesia desaparece como
Estado poderoso y se ve reducida a un territorio casi simbólico, cuando los hechos hacen patente que la
razón política de la modernidad, más allá del terror subsecuente a la Revolución Francesa, es definitiva
y porfiadamente democratizante y que el mundo surgido de esa modernidad no puede ser visto más
como un mero adversario contra el cual luchar, sino una realidad en la cual se está destinado a ser y a
la cual es preciso evangelizar, sólo entonces se produce la situación que lleva a una toma de conciencia
paulatina, pero cada vez más nítida: entre Iglesia y mundo moderno se ha producido un abismo y la
superación del mismo no pasa por una condenación o negación indistinta de ese mundo secularizado,
sino una evangelización del mismo. Sólo entonces se hace presente como insustituible el papel que
concierne a los “seculares” de la Iglesia en este mundo secularizado. Sin ellos, es decir, sin los laicos, el
abismo entre mundo moderno y fe cristiana parece insalvable.
Tenemos, pues, que el tema del laico responde a un desafío que presenta la evangelización del
mundo moderno, la superación del drama que representa la ruptura entre evangelio y cultura moderna,
como lo dice Paulo VI. Se inserta en una toma de conciencia que no es la de una conciencia feliz, sino
que, parafraseando a Hegel, podemos decir, es la de una conciencia desgraciada.
Sería un simplismo arrogante negar que en los siglos pasados el tema del laico estuvo ausente,
como que si el clero y la jerarquía se hubiesen simplemente desentendido del pueblo creyente.
Ciertamente el catecismo de Trento, las compañías, cofradías, oratorios, escuelas de doctrina cristiana,
congregaciones marianas, fraternidades de devoción moderna, asociaciones de amistad católica, la
conferencia de San Vicente de Paul, etc. , fueron respuestas y esfuerzos por acercarse a ese mundo
que se secularizaba y alejaba cada vez más de la Iglesia. Sin embargo, todo esto se vio en una
perspectiva que podríamos llamar de alternativa. Se trataba de edificar “un mundo católico”
contrapuesto “al mundo no católico”. Es sólo a mediados de este siglo cuando en vez de la construcción
de un mundo paralelo cristiano se impulsa una “consagración del mundo” y precisamente de ese mundo
secularizado y surgido de la razón moderna. Entonces, tenemos los primeros “Congresos Mundiales del
apostolado de los laicos” (1951, 1957), y la enseñanza señera de Pío XII. En el Concilio Vaticano II
encontramos testimonios explícitos que muestran que el tema del laico se consideraba en la coyuntura
del desafío que representa la actual sociedad moderna secularizada. Así leemos en el Proemio del
decreto sobre el apostolado de los seglares: “nuestro tiempo no exige menos celo en los laicos. Por el
contrario, las circunstancias actuales piden un apostolado seglar mucho más intenso y más amplio.
Porque el diario incremento demográfico, el progreso científico y técnico y la intensificación de las
relaciones humanas no sólo han ampliado inmensamente los campos del apostolado de los laicos, en
su mayor parte abierto solamente a éstos, sino que, además, han provocado nuevos problemas, que
exigen atención despierta y preocupación diligente por parte del laico. La urgencia de este apostolado
es hoy mucho mayor, porque ha aumentado, como es justo, la autonomía de muchos sectores de la
vida humana, a veces con cierta independencia del orden ético y religioso y con grave peligro de la vida
cristiana” (A.A.1,cf. L.G.30,36).
Reseñar este segundo condicionante no significa erigirse en jueces de los que nos precedieron en
la fe y de ningún modo culparlos. Se trata de reconocer un antecedente histórico de una situación que
hoy se nos presenta así, es decir, como un desafío, que por su misma urgencia puede dificultar un
discernimiento prudente.
Hay además un aspecto concernido en todo esto que no basta desechar con una profesión de
buena y recta intención sino ante el cual es preciso ser sumamente lúcido. Se trata de lo siguiente: En la
medida que el problema del laico se tematiza a partir del desafío que representa un mundo muy
consciente de su propia autonomía “como corresponde” según el texto recién citado del Vaticano II, sino
que de facto es una cultura secularizada que se ha emancipado de la Iglesia, es decir, ante la cual la
Iglesia ha perdido un poder que tuvo en el pasado, y que hoy es una sociedad que se quiere
evangelizar y no más condenar (como todavía se hizo con ocasión de la crisis modernista), en esta
medida es un asunto que tiene una concomitancia política ineludible. En Gaudium et Spes 3 se nos dice
claramente que la Iglesia lo que pretende es servir y no dominar al mundo moderno. Ahora bien, para
que este propósito resulte creíble, tenida cuenta la historia de la Iglesia, ésta debe esforzarse en dar un
testimonio y el magisterio ofrecer una enseñanza lo más coherente y transparente sobre lo político. La
“Consagración del mundo” que se persigue y señala como función específica de los laicos (L.G.33-34)
debe perfilarse nítidamente como algo diverso de un intento por recuperar un poder pretérito como si el
laicado fuese la mano larga que ahora utilizara la clerecía como instrumento de dominio político. En esto
no sólo está en juego un asunto de credibilidad por parte de los no cristianos, sino que, además, se
juega la posibilidad de una orientación eficaz de los creyentes en su compromiso secular. En la
coherencia que tenga el discurso y testimonio magisterial sobre lo político se juega la eficacia concreta
de las orientaciones que se puedan ofrecer al laicado. A mi parecer lo político representa hoy un punto
neurálgico no sólo en Chile, insoslayable cuando se trata sobre el tema del laico. Un discurso sobre el
laico que silencie el de lo político difícilmente puede ser una orientación consistente.
Ser laico
Son varios los teólogos que actualmente prefieren evitar el término laico porque lo consideran
demasiado equívoco y más un detonador de confusiones que un instrumento apropiado de inteligencia.
No les falta razón. En todo caso lo que importa es clarificarse sobre el contenido. Es esto lo que
trataremos de hacer. No se trata de resumir toda la doctrina o teología del laicado, sino de hacer
hincapié en algunos aspectos que por ser tan elementales y obvios pueden quedar en la penumbra de
lo implícito.
Cuando se habla de laico se alude inmediatamente a una distinción. En esto hay continuidad
entre la terminología que utilizó Tertuliano y según la cual laico se distingue de clérigo, y la descripción
por vía negativa de L.G.31:”Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a
excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en un estado religioso
reconocido por la Iglesia”. Esta distinción, empero, no se sustenta en sí misma, sino que remite y se
funda en una identidad antecedente: el ser cristiano. Sin esta identidad no se entiende ni sostiene la
distinción. Esto no es asunto de pura coherencia lógica, sino que es algo en lo cual es preciso insistir,
porque de hecho se ha dado y se sigue dando un discurso maniqueo sobre el laico que absolutiza una
distinción y no la ubica en su dependencia a la unidad que la funda. Hablar de laicos y clérigos como lo
hacía Graciano cuando se refiere a dos “géneros de cristianos” no sólo es una incongruencia lógica,
sino también una desviación eclesiológica. Nadie se atrevería a usar hoy día tal terminología; sin
embargo, no sólo deberíamos ponernos en guardia contra todo discurso “de arriba para abajo” sobre el
laico, sino en disociar la realidad del laico de la de ser “fiel cristiano” como dice el Concilio Vaticano II,
realidad fundamental que concierne tanto a clérigos como laicos. No se trata de negar una distinción
que se funda en la realidad específica del ordenado que “por la unción del Espíritu Santo, quedan
sellados con un carácter particular y así se configuran con Cristo Sacerdote, de suerte que puedan
obrar como en persona de Cristo Cabeza” (P.Ord.2).
De lo que se trata es de situar esta distinción en lo que realmente comporta. Como nos enseña el
mismo Concilio, la diferente participación en el “único sacerdocio de Cristo” que funda la distinción entre
laicos y sacerdotes es “de esencia y no sólo de grado” (L.G.10). No se trata, pues, de negar una
diferencia esencial, sino de no hipostasiarla y absolutizarla como si se sostuviese en sí y pudiese ser
considerada aisladamente. Si así fuese equivaldría a afirmar que se es más cristiano por el hecho de
ser Papa, obispo o sacerdote y menos por ser laico. Para evitar este malentendido, el mismo texto de
L.G. remite inmediatamente a esa unidad antecedente: “el sacerdocio común de los fieles y el
sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordena, sin
embargo, el uno al otro, pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo” (L.G.10).
Tenemos, pues, que la diferencia entre sacerdotes y laicos no está en la falta de participación de
los segundos en el sacerdocio de Cristo, sino en una manera diversa de participar del mismo. Esta
diversa participación no funda estratos separados, dos categorías de cristianos, sino que postula y
requiere una ordenación recíproca entre ambos, entre jerarquía y laicado. La unidad, el ser cristiano, es
lo que precede, fundamenta y orienta tal distinción. Ser laico (o ser obispo) designa una realidad
específica que ontológica y eclesiológicamente no constituye un para sí, sino que sólo se entiende y
tiene razón de ser en referencia a esa realidad primera y antecedente que es el ser cristiano. Esto no
debería permanecer como obviedad implícita, sino que, considerada la recurrencia de un discurso
maniqueo sobre el laico, es algo que es preciso explicitar no sólo ocasional sino permanentemente.
Hablar del laico al margen de una perspectiva escatológica más que orientar puede confundir. En
realidad, así como un discurso que no explicita la dependencia de la realidad laical del ser cristiano se
queda a medio camino, referirse al laicado como mero estrato de una institución y no en el horizonte
dinámico de la promesa del reino de Dios que ha sido dada al pueblo de Dios que es la Iglesia, puede
constituir una consideración sociológica o políticamente relevante, pero teológicamente trunca.
Nuevamente aquí podemos aprender de la historia. Los límites de la eclesiología medieval para
considerar el tema del laico, más allá de sus evidentes condicionamientos socioculturales y políticos,
remiten a un déficit escatológico. Al desdibujarse y diluirse el Reino de Dios como el faro escatológico
de la Iglesia y del mundo, necesariamente el discurso sobre el laico no podía tener una mayor
envergadura que la de un discurso puramente moralizante y disciplinario, pero desprovisto de mayor
enjundia teológica. Es claro que hablar del laico en perspectiva escatológica no significa traer a colación
los temas tradicionales del juicio, cielo, infierno, etc. Significa hacerlo teniendo como parámetro y sin
perder de vista la relación básica aclarada por el Concilio Vaticano II entre Iglesia y mundo y de éstos
con lo que constituye su meta escatológica definitiva, el Reino de Dios. Según el Concilio, lo peculiar del
laicado consiste en “instaurar el orden temporal y actuar directamente y de forma concreta en dicho
orden, dirigidos por la luz del Evangelio...”(A.A.7). El laico, pues es el miembro de la Iglesia que está
directamente referido al mundo. Es así decisivo en la delimitación, de lo que se entiende por laico
situarlo en el horizonte de las relaciones Iglesia-mundo-Reino de Dios. Esto no por un puro afán
aclaratorio formal, sino porque de ello depende la solución de las dos tendencias problemáticas que
señalan con toda razón los Lineamenta, como características de la actual situación postconciliar. Se
dice en los Lineamenta que en el laicado se dan dos tendencias contrapuestas. Una de secularización y
la otra de “fuga del mundo”.
En el primer caso se trata de aquellos laicos que ciertamente están comprometidos en las
realidades temporales y terrenas, pero están tan copados por la secularización, que rechazan o, de
todos modos, comprometen la fundamental e irrenunciable referencia a la fe, única que puede generar y
sostener esa ¢animación cristiana¢ que debe vivificar la acción de los laicos en el orden temporal. No
faltan las formas de colaboración en el ámbito económico, social, político, cultural, en las cuales los
laicos cristianos renuncian a su identidad, asumiendo criterios y métodos que no puede compartir la fe:
en éstos y semejantes casos la secularidad se convierte en secularismo. En el segundo caso se trata de
una tendencia inversa, de descuidar el mundo de la fuga del mundo por parte de los mismos laicos, esto
es, de los fieles que viven en el siglo y en medio de los asuntos seculares. (Lineamenta 9)
¿Cómo se explica que en el postconciliar se hayan generado y desarrollado tendencias tan
contrapuestas? Los Lineamenta no emprenden un análisis de las causas de estas “tendencias
problemáticas” como se dice. Sin embargo, en ellas mismas subyace un presupuesto eclesiológico que
coopera en gran medida a crear y fomentar tales tendencias, aunque la intención sea precisamente la
contraria. No se trata de una falla expresa y formal, sino más bien de una carencia que compromete un
aspecto vital y fundamental de la eclesiología. En realidad, las “tendencias problemáticas” aluden a una
dicotomía entre Iglesia y mundo como lo indican los mismos. La “fuga del mundo” y la secularización
hacen manifiesto que no se da un nexo real en la conciencia del laico entre su ser Iglesia y mundo a la
vez. Ahora bien, más adelante se señala un principio básico: “los laicos poseen una única e indivisa
identidad en cuanto a la vez son miembros de la Iglesia y la sociedad”. Sin embargo, en los números
siguientes, donde se describe esta doble pertenencia del laico no se señala con la nitidez requerida el
momento de unidad, el nexo que funda “una única e indivisa identidad”, sino que el documento se
contenta con establecer un planteo que paraleliza la condición eclesial y mundana del laico.
Ciertamente ésta no parece ser la intención del documento, como lo muestra bien la cita que se hace
del Concilio Vaticano II (Apost. actuositatem n. 5): “La obra redentora de Cristo, aunque de suyo se
refiere a la salvación de los hombres, se propone también la restauración de todo el orden temporal. Por
ello la misión de la Iglesia no es sólo ofrecer a los hombres el mensaje y la gracia de Cristo, sino
también el impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico. Los laicos, pues,
al realizar esta misión de la Iglesia, ejercen su propio apostolado tanto en la Iglesia como en el mundo,
lo mismo en el orden espiritual que en el temporal; órdenes ambos que, aunque distintos, están
íntimamente relacionados en el único propósito de Dios, que lo que Dios quiere es hacer de todo el
mundo una nueva creación en Cristo, incoativamente aquí en la tierra, plenamente en el último día”. En
todo caso, creo que estamos aquí ante un aspecto sobre el cual no se insiste suficientemente, pues la
dicotomía que manifiestan las “tendencias problemáticas” no parece ser fortuita, sino que también se
sustenta en el desconocimiento del carácter único de la misión del laico, que nos es otro que el de la
Iglesia en su conjunto y en la dinámica escatológica que deriva de su ser.
La “responsabilidad apostólica” del laico, tanto en las “realidades temporales y terrenas” como en
“las propiamente eclesiales”, no se establecen a un mismo nivel, ni se deben paralelizar en un esquema
estático. Para que se capte el nexo que las une, para que se cumpla lo que pide el Concilio, “el laico,
que es al mismo tiempo fiel y ciudadano, debe guiarse en uno y otro orden siempre y solamente por su
conciencia cristiana” (A. A. 5), es preciso plantearse en una perspectiva dinámica y escatológica. Esta
perspectiva no se funda ni está sujeta a la subjetividad de cada cristiano, sino que tiene como vértice la
realidad que centra el misterio de la Iglesia, el reino de Dios. El reino de Dios es el faro escatológico
único que le confiere su sentido tanto a la Iglesia como al mundo. En el reino de Dios desaparecerá la
dualidad Iglesia-mundo. Pues bien, no se trata ni basta recordar esto como un postulado abstracto de la
esperanza cristiana, se trata de situar la responsabilidad y misión del laico en esta perspectiva que es la
definitiva y debería ser la definitoria de la conciencia de todo cristiano en el presente. En esta
perspectiva del reino como sentido uno y escatológico de toda la realidad no cabe paralelizar
responsabilidad mundana y eclesial sino que éstas se deben entender en la sola esperanza
responsable del reino de Dios.
Al parecer, la dificultad para articular esta responsabilidad fundamental del laico en toda su
dimensión no sólo reside en la falta de esperanza y en la tentación permanente a absolutizar el mundo
como lo definitivo, tal como lo manifiesta el secularismo al que se refieren los Lineamenta, sino también
en un resabio clerical persistente, como lo pone inmediatamente de manifiesto la “fuga del mundo”. En
verdad, reconocer en concreto y no sólo profesar en abstracto la relatividad de la Iglesia con respecto al
reino de Dios pone en jaque seguridades humanas y para algunos cuestiona la solidez de la institución
eclesiástica y resulta un riesgo demasiado grande. Ciertamente que es más claro, distinto, seguro y
confortable, coherente además con la lógica de toda institución, situar la Iglesia como un para sí y no
como ese “germen y principio” (L.G. 5) del reino de Dios que tiene como función servir al mundo. (G. S.
3 y 43)
En la “fuga del mundo” de los laicos se manifiesta un resabio clerical que se ha interiorizado, que
invierte la lógica del servicio que le concierne a la Iglesia con respecto al mundo y de esta manera la
desfigura como un ídolo y oscurece su realidad peregrina al reino de Dios.
Es preciso, pues, no sólo por coherencia con el marco de referencia que establece el Concilio
Vaticano II para entender la misión del laico¾”La Iglesia al prestar ayuda al mundo y al recibir del
mundo múltiple ayuda, sólo pretende una cosa: el advenimiento del Reino de Dios y la salvación de la
humanidad” (G.S. 45)¾sino para superar la disyuntiva o secularización o fuga del mundo insistir en la
dimensión escatológica en la cual se inserta el ser y quehacer laical. Esto implica mostrar que al
afirmarse que el mundo es para un cristiano relativo al reino de Dios, no sólo se relativiza el mundo y
compromiso secular como realidades provisorias y tendenciales al Reino de Dios, sino que también, y
esto es lo que se hace menos espontáneamente, señalar igualmente la realidad dependiente y
peregrina de la institución eclesial al Reino de Dios. No sólo el ser del mundo es provisorio y sólo se
entienden teológicamente como realidades de una Iglesia peregrina a esa Iglesia celestial en la cual lo
único permanente y definitorio es la caridad.
Quisiera señalar un último aspecto que por ser tan fundamental se omite. Ser laico comporta un
carisma que en cuanto está ligado a una misión designa un ministerio como lo señalan los obispos
franceses. Este ministerio se inserta en el de toda la Iglesia como el Concilio Vaticano II repetidamente
enseña, que es de servicio al mundo. A toda la Iglesia le concierne este ministerio al mundo como
misión fundamental. En el cumplimiento de su ministerio, empero, los laicos no son los suplentes de la
jerarquía, sino que su función específica y propia determina una referencia básica del ministerio
jerárquico al laicado. Los pastores son los servidores del pueblo de Dios y no a la inversa. Esta lógica y
ordenación fundamental de los ministerios en la Iglesia que determina el servicio a la humanidad debe
hacerse presente no sólo insistiendo en la misión que le corresponde al laico en el mundo actual, sino
en la de servicio que le corresponde a la jerarquía con respecto al laico. Este es un aspecto importante
de considerar para que el discurso que la jerarquía pueda hacer sobre el laicado se vea libre de todo
asomo de “servidumbre de vanidad” (Rom. 8, 19-21) y resplandezca como prolongación del servicio que
el Señor Jesús presta hoy a la humanidad toda.

SILABO

INSTITUCIÓN
UNIVERSIDAD NACIONAL TECNOLÓGICA DEL CONO SUR DE LIMA.
CAPACITADORA

ÍTEM
SUB ÍTEM ÁMBITO
21 21-S VILLA EL SALVADOR –UGEL 01 S. J. M.

NIVEL EDUCATIVO GRUPO DE ATENCIÓN


E.B.R SECUNDARIA A-B

COMPONENTE DISEÑO CURRICULAR: Aspectos Específicos-EDUCACIÓN RELIGIOSA

NOMBRES Y APELLIDOS DNI


EQUIPO DE ESPECIALISTAS/
CAPACITADORES Miguel Hérmenes BELLO PANTOJA 07591349
RESPONSABLES DEL CURSO
Lizbet ÑAUPARI TOLENTINO 08427369

I.- SUMILLA:
El componente DISEÑO CURRICULAR: Aspectos Específicos-EDUCACIÓN RELIGIOSA, pretende en
el desarrollo de los contenidos propuestos, en el Programa Básico de PRONAFCAP, fortalecer, el
compromiso asumido frente a la vocación de educar, reflexionar el sentido de lo que Dios significa en
nuestra Vida como educadores, especialmente en torno a nuestro testimonio de vida, así poder transmitir
esta experiencia, especialmente entre los estudiantes, docentes y el entorno educativo.

Orientar en este sentido el aspecto espiritual salvaguardando la cultura religiosa y la sensibilidad


cristiana, las estrategias pretenden crear un espacio de continuo aprendizaje entre los participantes y vivir
en la práctica aquellas propuestas educativas que hacen viable una pertinente actividad educativa, a su
vez actualizar el uso y manejo de las diferentes herramientas pedagógicas que todo docente debe
considerar siempre en su quehacer educativo.

La planificación del componente DCN: Aspectos específicos-Ed. Religiosa, concretiza en el enfoque


técnico pedagógico del mismo. Comprende las unidades de aprendizaje y éstas a su vez las sesiones de
aprendizaje de acuerdo con los temas planificados en el sílabo. Las unidades se plantean en base a los
contenidos seleccionados que se desarrollarán a través de talleres presenciales y sesiones a distancia. El
diseño de cada taller comprende toda la secuencia didáctica de una sesión de aprendizaje que se
desarrollará en modalidad presencial.

II. COMPONENTE / LOGROS DE APRENDIZAJE:

COMPONENTE LOGROS DE APRENDIZAJE


D C N: ASPECTOS Maneja el sustento teórico práctico de los componentes temáticos de las áreas
ESPECÍFICO-
curriculares de su especialidad académica, de nivel o ciclo.
EDUCACION RELIGIOSA
Identifica los componentes del área curricular.
Diversifica en forma correcta su Plan de Actividades teniendo en cuenta el Plan
Regional, la realidad local y el Plan Pastoral de la Diócesis.
III. CUADRO DE CONTENIDOS Y CRONOGRAMA DE EJECUCIÓN:

NOMBRE Número de sesión y Modalidad


CONTENIDOS DE LA Nº de
DE LA contenidos que se de
UNIDAD horas Fecha
UNIDAD desarrollarán ejecución
Sesión 01
I. Dios • La Revelación: formas y fuentes de • La Revelación: formas y fuentes de Presencial 02 25/04
presente en la la revelación: La revelación en la la revelación: La revelación en la
humanidad tradición de la Iglesia. tradición de la Iglesia
• La Biblia y los documentos del Sesión 02
Magisterio de la Iglesia: Palabra de • La Biblia y los documentos del
Dios, fuentes doctrinales, manejo, Magisterio de la Iglesia: Palabra de
ubicación e interpretación de los Dios, fuentes doctrinales, manejo, Presencial 02 02/05
mensajes bíblicos a la luz del ubicación e interpretación de los
Magisterio de la Iglesia. Aparecida. mensajes bíblicos a la luz del
• La libertad responsable: toma de Magisterio de la Iglesia. Aparecida.
decisiones. Dios inicia el plan de Sesión 03
salvación para todos los hombres. • La libertad responsable: toma de
El misterio de la Encarnación. El sí decisiones. Dios inicia el plan de
de María. salvación para todos los hombres. Presencial 02 09/05
• Cristo prototipo del Hombre Nuevo: El misterio de la Encarnación.
Tipo de relaciones con Dios., con
las personas y con la naturaleza.
Sesión 04
• El sí de María en el Plan de Presencial 02 16/05
Salvación.

Sesión 05 Presencial 03 23/05


• Cristo prototipo del Hombre Nuevo:
Tipo de relaciones con Dios., con las
personas y con la naturaleza.
Sesión 06
Distancia 02 02/06
• La vida oculta de Jesús
Sesión 07
• Presencia de María en la Vida del Distancia 02 04/06
Cristiano
Alfabetización digital 20-22-
Presencial 06
24/04
BIBLIOGRARÍA:
 DOIG, Germán (2000), El desafío de la tecnología. Vida y Espiritualidad, Lima.
 PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA (1993), La interpretación de la Biblia de la Iglesia, Editorial Salesiana, Lima.
 CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. (1992). Librería Juan Pablo II, Colombia.
 LA BIBLIA DE JERUSALEM
 IDIGORAS, José Luís (1990). Religión.
 http:// www. encuentra.com; http:// www. aciprensa.com;
 http://es.catholic.net
 http://multimedios.org
NOMBRE DE Número de sesión y contenidos Modalidad Nº de
CONTENIDOS DE LA UNIDAD
LA UNIDAD que se desarrollarán de ejecución horas Fecha
II. Respuesta • Respuesta del hombre a Dios. Sesión 08
Presencial 02 06/06
• La reconciliación con Dios, consigo • Respuesta del hombre a Dios.
mismo, con los demás y con la Sesión 09 Distancia
naturaleza. • La reconciliación con Dios, 02 09/06
del hombre a • Presencia del Espíritu Santo en la consigo mismo, con los demás
Dios y con la naturaleza.
obra de Jesucristo. (Pentecostés y
Sesión 10
las primeras comunidades • La conversión en nuestra vida- Distancia
02 11/06
cristianas). Testimonios.
• Las cualidades y las Sesión 11
potencialidades del ser humano • Presencia del Espíritu Santo en la Presencial
como imagen de Dios. obra de Jesucristo. (Pentecostés y 02 13/06
• Los Mandamientos de Dios y de la las primeras comunidades
cristianas).
Iglesia como normas de vida
Sesión 12
cristiana. Las cualidades y las
• La vida don de Dios que hay que potencialidades del ser humano Distancia 02 16/06
como imagen de Dios.
cuidar y respetar. Sesión 13
• Defensa de la dignidad y los • Los Mandamientos de Dios y de la
Iglesia como normas de vida Presencial 02 27/06
derechos de toda persona.
Aceptación de las diferencias: cristiana.
Todos somos distintos pero Sesión 14
• La vida don de Dios que hay Distancia
importantes para el plan de Dios. 02 18/07
que cuidar y respetar.
Sesión 15
• Defensa de la dignidad y los
derechos de toda persona.
Aceptación de las diferencias: Presencial 02 11/07
Todos somos distintos pero
importantes para el plan de Dios.

III. La iglesia • El Magisterio Social de la Iglesia Sesión 16 Presencial 02 18/07


en el en el proceso histórico. • El Magisterio Social de la Iglesia
proceso • Proyecto de vida: un caminar en el proceso histórico.
histórico.
hacia Dios y nuestra realización,
clave del progreso personal y Sesión 17
comunitario. • Proyecto de vida: un caminar
• Las Religiones en el mundo: hacia Dios y nuestra realización, Presencial 03 01/08
Judaísmo, Islamismo, clave del progreso personal y
Hinduismo, Budismo, comunitario.
Confucionismo, Taoísmo, Sesión 18
Shintoismo. Fundadores • Las Religiones en el mundo:
Historia, Libros Sagrados y Judaísmo, Islamismo y
Distancia
Hinduismo. 02 23/6
ubicación geográfica. Fundadores Historia, Libros
• Diversas Iglesias históricas: Sagrados y ubicación
Ortodoxos, Luteranos, geográfica.
Anglicanos, Calvinistas: Sesión 19
fundadores, Historia, símbolos, • Las Religiones en el mundo:
libros sagrados y ubicación Budismo, Confusionismo,
Distancia
Taoismo y Shintoismo. 02 25/06
geográfica.
Fundadores Historia, Libros
• Sectas y nuevos movimientos Sagrados y ubicación
religiosos en nuestra sociedad; geográfica.
grupos cristianos, Orientalistas Sesión 20
y Cientificistas. Fundadores, • Diversas Iglesias históricas:
Historia, símbolos, libros Ortodoxos, Luteranos,
sagrados y ubicación Anglicanos, Calvinistas: Presencial 03 08/08
geográfica. fundadores, Historia, símbolos,
• Movimientos eclesiales y su libros sagrados y ubicación
respuesta a los retos de la geográfica.
iglesia y del mundo moderno. Sesión 21
• La Iglesia Católica en diálogo • Diversas Iglesias históricas:
con las grandes religiones del Ortodoxos, Luteranos,
mundo: Hinduismo, Budismo, Distancia 02 30/06
fundadores, Historia, símbolos,
Judaísmo e Islamismo. libros sagrados y ubicación
geográfica.
Sesión 22
• Diversas Iglesias históricas:
Anglicanos, Calvinistas, Distancia
02 02/07
fundadores, Historia, símbolos,
libros sagrados y ubicación
geográfica.
Sesión 23
• Sectas y nuevos movimientos
religiosos en nuestra sociedad;
grupos cristianos, Orientalistas y Presencial 02 15/08
Cientificistas. Fundadores,
Historia, símbolos, libros
sagrados y ubicación geográfica.
Sesión 24
• Sectas y nuevos movimientos Distancia 02 07/07
religiosos en el mundo actual.

Sesión 25
• Movimientos eclesiales y su
respuesta a los retos de la Distancia 02 09/07
iglesia y del mundo moderno.

Sesión 26
La Iglesia Católica en diálogo
con las grandes religiones del
Distancia 02 14/07
mundo: Hinduismo, Budismo,
Judaísmo e Islamismo

BIBLIOGRAFÍA:
 MIGLIETTA, Guido OSJ (1998). Bioética, nueva ciencia de la vida y la salud, textos editores, Lima.
 JUAN PABLO II (1993). Encíclica Veritatis Splendor, Editorial Salesiana, Lima.
 JUAN PABLO II (1995), Encíclica Evangelium Vitae, Librería San Pablo, la Paz.
 PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA (1997). Sexualidad Humana verdad y significado, Lima.
 BENEDICTO XVI (2005), Deus Caritas Est, Editorial Salesiana, Lima.
 JUAN PABLO II (1998), Encíclica Fides et Ratio, Editorial Salesiana, Lima.
 JUAN PABLO II (2001), Encíclica Dominus Iesus, Editorial Salesiana, Lima.
 http:// www. encuentra.com
 http:// www. aciprensa.com
 http://es.catholic.net
 http://multimedios.org
Número y Contenidos de la Unidad Número de sesión y contenidos Modalidad Nº de
nombre de la que se desarrollarán de ejecución horas Fecha
Unidad
IV. • El laico en el Nuevo Testamento Sesión 27
La misión como discípulo misionero de • El laico en el Nuevo Testamento Presencial 02 05/09
del laico en Jesucristo. como discípulo misionero de
la Iglesia • El concilio Vaticano II, la tarea de Jesucristo
los laicos y la vida religiosa. Sesión 28
• El ministerio laical y sus diversos • El concilio Vaticano II, la tarea Distancia
02 16/07
carismas dentro de la Iglesia. de los laicos y la vida religiosa.
• El laicado en el correr de la
Sesión 29
Historia de la salvación y en
• El ministerio laical y sus Distancia
Aparecida. 02 21/07
diversos carismas dentro de la
• Superación del egoísmo en la
Iglesia.
vida de la comunidad familiar,
Sesión 30
escolar y otras.
• El laicado en el correr de la Distancia
02 23/07
Historia de la salvación y en
Aparecida.
Sesión 31
• Superación del egoísmo en la
Distancia
vida de la comunidad familiar, 02 30/07
escolar y otras.

BIBLIOGRAFÍA:
 GONZALES, Carlos., El es nuestra salvación. Editorial de Proyección Cristiana. Madrid. 1992.
 Lumen Gentium. Constitución dogmática del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia. Ediciones Paulinas. Bogotá. 1985.
 VIGANÓ, Ángel. El compromiso social y político. Editorial Salesiana. Lima. Perú. 1988.
Número y Número de sesión y Modalidad
Nº de
nombre de la Contenidos de la Unidad contenidos que se de
horas Fecha
Unidad desarrollarán ejecución
V. • Estrategias metodológicas Sesión 32
Estrategias para el desarrollo de Estrategias metodológicas
aplicadas al aprendizajes en el área para el desarrollo de Presencial 03 19/09
área curricular. aprendizajes en el área
• Recursos y materiales, curricular.
pertinentes al desarrollo Sesión 33
de los aprendizajes del Recursos y materiales, Presencial
03 26/09
área. pertinentes al desarrollo de los
• Evaluación de los aprendizajes del área.
aprendizajes en el área. Sesión 34
Distancia
Estrategias metodológics del 02 04/08
área
Sesión 35
Recursos y materiales de Distancia
02 06/08
aprendizaje pertinentes al
área
Sesión 36
Evaluación de los aprendizajes Presencial
03 03/10
en el área
Sesión 37
Presencial
Indicadores de evaluación en 02 10/10
la sesión de aprendizaje
Sesión 38 Distancia 02 18/08
Técnicas e instrumentos de
evaluación aplicadas al área
Sesión 39 Presencial 02 17/10
Matriz de evaluación
Prueba de selección múltiple
de salida.

BIBLIOGRAFÍA:
 Ministerio de Educación (2008), Diseño Curricular Nacional, Lima.
 Ministerio de Educación (2006), Guía de Diversificación Curricular, Lima.
 Ministerio de Educación (2006), Guía de Evaluación de los aprendizajes, Lima.
 http:// www.pncp2008.blogspot.com
 http://www.mec.es/cesces/1.13.d.htm ;
 http:// www.dgid.mye.gov.ar/html/sumario.html

IV. EVALUACIÓN:
INDICADOR GENERAL:
• Conoce y maneja contenidos básicos y estrategias de los componentes del área Educación Religiosa
en la planificación y programación de actividades de aprendizaje.
• Diversifica en forma correcta su Plan de Actividades teniendo en cuenta el Plan Regional, la realidad
local y el Plan Pastoral de la Diócesis.
Número y nombre de Indicadores de evaluación Técnicas e Fechas de
la Unidad Instrumentos de evaluación
evaluación
I. Dios presente en Analiza la Revelación de Dios en la historia de Trabajo práctico/Registro
23/05
la humanidad la humanidad y su plenitud en Jesucristo y sus de Producción
planteamientos en la sociedad actual.
II. Respuesta del Interioriza y valora principios éticos y morales Trabajo práctico/Registro
hombre a Dios cristianos que fundamentan la dignidad de la de Producción
persona humana. 11/07

Prueba/ Prueba de
selección múltiple
III. La iglesia en el Compara las distintas religiones y movimientos Prueba/ prueba tipo
y sectas religiosos. ensayo. 15/08
proceso histórico
IV. Compromiso Propone alternativas de mejorar el sistema Trabajo práctico/Registro
cristiano del laico social a la luz de la fe cristiana; 05/09
de Producción
V. Aplica estrategias adecuadas al área Trabajo práctico/ficha de
Estrategias producción
aplicadas al área

17/10
Prueba de selección
múltiple de salida

V. MATRIZ DE EVALUACIÓN

Logro de Aprendizaje Contenidos Básicos Indicadores Técnicas e


Instrumentos de
evaluación
Maneja el sustento teórico UNIDAD 1
práctico de los • La Revelación: formas y fuentes de la
componentes temáticos de revelación: La revelación en la
tradición de la Iglesia.
las áreas curriculares de su
• La Biblia y los documentos del Analiza la
especialidad académica, de Magisterio de la Iglesia: Palabra de
nivel o ciclo. Identifica los Revelación de
Dios, fuentes doctrinales, manejo,
componentes del área ubicación e interpretación de los Dios en la historia Trabajo
curricular. Diversifica en mensajes bíblicos a la luz del de la humanidad y práctico/ficha de
forma correcta su Plan de Magisterio de la Iglesia. Aparecida. su plenitud en produccióm
Actividades teniendo en • La libertad responsable: toma de Jesucristo y sus
decisiones. Dios inicia el plan de planteamientos en
cuenta el Plan Regional, la
salvación para todos los hombres. El
realidad local y el Plan la sociedad actual.
misterio de la Encarnación. El sí de
Pastoral de la Diócesis. María.
• Cristo prototipo del Hombre Nuevo:
Tipo de relaciones con Dios., con las
personas y con la naturaleza.
UNIDAD 2
• Respuesta del hombre a Dios.
• La reconciliación con Dios, consigo
mismo, con los demás y con la
naturaleza.
• Presencia del Espíritu Santo en la
obra de Jesucristo. (Pentecostés y
Interioriza y
las primeras comunidades cristianas). Trabajo
• Las cualidades y las potencialidades valora principios
práctico/Registro
del ser humano como imagen de éticos y morales
de producción
Dios. cristianos que
Prueba/ Prueba
• Los Mandamientos de Dios y de la fundamentan la
Iglesia como normas de vida de selección
dignidad de la
cristiana. múltiple
persona humana.
• La vida don de Dios que hay que
cuidar y respetar.
• Defensa de la dignidad y los
derechos de toda persona.
Aceptación de las diferencias: Todos
somos distintos pero importantes
para el plan de Dios
UNIDAD 3
• El Magisterio Social de la Iglesia en
el proceso histórico.
• Proyecto de vida: un caminar hacia
Dios y nuestra realización, clave del
progreso personal y comunitario.
• Las Religiones en el mundo: Compara las
Judaísmo, Islamismo, Hinduismo, distintas religiones Prueba/ prueba
Budismo, Confucionismo, y movimientos y tipo ensayo.
Taoísmo, Shintoismo. Fundadores sectas religiosos.
Historia, Libros Sagrados y
ubicación geográfica.
• Diversas Iglesias históricas:
Ortodoxos, Luteranos, Anglicanos,
Calvinistas: fundadores, Historia,
símbolos, libros sagrados y
ubicación geográfica.
• Sectas y nuevos movimientos
religiosos en nuestra sociedad;
grupos cristianos, Orientalistas y
Cientificistas. Fundadores,
Historia, símbolos, libros sagrados
y ubicación geográfica.
• Movimientos eclesiales y su
respuesta a los retos de la iglesia y
del mundo moderno.
• La Iglesia Católica en diálogo con
las grandes religiones del mundo:
Hinduismo, Budismo, Judaísmo e
Islamismo.
UNIDAD 4
• El laico en el Nuevo Testamento
como discípulo misionero de
Jesucristo.
Propone
• El concilio Vaticano II, la tarea de los
alternativas de Trabajo
laicos y la vida religiosa.
mejorar el
• El ministerio laical y sus diversos práctico/Registro
sistema social a la
carismas dentro de la Iglesia. de Producción
luz de la fe
• El laicado en el correr de la Historia
cristiana;
de la salvación y en Aparecida.
• Superación del egoísmo en la vida de
la comunidad familiar, escolar y otras.

UNIDAD 5
• Estrategias metodológicas para el
desarrollo de aprendizajes en el Trabajo
área curricular. Aplica estrategias práctico/ficha de
• Recursos y materiales, pertinentes producción
adecuadas al área
al desarrollo de los aprendizajes Prueba/Prueba de
del área. selección múltiple
• Evaluación de los aprendizajes en de salida
el área.

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