(Lc 16:1-15) es una que ha llamado mucha atención, porque, a primera vista,
parece que Jesús —al celebrar la astucia del mayordomo infiel— está aprobando el
fraude cometido por él.
Nótese que Jesús no aprueba lo que hicieron. El llama a este mayordomo “malo”
(versículo ocho). Lo que quiere hacer Jesucristo con este relato es resaltar es la
astucia del hombre. El hombre ve su futuro; se da cuenta de su peligro; salta
apuradamente para asegurarse un futuro bueno.
“Los hijos de este siglo son más sagaces que los hijos de luz.” Los inconversos
sabiamente se dan cuenta de su futuro y hacen planes para asegurarlo; pero
nosotros “los hijos de luz” (los creyentes) vivimos sin ninguna preocupación, como
si el cielo no fuera nuestro destino. En otras palabras, vivimos para este mundo y
no nos preocupamos en prepararnos para el mundo venidero. Por tal estilo de
vida, estamos maltratando a nuestro Gran Dueño, que nos ha puesto como
mayordomos sobre los bienes espirituales en la tierra.
“Ganad amigos por medio de las riquezas injustas (quiere decir “dinero”) Para
cuando estas falten os reciban en las moradas eternas”. Es decir, el mayordomo
usó el dinero de su señor, ganándose muchos amigos para asegurar su futuro.
Aprendamos de él en cuanto a nuestro futuro: de igual forma, nosotros los
creyentes debemos ser sabios y usar el “dinero” (los talentos, puestos,
oportunidades) que nos da nuestro bondadoso Señor para ganar muchos amigos
para el cielo (“las moradas eternas”).
Una observación adicional. Esta parábola fue dada a los discípulos (aunque se nos
dice que escuchaban los fariseos, (Vs. 14). Sabemos que Juan, Pedro, y Santiago
eran muy trabajadores y siempre estaban ayudando y sirviendo a Jesús. Pero,
¿qué de los otros nueve? ¿Estaría Jesús tratando de hacerles ver que con todo el
“dinero” que él les estaba dando, ellos no se movían, no hacían lo que les
pertenecía y de esa forma estaban disipando sus bienes (Vs. 1)? De igual forma,
hoy día en la mayoría de las iglesias unos pocos hacen todo el trabajo y los demás
se sientan cómodos sin usar el “dinero” espiritual que Dios les ha dado. Son, por lo
tanto, mayordomos infieles, aprovechándose de su bondadoso Señor.