El río Atrato atraviesa la región de El Chocó y la selva de la segunda región más biodiversa del mundo, en
Colombia. JAVIER SULÉ ORTEGA
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Desde hace algunas décadas, la plácida vida en este río que recorre la selva de la
segunda región más biodiversa del mundo hasta desembocar en El Caribe
empezó a desvanecerse. El Chocó se convirtió en un teatro de guerra. Llegaron
los actores armados: guerrilla, paramilitares y ejército que dejaron miles de
muertos, desaparecidos y desplazados. Llegó también el narcotráfico y la
explotación salvaje de sus recursos naturales. El río se llenó de dragas y
retroexcavadoras para buscar oro y lo contaminaron de ingentes cantidades de
mercurio. La minería se apoderó del río y el pescado empezó a escasear. Todo,
sumado a un permanente abandono estatal, unas altas condiciones de pobreza y
a una nueva reconfiguración del conflicto armado tras la firma de la paz por parte
de las FARC. Los territorios abandonados por la antigua guerrilla fueron copados
por otros grupos, como bandas criminales herederas del paramilitarismo y la
guerrilla del ELN. El Atrato tuvo que pedir auxilio y las comunidades dijeron
basta.
Un río de oro
Pero la sentencia se enfrenta en la práctica a una dura realidad y es que buena
parte del río se encuentra ya concesionado a la minería de extracción de oro, su
principal fuente de contaminación. La Corte no la prohíbe, solo habla de regularla
y de ejercerla con responsabilidad social y ambiental. Según datos de 2017 del
Ministerio de Minas, existen 251 títulos mineros vigentes ya otorgados que está
previsto poner en marcha en el Atrato. Casi el 50% pertenece a potentes
multinacionales como Anglo Gold Ashanti, Continental Gold o la Newmont. “No
hubo un pronunciamiento de la Corte sobre las concesiones mineras. El río
Atrato sigue corriendo así mucho riesgo si se ponen en marcha todos los títulos y
proyectos mineros que están otorgados y donde las empresas siempre
amenazan con demandas millonarias al Estado si no les dejan hacer. Entonces,
cómo se planifica en un territorio que está concesionado”, se pregunta Viviana
González, abogada de Tierra Digna, la organización que acompañó a las
comunidades del Chocó en la defensa de su río.
En el Chocó hoy coexiste la minería artesanal con la gran minería y con la ilegal,
muy ligada a las actividades delictivas de los grupos al margen de la ley. Un
contexto muy complejo porque finalmente la extracción de oro se convirtió en
una fuente de trabajo para mucha gente en una región donde la minería artesanal
forma además parte de su cultura. “Ha sido la gran minería la que ha acabado
con todo y se debería combatir la ilegal, pero el Gobierno tendría que legalizar al
pequeño minero artesanal. Es verdad que la gente se acostumbró a que con una
máquina retroexcabadora saca mucha más cantidad de oro en un día que con la
batea y esta parte si debería mitigarse”, explica Alexander Rodríguez.
Nadie sabe con certeza si el río Atrato se podrá recuperar porque el modelo de
desarrollo no da demasiado margen. No es solo la minería. Hay otros grandes
intereses económicos que se proyectan en la región en forma de megaproyectos
de infraestructura. “Es una pelea que no queremos dar por perdida porque,
ademas, el 80% del territorio pertenece a las comunidades afro e indígena y eso
les da un derecho. El Estado no ha entendido que los resguardos indígenas y los
consejos comunitarios afrodescendientes son territorios colectivos y que por
tanto son como una propiedad privada que se les otorgó legalmente. Entonces, si
alguien tiene un interés en sus territorios es con ellos con quienes deben hablar y
para cualquier proyecto se debe realizar la pertinente consulta previa con las
comunidades, como señala la propia Corte”, sentencia la abogada Viviana
González de Tierra Digna.
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