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El referido coloquio se desarrolla en la región del Pireo, ubicada al sudoeste de Grecia, en casa de
Polemarco, hijo de Céfalo. Los personajes que intervienen a lo largo de la obra son: Sócrates, Céfalo, hijo de
Lisanias (padre de Lisias, Polemarco y Eutidemo), Lisias, Polemarco, Eutidemo, Trasímaco, Carmántides,
Clitofonte, Adimanto, Glaucón. Estos dos últimos, son a partir del libro II, prácticamente los únicos
interlocutores del maestro Sócrates.
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Es necesario aclara que, aunque Sócrates como tal no dejó obra escrita, sus ideas fueron rescatadas y
plasmadas por su discípulo Platón, quien recupera el pensamiento de su mentor a través de su obra La
República.
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La mayéutica es definida como el método socrático con que el maestro, mediante preguntas, va haciendo
que el discípulo descubra nociones que en él estaban latentes. Voz “mayéutica”, Diccionario de la Lengua
Española, disponible en el sitio web https://dle.rae.es/?id=OfTiG5n [accesado el 30 de marzo de 2019].
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En este orden de ideas, la obra inicia partiendo de la pregunta base ¿Qué
es la justicia?, para lo cual la primera acepción tiene que ver con “devolver a cada
uno lo que se ha recibido” elemento que es desmentido por el propio Sócrates –a
través de la mayéutica- señalando que, dadas las características de las personas
y la vida misma, no siempre pueden lograrse dicho supuesto.
4
La República, Libro I, p. 8.
5
Op. Cit., p. 12.
2
El anterior argumento nuevamente es confrontado por Sócrates quien hace
notar que, si bien cada gobierno puede crear sus leyes, en muchas ocasiones,
precisamente a través de la creación y aplicación de dichos ordenamientos
jurídicos, los gobernantes pueden llegar a causarse daño ellos mismos. Aunado a
lo anteriormente expuesto. En este mismo sentido, continúa Socrates haciendo
notar a los ahí presentes que los gobernantes, si bien cometen errores, éstos son
en atención a su perspectiva. Es decir, para este filósofo, quien gobierna, lo hace
para buscando de sus súbditos, aunque en algunas ocasiones las intenciones
distan de los resultados.
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totalmente injustos no hubieran sido capaces ni siquiera de organizar algo, en
atención a su ignorancia y animadversión constante.
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Estado, por la cual en él se distribuyen funciones en orden al buen desempeño
conjunto. Tal desempeño posee una forma propia que Platón vincula con la idea
del bien.
Para Platón, un Estado justo no puede existir sin que en él los ciudadanos
desarrollen sus capacidades, talentos e intereses, a la vez que gobiernen sus
afectos y desenvuelvan de manera virtuosa su vida moral en el marco de un
esclarecimiento de los fines humanos. Éste es un Estado donde rige el principio de
la acción en favor del sostén de lo comunitario, como condición para la realización
plena de la vida de cada uno de los individuos; un Estado donde el compromiso
con los proyectos comunes, racionalmente elegidos, potencia la unidad de la
sociedad en su conjunto a partir de la acción individual de cada miembro de la
comunidad política.
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Dentro de esta parte de la obra, Platón se pregunta qué pasaría si uno de
los prisioneros se levantase y fuera capaz de ver el fuego y los objetos reales,
afirmando que sentiría dolor y se daría cuenta de que lo que veía antes no eran
más que sombras de la realidad. Y si ascendiese hacia la superficie, le ocurriría
algo similar. Esta liberación es la que permite al ser humano liberarse el mundo
sensible para así alcanzar el mundo ideal, que es perfecto, eterno e inmutable, y al
que sólo se puede acceder mediante el alma y la razón.
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regímenes imperfectos son la timocracia7, típica de Creta y Esparta, la oligarquía8,
la democracia9 y la tiranía10. Dichos sistemas de gobierno suceden unos a otros
de manera progresiva y representan en igual de manera paulatina la degradación
de los sistemas políticos de gobierno.
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Esta forma de gobierno carece de gobernantes sabios que son sustituidos por otros más “fogosos” y más
“simples”. Estos no pueden más que llevar al país a una guerra permanente además de inclinarse hacia las
riquezas y los placeres en lugar de la filosofía y la música. Su deseo más arraigado será el de “imponerse y ser
venerado”. El tipo de hombre que corresponde a este sistema político será “feroz con los esclavos, por no
sentirse superior a ellos”, gentil con los libres y sumiso con los gobernantes, amará el poder y el honor ganado
en la guerra, gustará de la gimnasia y la caza, se volverá codicioso con la edad y carecerá de razón pues es
ajeno a la “música”. El hombre timocrático se forma del siguiente modo: en un estado mal organizado y
caótico, su padre, un hombre sabio, prefiere huir de cargos y honores lo que conduce a su madre a criticar la
apatía del marido, un tonto incapaz de ganarse el reconocimiento de los demás. En su alma se entablará una
lucha entre la voz de su padre, racional, y la de su madre, apetitiva y fogosa. Llegará a un compromiso y
ofrecerá el gobierno de sí mismo al principio intermedio, la fogosidad.
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Se visualiza como un régimen en el que gobiernan quienes tienen bastantes recursos económicos. Un
hombre se convertirá en oligárquico cuando inicialmente se conciba previamente como hombre timocrático,
amante del honor y el valor, y se vea enfrentado a los tribunales y resulte injustamente condenado perdiendo
toda su fortuna. Entonces su hijo se dará cuenta de que para mantener la posición social el honor es menos
efectivo que el dinero. Este hombre entronizará su parte apetitiva a la que se someterán la parte racional y
fogosa del alma. Es un hombre ahorrador y laborioso cuyas pasiones más bajas no saldrán a la luz por miedo a
perder su fortuna. Descuidará la educación y los servicios públicos como la tutela de huérfanos.
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Un régimen aborrecido por Platón. La oligarquía nos ha dejado una sociedad donde habitan unos pocos ricos
entregados a la acumulación de bienes y una gran masa de pobres sin educación alguna y sin recursos. Llegará
un momento en que los pobres detecten la falta de valía de los ricos y tomen su lugar en el gobierno
otorgando las magistraturas por sorteo. Esta costumbre ateniense es una de las pesadillas de Platón: ¿cómo es
posible adjudicar el gobierno de la sociedad como si fuese la lotería? ¿no es evidente que habrá que
seleccionar para ello a los mejores? Cada cual es, en principio, libre de decir y hacer lo que le dé la gana y de
organizar su modo de vida tal como guste. Es en este sistema, más que en cualquier otro, en el que se
manifiesta la diversidad de los individuos.
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La transformación de la democracia en tiranía es posible porque, tanto en el caso del individuo como del
Estado, la más salvaje esclavitud surge a partir de la más extrema libertad. Existen tres clases sociales dentro
del Estado democrático: los zánganos, los ricos, “pasto de los zánganos”, y el pueblo, que vive dolorosamente
de su trabajo. El pueblo, cuando se congrega, es la clase más poderosa en una democracia, pero rara vez lo
hace a no ser que le proporcione algo de riqueza. Si sus líderes se enfrentan a los ricos, para distribuir la
riqueza entre la multitud, suele participar. Es habitual que los ricos se defiendan e intenten restaurar una
oligarquía. El pueblo reacciona y elige de entre sus filas al más sanguinario como líder. Este líder, “alguien
que gusta de entrañas humanas descuartizadas entre otras de otras víctimas, necesariamente se ha de convertir
en lobo”, será el tirano. Para contentar al pueblo mata y destierra, sugiere abolición de deudas y partición de
tierras. Los ricos se defienden: intentarán ejecutarlo, desterrarlo o asesinarlo a escondidas. Entonces el tirano
solicitará al pueblo una custodia personal. Los ricos, al verse en minoría y “enemigos del pueblo”, huirán
cobardemente y dejarán al pueblo a merced del tirano. Este, en principio, sonríe y promete, libera de deudas y
reparte tierras, adopta modales amables… pero al poco tiempo comenzará una guerra, subirá los impuestos y
obligará al pueblo a trabajar día y noche para que no conspiren contra él. Quienes no confíen en su mando
serán eliminados y aquellos de sus amigos que le censuren también. “Purificará el Estado” eliminando a los
más sabios, los más valientes y los más ricos. Vivirá siempre rodeado de mediocres que le hagan sentir
seguro.
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apartado, el diálogo con nuestros personajes continúa. Dentro de este apartado,
Finalmente Platón resuelve la cuestión de si es posible que el injusto tenga una
vida feliz. Responde a los argumentos de Trasímaco utilizando una imagen. Nos
pide que imaginemos el interior del hombre como una escultura compuesta de una
bestia polícroma y policéfala, compuesta de animales mansos y feroces, un león
enorme y un hombre más pequeño. Cuando el tirano da el control de su alma a la
bestia está matando de hambre al hombre que ha habita en él. ¿Qué pasiones
estimulan a la bestia y debilitan al hombre interior? La búsqueda insaciable de
riquezas, la prepotencia y la irritabilidad, el lujo y la molicie, la adulación y el
servilismo, la artesanía y el trabajo manual. Resulta curioso que Platón atribuya
tan mala influencia para el alma del hombre al trabajo manual, pero se debe
recordar que era propio de esclavos y es precisamente de eso de lo que se
pretende huir.
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y si no la destruye este mal nada podrá corromperla. Así, los males del alma no
son capaces de disolverla. Por tanto, al contrario que el cuerpo, que finalmente es
vencido por la enfermedad, el alma permanece incólume a pesar de volverse
injusta o sacrílega. Quienes aún dudan ante este argumento les ocurre que están
confusos por la costra de “piedras y conchas” que la pertenencia a un cuerpo ha
creado alrededor del alma. Si pudiesen contemplarla pura como es realmente, en
su afinidad con lo divino y amor por la sabiduría no tendrían miedo en concluir su
inmortalidad.
¿Qué premios recibirá el alma del hombre justo? En primer lugar, a los
dioses no se les escapa quién es justo y quién injusto. Al justo, amado por los
dioses, todo cuanto viene de estos le resulta del mejor modo posible. Los
hombres, aunque tarden más en reconocerlo, también terminan por otorgar al
justo los premios que corresponden a su reputación. Los justos terminan al mando
de sus Estados, se casan con hijas de las familias que prefieren y dan a sus hijos
en matrimonio con quienes les place. Los injustos, por el contrario, terminan en la
cárcel y en la vejez se convierten en miserables, despreciados hasta por los
extranjeros y azotados como los esclavos.