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Contexto[editar]

Para los papas se había vuelto costumbre publicar nuevos textos sobre asuntos sociales cada diez años
desde Rerum novarum, para actualizar la doctrina social en relación a los tiempos modernos. Laborem exercensfue
escrita en su 90.º aniversario y hace referencia a dicha encíclica y a otras posteriores.
El papa no pudo publicar el documento el 15 de mayo, el día del aniversario, por causa del intento de asesinato que
había tenido lugar dos días antes.4 Por eso lo hizo unos meses después, en septiembre de 1981. Algunas de las
tendencias mencionadas en el texto por Juan Pablo II son:

 El creciente uso de la tecnología, en especial la tecnología de la información. Juan Pablo II predijo que
implicaría cambios comparables a la Revolución industrial del siglo anterior.5
 Problemáticas ambientales. El papa destacó que algunos recursos, en particular el petróleo, comenzaban a
escasear. Además, la necesidad de preservar el medioambiente se estaba volviendo notoria.
 La gente de los países en vías de desarrollo que pide mayor participación en la economía global. Juan Pablo
se mostró favorable a esta tendencia, pero mencionó su temor ante el hecho de que la amplia distribución del
empleo podría llevar al paro a trabajadores capacitados.
Si bien no se menciona en la encíclica, probablemente Juan Pablo II pensaba en la fundación de Solidaridad,
una central sindical de raíces fuertemente católicas en su Polonia natal en 1980. Juan Pablo conocía a Lech
Wałęsa, el fundador de Solidaridad, y se reunió con él más de una vez durante una visita a su país en 1979.6 Juan
Pablo II ha defendido la existencia de los sindicatos y los consideró un «exponente de la lucha por la justicia social
y un factor constitutivo del orden social y de solidaridad que no se puede prescindir».7

Dignidad del trabajo[editar]


Laborem exercens comienza con un argumento basado en las sagradas escrituras sobre que el trabajo es más que
una actividad o un bien, sino una parte esencial de la naturaleza humana:
La Iglesia halla ya en las primeras páginas del libro del Génesis la fuente de su convicción según la cual el trabajo constituye
una dimensión fundamental de la existencia humana sobre la tierra. [...] Cuando éste, hecho «a imagen de Dios... varón y
hembra», siente las palabras: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla», aunque estas palabras no se refieren
directa y explícitamente al trabajo, indirectamente ya se lo indican sin duda alguna como una actividad a desarrollar en el
mundo
Laborem exercens, II, 41

El trabajo no es resultado del pecado de Adán, sino que fue dado a la humanidad desde el momento de la creación.
Juan Pablo II argumenta que es esencial para la naturaleza humana y que «el hombre es sujeto de trabajo». Por
eso considera vital humanizar el trabajo ante la presencia de las máquinas.8
El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque como «imagen de Dios» es una persona, es decir, un ser subjetivo
capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo. Como
persona, el hombre es pues sujeto del trabajo.
Laborem exercens, II, 61

Juan Pablo traza una diferencia entre trabajo y fatiga. El trabajo es una parte integral de la naturaleza humana,
mientras que la fatiga, según el Génesis, fue una consecuencia del pecado. Ya no pueden ser separados, pero aún
se puede encontrar el aspecto esperanzador y realizador del trabajo, que Juan Pablo denomina «laboriosidad»:
La intención fundamental y primordial de Dios respecto del hombre, que Él «creó... a su semejanza, a su imagen», no ha sido
revocada ni anulada ni siquiera cuando el hombre, después de haber roto la alianza original con Dios, oyó las palabras: «Con el
sudor de tu rostro comerás el pan»,16 Estas palabras se refieren a la fatiga a veces pesada, que desde entonces acompaña al
trabajo humano; pero no cambian el hecho de que éste es el camino por el que el hombre realiza el «dominio», que le es propio
sobre el mundo visible «sometiendo» la tierra. [...] Lo saben todos los hombres del trabajo y, puesto que es verdad que el
trabajo es una vocación universal, lo saben todos los hombres.
Laborem exercens, II, 91

En el mundo moderno existen numerosas situaciones que tienden a degradar la dignidad del trabajo. Juan Pablo
las llamó «amenazas al correcto orden de los valores». Por ejemplo, cuando el trabajo es considerado un producto
para la venta, o cuando los trabajadores son vistos como una «fuerza de trabajo» impersonal, los hombres son

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