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Según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de un

millón de personas consuman el suicidio anualmente, y una cifra diez veces superior
tiene ideación suicida, por lo que alcanza un notable y trágico treceavo lugar como
causa de muerte.

El término suicidio proviene de sui, a sí mismo, y caedes, muerte, es decir, el acto de


matarse a sí mismo. La alianza terapéutica empática con el paciente y la colaboración
con la familia desempeñan un papel muy importante en el tratamiento de pacientes que
atraviesan por alguna fase de este fenómeno.

Las diferentes caras del suicidio

Las conductas suicidas se pueden manifestar de distintas formas. Estas, adquieren un


modo de presentación específico y pueden dar pauta para las vías de tratamiento e
intervención en distintos casos.

Ideación suicida

Se refiere a los pensamientos sobre el suicidio, que suelen ser duraderos y generalmente
no expresados a otros. No se trata justamente de una falta de ganas de vivir, sino de un
deseo activo y persistente de poner fin a la vida.

Amenazas suicidas

Suponen una idea suicida expresada al entorno, pero todavía no existen conductas
direccionadas a la consecución de la muerte. Sin embargo, cuando vienen acompañadas
de un plan suicida, pueden predecir una posible conducta suicida en un futuro próximo.

Parasuicidio

La persona se causa premeditadamente un daño, sin la intención aparente de quitarse la


vida, pero que pueden accidentalmente llevar a la muerte. El objetivo de esta conducta,
generalmente es manipular a personas cercanas y producir cambios en su entorno.
Frecuentemente el sujeto está en una posición ambivalente: desea morir si su vida
continúa de la misma manera y desea vivir si se producen cambios significativos en ella.

Suicidio frustrado

A pesar de que el sujeto tiene una intención suicida determinante y ha utilizado un


procedimiento letal (ahorcamiento, arma de fuego, lanzarse al precipicio), el suicidio no
se logra por la inexperiencia del sujeto en el manejo del método, por la rápida
intervención de los servicios médicos, de la comunidad familiar o social, o,
simplemente, por casualidad.

Suicidio consumado

En el caso del suicidio consumado, el sujeto consigue intencionadamente acabar con su


vida.

Recuerda que el
suicidio no tiene rostro.

Trastornos mentales y suicidio

Si bien un gran porcentaje de las personas que consuman el suicidio están afectadas por
un trastorno mental, no siempre es así. Menos común pero real, existe el suicidio por
balance cuando una persona, llega a un momento en que para ella la vida carece de
sentido y valor o se encuentra sin fuerzas para afrontar más dificultades. Es decir, hay
un desinterés de la vida y una pérdida radical del deseo de vivir.

Depresión

Los pacientes con depresión presentan más riesgo de cometer suicidio en la fase inicial
del trastorno, pues al deseo de autodestruirse, se une su inhibición y apatía. En medio de
la depresión, ni siquiera tienen fuerza para consumarlo.

Psicosis
Los trastornos psicóticos están también asociados al suicidio. Pacientes con
esquizofrenia, con alucinaciones o ideas delirantes, pueden intentar suicidarse alguna
vez, aunque con métodos más sangrientos o poco comunes, y no avisan con anterioridad
sus intenciones. En ellos se da el suicidio impulsivo, que surge de forma espontánea, y
sin deliberación previa.

Límite de personalidad

Este trastorno, caracterizado por inestabilidad emocional e impulsividad, también puede


ser un blanco fácil para el consumo del suicidio. Si tenemos en cuenta el constante
estado de ambivalencia entre amor y odio y conductas extremistas, las personas con este
trastorno podrían presentar arrebatos con finales trágicos.

Adicciones

Constituyen un factor de riesgo alto para el suicidio en trastornos adictivos tales como
el alcoholismo, drogas y el juego patológico, más a menudo en las fases avanzadas y
cuando hay una alta impulsividad de por medio. Estas personas suelen presentar grave
deterioro físico y psicosocial que perciben como insuperable.

Estos solo son algunos ejemplos, no son absolutos. En cualquier caso, es importante
estar siempre alertas a posibles focos rojos y considerar, que la persona que entra en la
lógica suicida se siente atrapada y no ve otra salida, por lo que hay que abrirle el
panorama, hacerle ver que no está solo, que siempre hay caminos alternativos y
encaminarlo a ayuda profesional.

Abril Olivares

¡Hola! Soy Abril Olivares; desde siempre, he sido una fiel apasionada de la psicología,
por ello mi mayor anhelo es desestigmatizar esta ciencia y a través de artículos
formativos, mostrarte herramientas que te encaminen hacia tu bienestar.

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