Anda di halaman 1dari 15

LA TEORÍA LITERARIA HOY

Conceptos, enfoques, debates

José Amícola y José Luis de Diego


Directores

Ediciones
Al Margen
INDICE

Prólogo 9
l. Literatura, por Cristian Vaccarini 11
2. Clasicismos, por Claudia Fernández 23
3. Realismos, por Fabio Espósito 35
4. Vanguardias, por Enrique Foffani 47
5. Formalismo ruso - Estructuralismo checo, por Miriam Chiani 63
6. Marxismo, por José Luis de Diego 81
7. Campo literario, por Sergio Pastormcrlo 93
8. Imagen de escritor, por Julia Romero 107
9. Canon, por Malena Botto 119
10. Recepción, por Adrián Ferrero 133
11. Revistas literarias y culturales, por Roxana Patiño 145
12. Culturas populares, por Valeria Sager 159
13. Géneros discursivos, por Graciela Goldchluk 173
14. Semiótica, por María Teresa Dalmasso y Pampa Arán 185
15. Literatura y cine, por José Miguel Onaindia y Fernando Madedo 197
16. Literatura y psicoanálisis, por Isabel Suppé 209
17. Posvanguardias, por Susana Rosano 221
18. Postestructuralismo, por Isabel Alicia Quintana 233
19. Neobarroco, por Sonia Bertón 245
20. Androginia, por Mariano García 257
21. Género (Gemlel), por Mónica Cohendoz 271
22. CUlIlp, por José Amícola 283
Glosario, a cargo de María José Punte 295
Los autores 321
20 / ANDROGINIA

Mariano García

La aparición del ideal andrógino, a pesar de la recepción adversa que suele generar
espontáneamente en la sociedad, es un fenómeno de carácter cíclico aunque reconocible a
lo largo de las más variadas y disímiles épocas. Al analizar algunas de sus características
se comprende el porqué de sus sucesivos avatares y su llamativa capacidad de supervi-
vencia como formación cultural.
El andrógino está en la base de las cosmogonías: los dioses primigeni~s suelen
ser, por razones obvias, andróginos (salvo casos como el de la mitología egipcia
donde un dios, más expcditivamente, crea el mundo mediante la masturbación), aún
en el caso del judeocristianismo, por más que este se haya esforzado en atemperar
las huellas de androginia que pueden encontrarse, sin ir demasiado lejos, en los
dos comienzos del libro del Génesis. Que esta figura pueble las cosmogonías poco
tiene de extraño, pues el l11ito* del andrógino sigue, en su estructura tripartita, el
mismo esquema de: a) separación o caída, b) búsqueda del estado de perfección,
y por Último c) estado de perfección alcanzado o recuperado. Culturalmente, el
andrógino estuvo asociado a aspectos místicos y religiosos desde el momento en
que toda aspiración a la androginia era considerada, en última instancia, una as-
piración trascendente, superadora de las polaridades básicas, y esta trascendencia
por muchos siglos se consideró relacionada con lo divino o eventualmente con lo
semi divino (por ejemplo, los ángeles); en suma, como un estado de superación de
los opuestos privativos conocido como el misterio de la coincidentia oppositorum *
(Eliade 1962: 114 ss.). Esta asociación de la androginia con lo divino también gene-
ró para su presentación una recurrencia de contextos escatológicos, situaciones en
los límites del tiempo humano, ya que lo divino no participa de dicha temporalidad
sino que en cierto modo la rodea o la contiene.
El primer documento importante de la Antigiiedad en presentar el mito del andrógino
es el que desarrolla el personaje de Aristófanes en el Banquete de Platón, escrito hacia
385 a.C.108 En este diálogo filosófico, donde el tema propuesto a debate es el misterio del
amor, Aristófanes expresa su opinión entre las de los otros discípulos: al comienzo había
tres sexos: los hombres, descendientes del sol, las mujeres, descendientes de la Tierra,
y los andróginos, descendientes de la luna, astro que participaba tanto del sol como de

108 No obstante, en el Timeo, Platón desarrolla tul mito de creación contrastante, según el cual los ancestros de la huma-
nidad eran hombres muy masculinos; los más débiles entre ellos, al reencamar, habrían generado el otro sexo.

257
ANDROGINIA

la Tierra. Estos Últimos habrían desaparecido, dejando tras de sí tan sólo su nombre.109
Aristófanes, segÚn la versión de Platón, describe a estos seres primitivos como esféri-
cos, combinación de hombre-hombre, mujer-mujer y hombre-mujer, dotados de todos
los atributos humanos pero potenciados por la combinación, lo que los llenaba de orgullo
al extremo de que fueron castigados por los dioses con la división de cada esfera en dos
mitades. Así, cada cual fue relegado a pasar la vida en busca de su mitad perdida. Im-
posibilitados para reproducirse en su nuevo estado, Zeus les da una ayuda desplazando
sus genitales hacia adelante.!1OEntre ironías y bromas, hay allí una justificación explícita
del amor intermasculino ("no hacen esto por desvergUenza, sino por valentía, virilidad
y hombría, porque sienten predilección por lo que es semejante a ellos", 19ld-192b),
aunque no es casual que Platón haya puesto este discurso en boca de un poeta y no de un
filósofo, y sobre todo de un poeta que escribió Lisístrata, drama que cuestiona los este-
reotipos sexuales (Friedrichsmeyer 1983: 16).
También Ovidio, en sus Metall101fosis, trata algunos casos de androginia, concen-
trándose sobre todo en la figura de Tiresias, que por separar con un palo a dos serpientes
que copulaban es castigado por los dioses a convertirse sucesivamente en mujer y luego
en hombre por detenninada cantidad de años; los dioses, pasado un tiempo, lo convocan
como árbitro para saber quién goza más durante el acto sexual, si el varón o la mujer.!!!
No obstante, se ha subrayado en más de una ocasión que, en la AntigUedad grecolatina,
la aparición de un ser bisexuado o hermafrodita en la realidad se consideraba un prodigio
funesto del que había que purificar a la comunidad y al territorio donde este se estable-
cía. La yuxtaposición de sexos representaba ya entonces una amenaza insoportable que
cuestionaba la oposición fundamental sobre la que se levantan las instituciones sociales,
económicas, políticas, jurídicas y religiosas que rigen las comunidades. "El sexo (del latín
seXllS, derivado de la raíz sec-, que dio seco, "cortar, separar, partir") debía ser conside-
rado no sólo como un órgano para cumplir con una función detell11inada, sino también

109 En griego, tanto en el caso de las palabras compuestas "hermafrodita" como "andrógino", la idea respon-
de al mismo tipo de composición lexical: Hermes + Afrodita, por una parte. y "av~p-avi5pó~" (hombre)
"YUV~-YUVatKÓ~" (mujer), por la otra; pero el uso es específico en cada caso. Así, el nombre más genérico
de "andrógino" expresa la abstracción de hombre y mujer en un solo ser (un estado anímico, mental o
espiritual), mientras que los nombres propios ocultos en la palabra "hennafrodita" designan cualidades se-
mejantes pero con respecto al cuerpo. Hoy en día se adopta el término menos connotado * de "intersexual"
para designar la coexistencia orgánica de ambos sexos (Capurro 2004).
110 La explicación anatómica que da Platón es farragosa y la traducción merece cotejarse con el original griego,
pero la idea aproximada es que cuando estaban enteros, los hombres eran una esfera y por lo tanto rodaban.
Una vez cortados deben aprender a caminar sobre sus dos piernas, aunque Zeus amenaza con volver a divi-
dirlos si se siguen rebelando. Freud, en El malestar en la cultura (1930: Cap. IV n. 1), asocia el surgimiento
del pudor genital con el momento en que el ser humano comienza a caminar erecto, debiendo exhibir así
lo que antes estaba semioculto. Por su parte Lévi-Strauss, en Antropología estructural (1958: cap. XI),
analiza los mitemas* del ciclo de Edipo, donde se repite la idea de "dificultad para caminar erecto", o sea,
la transición de animal a hombre.
111 El adivino Tiresias, figura clave de Edipo rey, representa un caso de androginia sucesiva, frente a la más
habitual androginia simultánea.

258
LA HORÍA LITERARIA HOY

(y sobre todo) como un signo que indicaba qué papel podría tener un individuo en un
sistema dado" (Brisson 1986: 32).
La tradición hebrea también lleva la marca, menos obvia, del antiguo mito de una dei-
dad andrógina. Se lec en el comienzo del Antiguo Testamento que "conforme a la imagen
de Dios lo creó, y los creó macho y hembra" (Gén. 1, 27); en el segundo relato, escrito
en otro momento histórico por otra mano, Dios duerme a Adán y le saca una costilla, de
modo que antes de la operación Adán habría existido como andrógino (queda para otro
cuerpo de leyendas hebreas Lilith, la sexual mente agresiva primera mujer de Adán que
quiso equipararse a él y que fue repudiada y condenada a vagar como ente desencarnado).
El relato de la costilla de Adán, más el papel de la mujer como tentadora, pretende justifi-
car la postura relativamente inferior de la mujer frente al hombre; también el cristianismo
desvalorizará el papel de la mujer y de hecho buscará negar la sexualidad idealizando el
celibato y la virginidad (Friedrichsmeyer 1983: 17). Por lo visto, a partir de su separación
parece obligatorio que una de las mitades andróginas deba ser inferior a la otra, estable-
ciéndose así lo que Jacques Derrida llamaría una "jerarquía violenta". Para terminar con
los textos de carácter religioso, agregaremos que las referencias a un absoluto andrógino
también aparecen en textos no canónicos (--> Canon) como los evangelios apócrifos y los
textos gnósticos* descubiertos en Egipto en 1945.
La colección que inaugura un saber que será retomado más tarde es el Corpus Hermeti-
CUI/1, serie de textos recopilados entre el año 100 Y 300 d.C. y fantasiosamente atribuidos a

Hennes Trismegisto,I12 "el tres veces grande", donde se propone la salvación religiosa por
medios místicos y no racionales que suelen apelar a procesos de síntesis de diversas polari-
dades y que vino a representar una alternativa frente al racionalismo griego, al que ignora. A
pesar de sus esfuerzos, los ortodoxos hebreos y cristianos no lograron sofocar la influencia
del hermetismo, que podría considerarse el principal vehículo de transmisión del ideal an-
drógino, por haber sobrevivido sobre todo a través de una de sus derivaciones: la alquimia.
El alto grado de simbolización que implica el andrógino resuelve muchos aspectos
para un sistema que, como el alquímico, pone en primer lugar los elementos de una sín-
tesis. La Edad Media y cl Renacimiento, bajo la égida de Hennes Trismegisto, descubren
que los contrarios esenciales, sol y luna, macho y hembra, azufre y mercurio, se hacen
andróginos cada vez que hay concepción y nacimiento en la naturaleza. El proceso de
androginización se desarrolla en tres etapas: la mineral, la vegetal y la animal. En la
primera, el andrógino embrionario tiene lugar en las entrañas de la Tierra cuando esta se
impregna de vapores cOlTosivos y de la luz solar que penetra los minerales bajo la forma
de rocío. De ahí resulta la materia original, también conocida como "rebis" o andrógino
de fuego. En una segunda etapa interviene el salitre, que corroe y sutiliza al andrógino,
lo que se conoce como el baño del andrógino o cópula real. Por Último, emerge de esta

112 Patriarca de los alquimistas, Hennes Trismegisto fue asociado por los colonos griegos de Alejandría con
Thoth y su figura presenta para ellos vinculos con el Mercurio latino y el Moisés cristiano, ya que fue
Hennes, padre de la interpretación, quien dio a conocer los mandamientos de su arte a través de la tabula
smaragdil1a o tabla de esmeralda.

259
A~DROGINIA

mezcla una pasta helada y viscosa que tiene transparencia de vidrio y que lleva el nombre
de "piedra filosofal", "ojo de pescado" o "primer imán". Esta sustancia, comÚnmente lla-
mada por los alquimistas "resina", atestigua la terminación perfecta del andrógino, cuyo
estado final es el oro puro, esencial, fluido, oro rojo distinto del oro comÚn, que sólo es un
trazo residual y muerto del primero. Para los alquimistas la tierra está cubierta de esencias
andróginas sutiles, y en arreglo a esto infinidad de grabados de complejas simbologías lo
demostrarían. La serpiente, el perro, el huevo, la letra "y",1l3 la cuadratura del círculo se
proponen como símbolos andróginos al tiempo que el andrógino mismo, como "rebis"
("cosa doble"), pasa a simbolizar el Caos como estadio original o primigenio y, finalmen-
te alado, este Rebis alquímico es la correspondencia personificada de la sabiduría cósmi-
ca, reflejo de la Sofia celeste (Zolla 1986: 129-138). Aunque las enigmáticas afinnaciones
de estos sistemas parecerían en principio apartar al andrógino de la literatura y del arte
en general, resulta innegable que la alquimia aporta una vasta iconografia que ayuda, a
su manera, a establecer una perspectiva del mito. Basta con reflexionar sobre el ideal de
belleza renacentista que se plasma, por ejemplo, en Leonardo da Vinci, donde, tal como
lo analiza Joseph Péladan, imágenes inquietantemente andróginas como la de su San Juan
Bautista, combinan "la autoridad cerebral" del hombre con la "voluptuosidad gentil" de la
mujer, para dar por resultado un "androginismo moral" (Péladan en Praz 1969: 277).
Un importante lazo entre hermetismo y cristianismo es el que confluye en la obra
del místico protestante Jakob Bohme,114 muy influido por las doctrinas de Paracelso y
transmisor de una forma de pensamiento que une las ideas del neoplatonismo y la Cábala
con aquellas del cristianismo, incorporando al andrógino en el proceso de salvación: para
Bohme, tanto Adán como su descendiente Cristo son "hombres virginales" (miinnliche
Jung!rauen) y cualquier individuo puede ser "transmutado" en la perfección andrógina
por el solo hecho de amar a Cristo. El misticismo de Emmanuel Swedenborg y algunos
focos doctrinales del pietismo alemán, entre otras dependencias teológicas, se informarán
de la obra de este teósofo, importante influencia en el primer romanticismo alemán, que
encontrará en la obra de Novalis y Friedrich Schlegel a dos continuadores que comienzan
a centrarse no tanto en aspectos místicos como psicológicos del ideal andrógino.
El andrógino se nos pierde de vista por un tiempo hasta el ajetreado siglo XVIII, en
que vuelve a asomar, junto con los mencionados románticos, en una clase muy particular
de textos que, a grandes rasgos, son los que Todorov define como "literatura fantástica"
precisamente porque en ellos el valor funcional y genérico más destacado es el de la
vacilación ("hésitation"). Títulos como Le diable amollrellx (1776) de Jacques Cazotte,
Manllscrit trollvé a Saragosse (1797), del noble polaco Jan Potocki (que escribió su ad-
mirable libro en francés), o la tremendamente exitosa The Monk (1796), del parlamenta-
rio británico Matthew Gregory Lewis, junto con Vathek (1786), del estrafalario William

113 Según la infonnación aportada por Filón, seria el símbolo de la palabra penetrando la esencia de los seres. Para los
gnósticos naasenos representa la naturaleza íntima del ser, que es hombre y mujer a la vez (ZoBa 1986: 133).
114 El pensamiento de B6hme es accesible a partir de la primera edición de sus obras completas en alemán, en
1682; nunca fue aceptado por la ortodoxia.

260
LA TEORiA LITERARIA HOY

Beckford, proponen mundos de apariencias engañosas donde la sexualidad reprimida


eclosiona en la presentación de figuras ambiguas, travestidas, espectral es, en marcos de
violentos claroscuros y generalmente con hecatombes finales de intenciones edificantes.
Esta atracción por el lado oscuro (que explota el costado negativo o "degradado" del mito,
a juicio de Eliade) surge sin duda como reacción al exceso de luces del siglo, junto con
una renovada corriente de ocultismo.lls Esta tendencia, que en cierto modo culmina en la
sorprendente Frankenstein de Mary Shelley (que en cierto aspecto dramatiza la vanidad
demiúrgica de recrear al viejo andrógino platónico) dará paso en el siglo XIX a otra bÚs-
queda menos teratológica*.
No parece casual que en 1835 se hayan publicado dos novelas cargadas de androginia:
Mademoiselle de Mal/pin de Théophile Gautier, cuyo famoso prólogo contiene un mani-
fiesto del arte por el arte y que toma para su protagonista rasgos de la escritora George
Sand; y Séraphíta de Balzac, exposición ficcional de la doctrina swedenborgiana del amor
conyugal. Más aún que Gautier, Balzac presenta en la geografia extrañada de Noruega a
un ser misterioso al que una chica que lo ama ve como hombre y un chico que la ama ve
como mujer. Balzac siempre estuvo atento a las distintas formas de amor que puede con-
cebir el hombre y trató el tema de la homosexualidad femenina y masculina en La jille al/X
yel/X d'or y Splendel/rs el miseres des cOl/rlisanes respectivamente, así como el tema del
caslrato en Sarrasine, que Roland Barthes (en S/Z) consideró un texto límite del realismo
(~ Realismos; ~ Postestructuralismo) porque, entre otras cosas, allí se abordan los pro-
blemas de representación literaria que suscita un ser para el que no hay una designación
apropiada en el lenguaje.116 Esta fase positiva de la androginia se ve contrastada por una
serie de andróginos más materialistas, por así decir, que comienzan a poblar la segunda
mitad del siglo XIX y que Frédéric Monneyron denomina "andróginos decadentes" por
aparecer en una corriente de la literatura algo más sensacionalista y que Mario Praz caracte-
rizó como "romanticismo frenético". Así entonces el curioso loseph Péladan (que se hacía
llamar "loséphin" y sár [Gran Sacerdote)) da a conocer su ciclo narrativo La décadence
latine, serie de diez delirantes novelas entre las que aparece, por ejemplo, un ejército lésbico
autodenominado Royal-Maupins, y la llamativa propuesta de una inversión de la palabra
"andrógino" en el título de La gynandre, del mismo ciclo. Tanto en La-bas de Huysmans
(descripción del mundo contemporáneo del ocultismo) como en Monsiel/l' de Phocas de
lean Lorrain, así como en Lesbia Brandon, la novela inconclusa y fragmentaria de Swin-
bume, aparecen personajes que participan o aspiran a participar de la fusión de los sexos,
y cuya búsqueda plantea menos una sublimación mística que una concreción sexual real,
a menudo teñida de elementos sádicos. También Lautréamont, dentro de la variadísima
propuesta de mutaciones de sus Chants de MaldorOl; incluye al andrógino. Por esa misma

liS Así, E.T.A. Hoffmann publica entre 1816 y 1817 sus famosas Nachtstiicke, "piezas nocturnas", oponiéndo-
se claramente a la metáfora lumínica de la Al!fk/arllng (Ilustración o Iluminismo).
116 El personaje de la Zambinella, de Balzac, es lo que en la Antigiledad se denominaba nelltl1llll lItl1llllque, ni lo uno
ni lo otro. La preocupación dc Balzac por el "tercer sexo" aparece plasmada no sin humor en el cartel de entrada de
la Maison Vauquer, en Le Pere Goriot (El tío Goriot), que dice: "PellSion bOllrgeoise des dellXse.xes et autres".

261

~ .....•
ANDROGINIA

época la iconografia es llamativamente andrógina y su paradigma podIÍa darse en las figuras


de pálidos y estilizados efebos y doncellas de Gustave Moreau, en la perversa expresividad
de Aubrey Beardsley y en las misteriosas acuarelas de Odilon Redon, entre muchos otros.
Por otra parte, es importante tener en cuenta que el dandy finisecular alimenta su imagen
de una fuerte corriente esteticista iniciada en Inglaterra con Walter Pater y Jolm Ruskin,
ambos profesores de Oscar Wilde, y trasladada a Francia, entre otros, por Marcel Proust,
traductor de Sesal11eand Lilies de Ruskin. Las andanzas de un amigo suyo, el conde Robert
de Monstequiou, sugirieron no sólo al barón de Charlus de laA /a recherche du temps perdu
sino también al morboso Phocas de Lorrain. Cara y contracara del andrógino del siglo XIX
han sido estudiadas por Frédéric Monneyron en L 'androgyne romantique y L 'androgyne
décadent, respectivamente.
Con el cambio de siglo, se aceleran muchos procesos y comienza a difundirse la
obra de Sigmund Freud, que pone el foco de atención en aspectos de la sexualidad
hasta entonces poco o nada divulgados, y que resultará muy influyente en todo discurso
que tenga que ver con lo sexual. No obstante, este gran denunciador de atavismos no
logró desprenderse de sus propios atavismos victorianos, por ejemplo, con respecto a
la sexualidad femenina, y que su discípulo Jung, distanciándose del maestro, intentó
reparar apelando al imaginario de la alquimia y al ideal andrógino, tomando un camino
muy distinto, decorosamente burgués, y atribuyendo un aspecto femenino ("anima") al
hombre y otro masculino ("animus") a la mujer. Sin embargo, las investigaciones de
Jung parecen haber rendido mejores frutos no tanto en la realidad como en la literatura,
donde su doctrina ofrece elementos (sobre todo en cuanto al estudio de los símbolos) a
algunas ramas de la crítica literaria como el sistema de Gaston Bachelard, la l11itocrÍti-
ca* del francés Gilbert Durand y la crítica mitopoética o arquetÍpica* del canadiense
Northrop Frye, entre otras.
Or/ando (1928), de Virginia Woolf, puede considerarse un título sintomático de
las ansiedades sexuales que se viven en el cambio de siglo, ya que allí la impronta
feminista de la autora adopta un tono de denuncia al presentar un andrógino sucesi-
vo que, durante su fase de mujer, queda imposibilitado para recibir su herencia, una
fastuosa mansión, debido a la legislación británica. Podría decirse que todo el grupo
de Bloomsbury (Virginia y Vanessa Woolf, Roger Fry, Lytton Strachey, Maynard Ke-
ynes, Edward M. Forster), así como también, al margen de este grupo, el novelista
David H. Lawrence, experimentan y viven en el intento de superar las dicotomías
sexuales básicas para pasar a un estado superior de sexualidad sintetizada. También
en la obra del irlandés Samuel Beckett, que se ubica en el punto de inflexión entre
modernisl11o* (en sentido de modernism) y posmodernismo, abundan seres progresi-
vamente indiferenciados o asexuados, como lo demuestra particularmente su novela
E/ innol11brab/e (1953).
El paulatino desarrollo de la ciencia ficción creará un lugar particulannente habitable
para los personajes andróginos, viejos inquilinos de la literatura fantástica. Como género
menor, menos vigilado y sometido a las rígidas normalizaciones del canon (-7), la ciencia

262
LA TEORÍA LITERARIA HOY

ficción se acostumbró a incluir criaturas con sexualidades complejas y a menudo desafian-


teso Uno de los autores que frecuentó el ideal de la androginia hle el ahora poco conocido
Theodore Sturgeon, quien en Venus plus X (1960) presenta una sociedad futurista donde
los seres humanos han llegado a una encomiable superación de las polaridades sexuales.
Ya en su anterior novela More than Hwnan (1953) seis personajes marginales, fi-eaks
con poderes ultrasensoriales, funcionaban como una unidad orgánica. El estadounidense
William S. Burroughs pasó de las crónicas de su vida como drogadicto y homosexual
al terreno de la ciencia ficción vanguardista más modema (-7 Posvanguardias), donde
se presenta una variedad, positiva y negativa, de yuxtaposiciones genéricas textuales y
sexuales, sobre todo en títulos como The Wild Boys (una sociedad de muchachos que
llega a la autofecundación y logra prescindir de la mujer) o Cities ofthe Red Night, don-
de se realizan monstruosos experimentos de injertos de cabezas de mujer en cuerpos de
hombres, así como complejas reencarnaciones transexuales. Si bien la obra de Burroughs
plantea matices de misóginia y una feroz truculencia que compite con arduos momentos
al borde de lo ininteligible, se puede ver en su escritura una aspiración muy clara a la abo-
lición de opuestos privativos temporales, espaciales y sexuales. Para Burroughs, como
tantas veces se repite en sus novelas, el lenguaje es un virus del espacio exterior, y sexo y
lenguaje son una misma cosa: en The Place oiDead Roads, para unas criaturas simiescas
llamadas smOlll1ers el aparato fonador hace las veces de aparato sexual. También Ursula
Le Guin plantea, como antaño Sturgeon, la deriva de la sabia y superada sociedad del
planeta Gueden en The Left Hand of Darkness, si bien el hecho de arrancar con las po-
laridades ya neutralizadas le quita impulso dialéctico a la narración, que pierde un poco
de interés; debe leerse como Lévi-Strauss aconseja leer los mitos: no en un sentido de
progresión temporal sino de coexistencia espacial.ll7
Más allá de estas formas quizás hoy algo alejadas de la cultura popular (-7 Cultu-
ras populares), el ideal andrógino convive en la sociedad contemporánea de manera
persistente pero no siempre evidente. Para los niños, que antes de llegar a la pubertad
son manifiestamente andróginos, se hacen dibujos animados cuyos personajes no tienen
caracteres sexuales siempre definidos; el animé japonés, con un toque más perverso,
confunde deliberadamente los rasgos sexuales de sus alargados personajes, eternamen-
te adolescentes.lls La publicidad, verdadera doxa * de nonl1alización social, instaura, no
obstante, sus astutos desvíos semióticos (-7 Semiótica) como lo demuestra exhaustiva-
mente Estrella de Diego en El andrógino sexuado, trabajo que pasa revista a ambiguas
publicidades de Versace, Benetton o Calvin Klein, pero que también analiza la discur-
sividad más o menos desafiante de la cultura del rock, como Madonna vistiéndose de
hombre o Prince, que elije como sello personal una fusión de los signos masculino y

117 En la ciencia ficción el tópico es recurrente y suele aparecer asociado a los marcos escatológicos o apoca-
lípticos propios del género. Asi se plantea, por ejemplo, en The drallght de James G. Ballard o en Slallg-
hterhollse five de Kurt Vonnegut, entre muchas otras.
118 El ideal andrógino es una constante del arte y la cultura orientales, desde el budismo zen y su doctrina de
abolición de toda polaridad hasta el emblema andrógino por excelencia: el ying y el yang.

263
ANDROGINIA

femenino; actitudes todas que arrancan con el nacimiento de esta mÚsica,119desde Da-
vid Bowie posando como Ziggy Stardust o como la S.vlvia Scarlett (en la película ho-
mónima de 1935) de Katharine Hepburn, cuyo personaje ostenta una actitud andrógina,
y donde el imaginario* busca sus fuentes en míticas deidades andróginas del celuloide,
tales como Marlene Dietrich. Por supuesto que el arte del siglo XX ha revisitado la
androginia desde todos los flancos posibles, baste como ejemplo el Autorretrato de
Robert Mapplethorpe (1980), los fotomontajes de David La Chapelle u obras como El
océano (1943), entre varias de René Magritte (Estrella de Diego 1992). Asimismo el
cine (a diferencia del teatro, que desde la AntigUedad omitió tratarla en escena) utilizó
la androginia a menudo para situaciones cómicas (el caso arquetípico es el del espíritu
de un hombre en cuerpo de mujer y a la inversa), pero también trágicas y de denuncia
(Boys Don 't Oy, 1999).
En el ámbito de la sociología, corresponde al francés Michel Foucault encarar di-
versos casos de hermafroditismo (coexistencia fisica de ambos sexos) tanto en su ciclo
de clases de 1974-1975 en el College de France y transcriptas y recopiladas bajo el
título de Los anormales, como en la presentación de una dramática confesión del siglo
XIX, Alexina B... , sombrío caso de un intersexual que no logra encontrar su lugar en
la sociedad y acaba suicidándose. El procedimiento de Foucault consiste en ir estu-
diando las diversas articulaciones de la ley con respecto a lo que la sociedad determina
como anomalías. "¿Qué es el monstmo en una tradición a la vez jurídica y científica?",
se pregunta Foucault. "Desde la Edad Media hasta el siglo XVIII que nos ocupa es,
esencialmente, la mezcla (...). Es la mixtura de dos especies (...). Es la mixtura de dos
individuos (... ). Es la mixtura de dos sexos: quien es a la vez hombre y mujer es un
monstmo" (Foucault 1999: 68).

***

La literatura que surge de una cultura necesariamente híbrida como la argentina no


puede ignorar sin mala fe un fenómeno como el del ideal andrógino. No obstante, el
discurso de una supersexualidad masculina, de una "panvirilidad" excluyente, absorbió
por mucho tiempo la posibilidad de llegar a su representación. El recurso al travestis-
mo que atestigua la obra de Juana Manuela Gorriti sólo aparece como rémora tardía del
romanticismo que la nutre, aunque adquiere algo más de consistencia en La bolsa de
huesos (1896) de Eduardo Ladislao Holmberg, cuya protagonista se disfraza de hombre
para estudiar la carrera de Medicina. La aparición del andrógino en Megafón o la guerra
de Leopoldo Marechal no llega a ser satisfactoria, pues el autor incluye la androginia

119 Hay que tener en cuenta que antes del hormigueo de ambigiiedades a lo Velve! Goldmil1e ya la ópera sacó
amplio partido del travestismo: por razones de necesidad los hombres (castrados) representaron al princi-
pio papeles femeninos. Luego las mujeres, además de asumir los papeles femeninos, hicieron papeles de
adolescentes, como elmozartiano Cherubino de Las hadas de Fígaro. En cl siglo XX Richard Strauss y su
libretista Hugo van Hoffmannstahl concentraron vertiginosamente esta tradición en Del' Rosel1kamlie/:

264
LA TEORÍA LITERARIA HOY

sólo por la densa presencia de la alquimia, pero todo este sistema aparece mal injertado,
diríase que no respira, y que el suyo es un andrógino petrificado, tratado con la mínima
sensibilidad (lo mismo puede decirse de las machaconas efebizaciones de Manuel Muji-
ca Láinez, cuya obsesión con el tema no le permitió, empero, ofrecer muchos ejemplos
notables). A Roberto Arlt le intrigaron ciertas "anomalías" sexuales, pero no llega más
allá de una representación de la homosexualidad como caso patológico, si exceptuamos
a su Astrólogo castrado, que pierde la virilidad de la peor manera imaginable. Silvina
Ocampo fue precursora, en cambio, al presentar un mundo de perpetuas ambiguedades y
búsquedas, donde la abierta insistencia en el mundo infantil la conduce necesariamente
a la androginia. En el mundo ocampiano no sólo se borran las fronteras entre los sexos,
sino también entre los mundos (vegetal, animal y humano, como en "Hombres animales
enredaderas") o entre los reinos ("Infonne del Cielo y el Infierno"). Con la progresiva
introducción de los movimientos gay y queer y de la poética camp (~) de la mano de
Manuel Puig o de Copi, nuestra literatura se libera poco a poco de sus ataduras represen-
tacionales. Pubis angelical, difícil novela de Puig, que tuvo poca repercusión, constituye
un hito en la dramatización de la androginia; no es casual que allí gran parte de la acción
se libre en la mente de la protagonista, que tennina imaginándose como un ángel liberado
de la pesada carga de su sexo. El teatro de Copi, más cabalmente todavía, parte de un
núcleo andrógino "prenatal", por así decir, pues muchos personajes femeninos suelen ser
representados por hombres (hoy en día este recurso se ha vuelto más banal que entonces),
siguiendo la tradición del propio Copi, famoso actor travesti. Hoyes la obra de César
Aira, influida por Puig, pero sobre todo por Copi, la que sigue las huellas de la androginia
con sistemática persistencia, y en la que incluso se puede comprobar una evolución de
sus personajes andróginos: desde el Micchino de Canto casO'ato, pasando por el niño
seismesino (luego con rasgos angélicos) de El bautismo hasta llegar al sorprendente y
discordante andrógino mental que es el narrador de Cómo me hice monja o al hilarante
Evito de La mendiga. La literatura de Aira, con sus deliberados altibajos, busca ubicarse
fuera del canon para explorar libremente todo aquello que una tradición sexual monolítica
y primitiva (donde hasta Cortázar tropezó con su ofensivo "lector hembra") no pennitió
aflorar por mucho tiempo y el andrógino le sirve, como símbolo de símbolos, para hurgar
esos pasajes transitivos entre géneros discursivos (~) y género (~) sexual; entre gender
(en sentido de género sexual) y genre (en sentido de género literario), sin miedo a mostrar
personajes (él incluido) en un flujo de mutaciones que no menoscaban ninguna dignidad
sino que, por el contrario, enriquecen su experiencia.
La androginia es pues un ideal que recorre, con mayor o menor visibilidad, la
historia cultural del hombre. Hasta ahora confinado al mundo ideal de la literatura y
el arte, su traspaso a la realidad -sin los estigmas negativos del hermafrodita- parece
posible según lo atestigua el estudio de Fabio Lorenzi-Cioldi, que desde el campo
de la psicología social aspira a definir un nuevo estado de androginia viable y ya no
utópico. "La sociedad -el estatuto social de grupos y las relaciones entre grupos- fre-
na o favorece la androginia, (... ) el abandono de una definición única de androginia

265
ANDROGINIA

recuerda (... ) que la identidad del individuo -de la que la androginia es una modalidad
importante- está indisolublemente ligada a grupos de pertenencia" (Lorenzi-Cioldi
1994: 230). Contra la versión negativa del monstruo que debe permanecer oculto,
exiliado por la sociedad, depende de todos posibilitar un modelo social que favorezca
la diversa, múltiple y siempre enriquecedora fusión de elementos masculinos y feme-
ninos de toda personalidad.

266
LA TEORÍA LITERARIA HOY

Bibliografía citada:

Aira, César
(1984) Canto castrato, Barcelona, Mondadori, 2003.
(1991) El bautismo, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano.
(1993) Cómo me hice mo/!ia, Rosario, Beatriz Viterbo Editora.
(1998) La mendiga, Buenos Aires, Mondadori.

Barthes, Roland
(1970) S/Z, México, Siglo XXI, 1986. (Trad. cast. de Nicolás Rosa).

Brisson, Luc
(1986) "Neutrum utrumque. La bisexualité dans I'antiquité gréco-romaine", en Fai-
vre, Antoine, L 'androg)'ne, París, Albin Michel.

de Diego, Estrella
(1992) El andrógino se:r:uado.Etemos ideales, nuevas estrategias de génelV, Madrid, Visor.

Eliade, Mircea
(1962) Aléphistophél¿s et I'androg)'ne, París, Gallimard.

Faivre, Antoine (ed.)


(1986) L 'androg)'ne, París, Albin Michel.

Foucault, Michel
(1999) Los anormales, México, Fondo de Cultura Económica, 2000. (Trad. cast. de
Horacio Pons).

Freud, Sigmund
(1927-30) El porvenir de una ilusión y El malestar en la cultura, en Obras Completas
XXI, Buenos Aires, Amorrortu, 1976. (Trad. cast. de José Luis Etcheverry).

Friedrichsmeyer, Sarah
(1983) The Androg)'ne in Earl)' German Romanticism: Friedrich Schlegel, Novalis
and the Metaph)'sics oI Love, N.York, Lang.

"Génesis" (Santa Biblia)


(100 a.C) Londres, Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, 1921. (Versión cast. de
Cipriano de Valera).

267

--:::1 -111
r
ANDROGINIA

Lévi-Strauss, Claude
(1958) Antropología estructural, Buenos Aires, EUDEBA, 1961. (Trad. casto de Eli-
seo Verón).

Lorenzi-Cioldi, Fabio
(1994) Les androgynes, París, Presses Universitaires de France.

Monneyron, Frédéric (ed.)


(1990) L 'androgyne dans la littérature, París, Albin Michel.
(1994) L 'androgyne romantique. Dumythe au mythe littéraire, París, ELL UG.
(1996) L 'androgyne décadent. Mythes,jigures, jantasmes, París, ELLUG.

Platón
(384 a.e.) El banquete. Fedón. Fedro, Barcelona, Labor, 1991. (Trad. castode Luis Gil).

Praz, Mario
(1969) La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica, Caracas, Monte
Ávila. (Trad. casto de Jorge Cruz).

Puig, Manuel
(1979) Pubis angelical, Barcelona, Seix Barral.

Todorov, Tzvetan
(1970) Introducfion a la littératurejantastique, París, du'Seuil.

Zolla, Éllemire
(1986) "L'androgyne alchimique" en Faivre, Antoine, L 'androgyne, París, Albin Michel.

Para seguir leyendo:

Amícola, José
(2000) Camp y posvanguardia. Manifestaciones culturales de un siglojenecido, Bue-
nos Aires, Paidós.

Capurro, Raquel
(2004) Del sexo y su sombra. Del "misterioso hermafi'odita" de Michel Foucault,
Buenos Aires, École Lacanienne de Psychanalise.

268
LA TEORÍA LITERARIA HOY

Chinchilla Sánchez, Kattia


(1991) "La tradición mítica del Hermafrodito o Andrógino en la Antigliedad y la Edad
Media", en Revista de Filología y Lingaistica de la Universidad de Costa Rica, vol.
XXI, n° 1, enero-junio.

Delcourt, Marie
(\ 958) Hermaphrodite, mythes et rites de la bisexualité dans l'antiquité classique,
París, Presses Universitaires de France.

García, Mariano
(2006) Degeneraciones textuales. Los géneros en la obra de César A ira, Rosario,
Beatriz Viterbo Editora.

Anda mungkin juga menyukai