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Resumen de:

Steiner, George, “Sobre la dificultad”, Sobre la dificultad y otros ensayos, FCE, México
DF, 2001, pp. 37-81.

A cargo de Óscar Baños

Debido a la dificultad y a la opacidad comunicativa inherente a determinados textos


poéticos, resulta imperativo indagar cómo y por qué el sistema de la poesía se vuelve
impenetrable. Para ello precisamos de un modelo completo, a todas luces inexistente,
sobre la adecuación del impulso vocativo y el nexo epistemológico total entre
pensamiento y habla. El presente ensayo de Steiner constituye una mera tentativa,
explicativa pero provisional, sobre el asunto en cuestión (en otras palabras, susceptible
de ser visiblemente ampliada y reformulada al igual que la interpretación de la propia
semántica poética).
Cartesianamente, la dificultad puede apreciarse como una interferencia entre la
instancia de la intencionalidad y la verbalización no esclarecida. ¿Será, entonces acaso
la complejidad meramente el uso de un término escurridizo por su carácter arcaico o
dialectal cuando, a menudo, el poeta obra como genetista del lenguaje con sus constantes
neologismos y su tendencia a la resurrección de palabras (véase el término del siglo XV
“disedge” revivido por Tennyson)? Si le mot rare se convierte en el objeto de búsqueda y
deleite del engranaje policombinatorio tangencial del poeta que, además, imprime ya de por
sí un nuevo significado (véase las homofonías de poliacepción Shakespearianas como
“coil-toil”), ¿implica todo ello una mera armadura lexicográfica contra la prosa? ¿O será
que, como afirma Blake, el poeta es “guardián de la santidad de las mínimas
particularidades”, reduciendo toda dificultad a una formulación esotérica y hermética,
pretendiendo la elucidación improbable si no se está familiarizado con los escritos citados?
Para dilucidar todo ello, nos sumergimos en Shakespeare y su “Timón de Atenas”: sus
conceptos metafóricos giran en torno a la natura y la fortuna de la antigüedad y la edad
media latina, la hombría se arremolina alrededor del paradigma renacentista (maquiavélico)
de Virtú; el paradigma aristotélico-boethiano levita en “orbes hermanas” exacerbando los
misterios de la “procreación, la residencia y el nacimiento”, los cuales, a su vez, giran
alrededor de los sistemas astronómicos y astrológicos medievales que se conjuntan con los
humores hipocráticos… Y como si ello fuera poco y para más inri, a medida que nos
alejamos de la tradición en cuanto a vocabulario y gramática, tanto clásica como
bíblica, no basta con averiguar los significados en sñí, sino que precisamos de toda la
cultura ambiental, toda la historia del lenguaje para realizar la decodificación. Y si
ello no bastara, también tenemos que lidiar con una interpretación que es inagotable,
pues todo acto del lenguaje se enmarca en un contexto infinito no exento de
retroalimentación ad infinitum. Prueba de ello es que si indagamos en las enseñanzas
isabelinas astrológicas rápidamente nos increpa la enjundia sobre una supuesta variación
sobre el parentesco lunar-solar introducido por Shakespeare (e, incluso, su porqué, ya que
todo contexto es susceptible de ser fragmentado hasta una insaciable saciedad). Con todo, y
aunque el trabajo parece inabarcable, puede llegar a existir una coordenada que
elucide la cabalidad de la cuestión aunque la percepción pragmática se vea, a simple
vista, trastocada y cuasi ininteligible. Por esta razón no es un dislate plantear que todo
es cuestión de tiempo aunque requiera mucho empeño (“La biblioteca total” de Borges
plantea la posibilidad de hacer acopio del inconmensurable saber humano). El tipo de
desencriptamiento preeminentemente parafrástico anteriormente mencionado es
definido por el autor como la resolución de una DIFICULTAD CONTINGENTE o
EPIFENOMENAL.
No obstante, aun decodificándola, quizás no podamos desentrañarla, la forma aún poética
puede escapar a nuestra interpretación, puede hacérsenos ajena a pesar de la explicación de
la coyuntura poética (intrínseca y/o extrínseca) e, inclusive, podemos considerarla como
amoral o aestética: entendemos el poema (we get it) pero no podemos desentrañarlo (we
can’t dig it). Falta un entendimiento ante una dificultad de índole MODAL: no somos
convocados por el poema y por tanto no podemos interaccionar con él, pues, aun
habiendo solventado el entendimiento superfluo o parafrástico no podemos ahondar
en el texto; y en gran medida esto ocurre porque la multiplicidad inabarcable de
significados nos resulta demasiado ambigua. Un ejemplo es el poema “La bella bona
roba”. En el momento en que verificamos que “la bella bona roba” es una prostituta sus
alusiones superficiales saltan a la vista: el poema orbita entre la persecución sexual y la
caza de animales, comparativa tan vieja como el mito de Meleagro (de esta manera,
podemos establecer cotejos por analogía, esto es, las angry shafts pasan a ser tanto flechas
como falos; los huesos de la mujer se perfunden en un singular símil con los huesos de la
presa en aery leane [respectivamente: aéreo o incorpóreo; delgado o magro]). Sin embargo,
y partiendo de la metáfora del texto sobre la costilla adánica, parece descubrírsenos otro
circuito de referencia agazapado, una dialéctica ingeniosamente blasfema que anida en la
palabra “incorporar” y que tiene que ver con la transubstanciación. El insistente tono
litúrgico carnal no solo nos retrotrae, como ya empezamos a intuir, a la figura de Adán y
Eva, sino también a la de Cristo, el cual obra aquí como contrafigura de la perdición;
dándole, de esta manera, un cariz prescriptivo de tipo sexual al poema que parece
conminarnos a no “perder el sudor/vigor en una puta huesuda y a elegir una muchacha de la
vena de Rubens”. Con esta explicación acabamos de esclarecer la DIFICULTAD
MODAL, la cual ocurre cuando las acrobacias retóricas se vuelven clandestinas y toda
respuesta se torna insuficiente (a diferencia de las solventables dificultades
contingentes).
A pesar de que hoy toda la cultura de imbrica y se yuxtapone (lo arcaico y lo románico, lo
primitivo y lo surrealista), debemos tomar en cuenta que el ecumenismo de la receptividad
remota es falaz y a menudo espurio (debido a que la distancia con el contexto del autor
es, a menudo, insoslayable). Podemos entender las dinámicas de juicio del escritor, pero
es arduo y adusto forzar nuestra sensibilidad en un marco de comprensión que se nos
escapa en su letanía. Es por ello que las DIFICULTADES MODALES corresponden,
entonces, a las alusiones que precisan de un exhaustivo abordaje académico y a la
opacidad percibida por el espectador debido a la pluralidad e individuación de los
significados y las palabras desde un lejano.
Cuando se produce una desarmonía entre la intención del autor y sus medios de
ejecución entonces estamos hablando del tercer tipo de dificultad: la DIFICULTAD
TÁCTICA. La codificación del escrito puede ser debida a la búsqueda de efectos
estilísticos específicos, a la política (en palabras de Borges “la opresión es la madre de la
metáfora”), a la propia naturaleza sibilina del autor (véanse los epigramas de Marcial)...
Empero, y, principalmente, se debe casi siempre a una aspiración a la autenticidad
que pretende eludir el cliché metafórico-lingüístico producto de la palabra gastada.
Con frecuencia el autor llegará a extremos autísticos para preservar el carácter de lo
inaudito, sirviéndose de NEOLOGISMOS, RESURRECCIÓN DE ARCAÍSMOS
GRAMÁTICOS Y LEXICOGRÁFICOS; empleará la ELISIÓN y la HIPÉRBOLE;
todo con el fin último de evitar la sintaxis ordinaria (es decir, pública). El texto se negará a
ser adquirido de inmediato sino de una forma gradual, volteando hacia una irresolución
extrema. Un ejemplo sería Góngora con sus reflexiones oscurantistas y sus rodeos
gramaticales (quizás una encriptada referencia a la mímesis platónica y el doble alejamiento
del arte de las Ideas en “a tu pincel dos veces peregrino”), otro el cifrado arquetípico
trastocado por movimientos gramaticales teóricamente incorrectos de W. Stevens en el que
emplea un yerro intencional: en vez de “like anything else” se sirve de “like nothing else”
para reafirmar la propia “nada”. Con cierta asiduidad la propia limitación de la lengua y
el lenguaje, y las fronteras demarcadas por el género y la expresión poética, son las
causantes del uso de la antigramática. Cabría acotar que este tipo de indecibilidad puede
o bien volverse vacua, o bien puede servir para vigorizar la retórica estimulando la
percepción.
Recapitulando lo visto hasta ahora advertimos que: las DIFICULTADES
CONTINGENTES son aquellas que pretenden ser investigadas, las DIFICULTADES
MODALES nos instan a una empatía honesta y las DIFICULTADES TÁCTICAS nos
exhortan a la comprensión de las supinas energías de la palabra. Como veremos a
continuación, las DIFICULTADES ONTOLÓGICAS, son aquellas que nos impelen a
reflexionar sobre el propio acto de existir y hablar.
Las impenetrabilidades que no pueden resolverse ni con investigación, con un reajuste
de la sensibilidad, ni con un ahondamiento en una técnica de incertidumbre creativa
intencional y que nos inquieren acerca de la propia naturaleza del habla humana o del
significado son las denominadas por Steiner como DIFICULTADES
ONTOLÓGICAS. Explotadas por la tradición más reciente (véanse los formalistas
rusos o Rimbaud) y, por tanto, preminentemente moderna, podría explicar toda la
rimbombancia petulante autoincluyente autista y privada previamente citada: tras la
revolución francesa y gracias al positivismo prosaico, en conjunción con los medios de
comunicación masivos (y los medios de lectura express como el folletín) la poesía
quedó relegada a un status minoritario envuelta en una sociedad tecnocrática y
masiva. El lenguaje estaba siendo entonces brutalizado y banalizado. Es por ello que
el poeta desencantado se volverá hermético: ya no pretende retornar a lo arcano si
con ello vuelve al Homero popular, realista y divulgativo que ha anulado la magia
presocrática y vetusta (ejemplo de ello es Mallarmé), sino, más bien, busca una
insurrección contra lo canónico al incorporar el esoterismo. Según Heidegger, Platón y
Aristóteles son los artífices del extravío del SER, de la pérdida de las genuinas reflexiones
sobre la experiencia de acontecer; en definitiva, los que han impedido el uso presocrático
del lenguaje en aras de una subjetividad que domina al mismo (de esta forma, el lenguaje
no habla a través de sí mismo “die sprache spricht”). Con todo, y es principalmente lo que
debe tenerse en consideración, la poesía ha sabido eliminar el mero AUCTORITAS y su
enmarcado para proyectarse, parapetándose, hacia el acto de acontecer en y mediante su
progresivo desciframiento.

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