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Ayuno: el ta’wîl de la resurrección

Ayunamos para despertar a la Realidad, para regresar a la Verdad de la que


provenimos
17/06/2016 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
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El tiempo del ayuno es un tiempo de ta’wîl , de resurrección, un tiempo sagrado de
reconducción de la letra hacia su sentido, del ritual externo hacia su significado profundo, un
tiempo de interiorización.

El ayuno nos sitúa frente a la sequedad de la letra muerta, frente a la dureza del ritual, y nos
urge a vivir una resurrección, una vuelta al sentido, a la vida espiritual.

Por esa razón, Allâh swt nos dice en el hadiz qudsí que todos los actos de adoración son para
el mu’min excepto el ayuno que es exclusivamente para Él, pues la privación limpia la
herrumbre del corazón del creyente, todas las idolatrías, hasta llegar a la mayor de todas que
no es sino la pretensión de existencia, de una existencia autónoma e independiente.

El ta’wîl que procura el ayuno es la reconducción hacia la Fuente, la experiencia consciente


y sabia de la Shariah, que así se torna Hâqiqa cerrando la herida de la dualidad que el
lenguaje —la âmana— abrió en nuestro interior.

Ayunamos para despertar a la Realidad, para regresar a la Verdad de la que provenimos y de


la que nunca hemos estado separados. Ese regreso es una tauba y esa tauba abre ese ta’wîl
que nos permite ‘leer’ las señales que aparecen por todos sitios, los signos que no son el
fruto de ningún capricho, las indicaciones certeras que necesitamos para llevar a cabo
nuestro feliz regreso a la Realidad.

Entonces cobran sentido los momentos, los gestos, las palabras y las miradas que se
desenvuelven sin cesar para no regresar jamás, y de ahí también nuestra nostalgia, las
lágrimas del ayunante cuando comprende que esas palabras, esos instantes, esas miradas, son
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inevitablemente únicos, irrepetibles y genuinos .

Lágrimas de una conciencia acrecentada por el ayuno, llevada y clarificada cuando nos
liberamos de los apegos y las querencias cotidianas. Lágrimas de amor, en definitiva, cuando
nos damos cuenta de que no podemos poseer nada, que aquellos ojos que nos cautivan está
mirando ya hacia otro lado, hacia su propia desaparición, que las palabras que nos
conmueven se dirigen ya hacia otros discursos…, y las estaciones y los días, y la oscuridad y
el desvelamiento, que aparecen entonces como señales, como palabras del divino discurso
del devenir, del llegar a ser de una creación incesante.
Tiempo de salâm porque nada perturba a yo ninguno, porque la extinción, el fanâh, es
completo y preciso, y la subsistencia que le sigue es entonces vivida con dulzura y
contentamiento, como resolución de todos los conflictos.

Este ayuno de ramadán es el más largo de la serie de treinta y dos años que tarda el
calendario lunar en recorrer las estaciones del calendario solar, adelantándose diez días cada
año. Sin embargo. Allâh swt lo está haciendo fácil para nosotros. Hemos hablado sobre ello
con quienes ayunan.

Es posible —y Allâh swt sabe más— que este hecho esté marcando el cénit de un ciclo más
largo, un punto de inflexión de una dimensión cósmica inabarcable para nosotros por el
momento. Quizás este ramadán cenital —una especie de ramadán al akbar— esté abriendo
el tiempo del desvelamiento, de la aparición del esperado, de ese Muhámmad al Mahdi (as)
que el ser humano hoy tanto necesita, porque no somos capaces de cambiarnos a nosotros
mismos sin la ayuda del cielo.

Ta’wîl de Laylatul Qadr que no será sino la retirada de los velos, el descendimiento de los
mensajes divinos, de esas sagradas indicaciones que nos permitirán seguir nuestro itinerario
correcto, el siratal mustaqim.

Y ¿Qué es aquello quen habremos de encontrar en ese feliz desvelamiento sino la pura
realidad, la Verdad creadora que nos ha velado para que pueda producirse el reconocimiento?

Qur’ân que desciende en la noche de la ocultación y de la oscuridad, criterio que Dios nos
dona para que podamos razonar y valorar en su justa medida las pequeñas cosas de cada día,
las manifestaciones más cercanas de Su Sabiduría y de Su Poder, para que podamos cuidar
nuestras lenguas y hacer de nuestras palabras los instrumentos de un despertar espiritual
hacia lo cercano, hacia lo aparentemente anodino por usual, hacia lo cotidiano que, gracias a
ese ta’wîl, se ilumina y resplandece con la grandeza de nuestra propia resurrección.

¡Allâhumma, oh Dios mío, gracias por este regalo indescriptible, por esta paz que tanto
necesitamos Tus criaturas, toda Tu creación! Gracias por esta apertura que sólo Tú puedes
producir dentro de nuestro corazones endurecidos, por esa Noche de Poder en la que se hace
posible el recuerdo y el regreso, el dikr y la tauba. Gracias, Señor de los mundos, por esa
conciencia. Apiádate de Tus criaturas que vivimos en medio de la oscuridad de la prueba, de
esos seres humanos que no sabemos aceptarnos como jalifas y andamos aún dándole vueltas
a nuestra más profunda animalidad. Gracias por este ayuno Tuyo, por la conciencia Tuya,
por la taqua, y acepta nuestro más sincero agradecimiento, gracias, porque ya sobran las
palabras.
Notas

1. Ta’wil es un término árabe que, habitualmente se asimila a tafsir en el sentido de exégesis. Se dice
Ta’wil al Qur’ân o Tafsir al Qur’ân, indistintamente para referirse a la exégesis del texto revelado. Sin
embargo, dentro de la tradición espiritual del tasawwuf y, sobre todo, del ‘irf’an yafarí, el ta’wîl se define
como una reconducción de la letra muerta hacia su sentido original, una vuelta de las formas
mineralizadas del ritual a su origen vivo y actuante.
2. ¿Por qué hablamos de ayuno y de palabras, de ayuno y de miradas? Por que, como seres humanos,
es precisamente en esos lenguajes donde se asienta nuestra conciencia más elevada, lo mejor de
nuestra humanidad, ‘eso’ ante lo que se postraron los ángeles.

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