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Desigualdad de género

La desigualdad de género es el fenómeno que ocurre cuando un colectivo, bien sea de género masculino o
femenino, tiene privilegios por encima del otro, despreciando los derechos de este último.
En un colectivo social, donde todos sus miembros, asumen y cumplen responsabilidades por igual, no tiene por qué
haber desigualdades de ningún tipo.
Con el movimiento feminista se inició un proceso de reconocimiento de las aportaciones de las mujeres, se
reivindicaron sus derechos sexuales y el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, se analizó su situación en el
trabajo, además, se puso de relevancia su modo de ser, de ver la realidad, etc. En definitiva, se dio valor a su modo
de ser y estar en el mundo. Debemos reconocer la importancia de este movimiento sin olvidar que hubo
importantes logros anteriores a favor de la equidad. Recordemos, por ejemplo, la lucha de las mujeres por su
reconocimiento como ciudadanas (el voto femenino) o la reclamación de derechos laborales que acabó con la vida
de 146 obreras de la fábrica Cotton de Nueva York, el día 8 de marzo de 1908.1
Este reconocimiento ha propiciado que se produzcan transformaciones en el ámbito del derecho, la ciencia o el
arte, visibilizando el papel de las mujeres en los diversos escenarios de la vida. No obstante, el reconocimiento de
derechos no ha ido necesariamente acompañado de una mejora de la situación de las mujeres hacia la igualdad.
Se considera que incluso en los países llamados 'desarrollados' existe una brecha entre los derechos e igualdades
expresados formalmente y los reconocidos realmente. Por todo ello es necesario abundar en las desigualdades de
género existentes y realizar un análisis desde los diversos ámbitos de intervención, porque en la mayoría de los
casos, a las desigualdades sociales existentes y sobre las que es preciso intervenir se suman las desigualdades de
género. 2
Pereira de Andrade señala que el género más vulnerable a sufrir discriminación es el femenino, derivado de un
sistema que centra el peso de obligaciones sobre el hombre, llamado sistema patriarcal. Entre las consecuencias
de este sistema patriarcal, se encuentra la llamada violencia de género.3

La desigualdad de género es un fenómeno social y cultural en el que se produce una


discriminación entre personas debido a su género, básicamente entre hombres y mujeres.
Además, no es un fenómeno inocuo, ya que su impacto se deja notar en diferentes planos: laboral,
social, familiar, etc.

A nivel social, por ejemplo, la mujer puede aparecer subordinada al esposo o al padre. A nivel
económico, la mujer sigue recibiendo sueldos más bajos que el hombre desempeñando el mismo
puesto de trabajo (brecha salarial). Las tareas domésticas o el cuidado de los niños todavía se siguen
concibiendo como tareas más vinculadas a la mujer que al hombre. Así podríamos seguir completando
una larga lista.

Frente a ella, el feminismo o la perspectiva de género permiten mirar el mundo desde otro
punto de vista. Sin embargo, cambiar nuestra perspectiva puede provocarnos desconcierto o
malestar. Es por eso que el objetivo de estas líneas es aclarar nuestra mirada, para poder estar y
relacionarnos con el mundo de un modo más justo.
Para ello, empecemos desde el principio, cuando hablamos de desigualdad de género… ¿A qué nos
referimos con género? ¿Qué queremos decir con un constructo tan amplio?

Qué es el género y cómo se estructura


El género puede desglosarse en tres niveles o perspectivas:

 Plano sociocultural: desde esta perspectiva, el género es un sistema de organización social que otorga mayor
poder y privilegios a los hombres, y que se apoya en una serie de creencias que legitiman y mantienen esta
estructura social. Los valores, costumbres, tradiciones, estereotipos, junto a las leyes de un país rigen el modelo
de organización social.
 Plano relacional: el género es un proceso dinámico de representación; una representación de lo que significa
ser mujer u hombre en situaciones cotidianas, lo que a su vez influye en cómo se comportan hombres y mujeres
y en cómo son tratados.
 Plano personal: a este nivel, el género es un aspecto que también influye sobre la identidad y de las actitudes
personales. Sería el conjunto de expectativas, intereses, fantasías y creencias que están asociadas a modelos
más o menos aceptables de lo que significa ser un hombre masculino o una mujer femenina en una cultura
concreta.
Aunque el género es expresado de forma diferente en distintas culturas y el grado de subordinación de
las mujeres varía a lo largo del tiempo y el espacio, es muy complicado encontrar alguna en la que
las mujeres tengan más ventajas políticas y sociales que los hombres. Un ejemplo de este
desequilibrio o desigualdad de género se ve reflejado en los altos índices de violencia contra las
mujeres (abuso sexual, secuestros, violaciones, maltrato y violencia de género, acoso sexual, etc.).

¿Qué es el patriarcado y qué implicaciones tiene?


El patriarcado designa un orden social que establece el sexo como marca para asignar a cada
persona actividades, funciones, relaciones y poderes específicos. Esta red estructurada de
poderes, jerarquías y valores propone unos modelos de masculinidad y feminidad como universales y
opuestos entre sí.
Se considera que las mujeres están naturalmente más capacitadas para la vida privada, la maternidad
y el cuidado de la familia, mientras que los hombres estarían naturalmente más dotados para el
mando, el gobierno y la ambición. Desmontar estas creencias que actúan como mandatos
sociales sobre el hombre y la mujer es uno de los objetivos prioritarios del feminismo.

El patriarcado, como modelo social, se sustenta sobre unos mandatos o imperativos sociales, muy
distintos a su vez para hombres y mujeres. Algunas de las creencias o imperativos de la
concepción de la mujer son:
 La mujer es cuidadora y responsable del bienestar ajeno. Su valía está en su capacidad de entrega y servicio a
los demás. El cuidado de otras personas y la responsabilidad hacia ellas ocupa el centro de su vida.
 Predisposición natural al amor. Se fundamenta en la idea de que las mujeres sólo son seres completos cuando
pertenecen a alguien.
 La maternidad como imperativo de la identidad. La mujer sólo es feliz y está satisfecha de sí misma cuando es
madre.
 La mujer ha de ser bella y deseable. La belleza nos hace visibles y aceptadas socialmente, convirtiéndonos en
objeto bajo la mirada y valoración del otro.
Por el contrario, los imperativos de los hombres como seres masculinos serían los siguientes:
 La masculinidad se sostiene en el poder y la potencia, y se mide por el éxito, la superioridad sobre las demás
personas, la competitividad, el estatus, etc.
 La hombría depende de la agresividad y la audacia y se expresa a través de la fuerza, el coraje, el enfrentarse a
riesgos, la habilidad para protegerse y utilizar la violencia como forma de resolver conflictos.
 La masculinidad se sostiene en la capacidad de sentirse calmado e impasible, autoconfiado y autosuficiente,
ocultando sus emociones. Supone, además de fortaleza, una gran seguridad y confianza en sí mismo. El
hombre no puede permitirse sentir miedo y, si lo tiene, tendrá que disimularlo.

¿Qué podemos hacer para cambiar estos patrones de desigualdad de género?


Teniendo en cuenta lo expuesto, sería lógico que nos preguntásemos si el modo de vida que
estamos llevando actualmente, en referencia a los patrones de desigualdad de género, es
adecuado. Del mismo modo, si todo lo anterior nos incomoda, es el momento de buscar la manera de
aportar nuestro granito de arena para transformar la situación actual. Así, a lo largo del tiempo, se ha
llegado a la conclusión de que para vencer esta desigualdad de género existen distintas claves,
dependiendo de si somos hombres o mujeres.

La mujer, por su parte, tiene la responsabilidad y el derecho de buscar la soledad y cuidarse a


sí misma para cambiar estos patrones. La búsqueda de un espacio propio para ser (aficiones,
gustos, etc.) también se convierte en un modo de resistencia a estos mandatos; así, de acuerdo con
este pensamiento, una línea de actuación del feminismo es promover la autonomía femenina.
En el caso de los hombres, el camino iría más en la dirección de la educación de los afectos y
la corresponsabilidad. Ser hombre no es incompatible con la expresión y reconocimiento de los
sentimientos propios y ajenos ni tampoco con responsabilizarse, empatizar y atender a las
necesidades ajenas; ideas que suelen estar ausentes en los procesos de socialización primaria
(infancia). Así, la incorporación de estos contenidos a los programas educativos es una
estrategia clave para la transformación social.

¿Cuántas mujeres conoces que dediquen parte de su tiempo de ocio a las tareas del hogar?
¿Te viene a la cabeza alguna mujer que haya cogido una temporada de descanso en el
trabajo para cuidar de sus hijos o hijas? Estas situaciones que vemos constantemente en
nuestra vida diaria son solo dos ejemplos de desigualdad entre hombres y mujeres, que
no solo se extienden al ámbito laboral y doméstico, sino a muchas otras áreas. ¡Conócelas!

¿Cómo podemos reducir la brecha de


desigualdad de género?
En los últimos años parece que esta brecha de desigualdad de género se está reduciendo
poco a poco, aunque todavía queda mucho por hacer, especialmente en los países del sur
donde además del reto del desarrollo existe el reto de la equidad entre hombres y mujeres.

Organizaciones como Oxfam Intermón velan por el respeto a los derechos de las mujeres a
través de sus programas, como Avanzadoras, donde se aplica un enfoque de género para
asegurar el rol de las mujeres en su propio desarrollo. También lo hace en iniciativas como
las de Comercio Justodonde se asegura que los productos están elaborados respetando la
igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Educar en igualdad de género en la infancia para


prevenir la desigualdad en el futuro
Parece una idea extremadamente lógica, pero entonces… ¿por qué seguimos perpetuando
los estereotipos de género en vez de fomentar la igualdad entre niños y niñas?
El Global Early Adolescent Study puede ser un aliciente para cambiar esta dinámica. Ha sido
desarrollado en 15 países alrededor del mundo por la Organización Mundial de la
Salud (OMS) y la Universidad de John Hopkins de Baltimore, en Estados Unidos.

Este estudio, en el que se han entrevistado a adolescentes y progenitores de diversos


países, nos muestra que en la adolescencia temprana, la etapa que iría desde los 10 a los 14
años, se conforman las expectativas de género y cómo los niños y niñas llegan a la
adolescencia con unas conductas adquiridas. Algo que se produce tanto en países
desarrollados como en países en desarrollo. ¿Lo intuías?

Los resultados se recogen en el análisis It Begins at Ten: How Gender Expectations Shape
Early Adolescence Around the World. ¿Y qué nos dicen las respuestas de adolescentes y
progenitores?

 La sociedad sigue asociando roles a niños y niñas. Los chicos son fuertes e
independientes, y ellas son vulnerables y deben ser protegidas.

 Hay conductas que no son válidas si eres una niña. A las niñas se las restringe salir de
casa y, si llegan tarde, sus progenitores se molestarán, pero es algo que no está mal
visto si eres un niño.

 A cada género se le presupone un determinado comportamiento. La sociedad espera


una forma de ser, una apariencia o vestimenta definida según el género. Y no está bien
visto quién no dé el “perfil”, por lo que puede sufrir presiones o castigos para ajustarse
al comportamiento que es considerado el apropiado para su género.

“Hablas como un marimacho”, “este tiene un estilo afeminado”, “no te vistas así, que vas
provocando”, “un hombre no llora”… Son frases muy habituales hoy en día que nos
demuestran que los roles o estereotipos de género afectan tanto a niños como a niñas. Pero
si tanto unos como otras crecen con una serie de restricciones sociales determinadas por su
género, en su etapa adulta serán hombres y mujeres que habrán interiorizado ideas como
que las mujeres son débiles y los hombres son poderosos. ¿No crees?

Es importante que todos (hombres y mujeres) seamos conscientes de situaciones como las
que hoy te hemos contado y las denunciemos cuando está en nuestras manos.
Desdichadamente, todavía queda mucho camino por recorrer. ¿Por qué no lo hacemos
juntos y juntas?

Tú, con tu actitud y tu ejemplo, decides en qué tipo de sociedad quieres vivir. ¿Apostamos
por una en la que no exista ninguna clase de desigualdad y en la que toda su ciudadanía,
hombres, mujeres, niños y niñas, viva plenamente sus derechos? ¡Está en nuestras manos!

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