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Carrera: Lengua y literatura

Curso: 4 to – Historia de la lengua española

Profesor: Virginia Tessio

Alumnos: Caprin Nadia


Godino Maribel
Monges Cristian

2019
Capítulo IX. La época Alfonsí y el siglo XIV

Creación de la prosa romance: Alfonso el sabio

En esta época, la lengua romance se mezcla con el latín. En las traducciones de obras árabes o hebreas
colaboraba un judío que hacía una versión oral romance y un cristiano que trasladaba, esta versión
romance, al latín.
La construcción de catecismos políticos morales y novelas, se hacía en oraciones simples enlazadas por
conjunción copulativa.
A mediados del siglo XIII la frase va haciéndose más variada, augurando el próximo florecimiento de la
prosa.
Por otro lado, en torno de Alfonso X, se congregaban juglares y trovadores, historiadores y hombres de
ciencia, lo que hacía de la corte un lugar lleno de saberes.
A pesar de esto, se seguía trabajando en conjunto, pero era más frecuente que la obra quedase en
romance y que el cristiano pusiese en un castellano más literario, la versión oral de su compañero. Un
dato importante, es que la preferencia por el texto en romance, en vez de latín, respondía al rey para la
difusión de la cultura, y así asegurarse de que llegara a todo el mundo.
Esta modalidad de escribir en parejas, también tuvo otros resultados; y fue que dada la cantidad de
colaboradores, los textos estaban escritos con reminiscencias leonesas, catalanas o provenzales, además
de estar llenos de arcaísmos.
A lo largo del reinado de Alfonso X pueden distinguirse los siguientes cambios en la lengua:

 Se mantiene el dominio de la vocal en las palabras que hoy la conservan


 Desaparecen las formas reducidas (m, t, = me, te)
 Queda como normal el uso de “L” en lugar de “Le”
 Tienden a eliminarse las alteraciones producidas por el contacto fortuito de unas palabras con
otras (todesto=todo esto)
 Se suprimen las repeticiones (et, et, et) y se enmienda la expresión hasta conseguir la
corrección pretendida.
 El rasgo burgalés de la “f” inicial empieza a quedar fuera de la literatura y se inicia el paso de la
“f” a la “h” (fijo=hijo)
 Se incrementa la interposición de palabras entre el pronombre y el verbo característicos de
Galicia, León y Portugal (Que me non den)

Los primeros capítulos de la “Crónica General” (1270), tienen arcaísmos que no aparecen con tanta
intensidad, en los capítulos restantes escritos más tarde. La parte más vieja de la Crónica presenta,
como los textos del siglo XII o principios del XIII, gran intensidad en la pérdida de la e final (trist,
quebrantest, recib, pued), que es muy general en los pronombres enclíticos (dim “dime”; tomét “te
tomé”; quet la dará, quem lo faze), y amalgamas fonéticas de palabras distintas (quemblo “que me lo”;
igual al nimbla “ni me la” de Mio Cid, mayuntasse “me ayuntase”; té perdudo “te he perdido”; marid e
mugier; poc a poco; tod esto). En la parte más reciente de la lengua de la Crónica posee mayor firmeza.
Disminuye la pérdida de la e final, y sin llegar a una regularidad completa. Domina el mantenimiento de
la vocal en las palabras que hoy la conservan; desaparecen las formas reducidas, “m”, “t” por “me”, “te”
enclíticos y amengua “s” por “se”, quedando solo como normal uso de “l” en lugar de “le”.
Alfonso X, suprimió por sí mismo, las repeticiones y enmendó la expresión hasta conseguir la corrección
pretendida.
El “castellano drecho” era refractario de la apócope extranjerizante, y respondía en general al gusto de
Burgos, pero con ciertas concesiones al lenguaje de Toledo y León.
Algunos rasgos burgaleses demasiado regionales, como el paso de f a h (fijo/hijo) o la reducción -iello a –
illo (castiello-castillo), quedaron todavía fuera de la lengua literaria, deslizándose en ella
subrepticiamente.
Se incrementó la interposición de palabras entre el pronombre y el verbo: “que no me den; se de mí
partió; que no me tú diziés”, menos desarrollada en Castilla y característica de León, Galicia y Portugal.
Toledo, había eliminado ya los rasgos más salientes de su anterior dialecto mozárabe. El habla toledana,
castellanizada, pero sin los exclusivismos de la de Burgos o la bureba, sirvió de modelo en la nivelación
lingüística del reino. Alfonso X ordenó que en los usos jurídicos el sentido de las palabras ambiguas o
regionales se determinase de acuerdo con el lenguaje de Toledo.
La grafía quedó sólidamente establecida; puede decirse que hasta el siglo XVI la transcripción de los
sonidos españoles se atiene a normas fijadas por la cancillería y los escritos alfonsíes.
La labor de Alfonso X capacitó al idioma para la exposición didáctica. Se abordaron los problemas
fundamentales: sintaxis, léxico.
La sintaxis ganaba flexibilidad y riqueza de matices. La conjunción “que” se repite cuando un inciso
interrumpe el curso de la frase: “dixo el rey Salomón…que el que hobiese sabor de facer bien, que se
acompañase con los buenos”.
Como en los más antiguos textos en prosa, la repetición de “et” es excesiva: “Et amistad de natura es la
que ha el padre et la madre a sus hijos, et el marido a la muger; et esta non tan solamiente la han los
homes”.
Alfonso X aprovecha las disponibilidades del castellano y las incrementa forjando derivados sobre la
base de palabras ya existentes, como ladeza “anchura, latitud”, longueza “longitud”, asmanza “opinión,
creencia”. Cuando se trata de ideas referentes al mundo antiguo, sustituye en unos casos la palabra
latina por otra romance que indique algo similar de la actualidad medieval.
Los tecnicismos insustituibles, como septentrión, horizón “horizonte”, equinoctial, precisos en los
tratados de astronomía, se incorporan decididamente al castellano, y lo mismo acontece con voces
latinas de fácil comprensión: húmido-húmedo, diversificar, deidat.
Alfonso el Sabio, no se salió de la línea trazada por la posibilidad de comprensión de sus lectores, y por
ello casi todas sus innovaciones lograron arraigo.
La prosa castellana quedaba definitivamente creada. La obra alfonsí la había convertido en el vehículo
de la cultura.
En las Cantigas y otras poesías, siguió el Rey Sabio la costumbre de usar gallego como lengua lírica. Su
vasta producción en prosa favoreció la propagación del castellano, elevado al rango de lengua oficial en
los documentos reales.
De todos modos, continuó el uso de una mezcla de leonés y castellano tanto en documentos como en
textos literarios.

El siglo XIV:
La prosa de Alfonso X se continúa y perfecciona en la obra de don Juan Manuel, que le da acento más
personal y reflexivo. Juan Manuel es el primer autor preocupado por la fiel transmisión de sus escritos.
También es el primero en tener conciencia de sus procedimientos estilísticos. El estilo de don Juan
Manuel, basado en la expresión selecta y concisa, era el que convenía a su espíritu moralista.
Otro gran estilista, de temperamento opuesto al de don Juan Manuel, es Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.
Su lenguaje efusivo y verboso trasluce un espíritu lleno de apetencias vitales y de inagotable
humorismo. Escribe para el pueblo, y al pueblo deja su “Libro de Buen Amor”. Extraordinario observador
de la vida y la realidad, las plasma en escenas animadas y pintorescas enumeraciones, acumula frases y
palabras equivalentes, todas jugosas y espontáneas. Prodiga los diminutivos reveladores de afecto,
ironía o regodeo sensual. Su vocabulario realista, concreto, es provechoso ejemplo para el lector
moderno, acostumbrado a la expresión intelectual y abstracta.
“El Arcipreste de Hita” inicia un empleo de modismos y refranes (pastrañas, fablillas), que habían de
tener gran cabida en obras culminantes de nuestra literatura.
El castellano invade el terreno reservado al gallego: Alfonso XI escribe en castellano una linda poesía
trovadoresca, y a fines del siglo XIV, la mayoría de la total producción lírica está en castellano.
El influjo de la lírica gallega-portuguesa dejó huellas lingüísticas en el castellano: así coita, coitado se
usaron durante algún tiempo junto a cueita, cueta, cuita, cuitado, originariamente leoneses o
aragoneses. Se implementa en Castilla el uso de alguién, alguien, bajo la acción del portugués alguem.
En el transcurso del siglo XIV la lengua liquida alguna de sus más importantes vacilaciones, desecha
anteriores prejuicios respecto a fenómenos típicos de la fonética castellana y camina hacia su
regularización.
La apócope extrema de la e, tan intensa a fines del siglo XI hasta la época alfonsí, está ahora en plena
decadencia.
En el reino de Toledo el lenguaje del Arcipreste de Hita conserva como arcaísmo popular algo de lo que
antes había sido preferencia de señores y clérigos, y así se usa todavía: nief / nieve, trax, dix, conbit,
prometed / promete, yot / yo te, qued muestre / que te muestre, dam / dame, págan / pagame, etc. Las
reducciones y deformaciones de me y te, se dan con especial insistencia en boca de las serranas, como
caracterizado por su rusticismo.
En 1390 o 1400 era ya absoluto el restablecimiento de la -e, salvo, como hoy, cuando quedaban como
finales las consonantes d, l, n, r, s, z no agrupadas (bondad, sol, pan, señor, mes, luz). Aun dentro de
estos límites, la apócope nunca había sido general en la conjugación: aunque la regularidad fonética
apoyaba pid, pud, val, vin, vien, tien, quier, pudier, quis, pus, fiz, aduz, y similares, la regularidad
morfológica favorecía las correspondientes formas con -e; desde la segunda mitad del siglo XIV la
tendencia general prefiere claramente pide, pude, vine, quise, puse, aduze, y la alternancia se restringe
a vien-viene, tien-tiene, diz-dize, faz-faze, fiz-fize, quier-quiere, y algún raro caso más.
El diminutivo –illo, arraigado en Castilla desde tiempos remotos, pero rehusado por la lengua literaria,
que prefería la forma arcaizante –iello, se generaliza ahora. Desde el último tercio del siglo XIV apenas
aparece –iello en textos castellanos. Sin éxito tan grande, se propaga también el paso de f inicial a h, que
aparece ya en documentos oficiales; pero en la literatura sigue dominando la f, fazer, ferir, aunque en el
“Libro del Buen Amor” aparezacan hato, hadeduro, Henares, heda – fea y algún otro ejemplo.
Los imperfectos y condicionales sabiés, tenié, robariedes, frecuentes aun en el Arcipreste de Hita, son
reemplazados en la mayoría de los escritores por los terminados en –ía, entendía, veía, quería, fazía; la
desaparición de las formas –ie no fue completa, y en épocas posteriores surgen casos sueltos en la
lengua escrita. Comienza a omitirse la d en las desinencias verbales –des (enfiés, entendés, avedes,
olvidedes).
Por último los latinismos, que durante un período alfonsí habían mantenido relativamente pura su
forma originaria, vuelven después a alternarla, extendiéndose las incorrecciones procedentes de la
difusión oral descuidada, como astralabio, entinción, por astrolabio, intención. Esta costubre arrecia en
la segunda mitad del siglo. Los escritos de Fernández de Heredia usan soplenidades / solemnidades,
divigno / divino, abtupno / otoño. Los de Ayala, rebto / recto; en una poesía de Imperial inserta en el
cancionero de Baena, defirencia / diferencia, etc.
Capítulo X. Transición del español medieval al clásico

Los albores del humanismo

En el siglo XV los modelos que se imitaban y leían eran los provenientes de Italia y pertenecientes a
Dante, Petrarca y Boccaccio. Las costumbres cortesanas van apoderándose de la corte y el interés por el
mundo grecolatino está a la orden del día.
En esta época, la antigüedad es un ideal y pretenden resucitarla, por lo que se empieza a traducir obras
griegas al español.
El desarrollo del idioma español se ve truncado por la veneración de la lengua griega y latina,
desdeñando la lengua romance que Alfonso quiso hacer universal y accesible a todos.
Se hace un intento por trasplantar al romance usos sintácticos latinos, sin dilucidar antes, si encajaban o
no dentro del sistema lingüístico del español.
Aunque el latín que se pretendía manejar era pobre y mal escrito, ya que al ser por transmisión oral no
se correspondía con su correcto uso, las transformaciones lingüísticas en este período fueron
interesantes. Entre ellas puede valorarse:

 Intento de remedar el hipérbaton dislocando el adjetivo del sustantivo


 Se adopta el participio del presente en lugar de la oración de relativo, del gerundio u otros giros
lingüísticos
 Se emplea el infinitivo dependiente de otro verbo
 Se coloca el verbo al final de la frase
 Se desarrolla la adjetivación con la anteposición sustantiva
 El pensamiento se distribuye en cláusulas simétricas o contrapuestas
 Se desarrolla un carácter cercano a la prosa rimada por medio de semejanza de sonidos o
formas gramaticales
 Se siguen usando la “t” y “d” finales
 Continúa la vacilación entre “F” y “h”

El español preclásico

En la época de los reyes católicos, aumenta la traducción de libros clásicos y su difusión se hace posible
gracias a la imprenta.
Nebrija implanta los estudios helénicos mediante la reforma didáctica universitaria.
Se deja de forzar el lenguaje a la imitación latina y se es más consciente del propio lenguaje. A tal punto
que la inspiración ahora proviene de romanceros y canciones tradicionales. Los textos literarios se
desarrollan con más fuerza, dejando al descubierto varias adiciones como:

 Léxico rico y expresivo


 Colocación del verbo al final de las oraciones
 Construcciones latinas del infinitivo o participio del presente
 El hipérbaton va dejándose de lado
 Desaparecen la “t” y ”d” finales en su mayoría
 Existe todavía la vacilación entre el uso de la “f” y la “h”
 Las antiguas formas de terminación en “ades”, “edes”, “ides” se reemplazan por “ais”, “as”,
“eis”
 Perdura la doble “L” en el artículo
 El leonés pasa a ser un lenguaje literario para representar el rusticismo de sus hablantes
 El aragonés, muy influido por el castellano, desaparece
En 1492, con la creación de “la gramática” de Nebrija, se logra una regulación gramatical hasta ahora no
concebida, la diferenciación entre el castellano y el latín, y, la unión del estudio gramatical con el de la
métrica y las figuras retóricas, para lograr entender el funcionamiento del idioma español.
En ese mismo año, el descubrimiento de América supuso una inmensa posibilidad para la extensión de
la lengua castellana.
Capítulo XI. El español del Siglo de Oro: La Expansión Imperial.
El Clasicismo.

España y su lengua en Europa.


Durante la Edad Media, España había defendido la suerte de la civilización occidental, rescatando su
propio suelo de la amenaza musulmana. Elevada por los Reyes Católicos al rango de Gran Potencia, España
se larga con Carlos V a regir los destinos de Europa.
El motor de la causa imperial, se empeña en la defensa del catolicismo frente a protestantes y turcos.
España pone su esfuerzo al servicio del ideal económico, la unidad cristiana, y propaga en América la “fe
consoladora”.
Cada éxito militar añadía prestigio a las cualidades de los españoles, reconocidas por dominados y
enemigos. España no solo ganaba tierras, sino que actuó sobre el concepto de honor, la literatura y el
lenguaje de toda Europa.
El valor caballeresco, la sutileza de ingenio, la agilidad en el trato y la majestuosa gravedad de los
españoles, encarnaban el arquetipo social del Renacimiento, la perfecta cortesía.

Literatura:
“El Amadís”, “La Cárcel del Amor”, “Celestina”. Libros que han sido traducidos a varios idiomas,
inauguraron los triunfos de nuestras letras en el extranjero. Luego, “Marco Aurelio” de Guevara,
“Lazarillo”, “La Diana” de Montemayor, Fray Luis de Granada, Santa Teresa y San Juan de la Cruz,
Cervantes, el teatro del siglo XVII, la novela picaresca, políticos, pedagogos y moralistas como Gracián,
fueron objeto de admiración de toda Europa, que los tradujo, imitó y recogió sus enseñanzas. Los dramas
y comedias de Lope, cosecharon aplausos en los más diversos escenarios.
De esta manera, la lengua española alcanzó una extraordinaria difusión. En Italia se tiene por gentileza y
galanía saber hablar castellano. En Francia ocurría algo similar.
Durante los siglos XVI y XVII, respondiendo a la apetencia general, fueron muchos los diccionarios y
gramáticas españolas que aparecieron en el extranjero. Como resultado de esta influencia, se produjo la
introducción de numerosos hispanos en otras lenguas, sobre todo en italiano y francés.

El español, lengua universal:


Carlos V, al llegar a España, desconocía el idioma de los súbditos a quienes había que gobernar; España le
propició sus mejores soldados y le prestó gran apoyo. El rey supo agradecerlo, y acabó por identificarse
con el espíritu hispano: habló español, vistió con austeridad española y eligió un rincón de Extremadura
para retirarse a morir.
Demostró un elevado aprecio por la lengua española y algunas leyendas sostienen que, Carlos V para
dirigirse a las damas prefería el italiano; para tratar con hombres, el francés, y para hablar con Dios, el
español. Se sentía halagado si se le hablaba en esta última lengua.
El Carlos V desafió a Francisco I, en presencia de cardenales y diplomáticos. La lengua escogida fue el
español (ni el francés ni el latín). El obispo de Macon (embajador de Francia), se quejó de no comprender
el discurso del rey Carlos, y este respondió: “Señor obispo, entiéndame si quiere, y no espere de mí otras
palabras que de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la
gente cristiana”.
De este modo queda el español proclamado lengua internacional.
Consumada la conquista de Indias, Felpe II, logró ver nuestra lengua “general y conocida en todo lo que
alumbra el sol, llevada por las banderas españolas vencedoras con envidia de la griega y latina, que no se
extendieron tanto”.

El castellano, lengua española:


Siglo XVI: la unificación de la lengua literaria.
El auge del castellano coincide con el descenso de la literatura catalana. La unidad política nacional, la
necesidad de comunicación con las regiones, y el extranjero, donde solo tenía curso el castellano, el uso
de este en la corte, acabaron por recluir al catalán en los límites del habla familiar. No quedó apenas otra
literatura que la escrita en lengua castellana.
La comunidad hispánica tenía su idioma: la lengua castellana.
Contienda con el latín e ilustración del romance:
La mayoría de las lenguas modernas coincidían con la plenitud del Renacimiento, que incrementaba el
uso del latín en los doctos. De una parte la tradición medieval mantenía el empleo del latín en las obras
doctrinales, como lengua común del mundo civilizado; por otra, los humanistas aspiraban a resucitar el
latín elegante de Cicerón.
En 1498, Garcilaso de la Vega, padre del insigne poeta, había pronunciado en Roma siendo embajador de
los Reyes Católicos, un discurso que pretendía ser latino y castellano.
Juan de Valdés estimaba que el castellano era la lengua más rica en vocablos latinos, siquiera estuviesen
“corrompidos”.
Pero el Renacimiento no se limitaba solamente hacia el retorno de la antigüedad, sino que una de sus más
profundas corrientes era la exaltación de la naturaleza, por eso rehabilitó el culto de las lenguas vulgares.
Pedro Simón Abril propuso a Felipe II la convivencia de que las enseñanzas se hicieran en lengua vulgar y
que los niños aprendieran la gramática española antes que la latina.
Valdés observaba que la lengua castellana carecía de escritores que escribieran con cuidado. Entones el
español, recién salido de su evolución medieval, carecía de textos que satisficiesen las apetencias de
perfección formal.
Con Garcilaso y Valdés empezaba a forjarse nuestra lengua clásica.

El estilo literario en la época de Carlos V:


Boscán y Garcilaso introducen la versificación italiana, y con ella un nuevo sentido de poesía. La serena
lentitud del endecasílabo se impone al ritmo del octosílabo y sus abundantes rimas.
A la improvisación ingeniosa de los cancioneros, sucede un arte más reflexivo y selecto, pero de gran
simpleza.
Los versos de Garcilaso son simples, con palabras corrientes, comparaciones fáciles y metáforas
consagradas por la tradición literaria. El arte de Garcilaso consiste en transformar las palabras en “manso
ruido”, en “susurro de abejas”. El secreto de su perennidad se encierra en la más tersa y elegante sencillez.
El lenguaje poético de Garcilaso sirvió de modelo a toda la poesía española del Siglo de Oro: imágenes,
epítetos, esquemas distributivos de la materia poética en el verso, se repiten profusamente en la lírica
posterior, cuyos más altos representantes, incluso los más innovadores, acuden siempre al hontanar
garcilasiano.
La visión platónica de una naturaleza perfecta invitaba a destacar por medio de los epítetos las cualidades
de los seres y cosas: “agua corriente y clara”, “robusta y verde encina”, “el blanco lirio y la colorada rosa”.
Continuaba la moda de los libros de caballería. Antonio de Guevara se limitaba a emplear usos generales
de fines del siglo XV: frases simétricas y contrapuestas, enumeraciones abundosas y finales en
consonancia, semejantes a los del Corbacho y la Celestina.
La doctrina estilística de la época se encierra en la conocida frase de Juan de Valdés: “el estilo que tengo
me es natural y sin afectación alguna, escribo como hablo; solamente tengo cuidado de usar vocablos que
signifiquen bien lo que quiero decir (…)”.
Llaneza espontánea, aparece en le “Lazarillo de Tormes” donde se evidencian rastros de crítica social
revestida de afilada ironía. La novela moderna que nacía en las páginas de esta obra, encontraba el
lenguaje apropiado a la narración realista.

Época de los místicos y Herrera:


 Poesía de Garcilaso
 Didácticos Humanistas  Encarnan las corrientes del pleno Renacimiento
 “El Lazarillo de Tormes”

La segunda mitad del siglo XVI, impregnada por el espíritu de la Contrarreforma, se caracteriza por el
esplendor de la literatura religiosa.
Los escritores místicos nos hablan del proceso del alma que, despojada de todo apego a lo terrenal, se
encierra en sí para lanzarse en busca de Dios, alentada por el amor y guiada por la fe.
Los místicos se valen de símbolos, alegorías, metáforas y comparaciones, aplican al amor a Dios el lenguaje
más ardiente del amor humano.
Santa Teresa: le importa declarar las cosas del espíritu. El cuidado de la forma le parece un acto de
vanidad, por lo que emplea el lenguaje corriente en el habla hidalga de Castilla la Vieja, sin hacer uso de
palabras del gusto cortesano ni buscar galas cultas. Busca una expresión menos estimada. Pero, sin
pretenderlo, este lenguaje se torna artístico; las construcciones teóricas de Santa Teresa están basadas
en imágenes constitutivas de magistrales alegorías.
La feminidad afectiva de la autora mística se explaya en deliciosos diminutivos:
 “esta encarceladita de esta pobre alma mía”
 “esta motita de poca humildad”

Los tratados de San Juan de la Cruz aspiran a transformar en teoría objetiva la experiencia personal. El
hombre de letras busca la palabra justa acudiendo al cultismo técnico.
Los tratados son afirmaciones de fe como único asidero del alma sobre el abismo abierto por las renuncias
a todo lo que no sea pensar en el ser divino.
San Juan de la Cruz conoce y aprovecha el legado poético de Garcilaso, el de los villancicos y glosas a la
manera tradicional castellana; pero transfigura el sentimiento del la naturaleza y del amor al elevarlo a
las regiones donde sopla el divino “aire de la almena” y donde, entre azucenas celestiales, se olvidan los
cuidados. En las poesías de San Juan, como en los mejores momentos de Santa Teresa, se convertía en
realidad la frase de Carlos V: “el español era la lengua para hablar con Dios”.
Fray Luis de Granada fue quien descubre en las doctrinas platónicas “la principal parte de la filosofía
cristiana”; la sigue y perfecciona Fray Luis de León.
Fray Luis de Granada se esfuerza para lograr solemnidad y grandilocuencia, alargando el período y
aplicando a temas sagrados las elegancias retóricas de Cicerón. Es ante todo, orador, y sus tratados más
parecen compuestos con vista a la predicción que para la lectura, atentos a la forma y al amplio desarrollo
de los pensamientos.
Al buscar las huellas del creador, observa con cariño, la belleza de las criaturas; famosas son sus
descripciones del mar, plantas y animales. Se evidencia la encantadora sencillez espiritual.
Su prosa es la serenidad clásica, su poesía guarda el equilibrio del fondo-forma.
Luis de León es el artista exquisito que somete el lenguaje a una minuciosa selección: “Piensan que hablar
romance es hablar como se habla en el vulgo, y no conocen que el bien hablar no es común, sino negocio
de particular juicio (…)”.
Su innovación consiste en “poner número” en la prosa, esto es, dotarla de musicalidad mediante la hábil
disposición de ritmos de melodías tonales.
Si la prosa de Fray Luis de Granada es el dechado de más hermosa serenidad clásica, también su poesía
guarda el augusto equilibrio de fondo y forma. Valoriza las palabras usuales sin recurrir a cultismos
violentos y abunda en alusiones mitológicas. Pero la poesía de Fray Luis de León, aunque mantiene la
limpidez garcilasiana, no es manso fluir de aguas cristalinas, sino arrebato emocional que proyecta a las
alturas recuerdos clásicos, naturaleza, realidad ambiente, meditación filosófica y ansias de paz.
En Sevilla, Medina y Herrera, pretendían ennoblecer el lenguaje por caminos muy distintos a los seguidos
por Garcilaso y Fray Luis de León. Estos crearon belleza con palabras de uso común; Herrera buscó
diferenciarse del habla general (el apartamiento del vulgo).
“La erudición, placer de los doctos, es inasequible a la masa; la obra poética no será ya para todos, sino
para los escogidos”.
Herrera prodiga recuerdos mitológicos difíciles en los que muestra su familiaridad con los poetas
grecolatinos, y emplea gran número de cultismos: sublimar, concilio, aura, argentar, rutilar, venustidad.
Utiliza formas latinas como: pluvia, prora, impío.
La sintaxis reclama también libertades propias. Reproduce con atrevimiento el hipérbaton latino:
 “de la prisión huir no pienso mía”
 “tu afrenta i gimes bárbaros despojos”

La poesía de Herrera es sonora y magnífica, pero estudiada y artificiosa, implica la ruptura del equilibrio
clásico en beneficio de la forma.
Capítulo XII. El español del siglo de oro.

La literatura barroca

De Cervantes a Quevedo. Aparición y triunfo de las tendencias barrocas.

A fines del siglo XVI se vivía la máxima extensión del imperio español como orgullo nacional. Pero por
otro lado, mientras se batallaba en Europa, los reyes se cubrían de frivolidades y la moral del pueblo
comienza a bajar notablemente.
Mientras tanto, en el campo de las artes, las letras llegan a su apogeo y florecen grandes pintores.
En este caso, Cervantes será quien represente al renacentismo y dándole sentido a las obras y autores
que parten de su “ironía cervantina”. Así vemos la exaltación heroica en Lope de Vega, el escape hacia la
belleza irracional de Góngora y la cínica negación de valores en la literatura picaresca, como también en
Quevedo.
Los componentes que poseen las obras de Cervantes y que lo posicionan como renacentista son:

 Altos intereses en las cuestiones del lenguaje


 Abordaje de problemas que preocupan a los cultos de la época
 La recreación de variedades lingüísticas de diversas esferas sociales
 El discurso de la edad de oro en “El Quijote” refleja una amplia gama de idealizaciones
(abundancia de epítetos, disposición simétrica, retórica ampulosa con fines caricaturescos,
imitación idealizada de los libros de caballería, etc.
 Su narración es realista y su diálogo, familiar.

La siguiente generación de escritores, como Góngora y Lope de Vega, van en búsqueda de novedad
mediante reuniones en el círculo de escritores, una de estas novedades, fue la alusión por medio del
pronombre, lo que en el siglo XVI se usó intencionadamente; y el empleo de aposiciones equivalentes a
símiles o metáforas.
En el caso de Lope de Vega, los recuerdos cultos en sus escritos, tamizan la visión de la realidad e
introduce factores personales que hacen que no sólo sus personajes hablen, sino que él mismo lo hace a
través de ellos.
La amalgama de sensaciones, la sinestesia en sus escritos hace que la lectura apele a los sentidos del
público. Mediante sus obras, Lope, logra conectarse con el público y consolida los ideales españoles.
Algunos recursos con fines caricaturescos usados por Lope son:

 Fabla antigua
 Lenguaje villanesco (Leonés empleado por pastores)
 Arcaísmos, giros vulgares e invenciones humorísticas
 Habla española de vizcaínos, moriscos y negros
 Burlas respecto al gongorísmo

En esta época, el renacimiento es sinónimo de perfección y se nota en la pintura. Por otro lado, el uso
de la mitología para ejemplificar virtud o vicio, llega a un punto en el que su uso repetitivo cansa y se
empieza a encontrar gusto por la abstracción, la prosopopeya y la alegoría.
Góngora, como precursor de la contemporánea “torre de marfil”, toma una dirección aristocrática en la
escritura con el fin de que el lenguaje poético aleje las cosas de su vulgar realidad, para lo que hará uso
de recursos como:

 Elementos imaginarios, mitológicos, expresivos


 Metáforas
 Perífrasis
 Hipérboles
 Desaparición del nexo de relación
 Empleo excesivo del acusativo y el hipérbaton

El empleo de estos recursos tenía su centro en su sonoridad y valor expresivo.


Si la estilización embellecedora era la meta de la poesía elevada, la literatura burlesca se complacía en la
deformación de la realidad hasta presentarla sólo en su aspecto ridículo o grosero.
A diferencia de la literatura de Góngora, la literatura burlesca prefería aludir a la actualidad, en vez de
hacerlo a la mitología. En su composición predominaba la agudeza, la invención caprichosa de términos
nuevos, la imaginación, la metáfora, el juego de palabras o el chiste.
Quevedo fue un gran expositor de este estilo caricaturizando la vida frívola y culta, ridiculizando a
Góngora y haciendo de sus caricaturizaciones extremar hasta el absurdo su ridiculez. Un rasgo
cualquiera servía para alusiones satíricas o establecer comparaciones. Su escritura era despiadada a tal
punto de dejarnos su poema “A una nariz” referida a Góngora. Los recursos de los que se servía para
llevar a cabo su escritura burlesca eran:

 Aposición de sustantivos (era un clérigo cerbatana)


 Atribución de significados caprichosos a palabras (hambre imperial)
 Neologismos (disparatario=colección de disparates)
 Introduce el léxico del hampa
 Frase cortada, contraposición de ideas
No sólo la literatura burlesca era su fuerte, sino que también muchos de sus escritos estaban cargados
de sobriedad y profundidad de pensamiento, sentencioso y agudo, donde cada pausa era un margen
concedido a la meditación.

A medida que avanza el tiempo, crece la cultura literaria y ya no es sólo campo de intelectuales, sino
que también el vulgo se siente atraído.
Gracián, adepto de las doctrinas morales, culterano, conceptista y gongoriano, sostenía que el lenguaje
debe atraer con su novedad. Tenía una visión muy pesimista del entorno ya que pensaba que el mundo
es un continuo engaño, que lleva al hombre al despeñadero de la vida donde sólo la razón puede
redimirle de la perversidad.
El teatro de Calderón representa una época literaria en donde el pensamiento era profundo, sujeto a la
concepción escolástica del universo, pero también a las convenciones sociales; poesía y lenguaje
estilizados según el gusto gongorino y recortados en una disposición lírica de sumo refinamiento.
Para lograrlo se valió de introducir en sus obras recursos tales como:

 Tesis filosóficas o religiosas


 La belleza para él, a diferencia de Góngora es un ornamento
 Los personajes son encarnaciones alegóricas de ideas
 Muchos pasajes se reducen a reflexiones
 Usa: Si, porque, pues, luego para enlazar las premisas con las conclusiones
 Expresiones recamadas de imágenes
 Recapitulación final
 Repetición simétrica de ideas semejantes o contrapuestas
 Polifonía de voces

Ya adentrados en el siglo XVIII, comienza la decadencia y las imitaciones de los escritores del siglo de oro
sólo afean el estilo.
Capítulo XIII. EL ESPAÑOL DEL SIGLO DE ORO.

CAMBIOS LINGUISTICOS GENERALES.


El concepto de corrección lingüística era más amplio que en los periodos posteriores, y entre
vulgarismos y las expresiones admitidas no mediaban límites tajantes. Hay una labor de selección entre
sonidos, formas y giros coincidentes, que condujo a considerable fijación de usos en la lengua literaria, y
en menor grado, en la lengua hablada también.

Fonética. Arcaísmos eliminados.

La f desapareció sustituida por la aspiración h, que en Castilla la Vieja no se pronunciaba desde el siglo
XV.
Perduró la conservación de algunos grupos consonantes que en el habla llana se habían simplificado.
Valdés prefiere aún cobdiciar, cobdo, dubda a codiciar, codo, duda.
Por la misma época se vacilaba entre mil y mil, cien y cient, san y sant.
Mientras los sonidos g, j y x mantuvieron su carácter prepalatal, era frecuente confundirlos con la s
sonora y sorda, respectivamente. Existían pronunciaciones quijo, vigitar, relisiónn, colesio.

Transformación de las consonantes.

Durante algún tiempo debió continuar la vieja distinción entre b y v.


Las diferencias de pronunciación entre Castilla la Vieja y Toledo eran bien claras. Fray Juan de Córdoba
afirma en 1578: “Los de Castilla la Vieja dizen hacer, xugar, yerro, alagar, y en Toledo dizen hazer, jugar,
hierro, halagar.
Con el ensordecimiento de la z y -s- , los cuatro fonemas originarios quedaron reducidos en la
pronunciación sevillana a una sibilante única, de articulación diferente al de s castellana.

Grupos cultos de consonantes.

Los vocablos originarios se habían deshecho , al pasar del latin al español, de los grupos de consonantes
ct,gn, ks, mn, pt y otros análogos, obedeciendo a leyes fonéticas cuya actividad había caducado una vez
constituido el idioma.
Todo el periodo áureo es época de lucha entre el respeto a la forma latina de los cultismos y la
propensión de adaptarlos a los hábitos de la pronunciación romance. Ni siquiera a finales del siglo XVII
existía criterio fijo; el gusto del hablante y la mayor o menor frecuencia del uso eran los factores
decisivos.

La fonética en la frase.

El articulo la, considerado ya como característico del género femenino, sustituye lentamente a el como
femenino delante de palabras que empiezan por la vocal a.
En el futuro y potencia, como se advertía que su primer elemento era el infinitivo, se restableció este
integro en debería, en vez del medieval debría. También las formas porné, verné, terné sucumbieron,
tras un periodo de alternancia que duró hasta fines del siglo XVI, ante pondré, vendré, tendré más fieles
a la raíz de poner, venir, tener
La puntillosidad de nuestros antepasados relegó el tú a la intimidad familiar o al trato con inferiores y
desvalorizó tanto el vos que, de no de no haber gran confianza, era descortés emplearlo con quien no
fuese inferior
En otro caso había que tratar de vuestra merced o vuestra señoría; la repetición originó el paso de
vuestra merced a vuesa merced, vuesarced, vuesanced, etc, y finalmente a voacé, vucé, vuced, vusted,
usted.

Formas gramaticales.

En la primera mitad del siglo XVI la conjugación ofrecía muchas inseguridades. Coexistían amaís, tenéis,
sois, con amás, tenés, sos, que pronto quedaron anticuados. El imperativo cantad, tened, salid
alternaba con cantá, tené, salí. Se dudaba aún entre so,vo, estó, dó y soy, voy, estoy, doy. Más duró la
vacilación entre cayo, trayo y caigo, traigo. A principios del siglo XVII la lengua había elegido ya en casi
todos estos casos las formas que habrían de prevalecer.
En el pronombre se generalizan nosotros, vosotros. La forma ge de las combinaciones ge lo, ge la
desaparece bajo la acción conjunta de los trueques fonéticos entre s y g. los demostrativos seguían
contando con las formas dúplices aqueste-este , aquese-ese, aparte de estotro, esotro, que conservaban
pleno vigor. El relativo quien invariable antes, empezó a tomar plural; pero quienes parecía aún poco
elegante en 1622.
La lengua clásica conocía adverbios que han caído en desuso o han cambiado de significación. Cabe y so
se usaban corrientemente en el siglo XVII, y hoy sólo quedan como resabio de eruditos; estonces y ansí
fueron absorbidos por sus concurrentes entonces, así; luego conservaba el sentido de en seguida,
pronto y puesto que el de aunque. El empleo de las preposiciones difería a veces del actual: se decía
“viaje del parnaso” por “viaje al parnaso”, “vivir a tal calle”, “hablar en tal asunto”.

Sintaxis.

Los verbos haber y tener. Ambos se venían empleando como transitivos, con sentido de posesión o
propiedad. En efecto haber quedó reducido al papel de auxiliar. A mediados del siglo siguiente apenas si
hay ejemplos de soy muerto, eres llegado.
La repartición de usos entre ser y estar se hallaba ya configurada en sus líneas esenciales, pero era
mucho menos fija que en la lengua moderna.
Se extiende la inserción de a ante el acusativo de persona y cosa personificada.

Vocabulario.

Muchas voces extranjeras penetraron entonces en el habla española. Las relaciones culturales y políticas
con Italia dieron entrada a palabras referentes a muy varias actividades: A la guerra pertenecen
escopeta, parapeto, centinela, escolta, bisoño; de la navegación y el comercio dejaron, entre otras,
fragata, galeaza, mesana, piloto, banca; hay muchos términos de arte y literatura, como esbozo, esbelto,
fachada, estancia, madrigal, novela; a la vida de sociedad se refieren cortejar, festejar. Italianismos son
también manejar, pedante, bagatela, capricho.
De origen francés son nombres de prendas de vestir y modas como chapeo, manteo; de uso domestico
servilleta; términos militares trinchera, batallón. En la vida palaciega, los cargos de sumiller, panetier,
furrier-furriel, ujier. En el siglo XVII, la corte francesa fue modelo del trato social distinguido, se
introdujeron madama, damisela, rendibú y otras.
El portugués dejó, entre otros, payo, mermelada.
Las lenguas europeas no romances prestaron pocas palabras; del alemán proceden, entre otras, bigote,
trincar, brindis, chambergo. La conquista del nuevo mundo trajo muchos nombres de plantas y animales
desconocidos hasta entonces, así como otros relativos a creencias, usos y costumbres de los indios:
sirvan de ejemplo, tabaco, patata, chocolate, canoa, huracán, cacique.

Estudios sobre el idioma en los siglos XVI y XVII.

La labor iniciada por Nebrija tuvo muchos proseguidores. Pero más interés ofrecen los intentos de
algunos autores que pretenden alcanzar, mediante la observación libre de prejuicios gramaticales
latinos, las verdaderas leyes que regían el funcionamiento del idioma. Ninguno de nuestros tratadistas
de entonces ponían en juego un método científico riguroso.
La postura de todos estos gramáticos fue, en general, más de preceptistas que de científicos. Pero el
dinamismo espiritual de sus contemporáneos se avenía mal a sujetarse a normas gramaticales. La
actividad creadora era superior a las posibilidades del análisis paciente.

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