En el capítulo XXX de Pantagruel, la obra de Rabelais, Epistemon realiza una nekyia, un

descenso al infierno, al ser muerto y vuelve tras las curaciones de Panurgo. Otras figuras de
la literatura y la mitología han realizado el mismo viaje, tales como Odiseo, Eneas y Menipo,
de los cuales haremos mención más adelante al realizar una comparación entre el
descenso realizado por estos personajes y el de Epistemon.
Para comprender la obra rabelesiana se necesitan comprender algunos conceptos tales
como “realismo grotesco”, “degradación”, o la concepción de la risa para Rabelais.
M. Bajtín define el al realismo grotesco como el “tipo específico de imágenes de la cultura
cómica popular en todas sus manifestaciones”; estas imágenes se oponen al canon clásico
del cuerpo humano perfecto y en plena madurez, muestran lo mundano en toda su
materialidad inmediata. Algunas de estas imágenes grotescas son: el coito, el embarazo, el
alumbramiento, la vejez, el despedazamiento corporal - tal como se ve en el capítulo XXX
de Pantagruel -, etc. A estas imágenes se le suma el lenguaje de las groserías,
imprecaciones y juramentos, que constituyen una parte sumamente importante de la
literatura del realismo grotesco. Estos elementos lingüísticos son un recurso para la
“degradación”, la misma consiste en unir la “vida inferior”, material y corporal, y la “vida
superior”,. La finalidad de esta no es simplemente la sátira de lo elevado o sublime, sino que
se basa en la ambivalencia, en la regeneración, en un “nuevo nacimiento”, como lo define
Bajtín. De este modo, lo “inferior” es la tierra que da vida, es un comienzo, adquiere un
carácter positivo. La degradación expresa la naturaleza contradictoria y dual de la vida, que
contiene negación y destrucción, las cuales son indispensables para el nacimiento de algo
nuevo y mejor. Para V. Hugo lo esencial en la imagen grotesca es la deformidad. Rabelais
logra esto a través de lo que Bajtín ha llamado “hiperbolismo” de las imágenes corporales y
materiales. La lógica detrás de este recurso de exageración para la degradación es la lógica
del crecimiento, fecundidad y superabundancia. Las imágenes expresan el mismo principio
inferior que devora y procrea. El hiperbolismo es uno de los signos más marcados del estilo
grotesco.
Todos estos elementos de lo grotesco promueven la risa. En el Renacimiento la risa posee
un profundo valor de concepción del mundo, es una de las formas fundamentales a través
de las cuales se expresa el mundo, la historia y el hombre. Rabelais considera que la risa
es la liberación de las enfermedades que ocultan el conocimiento de la vida. La risa origina
y atestigua una vida espiritual pura. En Pantagruel la risa es tema y argumento. No hay
vestigios de miedo, la alegría lo invade todo. Rabelais excluye el temor, incluso tocando
temas oscuros como la muerte y el infierno, como se ve en el descenso de Epistemon.
Luciano de Samósata (125-180 d.C) fue una fuente para la filosofía de la risa en el
Renacimiento y ejerció una gran influencia sobre Rabelais, tal cual se nota en la relación de
los Diálogos de los muertos, donde Menipo ríe en el reino de ultratumba y el episodio de
Epistemon en los infiernos. Ver página 68 de Bajtín. El tratamiento del demonio en este
episodio da cuenta de lo antes mencionado, Epistemon asegura que todos los diablos eran
buena gente. Da una imagen despreocupada de los demonios, expresión de lo inferior y
material, sin ningún rasgo terrorífico o extraño.
V. Hugo encuentra en la antigüedad pre-clásica, cuyo canon está basado en la perfección y
plenitud, elementos grotescos, tales como la hidra, las arpías o los cíclopes, los cuales
sirven como instrumento para exaltar lo sublime. Esto no se ve representado en el canon
grotesco, ya que Rabelais no pretende exaltar nada, los elementos que vemos en el
descenso de Epistemon se reducen a provocar la risa y no enaltecer al héroe o a la vida de
ultratumba. Sin embargo, elementos del canon clásico se mezclan con el grotesco, como la
presencia de la nekyia, típicamente clásica.