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PORTADA

Don Romano Orlich

Memorias de
un emprendedor
de Sarapiquí

CAMILO RODRÍGUEZ CHAVERRI


Dedicatoria

Dedico este libro a las hijas y el hijo de Don Romano.

Dedico este libro a mi papá, quien es el motor espiritual de mis libros.


Las grandes enseñanzas
de Don Romano Orlich
Este libro es una larga entrevista con don Romano Or-
lich, un bananero de 90 años de edad que me ha mos-
trado grandes valores en la vida.
Habla de su niñez en San Ramón, de su participación
en los Hechos del 48, su paso por el Ministerio de Agri-
cultura, el ITCO (Instituto de Tierras y Colonización) y
CORBANA (Corporación Bananera Nacional).
Habla de sus amigos, entre ellos, dos ex presidentes
de la república, su primo Don Francisco J. Orlich y Don
Abel Pacheco de la Espriella.
También cuenta de su relación con un personaje inolvi-
dable de mi niñez: Don Yoyo Quirós.
Al final, explica su amor por Sarapiquí y su apego a la
producción bananera.
Es en Sarapiquí donde ha construido una gran escuela
de valores con base en su trabajo y su ejemplo. Llegó
caminando por la montaña. Caminaba catorce horas
para llegar al sitio donde soñó con su emprendimiento,
con su finca.
Fue el primer finquero importante de ese cantón. Ahora,
donará trescientos millones de colones para un hogar
de ancianos en esa comunidad.
Ojalá que les guste este libro en formato de entrevista.
Ya tengo más de dos docenas de libros como este, en
los que trato de dejar para la historia, la vida y la obra, la
memoria y el legado de gente imprescindible. Don Ro-
mano Orlich es uno de esos personajes. El libro surgió
a partir de más de seis horas de grabación. La entre-
vista salió en tractos en Radio Actual (107.1 F.M), por
Radio Columbia (98.7 F.M.), por canal 13 y por canal
12 de TELECABLE. Algunos elementos en la historia
aparecen en varias ocasiones en el libro. Así ocurrió en
la grabación. Y, también, así ocurre en la vida.
Camilo Rodríguez Chaverri
autor
Índice
Dedicatoria 7
Las grandes enseñanzas de don Romano Orlich 9
El inicio de la entrevista 13
La toma de San Ramón 15
El puente más pequeño 17
Sarapiquí 21
Catorce horas a pie 23
Arriero 25
Su esposa 27
Había que cuidarse de las tobobas 29
Entre Chamaca y Chirripa 33
Ministerio de Agricultura y Ganadería 45
Don Chico Orlich 51
Don Pepe Figueres 55
Basurita y Chepe Lucas 65
Don Abel Pacheco 71
Don Yoyo Quirós 75
Costa Rica en el 48 81
El señor de El Alto 89
El robo de la semilla de banano para la Cooperativa 93
Vocación de agricultor 97
Cuando le renuncié a Don Pepe 107
CORBANA 111
Ganado estabulado 115
El Consejo para la gente joven 119
Mi primera entrevista con don Romano Orlich 121
El inicio de la
entrevista
Don Romano Orlich tiene casi 90 años de edad. Con
esos años encima, don Romano sigue al frente de sus
empresas. Trabaja lunes y martes en la oficina de San
José. De miércoles a sábado, trabaja en Sarapiquí,
donde empezó a forjar su vida como empresario a fina-
les de los años 40. Es productor bananero, ganadero
y dirigente de empresarios. Dicen que es muy estricto,
pero lo innegable es que es correcto, de una sola pieza.
He aquí la primera de una serie de entregas sobre la
vida y obra de este gran ser humano, que se apresta
a donar al cantón de Sarapiquí un hogar de ancianos.
Esto es el inicio de un libro con las entrevistas de este
señor en todo el sentido de la palabra.
-¿Cómo se vincula en el 48? ¿Qué pasaba antes?
-Siempre fui muy amigo de Chico (Orlich), además de
su pariente cercano. Yo me iba a casar en marzo y Chi-
co me dijo que no me casara porque tenía que ir a la re-
volución. Me dijo, “es una vaina dejar una viuda. Mejor
no te casés, esperate” Me esperé. Después nos fuimos
a La Paz y luego nos tocó la toma de San Ramón.
-En La Paz estuvieron Chevico Rodríguez, Lelo Ro-
dríguez y Gilberto Rodríguez.
-Todos los Rodríguez.
-Tíos abuelos míos.
-He conservado amistad con todos ellos en San Carlos.
-¿A quiénes recuerda más?
14 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-A Chevico, Gilberto, a los más jóvenes, los sobrinos,


que ahora los veo.
--¿A quiénes más que estaban en La Paz?
A José Luis Cabada, estaba un hombre del ferrocarril al
Pacífico de apellido Azofeifa; José Luis Orlich, que era
el médico, hermano de Chico; José Alberto Del Barco,
hermano de Daniel Del Barco, de Barrio Amón. En San
Ramón había varia gente. Estaban los Solano y Piquín
Garro.
-Joaquín Garro.
-Esos eran.
La toma de San Ramón
-¿Qué hizo usted en la Revolución? ¿Qué recuer-
da?
-La toma de San Ramón, a la entrada, que fue el 12 de
marzo.
-El mismo día de la toma de San Isidro.
-Sí, la consigna era “El Monte Cristo”, de Alejandro Du-
mas. Según la comunicación en clave, el capítulo que
se leía eran las horas que faltaban para atacar. Por ra-
dio nos decían, “estamos leyendo el capítulo trece de
la famosa obra de ´El Conde de Monte Cristo´”. Eso
quería decir que faltaban trece horas para atacar.
-¿Eso lo avisaron por radio?
-Sí, por radio.
-¿Por cuál emisora?
-Por la clandestina. Monte Cristo era la Revolución.
Cuando decían que estaban leyendo a un doctor, eso
significaba algo así: “tranquilos, no está pasando nada”.
En cambio, cuando decían, “hoy vamos a leer el capítulo
trece del famoso Conde de Monte Cristo”, eso significa-
ba, “a las trece horas van a atacar”. Así nos pasábamos
16 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

con el doctor y con Monte Cristo, hasta que de pronto a


las cuatro o cinco de la tarde, la voz de Chachalaca nos
indicó, “hemos llegado al final de la obra del Conde de
Monte Cristo, costarricenses la hora de la liberación ha
llegado”. ¡Se rajó Pepe! Ahora sí,¡a atacar! Nos fuimos
para San Ramón.
-Y tomaron San Ramón.
-Antes de eso, había participado con un grupo de pal-
mareños y un grupo de San Ramón en la operación
para robarnos una dinamita donde Alfredo Herrera, de
los Herrera que son constructores de caminos. Él era
mecánico de la finca. El punto es que nos dejarona-
bierta la bodega de la dinamita. Llegamos con doce ye-
guas a robarnos veinticuatro cajas de dinamita. Para
mala suerte, un carajo que después fue jefe político de
Palmares, que el nombre de pila era Suncho, se em-
borrachó y dejó escapar una yegua que llegó directo
donde el representante del calderonismo en Berlín de
San Ramón. Ese fue el que dio la noticia de que nos
habíamos robado la dinamita. Desgraciadamente la ye-
gua y el aparejo eran del mejor cliente de mi papá,un
productor de café en Palmares. Va la yegua para allá y
va el enredo. ¿Qué hacemos con la dinamita? Diay, me
la llevé a Naranjo. La escondimos en el beneficio Pilas.
Chico (Orlich) tenía ese beneficio. Entre un montón de
café, la escondimos. Esa dinamita la pusieron los Na-
ranjillos, pero fueron tan inútiles que en vez de ponerla
abajo, en el puente, pero por debajo, y tapada, la pusie-
ron encima y salió para arriba. Falseó el puente, quebró
el puente Colorado, pero no se lo echó abajo. La orden
de Chico era botar ese puente porque era el puente
más chiquito de la carretera y como él iba a ser Ministro
de Fomento, tenía que reparar el puente.
El puente más pequeño
-Entonces,don Chico les pidió que botaran el puen-
te más chiquito.
-Que botáramos el más chiquitico. Apenas se falseó.
Pudo entrar Abdulio Morales con la tropa. Ahí fue cuan-
do nosotros nos retiramos de San Ramón, esa misma
noche.
-¿Qué pasó después?
-Me quedé en La Paz. Después me vine a las fincas
de incógnito. Esa misma noche, Chico me dejó botado
con Mario Gamboa y con Rogelio Valverde. Estuvimos
esperándolo en la casa de él, pero se fue con la tropa.
Una madrugada me escapé de la casa. Me fui por Ca-
lle Zamora. Di la vuelta por San Ramón para volver a
La Paz. Después vine de coordinador a San José, con
José Joaquín Peralta. Quincho era el hombre que nos
conseguía plata. Un día, iba para San Ramón con una
caja de tiros en el regazo. A la par mía iba una mucha-
cha.
-¿En qué iban?
18 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-En bus, pero lo registraban a uno. La primera bajada


me dice, “deme la caja y se la sostengo, a mí no me ba-
jan”. De verdad, me bajé, me registraron todo, me subí
y me devuelve la caja. Dije, “¡qué extraño!” Me dice, “yo
soy hija del comandante de Puntarenas y yo sé quién
es usted”. Tres veces me hizo la misma jugada hasta
que llegué a San Ramón.
-Le pegó una salvada.
-Una salvada. Llegué con los tiros y con la plata. Un
millón de pesos en efectivo que me dio Quincho.
-¿Qué hacían con eso en la Revolución?
-Con los tiros, meterlos en las escopetas, y con la plata
comprar víveres.
-¿Cuántos hombres estaban en San Ramón?
-Éramos cuarenta. Éramos una fuerza pequeña, pero
bastante aguerrida.
-Mientras tanto, pasó lo de San Isidro de El Gene-
ral, la toma de Limón, la de San Ramón que se falló
porque se pudo meter la tropa por el puente mal fal-
seado, ¿qué vino después? Para el enfrentamiento
en El Tejar, ¿dónde estaban ustedes?
-Yo era comandante en San Ramón.
-Y para la batalla de El Tejar.
-Todo el resto de la Revolución estuve en San Ramón.
A mí no me movilizaron. A Chico lo movilizaron por San
Carlos, por Altamira. De ahí, volaron a San Isidro y la
tropa de Chico fue la que vino a Ochomogo.
-¿Qué pasó después de la Revolución?
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 19

-En el caso mío, vino el pleito tremendo de la familia. En


aquel momento, era una desgracia, pero yo creo que ha
sido la suerte de mi vida. Tuve que dejar la familia, las
fincas.
-Y tuvo que buscar qué hacer.
-Así es.
Sarapiquí
-Y le habían hablado de Sarapiquí.
-Papá había hecho un negocio con el señor Otoya y con
Carlos Vargas. Tenía un pedacillo en San Miguel. Me
dice, “diay, andá a ver qué podés hacer vos con eso”.
Fui y conocí un poco más. Un día me convenció Luis
Otoya que iba a ver una finca a Chilamate, “si querés,
podés ir conmigo”.
-Chilamate, por La Virgen.
-Por donde va a salir la carretera ahora, la de “El Tapón
de Chilamate”. Fui y vi la finca con él. Me dice, “te ven-
do esta finca”. Le digo, “no tengo plata, pero voy a de-
cirle a papá que me ayude”. Le dije a papá y me ayudó
con poca gana porque era muy largo, muy lejos, y con
un camino muy malo.
-Por Vara Blanca.
-Sí. De Vara Blanca a San Miguel y de ahí por la bajura.
Era duro. Treinta mil pesos.
-¿Cuántas hectáreas?
22 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Lo que pudiera rayar.


-Eran tierras libres.
-Sí, pero él tenía los derechos. Papá me regaló los
treinta mil pesos. Le compré a Luis en treinta mil pesos.
Me dio la finca y dos yeguas. Una era para jalar el dia-
rio y otra para montar yo, porque la primera vez entré a
pie de Vara Blanca a San Miguel. Ahí estuve veinticinco
años. Yo digo que ahí empezó mi fortuna. Me metí a bo-
tar montaña. Llegué a acaparar mil doscientas cuarenta
y dos (1242) hectáreas.
Catorce horas a pie
-Cuando usted venía de Vara Blanca a San Miguel,
¿cuánto tardaba?
-Todo el día. Doce o catorce horas. Yo no era buen ca-
minador. Me daba miedo pasar los ríos. En la catarata,
tuve que pasar por una viga. Me da miedo y soy malo
para el equilibrio. Entonces tuve que pasar a caballito,
chimándome los güevos. Alfredo Echandi era amigo de
familia. Estaba en Cariblanco. Ahí me dio café y algo de
comer.
-Con muy mal clima. Muy caliente abajo, pero muy
frío arriba, y con mucha lluvia.
-Mucha lluvia. Yo me establecí en Chilamate.
-¿Qué significa caminar catorce horas? ¿Qué signi-
fica vivir en la montaña?
-Significa ilusión por vivir.
-Y por crecer y por tener algo.
-Por tener algo. Yo venía saliendo de una familia de
agricultores.
24 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-¿Qué había? ¿Un trillo?


-Sí, un trillo. Un camino de mulas. Don Fernando Guar-
dia estaba en La Virgen. Esos Guardia más el doctor
Quesada eran calderonistas. Habían cogido en tiempo
de la guerra la finca de los Peters.
-A los alemanes les quitaron las fincas y ellos aga-
rraron una.
-Sí. Todo Sarapiquí era de los alemanes. Hace poco le
regalé un mapa viejo a la Municipalidad de Pococí. Se
llamaba Compañía Hulera de Sarapiquí. Era de alema-
nes. Estaban establecidos en El Muelle.
-¿En Muelle de Puerto Viejo o en San Carlos?
-En Puerto Viejo.
Arriero
-¿Qué hizo en Sarapiquí los primeros años?
-Me dediqué a la cría de ganado. Salía a la plaza con
diez o doce vacas.
-¿Desde dónde?
-Desde Chilamate.
-¿Hasta dónde?
-Hasta la plaza en Alajuela. Una arreada de cuatro días.
-Cuatro días a caballo.
-No, no. A pata. Yo en San Miguel me juntaba con dos
arrieros que venían de San Carlos. Se llamaban “Basu-
rita” y “Chepe Lucas”. Por cierto que el papá de Guido
Miranda me hizo unas botas muy buenas porque era
zapatero. Eran unas botas muy buenas. Me las puse
y en la primera vez, se me llenaron todas de barro. Me
las quité y no me las pude poner más. Me dice Chepe
Lucas, “no, no, no Romanito, cómprese unas tenis”. Las
tenis tenían la ventaja de que se lavaban en el río con
todo y patas. Entonces, me compré unas tenis.
26 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-¿Había botas de hule?


-No.
-Caminaban cuatro días de Chilamate a Alajuela.
-Cuatro días. Salíamos de Chilamate el miércoles en
la noche y caíamos el domingo en la tarde a Alajuela.
Ahí encerrábamos las reses en la plaza, donde está el
instituto ahora, el Instituto de Alajuela. Era muy duro.
Dormíamos en la calle. Había que cuidar las vacas. Era
muy difícil. Yera para once o doce vacas. Las pagaban
a once pesos.
-Con eso se devolvían.
-Con eso compraba un poco de diario y me sobraba.
Su esposa
-¿Dónde estaba su esposa? Porque usted ya estaba
casado.
-Mi esposa estaba en San José. Ella tiene el gran mé-
rito de criar a los hijos. Ella era profesora en el Centro
Cultural Costarricense Norteamericano y en la Escuela
Angloamericana. Yo diría que ella prácticamente man-
tenía la casa mientras yo hacía finca.
-¿Nunca le “clavió”?
-No, nunca. A la par de mi finca había una señora en-
tumida, hecha un puñito en una hamaca. Cuando em-
pezaba a gustarme, yo sabía que tenía que venir a San
José.
-¿Cómo era la vida en Sarapiquí? Usted se va para
Chilamate, ¿cómo se vivía en Chilamate?
-Qué le cuento, dormía en un rancho. Tenía dos peo-
nes. Mi mujer me había regalado un reloj.
-Sin luz, sin agua, sin camino.
-Nada.
28 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-¿Dormía en una hamaca?


-No, en un camón que había hecho de chonta, de pal-
mito. Me quitaba el pantalón y lo enrollaba como almo-
hada y debajo estaba la pistola siempre. Mi mujer me
había regalado un reloj. Un día, estábamos hablando
de cacerías y tigres y la vaina, y me acosté a dormir. De
pronto, siento algo en los pies. Me chupaba. Yo dije, “a
la puta, me chupó el tigre”. Agarré la pistola y vuelo el
balazo a ese tigre que tenía en los pies. No era un tigre.
Era un ternero que se había soltado.
-¿Y lo mató?
-Maté el ternero. Nos jodimos porque nos quedamos
sin leche.
“Había que cuidarse
de las tobobas”
-¿Había mucha terciopelo en Sarapiquí?
-Le cuento. Resulta que yo quería titular mis tierras.
Hice todos los trámites. Había que tener la tercera parte
talada y que iba a tener yo trescientas hectáreas tala-
das. Nunca. Me llevé a Fernando Benavides, que era el
juez de Heredia, una buena persona.
-Se lo llevó hasta allá.
-Sí. Yo tratando de quedar bien y me quedé varado con
el jeep, en una quebrada. Llega don Fernando y ve la
finca. Me dice, “¿podemos caminar un poquito?” Le
digo, “sí, pero despacito, porque aquí hay mucha tobo-
ba y la terciopelo es mortal. Así que, por favor, tenga
cuidado donde pisa, yo conozco el camino, pero usted
no”. Ahí iba el señor todo “tembeleque”. De pronto me
dice, “yo veo que usted es un muchacho serio y yo le
creo, mejor vámonos”. Fue Dios que me salvó.
-Pero sí había terciopelo.
30 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Todas las que usted quiera. Hace unos días, chapean-


do los potreros de palma africana, matamos terciopelos
a cada rato.
-¿Ha matado muchas terciopelos?
-Sí.
-¿Ha estado cerca de que lo muerda una?
-Muy cerca. Mi mujer una vez estaba recostada en un
poste y le dice el mandador, “no se mueva”, cogió el
cuchillo y le voló la cabeza a una toboba que estaba
enrollada en el poste. Eso es de todos los días. Como
cobertura, yo sembré un frijol que se llama frijol de palo;
entonces, llega mucha rata y a la vez mucha terciopelo
a comerse las ratas.
-Llegó a tener en Chilamate mil doscientas hectá-
reas.
-Sí, pero no las hice todas.
-Había bosque.
-Sí, había mucha montaña. Después se la vendí a un
gringo porque ya conocía las bajuras. Entonces, me tiré
a las bajuras.
-¿Era mejor la bajura?
-Ah sí, claro. Ahí le compré a Fabio Ruiz la finca donde
vivo, que es “La Rebusca”.
-¿Usted rebuscó?
-Fabio estaba loco por vender. Estaba urgido por ven-
der. No había yeguas para ir a ver la finca. Solo desas-
tres. Me la vendió.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 31

-Barata.
-Barata. Cualquier carajada. En treinta mil colones. Le
compré un ganado y le dije, “bueno, pero me lo das al
otro lado del río”. Me dice, “ah no, sino, no hay trato,
usted lo pasa”. Le dije, “bueno, está bien, yo lo paso”.
Me dice, “¿y la finca?”, “yo te la compro, pero no te
puedo dar más de trescientos pesos por manzana, la
mitad al contado y la mitad a cinco años plazo, sin inte-
reses.” Me dice, “muchacho de Dios, me estás matan-
do” Le digo, “Fabio, es que la cosa está muy dura” Me
dice, “bueno, está bien, te la voy a vender, pero estás el
lunes donde el abogado”. Desde las siete estaba sen-
tado en la puerta. Cómo no, si le compré baratísima la
finca. Esa fue la primera que compré. Después, a un
carajo de Heredia que se llamaba “Chamaco” Avenda-
ño le compré otra finca a la par. Ahora es donde está
Chiquita, porque le vendí esa tierra. Compré una finca
al banco que era de Álvaro Sotillo. Él había hipotecado
al banco. La mujer era la fiadora. Había vendido el ga-
nado. Andaban detrás de la pobre mujer. Esas son las
fincas que tuve.
Entre Chamaca
y Chiripa
-Entonces son tres, La Rebusca, La Chamaca y La
Chiripa.
-La Chiripa está a la par de La Rebusca y La Chamaca
al otro lado del río. Se llama así porque al señor le de-
cían Chamaco.
-Y La Chiripa es la que le compró a Sotillo.
-Fue un chiripazo conseguirla. Por eso se llama La Chi-
ripa.
-¿Y Pénjamo?
-Esa la compré después. Es otro dato curioso. En el 62,
Chico me nombra en el ITCO de presidente, entonces
le compramos, diez mil hectáreas que tenían los ban-
queros Juan Arrea y Guido Goicoechea, con Gilberto
Barrantes, casado con una tía suya.
-De mi tía abuela Lidia Rodríguez González, que de
Dios goce. ¿Dónde están esas diez mil hectáreas?
34 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Esas diez mil hectáreas fue lo que vino a ser Astúa


Pirie.
-Astúa Pirie, en Cariari.
-Sí.
-Y eso fue el nacimiento de Cariari. No existía. Era
montaña.
-Esa es otra gran historia. La parte de esa finca de diez
mil hectáreas la parcelamos y parte de eso se le dio a
un amigo y yo la compré muchos años después. Él les
vendió a los colombianos y yo les compré a ellos.
-¿Cuál era?
-Pénjamo.
-Entonces, Pénjamo no queda en Sarapiquí, queda
en Pococí.
-Queda en la frontera.
-En el límite, ¿por Caño Seco?
-No, más bien por Zapote. Yo para ir a Guápiles, voy en
un momentito.
-Sí, claro porque se entra por Ticabán.
-Exactamente. Estoy muy cerquita del cruce de San
Gerardo y de ahí salgo a la carretera.
-¿Cuántos años estuvo en el ITCO?
-Los cuatro años de Chico.
-¿Qué recuerda del gobierno de don Chico Orlich?
-Recuerdo tantísimas cosas. Yo era muy de su confian-
za. Una vez me ofreció que fuera ministro.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 35

-¿De qué?
-De Agricultura. Desgraciadamente Daniel (Oduber) me
dijo que no aceptara porque él quería que fuera Ministro
de él. No acepté y recomendé a Abundio Gutiérrez.
-¿Cómo surge su participación en el ITCO?
-Bueno, cuando se funda el ITCO, me llamó Chico a la
casa de él. Me dijo,“mirá, vamos a hacer la junta direc-
tiva del ITCO y quiero que seás el presidente. Van a es-
tar don Elías Soley (que era el ministro); Eugenio Var-
gas, Francisco Jiménez López, Eduardo Lizano Fait”.
El gerente era José Manuel Salazar Navarrete. Nos
reunimos la primera vez en el Banco de Costa Rica, en
El Paseo de los Estudiantes. Ahí fue la primera reunión.
El subgerente se llamaba Álvaro Rojas.
-¿Qué significaba el Instituto de Tierras y Coloni-
zación en ese momento? ¿Por qué era importante?
-Era importante porque había desocupación. Muchos
agricultores se habían venido a meter a La Uruca y a
todas estas barriadas del sur de San José. Y había mu-
chas tierras libres, que había que colonizar. Y él había
prometido en campaña, casi que dio una orden, de lle-
gar al Río San Juan. Nos metimos por el lado de Guápi-
les. Tenemos que contar la historia de Cariari.
-Usted tiene todo un emprendimiento agrícola en el
cantón de Sarapiquí donde llegó caminando desde
Vara Blanca de Heredia. Catorce horas de caminata.
¿Qué significa caminar catorce horas? ¿Qué signi-
fica vivir en la montaña?
-Significa ilusión por vivir.
-Y por crecer y por tener algo.
36 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Por tener algo. Yo venía saliendo de una familia de


agricultores.
-Una familia que se peleó en el 48.
-Sí. Un desmadre completo. Yo quería tener finca de
alguna forma. Papá tenía un pedacito en San Miguel.
Una finca pequeña de ganado que había hecho con
don Carlos Vargas. A papá, a pesar de que no era ga-
nadero, le gustaba la ganadería. Fui a ver qué pasaba
con el pedacito de tierra. Ahí conocí a Luis Otoya. Luis
llevó Chilamate a las bajuras.
-¿Caminando por Vara Blanca?
-No, de San Miguel. Caminando llegué con el señor de
López.
-Qué era el señor que tenía que ver la propiedad que
usted le dijo que si le tenía miedo a las culebras.
-No. Ese fue el juez que me estaba titulando. Con ese
juez fuimos en jeep y nos pegamos en un barrial. Tuvi-
mos que dormir en una banca.
-Usted vivía en un rancho.
-Vivía en un rancho más o menos bueno. Dormía con
un cartón para que no me maltratara mucho las costi-
llas.
-¿Quién le cocinaba?
-Yo tenía un hombre que me cuidaba la finca y tenía
mujer. Ella cocinaba para nosotros.
-¿Al principio le tocó cocinar a usted?
-Más bien después.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 37

-¿Por qué?
-Porque ellos se fueron y yo me metí a la montaña a
rayar y nos cogía de noche.
-¿Rayar es lo mismo que carrilar?
-Lo mismo.
-¿Cómo era que carrilaban? Eran tierras que no te-
nían dueño.
-No tenían dueño. Entonces, uno medio orientado y con
cuchillo dele hasta que llegara la noche. Los viejos de
antes carrilaban con un puro. Otros usaban un caracol.
A mí me tocó un baquiano que conocía bien y tenía
buen sentido de orientación. Éramos tres. Dos hombres
y yo.
-Los otros también se quedaron en la zona.
-Se quedaron conmigo. Uno se llama Vianey Solano,
de los Solano de San Carlos, y el otro se llamó Horacio
Murillo, ya falleció.
-Cuándo usted estaba en la montaña, ¿le tocaba co-
cinar? ¿Qué cocinaba?
-Cocinábamos arroz, café. Llevábamos harina y hacía-
mos arepas. Cosas de monte como tepezcuinte.
-¿Ustedes monteaban?
-Sí, los tepezcuintles abundaban. Nosotros andábamos
con perros. Cogíamos el tepezcuinte, lo destazábamos
y lo cocinábamos en un fuego.
-Sabrosa la carne de tepezcuintle.
-Ahumada.
38 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Usted me contó que un momento fue a la montaña


a carrilar o a montear y no había qué comer y se
comieron una gansa.
-Estábamos carrrilando y se acabó el alimento. Tuvi-
mos que hacer sopa de gansa. Echamos una gansa en
un tarro y ahí hervimos la sopa. No sabía a nada, pero
nos llenaba.
-Hay en toda esa lucha un gran sacrificio familiar.
Su esposa se quedaba aquí.
-Yo quiero darle un gran homenaje a mi esposa. Mien-
tras yo andaba en esas cosas, ella era maestra en la
Escuela Angloamericana y en el Centro Cultural Cos-
tarricense Norteamericano. Ella casi que mantenía la
casa y criaba a los chiquillos.
-Para un finquero, al principio había de todo menos
plata.
-Ganas era lo que tenía uno.
-Ella compartió siempre esa lucha suya.
-Sí. Voy a cumplir sesenta y siete años de casado.
-Se casó muy jovencito.
-De veintitrés años.
-Cuando usted llega a Sarapiquí, ¿qué había en
Puerto Viejo? ¿Cómo era Puerto Viejo?
-No existía. Existía San Miguel. Ahí estaba una pulpería
de un tal Coca. Después llegó a afincarse Franklin Cha-
ves, que era cuñado de don Abraham, que era polaco y
comerciante. Fundaron una cadena de establecimien-
tos. El polaco financió a Coca y a Claudio Lara, en La
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 39

Virgen; a Franklin en Puerto Viejo; financió a Rafa en


La Boca del Río Sucio. Tenía cuatro o cinco negocios
en cadena.
-En esos años, 1948 o1950, Estados Unidos desde
antes tenía una industria de extracción de hule.
-No, los alemanes.
-¿Los alemanes la tenían?
-Los alemanes entraron a Sarapiquí.
-¿En 1950, después de la Segunda Guerra Mundial?
--No, antes.
-La Primera fue de 1910 a 1914 y la Segunda de 1939
a 1945.
-No, desde antes de la primera ya estaban ahí.
-¿En los 1800?
-Sí. Cuando vino mi abuelo a Costa Rica. Mi abuelo
vino en 1870. Llegaron mucho antes. Fundaron una
compañía que se llamaba Compañía Hulera de Sarapi-
quí. Recuerdo a don Santos López Pintor. Don Santos
recogía hule para ellos.
-Algo sé del tema porque don Yoyo Quirós me contó
de la extracción de hule en toda esa zona fronteriza,
a los dos lados.
-En Sarapiquí, el negocio era alemán. Don Santos
López era español, pero compraba hule para los ale-
manes.
-Mientras tanto, usted pasa ahí y sale después para
participar en la campaña y en el gobierno de Chico
40 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

Orlich, su primo, que fue del 62 al 66.


-Mi participación se dio por dos cosas. Una, mi cercanía
con Chico,porque los dos éramos agricultores. Éramos
buenos primos. Nos llevábamos muy bien. A menudo
iba a Casa Presidencial y comentábamos cosas. Él me
nombró presidente del ITCO. Yo le dije, “Chico, ¿por
qué el ITCO?” Me dijo. “porque vos sos igual a mí, vos
pensás muy parecido a mí”. Elías Soley fue ministro de
Agricultura del 62 al 66. La primera reunión que tuvimos
del ITCO fue en el Banco de Costa Rica, en El Paseo
de los Estudiantes. Estaba un policía que no nos dejaba
ni movernos. En ese momento estábamos Elías Soley
como ministro; Macedonio Solórzano, de Palmares;
Eduardo Lizano, el economista; don Eugenio Vargas,
que era el representante de una cooperativa de Nicoya,
y yo, que presidía la junta. Esa vez nombramos a José
Manuel como gerente.
-¿José Manuel Salazar Navarrete?
-Sí, el primer gerente.
-¿Es el tiempo en que ustedes fundan Cariari?
-El primer clavo que tuvimos fue una invasión de la fin-
ca de los Pinto en Chachagua de San Ramón.
-Ahí estaba un dirigente que se llamaba Gaudelio
Rojas.
-Era muy calderonista. Yo le dije a Chico, “mirá, voy a
defender a Beto Pinto.” Me dice, “no, porque Gaudelio
es mariachi y es un gran hombre, muy trabajador, de-
fendeme a Gaudelio”.
-¿Ese fue el primer experimento?
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 41

-Sí, después nos cayó el pleito de San Juanillo. Ahí me


compré la mala voluntad de don Federico Sobrado, por-
que éramos muy amigos.
-¿Qué fue lo que pasó?
-Se invadió.
-¿San Juanillo de Naranjo?
-No, San Juanillo de Guanacaste.
-En la costa.
-Esa fue otra parcelación que hubo que hacer en Nico-
ya. No le gustó a don Federico Sobrado que le pagá-
ramos lo que dijo Tributación. Doña Luz, la mamá,fue
una lindísima persona. Seguimos siendo muy amigos.
La famosa cocinera es la hija.
-¿La Tía Florita?
-Así es.
-¿También le correspondió a usted vivir toda la lu-
cha y la aventura de Cariari?
-Estando ahí, en el ITCO, José Manuel empezó con
el cuento de Astúa Pirie. Resolvimos colonizar Caria-
ri. Para eso, tuvimos ayuda del Instituto Geográfico de
Hamburgo, que nos dio toda la planificación que se ne-
cesitaba para Cariari. Recuerdo que para poder pasar
el Río Tortuguero hicimos un vado.
-Es famoso ese vado.
-Había visto el vado que había en la entrada de Los
Diamantes, en Guápiles, pero no conocía de vados por-
que en San Ramón no se hacían. Eran prácticamente
quebradas lo que había. Cuando llegué a Sarapiquí,
42 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

empecé a ver ríos grandes como el Sarapiquí, el Río


Sucio y el Tortuguero. Compramos ahí diez mil hectá-
reas. Se hizo el estudio físico geográfico y la parte an-
tropológica.
-¿Vivía alguien al otro lado del río?
-Había gente, pero estaban metidos. No había carrete-
ra. Nosotros empezamos a hacerla. Los miembros de
la Junta Directiva apoyamos mucho a José Manuel. Era
muy empunchado.
-¿Un señor Castillo fue el que hizo los cuadrantes?
-Sí. Compramos un D4 con gran esfuerzo. Castillo se
quedó ahí.
-Hasta su muerte.
-Se casó con una de las muchachas Arias, una herma-
na de Armodio.
-Y de René y de Cecilio Arias.
-Los hijos tienen las bombas de gasolina de Guápiles.
-¿Cuánto tiempo estuvo usted en el ITCO?
-Estuve los cuatro años de Chico, del 62 al 66. Después,
perdimos las elecciones de Daniel Oduber contra Tre-
jos. Ese día, teníamos sesión. Entonces, les dije, “hay
que terminar Cariari porque si no se nos ahoga, si no
vamos a ser reelectos nos cortan el rabo. Volquemos el
ITCO a Cariari”. Teníamos Cariari a veinticuatro horas.
Teníamos tractores que habíamos traído de Panamá y
se manejaba la pala con un cable. Ramiro Castillo era
gran tractorista.
-Ramiro Castillo es el señor que hizo ese cuadrante.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 43

Era nicaragüense.
-Empezamos a trabajar veinticuatro horas. Se bajaba
un tractorista, se llenaba de diesel y seguía con el ca-
mino. Chico tuvo el gusto de entregar los últimos títulos.
-¿Con José Manuel Salazar Navarrete como gerente
y usted como presidente?
-Sí.
-¿Qué pasó con su finca, mientras tanto?
-La veía a ratos. A ratos trabajaba en el Ministerio de
Agricultura, a ratos en el ITCO y a ratos me iba a la
finca.
Ministerio de
Agricultura y Ganadería
-Mi papá cuenta un chiste. Se abre el telón y está
usted en Diamantes, en la Estación Experimental
Los Diamantes. Se cierra el telón. Se abre el telón
y está usted en Cariari. Se cierra el telón. Se abre
el telón. Está usted en Sarapiquí. Se cierra el telón.
¿Cómo se llama la obra?
-El Imperio Romano. (ja, ja, ja)
-¿Cuánto tiempo trabajó en el Ministerio de Agri-
cultura?
-Como diez años.
-¿Qué pasó con su finca?
-Los sábados y domingos me iba a ver la finca. Tenía
gente de confianza allá.
-¿Y su esposa no le jalaba el aire por tanta trabaja-
dera?
-Y todavía me lo jala. A veces dice que para qué tanto
46 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

trabajar, para qué trabajar tanto, pero es un vicio.


-Pero un vicio que lo mantiene vivo.
-Le voy a contar algo, que sólo lo sabe el alcalde Pedro
Rojas. Yo le dije, “Pedro, yo tengo que devolverle algo
a Sarapiquí”. Aquí tengo un certificado de trescientos
millones de colones, que se los voy a regalar para el
asilo de ancianos de Puerto Viejo.
-¿Esa es plata que usted ha producido con su fin-
ca?
-Qué la he producido con la finca y que tengo que devol-
vérsela a Sarapiquí, porque a los hijos les va a quedar
mucho. No es justo que todo les quede a ellos porque el
que se ha jodido soy yo y la gente que me ha ayudado.
Vamos a hacer el asilo de ancianos de Sarapiquí. Está
en el testamento que me incineren y mis cenizas las
entierren ahí.
-¿En cuál finca?
-En Puerto Viejo, en el lugar que consigamos o compra-
mos un lote en el puro Puerto Viejo, o trato que la Caja
me done un lote que está a la par de la clínica.
-¿Eso es para el hogar de ancianos?
-Sí.
-¿Y usted quiere estar ahí enterrado, incinerado?
-Sí, ni en San Ramón ni aquí (San José). Quiero que
me entierren en Sarapiquí.
-¿Por qué es que usted se siente más de Sarapiquí
que de San Ramón?
-Desde el año 47 estoy en Sarapiquí.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 47

-¿Se acostumbró al clima de Sarapiquí?


-No solo me acostumbré, sino que aquí (en San José)
duermo con frío. Allá en Sarapiquí duermo bien, como
bien, vivo tranquilo. Aquí, en San José, son sólo telé-
fonos, y aparatos, y carajadas, y molestias. Allá nadie
me molesta. Nadie me persigue. Yo salgo de noche o
de día al bananal y es exactamente igual. No tenemos
ningún problema. Todo lo que tengo, lo he hecho allá
porque entré con treinta mil pesos que me regaló papá
para la finca.
-¿Usted se llama así por su papá?
-Por mi papá.
-¿Cómo era su papá?
-Mi papá era un hombre muy bueno. Muy honesto y
muy serio. Disciplinado. Vino a Costa Rica muy enfer-
mo. Estuvo en Tierra Blanca recuperándose de la tuber-
culosis. Manejó las fincas de San Ramón con muchísi-
ma honradez. Era muy querido de mi abuelo. Mi abuelo
lo estimaba por serio, trabajador y buen marido.
-Pero, ¿ese abuelo suyoera el papá de él o el sue-
gro?
-El abuelo,o sea, el papá de él. Al suegro de él yo lo
conocí muy poco.
-¿A su abuelo materno?
-SÍ, a don Francisco Carranza Fernández. En realidad,
yo era muy chiquillo cuando murió. Creo que papá tam-
poco tuvo relación con él. Papá tuvo relación con la fa-
milia de don Ventura Cazorla, que era el abogado de
la familia. Es el tiempo de Don Cleto González Víquez.
48 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

Arturo Volio era ministro de don Cleto. Papá era sub


secretario de Agricultura y Fomento.
-Que eso es ahora como ser vice ministro, pero de
Obras Públicas y Agricultura al mismo tiempo.
-Sí, pero con mucho mando. Arturo era político y veía
otras cosas. Papá tenía de segundo al mando a un se-
ñor don Otías Castro Rivas. Era el jefe el taller de Obras
Públicas y del Ferrocarril al Pacífico. Nosotros íbamos a
San Ramón en una gasolina. Era un carrillo Ford mon-
tado en rieles. Íbamos hasta la estación de Río Grande
en tren y ahí cogíamos bestias a Palmares.
-¿Llegaban hasta Atenas?
-Sí. Ahí teníamos familia. Estaban los Jenkins, que eran
muy conocidos.
-Entre ellos, Eduardo Jenkins Dobles. Él es de la
generación que sigue.
-En ese entonces era Augusto Jenkins, el papá de Álva-
ro. Eran ganaderos y agricultores. Ahí conoció aPablo
Gordienko, un ruso que trajo mi abuelo, y a Carmen
Orlich Jenkins.
-Eugenio Gordienko, ¿es familiar suyo?
-Es primo mío, primo lejano. Ellos son Gordienko Or-
lich. Eugenio sería sobrino de papá.
-Primo suyo.
-Sí, primo mío. Eran Eugenio, Jorge, Vladimir y Magda.
-Ellos son de origen ruso.
-A Gordienko lo trajo mi abuelo a sembrar arroz.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 49

-¿La vena política suya viene también por su papá,


no solo por don ChicoOrlich?
-Papá no era tan político. Papá era, más bien, agricul-
tor. Se metió en política por ser amigo del Doctor Cal-
derón Guardia. Papá fue diputado en el tiempo de la
Segunda Guerra Mundial.
Don Chico Orlich
en 1940
-¿Verdad que don Chico Orlich también era calde-
ronista?
-Claro, también. Fue el primer puesto por Alajuela en la
lista de diputados.
-Quien lo iba a pensar, un diputado de Calderón fue
el segundo de a bordo en la Revolución del 48.
-En realidad, el pleito de nosotros con Calderón fue
cuando invalidó la elección. Se metió en problemas.
-¿Antes de la elección, ustedes no tenían ningún
problema con él?
-No. Calderón operó a Claudio y a Luis, mis hermanos,
de las glándulas. Así de allegados éramos.
-Incluso, hay una historia de su papá con un fresco
en la casa del Doctor Calderón Guardia.
-De guanábana. Le ofreció un fresco un día. A papá no
le gustaba la guanábana y tuvo que tragarse el gran
52 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

vaso de fresco porque se lo ofreció el doctor Calderón


Guardia.
-Entonces,¿todos ustedes eran calderonistas?
-Papá era calderonista.
-Me imagino que por eso hubo un pleito familiar en
el 48.
-No.
-Porque unos se quedaron de un lado y otros de
otro.
-No. Papá se disgustó con Calderón cuando anuló la
elección. Estaba el Doctor Grillo en el Congreso. Papá
era diputado y era muy amigo de Manuel Mora. Ellos le
reclamaron a papá. Entonces, dijo, “¿cómo puedo apo-
yar al Doctor Calderón si ahí van mis hijos en la mani-
festación?” Yo era liceísta.
-¿La Huelga de Brazos Caídos?
-Sí.
-¿Usted estuvo ahí?
-Sí, porque yo era muy pelotero.
-¿Usted conoció a don León Cortés?
-Personalmente no. Lo vi a caballo casi siempre. Un
viejo seco, echado para atrás. Papá no era amigo de él.
-Su papá siempre fue calderonista, no fue cortesis-
ta.
-Nunca fue cortesista. Después fue ulatista, por supues-
to, porque era íntimo amigo de Otilio Ulate. Vivíamos a
la par.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 53

-¿Aquí en San José?


-Sí, en Barrio de Amón. Estaba la pulpería de Chico
Mainieri, seguía la casa de Otilio, y luego la nuestra.
-¿Cómo era don Otilio? ¿Qué recuerda de él?
-Yo era muy joven y no participaba de los tragos, pero
sí le gustaba.
-Se echaba los tragos bien fuerte.
-Se reunía todas las tardes con el señor Martínez y con
Chalo, y mandaban a traer cosas. Ahí la familia Curling
tenía una panadería.
-Una panadería famosa. Los primeros negros en
San José.
-Vendían pan y helados. Yo iba mucho, a diario, porque
Otilio me regalaba estampillas.
-Usted estaba muy carajillo.
-Estaba en la escuela. Me mandaban a traer helados y
me regalaban uno. En la pura esquina estaba la oficina
de Otilio, en el segundo piso.
Don Pepe Figueres
-¿Exactamente cuándo y en cuáles circunstancias
conoció a don Pepe?
-Casi que no le puedo decir porque no recuerdo. Creo
que lo conocí en San Ramón, en alguna oportunidad.
A pesar de que cuando yo me criaba vivía más en San
José y ya Pepe estaba en La Lucha. En realidad, yo no
fui tan cercano a Pepe. Cuando yo crecía, él ya había
abandonado San Ramón.
-Un primo suyo, Cornelio Orlich, sí estaba muy me-
tido en La Lucha.
-Claro. Era casado con Carmen Figueres.
-Hermana de don Pepe.
-Hermana de Pepe. Además, era socio de Pepe. Cor-
nelio veía las plantas eléctricas. Era ingeniero eléctrico.
-¿Dónde estudió Cornelio?
-En Inglaterra y Alemania. Vino como topógrafo y traba-
jo mucho con la United. Era una buena persona. Muy
trabajador. Muy bravo. Todos nosotros somos bravos,
56 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

de carácter fuerte. Nos enojamos fácil.


-¿Cómo era Don Chico? ¿Más bravo o menos bra-
vo?
-Era menos bravo. Chico era más bien un hombre bon-
dadoso. Fuerte de carácter, bien definido. Muy honrado.
Si usted le daba más plata en un vuelto, él lo devolvía.
No era bullicioso. No era escandaloso. No tomaba licor.
-Así también era don Pepe, no tomaba licor.
-Pepe se metía un traguillo de vez en cuando. Una vez,
en una fiesta estábamos en la casa de Tomás Ortuño
y estaba Henrietta. Alguien dijo, “traigan un trago para
celebrar y brindar a la media noche.” Alguien dijo, “a
don Pepe tráiganle un vaso de leche para que brinde”
Dice, “no, muy chota, muy chota”.
-¿Qué tenía don Pepe que logró conseguir en Costa
Rica todo lo que consiguió?
-Era magnético.
-Eso nadie me lo ha dicho. Qué maravilla. Un peón
de él decía, “es que don Pepe lo vuelve a ver y tiene
una ´electricidá´ jodida en los ojos.
-Sí. Hipnotizaba. Se quedaba viéndolo a uno hasta con
el ceño. Era magnético.
-¿Qué recuerda de Calderón Guardia?
-Muy poquito.
-Don Pepe, que acaba de cumplir veinticinco años
de fallecido, transformó Costa Rica. ¿Por qué la
transformó? Usted como productor, como empre-
sario, como combatiente del 48… ¿Qué piensa?
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 57

-Él trajo una visión. La estadía de él en los Estados Uni-


dos le dio una visión grande, de gran democracia, de
cómo se movía ese país. Aquí todavía éramos republi-
canos. Entonces, era innovador. No le tenía miedo al
riesgo. No calculaba los riesgos. Una vez me contaba
“Cacho” Cruz que trabajaba con ellos, que iba a hacer
un galerón y dijo, “no, no, no, no, ustedes son muy des-
perdiciados, esa madera es muy grande, póngale una
reglita aquí, de dos por cuatro” Le dijeron, “pero es una
construcción muy liviana.” Cuando la probaron se vino
abajo. Entonces, el mismo Don Pepe dijo, “la cagaste,
don Pepe”.
-También dicen que una vez estaban construyendo
casas para pobres, colocó una casa en una ladera
de La Lucha y en un ventolero la casa salió dando
vueltas en el aire y fue a dar por allá abajo.
-Ese también es cuento de “Cacho” Cruz.
-Don Pepe no era empresario. Era otra cosa.
-Era un hacedor. Le gustaba hacer cosas. No tenía in-
terés por la plata. Hasta donde yo lo conocí, jamás le
impresionó el dinero. Las empresas nunca las manejó
él. Él hacía y vivía ahí, pero los números y todo lo lle-
vaba “Cacho” Cruz, que trabajó mucho con ellos. Pepe
era un pensador.
-Ya hablamos de su papá. Hablemos de su mamá.
-Una mujer de mucho carácter. Un carácter muy fuer-
te. Muy buena compañera. Todas las crisis de papá las
pasó a la par. Siempre fue un gran apoyo físico y moral
para papá.
-¿Sus hermanos? Entrevisté a su hermano Claudio
Orlich. ¿Cuántos son? ¿Qué han hecho?
58 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Éramos cuatro. Alberto, el mayor, habría cumplido no-


venta y dos años en noviembre; después sigo yo; lue-
go sigue Claudio, que es doctor. Por último, Luis, que
murió.
-¿Murió muy joven?
-De veintiocho años. En un accidente de aviación en
Limón.
-Alberto también murió muy joven.
-Sí. A Alberto le tocó la vida de los Volio, ser bipolar. De
los cuatro hermanos, el único que tuvo ese gran pro-
blema fue Alberto. Mamá tuvo un embarazo muy difícil
Se cayó. Alberto nació con el cordón enrollado en un
brazo y en un pie. Lo llevaron a Europa y el médico de
Hitler lo operó. Le tomó mucho cariño. Decía papá que
lo andaba a caballo y le hizo dos muñones. Alberto fue
manco de la mano derecha y renco del pie derecho. En
ese tiempo, había muy pocos aparatos, pero con todo y
eso, Alberto se amarraba el arco del violín en el muñón.
Tocaba violín y tocaba acordeón.
-Me impresiona que me contó el Doctor Orlich, su
hermano, que se encontró frases de momentos im-
portantes en la vida de su padre, de don Romano, y
que un momento era cuando Alberto dio su primer
paso.
-No recuerdo ese episodio. Sí recuerdo que Alberto
escondía la mano en las fotos. Usted debe tener unas
de esas fotos. Hay una que usted tiene que estamos
los cuatro hermanos en el lago de La Sabana y Alberto
está con la mano escondida.
-¿Qué pasó después en su vida? ¿Quiénes fueron
importantes en la escuela y el colegio, que usted
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 59

recuerde? Especialmente figuras que lo marcaron.


-En la escuela, la maestra, la niña Cristina.
-¿Y compañeros? Guido Miranda fue compañero
suyo.
-Fue compañero mío. De los profesores que me ense-
ñaron muchísimo está don Ramiro Aguilar, don Joaquín
Vargas Calvo, don Ricardo Molina, don Elías Vicente.
-¿El papá de Carlos Manuel Vicente?
-No.
-¿Quién, de ellos, fue compañero suyo?
-El compañero era Elías hijo. Don Elías, el viejo, era
profesor. Le decíamos “Papona”. Don Elías fue muy
connotado. Fue de los bravos. Recuerdo a don Nilo Vi-
llalobos. Eran profesores muy serios, muy buenos. Le
inculcaban a uno mucho nacionalismo en sus clases,
especialmente don Ramiro Aguilar. Don Ramiro Aguilar
Villanueva era un hombre tremendo. Era homeópata.
-¿Don Pepe era un agricultor? ¿Tenía interés en la
agricultura? ¿Sabía?
-Sí le interesaba la agricultura, leía mucho, pero no era
sólo un intelectual, era un agricultor.
-¿Quiénes lo marcaron a usted cuando trabajó en
el MAG? ¿A quiénes recuerda con especial cariño?
-Don Joaquín Peralta, Don Claudio Volio.
-¿Qué era don Claudio Volio de usted?
-Éramos primos segundos, o terceros, o cuartos.
-El papá del Claudio Volio que yo conozco.
60 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Claudio Arturo. Hermano de mi mamá. Claudio sería


primo hermano. Nos llevábamos bien. Nos teníamos
confianza. Hicimos buen trabajo. Para mí, el mejor mi-
nistro de Agricultura que ha habido.
-Yo conozco uno que no sé si es, por edad, padre o
hijo.
-Hay un Claudio Volio ingeniero eléctrico.
-¿Vinculado con plantas hidroeléctricas?
-Es hijo de Claudio, el ingeniero agrónomo.
-Conozco al hijo, al que es ingeniero eléctrico.
-Claudio es Volio Guardia. La mamá se llamaba Zoi-
la Rosa Guardia. Fue un gran ministro. Revolucionó el
ministerio. Fue un ministerio de mucha investigación.
Trajimos mucha gente. Hicimos buenos contratos con
la Universidad de Florida. Hicimos la estación experi-
mental. Hicimos un programa de inseminación artificial.
Montamos una estación experimental en Liberia. Nos
combatió mucho este señor diputado por Liberia.
-¿Vargas?
-No, Quincho Muñoz.
-El abuelo del secretario general del PUSC.
-Era muy localista. Nosotros no teníamos ningún inte-
rés. Recuerdo que un doctor hizo una demostración
muy bonita porque en un potrero regamos abono en
una franja sí y en otra, no. Se notaba mucho el efecto
del abono. Eran demostraciones buenas. En esa opor-
tunidad, hicimos la primera exposición ganadera de
Guanacaste. Me tocó a mí hacerla. Hacer los galero-
nes. Fui donde don Pepe Pujol para comprarle el techo.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 61

Le dije, “don Pepe, yo necesito tantas láminas de esto


y lo otro, va a venir una orden de compra del Ministerio
de Agricultura, pero yo quisiera que me las entregue an-
tes.” Me dice, “bueno, pero usted me firma la factura”.
-¿Don Pepe Pujol era el abuelo de Judi o el papá?
-Creo que el papá. Otro gran señor.
-Catalán.
-Sí, catalán. Muy correcto. Hicimos El Capulín. Así se
llamaba la estación. Fue la primera exposición que se
hizo. Recuerdo que una vez llegó un grupo de ganade-
ros y estaba Pepe de presidente. Le preguntaron que si
él consideraría que el Consejo de Producción importara
unos pocos toros, unos diez, para distribuir en la pro-
vincia. Sólo había ganado criollo en Guanacaste. Pepe
se volvió donde mí y me dice, “no joda, con diez toros
ni para empezar, vaya y compra cien”. Fuimos el dele-
gado de la Cámara de Guanacaste y yo, por parte del
gobierno, a escoger cien toros. Viera que difícil escoger
cien toros parecidos para que nadie peleara al llegar
aquí.
-Para que no se pelearan por uno o por otro.
-Nos trajimos cien toros.
-¿Todos, los cien toros, eran de la misma raza?
-Todos Brahman.
-Por cierto que su hermano es orgulloso criador de
toro Brahman rojo.
-A Claudio le gusta el rojo y ha importado muchos óvu-
los. Él es ganadero. Yo soy agricultor.
62 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Don Claudio dice que él tiene don pensiones bue-


nas, una la gasta la señora y la otra la gasta él, en
la finca.
-Claudio es muy buena persona. Él ha operado a mon-
tones de gente.
-Sí, de hecho parece que es el médico que más ope-
raciones ha hecho en el país.
-Es el médico que más ha operado en Costa Rica. Por
ejemplo un señor que perdió un dedo índice y él le pasó
el pulgar. Fue como milagroso.
-¿A quiénes recuerda de su tiempo como finquero
en Sarapiquí? ¿Quiénes fueron fundamentales?
-Yo fui el primero que entré.
-¿Quiénes estaban en Chilamate? ¿Qué había en
Chilamate? ¿Qué encontró ahí?
-Nada.
-¿Finca, montaña, tigre?
-Sólo estaba la finca de Luis Otoya, que le compré yo.
Abajo, en Puerto Viejo, había cuatro ranchos. Pura po-
breza. En realidad, no había nada. Yo casi que podría
decir que fui fundamental.
-El principal finquero.
-Después, llegó Vico Starke, y después Carlos Moreno.
-Llegaron después de usted.
-A la bulla de la bananera. Llegaron como en el año 90,
yo llegué en el 49.
-Y, en el medio,¿quiénes llegaron? ¿Que había en
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 63

Sarapiquí?
-Estaba don Fernando Guardia, en La Virgen, con una
lechería que había sido de los Peters. Ellos habían sido
los primeros en entrar ahí. Cuando vino la guerra expro-
piaron la finca de los Peters y Fernando Guardia con el
Doctor Quesada Guardia le compraron a la organiza-
ción que se hizo para vender la finca de los alemanes.
Guardia era de la gente de TACA. Andaban en avión.
Una vez, por telégrafo mandaron a pedir un saco de
papas y el telegrafista se equivocó y le mandó un saco
de pipas. Estaba furioso. Primero porque carísimo el
flete en avión. Segundo, pipas era lo que abundaba en
Sarapiquí. Otro factor importante en Sarapiquí también
fue un señor Abraham. Un señor de Atenas. Llegó a
montar una cadena de comercio en la zona.
“Basurita” y
“Chepe Lucas”
-Usted me habló de los arrieros que venían de San
Carlos.
-“Basurita” y “Chepe Lucas”.
-¿Cómo se llamaban? ¿Recuerda los nombres?
-No. Les decíamos “Basurita” y “Chepe Lucas”. No sé
cómo se llamarían.
-¿Con ellos compartió muchísimo?
-Imagínese, si pasamos días arriando ganado.
-Otra pregunta que le quería hacer es con respecto
a lo que usted podía hacer en Chilamate. Usted vi-
vía en un rancho. Dormía en un camastro. ¿En qué
se entretenía? ¿Tenía un radio? ¿Podía comunicar-
se de alguna manera?
-Después de un tiempo, me hice de un radio Emerson
que compré en el almacén Koberg por doscientos pe-
sos. Tenía una batería enorme. Era más grande la ba-
66 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

tería que el radio. Oía música y alguna que otra noticia.


-¿Llegaba bien la radio?
-Sí.
-¿Qué le llegaba?
-La Voz de la Víctor y Alma Tica. No había nada más.
Un tiempo me dio por ser radioaficionado. Me comuni-
caba con una estación que había en el Polo Sur. Con
los meteorólogos.
-¿Tenía el equipo suyo en Chilamate?
-Sí, ahí. El equipo trabajaba bien. La antena me la hizo
Carlos Lang. Una antena hechiza que funcionó muy
bien.
-Recuerdo un señor, hermano de Cosme Mejías, de
San Carlos, que tenía un segundo apellido como
alemán. Él fue colono en Cariari y me contaba algo.
Quiero saber si a usted le pasaba algo parecido.
Me contaba que cada quince días salía a hablar. Le
dije, “¿cómo a hablar? ¿Con quién?” Me dijo, “con
quien fuera”. Pasaba quince días sin hablar.
-A mí no me pasaba eso porque yo tenía dos peones
muy buenos. Uno se llamaba Bolívar Oconitrillo. Murió
hace poco. Muy buena gente. Hablamos mucho. Había
un muchacho Saliceti y hablábamos del campo, de la
ganadería, de los trabajos.
-Yo escribí un libro de Efraín Chacón el padre de
San Gerardo de Dota, que estuvo en el 48. Diez
años después, en el 54, se metieron a las montañas
de Dota, y en un tiempo se encontró a don Pepe y
le dijo, “mirá, ¿es cierto que te metiste a la mon-
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 67

taña?”. ¿Don Pepe tuvo relación con esa aventura


suya? ¿Le preguntaba? ¿Pudieron verse o no?
-En realidad, la diferencia de edades era muy grande.
Pepe conmigo sabía quién era y conversábamos, pero
no éramos muy íntimos. Una vez quiso que fuera dipu-
tado, pero yo no quise.
-¿Él se lo ofreció?
-Sí. Le cedí el campo a un carajo de San Rafael de He-
redia. Yo era delegado del cantón.
-¿Por Sarapiquí?
-Sí, de Sarapiquí.
-¿Cree usted justo que Sarapiquí pertenezca a He-
redia? ¿Debería ser parte de una nueva provincia
con San Carlos?
-Yo creo que étnicamente, geográficamente, y cultural-
mente debería ser la octava provincia, el norte.
-San Carlos, Upala, Sarapiquí.
-Somos completamente distintos. Los heredianos nuca
quisieron a Sarapiquí.
-Lo que pasa es que es el ochenta por ciento del
territorio. Es gigantesco.
-Pero nunca nos quisieron. Siempre nos vieron como
menos.
-Cómo puede ser que hasta ahora haya una diputa-
da que es de Sarapiquí.
-Y tenemos un excelente alcalde. Nacido en Sarapiquí.
-Que fue candidato y no quedó electo como diputado.
68 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Sí, y lo siento por él, pero me alegro por nosotros.


-Porque no perdieron al alcalde.
-Y le dije públicamente, “Pedro, la derrota tuya fue el
bien nuestro”. Tenemos un excelente alcalde. Tuvimos
un diputado, un tal Jara, que hasta le prohibimos entrar
a la Municipalidad de Sarapiquí.
-Cuando usted entraba a Sarapiquí, ¿había camino?
¿Cómo le ha ido al cantón en esa lucha? Es un can-
tón muy rico y muy pobre a la vez.
-Es que no había empresarios. Casi que yo fui el único.
Era un trillo de mulas. Arreábamos las yeguas de Guar-
dia para sacar la crema. Se ordeñaba y se batía la cre-
ma para mantequilla. Había que subir hasta Cinchona
arreando las cuatro o cinco mulas o yeguas cargando
tarros de crema.
-En su época de bananero, ¿quiénes lo han marca-
do? ¿Quiénes han sido sus amigos y gente que us-
ted aprecia?
-Jorge Barquero, que me dio la mano para el primer
contrato con BANACOL. No me fue bien con BANA-
COL, pero vendí el banano y aprendí mucho. Yo soy
muy independiente. Nunca he sido muy amigo de las
compañías trasnacionales. Nunca le vendí a Chiquita.
Le vendí tierra, pero no le vendí banano. Una vez le
vendía Del Monte y no me fue bien.
-¿Y en CORBANA? ¿De quién se hizo amigo ahí?
¿A quién aprecia?
-A todos los muchachos. A mí me tocó levantar COR-
BANA en la parte de investigación, porque no había
mucha. Ya conocía a Jorge Sauma. Yo era muy amigo
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 69

del papá. Tenía una finquita en Sarapiquí. Malatoba se


llamaba. Fue buena gente. Simpático. Jorge iba y ahí
lo conocí, pero no fuimos íntimos. Yo aprecio mucho
CORBANA. Creo que es una gran institución. Quisiera
ver más investigación. CORBANA nos presta mucho di-
nero. Nos saca de apuros. Creo que en el gobierno de
Abel Pacheco es el mejor programa que hemos hecho.
Había como diez fincas que estaban en quiebra y Abel
me nombró presidente de la Junta Directiva de COR-
BANA. Hicimos una inversión de setenta millones en
bonos y con eso empezamos a financiar a esa gente.
Tenían buenas fincas, pero eran pésimos administrado-
res. De esas fincas quedan dos, una de unos rusos y
otra de otro señor.
Don Abel Pacheco
-Quiero que me hable de don Abel. En unos libros
que letraje de regalo, con entrevistas a ciento cua-
renta médicos, mi favorita es la de don Abel. Si al-
guien me preguntara por la entrevista que más me
ha gustado de todas las que he escrito en un libro,
es esa de don Abel. Lo entrevisté varias veces en su
finca en Esparza y decía que esa finca se la debía a
usted. Él quería tener una finca y se iba a Limón con
unos amigos a buscar una finca y paraban en una
cantinilla y volvían “enfiestados”. Un día, la esposa
le dijo, “no vas más a buscar esa finca en Limón”,
pero que en eso usted le consiguió una propiedad.
-Éramos muy buenos amigos. Yo tenía una finca en
Esparza. Desgraciadamente muy grande. Al estilo mío.
Treinta hectáreas.
-No era tal quinta.
-No era tal quinta. Era una finca. Tuve problemas de
peones. Todo había que hacerlo porque no se conse-
guía ayuda. Abel y Leila, muy queridos de mi familia,
venían a visitarnos los fines de semana. Abel me decía,
72 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

“vieras cómo quiero yo una finquita.” Le dije, “le voy a


hablar a Beto Jiménez, a ver si quiere vender algo”.
-¿Beto Jiménez tenía a la par?
-Beto Jiménez era dueño de toda la propiedad hasta
la salida de donde Abel. Yo le había conseguido a mi
cuñada un pedacito a la par mía. Ya Beto no quería
vender, pero éramos muy buenos amigos y un día lo
convencí de que me vendiera un pedazo para Abel. Se
lo pagué. Se hizo una escritura a nombre de Abel. Lo
llamo y le digo que tiene que ir a firmar el protocolo. Me
dice, “pero sí yo no tengo plata.” Le digo, “pero yo no te
estoy preguntando si tenés plata, la finca está a nombre
tuyo, ya yo la pagué, pero tenés que ir a firmar porque el
abogado no la puede presentar sin la firma tuya”. Viera
cómo costó que fuera a firmar ese condenado de Abel.
-¿Dónde nació la amistad con don Abel?
-Los Pacheco Guardia eran muy amigos de mi mamá.
Doña Carmen Pacheco, sobre todo.
-Hermana de don Abel viejo, don Abel padre.
-Sí.
-Pero, ¿no eran Pacheco Tinoco? Don Abel viejo era
Pacheco Tinoco.
-Pacheco Tinoco sí, pero doña Carmen era Pacheco
Guardia. La cuestión es que papá se hizo muy amigo
de Abel. Ayudó mucho en una campaña contra el licor.
-¿Del Psiquiátrico? ¿De cuando don Abel era direc-
tor del Hospital Psiquiátrico?
-Sí. A raíz de la enfermedad de mi hermano. Abel era el
que lo veía. Lo trataba muy bien. Era incontrolable, pero
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 73

Abel lo controlaba. Nos hicimos muy amigos. Le conse-


guí la finca. Me la pagó. No hubo ningún problema. No
tuvimos ninguna discusión. La única discusión fue que
no quería firmar el protocolo. Ahora vive enamorado de
ese pedazo de tierra.
-¿Qué piensa de don Abel como persona?
-Es una gran persona y fue un excelente presidente.
-Un presidente honrado.
-Disciplinado. Serio. Manejó bien la plata.
-No dejó que nadie robara.
-No se puede hablar de robos en tiempos de él. Le dejó
la caja llena a Arias para que, al final, Arias botara toda
la plata. Un gran presiente Abel.
-¿A quiénes considera las personas más impor-
tantes de su vida? ¿Las que más lo han marcado?
¿Los que más ha admirado usted?
-Mi papá. Yo siempre he tratado de ser como él. Toda-
vía ahora yo quisiera ser como él era. Muy bondadoso.
Y yo no soy bondadoso.
-Yo creo que sí es.
-Es que él era especial. Muy buen padre. Excelente es-
poso. Sacrificado. Trabajador. Honrado. De todas las
cualidades que se le pueden pedir a una persona, las
tenía papá.
-¿Se arrepiente de algo usted?
-Tal vez.
-¿Le duele que sus hijos no sigan con la obra?
74 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Me duele muchísimo. El hijo mío es citadino.


-La vida del campo es una vida sacrificada, austera.
-Austera. No sacrificada. Es austera. Uno vive con poco.
Vive pleno. Sin necesidad de tener mucho. Come bien.
Lo poquito que le da el campo. A mí me gusta comer
tamales, elotes, mazamorra, tortillas. Yo no pruebo el
pan. Yo como tortillas todos los días. Yo como maíz en
cantidades. Mucho queso. La cuajada me vuelve loco.
Yo no gasto en ropa. Yo no gasto en fiestas.
Don Yoyo Quirós
-Se nos pasó entre sus amigos don Yoyo Quirós.
¿Dónde lo conoció? ¿Cómo fue su relación con él?
-No sé cómo conocí a Yoyo, pero empezamos a ser
muy amigos. El periodo más intenso fue en la campaña
de Chico. Flory era muy buena gente. Hizo muy buena
amistad con mi esposa. Manejaron el sector femenino
de la campaña de Chico muy bien.
-¿Cuáles son los valores que usted rescata en una
persona como don Yoyo?
-Un hombre honesto. Muy leal, amigo, trabajador, bon-
dadoso, inteligente. De muy buenos valores.
-¿Qué debe rescatar el país con respecto al agro?
Usted me mencionó a Claudio Volio como el mejor
ministro de agricultura. Se habla ahora de que el
Ministerio de Agricultura tiene ciento ochenta jefes
sin subalternos.
-Lo primero que hay que hacer es rescatar el Consejo
Nacional de Producción, obra de Don Pepe Figueres. El
intermediario nos está matando. Usted produce algo y
76 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

cuando llega a vender tiene que vender y le dan lo que


quieren. El comercio exprime al agricultor de una forma
increíble. Los intermediarios son voraces.
-Cuando usted ve para atrás,¿qué piensa de su
vida?
-Tranquilidad. Me siento un buen ciudadano. Creo que
he aportado al país. No he sido uno más que vino a
visitar. He hecho cosas buenas. También cosas malas
como todo ser humano. En la industria del banano, sin
ser bananero, ni en mi familia, que nunca lo fue. Sin
embargo, lo acogí con gusto, el ser bananero, y con
cariño, y creo que muchas cosas buenas se han hecho.
En la política, nunca me he beneficiado y he sido muy
participativo. He seguido mucho a Jorge Volio, que era
mi tío.
-¿Qué recuerda de Jorge Volio?
-Una gran persona. Muy bravo, pero generoso. Iba to-
dos los domingos a visitar a la que yo llamo mi abuelita,
pero era mi tía abuela, la que crió a papá.
-¿Cómo se llamó?
-Luisa Volio Jiménez. Hermana de él. Ellos eran herma-
nos espirituales. Yo los oía hablar y hablaban del refor-
mismo. Mi familia era muy reformista. Mi papá le tenía
cierta pensión a mi abuelita y ella se la pasaba a Jorge,
porque Jorge era muy pobre. Jorge nunca hizo plata.
-Jorge primero fue sacerdote.
-Sí.
-¿Dónde se formó él como sacerdote?
-En Bélgica. Él era discípulo del Cardenal Mercier. De
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 77

ahí salió el reformismo y del reformismo salió el comu-


nismo.
-De Mercier también salió toda la influencia de Cal-
derón Guardia.
-Y de todos los que fueron a Bélgica. De aquí hubo va-
rios.
-¿El padre Benjamín Núñez?
-Los dos hermanos, Santiago y Benjamín.
-Hay una historia de Roberto Fernández Durán, que
era muy bromista. Un día se encontró con el Padre
Benjamín, que andaba unas sotanas largas, muy
elegantes, con botones de oro, y le dice, “Padre,
¿del cuello para abajo todo es jareta?”.
-Roberto era muy simpático. Hablemos de los míos.
Eran dos curas hermanos Jorge y Monseñor Claudio
María Volio.
-¿Y Julián Volio?
-Era tío. Era hermano de Carlos Volio Llorente.
-Hermano del papá de ellos. Monseñor Volio, aun-
que fue obispo, destacó menos en la historia. El
histórico fue Jorge.
-Sí, por revolucionario. Monseñor fue cura en Cartago
y llegó a ser Obispo. Tenía también sus vainas porque
yo conocí una hija de él. Jorge era más abierto. No tuvo
discreción con las mujeres. Él se hizo de una mujer allá
en las bananeras en Limón.
-Una cosa que me llama la atención de él es su re-
lación con don Ricardo. ¿Era pariente de ustedes?
78 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

Porque él era Volio Jiménez.


-Ricardo Jiménez Oreamuno. Eran primos. Don Ricar-
do no ganó la elección.
-No ganó y lo puso a él como primer designado.
-Porque Jorge le dio el partido. Hay una maldición que
dice que ningún Volio llegará a ser presidente nunca.
Hay una historia de Alfredo Volio.
-¿Cuál Alfredo Volio? ¿El papá del Alfredo Volio que
yo conozco?
-No.
-¿Qué era?
-El abuelo. Andaba en Llano Grande. Había curado
unos animales. Andaba ensangrentado. Lo andaban
persiguiendo para matarlo. Iba a matarlo un tal Patroci-
nio, porque Alfredo tenía amoríos con doña Cristina, la
hermana de Federico Tinoco. Lo tiraron en Llano Gran-
de en la finca, pero no lo mataron. Él se tiró del caballo
y se hizo el muerto. Patrocinio le iba a dar el tiro de
gracia, pero Perico le dijo, “no, a los hombres leales, a
los hombres nobles, no se les da el tiro de gracia”.
-Así se salvó.
-¡Así se salvó!
-Entonces, Alfredo Volio estaba enredado con la
hermana de los Tinoco.
-Una vez salió por los techos en calzoncillos, huyéndole
a Perico.
-En ese libro que sale junto a este, Don Yoyo cuenta
una historia de la muerte de Joaquín. Tiene que ver
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 79

con una muerte parecida, en ese sentido.


-Sí, a las cien varas de donde yo vivía. Yo recuerdo esa
noche.
-Pero no fue por un asunto político, sino amoroso,
¿o se juntaron las dos cosas?
-Fue por amores.
Costa Rica hoy
-¿Está enredado el país?
-No hay emprendimiento. La gente tiene miedo de in-
vertir.
-Este país es muy caro.
-Hasta la política se volvió muy cara aquí. La política no
debería ser para hacer plata. Desgraciadamente, ahora
se da otro tipo de política muy cara. Recuerdo cuando
nosotros pagábamos propaganda para diputado. Era
papel periódico con engrudo, pegados en las paredes.
Ahora no. Yo financié la campaña de Daniel. “Usted va
al poder con Daniel Oduber”, me decían. Financié bi-
lleteras, calcomanías, libretas. Todo mundo hace plata
con la campaña. Hasta por alquiler de carros. Yo siem-
pre pongo mis unidades de gratis.
-Así debe ser.
-Y con tanque lleno para que dure para todo el día. El
bus de los trabajadores. Los dos pick ups de la finca. El
carro mío. Todo a trabajar.
82 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Don Chico terminó su vida sin mucha plata.


-Chico perdió todo. A Marita, la esposa, le quedó la
casa.
-Yo la entrevisté para un libro.
-¿En La Sabana o en Escazú?
-En Escazú.
-Ella se fue a vivir a Escazú.
-Y la de La Sabana, ¿la vendió?
-La alquiló. Ahí estuvo el partido un tiempo.
-Es por el ICE.
-La noche de la derrota, ahí estuvimos.
-Debe ser terrible perder en política.
-SÍ. Chico estaba muy dolido.
-Pero pagó hasta el último cinco. Esa historia de
don Chico me encanta.
-Y le ayudamos algunos. Yo le ayudé a pagar algunas
cuentas. Pagué más de una planilla en La República.
-Don Pepe también terminó pobre, ¿verdad?
-Uh, demasiado. Un enredo. A Pepe lo vio mucho una
secretaria. Hija de un carpintero. Una mujer muy bue-
na. Estaba trabajando en Migración y después pasó a
Seguridad Pública.
-¿Era novia de él?
-Posiblemente. Una mujer bonita. Morena. Robusta.
Más alta que él, por supuesto.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 83

-Es que don Pepe era muy bajito.


-Chiquititillo. Don Mariano no era alto tampoco. Doña
Paquita era bajita y gordita.
-Don Pepe era famoso por mujeriego.
-Condenado muchacho. Es que en esas remotidades.
Hay que ver lo que es estar un mes o mes y medio ahí
solo.
-Terrible. Es muy sacrificado. Por ejemplo, eso que
usted hizo.
-Hacer finca es muy duro. Ahora es mucho más fácil.
-¿Usted tuvo crédito en los bancos? ¿Los bancos
del Estado le ayudaron?
-Muchísimo. El Banco Nacional me ayudó muchísimo.
-¿Don Elías Quirós?
-Don Elías. Él me prestó treinta mil colones a catorce
años.
-¿En cuál año?
-En el año 52, por ahí. Me dijo, “nunca deje de pagarle
al banco; primero el banco, aunque usted no coma”.
-Yo hice varios programas de televisión y graba-
ciones con la idea de escribir un libro sobre el fa-
moso ganadero, abuelo de Juan Diego Castro, don
Florentino Castro. Me llama la atención esa figura
de Florentino Castro. Un día le pregunté a un nieto
que cómo era que se había hecho tan grande, con
ese montón de hijos. Me dijo, “mi abuelo decía que
cuando estaba uno a punto de quebrar, era mejor ir
al banco y entregarlo todo. Arrancar de cero, pero
84 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

que lo que no se podía hacer era deberle al banco”.


-Esa era la teoría de don Elías Quirós. Le pagué hasta
el año catorce. Quise pagar anticipado y no me recibió
la plata. Me decía, “aprovéchela, úsela en otra cosa”.
Era un rédito a catorce años plazo al diez por ciento,
seis de interés y cuatro de amortización. Un día me lla-
mó, con la tragedia de Luis, mi hermano, porque yo le
había firmado un pagaré a Luis.
-Por lo del accidente.
-Sí. Me dice, “muy duro, pero usted tiene unos pagarés
firmados” Le digo, “sí, don Elías” Me dice, “páguelos, si
necesita plazo, yo le doy, pero pague” Le dije, “no se
preocupe, don Elías, yo lo voy a pagar”. Me dio plazo y
lo pagué. Era poquilla plata, pero en aquel tiempo era
mucho para mí.
-Es muy interesante, por ejemplo, lo que don Elías
hizo por las cooperativas. Hice un libro de la histo-
ria de CoopeVictoria. La escuela se llama Elías Qui-
rós. Imagínese lo que significa.
-Armando Echeverría estaba en Fomento y entre Ar-
mando y Manolo Peralta hicieron la cooperativa. Mano-
lo era hijo de un señor que fue diputado por Grecia en
varias ocasiones. Ese señor fue fundamental para or-
ganizar a los agricultores. Después, Manolo y Armando
fueron artífices del desarrollo de la cooperativa.
-Hubo un liderazgo importante de estas personas.
En el caso de la Dos Pinos, voy a preguntar por es-
tas dos personas: Jorge González y Yayo Robert.
¿Qué piensa del aporte de ellos?
-Muy trabajadores. Conozco mejor a Yayo. Ahí, en la
Dos Pinos, fue muy importante el Doctor Sáenz Herre-
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 85

ra, que era ganadero.


-Sí, claro y era vicepresidente.
-Y Elías Quirós. Eran ganaderos los dos. Ahí estuvo
uno de los Montero.
-Yayo Robert también ha sido muy importante.
-Yayo es muy buen finquero.
-En CORBANA, usted trabajó mucho en investiga-
ción. Se hicieron muchos laboratorios.
-Se hizo un laboratorio de entomología. Se hizo uno de
biología molecular, que no existía. En realidad, se le
dio mucho impulso a la investigación. Antes de que yo
llegara, cumplió una función muy importante, que era
prestarles plata a los bananeros. Pero no era función de
banco, a pesar de que yo también me beneficié de eso.
-Tenían que trabajar más en investigación y desa-
rrollo.
-Sobre todo en investigación. También formamos algo
muy importante que fue la Dirección de Extensión Agrí-
cola, que no existía. Le di mucho impulso a La Rita, la
estación experimental.
-Y tienen otra por 28 Millas.
-Sí, también en 28 Millas.
-Todos los años 50 pasó usted en Sarapiquí sin traba-
jar en el MAG todavía.
-No. Con el MAG empecé en el 52.
-¿Cuántos años estuvo entre el MAG y la finca?
¿Cómo hacía para lidiar con ambas cosas?
86 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Estuve, que sé yo, hasta que Macho Iglesias llegó a


ministro. Eso fue en tiempos de don José Joaquín.
-En el año 66.
-En ese tiempo renuncié y me dediqué de lleno a las
fincas. Lo que hacía era que me iba los viernes en la
noche.
-Ya había carretera.
-Llegábamos fácilmente a San Miguel.
-Por Vara Blanca.
-Sí, por Vara Blanca. De ahí más o menos a La Virgen,
después a pie o a caballo. Allá pasaba el sábado y el
domingo y me regresaba el domingo en la pura tarde y
volver al ministerio el lunes. Había muchos feriados y
los lograba.
-¿Qué significó el Ministerio de Agricultura en su
vida? ¿Qué recuerdos tiene?
-Buenos recuerdos. Muy buenos recuerdos de don José
Joaquín Peralta. Una gran persona.
-¿Don José Joaquín fue ministro?
-Fue el primer ministro.
-¿En el gobierno de don Pepe’
-En el de Calderón Guardia.
-Hay una historia suya en Cartago, en el 48.
-Por los asaltos que había en Cartago. Yo soy familia de
Alfredo Volio, por parte de mi madre. Me fui para Car-
tago con Alfredo y con un hombre prominente de Car-
tago que fue gobernador. Hicimos la Huelga de Brazos
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 87

Caídos. Casualmente, hablaba con Óscar Garófalo y le


recordaba que por el techo de donde él, me fui yo de
Cartago, porque en la casa de Alfredo nos tenía sitiados
un tal Luis Meza. “Mezita” es como le decían.
-“Mezita”, sí señor, sí claro. En el libro de don Yoyo
Quirós usted va a oír hablar de Luis Meza.
-Nos tenía sitiados. Entonces, Alfredo y yo nos escapa-
mos por los techos de Garófalo. Por ahí salimos al otro
lado. A mí me tocó la huelga de brazos en Cartago,
botar la leche de las fincas de Calderón Guardia. En la
alcantarilla de la Basílica. Ahí vacié los tarros de leche
que venían de la finca de los Calderón en Paraíso. Des-
pués de eso, es que me fui para las fincas de la familia.
-¿Qué hizo del 48 al 52? Usted entró en el 52 al
MAG, pero en esos años, cuando usted se peleó
con la familia, se fue para la finca.
-Para la finca sí.
-Y fueron años muy duros.
-Muy duros. Pero honradamente yo he tenido una
gran mujer. A mi esposa, no tengo con qué pagarle
el esfuerzo que ella hizo. Ella crió los hijos mientras
yo trabajaba. Incluso diría que casi que me mante-
nía porque me mandaba comidita y cositas. Ella tra-
bajaba en la escuela Angloamericana y en el Cen-
tro Cultural Costarricense Norteamericano, como
le conté. Ella mantenía la casa. Una gran mujer.
El señor de El Alto
-Usted entra al gobierno en el 52 y está ahí hasta
el año que entra Trejos Fernández, que es en el 66.
¿Cómo era el Ministerio de Agricultura?
-Era un desastre. No había nada. No había investiga-
ción. En ese entonces, me hice cargo de El Alto. La
Estación Experimental El Alto. Hicimos algunos progra-
mas.
-¿En Ochomogo?
-En Ochomogo. Traje al doctor Bucci de Pensilvania.
Italiano. Claudio Volio lo conoció en una asamblea de
pastos. Lo trajimos e hicimos el servicio de insemina-
ción artificial. Muy exitoso. Tuvimos el apoyo de varios
presidentes. El Doctor Sáenz Herrera, por ejemplo. Don
Elías Quirós nos ayudó muchísimo.
-El Doctor Sáenz Herrera era vicepresidente y era
productor de leche en Coronado.
-Sí. Don Ramón Madrigal, recuerdo bien; Gordianito
Fernández. En fin, todos esos ganaderos grandes.
90 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-¿Gordianito es Gurdino?
-No. Gordianito es Gordiano Fernández.
-También tuvo que ver usted con la Estación Expe-
rimental Los Diamantes.
-Eso también. Yo abrí Los Diamantes, en tiempos de
STICA.
-¿Qué era STICA?
-El Servicio Técnico Interamericano de Cooperación
Agrícola.
-Y la finca Los Diamantes, ¿era de Good Year?
-Era del Estado. Era una finca bananera muy grande
del señor Villafranca. Eran mil hectáreas de banano,
pero con el problema de la sigatoka.
-Ese señor Villafranca era el suegro de don Yoyo.
-Fue el suegro de don Yoyo.
-Sí, porque los hijos son Quirós Villafranca.
-Era el papá de Flory.
-Tenía problemas con sigatoka.
-Sí, se quemó. Fue la gran quema del banano.
-Del Cavendish.
-No, el cavendish vino a salvar la situación. Fue el Gros
Michel.
-Ah, el Gros Michel.
-Devolvámonos. Vino la Guerra Mundial y se sembró
de hule. Se le entregó la finca alaGoodYear. El Estado
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 91

se la entregó a la Good Year. Después la devolvió. STI-


CA la asumió. Yo recuerdo haber ido con MisterGaber,
que era el director del programa. Fuimos en avioneta
con Roberto Alfaro, que era el que volaba la avioneta.
Me tocó pagar la primera planilla. Ochenta mil colones
había que pagar. Yo andaba mi chequera y le presté
la plata a STICA. Al gobierno de los Estados Unidos le
presté ochenta mil colones para poder pagar la primera
planilla en Diamantes. Figúrese usted. Los Diamantes
fue una gran institución. Ahí hicimos varios programas.
-¿Eso más o menos cuando fue?
-En los años 50. La primera parte de los años 50.
-Iban en avioneta.
-En avioneta. Roberto Alfaro nos llevaba. O en tren. Co-
gíamos el tren de las diez de la noche. A ese tren se
le conocía como El Pachuco. Íbamos hueviando. Nos
íbamos a Diamantes a tomar café. Ya para entonces
yo era director de ganadería y establecí una ganadería
en Diamantes. Muy buena. Ahí hice un programa que
todavía algunos de los viejos lo recuerdan. Les cam-
biaba. No podía vender porque era del Estado, pero sí
les podía cambiar, unidad por unidad. Le cambiaba un
ternerillo peludo inútil por un media raza, buen cebú,
o por un tres cuartos. Fuimos mejorando a cambio de
quitar los peludos.
-¿Todo eso quedaba en manos de Los Diamantes?
-De esa forma levantamos la ganadería de Guápiles.
El robo de semilla
de banano para la
cooperativa
-También es famosa una historia de un semillero de
banano.
-Eso fue terrible.
-¿Qué fue lo que pasó?
-La Standar trajo el Cavendish.
-Que es la variedad resistente al sigatoka.
-Resistente al sigatoka. Se hizo un semillero en dia-
mantes. Lleno de condiciones, que no se podía tocar,
que no se podía aquí, que no se podía allá. En eso vie-
ne Chico y gana la campaña. Se compromete a hacer la
cooperativa de Bataan. Había que sembrarla. Me llevé
una semilla de Diamantes. Llego un día y estoy en la
oficina cuando me llama Matilde, la secretaria de Chico,
“don Romano, el presidente quiere hablar con usted,
pero que se venga inmediatamente”. Le digo, “ya voy”
94 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

Me fui. Yo entraba por detrás. Apenas me vio Matilde,


me hizo señas que me iban a barbear. Llegué y ni toqué
la puerta. Entré y me encontré un montón de gente ahí.
Dije, “ay, perdón” Me iba a retirar cuando me dice Chi-
co, “no, quedate”. Nos vamos a las palabras, “quedate,-
güevón”. Veo a Mario Quirós sentado muy serio. A Mis-
ter Lloyd, y aMisterEdwards, el embajador americano.
-Mario Quirós que era Primer Ministro de la Presi-
dencia.
-Sí, y también estaba el abogado de la Standard. “Bue-
nas tardes, ¿en qué les puedo servir?” “Mirá,güevón,
ellos te acusan de que te robaste un banano de ellos”
“Pero si yo no me he robado nada, no sé de qué me
están acusando” “No es que se robó,” dice el abogado,
que era un hombre muy fino. “Esa no es la palabra, se-
ñor Presidente, es que don Romano posiblemente no
conocía los términos del contrato del banano” Les digo,
“ah, ya sé que es lo que hablan ustedes. Yo no cogí el
banano de la parcela, yo cogí el bananoafuera de la
parcela. De verdad, yo no lo cogí de la parcela”.
-¿Qué le dijeron?
-Se rieron del asunto. Lo de afuera no tenía contrato.
-¿Don Chico le dio una gran regañada?
-No. Por debajo también se rió. El asunto era disculpar.
La excusa mía era estúpida. La acusación fue muy vá-
lida porque a ellos les interesaba eso.
-Ellos lo que querían era ser los dueños absolutos
de Cavendish aquí.
-Sí. Sembramos bastante. Vienen las inundaciones
del Atlántico y esa semilla se va por el río y cualquiera
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 95

que hubiera querido semilla hubiera cogido porque lavó


Matina y Bataan. Todo El Reventazón quedó lleno de
tallos, hijos y todo, de la tal semilla. Después de eso, vi-
nieron otras variedades. La acusación fue esa, que me
robé la semilla para sembrar Bataan. Era yo presidente
del ITCO.
-Cuando usted era presidente del ITCO y trabajaba
en el MAG había un desarrollo ganadero en el país
muy superior al de ahora, ¿qué pasó con la gana-
dería?
-Don Elías Quirós, que era muy amigo de mi familia,
me llamó un día. Me dijo, “quiero que usted me haga
un programa de ganadería para aumentarla”. Ese es
el famoso programa de cría mediante el cual a usted le
daban un crédito para unas vacas, y le daban crédito
revolutivo para aumentar la cría. Era un crédito a diez
años de plazo. Era muy efectivo. Desgraciadamente,
sin temor de ofender a nadie, debo decir que la gana-
dería es un pasatiempo muy caro.
-¿No es negocio?
-El único que gana es el carnicero. Le voy a contar que
la semana pasada en la Plaza de Guápiles, la subas-
ta de Guápiles, de la cual soy socio, vendí ganado de
quinientos sesenta y pico de kilos a uno noventa y com-
pré ganado de cuatrocientos kilos para reponer a uno
noventa y siete. Valió más el pequeño que el gordo. El
carnicero es el que gana. Igual que en todos los nego-
cios. El intermediario es el que gana. El agricultor es un
pobre individuo que trabaja y se mata y no gana nada.
-Del 52 al 66 usted trabaja en el Ministerio de Agri-
cultura. En el 65 o en el 66 renuncia. Cuando llega
don José Joaquín Trejos, usted está otra vez metido
96 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

en la finca.
-Estoy metido de lleno en las fincas porque yo era pre-
sidente del ITCO. Del 62 al 66 Chico me nombró presi-
dente del ITCO. El Ministro era Elías Soley.
-Soley Carrasco, el papá de Elías Soley Soler.
-Ajá. Una gran persona, dicho sea de paso.
Vocación de agricultor
-¿Cómo llegó usted a la convicción delo que iba a
producir en la finca? Porque usted estudió ganade-
ría, pero terminó siendo productor de banano.
-Yo fui ganadero por veinticinco años. Hice una finca en
Chilamate. Muy dura. La que le compré a Luis Otoya.
Tierra colorada. La finca no era buena, pero era la única
posibilidad que tenía antes de moverme a la bajura. Ya
para el tiempo de los años sesenta, estaba en la bajura.
Atendía el ITCO y atendía la finca. Al principio de la ga-
nadería, fue muy duro porque me tocó arriar el ganado
hasta Alajuela. Eran tres días de arrear.
-Por Chilamate.
-O por San Miguel. Con los arrieros que venían de San
Carlos,“Basurita” y “Chepe Lucas”. Muy duro. La ver-
dad yo no sé por qué. Será porque era muy joven y por
la ilusión de tener algo fue que aguanté. Tenía veintitrés
años.
-¿Cuándo decide usted meterse a ser agricultor?
-La vocación de agricultor la he tenido toda la vida. Nací
98 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

entre agricultores. Me considero agricultor. En los años


90 vino el boom del banano. Ya yo estaba en las baju-
ras. Tenía mil cuatrocientas hectáreas de tierra muy
buena.
-¿Potrero?
-Potrero todo. En las veras del Sucio y el Sarapiquí.
En ese entonces, tenía suficientes bienes, pero no te-
nía flujo de caja. Eso es muy común en los agricultores
porque una gran propiedad vale mucho, pero no hay
liquidez.
-Claro, vale mucho si la vende.
-Exactamente, pero no hay liquidez, ninguna. Se me
presentó la oportunidad. Vico Starke estaba relaciona-
do con Chiquita, porque había sido capataz de una de
las fincas en Limón, o el papá. En realidad, los Starke
habían estado relacionados con Chiquita. Él estaba en
mala situación económica. Estaba empeñado en que
Chiquita sembrara banano en Sarapiquí. Lo logró. A mí
me convenció de que le vendiera. Era fundamental que
yo les vendiera un poco de tierra. Les vendí una parte
de lo que yo tenía. Entonces, yo dije, “la compañía está
comprando para sembrar banano, saben de banano”,
entre comillas porque no saben tantísimo, “debe ser un
buen negocio, entonces voy a sembrar yo”. Me dediqué
a sembrar la primera finca, La Robusta. Sembré cien
hectáreas.
-En el noventa y pico.
-En el noventa. Yo hice la primera exportación de Sara-
piquí en el 92.
-¿Sembró hace veinticinco años?
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 99

-Hace veinticinco años.


-¿Le gustó la producción bananera?
-Me gustó. Creo que es un buen negocio. Creo que es
el mejor negocio para el trópico.
-¿Más que la piña?
-Ah sí. Es más estable. Menos plaga. A mí nunca me
gustó la piña. Me gusta para comerla.
-Pero, no como negocio.
-No. Me gusta el banano. Es noble. Es un negocio no-
ble. Emplea a muchas personas. Si uno quiere, hace
buena relación con los trabajadores. Yo nunca he teni-
do problema con ellos. Durante nueve años he reparti-
do parte de mis utilidades con ellos. Les doy plata de
bonificaciones. Casi todos sacan un catorceavo mes.
-Como un segundo aguinaldo.
-Como un segundo aguinaldo. Ya llevamos nueve años
de ese programa. Tenemos buenas relaciones.
-¿Cómo fue cambiando la perspectiva suya del ba-
nano? ¿Cómo se fue metiendo en el sector? ¿Cómo
fue creciendo? ¿Cuánto tiene ahora?
-Compré parte de lo que adjudiqué como presidente del
ITCO. Cuando hicimos el desarrollo al Atlántico, todo
lo que es Cariari. Ahí se compraron diez mil hectáreas.
-En la bajura, pegando hasta Sarapiquí.
-Hasta Sarapiquí. Había una finca grande. Creo que
eran diez mil hectáreas. Pertenecían a Juan Arrea, a
Gilberto Barrantes.
100 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Gilberto Barrantes, mi tío abuelo, casado con Lidia


Rodríguez González, hermana de mi abuelo Miguel
Ángel.
-Exactamente. Eran Gilberto, Alfredo Volio y no recuer-
do cual otro. Las compramos, como ITCO, a cien co-
lones la hectárea. Otilio Ulate nos criticó muchísimo
porque estábamos pagando carísimo a cien colones la
hectárea. A uno de los adjudicatarios, después le com-
pré la parcela.
-¿Cerca de La Rebusca?
-No.
-¿Por Caño Seco, en lo que llaman Las Llanuras de
Gaspar?
-Exactamente.
-¿Cómo le fue a usted en esos años? Usted que me
hablaba de Luis Rodríguez, mi bisabuelo. Le voy a
preguntar a usted cómo se portaba.
-Más o menos bien. Yo diría que bien. Estaba recién
casado. Le conté anteriormente que a la par mía, en
un racho, vivía una viejita,Salicetti. Doña Fidelina, se
llamaba.
-Fidelina Salicetti.
-De origen italiano. Muy bonita la viejita, pero muy tu-
llida.
-Muy viejita.
-Muy viejita y tullida. Vivía en una hamaca. Yo estaba
recién casado. Cuando me empezaba a gustar doña
Fidelina no había remedio, me tenía que regresar a San
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 101

José.
-Usted empezó a producir banano y también de
pronto empezó con un sistema de ganadería de es-
tabulación.
-No.
-¿Fue después?
-Después. Ahí más bien empecé la cría de ganadería
fina.
-¿A la par de la bananera?
-No, antes de la bananera. Yo fui criador de ganado
Brahman puro.
-¿Mal negocio?
-Más o menos. Otra anécdota simpática. Yo tenía un
pariente muy comerciante. Se llamaba Milo Gamboa.
Era familia de la esposa de mi abuelo. Era prohibido ex-
portar hembras, pero el bandido tenía un buen negocio
con Somoza.
-Que tenía todo el ganado del mundo en Nicaragua.
-Es correcto. Pero necesitaba ganado de aquí. Yo le
había vendido a Milo unos toros y le había hecho una
factura. Llega Milo a la frontera con unas novillas y no
lo dejan pasar. Era prohibido. Él dice, “no importa, de
por si son de Chico, aquí tengo la factura, miren dice
Romano, son de Chico. A mí no me importa, déjense
las novillas y arréglense ustedes con Chico”, “no Milo
mira es que”, “no, no a mí no me digan nada, hablen
con Chico”.
-¿Y Don Chico era presidente?
102 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Sí. Y pasaron las novillas, por supuesto. No se iban a


comprar la bronca.
-Aunque las vacas no eran de Don Chico.
-No eran de Chico. Nada tenía que ver el pobre Chico
en eso.
-Por cierto que le quiero preguntar algo de don
Chico. Don Chico pierde con Mario Echandi en el
58. Cuentan que esa noche él fue a visitar a Mario
Echandi.
-A felicitar a Mario.
-¿Es cierto eso?
-Es cierto.
-También cuentan que de esa campaña quedaron
muchas deudas.
-Quedaron muchas deudas. Todas las pagamos entre
un grupo, pero él pagó la mayoría. Le vendió a los her-
manos. Los hermanos fueron un poquito duros con él,
porque le exigieron entregar las acciones que tenía en
las fincas de Alajuela. Chico vendió todo lo que tenía
para pagar. Algunos de nosotros le ayudamos. Princi-
palmente don Alex Morer.
-¿Don Alex Murray también le ayudó?
-Sí. Yo pagué. En ese tiempo no tenía mucho dinero,
pero pagué dos pagarés de cincuenta mil colones cada
uno.
-¿A quién?
-A dos deudores que había, y al periódico La República,
o La Prensa Libre, no preciso.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 103

-Alguien, en un libro mío cuenta, que él llegaba con


un cuadernillo debajo del brazo y decía, por ejem-
plo, “¿cuánto le debo a La Prensa Libre?”, “tanto”,
“aquí está la plata” y que, al final, decía, “un hijue-
puta menos al que le debo”.
-Ja, ja, ja. No me consta esa parte.
-¿Pero era mal hablado?
-Era muy mal hablado.
-Dicen que tenía una gran memoria.
-Conocía muy bien a la gente. Cuando no conocía a
la persona, le decía, “mirá, Juan,” y el otro contestaba,
“no, yo no soy Juan, soy Rafael” y Chico decía, “ah sí,
es que son tan parecidos ustedes”.
-Era un hombre muy honrado.
-Muy honrado. Sumamente honesto. No sólo honrado
de plata, sino honrado como ciudadano. Tengo gran
aprecio por Chico. De mis primos, quizás el más amigo
fue él, y Cornelio, pero, sobre todo, Chico.
-¿Qué recuerda de Don Pepe? ¿Cuáles recuerdos
tiene de su relación con él?
-Poco. De Pepe poco, en realidad. En mis tiempos,
cuando yo era chiquillo, Pepe yatrabajaba en La Lucha.
Sí conocía bien a la familia. Muy bien a las dos herma-
nas, Carmen y Luisita. Ellas eran dueñas de la Clínica
Figueres.
-¿Las dos hermanas?
-Sí, las dos hermanas.
-Las hijas de don Mariano, el Doctor Figueres.
104 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Sí. Carmen era la esposa de Cornelio.


Sí, ahí fue que se juntaron los Orlich y los Figueres.
-Siempre quisieron a un Figueres con una Orlich o un
Orlich con una Figueres. Esa era la ambición de doña
Paquita y doña Georgina. Doña Paquita Ferrer, la espo-
sa de don Mariano, y doña Georgina, la esposa de mi
tío José.
-¿Georgina Bolmarcich?
-Sí.
-Por cierto, ahora me enteré que Orlich es un ape-
llido que está mal escrito. O sea, que lo inventaron
aquí porque no era así.
-Lo inventó mi abuelo. Porque la pronunciación ch en
croata es una c.
-Entonces era Orlic.
-Diríamos que sí, pero la pronunciación es Orlich.
-En español es muy raro.
-Sí, entonces mi abuelo le agregó una h. Éramos los
Orliches de San Ramón.
-A los de San Ramón y San Carlos les decían los
Orliches.
-De ahí salió el apellido costarriqueñizado.
-Después de don Chico, ¿con quién tuvo usted rela-
ción? ¿Tuvo relación con don Daniel Oduber?
-Mucha amistad con Daniel. Mucha, mucha amistad
con Daniel. Con toda la gente del partido Liberación
Nacional.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 105

-¿Cómo era Don Daniel Oduber?


-Jodido, bandido, mentiroso, brillante, muy preparado.
Henry Kissinger dijo que el político más brillante que
conoció en América Latina. Así lo calificó Henry Kissin-
ger. Yo siempre tuve participación en los gobiernos de
Liberación Nacional. He sido liberacionista toda mi vida.
Nunca he sido de otro partido. Sigo siendo liberacionis-
ta. Esa es la pura y simple verdad. Sigo creyendo en
Liberación Nacional. Fui tesorero de la campaña.
Cuando le renuncié
a Don Pepe
-¿En cuál campaña?
-En la de Figueres. En el 70. Ahí tuve un incidente inte-
resante con Pepe. Habíamos hecho un plan de bonos
que se llamaba Plan B. Era un plan en el cual yo le
garantizaba a usted la devolución del dinero con bonos.
Eran unos bonos especiales. Hicimos el plan. Carlos
Espinach era el tesorero. Yo era el sub tesorero.
-Carlos Espinach padre.
-Ah, sí. Otro gran costarricense. Esos bonos se entre-
gaban con firma. Individual. Auditados. Había un audi-
tor para garantizarle al comprador que era seria la cosa.
Un buen día, llega Don Pepe Figueres y dice, “yo quiero
que me de cincuenta mil colones de bonos” Le digo,
“¿para quién?” Me dice, “no le puedo decir.” Le dije,
“entonces, no se los puedo dar”, “¿cómo que no me los
puede dar?”, “no se los puedo dar, yo tengo un com-
promiso con los contribuyentes, de este plan, de saber
a nombre de quién se entregan y los montos. Hay una
108 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

auditoría a la que tengo que rendirle cuentas”, “pues,


usted sabe lo que hace, pero tiene que dármelos”. Lla-
mé a Carlos Espinach y le digo, “Carlos, está pasando
esto y esto” Me dice, “eso es una deuda de honor, no
puedo dar el nombre.” Dije, “pues, no se los doy”. Lla-
mé otra vez a Carlos. Le dije, “yo renuncio, yo tengo
mi promesa empeñada.” Me dice Carlos, “yo tampoco
sigo, renunciamos juntos, digámosle a don Pepe que
no” y renunciamos. Fue cuando nombró a Batalla, que
fue ministro después, y a don Claudio Alpízar.
-Don Fernando Batalla.
-Después, me enteré de que los bonos eran para pagar
una deuda que se había contraído y le iban a rematar la
casa al Manco Gutiérrez.
-Gutiérrez Chamberlain.
-Gutiérrez Chamberlain. También a Gómez, el secreta-
rio del ITCO. La deuda era de honor. No era para Pepe.
Era para que no remataran a esos dos individuos.
-Me encanta esa anécdota. Dicen que hubo dos Pe-
pes. Uno antes y otro después de que falleciera don
Chico, porque don Chico era el que lo contralaba.
-La única persona que controlaba a Pepe era Chico.
Pepe siempre salía con sus vainas. Explotaba. Chico
era el que lo amansaba. Se confiaban mucho el uno del
otro. Yo diría que eran como hermanos.
-¿Ellos se conocieron en San Ramón?
-Se conocieron en San Ramón.
-Fueron a Boston juntos.
-Fueron a la escuela juntos. Fueron a Estados Unidos
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 109

juntos. Hicieron la campaña juntos. Cuando el primero


de marzo hubo la vaina del Congreso, Chico fue el pri-
mero que se fue para La Paz y Pepe salió para el otro
lado. Estaba conversado. Uno al frente norte, el otro al
frente sur.
-Pero esa rectitud de don Chico es admirable. Yo he
escrito ocho libros de don Pepe, y lo admiro como
figura política, pero no tenía esa rectitud de don
Chico.
-Ah, no, Chico era inconmovible con eso. En cuanto a
principios, no andaba con carajadas. Esa salida de ir
donde Mario a felicitarlo, precisamente la noche en que
perdió.
-Él era así.
-Sí. Tenía esos arranques. Yo fui de mucha confianza
de él. En realidad, éramos primos hermanos y nos veía-
mos muy de cerca.
-¿Qué piensa de lo que pasó después? ¿Luis Alber-
to Monge fue cercano a usted?¿Óscar Arias?
-Yo he sido con Luis Alberto bastante conocido. Con
Oscar Arias poco conocido. Después, lo he conocido
más a través del Partido, pero no era persona que yo lo
conociera desde que lo hicieron Premio Nobel.
CORBANA
-¿Qué piensa de lo que ha pasado con el Partido
Liberación Nacional? ¿De los últimos gobiernos?
¿Del gobierno de José María Figueres, el de Óscar
Arias, el de Laura Chinchilla?
-Siempre he creído en Liberación Nacional. En los pla-
nes de Liberación. Creo que los rieles han sido bue-
nos. Luis Alberto fue un buen presidente. Óscar ha sido
buen presidente, en realidad. Laura Chinchilla es una
mujer honesta. Liberación ha sido un gran partido, que
merece todo mi apoyo. Creo que uno en política tiene
que ser intachable. Uno no puede dejar que nadie robe.
-¿Así fue usted en CORBANA?
-En CORBANA y en el ITCO.
-En los dos casos.
-En los dos.
-En el ITCO, usted estuvo en el gobierno de don
Chico y en CORBANA en el gobierno de don Abel, y
creo que se tuvo que quedar más años.
112 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Diez años. Hasta el gobierno de Laura, que no me re-


eligió.
-Entonces, usted estuvo con don Abel y con Óscar
Arias.
-Con don Abel, con Óscar Arias y con Laura un periodo.
Son periodos de cuatro años. Dos años de Abel, cuatro
de Óscar y cuatro de Laura.
-Entonces, más bien quien no lo reeligió fue don
Luis Guillermo.
-No, ella.
-¿Al final?
-Sí. Dicen que yo soy muy bravo. Yo digo que no es
tanto lo bravo como lo estricto. Es decir, si yo asumo un
compromiso con usted, se cumple. Se cumple porque
se cumple. “Pero, mire, que es que….” “No, es que no
hay mire que nada, se cumple”. Es un modo de ser.
-Que le ayudado muchísimo en la vida.
-Me ha servido mucho. He hecho varias fincas. Tengo
un capital regular. Soy muy independiente. Más bien
soy conocido cuando no estoy presente. No cuando es-
toy, sino cuando no estoy. “¿Por qué no vino Romano a
la reunión?”. Me honra más que me extrañen.
-¿Se arrepiente de algo en la vida?
-De pequeñas cosas. Comentaba con mi esposa que
no tengo un hijo agricultor.
-¿Eso le duele?
-Me duele. Le decía que si hubiera tenido algún error
en mis tiempos de joven, tal vez ese hijo hubiera sido
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 113

el agricultor. Lizzy es la que se interesa por esas cosas.


-Lizzy es mi amiga.
-En realidad, son propiedades muy valiosas, que produ-
cen mucho y no sé qué va a pasar con ellas.
Ganado estabulado
-Mi papá admira mucho su vida y admira mucho un
proyecto que usted tiene de ganado estabulado.
¿Cuándo se dio eso?
-Eso se dio hace unos años. El clima me estaba ma-
tando. En un viaje que hice a los Estados Unidos, visité
unos corrales de ganado en Texas. Me llamó la aten-
ción el estabulado. Me metí a estabular ganado. En rea-
lidad, yo quería sembrar la finca con banano, pero esta-
ba con ganado. Estaba en pastos. Al final, no sirvió para
banano porque no era tierra suficientemente fértil para
darme más de tres mil cajas que era lo que yo exigía.
-¿Por hectárea?
-Sí, por hectárea de producción. He mantenido arriba
de las tres mil cajas todo el tiempo. Una vez casi llego
a cuatro mil.
-Esa tierra no le daba. Esa finca no le daba.
-No me daba para eso. El negocio de ganado no era
nuevo. Había una inversión. Tenía unos amigos en
ABOPAC, la empresa de fertilizantes. Ellos me habla-
116 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

ron de la palma africana. Me entusiasmé con la siem-


bra de palma. Decidí que esa finca la iba a sembrar de
palma, pero para tener siempre ganado, para producir
materia orgánica, hice el establo. Monté alrededor de
ciento cincuenta o ciento sesenta cabezas de ganado
estabulado, permanente.
-Y eso genera abono para la finca.
-Eso genera abono para las bananeras.
-¿Cómo le va con la palma?
-Muy bien. Estoy entregando palma al año de cosecha
donde a otros les toma tres años.
-Algo importante es que usted está al frente de las
fincas.
-Yo estoy al frente de todo. Estoy aquí el lunes y el mar-
tes. Miércoles ya estoy en Sarapiquí.
-Y está allá el miércoles, jueves, viernes.
-Y sábado. A veces hasta el domingo.
-¿Se levanta temprano?
-Tres y media.
-Tres y media de la mañana.
-A las tres y media todos los días. Me acuesto a las nue-
ve. Eso sí, después de bañarme y tomarme un trago.
-Se baña y se toma un trago, ¿qué toma?
-Whisky.Y no crea que muy lujoso. Me baño, me pon-
go una pantaloneta y me sirvo medio vaso de whisky.
Me lo tomo tranquilo, con queso, con carne, con alguna
buena boca.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 117

-Otro detalle importante es que usted ha estado en-


fermo varias veces. Ha tenido cáncer en varias oca-
siones y ha salido adelante.
-Este parche que tengo en la nariz es un cáncer de piel.
Mi mamá era muy blanca. Tremendamente blanca. Yo
hago canceres.
-Además, tuvo cáncer de estómago.
-Tuve cáncer de estómago. Me lo sacó el doctor Tre-
viño. Volvía comer bien. Hago mis necesidades bien.
Hace poco tuve un tumor en el páncreas. Me lo quita-
ron.
El consejo para
la gente joven
-¿Qué le aconseja a la gente joven?
-Qué trabaje. Que se joda. Que no cojan nada de gratis.
Es una vaina que le den a uno de beneficencia. El país
necesita el trabajo. A los empresarios, les digo que em-
prendan, que den ocupación. Viera cómo detesto cuando
me dicen que hay un poco de plata guardada.
-La plata tiene que estar ahí, en el trabajo.
-Produciendo. A mí no me gusta la plata. Me encanta que
las empresas crezcan y se hagan grandes, por supuesto.
Cuando me dicen que están exportando ocho millones de
dólares de banano, yo digo, “¡qué dicha!, ¡qué bueno!”,
pero no es porque me va a dejar más plata, sino porque
eso significó más trabajo, más desarrollo. Hay más o me-
nos ciento ochenta empleados.
-¿Qué siente por Sarapiquí?
-Un gran cariño. Parte de mi legado a Sarapiquí va a ser
un acilo de ancianos. Hay una platita reservada para eso.
120 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

-Hay una anécdota de por qué le dicen Romanito.


-Don Romanito.
-Don Romanito. Don Romano es su papá.
-Estaba ya casado. Llego a la finca y, como de costum-
bre, en la mañana, el vaquero alistaba el caballo para
salir. Llega desconcertado un muchachito que siempre
me había visto, de confianza. Me dice, “don Romanito,
ya está listo el caballo” Le digo, “por qué carajos me
decís don Romanito” Me dice, “es que usted es casado,
hay que decirle don”.
-Antes le decía Romanito.
-Claro. Como ya era casado había que decirme don.
Yoyo fue el que me puso ese cuento. Yoyo me decía
don Romanito. Ana Rita, la hija, sólo me conoce como
don Romanito.
-Don Romano, muchas gracias. Gracias por las
entrevistas. Don Romano gracias a Dios, usted ha
tenido la generosidad de ayudarnos con el libro de
don Yoyo. Ya lo está revisando para que salgan po-
siblemente los dos libros juntos.
-Eso sería un gran honor, estar a la par de Yoyo. Eso sí
es un honor.
(Mi primera entrevista con
Don Romano Orlich)

El roble de Sarapiquí
“Me tocó hacer finca, arrear ganado, sacar ganado des-
de Sarapiquí hasta Alajuela, con unos peones famosos,
Basurita y Chepe Lucas, los famosos arrieros de Río
Cuarto. Nos volábamos tres días caminando de Chila-
mate a Alajuela, tres días en el camino, con una gran
arrea de 12 vacas, de 200 pesos cada vaca…”.
“Cuando me metí a Sarapiquí decía mi abuela que es-
taba loco. Me dio la recomendación de que me bañara,
me rasurara y me cambiara la ropa, que si no me iba a
hacer un salvaje”.
Él es la leyenda viva entre los agricultores de Sarapiquí,
que entraron a esta zona cuando era inhóspita, y había
que andar en mula y a pie, por entre trillos y montañas,
para empezar a soñar con una finquita. Ahora, después
de tener fuerza y paciencia durante más de medio siglo,
Don Romano Orlich es querido y muy respetado pro-
ductor bananero en la zona norte. Nos encontramos en
122 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

su oficina de San Pedro de Montes de Oca. Me recibe


un señorón, grande y fuerte, que parece muchos años
menor de los que lleva entre pecho y espalda. En su ofi-
cina, lo primero que llama la atención son tres pinturas
de Margarita Facio. En cada una hay un árbol querido
por don Romano.
“Son los tres árboles típicos de Costa Rica, el Corteza
Amarillo, el Malinche y el Roble Sabana”. Son tres óleos
del año 83. Atrás, en la otra pared de la oficina, que me
queda a la espalda, hay una prueba de editor de Don
Paco Amighetti, un paisaje de Rafael Solís, una casona
vieja de las típicas de Escazú y trapiche de bueyes de
Barrantes. Hay fotos de la mamá; de su esposa, Jessie
Montejo Ortuño, prima de Fernando Ortuño e hija de
Manuel Montejo, quien fuera gerente del Banco de Cos-
ta Rica; una foto de su hermano Luis Orlich, que falleció
en un accidente aéreo en el año 58 en Zent, Limón, en
una avioneta, cuando iba para un carnaval de Limón,
y también hay fotos de sus nietas. -Son cuatro nietas,
Gina, quien está casada; Éricka, que estudia Biología
Molecular en Suiza y está sacando su doctorado, así
como Mónica y Stephanie, que son estudiantes univer-
sitarias en Carolina del Norte. Sin colocar, hay una pin-
tura de una casita en medio de un potrero, con la mon-
taña al fondo. -Esta es la primer abra de montaña que
hice yo, en 1949. Es decir, que tiene 56 años de trabajar
al campo, muy fuerte, para surgir como finquero y como
productor. Romano Orlich Carranza nació en San José
el 14 de diciembre de 1925, pero podría pasar por un
hombre de 65 años. -Gozo de muy buena salud. Debe
ser el trabajo el que me conserva. Sus papás fueron
Romano Orlich Zamora y Celia Carranza Volio, sobrina
del legendario general Jorge Volio.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 123

-Soy sobrino nieto de Jorge Volio. Los Volio son una


única familia. También venimos de don Miguel Carran-
za, hermano de don Bruno Carranza y quien trajo la
primera imprenta a Costa Rica. Por ahí tengo el pedigrí.
“Crecí en San José y San Ramón, fui a la Escuela
Buenaventura Corrales y al Liceo de Costa Rica. En
la escuela y en el liceo, tuve algunos compañeros inol-
vidables como Eduardo Yamuni, Fernando Zumbado,
Rodolfo Vinocour, el doctor Salvador Gurdián, el doctor
Alejandro Mayer, Armando Araúz, el doctor Manuel Wa-
serman, el doctor Rodrigo Loría Cortés y Carlos Manuel
González, el de ´El Pelón de la Bajura´.
“En la escuela era buen estudiante, entre bueno y muy
bueno, no excepcional, eso sí. Me gustaba mejenguear.
Nunca fui un deportista muy connotado. Mejengueaba
mucho, y era muy peleoncillo. No era muy especial. Era
un carajillo común y corriente.
“Vivíamos en el Barrio Amón. Éramos cuatro herma-
nos, todos hombres. Murieron dos, el mayor y el menor,
queda el Doctor Claudio Orlich y quedo yo, que soy el
segundo. Los dos que murieron eran Alberto, dos años
mayor que yo, y el menor Luis, abogado, dos años me-
nor que Claudio, por lo que tendría 75”.

Vida vibrante
“Del colegio me fui para los Estados Unidos, a la Uni-
versidad de Cornell, donde me hice agrónomo y saqué
mi especialidad en Zootecnia.
“Cuando llegué de la universidad empecé a trabajar en
el Ministerio de Agricultura, con Don José Joaquín Peral-
ta, Quincho Peralta, en el gobierno de Teodoro Picado.
124 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

Me tenían en la sección de ganadería, marcando vacas


en la plaza de Alajuela. Había un programa de vacas no
aptas para la cría.
“Renuncié porque me fui con Alfredo Volio a la ´Huelga
de los Brazos Caídos´, en Cartago. Siempre he sido
peleón. Ahí conocí a todos los viejos importantes de
Cartago, Orontes Gutiérrez, Carlos Piedra, José Miguel
Jiménez, Mario Vargas…
“Me fui a trabajar a San Ramón donde papá manejaba
las fincas de la familia. Ahí es donde viene la parte chis-
tosa de la vida mía. En el 46 empecé a trabajar con el
IICA, cerca de Turrialba. Trabajaba con el doctor Road.
Estábamos en la campaña de Ulate, un día le dieron
las quejas a la administración del IICA, porque según
denunciaron, yo usaba el carro del IICA para ir a Tu-
rrialba a las reuniones políticas… Me quitaron el carro,
me prohibieron usarlo, y entonces compré un caballo.
Me movía a Turrialba en caballo. Dejaba el caballo en
Aragón.
“Un día estábamos en la reunión. Por cierto que ahí
estaba el papá del diputado Luis Ramírez Villalobos. El
señor era farmacéutico en Turrialba. Estábamos en una
reunión con él, que era secretario del grupo. Hacíamos
las reuniones en la lechería de Sergio Castro, y empezó
un tipo a ofender. Era un mariachi. Bajé a ver qué era
la carajada, y nos agarramos. Me acomodó el primer
sopapo, me tiró contra un horcón, y me le fui encima
con toda la saña. Lo agarré a pescozones y lo volé al
suelo, y le di por la cara. Al día siguiente me encontré
con el doctor Sotero Antillón, y me contó que me iban
a acusar, por todo lo que le di. Me jalaron para la Al-
caldía, me encerró el jefe político que había entonces,
de apellido Mejía. Como ya venían las elecciones me
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 125

quitó la cédula, para que yo no votara, pero nos habían


dicho que hiciéramos duplicados de cédula, por si la
policía empezaba con la política de quitarnos la cédula.
Yo tenía un duplicado. Me acuerdo de la congoja de ese
viejo cuando me vio entrar el día de las elecciones. Mi
primer voto fue en Turrialba, y voté por Otilio Ulate. Fui
tan ulatista, que antes, en la convención, en la campa-
ña de Pepe y Otilio, yo iba con Ulate.
“Es que la casa de mi mamá estaba a la par de la casa
de Ulate. Ahí nos conocimos. Crecí a la par de don Oti-
lio. Lo conocía muy bien. Es más, yo le decía Otilio y
bromeaba con él. En eso me fui para San Ramón y dejé
de verlo.
“En Turrialba, conocí a Jorge González. Nos paseába-
mos por la acera de la tienda de Jorge, frente al parque
de Turrialba. Él estaba casado con Nora Murillo, de San
Ramón. Por eso, nos llevamos muy bien.
“Nos paseábamos ofendiendo por la acera de Jorge y
los mariachis se paseaban ofendiendo por la acera del
parque. Un buen día que estábamos gritándole cosas
a los mariachis, íbamos tres y al frente había otros tres;
me dice Marcos Castro, nieto de don Florentino Castro,
que me agarre yo con un machillo, rubiecillo. Me dije, el
desgraciado de Marcos, ´mirá, no nos dejemos ofender,
Romano, vos cogé a ese machillo´. Y me voy yo, muy
contento, porque era más chiquitillo que yo. Me le fui
a enfrentar, me dio un primer pescozón, y ´goodbye´,
me puso a dormir. Me desperté en la madrugada. El tal
machillo era Longardes, el campeón nacional de boxeo.
Fui el día que me fue peor con los mariachis”.
126 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

De Turrialba a San Ramón


“De ahí pasé a San Ramón, a las fincas de la familia,
pero me echaron el 8 de diciembre del 48, porque el
marzo anterior me había enrolado con Chico en la re-
volución.
“Estuve en ´La Paz´, en San Ramón, con Chico. Está-
bamos José Luis Cabada, quien era ingeniero y des-
pués fue director del SNA; José Antonio del Barco; Li-
símaco Azofeifa, que estuvo en los ferrocarriles; Miguel
Ruiz Herrero, que después se hizo mariachi; Fidel Tris-
tán; Rodrigo Valverde Acosta, que era un carajillo joven,
de 14 ó 15 años… A Rodrigo lo comisionamos para que
cortara las líneas del telégrafo. Por eso no pudieron avi-
sar de la entrada a San Ramón.
“Recuerdo que después nos atacó Áureo Morales, que
vino a tomar la plaza de San Ramón. Estuvimos en ´La
Paz´ como cinco o seis semanas, desde el 1 de marzo
hasta que salimos, a mediados de abril.
“Mi tío Aquiles Orlich era calderonista. También era tío
de Chico (Orlich). Es que los Orlich Bolmarcich y los
Orlich Carranza éramos figueristas y revolucionistas,
mientras que los Orlich Ramírez y los Orlich Jenkins
eran calderonistas.
“Es que a Costa Rica llegó mi abuelo, que también se
llamaba Chico Orlich, tuvo aquí seis hijos, dos mujeres
y cuatro hombres. Sólo el papá de Chico se casó con
una italiana. Los demás se casaron aquí: uno con una
muchacha Jenkins de Atenas, Aurelia Jenkins, el hijo
se llama Nicolás; otro con Blanca Ramírez, el hijo se
llama Aquileo; otro con Georgina Bolmarcich, la italiana,
la mamá de Chico, y papá, que nos tuvo a nosotros.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 127

“Para el 48, la familia se dividió. Dos tíos eran maria-


chis: Aquiles era muy revuelto, bueno, todos nosotros
somos muy revueltos… Imagináte que un hijo de Aqui-
les estaba con el otro bando. Se fue para Nicaragua y
se enfiló con los de Coyotepe, para la contrarrevolución.
“Pero mejor te cuento la historia como es. Chico y yo
participamos en la revolución. Como los demás. Nos
ganamos el derecho peleando. Incluso vinimos a San
José, después de la revolución, y desfilamos.
“Cuando empezó la junta de gobierno, yo estaba en
San Ramón, pero a finales del 48 me echaron. Me echó
el resto de la familia, los que eran mariachis, porque
dominaban en la compañía.
“La historia de las divisiones entre hermanos venía de
una generación antes. Mi papá, Aquiles y Nicolás eran
antitinoquistas, y en el 18 participaron en la revolución
contra los Tinoco. Eran los líderes de San Ramón. Es
la sangre. Ese es el problema. Pepe (Figueres) en el
sepelio de mi abuelo, dijo que los hijos de don Chico,
entre ellos tío José, Nicolás, Aquileo y Papá, pelearon
contra los Tinoco, y la siguiente generación, o sea, Chi-
co y yo, peleamos contra la dictadura de Calderón y
Picado…
“Te iba contando que me echaron de la finca en San
Ramón. Y, bueno, me hicieron un gran favor, porque fue
cuando me metí a Sarapiquí”.

En Sarapiquí
“Me dijeron que en Sarapiquí había tierra libre. Me
echan mis tíos y mis primos, y me vengo para Sarapi-
quí. Llegaba caminando hasta Chilamate de Sarapiquí.
128 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

Me venía a pata desde Vara Blanca. Así llegué la prime-


ra vez. Después me fui adentrando más. Llegábamos
a Cinchona, después llegamos a Cariblanco, después
bajábamos el Congo y llegábamos hasta San Miguel.
En ese ´telele´ ya nos dio el año 53, y Chico Orlich era
Ministro de Obras Públicas en tiempos de Figueres, en
la primera presidencia legítima de Figueres. Chico con-
siguió unos bonos de café. Nos los dio para hacer ca-
minos, pero con la condición de que no se podía perder
plata. Chico era muy estricto. Teníamos que retirar los
bonos del ministerio, vendérselos a don Mariano Tovar
o a don Porfirio Morera, de Alajuela. Nos cobraba has-
ta el 36 por ciento de descuento. De esa forma empe-
zamos a trabajar en los caminos y llegamos hasta La
Virgen. Tenía yo 23 años. Así que ahora tengo más 56
años de vivir en Sarapiquí.
“La finca se llama ´La Rebusca´. Antes de ´La Rebusca´
estuve en Chilamate. Ahí me tocó hacer finca, arrear
ganado, sacar ganado a Alajuela, con unos peones fa-
mosos, Basurita y Chepe Lucas, los famosos arrieros
de Río Cuarto. Nos volábamos tres días caminando de
Chilamate a Alajuela, tres días en el camino, con una
gran arrea de 12 vacas, de 200 pesos cada vaca…
“En el corral de Gilberto Barrantes empotrerábamos,
Gilberto vendía el ganado en la plaza, en Alajuela, fui
muy amigo de él, que era el lechero más modernizado
y más emprendedor de la zona”.

“Decían que estaba loco”


“Cuando me metí a Sarapiquí decía mi abuela que es-
taba loco. Pasaba una temporada y venía otra… Se-
guíamos abriendo montaña. Había mucho animal. Tal
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 129

vez una anécdota. Ya me había casado, y mi mujer me


regaló un reloj Seiko Cinco, con números fosforescen-
tes. Una noche, habíamos estado hablando de casería,
que el tigre aquí y que el tigre allá… Apagamos la can-
dela como a las siete para dormir, porque uno se acos-
taba muy temprano y se levantaba de madrugada. Me
dormí. Yo me dormía sobre el brazo. En la noche, sentí
algo que me chupaba la planta del pie, me desperté
espantado de ver un lamparón verde, y pensé, ´jueputa,
me comió el tigre´. Uno arrollaba el pantalón y lo ponía
de almohada. Cuando hice a levantarme, quité el reloj
de la visión y se fue el tigre. Agarré el foco y la pistola,
me preparé para enfrentarme con el bicho, y era un ter-
nero. Se había soltado el condenado ternero. Yo no me
había bañado y me estaba chupando la sal del pie. Al
principio yo pensé que era el tigre porque vi de golpe
lo fosforescente del reloj. “En aquellos años, la vida del
campo era muy difícil. Imaginate que al principio vivía
en un rancho. Así pasé unos tres, cuatro o cinco años.
Después uno va haciendo casillas…
“Cuando la cosa iba mejorando, me vine de la mon-
taña para el Ministerio de Agricultura, en el gobierno
de Otilio, en el 52. Claudio Volio era el ministro, y era
pariente mío. Yo era encargado de ganado de carne.
Estuve un tiempo entre el ministerio y las fincas, porque
nunca dejé de ir a la montaña, aunque fuera de viernes
a domingo. Qué va. Si ya me iba costando mi tiempo y
un esfuerzo de los diablos”.

Padre de Los Diamantes


“Siempre jalé más hacia la zona. Por ejemplo, a mí me
tocó recibir la Estación Experimental Los Diamantes,
130 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

en Guápiles, cuando la entregaron los gringos, porque


esa finca había sido de los gringos para producir hule
para la Segunda Guerra Mundial. Entré en una avione-
ta de Míster Ellison, el Macho. Yo trabajaba en Stica,
que era como una agencia de cooperación de Estados
Unidos. STICA significaba ´Servicio Técnico Interame-
ricano de Cooperación Agrícola´. Era parte del famoso
Punto Cuatro´ de Truman, que dio pie a que nacieron la
Agencia Interamericana de Desarrollo (AID).
“Cuando recibimos Diamantes, no se había abierto la
cuenta bancaria, así que la primera planilla de Diaman-
tes, siendo ya del Estado, la pagué de mi bolsa. Me
acuerdo como hoy que fueron 70 mil pesos. Nos llevó
Roberto Alfaro en una avioneta.
“También me tocó inaugurar los programas de insemi-
nación artificial en El Alto de Ochomogo. También hici-
mos la Estación Experimental de Capulín, en Liberia,
y la primera exposición de ganado en Liberia. En ese
momento ya estábamos en el gobierno de Figueres.
Recuerdo que me mandó Pepe a Estados Unidos a
comprar cien toros, para un programa grande de mejo-
ramiento en Guanacaste. Fui con David Stewart, y nos
costó mucho conseguir cien toros buenos, así de golpe,
rápido…
“Seguí en el ministerio, fui director general y viceminis-
tro con Pepe. Después fui ministro un tiempito cortico,
tal vez ni mencionarlo porque fue muy corto el tiempo,
supliendo ausencias, nada más.
“Después, en el gobierno de Chico, él me nombró pre-
sidente del ITCO. Salazar Navarrete era mi gerente
cuando yo era presidente de la junta del ITCO. La otra
pieza clave del ITCO fue Yoyo Quirós. Como hermano
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 131

yo de Yoyo. Don Elías Soley Carrasco era el Ministro de


Agricultura, y don Eduardo Lizano Fait estaba en Plani-
ficación, o algo así, con un señor Eugenio Vargas, que
era el boticario de Nicoya, y José Francisco Jiménez
Lutmer… Ve cómo me acuerdo de todos los nombres.
“El Instituto de Tierras y Colonización (ITCO), que des-
pués se llamó IDA, nació con Chico, y ahí me tuvo Chi-
co hasta que nos echó Trejos”.

Cariari
“Abrimos Cariari… Hubo un momento en que perdimos
las elecciones. Entonces, estábamos con el proyecto
de Cariari entre manos. Dijimos que se iba a terminar
Cariari, que teníamos que terminarlo nosotros. Por
acuerdo de la junta, concentramos todo el equipo del
ITCO en Roxana y La Rita. Arrancamos trabajando 24
horas diarias, con tres turnos de trabajadores. Sólo se
paraba para engrasar y seguíamos. Ahí se afincó Rami-
ro Castillo, se casó con Nora Arias, y andaba feliz con
un D 6 nuevo. Se encargó de la coordinación a Rodrigo
Chaves, de Atenas, quien ya trabajaba en el ITCO.
“Mientras tanto, yo pasaba a ratos con la finca. Iba sá-
bados y domingos, iba por Vara Blanca… Ya en el año
66 me desentendí completamente del gobierno. Me ha-
bía separado del ministerio antes, un año antes.
“Después de ayudar en los gobiernos de Otilio, Pepe
y Chico, siempre en agricultura, me quedé en Sarapi-
quí, no volví a San José. Empecé a producir ganado.
Tenía esa finca de Chilamate, y mi papá tenía otra en
San Miguel. Los dos teníamos cría de ganado. He sido
ganadero toda la vida. Es lo que más me gusta. Tengo
132 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

finca de ganado. Debo reconocer que me gusta más


que el banano, pero la producción bananera también
me interesa mucho. Lo que pasa es que el ganado es
tranquilo, el banano es muy dinámico… Al ganado con
sólo verlo comiendo usted descansa.
“Me hice bananero en el año 90. Le vendí la mayor par-
te de mis fincas de ganado a Chiquita. Me las paga-
ron muy bien. Uno como agricultor viene a ver la plata
cuando vende. Antes no ve nada. Ya había tenido otros
negocios en San José, tuve una famosa empacadora
de carne que se llamó Pecosa, en Barranca de Punta-
renas, la mejor planta empacadora que ha habido aquí
en Costa Rica, por lo menos en el momento en que yo
la tuve. La tenía con un cubano, Alberto Roque.
“Ya había hecho mucho como ganadero, y empezar
como bananero me llamaba la atención. Incluso, an-
tes de tener la empacadora de carne, fui gerente de
Montecillos durante un año. Oiga esto: fui reelecto con
107 votos contra 3, pero no me dejaron ocupar el cargo
porque era con una terna que había que presentarle al
consejo. Yo era contrario al gobierno, estábamos en el
gobierno de Trejos, entonces Rodrigo Riggioni, que era
gerente del CNP, la institución que manejaba Monte-
cillos, y ´Macho´ Iglesias, Guillermo Iglesias, el Minis-
tro de Agricultura, decidieron que, a pesar de que gané
la terna, no debía ser yo el gerente. Rodrigo, que era
amigo mío, me dijo ´Romano, vos ganaste, pero perdo-
náme, tenemos instrucciones del gobierno de que no
ocupés la gerencia´. Entonces nombraron a Luis Feli-
pe Ramírez, el vendedor del ganado de los Riggioni en
Alajuela.
“Después estuve en Pecosa varios años, no recuer-
do cuántos. Matamos mucho ganado. Exportábamos
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 133

la carne. Imaginate que hice junto con Miguel Ángel


Rodríguez la primera exportación de carne a Israel en
tiempos de Daniel Oduber.
“El embajador de Israel y Daniel se empeñaron en que
había que hacer una negociación a cómo diera lugar
entre los dos países. Entonces, a pesar de los precios
altos de la carne de Costa Rica, hubo un acuerdo entre
gobiernos de que había que comprarnos. Nos compra-
ron 5 mil toneladas.
“Como no podía producir toda la carne en Pecosa, in-
vité a Miguel Ángel, que era mi competidor, para que
tomáramos ese reto juntos. Él empacaba en Gisa, en
Guanacaste. Su empacadora era más grande que la
mía, pero yo fui el que hice el negocio. Lo invité a for-
mar parte del reto, y la verdad es que Miguel Ángel era
un carajo muy trabajador. Siempre fue muy ambicioso
y muy agradable, muy educado y era aun un tipo joven.
El suegro de él, Manuel Emilio Clare, había empezado
con el negocio de la carne. Así fue como Miguel Ángel
empezó a trabajar en eso, porque él nada que ver con
agricultura ni ganadería, es economista y abogado.
“Había muchas plantas empacadoras y poco ganado,
así que en tiempo de Daniel Oduber, Juan Arrea, que
era gerente del Banco Central, empezó a decir que
eran muchas plantas para poco ganado. Se hizo un ne-
gocio que yo creo que lo idearon entre Tomás Batalla
y Miguel Ángel, para eliminar una planta empacado-
ra, Tomás Batalla tenía una en Alajuela; Miguel Ángel
en Guanacaste; Roberto Rojas estaba con ´El Arreo´,
con un grupo de ganaderos, Santi Ovares, Ronald Let,
Quintín Rojas, de San Carlos; Fernando Retana, Herre-
ra de Venecia, Chale Guillén… Pero prácticamente los
dueños eran Roberto y Santi. Además, la Cooperativa
134 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

Montecillos tenía una planta en Barranca y otra en Ala-


juela, y nosotros también…
“Se decidió que había que eliminar una empacadora,
que había muchas. La verdad es que la única empaca-
dora que no estaba en proceso de ruina era la nuestra.
Era la única que tenía valores libres, patrimonio… En-
tonces el Banco Central, con Juan Arrea al frente, pres-
tó la plata para cerrar Pecosa. Fue un buen negocio
para todos. Era la única que se podía cerrar. Había que
entregar bienes, todos los demás estaban en proceso
casi de quiebra…
“De nuevo, eso lo habíamos hecho de la nada, con
base en el nombre y en el crédito. Había conseguido
algo de plata con Codesa y Daniel me ayudó. Al final,
hubo que vender. Yo no me puse de tonto a pelear. Hice
efectivo parte del patrimonio. Eso me permitió comprar
más fincas en Sarapiquí…”.

La Rebusca
“Con la plata que me dieron de la venta y el cierre de
la empacadora de carne, compré ´La Rebusca´ a Fa-
bio Ruiz. Se llama ´La Rebusca´ porque la compré muy
barata y en muy buenas condiciones. Después com-
pré ´La Chamaca´ a un carajo Avendaño, que le decían
´Chamaco´ Avendaño (qdDg). Se llama Chamaca en
honor a Chamaco. Y también compré ´La Chiripa´. Se
llama así porque fue un chiripazo comprarla. La iba a
rematar el banco.
“Llegué a tener mil cabezas de ganado ahí, entre las tres
fincas. Después, como te conté, Chiquita me compró la
mayor parte de esas tierras. A Chiquita le vendí lo que
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 135

hoy es Cocobolo, Gavilán y Roble, tres fincas de bana-


no de Chiquita. Le vendí ´La Chiripa´ al ITCO, y el ITCO
la loteó. Yo sólo me dejé ´La Rebusca´, porque al hacer
el muestreo de suelos para banano, el Doctor Gaugel,
que era el especialista que estaba probando los suelos
de esta finca, me dijo ´esto es pura mantequilla´. En-
tonces, yo me la dejé porque era la mejor tierra, porque
me puse a pensar, ´Chiquita me está comprando, Chi-
quita, bueno, la Yunai, como decíamos nosotros, no se
llamaba Chiquita, se llamaba United Brands, tiene cien
años de estar en banano, conocen el negocio, me están
comprando porque el negocio es bueno y yo me estoy
dejando el mejor pedazo, no tengo nada que perder´.
“´La Rebusca´ es una finca de 123 hectáreas. Tengo
sembrado de banano 101 hectáreas. Aquí vivo yo. Aquí
atiendo a mis amigos. Paso aquí de miércoles a do-
mingo. Ahora los martes voy a la Junta Directiva de
CORBANA, soy el presidente de la junta, y es una ex-
periencia muy bonita, muy interesante. Me ha tocado
una época de gran cambio, tiempos muy duros para la
industria. Por mi formación profesional le he dado mu-
cho énfasis y en cierto modo he reorganizado lo que es
investigación y asistencia técnica.
“Mi formación profesional fue fundamentalmente en in-
vestigación y trabajé mucho con STICA dando asisten-
cia técnica. Me di cuenta de la necesidad del campesi-
no de que le lleven la asistencia técnica.
“Tengo una anécdota sobre esto, que he escondido
hasta ahora, la he guardado como un secreto. La Stan-
dard Fruit Company tenía como gerente a Joel Lloyd.
En Diamantes se firmó un contrato de una hectárea de
banano de una nueva variedad, que se llama Valery.
Era el banano para empacar, el primero para exportar
136 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

en cajas…
“Yo era director de la Estación Experimental Los Dia-
mantes. Estábamos en tiempos de Figueres, con Yoyo
Quirós de Ministro de Agricultura. A la par de esa hec-
tárea se sembró otro lote, como que a escondidas. Esa
hectárea tenía un contrato muy cerrado. No se podía
tocar, ni repartir. Se tenía para investigación y era un
asunto secreto de la Standard, pero a escondidas. A la
par fuimos sembrando otro lote con hijos de ahí. Ese
segundo lote no tenía contrato. Para esos años, yo soy
presidente del ITCO, y en ese momento también direc-
tor de Los Diamantes… Yo recordé que Chico en su
campaña ofreció sembrar Bataán, y pensé que tenía-
mos que sembrarlo con esta variedad nueva”.

El robo de la semilla
“En eso Chico me pide que hay que sembrar Bataán, y
yo ni lerdo ni perezoso. Yoyo me dice ´Romanito, ¿por
qué no nos llevamos un poco de semilla?´. El ingenie-
ro Juan Rafael Lang, quien después fue subgerente
de CORBANA, trabajaba conmigo en Los Diamantes,
e ideamos la manera de sacar la semilla para Bataán.
Hasta el tren era operado por Standard. El jefe de los
trenes era Alberto Amador, y le bailamos la sueca.
”Te cuento nuestra fechoría: le pedimos dos carros de
ferrocarril para transportar el menaje de casa de Juan
Lang a Bataán; en la noche lo cargamos de banano, y
se fue la semilla de la Standard para Bataán. La sem-
bramos, tranquilamente, y de pronto, me llama Chico a
la Casa Presidencial, y me dice, ´Romanillo --sólo así
me decía- - venite, porque hay una gran torta aquí y
dicen que es culpa tuya´. Me voy yo para la Casa Presi-
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 137

dencial, iba asustado, entré por la guardia presidencial


y me dice la secretaria, con la mano, que me van a
barbear. Entré más asustado de lo que venía. Estaba
Chico sentado en el escritorio. También estaban Mario
Quirós Sasso, que fue el primer Ministro de la Presi-
dencia; Mariano Anderson, el abogado de la Standard;
Mister Lloyd y el embajador americano, que era medio
mexicano.
“Me dice Chico, ´Romanillo, estos señores te acusan de
que vos les robaste un banano´. Chico era ronquetas
para hablar, y cuando quería enojarse o hacer teatro,
se ponía más ronquetas. ´Dicen que vos les robaste un
banano especial de ellos y que había un contrato en el
que decía que no se podía tocar´. Yo le contesté ´Chico,
yo no me he robado nada´. Se mete Míster Lloyd ´no
estamos acusando de robo, posiblemente usted ignora-
ba que hay un contrato por el cual la semilla no puede
propagarse…´. Le contesto ´no, Míster Lloyd, yo soy
el Director de la Estación Experimental Los Diamantes,
no ignoro ese contrato, pero resulta que el banano que
me llevé, no es el del contrato, el suyo ahí está, usted lo
puede ver, no me he robado nada´. -Usted debe com-
prender que el material se pasó de ese lote a otro, dijo
Lloyd -Sí, Mister Lloyd, usted debe comprender que el
lote de la par es del gobierno de Costa Rica.
“Él argumentó, yo argumenté, al final, dije, ´me cago en
todo, si no me quieren entender, ya me voy´. Entonces
dice Chico, ´jueputa Romanillo, qué jeta más sucia´.
Todo el mundo se esmoreció de la risa, el embajador,
Lloyd y el abogado también. Hasta ahí llegó el pleito”.
138 Memorias de un emprendedor de Sarapiquí

Dinamismo bananero
“Destaco de la producción bananera lo dinámica que
es. Como costarricense, me gusta que la producción
bananera produce mucho bienestar social. Tengo más
de 200 trabajadores y tengo 260 hectáreas. Tengo otra,
Pénjamo, que la compré después, en Zapote de Sara-
piquí. Otra anécdota curiosa es que siendo presidente
del ITCO, le compramos a un grupo formado por Gil-
berto Barrantes, Alfredo Volio, Juan Arrea y Guido Goi-
coechea, que eran directores del Banco Nacional. Les
compramos esas tierras para formar la Colonia Gonzá-
lez Flores.
“Ese grupo había comprado a cien colones la hectárea,
y nosotros le compramos a ellos a 200 colones la hectá-
rea. Les compramos 10 mil hectáreas. Don Otilio Ulate
nos acusó de que estábamos malversando los fondos
del ITCO, pagando caprichos. Después, la tierra se vol-
vió a concentrar, que ha sido la gran desgracia: el ITCO
y de la reforma agraria en Costa Rica, que se reparte
tierras y a la vuelta de los años están en manos de unos
pocos. Bueno, esas mismas tierras yo le compré des-
pués a BANACOL, que había comprado 700 hectáreas.
De esas tierras, yo compré 200 hectáreas, como a mil
quinientos dólares la hectárea, en el 90, cuando le ven-
dí las otras a Chiquita. Las vueltas que da la vida… Esa
finca se llama Pénjamo. Tengo 160 hectáreas sembra-
das y 40 hectáreas de bosque.
“Todavía trabajo absolutamente todos los días. Veo las
fincas, todos los días camino todas mis fincas a pie y
a caballo, tanto las fincas de banano como la finca de
ganado, que se llama Pochote, y está en las Marías”.
Memorias de un emprendedor de Sarapiquí 139

Mi lindo Sarapiquí
“Sarapiquí me gusta mucho. Ahora está cerca, ahora es
un juguete. Voy y vengo de San José a Sarapiquí y al re-
vés en cualquier momento. Le debo mucho a Sarapiquí,
porque no soy de una familia pobre, pero yo no tenía
plata. No tenía un cinco, era un asalariado… He llegado
a tener a punta de trabajo. Son cincuenta y cinco años
de estar metido en Sarapiquí y le debo a Sarapiquí las
finquitas que tengo”, dice don Romano, sentado en su
e escritorio. Detrás, tiene dos pequeñas esculturas de
toros, que son un recuerdo de Estados Unidos.
“Ahora tengo 350 cabezas, en una finquita de 143 hec-
táreas, unas 225 manzanas. Me gusta la bananera,
pero el ganado también me hace feliz.
“Una ventaja que he tenido es que tengo a un hijo, Ro-
mano, el menor, que me apoya en todos los proyectos.
Como acaban de pasar inundaciones, ahí estuvo mi hijo
Romano limpiando barro. Él es el gerente de las fincas,
y yo soy el presidente, el toro que más mea, como dicen.
“También tengo dos hijas, la hija mayor, Jessie María,
y la menor, Elizabeth. Las dos viven en Curridabat, una
es microbióloga, y la otra es la Presidenta Municipal de
Montes de Oca.
“La verdad es que mi familia me ha hecho feliz y lo que
tengo me tiene disfrutando mucho de la vida, entre el
banano y el ganado paso muy bien siempre. Creo que
se me nota lo bien que me siento”.
(Esta última entrevista apareció primero en mis libros
“Pioneros de la producción bananera” y “Conversaciones
con la historia”. Aunque repite algunas historias y algu-
nos conceptos, enriquece el libro con otros elementos).
Camilo Rodríguez Chaverri es
periodista y escritor. Trabaja en
radio, prensa escrita y televisión.
Ha publicado 145 libros.

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