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Maquiavelo (Republicanismo)

Introducción

Aunque no tan populares como El príncipe —donde Maquiavelo describe el actuar para
mantener la unidad del Estado y del poder— Los discursos de la primera década de Tito
Livio contienen (aunque no de forma esquemática) una doctrina Republicana que mantiene
principios generales propios de dicha forma de Estafo, o régimen, como la libertad, la
libertad civil, el valor ciudadano y militar, entre otros.

Maquiavelo sustenta, pues, su Republicanismo en oposición a las monarquías que


favorecen al bien personal de uno sólo (El tirano) e incluso el de Los principados en donde
todo estábien ordenado. El republicanismo de Maquiavelo funciona como una forma mixta
en donde se equilibran las oposiciones entre el rasgo popular (Democrático) y el
aristocrático. Sin embargo, cabe señalar que el republicanismo de Maquiavelo no ocupa una
forma idealizada o normativa para todos los Estados, sino que se refiere a una forma
especifica de preferencia del florentino, debido a los resultados que el observa en la historia
de Roma. Cabe decir que Maquiavelo resalta la existencia de tres Repúblicas:

1) Atenas: donde prevalecía el poder popular (democrático)


2) Esparta: donde prevalecía el poder Aristocrático
3) Roma: donde, de acuerdo con Maquiavelo, se encuentra un orden armonioso entre
las clases, pero que se desvanece por el carácter valeroso y de conquista del
imperio.

Argumentos

Preferencia de la república Romana

Los que lean cual fue el principio de la ciudad de Roma, quienes sus legisladores y el
orden que establecieron, no se maravillaran de que hubiera en dicha ciudad tanta virtud
durante largos siglos, ni del poder que llego a alcanzar esta república. (Discursos, libro I,
cap. I)

Felicidad e infelicidad de las Repúblicas

Puede llamarse feliz una república donde aparece un hombre tan sabio que le da un
conjunto de leyes, bajo las cuales cabe vivir seguramente sin necesidad de corregirlas.
Esparta observo las suyas más de ochocientos años sin alterarlas y sin sufrir ningún
trastorno peligroso. Por el contrario, es desdichada la republica que, no sometiéndose a
un legislador hábil, necesita reorganizarse por si misma, y más infeliz cuanto más
distante esta de una buena constitución, en cuyo caso se encuentran aquellas cuyas
viciosas instituciones las separan del camino recto que las llevaría a la perfección, siendo
casi imposible que por accidente alguno la consigan. (ibidem, Libro I, Cap. II)

Sobre la Mixtura de principios (Monárquico, Aristocrático y Democrático).

Digo, pues, que todas estas formas de gobierno [Monárquico, Aristocrático y Democrático,
y Tiranía, Oligarquía y licencia] son perjudiciales; las tres que calificamos de buenas, por
su escasa duración, y las otras tres, por la malignidad de su índole. Un legislador
prudente que conozca estos defectos, huira de ellas, estableciendo un régimen mixto que
de todas participe, el cual será más firme y estable; porque en una constitución donde
coexistan la monarquía, la aristocracia y la democracia, cada uno de estos poderes vigila
y contrarresta los abusos de los otros. Entre los legisladores más célebres por haber hecho
constituciones de esta índole descuella Licurgo, quien organizo de tal suerte la de Esparta,
que, distribuyendo la autoridad entre el rey, los grandes y el pueblo, fundo un régimen de
más de ochocientos años de duración, con gran gloria suya y perfecta tranquilidad del
Estado.

Libertad Republicana

Libertad Romana

Los mayores obstáculos para los romanos al conquistar los pueblos inmediatos a ellos y
algunos de las provincias lejanas nacían del amor que en aquel tiempo tenían muchos de
éstos a su independencia, tan obstinadamente defendida, que era precisa grandísima
virtud para sojuzgarlos. Repetidos ejemplos hay de los peligros a que se exponían por
conservar o recuperar su libertad y de las venganzas contra los que les privaban de ella.
También enseña la historia los daños que a una ciudad o a un pueblo causa la
servidumbre.

Libertad “antigua”
Países en donde apenas puede decirse ahora que hay ciudad libre, en los tiempos antiguos
estaban ocupados por pueblos libérrimos. En la época a que nos referimos, Italia, desde
los Alpes que dividen ahora a la Toscana con Lombardía hasta el extremo meridional,
contenía muchos pueblos libres, como lo eran los etruscos, los romanos, los samnitas y
otros varios que habitaban en el resto de la Península. No se sabe que tuvieran reyes,
excepto los que reinaron en Roma, y Porsena, rey de Etruria, cuya estirpe, que se
distinguió, no menciona la historia

Efecto de la libertad en los pueblos Republicanos

Es cosa fácil comprender de donde nace la afición de los pueblos a las instituciones
libres, porque se ve, por experiencia, que solo cuando hay libertad aumentan el poder y
la riqueza de los ciudadanos. Causa, en efecto, admiración considerar cuanta fue la
grandeza de Atenas en el espacio de cien años, después que se libró de la tiranía de
Pisistrato, y aun es más maravillosa la de Roma después que abolió la monarquía.
(Discursos, II, II.)

Libertad y bien común

No es el bien particular, sino el bien común, lo que engrandece los pueblos, y al bien
común únicamente atienden las repúblicas. En ellas sólo se ejecuta lo encaminado al
provecho público, aunque Perjudique a algunos particulares; pues son tantos los
beneficiados, que imponen las resoluciones a pesar de la oposición de los pocos a
quienes dañan. (Discursos, II, II.)

Libertad de la Monarquía respecto de la República

Lo contrario sucede cuando hay monarquía. La mayoría de las veces lo que hace el
príncipe para si es perjudicial al Estado, y lo que hace por el Estado es opuesto a su
personal interés de modo que, cuando una tiranía sustituye a un régimen liberal, lo menos
malo para el Estado es no progresar ni aumentar poder y riqueza, y las más de las veces, si
no siempre, empieza su decadencia. […] (Discursos, II, II.)

Tampoco los Estados que conquista [El tirano] puede someterlos o hacerlos tributarios del
que él domina, por no convenirle que éste sea poderoso, sino que las nuevas adquisiciones
estén disgregadas y dependientes sólo de su autoridad personal. Sus conquistas son, pues,
favorables a él y a su patria. (Discursos, II, II.)

No es, pues, maravilloso que los antiguos pueblos persiguieran con tanto odio a los tiranos
y amaran la libertad, cuyo nombre en tan grande estimación tenían. Así sucedió cuando
Hierónimo, nieto del siracusano Hierón, fue muerto en Siracusa. (Discursos, II, II.)

Las aspiraciones de los pueblos libres rara vez son nocivas a la libertad, porque nacen de
la opresión o de la sospecha de ser oprimido y cuando este temor carece de fundamento
hay el recurso de las asambleas, donde algún hombre honrado demuestra en un discurso el
error de la opinión popular. (Discursos, I, IV)

Religión (paganismo vs catolicismo)

Paganismo

Meditando en que consiste que los pueblos antiguos fueran más amantes de la libertad que
los actuales, creo que procede del mismo motivo que hace ahora a los hombres menos
fuertes, cual es la diferencia de educación, fundada en la diferencia de religión. Ensenando
la nuestra la verdad y el verdadero camino, hace que se tengan en poco las honras de este
mundo; pero los gentiles, estimándolas y considerándolas como el verdadero bien,
aspiraban a ellas con mayor vigor y energía. Esto se advierte en muchas de sus
instituciones, singularmente en la magnificencia de sus sacrificios comparada con la
humildad de nuestras ceremonias religiosas, en las cuales la pompa, más sencilla que
imponente, no tiene nada que sea enérgico o feroz. No escaseaba en la Antigüedad el
esplendor a las ceremonias; pero añadían a ellas feroces y sangrientos sacrificios,
matando infinidad de animales, cuyo terrible espectáculo daba energía y dureza al
carácter de los hombres. Además, la religión pagana solo deificaba a hombres llenos de
gloria mundana, como los generales de los ejércitos y los jefes de las repúblicas, y la
nuestra ha santificado más a los hombres humildes y contemplativos que a los de enérgica
actividad. (Discursos, II, II.)

Catolicismo

Esta nueva manera de vivir parece que ha hecho más débiles a los pueblos y más fácil
convertirlos en presa de los malvados, que con mayor seguridad pueden manejarlos al ver
a casi todos los hombres más dispuestos, para alcanzar el paraíso, a sufrir las injurias que
a vengarlas. Pero la culpa de que se haya afeminado el mundo y desarmado el cielo, es, sin
duda, de la cobardía de los hombres que han interpretado la religión cristiana conforme a
la pereza y no a la virtud […] (Discursos, II, II.)

Estas falsas interpretaciones, y la educación que de ellas nace, hacen que haya ahora
tantas republicas corno antiguamente, ni en el pueblo tanto amor a la libertad como
entonces. (Discursos, II, II.)

El fin de la república es el imperio

Creo, sin embargo, que lo que más ha contribuido a este resultado son las conquistas del
Imperio romano, el cual ahogó con sus armas y su grandeza todas las repúblicas y todas las
libertades: y aunque este Imperio se arruinó, los pueblos no han podido aún reorganizarse,
ni establecer instituciones libres sino en poquísimas comarcas de las que abarcaba.

Los beneficios de la República

Fácil es comprender la causa de la antigua prosperidad y de la actual miseria, pues


depende de que entonces había allí un pueblo libre y ahora un pueblo siervo, y los países
libres, en todas las comarcas ya hemos dicho que hacen grandísimos progresos. La
población aumenta porque, no habiendo obstáculo que estorbe los lazos matrimoniales,
son los hombres más propensos a casarse y procrean los hijos que creen poder alimentar,
en la seguridad de no ser privados de su patrimonio; como también de que nacen
ciudadanos libres y no esclavos, y que mediante sus méritos pueden llegar a ser hasta
jefes del Estado. Las riquezas que proceden de la agricultura y de la industria se
multiplican, porque cada cual se aplica a aumentar las suyas, pudiendo gozar de ellas
libremente, y conforme crecen las de los particulares aumentan la del Estado.

El antagonismo de las clases en la república

Existen graves y naturales conflictos entre hombres nobles y populares (Historia de


Florencia, I, III)

Sostengo que quienes censuran los conflictos entre la nobleza y el pueblo condenan lo que
fue primera causa de la libertad en roma […]. Fijando bien la atención en ellos [los
tumultos], se observará que no produjeron destierro o violencia en perjuicio del bien
común, sino leyes y reglamentos en beneficio de libertad pública. (Discursos, I, IV.)

Los que prudentemente han organizado repúblicas, instituyeron, entre las cosas más
necesarias, una guardia de la libertad, y según la eficacia de aquélla es la duración de
ésta. Habiendo en todas las repúblicas una clase poderosa y otra popular, se ha dudado a
cuál de ellas debería fiarse esta guardia.-'1 En Laccdcmonia antiguamente, y en nuestros
tiempos en Venecia, estuvo y está puesta en manos de los nobles; pero los romanos la
pusieron en las de la plebe. Preciso es, por tanto, examinar cuáles de estas repúblicas
tuvieron mejor elección. Poderosas razones hay de ambas partes; pero atendiendo a los
resultados, es preferible darla a los nobles, porque en Esparta y en Venecia ha tenido la
libertad más larga vida que en Roma. (Discursos I, IV)

La república y la guerra

Disciplina militar

No basta para organizar un buen ejército tener hombres endurecidos en las fatigas y
haberlos hecho vigorosos, ágiles y diestros; se necesita que aprendan a estar en filas, a
obedecer las señales, los toques y las voces de los jefes, estar a pie firme, retirarse,
avanzar, combatir y caminar, porque sin esta disciplina, cuidadosamente observada y
practicada, nunca habrá ejército bueno. No cabe duda de que los hombres valerosos, pero
desordenados, son más débiles en conjunto que los tímidos disciplinados, porque la
disciplina aleja el temor y el desorden inutiliza la valentía.(El arte de la guerra, Libro II.)

El valor Republicano

Y los fundamentos de todos los Estados estado tanto nuevos, antiguos o mixtos, los
principales son las buenas leyes y las buenas armas. (el príncipe, XII.)

En la Antigüedad, lo mejor para una república era tener muchos hombres ejercitados en
las armas, porque no es el esplendor de las piedras preciosas o del oro lo que hace
someterse al enemigo, sino el temor a las armas. Además, los errores en muchos asuntos
pueden a veces enmendarse; pero en la guerra es imposible, por lo inmediato de la pena.
Por otra parte, el saber combatir aumenta la audacia de los hombres, puesto que nadie
teme hacer aquello que ha aprendido. (El arte de la guerra, II)
El rey o la republica que quiera tener a sus súbditos o ciudadanos dispuestos para la
guerra, debe organizarles de este modo y con las citadas armas, formando en su pais
tantas brigadas como sea posible. (El arte de la guerra II)

Los ciudadanos forman parte del ejercito

Querían, pues, los antiguos que los ciudadanos se adiestraran en el ejercicio


de las armas, y les hacían lanzar, contra la estaca clavada en el suelo, dardos mas
pesados que los ordinarios, cuyo ejercicio servio para que aprendieran a dirigirlos y
para aumentar la agilidad y la fortaleza de los brazos. Ensenaban les también a
disparar con arco y con honda, y para todas estas enseñanzas tenían instructores; de
modo que, cuando se hacia la recluta para ir a la guerra, los elegidos eran ya soldados
por el valor y la instrucción militar; lo único que les faltaba era aprender la formación
y saberla conservar en las marchas y en los combates, de lo cual se enteraban pronto al
entremezclarse con los soldados veteranos, que desde hacía tiempo la practicaban. (El
arte de la guerra, II)

No formar soldados (con la ciudadanía) lleva a la debilidad

Los romanos la adiestraban, o en las poblaciones, sin alejarse de sus moradas los
ciudadanos, como lo hacía la república, o en el seno de los ejércitos, como lo hicieron los
emperadores por motivos antes expuestos; pero nosotros, ni querernos ejercitar a nuestros
soldados en las ciudades, ni podernos hacerlo en el ejército, porque no lo forman súbditos
nuestros, ni cabe obligarles a otros ejercicios que los que quieran practicar; todo lo cual ha
sido causa de que se descuide, primero, la enseñanza del soldado, y después la
formación de los ejércitos, y de que los reinos y republicas, especialmente en Italia,
lleguen a extrema debilidad. (El arte de la guerra II)

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