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Antecedentes

La historia del movimiento sindical en nuestro país, tal y como lo conocemos en la actualidad, está
totalmente ligada a la formación, desarrollo, consolidación y decadencia del Estado
semibonapartista emergido de la Revolución de 1910-17. El Estado a la par que impulsaba la
industrialización, establecía para ello una alianza con el capital extranjero y con los terratenientes
semifeudales que tenían el capital disponible para invertir.

En este contexto, la superexplotación de la mano de obra del campo y la ciudad no podía generar
más que condiciones para una insurrección. Las luchas de Cananea y Río Blanco son un emblema
de lo que tenía que enfrentar el sindicalismo y el movimiento obrero en aquellos tiempos.

A principios del siglo XX dos huelgas de extraordinaria importancia, marcaron la historia del origen
del movimiento obrero mexicano.

Huelga de Rio Blanco

Durante la Dictadura Porfirista se prohibió a los trabajadores que formaran organizaciones o


iniciaran cualquier revuelta o manifestación para defender sus derechos laborales, castigándose con
multas e inclusive prisión, a quienes desobedecieran.

No obstante esta prohibición en junio de 1906, en el estado de Sonora, trabajadores de las Minas de
Cananea hicieron estallar una huelga por salarios más altos y trato igualitario para trabajadores
mexicanos, que en comparación con los empleados norteamericanos padecían discriminación.
Varios trabajadores murieron y otros fueron heridos.

La huelga de Río Blanco es el nombre dado a la rebelión protagonizada por obreros mexicanos en
Veracruz. Se produjo el 7 de enero de 1907 y sus protagonistas fueron, sobre todo, los trabajadores
de la empresa textil de Río Blanco, inaugurada unos años antes por el presidente Porfirio Díaz.

 Gran Círculo de Obreros Libres

Dentro del creciente número de las organizaciones obreristas destaca el Gran Círculo de Obreros
Libres. Fue fundado el 1 de junio de 1906 y continúa la labor de la Sociedad Mutualista de Ahorros,
creada 4 años antes.

El Círculo estaba claramente vinculado al Partido Liberal y mantenía relaciones de forma discreta
con la opositora Junta Revolucionaria, afincada en los Estados Unidos ante la falta de libertades del
régimen de Díaz.

Entre los objetivos de esta organización estaba la reclamación de la jornada de 8 horas y el


incremento de los salarios hasta hacerlos dignos. La publicación del periódico Revolución Social le
otorgó un importante altavoz para defender sus postulados.

Paro patronal y decisión de Díaz


Los empresarios reaccionaron a todos estos movimientos con una decisión drástica. Decretaron un
paro patronal que comenzaba el 24 de diciembre de ese mismo año. La consecuencia inmediata fue
dejar a casi 47 000 obreros sin trabajo.

Los patrones afirmaron que a ellos no les iba a afectar nada el cierre y que tenían muchos productos
en sus almacenes.

La petición de los trabajadores a Porfirio Díaz solo logra que este se posicione a favor de los
empresarios. En el laudo emitido por la presidencia, insta a los obreros a volver a sus puestos de
trabajo en día 7 de enero y, además, acaba con la libertad de prensa y con la de asociación.

Causas

– Los empresarios deciden declarar un cierre patronal con el que pretendían hacer que los obreros
desistieran de sus demandas.

– En Río Blanco había empleados cerca de 1700 obreros textiles, con unas condiciones casi
esclavistas. La jornada diaria era de 15 horas, prácticamente de sol a sol.

– Los sueldos eran ridículos: solo 35 centavos diarios.

– Entre las normas de la empresa destacaba que si alguna máquina se estropeaba, el arreglo se
descontaba del salario del trabajador.

– Las normas también estipulaban las compras debían hacerse obligatoriamente en las tiendas
relacionadas con la compañía.

– Era habitual ver a niños (incluso menores de 7 años) trabajando y, por supuesto, no tenían derecho
a protestar ni a días festivos.

Desarrollo de la rebelión

Sin empleo y con Díaz de parte de los empresarios, los obreros deciden pasar a la acción. Así, el día
en el que estaba previsto que volvieran a sus puestos, el 7 de enero de 1907, se plantan en la puerta
de las fábricas negándose a entrar. Unos 2000 trabajadores inician entonces la rebelión, lanzando
piedras y atacando la tienda de raya.

Tras esto se dirigen a la comisaría a poner en libertad a varios de sus compañeros apresados por
defender sus posiciones. Igualmente, prenden fuego a varias posesiones de los empresarios y
comienzan una marcha hacia Nogales.

Allí los esperaban el 13º batallón del ejercito, que comienza a disparar indiscriminadamente a las
posiciones de los trabajadores.
Represión

Las autoridades habían dado órdenes a los soldados de acabar con la rebelión usando toda la fuerza
necesaria. Tras unos días de revuelta, el número de muertos entre los obreros se contaba por cientos.

Aunque no existe una cifra exacta, trabajadores del ferrocarril afirman que vieron vagones cargados
de cadáveres. Se calcula que pudieron ser entre 400 y 800.

Algunos líderes de la revuelta fueron fusilados en los días siguientes, mientras que otros
consiguieron huir a las montañas.

Al acabar la rebelión, Porfirio Díaz organizó un lujoso banquete para los propietarios de las
fábricas, todos extranjeros. Era su manera de compensarles por las molestias sufridas.

Consecuencias

– Porfirio Díaz y su gobierno sufrieron una importante pérdida de prestigio y credibilidad.

– Los movimientos obreros no desaparecieron, sino que se fueron fortaleciendo a pesar de la


aparente derrota. Desde esa fecha, se sucedieron varias rebeliones protagonizadas por los
trabajadores.

– Las ideas de mejora social fueron expandiéndose por toda la sociedad mexicana, hasta que pocos
años después estalló la Revolución, impregnada de lo que supuso la lucha obrera.

1906: la huelga de Cananea

Fue en Sonora, en la mina de cobre Cananea Consolidated Copper Company (CCCC),


propiedad del estadounidense William C. Greene. Hace 110 años la clase obrera escribió un
capítulo de su historia.

En esa lucha, parecida a la de los obreros textiles de Río Blanco y sus familias, de forma
elemental la clase trabajadora empezó a entender que el trabajo tenía un mayor valor del
que el patrón paga por él, y que las condiciones en las que laboraban debían ser otras, no
tan salvajes. Los mineros de entonces comprendieron que debían luchar si querían
conseguir un cambio.

También comprendieron que tenían que romper con la ingenuidad de pensar que, sólo ante
su reclamo, el patrón comprendería y les otorgaría sus derechos.

De las peticiones a la huelga


Aquel 1º de junio de 1906 comenzaron su justa lucha en la mina Cananea Consolidated
Copper Company. Los mineros dejaban su vida en extenuantes jornadas de 14 y 16 horas
diarias sin días de descanso.

Sus contratos incluían los abusos de autoridad de los empleados de privilegio, jefes y
carceleros, con el inhumano maltrato que debían padecer de manos de esos lacayos
estadounidenses del también estadounidense patrón.

Ese día los mineros habían decidido ir a pedirle las mejoras al patrón, pero con el correr de
las horas y ante la rotunda negativa del Sr. Greene, se fueron sumando cada vez más y más
almas con sus cartelones en alto que rezaban: “cinco pesos, ocho horas”. Para las 10 de la
mañana era tal la rabia acumulada que la huelga estalló.

Tan pronto se paralizó la mina, el patrón espantado y temeroso llamó al jefe municipal, éste
al gobernador de Sonora, y siguieron los llamados hasta el presidente Porfirio Díaz. El
empresario y sus sirvientes al mando del país, estados y municipios, entendieron bien claro
el mensaje, y con prisa comenzaron a prepararse, pero no para dar a los trabajadores lo que
pedían. Decidieron ahogar la protesta.

Entre los mineros, algunos de sus líderes fueron militantes del Partido Liberal Mexicano,
fundado entre otros por Ricardo Flores Magón, que desde hacía tiempo tenían claro su fin
de acabar con el régimen dictatorial y asesino de Díaz, y entendían que debía despertar la
clase obrera para librar la insurrección armada que los podría llevar a conquistar tal fin.

Porfirio Díaz venía persiguiendo hacía tiempo a los magonistas. Y las compañías de capital
extranjero contaban con todo el apoyo armado dictatorial para salvaguardar a sangre y
fuego sus intereses,

Se extiende la lucha

Desde la mina de cobre más importante de la región, se había comenzado a hacer circular
un volante con nuestras peticiones en el resto de las minas. Los trabajadores de Cananea ya
no estarían solos porque todas las minas del mismo patrón entraron esa mañana en huelga.

El 2 de junio de 1906, unos 2,000 mineros decidieron marchar por las calles del pueblo
expresando su reclamo y el repudio a la negativa del patrón. Sus esposas corrieron a las
escuelas y sacaron a sus hijos a la calle formando un cortejo al paso de los mineros, al que
se sumaban los demás pobladores en apoyo. Sus reclamos eran justos y ése era el
reconocimiento.
La represión

En el recorrido de la pacífica protesta, al pasar a un costado de la tienda de raya, los


hermanos Metcalfe, gerentes del odiado lugar –símbolo de la miseria con la que los
sometían a alimentar a sus familias–, primero se burlaron arrojándoles agua para luego
empuñar sus fusiles junto a los trabajadores estadounidenses, y desatar la balacera sobre los
mineros que estaban desarmados.

Mataron a dos e hiriendo a muchos. El odio acumulado por los trabajadores en lucha
respondió y los estadounidenses también tuvieron sus bajas.

La reaccionaria hueste que defendía al patrón persiguió a los mineros en lucha


expulsándolos hacia la serranía. En el camino de la huida quemaron cinco depósitos de
madera, un depósito de semillas, otro de forrajes y el edificio de la maderería donde
aquellos laboraban.

Los empresarios de la región no podían permitir una sublevación, no podían dejar que sus
intereses se vieran cuestionados, y entonces se unieron para acabar rápidamente con la
amenaza, aleccionar al pueblo y a los obreros de las otras minas.

El entonces presidente de Estados Unidos, Theodor Roosevelt, estuvo al tanto. Desde el


estado de Arizona enviaron a sus rangers a controlar la situación pisoteando la soberanía
del país pues para los capitalistas no hay fronteras que detengan sus ganancias. El 2 de
junio entraron armados a México para custodiar la tienda de raya y las instalaciones del
capital estadounidense. Entonces los mineros en lucha fueron perseguidos, asesinados los
que se resistieron, todo con el apoyo de la policía rural porfirista.

El 3 de junio se declaró ley marcial en Cananea y así terminaron por controlar la huelga
encarcelando a los líderes mineros en la prisión política de San Juan de Ulúa, Veracruz.

El 6 de junio de 1906 después de la masacre un silencio gris, con olor a rojo recorría las
minas y la actividad volvió a la normalidad. Ellos parecían haber triunfado, pero las
contradicciones del régimen dictatorial porfirista ya eran profundas, expresaba la
combinación entre formas capitalistas y pre-capitalistas en momentos de un inicial
desarrollo industrial en América.

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