La hija de un granjero llevaba un recipiente lleno de leche a vender al pueblo, y empezó a hacer
planes futuros:
Cuando esté en el baile todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré uno a uno.
Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de leche al suelo,
regando su contenido.
Y así todos sus planes acabaron en un instante.
MORALEJA:
No seas ambiciosa de mejor y más próspera fortuna, que vivirás
ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna.No anheles impaciente el
bien futuro, mira que ni el presente está seguro.
EL LOBO Y EL PERRO
En el bosque vivía un lobo muy ágil, que constantemente tenía que cazar su comida para poder sobrevivir. A
veces atrapaba liebres, pájaros o pequeños roedores. Como le habían enseñado a hacerlo desde pequeño, nunca
le faltaba nada con que llenarse el estómago pero después de tanto tiempo haciendo lo mismo, el lobo
empezaba a cansarse.
—Ah, esto. Mi humano me encadena todos los días para que no vaya de su casa —respondió el perro como si
nada—, al principio es molesto, pero uno se acostumbra. Oye, ¿a dónde vas? —cuestionó, al ver como el lobo
comenzaba a marcharse— ¿No quieres que te enseñe a ser un animal obediente?
—Me regreso a mi casa, prefiero seguir esforzándome en el bosque a cargar con semejante cadena —le dijo
el lobo—, ningún placer vale la pena si a cambio de eso, debo dejarme humillar por otros.
EL NEGRITO
En una hacienda habitaba un hombre que tenía muchas tierras. Como se la pasaba todo el día en el campo
cuidando de sus terrenos, pronto decidió buscar a un sirviente más para que se ocupara de las tareas de la casa.
Un amigo suyo le dijo que le sobraba uno en su propiedad, y si quería podía llevarlo a su hogar para darle
empleo.
—Pues ya está hecho el trato. Mándalo mañana por la tarde, que le voy a dar trabajo —dijo el hacendado muy
contento.
Al día siguiente espero solícito a su nuevo criado pero se desconcertó mucho al ir a abrirle la puerta. Era un
negrito que se inclinó respetuosamente ante él.
—Aquí me tiene, patrón. Me manda mi antiguo señor para cumplir con sus órdenes.
Muy confundido, el hombre lo hizo pasar sin dejar de escrutarlo con la mirada. No podía apartar los ojos de
la piel tan oscura que tenía. ¿Sería que llevaba mucho tiempo sin bañarse?
Aunque el negrito no olía mal para nada, y tenía las uñas, el pelo y los dientes relucientes. Pero el hacendado,
que era necio como una mula, se convenció de que aquello tenía que ser suciedad y decidió que antes que
nada, se daría un baño. Como era muy ignorante, no podía concebir que hubiera personas con la piel de ese
color.
—Acómpañame al baño —le dijo—, tienes que darte una ducha antes de que te pongas a mis órdenes.
Preparó la tina para él y le dijo que se metiera dentro. Luego tomó una barra de jabón y se acercó.
—Ahora voy a frotarte para que quedes muy limpio —y dicho y hecho, se acercó a frotarlo fuertemente,
esperando desvanecer el color de su piel pero por supuesto, esto no sucedió.
Le restregó tan fuerte el jabón, que la barra se redujo a una diminuta pastilla blanca y tuvo que parar cuando
el negrito le dijo que lo lastimaba. Muy enojado, el hombre salió del baño y lo dejó vestirse.
—¡Pues tendré que conformarme! Aunque nunca había tenido a ningún sirviente que tuviera la piel tan
negra —dijo de mal humor.
Se fue a supervisar sus tierras y cuando regresó se quedó impresionado. Todo estaba reluciente de limpio y la
mesa estaba puesta con una cena deliciosa. Su nuevo sirviente le pidió que se sentara y lo atendió con lujo de
detalles. Y al ver aquello, su patrón se sintió muy avergonzado por como lo había tratado antes.
—Que tonto he sido —se dijo—, juzgando a este pobre muchacho por el color de su piel. Si es el más eficiente
criado que he tenido, ¡y yo queriendo bañarlo porque pensaba que estaba sucio! Doy pena.
Desde ese entonces, aceptó al negrito tal y como era, y los dos convivieron en armonía.
—Esas vacas no vienen solas, ahí abajo hay pastores y perros que se
ven muy feroces, podrían matarnos. Déjalas —y dicho esto siguió
durmiendo.
Poco después llegaron unas yeguas y el discípulo volvió a despertar
a su maestro. El lobo, al verlas, bajó muy sigilosamente y cogió a una
de las más grandes por las narices, luego de la cual la devoraron. Tras
ver esto, el pequeño zorro se sintió emocionado.
—Maestro, quisiera volver con mi madre pues ahora que te he visto
cazar a esa yegua, sé que estoy listo para convertirme en un gran
cazador.
EL ASNO Y SU COMPRADOR
En una granja muy próspera vivía un labrador que era muy diligente con todos sus animales. Desde pequeño
estaba acostumbrado a trabajar mucho y no le gustaba perder el tiempo. Al ver que cada vez le costaba más
trabajo arar la tierra, decidió comprarse un buen asno que le ayudara en sus labores del día. Con este
pensamiento en mente, se dirigió al mercado del pueblo más cercano, donde seguramente podría conseguir
alguno que le sirviera.
Efectivamente, llegó hasta el establo de un comerciante de animales que no dudó en ofrecerle uno de sus
burros más hermosos. Pero el labrador no estaba del todo seguro de comprarlo.
—Permite que me lo lleve esta tarde a casa para probarlo —le dijo al vendedor— y si todo sale bien, mañana
temprano me tendrás aquí con el dinero acordado. Tú sabes bien en donde vivo y me conoces desde años, así
que sabes que nunca te engañaría.
Como eso era cierto, el vendedor lo dejó marcharse con el animal prestado.
No obstante, el granjero no lo puso a trabajar de inmediato. Lo metió en su establo con el resto de las vacas y
caballos y una vez ahí, vio como el asno se apartaba del resto y se acercaba al caballo más gordo y vago. Este
equino se la pasaba comiendo todo el día, y a duras penas se le podía sacar de su cuadra para montarlo. Era
una criatura perezosa y muy desagradecida, a la que solo mantenía porque afortunadamente, las cosas en la
granja le iban muy bien.
—Bonito es, y mucho —coincidió el labrador—, pero ya tuve suficiente tiempo como para saber el modo en
que va a trabajar. Me basta ver con quien se junto para descubrir que en realidad, es un vago. Y lo siento, pero
yo necesito un asno trabajador, por más mal aspecto que pueda tener.
Cuando el labrador se marchó a casa, el vendedor suspiró y volvió a guardar al asno. Era ya la tercera vez que
se devolvían por la misma razón.
A veces los defectos de la personalidad eran demasiado fuertes como para ocultarse con la apariencia.
EL CABALLO Y EL VENADO
En una pradera muy verde vivía un caballo salvaje al que todos los días le gustaba pastar a sus anchas. Como
no había más animales que se acercaran por ahí, tenía todo aquel lugar para él solo, podía trotar en donde le
diera la gana y dormir a sus anchas en cuanto caía la noche. Le gustaba pues, vivir solo y como nunca había
tenido hermanos ni otros animales con los cuales convivir, no significaba lo que era compartir.
Fue por eso que cuando un venado muy cansado se asomó a la pradera y empezó a alimentarse y a descansar
en ella, el caballo se encontró muy disgustado.
No se fijó en que aquel sitio era lo suficientemente grande como para albergarlos a ambos, o en lo exhausto
que parecía el ciervo. Él consideraba aquel pedazo del valle como de su propiedad y siendo así, comenzó a
urdir un plan para expulsar al intruso de sus tierras.
En las cercanías había una granja en la que habitaba un hombre con algunos animales. El caballo jamás se
había acercado por precaución, no fuera a ser que aquel le pusiera las manos encima. Sin embargo, decidió
que la situación ameritaba hacer una excepción. Fue trotando hasta allá y asomó la cabeza por la ventana del
granjero para hacerle una propuesta.
—Hay un venado extraño que ha entrado en mi pradera —le dijo—, esas tierras son mías y yo no lo he
inventado. Pero se me ocurrió que tal vez, a ti podría serte útil. Si vas y lo matas, puedes aprovechar su piel y
su carne y la pradera estará libre de nuevo.
El hombre, sorprendido por la actitud tan mezquina de aquel animal, fingió que se lo pensaba un poco.
—Suena interesante, pero tengo una condición antes de ir a matarlo.
—¿Cuál es? —preguntó el caballo, ansioso.
—Lo haré solamente si aceptas que te ponga este fierro en la boca —le dijo, señalándole una brida—. Si me
dejas que te monte para ir hasta allá, será más
fácil para mí atrapar al venado, ¿entiendes? Ya
que la pradera está algo lejos.
Por su parte, el venado siguió disfrutando de su libertad sin enterarse de lo cerca que había estado del peligro.
Moraleja: Lo que este cuento para niños nos ha enseñado es que no está
bien buscar perjudicar a otros, mucho menos sacrificando nuestro propio
bienestar. Compartir lo que tenemos es más sencillo y a la larga, nos
hará un buen mucho mayor.
EL ÁGUILA Y EL ESCARABAJO
Hubo una vez una liebre que tuvo que escapar a toda prisa por el campo, pues un águila voraz iba tras ella. La
liebre llegó exhausta hasta el refugio de un pequeño escarabajo a quien le pidió ayuda. Y a pesar de su diminuto
tamaño, el insecto salió para hablar ante el ave y pedirle que dejara ir a su amiga.
—Perdónale la vida, por favor —le dijo—, ella aún es joven y tiene todo un camino por delante. Seguro puedes
encontrar una presa más anciana, a quien morir le de lo mismo. Verás, en este lugar hay muchos animales que
ya están achacosos y no pueden valerse por sí mismos.
Pero el águila, lejos de conmoverse, miró con desdén al
escarabajo mofándose de su tamaño.
—¿Cómo te atreves a hablar ante mí, tú que eres tan
insignificante? Podría aplastarte con una de mis patas si
me da la gana —le dijo—, haré lo que quiera con esa
liebre, es mi presa. Y ahora, fuera de mi camino, antes de
que te mate a ti también.
Y dicho esto, tomó a la liebre y la devoró delante del
asustado escarabajo.
Este volvió a su refugio a toda prisa, pero no para
esconderse, sino para planear su venganza. Su amiga había sido devorada y esa arrogante águila se había
burlado de él. Las cosas no podían quedarse así.
A partir de ese momento, el escarabajo astuto comenzó a fijarse en donde ponía el ave sus huevos. Y cada vez
que hacía un nuevo nido, el trepaba hasta él y hacia rodar cada huevo para que se estrellara contra el suelo. No
importaba que tan alto estuvieran, siempre conseguía llegar hasta ellos.
Desesperada, el águila le pidió ayuda a Zeus, el dios de los truenos. Zeus le dijo que si quería mantener sus
huevos a salvo, podía colocarlos en sus rodillas.
—A mí no me molesta que hagas tu nido aquí, así podré vigilarlos igual que al resto de la Tierra —le aseguró
él.
El águila, muy contenta, aceptó su ofrecimiento, pensando que ahí nada les pasaría.
Pero no contaba que el escarabajo era demasiado inteligente. El pequeño insecto hizo una bola de lodo y la
cargó sobre su espalda. Luego se fue volando hasta la casa del dios. Al verlo sentado en su trono, dejó caer su
carga encima de su regazo y Zeus mostró una mueca al ver aquella suciedad. La barrió con su mano
abruptamente, provocando que también se cayeran los huevos.
Y entonces, el águila supo que no encontraría nunca un escondite seguro para sus polluelos. Se había ganado
un enemigo más poderoso de lo que sospechaba.
Desde ese día, nunca volvió a subestimar a ninguna criatura, por más pequeña que fuera.
EL CABALLO Y EL SOLDADO
Un soldado enfrentaba una dura batalla al lado de su caballo a quien amaba por la compañía y fidelidad en
momentos tan duros durante la guerra. El caballo era alimentado con buena cebada para que se mantenga
saludable y fuerte, al terminar la guerra todo cambio para el animal, fue llevado a trabajos muy duros y
forzados, su calidad de vida no fue la mejor, pues lo alimentaban solo con paja.
Paso un tiempo y se anunció una nueva guerra a
la que los soldados debían ir nuevamente, el jinete
alisto su caballo, se acordó esta vez de llevar
cebada para alimentarlo como antes pero llegado
el día, se montó en él y el animal quien solo dio
unos pasos y empezó a tambalear a causa de su
debilidad, el caballo no podía avanzar más y cayó
pesadamente al suelo. Desde allí apenas pudo
abrir los ojos y debidamente miro al jinete con
dificultad y le dijo:
-Sera mejor que te adelantes y te vayas, a mí solo
me alimentaste bien cuando te era conviene, ahora que me necesitas, nada será igual, ya no hay tiempo y aquí
tienes el resultado. De ser un hermoso y gran caballo, me convertiste en esto, parezco un pobre y diminuto
asno, de la noche a la mañana ¿pretendes convertirme en un caballo saludable y fuerte? Eso es imposible. Vete
y déjame solo a morir aquí. Ya no puedo más.
Y así fue, el jinete se marchó solo a formar parte de la infantería.
Hermano y Hermana
Una pareja de esposos esperaba con ansias que crezca la familia. Después de algunos meses a la señora le
dieron la gran noticia, estaba esperando un bebé. Pasaron los nueve meses y nació un hermoso y grande bebé,
era un varón. Pasado el tiempo les nació una bebé que no fue dotada de la misma belleza que su hermano, pero
a la que sus padres amaban de la misma manera, ya que era una hija esperada y muy amada.
Los niños crecían, pero una mañana que jugaban los
hermanos en el cuarto de la madre, al rato los dos se paran
frente al espejo y el niño empezó a alabarse a sí mismo
jactándose grandemente de su apariencia física. La
hermana que no pudo soportar oír tanta palabrería, se irrito
tomando esos comentarios de manera personal y como una
afrenta a su persona, ya que pensó que eran indirectas
dirigidas como dardos debido a su fealdad.
La niña corrió a los brazos de su padre pidiendo que
castigue a su hijo, acusándolo de que como muchacho
usaba exageradamente actitudes que solo correspondían a
las chicas. El padre usando el amor y la sabiduría hacia
sus hijos, se acerco, se inclino a ellos y los abrazó tiernamente y mirándolos lleno de amor les dijo:
-Hijo mío, no permitas que tu belleza se empañe con feas actitudes, y tu hija mía, puedes compensar tu falta
de belleza con tus grandes virtudes. De aquí en adelante si desean mírense en el espejo y háganse un examen
no solo por fuera, sino, también por dentro.
EL LEÓN Y EL TORO
Un león que tenía muchos amigos, tenía en mente hacer caer en una trampa a un vecino, que era un toro grande
y corpulento. Sabía que debía usar toda su astucia pues este toro era conocido por su inteligencia, más de una
vez quisieron engañarlo y este salio bien librado. Así, el león se acerco al día siguiente al toro para ofrecerle
una invitación a un gran almuerzo que iba a realizar en honor a el. Iba a sacrificar un carnero que ambos
disfrutarían, y el toro como no pudo resistir la tentación
acepto la invitación.
El toro no tenía idea del plan macabro de este león, quien
pensaba atacar al toro en la mesa. Al día siguiente muy
entusiasmado el toro se dirigió a la casa del león pero al
entrar a su casa observo inmediatamente que había un
asador y dos grandes fuentes, demasiado grandes como para
un carnero, no había ningún carnero y ni siquiera olía a
asado.
Eso era muy sospechoso para el, así que sin decir una
palabra salio rápido de la casa mientras el león le gritaba
cual era el motivo de su partida si nada le había hecho, y el toro respondió.
-¡¡Claro que hay motivos para irme, primero esas fuentes son demasiado grandes para el cuerpo de un carnero,
ya me di cuenta que tiene capacidad para el cuerpo de un toro, así que me voy!! dejando al toro con gran
asombro y las ganas de comerlo.