Decenas de comunidades indígenas en el sur del Perú, como la de Chuicuni, ven pasar la
riqueza de la extracción de minerales desde sus hogares sin luz ni agua. En medio de
derechos de explotación del agua sin estudios previos, ineficacia en el gasto público,
pérdida de la propiedad comunal y derechos a la consulta previa vulnerados, desconfían de
proyectos mineros como Las Bambas, de la empresa china MMG Limited.
El viento helado se burla del sol a 3.800 metros sobre el nivel del mar. Es tiempo de
cosecha en los Andes y las plantaciones de trigo brillan más que nunca en la chacra del
líder de Chuicuni, la comunidad indígena ubicada al costado de uno de los proyectos
mineros más grandes y millonarios del Perú: Las Bambas, operada por la empresa china
MMG Limited, subsidiaria de China Minmetals.
– Para esta obra cada comunero ha aportado entre 10 y 15 soles para cubrir los gastos. Eso
lo hemos hecho nosotros, no la Municipalidad de ni el Gobierno. Nosotros.
Todo en Chuicuni ha sido construido por ellos mismos. La única forma de llegar hasta aquí
es a través de un puente peatonal levantado sobre un río que construyeron “sin expediente
técnico”, aclara con fastidio el dirigente. “No sabemos en realidad cuántas personas o peso
puede soportar”. Pero la principal preocupación de Rogers Ccoropuna en estos días no es el
puente, sino el agua. ¿Qué pasará si el manantial que abastece a todo el pueblo un día
desaparece o si el proyecto minero afecta su calidad?
A esta región se la conoce como el ‘corredor minero sur’ por la cantidad de megaproyectos
extractivos concentrados. Perú es el segundo mayor productor mundial de cobre, cinc y
plata. Y se estima que el 40% de la producción nacional de cobre proviene de este corredor.
– Nos lamentamos de vivir en esta comunidad. De nada sirve vivir pegadito a la mina.
Mirar la riqueza desde una casa sin agua
La vida en Chuicuni comienza antes de las 5 de la mañana y a 4 grados de temperatura.
Desde una de las lomas más altas de la comunidad se ven los camiones y volquetas en
movimiento de la operación minera, y al otro lado, un enorme cerco de metal devorándose
las cumbres: las mallas dividen las tierras privadas de la compañía de las tierras comunales.
El eco de los camiones quiebra el silencio de las montañas. Abajo, en el pueblo, las mujeres
se levantan para obtener agua de la pileta comunal, preparan los desayunos de sus hijos,
algunos hombres sacan a pastar al ganado.
Desde esta loma alta, Javier Huillca Puma -vicepresidente de Chuicuni- señala los linderos
de la comunidad. “Antes nuestro vecino era la comunidad Fuerabamba, nuestro ganado iba
de un lugar a otro sin problema. Nos entendíamos. Eso no ocurre ahora”, dice.
El 2004 el gobierno del ex presidente Alejandro Toledo otorgó los derechos de exploración
de Las Bambas y el 2014, con el inicio de las operaciones, Fuerabamba fue reubicada a una
zona urbanizada en los alrededores de Challhuahuacho con todos los servicios básicos.
Chuicuni permaneció en el mismo lugar, sin agua ni luz, y así recibió al nuevo y gigante
vecino minero.
Desde entonces, los comuneros conviven con el ruido, el polvo y los pequeños temblores
que dejan las explosiones para la extracción de minerales. Las 200 familias de esta
comunidad han visto también cómo la mina instaló una planta para tratar el agua que usarán
sus trabajadores y cómo luego enormes cables surcaron los cielos de sus casas para llevar la
energía eléctrica a la mina, dejándolos a ellos a oscuras.
Los estudios más actuales que existen -aclararon con timidez los mismos funcionarios- los
hicieron las mismas compañías mineras como parte del procedimiento para solicitar una
licencia de uso del agua con fines mineros.
Solo en las cuatro provincias del corredor minero del sur el gobierno peruano ha otorgado
147 derechos de explotación del agua con fines mineros. De estas, el 40% corresponde a
aguas subterráneas, considerada por expertos como un recurso no renovable.
El número de derechos otorgados para fines agrícolas y domésticos es mucho mayor, pero
la concentración de los puntos de captación de agua para la minería se encuentra en zonas
consideradas cabeceras de cuenca, espacios estratégicos para la generación del agua y
considerados por la legislación como espacios vulnerables.
La entrega de estos derechos de explotación de aguas limpias para uso minero no ha ido de
la mano con la ejecución de obras públicas que garanticen el acceso a agua segura para las
poblaciones urbanas e indígenas colindantes a las operaciones mineras. Una revisión de la
ejecución presupuestal impulsada por los gobiernos locales y regionales detalla que se han
construido más edificaciones o mantenimientos de vías que obras de saneamiento.
El día en Chuicuni acaba cuando el sol se oculta. En su casa, la pequeña Nadith de 8 años -
sobrina de Rogers- enciende una vela para leer un libro. Afuera, solo hay sombras.Las
contradicciones del distrito más rico
Una de las primeras cosas que te dicen al llegar a Challhuahuacho es que te fijes en el
número de camionetas que circulan por sus calles sin asfaltar y sepultadas en charcos de
agua. El tamaño de estas 4×4 -todas de marcas y modelos costosos- contrasta con la
estrechez y laberíntica forma de sus vías. Estos poderosos vehículos todoterreno fueron los
primeros bienes que los campesinos se compraron con el pago por las ventas de sus tierras
o compensaciones del proyecto minero Las Bambas.
El distrito más rico de los Andes del sur tiene probablemente una de las tasas más altas de
camionetas para un distrito de 7 mil habitantes, pero no tiene servicio de agua potable y sus
residuos y desperdicios son arrojados al río. Challhuahuacho tiene 38 comunidades
campesinas quechuas y un presupuesto estimado de 41 millones de dólares este año, un
monto similar al de los distritos con mayores ingresos en Lima. En solo 6 años esta
municipalidad multiplicó casi 30 veces su presupuesto.
Challhuahuacho parece haber sido poseída por la misma maldición de otros distritos
mineros del Perú: millonarios presupuestos, deficiente ejecución en obras públicas,
indicadores sociales estancados y corrupción. El actual alcalde Antolín Chipana Lima está
preso e investigado por lavado de activos y malversación de fondos. Antes de ser elegido el
2014, fue una de las voces más críticas contra la minería. Cuando lo detuvieron, en marzo
de este año, en su vivienda encontraron el equivalente a 3,500 dólares en efectivo. En la
casa de su secretario general, Dionisio Maldonado, también detenido, se decomisaron
14,900 dólares.
Hay tanto polvo en Challhuahuacho que resulta ocioso limpiar las ventanas de autos,
viviendas y tiendas: una gruesa cáscara de tierra lo cubre todo, todos los días. Al tránsito de
las 4×4 en el pueblo se suman los autos y taxis colectivos, y, sobre todo, las decenas de
gigantes camiones que diariamente trasladan toneladas de cobre procesado.
Otro desfile de camionetas se repite al interior del Centro de Salud de Challhuahuacho. Son
unidades averiadas o en mal estado. “Nos envían vehículos que no se ajustan a la realidad
de esta zona y se malogran al poco tiempo, y en otros casos nos han donado unidades ya
obsoletas”, explicaron integrantes del personal de salud que prefirieron no identificarse.
Los vehículos malogrados no son el principal problema del Centro de Salud. El biólogo
Hubert Firata dice que la anemia y la mala calidad del agua están amenazando la salud de la
población de Challhuahuacho y de las decenas de comunidades indígenas ubicadas en la
zona de influencia minera. “El agua no es segura, la que llega a las viviendas es entubada, y
solo a veces le echan la dosis necesaria de cloro”, dice.
Una semana antes de nuestra visita, Hubert Firata analizó varias muestras del agua que
llega a las viviendas de la zona. “Para que sea segura debe tener 0,5 mg/L de cloro, pero en
las muestras que analizamos de varios sectores de Challhuahuacho las cantidades de cloro
llegaban ni al 0,1 mg/L. Con esa cantidad es imposible eliminar la carga bacteriológica del
agua. La municipalidad debería hacer la limpieza y la cloración pero no lo hacen”, sostuvo.
Las cifras de la Dirección Regional de Salud señalan que entre el 2016 y el 2017 la
desnutrición crónica en la zona se incrementó en un 30%. “Hay incluso personal médico
que tiene desnutrición y anemia. Aunque los casos más graves los hemos encontrado en
gestantes”, detalla.
Por su naturaleza el centro de salud no tiene todas las especialidades. Si se trata de una
emergencia los pacientes tienen que acudir a Tambobamba, ubicado a una hora de
distancia, y en casos más graves, a Cusco, a ocho horas en auto.
Los contrastes económicos en esta zona son visibles. Hay dos formas de entender
Challhuahuacho: desde la falta de servicios básicos en comunidades como Chuicuni; o
desde todos los servicios que la compañía minera ha garantizado a Nueva Fuerabamba, el
sector a donde fue trasladada la comunidad cuando se halló la enorme veta de cobre.
Fuerabamba es un enorme complejo residencial de 500 casas. Las casas son todas iguales,
tienen tres pisos, un huerto y están enrejadas. Las pistas son asfaltadas, tienen energía
eléctrica, agua y saneamiento permanente, escuela con todos los servicios y un completo
centro de salud. Muchos de los comuneros que viven aquí se dedican ahora al comercioP
Nunca hubo consulta previa en Chuicuni, a pesar de que aparecía en la base de datos
preliminar de pueblos indígenas a la que el gobierno tuvo acceso cuando aprobó el inicio de
operaciones de Las Bambas. En la publicación del 2016 de la información final de la lista
de comunidades indígenas con derecho a la consulta previa, Chuicuni ya no aparece como
indígena. Rogers Ccoropuna no lo sabía: ni que estuvieron antes, y ni que ahora están
considerados como tal.
¿Por que antes sí aparecían y ahora no? ¿Quién es indígena en el Perú? Los Andes
concentran más del 70% de los pueblos indígenas de todo el país. La comunidad de
Chuicuni está inscrita en Registros Públicos, pero sus límites comunales tampoco están
adecuadamente georeferenciados e inscritos. La comunidad fue reconocida como tal en
1986 y ahora tiene un tamaño de 854 hectáreas. En su momento el argumento del Estado
para no realizar la consulta previa en las comunidades indígenas próximas a Las Bambas
fue que no se conocía la base de datos y que además estas no tenían sus límites geográficos
claros.
Rogers Ccoropuna explica que en su comunidad no han podido hasta ahora georeferenciar
sus linderos porque elaborar los expedientes técnicos requiere de un presupuesto alto. “No
tenemos el dinero para hacer todo eso”. Los escasos montos que la comunidad logra juntar
lo utilizan para construir, por ejemplo, una improvisada red de tubos que traslada el agua
desde el manantial hasta el corazón del pueblo.
Hasta el 2014, Las Bambas pertenecía a Glencore Xtrata, el gigante suizo de la minería. Ese
año vendieron el proyecto a un consorcio de empresas chinas lideradas por MMG Limited.
Al inicio de las operaciones mineras, la comunidad de Chuicuni, como otras de la zona,
estaban de acuerdo con el proyecto minero. “Muchos apoyamos, creíamos que íbamos a
tener trabajo. [Glencore Xtrata] nos ofreció de todo. Ahora cuando les reclamamos nos
dicen que esos tratos los hizo la dueña anterior”.