COSAS HABLAN
PUNTOS INSPIRADORES
( colocar el cántico)
Hay que poner mucha atención a los adjetivos con los que califica a cada criatura. Ellos
nos dan el sentido más profundo de los símbolos. Son pocos y sencillos, y reflejan el
carisma mismo.
Todo el movimiento del cántico es de arriba hacia abajo. Refleja una vez más la
Encarnación, esto es, la inserción de Dios en la realidad humana.
El sol:
En su primera admonición, Francisco habla de este Dios que vive en una luz
inaccesible. Dios es luz y fuente de vida. No hay símbolo que mejor refleje a Dios, que
la luz brillante del sol. Con todo, nada más puede ser contemplado en su reflejo a partir
de la creación, pues es imposible mirarlo directamente.
Mientras los ojos de Francisco están sometidos a la tortura y son incapaces de soportar
la luz del día, su mirada interior regresa una vez más a la imagen espléndida del sol con
toda admiración, y con esta imagen contempla la luz de Dios en su alma.
El hermano sol no es apenas fuente de luz, es fuente de vida en abundancia y
fecundidad. Es generoso y libre, porque da vida a todos, buenos y malos. Es la imagen
del Padre bueno que da en abundancia a todos.
Si el hermano sol se valora en el sentido de la acción y del dinamismo, irradia con gran
esplendor el día, la hermana luna y las estrellas son objeto de una valoración referida
apenas a su ser, sin ninguna función precisa, ninguna utilidad particular se les reconoce.
Se celebran simplemente por lo claras, preciosas y bellas que son. Estas clarificaciones
sobrepasan el plan de la eficacia y la rentabilidad como sentido último de las cosas y se
traducen en la apertura a la nueva dimensión franciscana: la de un mundo interior de
valores que pertenecen más bien al dominio del ser, no del hacer.
No es casualidad que Francisco escriba el Cántico en San Damián, hogar de Clara y sus
hermanas. No es casualidad que él estuviera viviendo uno de los momentos más oscuros
de su vida. ¿Será que la referencia a la luna clara y las estrellas preciosas y bellas aludía
a Clara y sus hermanas, quienes alumbraban su alma en esta noche oscura de su vida?
La luna y las estrellas solamente las vemos en la noche. La luz del día las oculta a
nuestra vista. Si necesitamos la luz del día para ver el camino, igualmente necesitamos
la oscuridad de la noche para ver las cosas claras, preciosas y bellas que la luz oculta.
La noche del alma a menudo nos ayuda a contemplar lo esencial.
¡Cuántas personas que han pasado por momentos oscuros, no salen más enfocadas en
las cosas esenciales de la vida! ¿Cuál fue la invitación esencial para Francisco en estos
momentos? ¿Sería la de contemplar su ánima, desde la mirada de Clara y sus hermanas,
quienes le invitaban al abrazo de su ser con menos dureza, más ternura y misericordia?
Francisco las convierte en símbolos femeninos en los que puede verse, no a la imagen
de sor Clara, sino la expresión de ciertas fuerzas primarias del alma de Francisco que
Clara contribuyó a sacar a luz.
San Damián es el lugar del ser. Clara acompaña a Francisco, no por sus consejos, sino
por la presencia de su ser. Ella tiene claridad de lo esencial y lo valora desde su ser.
La luna también tiene sus fases. San Agustín escribe todos los meses: la luna nace,
crece, toca su perfección, decrece, muere y renace. Así es el proceso de la vida humana.
Lo esperanzador aquí es que el proceso de la luna no termina con la muerte definitiva,
más bien es un ciclo que incluye su renacimiento. Otra vez, la creación en todo su
esplendor nos brinda las respuestas a las grandes interrogantes de la vida si nos
tomamos el tiempo para meditarlo y aprender de ella.
El viento y el agua
Luego, Francisco nos habla de los elementos entre el cielo y la tierra, siempre en una
dinámica descendente. Nos presenta al viento y el agua también como pareja. El
hermano viento, además de rostro físico, tiene de alma. La imagen del viento, tanto en
el Antiguo como en el Nuevo Testamento, representa al Espíritu Santo que sopla donde
quiere. Especialmente en los relatos de creación, el viento sopla sobre las aguas y, como
pareja, ambos elementos dan vida a la creación. Esto simboliza la libertad de Dios y la
de sus hijos, que viven conducidos por el Espíritu.
Tal vez la sorpresa aquí es que el hermano viento aparece sin ningún adjetivo
cualitativo. Parece que Francisco quería hacernos ver que el hermano viento, por ser
símbolo del espíritu de Dios y de la libertad, es libre justamente porque es despojado.
Quien quiere ser conducido por el espíritu de Dios y ser libre, tiene que dejar al Espíritu
trabajar para entender de qué debe despojarse para ser conducido por el espíritu del
Señor con libertad.
El fuego y la tierra
De la pareja del hermano viento y la hermana agua, bajamos a encontrarnos con otra
pareja. El hermano fuego y la hermana tierra. Francisco muestra clara preferencia para
las cosas luminosas, a las que califica como “hermosas”. Es interesante que se refiera al
hermano fuego como el que alumbra la noche. Quizá es una referencia en lenguaje
simbólico a la noche oscura del alma que está viviendo en esos momentos y al fuego de
amor que, curiosamente, produce tanto dolor y oscuridad en nuestras vidas. El fuego, a
la vez, quema y trasforma. Simboliza un momento de hondo despojo y transformación
en la vida de Francisco. Es tiempo de noche, pero de una noche que alumbra lo esencial
y lo quema para despojarlo de sus últimas apropiaciones para ser transformado por Dios
en un hombre totalmente pobre, y por eso libre, viviendo desde su ser esencial, su ser
imagen de Dios. A pesar del momento duro que está viviendo para ser purificado por el
hermano fuego, Francisco todavía reconoce sus cualidades: “bello y alegre”, aunque al
mismo tiempo su “ser fuerte y robusto”. A lo mejor, en este momento de vulnerabilidad
Francisco espera no perder su alegría y su ser juguetón, pero a la vez espera que el
hermano fuego lo sostenga fuerte en el Señor.
Como pareja, el hermano fuego se une con nuestra madre la hermana tierra. Tal vez lo
sorprendente es la designación de la tierra como nuestra madre, aunque siempre, en
primer lugar, como nuestra hermana. Madre porque nos sostiene y gobierna. Y hermana
porque no es fuente absoluta, sino forma parte de la gran familia de criaturas. Es una
criatura más. Ella, como la humanidad, depende del Padre que ha creado todas las cosas.
Lo interesante son los adjetivos. La madre tierra que nos sostiene y gobierna. Sin duda,
Francisco recuerda las numerosas veces que buscó refugio en las cuevas, los vientres de
la madre tierra, en procura de ser sustentado y gobernado por Dios a través de ella.
Intentando profundizar la escucha de Dios en lo profundo de los vientres de la madre
tierra. La posibilidad de nacer de “nacer de nuevo” es simbolizada por la última imagen
de flores y hierbas coloridas. Si la madre tierra nos sostiene y gobierna, tanto material
como espiritualmente, ella carga con una sabiduría que los campesinos aprenden y
utilizan en su vida diaria. Para percibir esto basta con hacer un recorrido por los muchos
refranes de sabiduría popular inspirados en las enseñanzas de la madre tierra y de la
creación en general. Conviene recordar el deseo de Francisco, quien al acercarse a los
brazos de la hermana muerte, pidió ser colocado desnudo sobre la madre tierra, como
último despojo en la vida hacia la eternidad.