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Eduardo Vera

Filosofía del arte II

¿Existe el entendimiento musical?

Introducción

Desde niños se nos ha enseñado que poseemos cinco sentidos que sirven para
relacionamos con nuestro entorno, dar forma al mundo y moldear nuestro Yo. Estos
sentidos se interrelacionan la mayor parte del tiempo para funcionar de modo
óptimo: El olfato, el tacto y el gusto son uno mismo al comer y beber, la vista y el
oído se complementan al caminar, correr o conducir. Esta interrelación sensorial nos
hace aprehender el entorno de un modo cada vez más rápido y eficaz, haciendo que
podamos oler, probar o hasta sentir un paisaje después de haberle dado no más
que un rápido vistazo. De un modo similar a como lo hace la vista, el escuchar un
ruido como la lluvia que cae, un perro que ladra o un refresco que se abre, puede
despertar nuestros otros sentidos; lo que nos evoque, y como reaccionamos a ello,
dependerá fuertemente de los esquemas que cada quien tenga interiorizados.

Un esquema es una construcción cultural, una representación subjetiva del entorno,


modelada a partir de la experiencia sensorial. Como construcción no objetiva, éstos
variarán de un sujeto a otro y, con ellos, las reacciones a diferentes estímulos;
estímulos más complejos nos harán formar conexiones más intrincadas y con
mayores implicaciones en nuestras respuestas. La música, por definición más
compleja que el ladrar de un perro, activa no sólo otros sentidos, sino también
relaciones extrasensoriales que pueden ser muy diversas. Las respuestas pueden
ser relativamente básicas como una respuesta motriz, pero también podemos hacer
rápidamente, a partir de la audición musical relaciones que tengan que ver con sitios
geográficos, conocidos o no, grupos sociales, sentimientos o actividades
específicas.

Estas conexiones y las reacciones a distintos géneros musicales pueden ser


compartidas por una gran cantidad de personas con esquemas parecidos, sin
embargo, no hay un consenso general sobre las evocaciones propias e ineluctables
de ésta o aquella música (algo que es mucho más probable que exista en el caso
del sonido del perro ladrando: con toda probabilidad, el sujeto que lo escuche,
temerá por su integridad física). Entonces, si no existe tal consenso ¿A que
podríamos referirnos cuando hablamos de “entendimiento musical”?¿Existe una
comprensión objetiva de la música o es acaso una especie de saber intersubjetivo?

Para intentar dar respuesta a estas preguntas debemos definir primero qué es la
música y que es eso a lo que se conoce por entendimiento.

Música

¿Es posible hablar sobre música o sobre literatura con algún conocido, sin saber dar
una definición concreta de lo que es música o literatura?¿Es concebible una charla
sobre política o economía en que ninguno de los interlocutores pueda delimitar los
conceptos de la economía y la política? ¡Claro que es posible! Después de todo,
pocos dudan seriamente que la canción que desde hace una semana suena en la
radio, aunque use no más de cuatro acordes, sea música. Tampoco se pone en
duda que el grupo que hace sonar sus instrumentos en el bar del centro, la orquesta
que toca en una sala de conciertos, o el cuarteto de mujeres que canta ​a capella ​los
domingos por el malecón estén haciendo música. Similares afirmaciones podríamos
hacer acerca de los que se dedican a la política, la literatura o la economía. Esta
posibilidad la debemos a los saberes intersubjetivos que se comparten dentro de
una misma cultura. De estos saberes nos ocuparemos más tarde. Por lo pronto es
necesario delimitar el concepto de música que hemos de usar.
Alrededor del mundo y a lo largo de la historia de la humanidad, ha habido una gran
cantidad de culturas diferentes que producen, por muchos medios y con diversos
fines, lo que conocemos como música. Si bien esta miríada de expresiones sonoras
no es, en apariencia, homogénea, el concepto de ​música es capaz de agruparlas
gracias a que todas éstas comparten algunas íntimas propiedades. La primera: son
sonido organizado, humanamente dispuesto. Comparten también que, a pesar de
que los fines de estas expresiones sonoras en las distintas etnias del planeta
pueden ir desde lo recreativo hasta lo ritual y religioso, todas las músicas del mundo
contienen un medio comunicativo ​extraverbal 1que abarca distintas posibilidades de
comunicación abstracta.

Derivado de esto, podemos decir que música es la combinación de sonidos y de


silencios hecha por humanos y que, independientemente de su instrumentación, de
su época o de su nivel de complejidad, es capaz de comunicar sensaciones,
emociones o incluso sentimientos de manera extraverbal (encuentro de poca utilidad
buscar distinciones entre música ​culta y​ ​popular o
​ algunas otras etiquetas para los
fines de este trabajo).

Quizá la música aleatoria o la compuesta a partir de algoritmos (extremos de la


creación musical) parecen escapar a la definición de música dada anteriormente, sin
embargo, estas composiciones son también un producto de la disposición humana
de los sonidos. Si bien es cierto que los sonidos aleatorios existen desde mucho
antes de que los humanos caminaran por el planeta, caeríamos en un error al poner
en la misma categoría la conceptualización y posterior realización de la música
aleatoria y los sonidos que ocurren en el mundo sin intervención humana. Incluso si
alguna obra musical por casualidad se asemejara en extremo a los sonidos de la
naturaleza, la capacidad comunicativa le da a la obra musical un significado
diametralmente distinto que el sonido organizado sin el intelecto humano.

1
Es cierto que formas musicales como la canción, la ópera o muchas otras que contienen poesía y/o
diálogos como parte de un todo indivisible tienen además la propiedad de comunicar ideas
verbalmente. Sin embargo, esto no va en detrimento de la comunicación ​extraverbal, b​ ien pueden
una y otra complementarse o ir encontradas. Intentaré desarrollar la idea más adelante.
Por su parte, la música que se compone partiendo de algoritmos requiere encuentra
su génesis en una primera decisión para elegir el sistema a utilizar y el modo de
procesar los datos que se han de obtener. Si bien en estos sistemas el compositor
puede solo intervenir parcialmente, son de nuevo las posibilidades expresivas y su
posterior significación lo que la inserta en nuestro concepto de música.

Delimitada en lo general la música que hemos de entender, hemos de saber ahora


que es entender.

Entender

La palabra “entender” viene del vocablo latino ​intendere ​que se compone del verbo
tendere y la preposición ​in. ​Tendere ​quiere decir estirar, tensar o dirigir, mientras
que el prefijo ​in se traduce como adentro o hacia adentro. Comprendemos ​entender
como tender o incluso dirigir hacia adentro. Sinónimos de entender podrían ser
comprender o incluso conocer (en un sentido amplio de la palabra): estos conceptos
nos refieren a la aprehensión de las propiedades del objeto que hemos de conocer.

Un modo de entender un objeto es a partir de su descomposición en pequeñas


partes que se puedan estudiar por separado. A partir del estudio sistemático de los
pequeños elementos constitutivos del objeto y de sus relaciones podemos llegar a
formular leyes como las que se han formulado en distintos campos científicos. De
ese modo se puede predecir y explicar el comportamiento del objeto que estemos
estudiando y con ello afirmar que lo entendemos.

Sin embargo, no siempre el conocimiento de las partes por separado nos lleva a
comprender en su totalidad el funcionamiento de un sistema complejo, sobretodo
cuando lo interviene el factor humano. La historia de las culturas o el estudio de la
economía son ejemplos de sistemas que las variables humanas vuelven muy
complicado su entendimiento.
Podríamos decir que la música es un fenómeno que no puede ser enteramente
comprendida a partir del estudio exhaustivo de sus partes por separado. ¿Cómo
sería entender la música?

Dos posibles entendimientos musicales

Si bien son poco comunes, los trastornos como la amusia, causados en ocasiones
por algunas lesiones cerebrales, incapacitan a algunas personas para realizar
tareas cognitivas simples como recordar melodías, sentir la regularidad de los ritmos
o incluso para poder discriminar un tono de otro. Para personas a las que no les es
posible discriminar alturas en el sonido o timbres, no se traduce el fenómeno sonoro
producido por, digamos, una orquesta en una experiencia musical sino en una serie
de ruidos que no responden a ninguna organización horizontal (melódica) o vertical
(armónica).

Saber que los sonidos y los silencios que mi oído percibe están organizados de
cierto modo a lo largo de un tiempo dado, aún si sólo se sabe cuándo empieza y
cuándo termina una pieza de música; tener la capacidad de percibir patrones
sonoros y, con ellos, poder anticipar el desarrollo de una pieza; incluso poder seguir
una melodía y canturrearla de memoria, es un modo de entender la música. Este
entendimiento musical, tan simple como pueda parecernos, es esencial para la
existencia misma de la música.

Así como para muchas culturas de diferentes momentos de la historia, la música, la


danza e incluso la poesía no se entienden por separado, nuestra cultura occidental
conserva fuertemente ligada la danza y la poesía a la música. La escucha de una
pieza musical, del género que se quiera, está casi siempre acompañada del canto o
del movimiento rítmico del que escucha; este escucha no es del todo un receptor
pasivo en tanto interactúa en alguna medida con la música. Trances que van desde
los vividos por los fanáticos con sus movimientos de cabeza sincronizados en
conciertos de rock hasta las experiencias religiosas orientales no serían posibles sin
este entendimiento básico del fenómeno musical. El éxito de la industria musical de
nuestros días muestra que un porcentaje grande de la población comparte este nivel
perceptual del entendimiento, ya que un público que no cantara, que no bailara, y
que no se reuniera alrededor del acontecimiento musical (en resumen un público
que no percibiera el orden de los sonidos como música), no la podría consumir,
llevando a la industria a su desaparición.

Una diferente posibilidad de entendimiento musical es el que se origina del estudio


de la teoría; de la disección de la música en sus partes constitutivas: el ritmo, la
armonía, contrapunto, etc. Partiendo del estudio de la forma musical se pueden
conocer sus estructuras internas que muchas veces no resultan “evidentes” para el
escucha ocasional; el estudio de estas estructuras pueden revelar mucho de los
procesos de creación musical y servir así como un puente entre el creador y el
intérprete, así como de modelos para los próximos compositores.

A diferencia de la comprensión perceptual, este entendimiento “epistemico” de la


música está necesariamente dominado por conceptos y, por lo tanto, por el lenguaje
(hablado o escrito); para este tipo de conocimiento musical el análisis de la música
escrita es esencial. Es en la búsqueda de éste conocimiento musical en que se basa
la tradición de la enseñanza musical en conservatorios y escuelas de música. El
análisis que lleva a la comprensión de la partitura, de la música como construcción,
es de lo que se vale el intérprete de la música occidental académica para su
“correcta” ejecución.

Bien se puede argumentar que el estudio sistemático de la partitura, de la “música


escrita” no lleva al sujeto al entendimiento de lo que es la música, aunque se
puedan comprender, a partir de éste, los procesos necesarios para crear música.
También las intenciones del compositor, su estado de ánimo, el porqué nos puede
recordar a este lugar o a aquella emoción, se pueden inferir del estudio de la
partitura y otros cuantos factores extramusicales, como el estudio de la historia y de
la estética. Aún así, comprender los elementos que dan vida a música y dominar los
saberes referenciales que ésta evoca sin una percepción aguzada, darían lugar a
una comprensión incompleta. Por otro lado, una percepción aguda sin los saberes
conceptuales más básicos es insuficiente para entender la música.

Conclusión

Ambos saberes se complementan. Ambos se pueden trabajar, entrenar y pulir.


Quizá lograr un entendimiento completo de la música sea una tarea imposible de
alcanzar debido a que no se basa en saberes objetivos, sino subjetivos o, mejor
dicho, intersubjetivos. Esto se debe a que muchas de las asociaciones que
mentalmente hacemos cuando escuchamos alguna pieza de música son
condicionadas por ideas e imágenes que tenemos en común con muchas otras
personas que forman parte de nuestras sociedades. Cuando escuchamos una pieza
por primera vez y nos recuerda al lejano oriente, al siglo XIII o nos motiva a
movernos de cierto modo estamos haciendo uso en buena medida de estos saberes
intersubjetivos, que no serán los mismos en todos los rincones del planeta,
probablemente ni siquiera de la región.

En un nivel más íntimo, el oído y los otros sentidos con los que el sujeto pueda
percibir la música, no serán nunca iguales a los de otro sujeto. Los sentidos y los
esquemas con los que cada quien comprende al mundo lo harán percibir la música
de un modo único: en ocasiones una pieza de música que a muchos detona alegría
y regocijo a alguien le podrá causar pesadumbre y tristeza. Al final ningún
entendimiento está libre de la subjetividad.

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