Los ejemplos anteriores nos indican que no todo proceso que cumpla el principio de conservación de
la energía es viable. De forma general:
Cuando se abandonan a sí mismos, los sistemas tienden a desarrollar cambios espontáneos hasta que
alcanzan una condición de equilibrio, tanto internamente como con su entorno. En algunos casos la
condición de equilibrio se alcanza rápidamente, en otros solo se consigue muy lentamente. Por
ejemplo, algunas reacciones químicas alcanzan el equilibrio en una fracción de segundo; un cubito
de hielo necesitara unos pocos minutos para fundirse; en cambio, una barra de hierro tardara años en
oxidarse totalmente. Sea el proceso lento o rápido, el principio de conservación de la energía resultara
satisfecho. Sin embargo, este principio por si solo es insuficiente para determinar cuál será el estado
final de equilibrio. Para ello se requerirá otro principio general. También en este caso será el segundo
principio.