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¿QUÉ ES UN EXCELENTE PROFESOR? para Pedagogía Conceptual 1

Miguel de Zubiría Samper 2

(FUNDACIÓN INTERNACIONAL DE PEDAGOGÍA CONCEPTUAL ALBERTO MERANI)

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TOMO I - EDUCACIÓN Y PEDAGOGÍA

1. Ponencia presentada en el Congreso Internacional Innovación en los procesos de aprendizaje–enseñanza en la formación técnico pro-
fesional. Lima, Perú 10 y 11 de marzo de 2011.
2. Psicólogo. Director Científico Fundación Internacional de Pedagogía Conceptual ALBERTO MERANI. Bogotá, Colombia. Por favor,
escribirme al correo fipcam@pedagogiaconceptual.com
F a se a fecti v a

El aprehendizaje y la enseñanza son dos procesos centrales para la especie humana. De


ellos depende ni más ni menos que la posibilidad de compartir conocimientos entre las
personas: conocimientos originales extraídos, en no pocos casos, uno o más siglos atrás
--esto es, muy antiguos--, al igual que los más recientemente obtenidos por innovaciones
tecnológicas ocurridas a diario.

Significa que la enseñanza y el consiguiente aprehendizaje le permite a cada nuevo indi-


viduo que nace al mundo adquirir su respectiva herencia cultural, humanizarse. Ambas
palabras son centrales. El aprehendizaje es parte integral de la psicología, la enseñanza
ocupa el lugar central de la pedagogía.

De como se realice la enseñanza –el arte de enseñar-- depende la velocidad y sobre


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todo de la calidad de dicha transferencia de conocimientos de una generación a otra.


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De un profesor que actúa como mediador cultural y de un o un conjunto de aprehendi-


ces, en su rol de herederos culturales. Para nada ambas palabras –enseñanza aprehen-
dizaje-- son secundarias; la enseñanza configura una disciplina científica: la pedagogía,
que se ocupa precisamente del arte de enseñarle a otros. En sus dos versiones: como
pedagogía, ciencia del QUÉ enseñar, como didáctica, ciencia del CÓMO enseñar. En
este artículo únicamente nos interesa la segunda disciplina: la didáctica, el estudio de
los mejores procesos para enseñar.

Ahora bien, ¿es posible responder la ambiciosa pregunta del título?…, el núcleo de la
pregunta didáctica.

Muchos pensaríamos que no, sobre todo porque constituye la pregunta nuclear de la
didáctica o del saber enseñar, para nada un asunto secundario.

¿Qué hace a un buen profesor? ¿Es posible responder con un sólido criterio científico?
¿O siempre su respuesta estará circunscrita a discusiones interminables, a variables per-
sonales, a contextos, a temas?

Con alegría constato que tiene una respuesta clara y precisa. Además, soportada por
investigaciones empíricas, sólidas, realizadas durante décadas por el investigador Ben-
jamín Bloom como líder de un enorme equipo de co investigadores, a las cuales se
suman hoy otras muchas.
En efecto, hace ya casi cuatro décadas, en 1977, Editorial Voluntad publicó en Colombia el
libro Características Humanas y Aprendizaje Escolar, del investigador Benjamín Bloom, hoy
imposible de conseguir. A mi criterio, una de las obras científicas fundamentales en educa-
ción y pedagogía, por ser la primera compilación extensa y sistemática de estudios e investi-
gaciones serias relativas al arte de enseñar y al arte de aprender; en torno la pregunta nuclear
de la didáctica: DE QUÉ DEPENDE QUE LOS ESTUDIANTES APRENDAN más y mejor?

Libro prácticamente desconocido, al menos en mi país. En las mismas décadas de traji-


nar, conocer e implementar innovaciones educativas no conozco ningún pedagogo que
cite dicha obra monumental. Incomprensible es que un trabajo de tal trascendencia di-
dáctica pase desapercibida, mientras es norma buscar los fundamentos en estudios de
profesionales ajenos al ámbito educativo y pedagógico. Por ejemplo, en los afamados
“pedagogos” Piaget, Vigotsky o Ausubel.

Hay una enorme distancia entre los planteamientos y las preocupaciones de Bloom y las

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preocupaciones de “teóricos” educativos tan de moda como Piaget, Vigotsky, o Ausubel,

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todos psicólogos desconectados de las aulas de clase donde aprenden niños reales. Pia-
get, epistemólogo; Vigotsky, psicólogo del desarrollo; Ausubel, psicólogo educativo.

Por su vocación y preferencia profesional, ocupados en cuestiones irrelevantes al mo-


mento de enseñar a niños a sumar, o enseñarles el concepto de clase social, o enseñarles
a adultos destrezas para desarmar una nevera, o reponer un ventilador, o re armar el
cableado del sistema eléctrico de un apartamento en construcción. O al enseñarle cual-
quiera de las mil quinientas tareas de aprendizaje –sí, ¡mil quinientas tareas de aprendi-
zaje!-- que los aprehendices deben aprehender en su transitar y trajinar por la escuela, y
muchos más en su preparación técnica, laboral o profesional.

Disciplinas como la epistemología genética (Jean Piaget), la psicología del desarrollo (Lev
Vigotsky), la psicología educativa (Jerome Brunner), poco tienen que ver con saber enseñar.
Definitivamente no con la didáctica, el tema que nos ocupa. Si acaso, la misma relación que
entre la fisiología del corazón y los mejores procedimientos quirúrgicos. Unos conocimien-
tos básicos son imprescindibles en cuanto fundamentación, pero nunca reemplazan el saber
tecnológico, el saber hacer, propio de la didáctica, única disciplina que nos ocupa aquí.

Antes de iniciar nuestro recorrido le pregunto a usted, amable lector: ¿Se considera
un excelente profesor? Me imagino que si comenzó a revisar este breve artículo sobre
uno de los dos temas nucleares de la pedagogía, la didáctica, es porque es profesor.
En verdad -- y en rigor-- todos los humanos los somos, así este quehacer diario sea o
no nuestra profesión. En tanto que compañeros, amigos, padres, gerentes…, cada uno
de estos roles lleva implícita la labor educativa y auto educativa. Ningún humano se
escapa a ella. Al inicio comenté que es consustancial a la especie, a las interacciones
entre individuos, que nunca faltan.

Sin embargo, es sorprendente que muy pocos de nosotros, incluidos quienes le hemos
dedicado ya muchas décadas a esta bella profesión, podamos responder la pregunta del
inicio: ¿Soy un excelente profesor? ¿Qué caracteriza a un excelente profesor? ¿Usted lo
es? ¿Por qué si, por qué no?

Entramos al análisis de un asunto definitivo, debido a que cualquier educación, de cual-


quier nivel, de cualquier tema, supone una respuesta diáfana a esta pregunta. Ella arma
el núcleo de la disciplina pedagógica conocida como DIDÁCTICA.
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Igual a como cualquier médico ha de conocer cómo funciona el mejor corazón, contra
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el cual ha de comparar los miles de pacientes que atenderá en su prolongada existencia


profesional. Corazón que podría no existir instalado en ningún ser humano real, pues
todos presentan ciertas imperfecciones; no así el corazón tipo que estudia la fisiología
del cuerpo humano. El médico que desconozca esta respuesta carece de una referencia
fundamental, al igual que cualquier profesor, en el caso analógico, cuyo oficio único es
precisamente ese: enseñar.

F a se co g niti v a

Entramos pues a un tema definitivo: ¿qué hace al buen enseñante, o profesor o pedagogo?

Durante siglos este ha sido un tema de arduos debates y acaloradas discusiones que, como
es corriente, no conducen a ningún puerto firme. Son opiniones, consideraciones, supuestos.

La genialidad de Bloom y de su gran equipo de investigadores fue diseñar un método


científico y riguroso para responder tamaña pregunta. Partió de una constatación obvia,
que por obvia había pasado desapercibida por décadas: que el mejor profesor es a quien
más le aprenden sus estudiantes. De paso, conectó dos términos que siempre deben
estar muy cerca el uno al otro enseñar para aprender.

No necesariamente el mejor profesor es el más simpático, o el más jovial, o el más entu-


siasta, ya que su labor única es enseñar para que sus estudiantes o aprehendices, como
preferimos denominarlos, le aprehendan.
Y aunque demasiados colegios y universidades interrogan, de cuando en vez, a sus es-
tudiantes sobre los profesores, sobre qué piensan ellos de tal o cual profesor: si es cum-
plido, si parece preparar bien sus clases, si es jovial y cercano,… Esta supuesta “evalua-
ción” de la competencia didáctica padece de dos defectos insalvables.

El primero, asumir que los estudiantes son expertos en pedagogía, que no lo son, sien-
do simples aprehendices. El segundo, consultar las frágiles opiniones de inexpertos en
lugar indagar por los niveles de aprehendizaje alcanzados, gracias a la labor de cada
profesor. Como debería ser. Este sí resulta ser el criterio definitivo, válido y científico.

Decía que la genialidad de Bloom estuvo en sacar la pregunta central de la didáctica


del reino de las opiniones, de expertos o de aprehendices, y ubicarla en el terreno del
método científico. Durante muchas décadas diseñó creativos experimentos didácticos,
pero también tuvo la sabiduría de consultar miles de experiencias en igual sentido;
procedimiento conocido hoy como meta análisis. En suma, se alimentó de sus propios

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conocimientos y de los de otros, como siempre procede la indagación científica en este

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y en los demás campos.

Las respuestas a las preguntas centrales de la didáctica comenzaron a aparecer. Una


definitiva es que logró ponderar el aporte del profesor, junto con el de cada estudiante, al
proceso del aprehendizaje. Comprobó que los buenos profesores son importantes, pero
que los buenos alumnos todavía más. Dado que la enseñanza es parte del proceso.

Los resultados recopilados con paciencia por Benjamín Bloom y su equipo durante dé-
cadas acabaron por demostrar un hecho didáctico de apariencia insólita. Que el mayor
aporte al proceso enseñanza-aprehendizaje lo hace no el profesor, sino cada Aprehendiz.

Cada estudiante contribuye con no menos de las tres cuartas partes del aprehendizaje, mientras
el profesor contribuye --en el mejor de los casos-- CON UNA CUARTA PARTE del resultado,
casi siempre con menos. Textualmente Bloom afirma: “Setenta y cinco por ciento o más del
aprendizaje final depende de cada estudiante en particular”. Queda poco lugar a duda.

Explica que la contribución del estudiante al aprehendizaje supere por mucho la respec-
tiva al profesor resulta de que el Aprehender involucra cuatro procesos: tres psicológicos
(afectividad + cognición-comprensión + experticia), y solo uno pedagógico (enseñanza
de calidad). Las tres primeras corren por cuenta exclusiva del estudiante. La última, la
calidad educativa, a cargo del profesor.

Aprehendiz = Procesos psicológicos
+ afectividad
+ cognición y comprensión
APREHENDIZAJE = función + experticia

Profesor = enseñanza de calidad



DIAGRAMA 1. ¿De qué depende el aprehendizaje humano?

El Aprehendiz aporta al proceso enseñanza-aprehendizaje ¡tres veces más que el profe-


sor!, aporta sus intereses, sus competencias intelectuales, sus competencias expresivas y
prácticas. Aportes que acaban por contribuir con las tres cuartas partes del proceso total.
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Por supuesto, los instrumentos, las operaciones y los conocimientos con los cuales
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ingresa el Aprehendiz al aula de clase también las aprehendió de otras personas, no


necesariamente de los profesores. Bien pudieron enseñárselas su madre, su padre,
sus hermanos, tíos, vecinos o profesores. O los aprehendió de alumnos adolescentes
o adultos, o de libros, artículos o ensayos de diversas fuentes: sus lecturas, en una
palabra. Vía regia de acceso al conocimiento de la mejor calidad; los escritores son de
suyo magníficos profesores, en buena medida gracias a que destinan a la preparación
y escritura de cada libro no menos de diez largos años. Piense qué tan buen profesor
sería quien le destinase siquiera la décima parte de este tiempo a preparar sus clases.
La mejora sería dramática.

E l excelente profesor y l a s tres f a ses d el


a pre h en d iz a j e h um a no

Y si bien es cierto que la mayor parte del aprehendizaje ocurre porque el estudiante
posee ya previamente al acto las herramientas, las operaciones mentales y los cono-
cimientos apropiados para asimilar el nuevo material propuesto por su maestro, esta
constatación para nada desconoce el valor fundamental del profesor. Una de cuyas
labores es precisamente esta, la de intuir y evaluar si los estudiantes cuentan con los
prerrequisitos mentales para asimilar las enseñanzas que se prepara a enseñarles. Ya
el investigador norteamericano y psicólogo David Ausubel dejó condensado en una
precisa sentencia este importante aserto de la didáctica. “Conoce cuánto saben tus
estudiantes, y parte de allí tus enseñanzas”.
Estoy completamente de acuerdo con David Ausubel3 cuando coloca en su gran relieve y
magnifica el papel y el rol indiscutible del profesor, de los profesores.

“Parece evidente que el profesor debe constituir una de la variables más importantes del
proceso de aprendizaje. En primer lugar, desde el punto de vista cognoscitivo, lo amplio y
lo persuasivo que sea su conocimiento de las materias establece, desde luego, una diferen-
cia. En segundo lugar, independientemente de su grado de competencia en este aspecto,
puede ser más o menos capaz de presentar y organizar con claridad la materia de estu-
dio, de explicar lúcida e incisivamente las ideas y de manipular con eficacia las variables
importantes que afectan al aprendizaje. En tercer lugar, al comunicarse con sus alumnos
podrá ser más o menos capaz de traducir su conocimiento a formas que implican el grado
de madurez cognoscitiva y de experiencia en la materia que aquellos muestren”.

Pues aceptar que la carga principal del aprehendizaje corre por cuenta del Aprehendiz
en nada contradice el valor fundamental de las enseñanzas del profesor, de su forma-

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ción intelectual, de su formación humana y de su formación como diseñador curricular,

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pedagogo y didáctica.

Lo único que debemos abandonar de una vez por todas es la vieja y peligrosa idea de que
los estudiantes llegan al salón de clases como tabulas rasas -- reivindicación meritoria a
cargo precisamente de uno de los pioneros y fundadores de los enfoques constructivis-
tas; me refiero al investigador David Ausubel y a su ejemplar discípulo Joseph Novack,
creador de los mapas conceptuales--, más aún cuando los aprehendices son jóvenes o
adultos, quienes por su condición tienen a su haber cientos o miles de aprehendizajes
previos. Unos sí, otros no. Es menester saber quiénes son estos unos y quiénes son estos
otros, a fin de tomar las medidas adecuadas para cada caso.

Momento propicio para arribar al centro de la conclusión didáctica de Bloom respecto a


los mejores profesores. ¿Cuáles son sus características esenciales?

Como su aporte decisivo a la teoría didáctica, Bloom identificó cuatro tópicos que condi-
cionan la CALIDAD EDUCATIVA.

Cuyo mérito está –lo repito-- en que tales tópicos brotaron de centenares de estudios
empíricos sobre profesores quienes logran enseñarles a sus estudiantes. Luego de su-
perar la vieja y estéril discusión en términos de opiniones, él la convirtió en un asunto
medible, cuantificable y verificable.
3. Ausubel D.,Novack J. y Hanessian H. Psicología Educativa.
Tomó como variable dependiente de sus estudios la calidad de la enseñanza, entendida
como que profesores logran los mejores aprendizajes de sus alumnos. Y punto. Sus ha-
llazgos contienen el peso de la evidencia empírica de décadas ocupado de descifrar la
respuesta a la importante pregunta: ¿Qué es y qué hace un buen profesor?

Resumo sus resultados a sus hechos desnudos y escuetos; definitivos de conocer por
todo y cualquier profesor. Los resultados empíricos muestran que la calidad educativa
depende de cuatro fundamentales factores:

A) Motivación,
B) claridad y precisión,
C) participación y ejercitación de los alumnos,
D) todo en un contexto de permanente evaluación, retroalimentación y corrección.
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Una conclusión clara y diáfana. Cuatro factores parecen decidir la calidad del enseñar.
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Vistos en su precisa secuencia durante el acto serían los siguientes:

Motivación > Claridad y precisión > Participación y ejercitación de los alumnos

Contexto de permanente evaluación, retroalimentación y corrección.

Dicho de otra manera más cercana a nosotros: un profesor enseña con calidad cuando
logra interesar a sus alumnos. En segundo lugar, facilita que lo comprendan. Tercero,
utiliza abundantes ejercicios. Y en cuarto lugar, aunque no menos importante, evalúa con
frecuencia los logros alcanzados, y les informa de ellos a sus aprehendices.

Cuatro palabras claves: 1) interés, 2) claridad, 3) ejercitación y 4) evaluación.


El aporte significativo de Pedagogía Conceptual es el de insertar los hallazgos empíricos
de Bloom en el proceso de enseñanza.

Fase afectiva Fase Cognitiva Fase expresiva
Motivación > Claridad y precisión > Participación y ejercitación de los alumnos

Contexto de permanente evaluación, retroalimentación y corrección.


Pedagogía conceptual postula que no es casual que Bloom concluya que estos sean los
ingredientes básicos de una buena didáctica. Tienen que serlo porque el aprehendizaje
humano siempre recorre tres etapas, perfectamente escalonadas. La fase afectiva, la fase
cognitiva y la fase expresiva.

Modelo del aprehendizaje según el cual, es tarea del profesor en cada fase:

• afectiva = interesar (y evaluar )


• cognitiva = aclarar (y evaluar)
• de dominio = modelar (y evaluar )

En la fase afectiva el profesor crea expectancia(4). Les demuestra a sus estudiantes –me-
diante diversas técnicas-- que:

1) el tema es comprensible, ni fácil, ni demasiado difícil (expectativa positiva),


2) encantador (interés),

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3) y que reportará hondas repercusiones a la vida futura del Aprehendiz (sentido).

Por sus conocimientos de neuropsicología, el profesor sabe que la tripleta afectiva expecta-
tiva-interés-sentido moviliza la totalidad de los recursos atencionales de sus aprehendices,
y los coloca en la mejor disposición a favorecer captar los mensajes que están por llegar en
la voz de su profesor, y a colocar la máxima energía a comprenderlos, a asimilarlos.

Una vez el profesor logra crear en sus estudiantes la triple condición: motivaciones de
expectativa-interés-sentido, sabe que están dadas las mejores condiciones neuropsico-
lógicas para comenzar a presentarles el conocimiento -- sea el que fuere, v.gr. cuál es la
estructura del sistema eléctrico de una nevera, de sus ductos de enfriamiento, o la técni-
ca de contabilidad por partida doble-- que anhela proponerles a fin de ser aprehendido.

La versión completa de este artículo se encuentra en el:


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