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Juliana Ángel

201729044
Taller 4

¿Cuerpos propios o sociales?


Recuerdo la vez que me contaron como en París, después de la invasión alemana
nazi, la llamada resistencia tomó a las mujeres francesas que se creía tuvieron hijos o algún
tipo de contacto o colaboración con los alemanes para humillarlas públicamente. Está
humillación consistía en raparles la cabeza y muchas veces se llegó a darles una brutal paliza
en grupo. Muchos llegan a la conclusión que se esto se dio para “limpiarlas” públicamente,
asimismo, para identificarlas y estigmatizarlas: para que cada vez que ellas pasaran por las
calles parisinas las personas supieran lo que habían hecho y quienes eran. Esto, puede ser
concebido como una venganza simbólica, en donde parten del cuerpo de cada mujer -algo
único y privado- para dar un mensaje, para dar a conocer algo. Recuerdo los pensamientos y
los sentimientos que llegaron a mi mente en ese momento, pensaba en lo que podrían haber
sentido aquellas mujeres. No solo era una forma de identificarlas, y de hacerles escarmiento
público: era la sociedad decidiendo sobre su cuerpo. Me pongo a pensar si estoy haciendo
deducciones anacrónicas, en ese tiempo la concepción del cuerpo era totalmente distinta a la
que tenemos hoy en día: se puede decir que en este momento la mujer -o en general las
personas- son capaces de decidir en su propio cuerpo. Así lo creía yo, pues desde pequeña
pensé mucho en mi cuerpo y lo modifique con respecto a lo que creía en ese momento,
siempre creí que mi cuerpo era mío, y que las decisiones que hacía con respecto a este eran
mías. Hace poco decidí raparme el pelo, y volví a pensar en aquellas francesas, ellas también
estaban rapadas, pero aunque nos veíamos “iguales” no éramos iguales. Esto me hizo pensar
en el simbolismo que puede llegar a tener un cambio en un cuerpo y las implicaciones de
este, es por eso que decidí ahondar un poco más en este tema para así hacer este ensayo, que
más que un ensayo son unas breves reflexiones respecto al cuerpo, a los cambios que se les
puede hacer y a lo diciente de estos.
El cuerpo es una de las distinciones más claras que tiene el individuo para poder
diferenciarse y para comenzar a tener una concepción de lo que implica ser “yo”. Partimos
de un objeto material tan nuestro que nos separa de todo lo demás, materialmente está ahí, y
todo lo que no está en mi está afuera. Es una frontera y un límite con respecto a lo otro, es el
primer contacto con una alteridad. Es algo tuyo, tú decides sobre este y estás con este hasta
que te mueras; de este precepto parte la idea por la identidad, la subjetividad y la
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personificación del yo. Détrez (2007), afirma “el cuerpo es la mediación del individuo frente
al mundo que lo rodea; es por el cuerpo que el individuo, se sitúa materialmente con respecto
a lo que le es exterior” (p.49). Entiéndase al cuerpo como una manera en que se construyen
y se vertebran las nociones del yo. Paralelamente, debe ser entendido como un organismo
especifico, ubicado histórica y geográficamente. Es por eso que no se puede entender en su
totalidad la concepción que se tiene del cuerpo sin antes saber el contexto en el cual este se
desarrolla. Tomemos pues, el cuerpo en el siglo XXI, quien según Detrez (2007) ha sido
designado como “el siglo del cuerpo” (p.139), pues este se ha caracterizado por desarrollar
una preocupación y una visibilización por el cuerpo. Asimismo, Detrez (2007) resalta dos
características de este siglo, las cuales son la individualización y la individuación, afirmando
como “nuestra sociedad, dominada por el “ego”, sería entonces el lugar del ensimismamiento
sobre los límites del cuerpo como marca del individuo, y por tanto la llegada del narcisismo”
(p.140). Este retorno, desencadena la necesidad del individuo por distinguirse.
Esta llegada del narcisismo, puede ser entendida como la posibilidad del yo de
pensarse y repensarse, para así buscar su particularidad y poder distinguirse de los demás,
esto se puede ver en los cambios que hace el sujeto en su propio cuerpo. Para explicar esto
me usare como ejemplo, antes de entrar a la universidad seguía ciertos cánones de belleza
que me habían mostrado en la esfera en la que acostumbrada, pues desde pequeña me
mostraron como la imagen personal era indispensable en esta sociedad. En la universidad,
escuchando nuevos puntos de vista empecé a usar mi cuerpo en contra de estos cánones,
decidí tomar mi cuerpo como mi propio lienzo, para expresar en lo que creía y en lo que no
creía, haciéndome tatuajes, cortándome el pelo, vistiendo de forma distinta. Hablando con
Paula, una amiga mía que se ha hecho varios tatuajes me cuenta como el tatuarse para ella es
personalizar su cuerpo, es poder afirmar que ella es la que tiene decisión sobre su cuerpo y
que aquellas cosas que se ha tatuado son para ella símbolos y recordatorios. Esto me hizo
pensar en la relación que tiene estos cambios con la identidad del individuo, es el individuo
tratando de diferenciarse, de mostrar que es único y diferente. Chaparro (2011), define a la
identidad como “tanto autoconcepción como heteroconcepción, se nutre de la alteridad y
requiere ser reconocida por los otros. Por tanto, es un concepto que atiende la interacción de
las representaciones sociales que configuran la conciencia interiorizada y la representación
pública del yo, el nosotros y los otros, ajustadas a escalas micro y macrosociales” (p. 92).
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En este escenario, las personas se apropian de su propio cuerpo para dar un mensaje,
para mostrar por lo que están pasando, lo que son. Laura, una compañera de la universidad
decidió cortarse el pelo, ella me contaba cómo había escuchado como el pelo para las
comunidades indígenas era la representación de sus experiencias y sus emociones, y ella
después de pasar por una crisis existencial decidió cortárselo. Me contó como este cambio
había sido para ella una metáfora para empezar un nuevo ciclo, pues se veía diferente, se
sentía diferente. Con esto, se puede ver como el cuerpo, y los cambios de este están
comprometidos en redes de significaciones simbólicas; en el caso de Laura, este le ayudo a
diferenciarse del otro, a mostrar lo que era en ese momento, lo que estaba pasando y lo que
quería en su vida. Así pues, se le puede concebir como el lienzo de cada sujeto, en donde el
cuerpo comienza a tener el papel de la construcción de subjetividades: cada quien es libre de
modificarlo según sus preferencias, cada cuerpo auto representado sujeto a la agencia de la
representación. También, están aquellas personas que deciden no hacerse modificaciones tan
notorias, como Simón, quien me contaba que es un poco más introvertido con sus cambios
corporales, prefiere dejar que su cuerpo “sea como es”, asimismo, afirma que esto dice mucho
de él, pues prefiere concentrarse en otras cosas y que es una persona más “tranquila” con su
apariencia. Esta idea de que cada sujeto tiene agencia sobre su cuerpo, es decir que tiene la
posibilidad de decidir de manera individual me deja pensando mucho, ¿verdaderamente
somos nosotros los que decidimos?, ¿somos tan diferentes que las francesas a las que raparon
sin su consentimiento? ¿Si usamos nuestro cuerpo para mostrar nuestra particularidad lo
hacemos para que otro lo vea? ¿No sería pues un cuerpo social y no individual?; para ahondar
en estas preguntas decidí valerme de los conceptos propuestos por Pierre Bourdieu habitus e
ilusio.
Bourdieu afirma que el habitus se manifiesta tanto en las estructuras de la conciencia
y de la voluntad de los agentes individuales, grupales como en los compendios de percepción
y acción que componen socialmente nuestra subjetividad (Bourdieu, 1979): es por eso
indispensable el tomar este concepto con las reflexiones previamente realizadas, es
importante pensar críticamente en aquellos cambios que se hacen al cuerpo para crear una
subjetividad o para diferenciarse y cuestionarse si el individuo tiene la agencia para tomar
estas decisiones individualmente. Hablando con varias personas sobre su percepción del
cuerpo y de los cambios en este encontré un punto en común, aunque estos cambios hablaban
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de la identidad y la percepción que tenían cada uno de su propia identidad, aquellas personas
que hacían los cambios eran particulares: se cortaban el pelo, se hacían tatuajes o
simplemente “dejaban su cuerpo ser”. Asimismo, todos llegaban a un punto en común y era
que el cuerpo y estos cambios siempre estaban a la vista de la sociedad, eran otros los que te
veían. Bourdieu habla del uso social del cuerpo, en donde este está articulado en el sistema
general del habitus, afirmando como los cambios subjetivos estaban mediados entre las
condiciones objetivas propias de un grupo adoptadas en la vida cotidiana, las cuales tienen
forma de apariencia libre y espontánea (Bourdieu, 1979).
Así pues, es importante entender que el pensar y modificar nuestro cuerpo es parte
del habitus del siglo XXI al cual estamos inmersos. Eso me hace pensar que no soy tan
diferente a las francesas rapadas, retomando mí afirmación del comienzo de que nos vemos
iguales pero no somos iguales puede que si lo seamos: simplemente somos dos personas
inmersas en un habitus del cuerpo distinto. Aquello que nos hace concebirnos como un yo y
podernos diferenciar de un no yo, nos hace unirnos a nuestra alteridad, todos somos
individuos en el mismo habitus tratando de diferenciarnos. Verdaderamente somos un lienzo,
pero somos un lienzo no sólo nuestro sino de la sociedad en la que vivimos, del habitus en el
que estamos inmersos. No sólo la identidad está en lo que creo que soy, ni en lo que quiero
mostrar: nuestra identidad está en nuestro contexto, en donde estamos inmersos, la gente que
dice, la gente que piensa. Esto nos hace pensar en que la individualidad no está en la
distinción que se hace normalmente entre el yo y el no yo o en la exaltación de la
particularidad: esta distinción es un poco más complicada puesto que el no yo también está
en mí, asimismo el no yo también está inmerso en el mismo habitus que yo. A modo de
conclusión, la construcción de la imagen corporal constituye un lenguaje mediante el cual se
transmiten mensajes de gran significación en la interacción social y en la personal.
Juliana Ángel
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Referencias
Détrez, C., & Paláu Castaño, L. (2017). La construcción social del cuerpo (Primera edición ed.,
Apuntes maestros). Bogotá́: Universidad Nacional de Colombia, Rectoría.
Chaparro Hurtado, H., Guzmán Ariza, C., & Acuña Pineda, A. (2011). Identidades en
tránsito: El cuerpo y la juventud en las sociedades contemporáneas. Villavicencio:
Universidad de los Llanos.

FALTA BOURDIEAU

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