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CIVILIZACIÓN ROMANA

EL PUEBLO ROMANO Y SU MEDIO GEOGRÁFICO

La civilización romana tuvo como centro la ciudad de Roma, ubicada en el Lacio,


región de la península Itálica regada por el río Tíber. Según la tradición, habría sido
fundada a mediados del siglo VIII a.C. En el transcurso de los siglos los romanos, que
desde sus orígenes fueron un pueblo de agricultores, iniciaron un proceso de
expansión militar e impusieron su dominio en territorios cada vez más lejanos. Así, la
ciudad de Roma se convirtió en el centro de un enorme imperio en torno al mar
Mediterráneo, al que los romanos llamaron, con razón, el mare nostrum (mar nuestro).
En sus dominios plasmaron, entre otras cosas, su idioma, sus formas de organizar la
sociedad y de habitar el paisaje.

LOS ORÍGENES DE ROMA Y EL PUEBLO ROMANO: Al estudiar los orígenes de Roma y su pueblo se confunden datos
provenientes de la tradición oral y del relato histórico. De acuerdo a la leyenda, Roma fue fundada en el año 753 a.C. por
Rómulo, hijo del dios Marte y descendiente del héroe troyano Eneas por parte de su madre. Los gemelos Rómulo y Remo,
habrían sido arrojados al río Tíber por su tío abuelo, rey de Alba Longa, quien había usurpado el trono a su hermano y quería
eliminar a los niños por ser los nietos y descendientes legítimos del rey destronado. Una loba habría rescatado a los pequeños,
alimentándolos hasta que fueron recogidos por una pareja de campesinos que los criaron hasta alcanzar la juventud. El
emplazamiento elegido para fundar la ciudad correspondería al lugar donde fueron rescatados por la loba, un sitio con siete
colinas, a orillas del río Tíber, frente a la isla Tiberina. Las investigaciones señalan, por su parte, que los romanos eran latinos,
es decir, un pueblo itálico de la región del Lacio y cuyo idioma era el latín. Habitaban en pequeñas aldeas dedicadas a la
agricultura y a la ganadería en la zona de las Siete Colinas. A fines del siglo VII a.C., los etruscos –civilización del norte de la
península Itálica– impusieron su dominio en la región, convirtiendo a estas aldeas en una verdadera ciudad. De acuerdo a
estos datos, los orígenes de Roma como ciudad se relacionarían con la presencia etrusca.

LA SITUACIÓN GEOGRÁFICA DE ROMA: El Lacio se localiza en el centro de la península Itálica, en la vertiente


occidental de la cordillera de los Apeninos, que la atraviesa de norte a sur. El río Tíber recorre la región de este a oeste, para
desembocar en el mar Tirreno. En la Antigüedad, aunque provocaba inundaciones violentas y periódicas, el río era navegable.
Las tierras no inundadas eran aptas para la agricultura, gracias a las capas de cenizas provenientes de la actividad volcánica.
A unos 30 kilómetros de la desembocadura del río Tíber se encuentra la zona de las Siete Colinas, núcleo original de la ciudad
de Roma. En ese tiempo era una encrucijada de caminos, un lugar donde confluían diferentes pueblos del norte y del sur para
intercambiar productos y obtener, sobre todo, la sal que se extraía de las salinas ubicadas en la desembocadura del río. Fue
una zona codiciada por su estratégica posición, la cual, en su momento, favoreció la expansión de los romanos y el dominio
que ejercieron en la península Itálica. El hecho de que esta península se encontrara, a su vez, en una posición central en el
mar Mediterráneo, constituyó una ventaja en la conquista y organización del Imperio Romano y favoreció el contacto entre
Oriente y Occidente.

LA ROMA LATINA-ETRUSCA: el inicio de una larga historia Roma tuvo en sus orígenes una estrecha relación con la
civilización etrusca, ya que esta, a través de su dominio, ejerció una enorme influencia cultural en el pueblo romano. Ese fue el
inicio de la larga historia de la civilización romana, durante la cual este pueblo llegó a conformar el más duradero y vasto
imperio de la Antigüedad, unificando bajo su dominio la cuenca del mar Mediterráneo. Para facilitar su estudio, se suele dividir
la historia romana en tres etapas de acuerdo al sistema de gobierno de Roma: Monarquía, República e Imperio.

 MONARQUIA: Periodo en que Roma fue gobernada por los reyes etruscos. De acuerdo a la investigación histórica,
esta etapa se inició a fines del siglo VIII a. C. En esta época, el territorio romano se limitaba a las Siete Colinas.
 REPUBLICA: Período en que, tras la expulsión de los etruscos del gobierno, Roma se organizó políticamente como
una república, a cuya cabeza se encontraban dos cónsules elegidos por la asamblea de ciudadanos. Fue el periodo
en que se inicio la expansión romana, primeo la península Itálica y luego en los territorios de la cuenca del mar
Mediterráneo.
 IMPERIO: Período en que las instituciones republicanas perdieron su poder y este fue asumido por el emperador
quien, apoyado en el ejército y en una red de funcionarios, gobernaba la ciudad de Roma y el extenso imperio. Suele
distinguirse entre Alto Imperio (siglos I y II d.C.), época del esplendor romano, y el Bajo Imperio (siglos III al V d.C.),
época marcada por la crisis y la decadencia.

EL PUEBLO ROMANO EN LOS PRIMEROS TIEMPOS: Durante el gobierno de los reyes etruscos, Roma se convirtió en
una verdadera ciudad. La influencia cultural etrusca fue muy profunda. Trasmitieron al pueblo romano algunos elementos
propios, como el sistema de numeración, la costumbre de interpretar auspicios, el uso de la toga como vestimenta masculina,
el arco de la arquitectura y la lucha de gladiadores. También transmitieron elementos que habían recibido de la influencia
griega y que habían adaptado a su cultura, como el alfabeto, la escritura y algunos aspectos de la religión. La cultura del
pueblo romano fue, entonces, el resultado de una fusión de elementos latinos y etruscos.

SOCIEDAD ROMANA
En cuanto a la sociedad de los primeros tiempos, como era habitual en la Antigüedad, existían hombres libres y esclavos. Entre
los primeros se distinguían dos grupos claramente diferenciados: los patricios y los plebeyos. Los patricios eran los miembros
de las familias romanas que decían descender de un glorioso antepasado relacionado con los orígenes de la ciudad. Todos los
que descendían del mismo antepasado formaban parte de una gran familia, una especie de clan familiar denominado gens. El
nombre de un patricio indicaba la gens a la que pertenecía. A la cabeza de la gens estaba el pater familias, el varón más
anciano del grupo y a quien se debía el máximo respeto y obediencia. Los patricios eran dueños de grandes propiedades
rurales y constituían un grupo reducido que basaba su prestigio en el valor que atribuían a su gens. Consideraban fundamental
la unidad de la familia y su permanencia en el tiempo. En cada hogar se realizaban ceremonias religiosas familiares y se ponía
énfasis en educar a los hijos en la tradición y las virtudes romanas, como el orden, el esfuerzo, la disciplina, la fidelidad a los
compromisos, la abnegación a la patria, etc. Los plebeyos eran los no patricios, es decir, quienes no pertenecían a una gens.
Podían ser propietarios rurales, artesanos, comerciantes o campesinos, pero no importaba su riqueza u ocupación. Lo que los
definía como plebeyos era su origen familiar que los colocaba en una situación de desventaja frente a los patricios, pues no
tenían los mismos derechos que ellos. Algunos plebeyos adquirían la categoría de clientes cuando se ligaban a una gens
colocándose bajo el amparo de un pater familias, a quien debía obediencia y servicios a cambio de su protección.

LA ROMA REPUBLICANA: En el año 509 a.C., mediante una rebelión, los romanos desterraron al rey Tarquino el Soberbio y
pusieron fin al dominio etrusco y a la monarquía. La ciudad se independizó y, para evitar el poder personal, los romanos
instauraron un nuevo sistema político que llamaron república. Se iniciaba así, al igual que en las poleis griegas, la práctica de
elegir magistrados anuales. En las asambleas llamadas comicios se votaban las leyes y cada año se elegían 2 cónsules,
magistrados que gobernaban la ciudad y se controlaban mutuamente. Estos eran asesorados por un Consejo de Ancianos, el
Senado, cuyos miembros ocupaban el cargo en forma vitalicia. En casos de grave peligro interior o exterior, los cónsules
elegían a un dictador, a quien se concedía poder ilimitado hasta que se superara la emergencia o durante 6 meses como
máximo. En los inicios de la República el poder político estaba en manos de los patricios. Sus decisiones predominaban en los
comicios, solo ellos podían ser cónsules y eran los pater familias quienes conformaban el Senado. Si bien los plebeyos
prestaban grandes servicios a la ciudad formando parte del ejército y pagando impuestos, no tenían influencia en las
asambleas ni acceso a los cargos públicos. Decidieron entonces organizarse para obtener derechos y exigir participación.
Formaron una asamblea plebeya cuyos acuerdos se denominaban plebiscitos y eligieron dirigentes, los tribunos de la plebe.
Los patricios debieron ir accediendo a sus reclamaciones porque las sucesivas guerras en que participaban los romanos hacía
imprescindible dos situaciones: que los plebeyos permanecieran en el ejército y que no hubiera desórdenes al interior de la
ciudad de Roma. Debido a las demandas de los plebeyos y al crecimiento de la ciudad, la organización de la república se fue
haciendo cada vez más compleja: se crearon nuevos comicios y magistraturas a las que finalmente los plebeyos pudieron
acceder. Se puede afirmar que en el siglo III a.C. los plebeyos habían logrado la igualdad con los patricios. Pero ya no era fácil
distinguir claramente estos dos grupos. Desde que se habían permitido los matrimonios mixtos, los plebeyos ricos se unieron a
los patricios formando una nueva nobleza. Como los cargos públicos no eran pagados, en la práctica solo los miembros de esa
nobleza (los hombres ricos) accedían a ellos. La participación plena de todos los ciudadanos era solo teórica. La república
romana nunca fue una democracia.

LA EXPANSIÓN ROMANA Y SUS CONSECUENCIAS

Desde los inicios de la República, Roma debió enfrentarse con pueblos que querían dominar la
región. Fueron tiempos muy duros, pero ya desde mediados del siglo IV a.C., los romanos
comenzaron a cosechar victorias en sucesivas guerras y a extender su dominio. En el lapso de
casi dos siglos lograron conquistar:
• La península Itálica, cuya unificación bajo dominio romano se consolidó a mediados del
siglo III a.C.
• El Mediterráneo occidental como resultado de las victorias de Roma sobre los
cartagineses en las Guerras Púnicas. Estas se extendieron –con interrupciones– entre
los años 246 a.C. y 146 a.C.
• El Mediterráneo oriental donde ya en 133 a.C. se había logrado dominar Asia Menor,
Macedonia y Grecia.

La expansión romana fue realizada por un ejército romano disciplinado y eficiente, que fue evolucionando en sus tácticas y
armamentos hasta convertirse en el más poderoso del mundo antiguo. Las conquistas dieron a Roma poder, prestigio y
grandes riquezas, como metales preciosos, esclavos y productos de todo tipo. Estas riquezas llegaban por la vía de los botines
de guerra, los impuestos que debían pagar los territorios dominados y el comercio de larga distancia.

En el aspecto social la expansión tuvo efectos dispares, beneficiando a unos y perjudicando a otros. Gracias a las conquistas,
los miembros de la clase alta que ocupaban cargos políticos, aumentaron sus riquezas y tierras formando grandes latifundios
trabajados por esclavos. Formaron la clase llamada orden senatorial. También fueron favorecidos quienes se enriquecieron con
los negocios, el comercio, el cobro de impuestos, etc., formando una nueva clase que se denominó orden ecuestre u orden de
caballeros. Para los pequeños propietarios del grupo medio, en cambio, las conquistas significaron la ruina. Las largas
campañas los obligaban a abandonar sus campos, no podían competir con los bajos precios de los productos que llegaban de
las provincias y terminaron por perder sus tierras a manos de los nobles. Si optaban por ir a la ciudad, en Roma también era
difícil encontrar trabajo pues había muchos esclavos. Era probable que allí se sumaran al proletariado, un grupo social muy
pobre que subsistía con las donaciones del Estado o vendiendo sus votos a los candidatos políticos.
Con el proceso de expansión romana, el número de esclavos aumentó de manera considerable, y de hecho, la economía de
Roma llegó a sustentarse en el trabajo esclavo. Pese a su importancia económica y a que sus funciones se diversificaron con
la expansión (saliendo del ámbito exclusivamente familiar), las malas condiciones de vida de los esclavos no experimentaron
grandes variaciones, llegando a producirse grandes sublevaciones que fueron duramente reprimidas, como la revuelta que
lideró Espartaco en el siglo I a.C.

La crisis de la República Desde mediados del siglo II a.C., Roma experimentó una crisis que se manifestó en diferentes
ámbitos:
• Se agudizaron los enfrentamientos entre los miembros del Partido Senatorial y los miembros del Partido Popular.
Entre estos últimos destacó Tiberio Graco, líder del Partido Popular, quien fue asesinado por proponer leyes que
afectaban a la clase senatorial, por ejemplo, la ley de reforma agraria que buscaba limitar la extensión de los grandes
latifundios y entregar tierras al proletariado.
• Se hacía difícil mantener las posiciones romanas: algunos reinos de Oriente pasaban a la ofensiva, los piratas
amenazaban el Mediterráneo, los itálicos exigían ser ciudadanos y una sublevación de esclavos sacudía la península.
Para enfrentar estos problemas se hizo habitual conceder mandos extraordinarios a algunos generales del ejército
que así, aumentaron su poder.
• En el siglo I a.C., los conflictos y divisiones internas y el poder de algunos generales desencadenaron guerras civiles
en que los romanos se enfrentaron entre sí. En el afán de restablecer el orden, se comenzaron a dejar de lado
algunos principios que eran la base del gobierno republicano. Se abrió el camino hacia la concentración del poder en
pocas manos, como en los triunviratos, o en una sola mano, como ocurrió con el poder personal de Julio César, quien
fue nombrado dictador perpetuo por el Senado. En el 44 a.C. Julio César fue asesinado por senadores opositores.
Antes que se desencadenara el caos, el cónsul Marco Antonio, Octavio (hijo adoptivo de César) y Lépido (jefe de
caballería) formaron el segundo triunvirato. Se dividieron los dominios romanos, pero luego se enfrentaron. En la
batalla naval de Accio (31 a.C.), Octavio derrotó a Marco Antonio y se apoderó de Egipto. Entró triunfalmente a Roma
el 29 a.C., donde el Senado confirmó su poder. La República Romana llegaba a su fin.

EL IMPERIO ROMANO

En el año 27 a.C. se inició formalmente el gobierno de Octavio, al recibir del Senado los títulos y cargos de princeps (primer
ciudadano), imperator (jefe del ejército) y augusto (sublime). Con ello comenzó una nueva etapa en la historia de Roma, el
Imperio. Su característica política principal fue que una sola persona concentró en sus manos el poder que antes era
compartido por diferentes magistrados. Esa persona fue el imperator, quien estaba apoyado fuertemente por una milicia
personal, la guardia pretoriana. Augusto comprendió que Roma y su extenso imperio no podían seguir siendo gobernados
como en tiempos de la República. La monarquía no era una solución pues ese sistema era odioso para los romanos.
Entonces, aplicó una fórmula que perduraría en el tiempo: mantuvo la apariencia republicana, es decir, dejó subsistir las
antiguas instituciones, pero estas perdieron su poder porque él las controlaba o elegía a sus miembros. Muchas tareas
pasaron a manos de la burocracia y de un nuevo Consejo que dependían de él. Con el fin de mejorar la administración y el
gobierno del Imperio, Augusto estableció una división en provincias imperiales y provincias senatoriales

Desde Augusto también se impuso como costumbre que cada emperador adoptara como hijo al hombre que quería fuera su
sucesor. El Senado, encargado de nombrar a los emperadores, solía respetar esa decisión. En los dos primeros siglos se
sucedieron cuatro dinastías imperiales. En el siglo II d.C., con los emperadores Trajano y Adriano, el Imperio alcanzó su
máxima extensión y su mayor esplendor, respectivamente. La organización del imperio y la romanización El Imperio Romano
llegó a contar con una población de casi 100 millones de habitantes. Sus fronteras naturales eran, en el norte los ríos Rhin y
Danubio, en el sur el desierto del Sahara, al oeste el océano Atlántico y al este el río Éufrates. Muros defensivos y plazas
fortificadas las resguardaban en sus sectores más vulnerables y unos 400.000 legionarios las guarnecían. Este extenso
imperio no habría podido mantenerse en el tiempo solo por la fuerza de las armas. Se requería de una gran organización y los
romanos fueron excelentes administradores. Desde tiempos de Agusto, el imperio se organizó estableciendo dos tipos de
provincias: IMPERIALES Y SENATORIALES.
• IMPERIALES: Dependían directamente del emperador quien nombraba como gobernador a un legado suyo que
ejercía el cargo unos 3 ó 4 años. Correspondían a las provincias que tenían riesgo de invasión o rebelión. En ellas se
encontraban fuerzas militares permanentes.
• SENATORIALES: Dependían del Senado, el cual elegía por sorteo a un gobernador que duraba 1 año en su cargo.
El emperador podía intervenir en ellas si era necesario.

La dominación romana no fue bien acogida por todos los pueblos conquistados. Los aspectos negativos de la conquista
permiten también entender algunas rebeliones que se originaron al interior del imperio y que se harían más frecuentes en los
siglos posteriores. A pesar de ello, es innegable que junto a la conquista militar y política hubo una dominación cultural mucho
más duradera. La cultura romana se fue difundiendo lentamente en vastos territorios, proceso que se conoce como
romanización.

EL CRISTIANISMO Y SU DIFUSIÓN: En el siglo I d.C., la provincia romana de Judea


fue el lugar de origen de una nueva religión, el Cristianismo, el cual constituye uno de los
fundamentos de nuestra cultura occidental. El Cristianismo hunde sus raíces en el
Judaísmo. Los judíos adoraban a un dios único Yahvé y esperaban la llegada de un Mesías
(salvador) que vendría a liberar a su pueblo. En tiempos de Augusto nació Jesús de Nazaret, quien a los 30 años inició su pré-
dica anunciando que él era el Mesías, que era hijo de Dios y que traía un Evangelio (Buena Noticia), un mensaje de amor y de
salvación para toda la humanidad, sin distinción de pueblos ni condición social. Las autoridades religiosas judías no lo
reconocieron como tal, lo consideraron una amenaza y fue condenado a morir en la cruz.

Tras su muerte, sus más cercanos discípulos anunciaron que Jesús había resucitado y que, siguiendo sus enseñanzas de
amor, los seres humanos también podrían alcanzar la vida eterna. En Jerusalén se reunió la primera comunidad de judíos que
creían en el Mesías. Más tarde se formó otra comunidad en Antioquía, donde se incorporaron también gentiles. Allí surgió la
denominación de cristianos para referirse a los creyentes en Jesús, el Cristo. El Cristianismo se separó del Judaísmo y se
constituyó la Iglesia cristiana que se definió como católica, es decir, universal. Sus dos figuras principales fueron Pedro, apóstol
de Jesús que fue el primer líder de la Iglesia y predicó el Cristianismo en Roma, y Pablo, quien viajó por las provincias
orientales del imperio predicando entre los gentiles. El libro sagrado del Cristianismo es la Biblia. Consta del Antiguo
Testamento, que narra la historia del pueblo de Israel y su alianza con Jehová (Dios) y del Nuevo Testamento, que establece la
alianza de Dios con toda la humanidad y presenta las enseñanzas de Jesús y la vida de las primeras comunidades cristianas.
El Cristianismo se fue propagando por las ciudades del imperio, difusión que se vio favorecida por la facilidad de
comunicaciones y la unidad lingüística del mundo romano. Sin embargo, los primeros tiempos fueron muy difíciles. Los
romanos, tan tolerantes con otras religiones, vieron con recelo a los cristianos que postulaban la igualdad entre los seres
humanos y se negaban a rendir culto religioso al emperador. En ciertos períodos, los cristianos sufrieron persecuciones que
significaron la cárcel, el destierro y hasta la muerte si no aceptaban renunciar a su fe.

Las persecuciones más violentas tuvieron lugar en el siglo III, pero el Cristianismo seguía expandiéndose. Un edicto del
emperador Constantino, en el año 313, permitió a los cristianos practicar su religión libremente. Con ello aumentó aún más el
número de fieles. En el año 380 el emperador Teodosio ordenó a todos los pueblos adherir al Cristianismo, que desde
entonces sería la religión oficial del Imperio. La Iglesia Católica emergió con gran fuerza y fue adquiriendo posiciones de
privilegio y de enorme influencia en la sociedad.

LA DECADENCIA Y FIN DEL IMPERIO ROMANO DE OCCIDENTE


Desde fines del siglo II d.C se desencadenó una serie de procesos muy complejos que provocaron períodos de crisis y
condujeron a la decadencia y posterior fin del Imperio Romano en Occidente. Entre esos procesos se pueden mencionar: • Las
conquistas territoriales de los romanos llegaron a su fin y con ello la posibilidad de obtener nuevos recursos. A eso se sumó
que algunos pueblos comenzaron a amenazar las fronteras e incluso penetraron en territorio romano. La frontera norte fue
traspasada en múltiples ocasiones por pueblos germanos, en especial cuando eran presionados por el avance de los hunos. •
Se hacía necesario incurrir en grandes gastos para fortalecer las fronteras y el ejército y se recurrió al aumento de impuestos,
lo que generó un creciente descontento. Por otra parte, algunas pestes afectaron a la población y hubo plagas en los campos.
Esto provocó la disminución de la producción y el comercio, y la escasez de productos generó alza de precios, pobreza y
hambre. Muchas ciudades entraron en decadencia.

• Era cada vez más difícil mantener la autoridad en un imperio tan extenso. Hubo períodos de anarquía en que incluso
había dos o más generales proclamados emperadores por sus legiones. La tendencia fue que llegaran al poder
generales de las provincias orientales. Uno de ellos, Diocleciano (284 -305), fortaleció la posición del emperador e
intentó frenar la crisis del imperio. Para ello implementó una serie de reformas que permitieron que el imperio
perdurara, si bien cada vez más alejado de las tradiciones romanas y más cercanas a las monarquías de tipo oriental.
Bajo su gobierno se inició el Dominado, una época en que el emperador ya no era princeps (primer ciudadano) sino
dominus (señor), con un poder similar al de los reyes orientales. Incluso usaba mantos con piedras preciosas y había
que arrodillarse frente a él.
• La pérdida de importancia del sector occidental del imperio fue manifiesta cuando, en el año 330 d.C, Constantino
trasladó la capital a la ciudad de Bizancio, la que llamó Constantinopla. Más tarde, en el año 395 d.C, Teodosio dividió
el Imperio en dos: Occidente y Oriente. En Occidente la situación era muy seria. La presencia de germanos en el
imperio era cada vez mayor, sobre todo a partir del siglo IV. Algunos habían recibido tierras a cambio de apoyar al
ejército imperial; otros entraron por la fuerza, se instalaron y negociaron su situación con los emperadores, que
incluso aceptaron la existencia de reinos germanos aliados en territorio romano. Al interior del imperio los germanos
se movilizaban y en ocasiones atacaban o combatían entre sí. El año 410, ante el estupor del mundo romano, la
ciudad de Roma fue saqueada por los visigodos al mando de Alarico. Cuando en el año 476 otro jefe germano,
Odoacro, depuso a Rómulo Augústulo, último emperador de Occidente, este sector del imperio, en la práctica, ya era
un mosaico de reinos germanos.
ACTIVIDAD
I.- Lee la guía atentamente y desarrolla el siguiente vocabulario en tu cuaderno:

1.- Península Itálica 11.- Plebeyos


2.- Lacio 12.- Magistrados anuales
3.- Rio Tiber 13.- Comicios
4.- Mare Nostrum 14.- Consejo de Ancianos
5.- Rómulo y Remo 15.- Pater Familia
6.- Etrusco 16.- Imperator
7.- Monarquía 17.-Provincia de Judea
8.- República 18.- Pueblos germanos
9.- Imperio
10.- Patricios

II.- Observa el mapa y creando una simbología localiza los siguientes lugares: Mar Mediterráneo, Península de
los Balcanes, Roma, Rio Tiber, isla de Sicilia

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