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E l sig n ific a d o d e l a v e r d a d

E l s ig n if ic a d o d e l a v e r d a d

William James

Traducción de Ramon Vilà Vernis


Esta obra ha sido publicada con una subvención de la Dirección Genera) de) Li­
bro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura, para su préstamo público
en Bibliotecas Públicas, de acuerdo con lo previsto en el artículo 37.2 de la Ley de
Propiedad Intelectual.
SUM A RIO

1 H J G m W N N G IH O
d e b ik ñ a OCCUUUM
Prefacio........................................................... 9
I La función del conocimiento........................ 23
I I Los tigres de la India........................ 53
Traducción de Ramón Vilá Vernis III El humanismo y la verdad............................. 59
Diseño de cubierta de Xavier Carbonell
IV La relación entre cognoscente y conocido ... 95
V La esencia del humanismo............................. 109
VI Unas palabras más acerca de la verdad...... 119
VII La verdad según el profesor Pratt................ 137
r Kdición febrero 2011 V I I I La concepción pragmatista de la verdad y
quienes la malentienden.............................. 151
Quedan rigurosamente prohibida*, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, IX El significado de la palabra verdad.............. 177
bajo las sanciones establecidas, la reproducción rota! o pardal de esta publicación, ni s»
tratamiento informático, «i la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea X La existencia de Julio César......................... 181
electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros medios.
XI El absoluto y la vida enérgica...................... 185
XII El pragmatismo según el profesor Hébert... 189
XIII Abstraccionismo y «relativismus».............. 201
© de la traducción: Ramón Vilá Vernis XIV Dos críticos ingleses...................................... 219
© 2010 dé todas las ediciones en España M arbot Ediciones XV Un diálogo.................................................. 229
Pg. Sant Joan, 199, 3-1
08037 Barcelona
e-mail: marhor@marbotediciones.com
www.marbotedicioncs.coni

ISBN: 978-84-92728-12-1
Depósito legal: B-609-2011

Impreso en Gr a fiques 92, S.A.


Avda. Can Sucarrats, 91 - 08191 Rubí (Barcelona)
Impreso en Kspaña - Printed in Spain
P r e f a c io

El eje central de mi libro titulado Pragmatismo es la des­


cripción de la relación llamada «verdad» que puede darse
entre una idea (opinión, creencia, afirmación o lo que sea)
y su objeto. «La verdad», digo allí, «es una propiedad de
algunas de nuestras ideas. Significa su acuerdo con la reali­
dad, así como la falsedad significa su desacuerdo con ella.
Esta definición es en general admitida tanto por pragma­
tistas como por intelectualistas.
»¿Qué significa esta adecuación cuando nuestras ideas
no copian de forma definida su objeto? (...) El pragmatis­
mo formula su pregunta habitual: “Concedamos que una
idea o una creencia sea verdadera”, dice, “¿qué diferen­
cia concreta supondrá su verdad en la vida real de alguna
persona? ¿Qué experiencias serían distintas de las que se
darían si la creencia fuera falsa? ¿De qué modo se reali­
zará esta verdad? ¿Cuál es, en resumen, el valor contante
y sonante de esta verdad en términos de experiencia?”
Tan pronto como el pragmatismo formula esta pregunta,
ya tiene delante la respuesta: ¡as ideas verdaderas son las
que podemos asimilar\ validar, corroborar y verificar. Las
ideas falsas son las que no. Esa es la diferencia práctica
que supone para nosotros tener ideas verdaderas; y por
lo tanto ese es el significado de la verdad, pues son todas
las formas bajo las cuales podemos conocerla.
»La verdad de una idea no es una propiedad estanca­
da inherente a ella. La verdad es algo que le ocurre a una
10 PREFACIO W ILLIAM JAMFS II

idea. Se vuelve verdadera, se hace verdadera a través de vista no tiene por qué responder de forma igualmente
los acontecimientos. Su verdad es de hecho un aconte­ satisfactoria a todas las experiencias subsiguientes. La
cimiento, un proceso, a saber: el propio proceso de ve­ experiencia, como sabemos, encuentra siempre el modo
rificarse, su verificación. Su validez es el proceso de su de desbordar nuestras fórmulas presentes y obligarnos
validación.1 a corregirlas.»
»Estar de acuerdo con una realidad, en el sentido Esta explicación de la verdad, que va en la línea de
más amplio posible, soto puede significar ser guiados las ofrecidas por los señores Dewey y Schiller, ha dado
directamente a ella o a sus inmediaciones, o bien esta­ pie a un vivísimo debate. Pocos comentaristas la han de­
blecer un contacto funcional que nos permita manejarla fendido, es más, la mayoría la han rechazado de plano.
a ella o a otra cosa relacionada con ella mejor que si Parece evidente que es un asunto de difícil comprensión,
estuviéramos en desacuerdo. Este manejar mejor puede a pesar de su aparente simplicidad; y es evidente también,
ser tanto en términos intelectuales como prácticos. (...) me parece, que su aceptación definitiva marcará un giro
Cualquier idea que nos permita manejar una realidad en la historia de la epistemología, y por lo tanto también
o aquello que va asociado a ella, ya sea práctica o inte­ de la filosofía en general. Con objeto de hacer más acce­
lectualmente; cualquier idea que no ponga obstáculos a sible mi pensamiento para quienes estudien la cuestión en
nuestro progreso; cualquier idea que encaje, en defini­ adelante, he recogido en este volumen todos mis escritos
tiva, y que adapte nuestra vida a esa realidad tomada directamente relacionados con la cuestión de la verdad.
en conjunto, estará suficientemente de acuerdo con ella Mi primera toma de posición fue en 1884, en el artículo
como para cumplir con el requisito. Será verdadera res­ que abre el presente volumen. Los otros artículos siguen
pecto a esa realidad. el orden de su publicación. Dos o tres de ellos aparecen
»Lo verdadero, en pocas palabras, no es más que lo ahora por primera vez.
conveniente en el terreno del pensamiento, del mismo Una de las acusaciones que se dirigen más frecuente­
modo que lo justo no es más que lo conveniente en el mente contra mí es la de que reduzco la verdad de nues­
terreno de la conducta. Conveniente en prácticamente tras creencias religiosas al mero hecho de que nos ha­
cualquier sentido, y conveniente a la larga y en con­ gan «sentir bien». Lamento haber dado cierta excusa a
junto, por supuesto; pues aquello que responde de for­ esta acusación por el lenguaje descuidado que empleé en
ma satisfactoria a toda la experiencia que tenemos a la Pragmatismo para referirme a la verdad de la creencia
de ciertos filósofos en el absoluto. Mientras trataba de
1. Pero la « v e riftc a b ilid a d añado, «vale tanto como la verificación. Por cada explicar por qué yo mismo no creo en el absoluto, aun
proceso verificativo completado, hay un millón más en nuestras vidas en estado considerando que puede proporcionar unas «vacaciones
potencial. Todos ellos nos encaminan hacia la verificación directa, hacia las proxi­
morales» a quienes las necesiten, ofrecí a mis enemigos
midades del ob)ero al que apuntan; y entonces, si sucede de forma armoniosa,
quedamos tan convencidos de que la verificación es posihle que la omitimos, y como rama de olivo conciliadora la idea de que en esa
todo cuanto ocurre corrobora generalmente nuestro convencimiento.» medida al menos sería verdadero (esto es, en el caso de
12 PREFACIO WILLIAM JAMCS 13

que unas vacaciones morales fueran algo bueno).2 Pero Así pues, diré que el absoluto no es verdadero en ningún
ellos, como acostum bra a suceder con esta clase de ofre­ sentido, y menos aún, de acuerdo con el veredicto de mis
cimientos, pisotearon mi regalo y luego se giraron para críticos, en el sentido que le había asignado antes.
vituperar a quien se lo ofrecía. Confié dem asiado en su M i tratamiento de los conceptos «Dios», «libertad» y
buena voluntad: ¡Ah, cuán rara es la caridad cristiana en «diseño» era parecido. Al reducir el significado de cada
este mundo! ¡Y cuán rara también la inteligencia secular uno de ellos a su aspecto positivo y experimentable, por
ordinaria! Supuse que sería patente que, entre dos visio­ medio del test pragmático, mostré que todos significa­
nes del universo en competencia entre sí que son iguales ban lo mismo, a saber, la presencia de una «promesa» en
en todos los respectos excepto en que una de ellas frustra el mundo. «¿Hay Dios o no hay Dios?» significa «¿Hay
alguna necesidad vital hum ana mientras que la otra la promesa o no hay promesa?». Me parece que la alterna­
tiva es bastante objetiva, pues se trata de determinar si
satisface, la segunda será la escogida por cualquier perso­
el cosmos tiene un carácter u otro, aun cuando nuestra
na cuerda por la simple razón de que convierte el mundo
propia respuesta provisional deba formularse en térmi­
en un lugar m ás racional. Escoger en tales circunstancias
nos subjetivos. Sin embargo, tanto mis críticos cristianos
la primera concepción sería un acto ascético, un acto de
como los no cristianos me acusan por igual de inducir
autonegación filosófica que no cabría esperar de ningún
a la gente a decir «Dios existe» aun cuando no exista,
ser humano normal. Recurriendo al test pragm ático del
dado que en el marco de mi filosofía la «verdad» de esta
significado de los conceptos, mostré que el concepto del a b ­
afirmación no significa realmente que exista en modo al­
soluto no tiene otro significado que el de algo que da esas
guno, sino solo que decirlo nos hace sentir bien.
vacaciones, algo que elimina el miedo cósm ico. La libe­ La mayor parte del debate a favor y en contra del prag­
ración objetiva que se experimenta al decir «E l absoluto matismo gira alrededor de la cuestión de qué debe enten­
existe» se reduce a lo siguiente, según mostré: que hay derse por la palabra «verdad», y no sobre ninguno de los
«cierta justificación para experimentar un sentimiento de hechos relativos a las situaciones en las que se plantea la
seguridad ante el universo», y que negarse sistem ática­ cuestión de la verdad: tanto pragmatistas como antiprag­
mente a cultivar un sentimiento de seguridad supondría matistas creen en la existencia de objetos, del mismo modo
violentar una tendencia propia de nuestra vida emocional que creen en nuestras ideas sobre ellos. La diferencia es
que tal vez debería respetarse com o profètica. que cuando los pragmatistas hablan de verdad, se refieren
Por lo que parece, mis críticos absolutistas no aciertan exclusivamente a algo que tiene que ver con las ideas, a sa­
a reconocer en este cuadro nada que tenga que ver con ber, su funcionalidad;* mientras que cuando los antiprag­
sus propias operaciones mentales, de m odo que no me
queda sino ofrecer mis disculpas y retirar mi ofrecimiento. * En el original ■•workableness», término que aparece reiteradamente a lo
largo de este y otros libros de James, hajo diversas formas («work», «workings»,
etc.). Ninguna traducción al castellano encaja de forma enteramente feliz en co­
2. Pragmatismo, p. 520. dos los empleos que da James al término, pero su unidad e importancia aconseja
14 PREFACIO W1I LIAM (AMES 15

matistas hablan de verdad parecen referirse la mayoría de La conclusión generalizada es que por lo tanto tas dis­
las veces a algo que tiene que ver con los objetos. Pero tintas partes de la experiencia se mantienen unidas entre
como el pragmatista, en caso de estar de acuerdo en que sí por relaciones que son a su vez parte de esa misma ex­
una idea es «realmente» verdadera, también está de acuer­ periencia. En suma, el universo que aprehendemos direc­
do en aquello que dice de su objeto, y como la mayoría tamente no requiere ningún soporte conectivo transem­
de los antipragmatistas ya estaban de acuerdo en que, si pírico, sino que posee por derecho propio una estructura
el objeto existe, la idea de que es así es funcional, queda concatenada o continua.
aparentemente tan poco terreno para el debate que cabría El gran obstáculo que encuentra el empirismo radical
preguntarse por qué no demuestro mi sentido de los «va­ en el espíritu contemporáneo es la enraizada creencia ra­
lores» echando al fuego el resultado de mi participación en cionalista de que la experiencia tal como se da inmedia­
tan nimia disputa verbal en lugar de reimprimirla. tamente es pura disyunción, y que para convertir toda esa
Entiendo la pregunta y daré una respuesta. Estoy in­ separación en un mundo unitario hace falta una agencia
teresado en otra doctrina filosófica a la que he dado el unificadora superior. De acuerdo con el idealismo pre-
nombre de empirismo radical, y me parece que el estable­ valente, esta agencia viene representada por el testigo
cimiento de la teoría pragmática de la verdad es un paso absoluto que «relaciona» las cosas lanzando «catego­
de gran importancia para promover el empirismo radical. rías» sobre ellas como quien lanza una red. Tal vez la
Este consiste, en primer lugar, en un postulado; luego, en más peculiar y singular de estas categorías sea la relación
una afirmación de hecho; y por último, en una conclusión veritativa, que conecta partes de la realidad por parejas
generalizada. y convierte de este modo una de las partes en sujeto cog­
El postulado es que las únicas cosas que se pueden de­ noscente y la otra en cosa conocida, pero que carece en
batir entre filósofos son aquellas que pueden definirse en sí misma de contenido experiencial, no es describible, ex­
términos derivados de la experiencia. (Las cosas que por plicable o reducible a otros términos, y sólo es denotable
naturaleza no se pueden experimentar pueden existir ad mediante la enunciación de la palabra «verdad».
Itbitum, pero no son materia de debate filosófico.) La visión pragmática de la relación veritativa, en cam­
La afirmación de hecho es que las relaciones entre las bio, es que posee un contenido específico y que todo cuan­
cosas, ya sean conjuntivas o disyuntivas, pertenecen tan­ to forma parte de ella es experimentable. Su naturaleza
to a la experiencia directa y particular como puedan ha­ puede expresarse íntegramente en términos positivos. La
cerlo las cosas mismas. «funcionalidad» que deben poseer las ideas para ser ver­
daderas significa las funcionalidades concretas, físicas o
intelectuales, actuales o posibles, que puedan establecer
mantener un único termino en todos los casos y no cambiarlo según el contexto.
Este término será «funcionalidad», y sus derivados «funcionar», «posibilidades/ unas con otras en el interior de una experiencia concre­
operaciones funcionales», etc. 1.a elección se apoya en el uso por parte de James ta. Si se admitiera esta tesis pragmática, se habría dado
de «functional possibilities» como equivalente expreso de «w orkings» en algunos
pasajes del libro. (N. del t.).
también un gran paso para la victoria del empirismo
16 PREFACIO WII.I.1AM JAMES 17

radical, pues los racionalistas sostienen que la relación fasis, que cuando la idea afirma un objeto de forma «ver­
entre un objeto y la idea que lo conoce verdaderamente dadera», la existencia de este es la única razón, en innume­
no es en absoluto describible en estos términos, sino que rables casos, de que la idea funcione satisfactoriamente, en
se sitúa más allá de cualquier experiencia temporal posi­ la medida en que lo haga; y que parece un abuso del len­
ble; y esta relación, así interpretada, constituye habitual­ guaje, por decir poco, transferir la palabra «verdad» desde
mente el baluarte último y más tenazmente defendido por la idea a la existencia del objeto, cuando la falsedad de las
el racionalismo. ideas que no funcionan se explica tanto por esa existencia
Por otro lado, las impugnaciones antipragmatistas a como la verdad de aquellas que sí lo hacen.
las que trato de dar respuesta en este libro se convierten Esta clase de abuso del lenguaje es habitual incluso
tan fácilmente en armas de resistencia en manos de los entre mis adversarios más competentes. Pero tan pronto
racionalistas, no solo frente al pragmatismo sino también como se restablece el uso verbal debido, a saber, que la
frente al empirismo radical {pues, si la relación veritati- palabra «verdad» representa una propiedad de la idea y
va fuera trascendente, podría haber otras que también no algo misteriosamente conectado con el objeto cono­
lo fueran), que veo claramente la importancia estratégica cido, se abre ante nosotros un terreno amplio y fructífe­
de refutarlas de forma definitiva y quitarlas de en me­ ro, en mi opinión, para debatir con justicia los méritos
dio. Nuestros críticos insisten obstinadamente en que por del empirismo radical. La verdad de una idea significará
más funcionalidades que puedan acompañar a la verdad, pues únicamente sus funcionalidades, o si se quiere aque­
ninguna de ellas la constituye. A cada momento insisten llo que hay en ella que activa dichas funcionalidades en
en que la verdad es algo numéricamente añadido a ellas, virtud de leyes psicológicas comunes; no significará ni el
previo a ellas, explicativo de ellas y en ningún sentido objeto de la idea, ni ningún elemento «saltatorio» dentro
explicable por ellas. Así pues, el primer punto que tratan de la ¡dea que no quepa describir a través de términos
de establecer nuestros enemigos es que en la verdad de extraídos de la experiencia.
una idea hay algo numéricamente adicional y previo a Unas palabras más antes de terminar este prefacio.
dichas funcionalidades. En la medida en que el objeto es A veces se establece una distinción entre Dewey, Schiller
adicional y usualmente previo a ellas, la mayoría de los y yo mismo, como si la suposición de la existencia del
racionalistas se remiten a este y nos acusan abiertamente objeto fuera una concesión mía al prejuicio popular que
de negarlo. Y, puesto que no podemos negar razonable­ aquellos otros autores, por su mayor radicalismo prag­
mente la existencia del objeto, esa acusación deja en los mático, se negarían a realizar. Hasta donde llega mi com­
observadores externos la impresión de que nuestra expli­ prensión de estos autores, los tres estamos absolutamen­
cación de la verdad se ha venido abajo y de que nos han te de acuerdo en admitir la trascendencia del objeto (en
ganado la batalla. Por más que en varios puntos de este el supuesto de que este sea experimenta ble) respecto al
libro me dedico a refutar la calumnia de que negamos la sujeto dentro de la relación veritativa. Dewey en parti­
existencia real, repetiré aquí una vez más, para mayor én­ cular ha insistido casi ad nauseam en que el significado
18 I’ Kt LACIO WILLIAM (AMES

de nuestros estados y procesos cognitivos reside entera­ dad, para verse llevado finalmente hasta los hechos ob­
mente en la forma en que intervienen en el control y la jetivos independientes afirmados por ellas, en la medida
reevaluación de hechos o existencias independientes. Su en que la más satisfactoriamente validada de todas las
concepción del conocimiento no solo es absurda sino que pretensiones es que tales hechos están ahí. Mi universo
carece de significado en ausencia de existencias indepen­ es más esencialmente epistemológico. Parto de dos cosas,
dientes de las que nuestras ideas dan cuenta y para cuya los hechos objetivos y las pretensiones de verdad, y se­
transformación trabajan. Pero en la medida en que tanto ñalo cuáles de estas pretensiones funcionarán bien como
Dewey como Schiller se niegan a hablar de objetos y re­ sustitutos de los hechos —siempre que los hechos estén
laciones «trascendentes» en el sentido de completamente allí, claro está— y cuáles no. A las pretensiones de la pri­
transexperienciales, sus críticos denuncian las frases de mera clase las llamo verdaderas. El universo de Dewey, si
sus escritos donde expresan esta idea como si negaran la entiendo bien a este colega, es el más amplio de los tres,
existencia, dentro del marco de la experiencia, de obje­ pero me abstengo de dar mi propia versión de su comple­
tos externos a las ideas que declaran su presencia en di­ jidad. Baste decir que sostiene tan firmemente como yo la
cha experiencia.3 Parece increíble que críticos instruidos existencia de objetos independientes de nuestros juicios.
y aparentemente sinceros encuentren tantas dificultades Si me equivoco en este punto, será él quien deba corregir­
para comprender la posición de su adversario. me. Rechazo toda corrección de segunda mano.
Es posible que la confusión se deba en muchos casos al En las páginas que siguen no pretendo considerar to­
hecho de que los universos de discurso de Schiller, Dewey das las críticas dirigidas contra mi concepción de la ver­
y yo mismo son de extensiones diversas, y que aquello dad por los señores Taylor, Lovejoy, Gardiner, Bakewell,
que uno postula de forma explícita el otro lo deja pro­ Creighton, Hibben, Parodi, Salter, Carus, Lalande, Men-
visionalmente implícito, mientras que el lector lo da por tré, McTaggart, G.E. Moore, Ladd y otros, especialmente
rechazado. El universo de Schiller es el más pequeño de no las del profesor Schinz, quien ha publicado una entre­
los tres, al ser en esencia un universo psicológico. Schiller tenida novela sociológica bajo el título de Antipragma­
parte de un único tipo de cosas, las pretensiones de ver­ tismo. Algunos de estos críticos parecen afectados por
una incapacidad casi patética para comprender la tesis
que pretenden refutar. Imagino que la mayor parte de sus
3. Es un placer p ara mí dar la bienvenida al profesor Carverh Read <1 la iglesia
pragm atista, al menos por lo que respecta a su epistemología. Vcasc su vigoroso objeciones estarán respondidas por anticipado en algún
libro The Metaphysics o f Nature, V edición, Apéndice A (Londres, Black, 1908). punto de este libro, y estoy seguro de que mis lectores me
Wbat is Reality?, de Francis Howe Johnson (Boston, 1891), a quien conocí mien­
tras estaba corrigiendo estas pruebas, contiene sorprendentes anticipaciones de agradecerán que no añada más repeticiones al número
lo que m ás tarde seria el pragmatismo. F.l recién publicado The Psychology o f ingente de las que ya circulan.
Thinking, de Irving E. Miller (Nueva York, Macmillan Co., 1909), es uno de los
documentos pragm atistas más convincentes aparecidos hasta el momento, aun
cuando no use la palabra «pragm atism o» en ningún momento. Y puestos a dar 95 IRVING ST., CAMBRIDGE (MASS.)
referencias no puedo evitar mencionar el articulo extraordinariamente penetrante
de H. V. Knox en la edición de abril de 1909 del Quarterly Review.
agosto de 1909
E l s ig n if ic a d o d e l a v e r d a d
I
L a f u n c ió n d e l c o n o c im ie n t o 1

El siguiente estudio no se dirige a esclarecer el «cómo»


sino más bien el «qué» del conocimiento {por utilizar
una distinción familiar para los lectores de Shadworth
Hodgson). Los actos que llamamos cogniciones tienen
lugar evidentemente a través de lo que llamamos cere­
bro y sus procesos, haya o no «almas» dinámicamente
conectadas con dichos cerebros. Pero este artículo no se
ocupará en absoluto de los cerebros ni de las almas. Sim­
plemente asumiremos de entrada que el conocimiento se
da, del modo que sea, y tan solo nos preguntaremos qué
elementos contiene o qué factores están implicados en él.
El conocimiento es una función de la conciencia. El
primer factor implícito en el conocimiento es por lo tanto
un estado de conciencia donde este tenga lugar. Como
en otros lugares he usado la palabra «sensación» para
designar genéricamente todos los estados de conciencia
considerados subjetivamente, es decir, sin atender a su
posible función, diré pues que más allá de cualquier otro
elemento que pueda haber implícito en el acto cognitivo,
este implica al menos la existencia de una sensación. [Si el

1. Leído ante la Sociedad Aristotélica el 1 de diciembre de 1884 y publicado


P°r primera vez en Mind, vol. x (1885). Tanto este como los siguientes artículos
apenas han sido objeto de una leve revisión, que ha consistido más que nada en la
omisión de redundancias.
24 LA P U N C IÓ N D r i C O N O C IM IE N T O W ILLIAM IAMES 25

lector comparte la actual antipatía por la palabra «sensa­ posible complicación con la cuestión de su génesis, no
ción»,* tal vez prefiera sustituirla allí donde yo la utilice atribuyamos la posesión de nuestra sensación imaginaria
por la palabra «idea», tomada en el viejo y amplio senti­ ni siquiera a una estatua. No la supongamos vinculada
do de Locke, o bien usar la incómoda expresión «estado a nada material, ni localizada en ningún punto del espa­
de conciencia», o, en último término, decir en su lugar cio, sino flotando w vacuo, por decirlo así, en virtud del
«pensamiento».J fiat creativo de un dios. Y para evitarnos también todo
Ante todo es preciso observar que la humanidad está embrollo con el asunto de la naturaleza física o psíqui­
de acuerdo en general en considerar que algunas de estas ca de su «objeto», no la califiquemos como fragancia ni
sensaciones son de carácter cognitivo, mientras que otras como ninguna otra clase determinada de sensación, sino
son meros hechos dotados de una existencia subjetiva — limitémonos a considerarla como una sensación de q. Lo
casi habría que decir física—, pero carentes de la fun­ que sea cierto de ella bajo este nombre abstracto lo será
ción autotrascendente que se requeriría para que fueran Cambien de cualquier versión más particular de la misma
cogniciones. Nuestra tarea también será limitada en este (como una fragancia, un dolor; una impresión de dureza)
terreno: no se trata de preguntarse «¿Cómo es posible la que el lector pueda imaginar.
autotrascendencia?», sino únicamente de preguntamos Pues bien, si esta sensación de q fuera la única creación
«¿Cómo es que el sentido común asume esa trascenden­ de nuestro dios, constituiría naturalmente el universo en­
cia no solo como posible sino como actual en un cierto tero. Y si, para escapar a los reparos del nutrido grupo de
número de casos? ¿Qué marcas emplea el sentido común personas para quienes semper idettt sentiré ac non sentire
son lo mismo,2 concedemos que la sensación sea de una
para distinguir esos casos de los demás?» En resumen,
duración tan corta como se quiera, dicho universo no tie­
nuestro estudio es poco más que un capítulo dentro de la
ne por qué durar más que una fracción infinitesimal de
psicología descriptiva.
segundo. La sensación en cuestión quedará de este modo
Condillac se embarcó en un estudio parecido al mío
con su famosa hipótesis de una estatua que experimenta­
ba varias sensaciones de forma sucesiva. Se suponía que 2. Cabe observar que, interpretada en este sentido, la «relatividad del conoci-
niiento» es una de las supersticiones filosóficas más extrañas que se hayan propuesto
la primera debía ser una fragancia, pero para evitar toda jamás. Cualesquiera hechos que se puedan citar en su favor se deben exclusivamente
* las propiedades del tejido nervioso, el cual no soporta un estado de excitación
demasiado prolongado. Los pacientes con neuralgias que se extienden durante días
pueden asegurar que esta ley tiene un margen de aplicación bastante amplio. Pero si
* El lector español podrá añadir a su posible antipatía el hccho de que el
Ai¿ramos físicamente capaces de sostener una sensación eternamente y sin cambio,
término inglés «feeling» significa tanto «sensación» como «sentimiento», y por lo
¿qué argumento lógico o psicológico podría demostrar que no la experimentaríamos
tanto suena m ás natural en el uso genérico que quiere darle Jam es. En la medida
mientras durara, y además exactamente tal como es? 1.a razón de que perviva el
en que solo pretende aludir al aspecto subjetivo de cualquier estado mental, me
prejuicio contrario parece ser nuestra resistencia a pensar que una cosa tan estúpida
parece que en castellano es preferible traducirlo por el primero de estos términos,
COlno una sensación pueda llenar la eternidad c o a su presencia. Un interminable
aunque sin duda resultará un uso forzado en más de una ocasión. Para evitar
conocer algo que no llevara a ningún saber acerca de ello: tal sería ia condición. [Ver
concusiones, emplearé en lo sucesivo «impresión sensible» para traducir d inglés
comentarios <ie Jam es en pp. 30-31 y nota del traductor. (N. ¿el t.).]
«sensation». (N. del t.).
26 IA F U N C IÓ N DF.L C O N O C IM IE N T O W ILLIA M JAMES 27

reducida a su peso en bruto, y cualquier vicisitud cogniti- realidad y lo considera más bien como un aspecto subje­
va que se le pueda conceder deberá atribuírsele en el bre­ tivo de la constitución de la sensación, o como máximo
ve instante que constituye su evanescente vida (una vida, como un sueño de la sensación.
nótese, que no está precedida ni sucedida por ningún otro Así pues, para que la sensación sea cognitiva en sen­
momento de conciencia). tido específico es preciso que sea autotrascendente; y de­
Pues bien, ¿puede decirse que nuestra pequeña sensa­ bemos obligar al dios a crear una realidad externa a ella
ción, sola en todo el universo —pues podemos prescindir para que corresponda con su cualidad intrínseca q. Solo
por hipótesis tanto del dios como de nosotros mismos así es posible redimir a la sensación del solipsismo. Si la
como críticos psicológicos—, puede decirse, repito, que realidad así creada se parece a la cualidad q de la sensa­
esta sensación posea alguna clase de función cognitiva? ción, yo diría que podemos sostener que la sensación es
Para que pueda decirse que conoce tiene que haber algo conocedora de esa realidad.
conocido por ella. Pero ¿qué hay en este universo que Sin duda cabe esperar que esta primera presentación
pueda conocerse, de acuerdo con nuestra suposición? Al­ de mi tesis sea recibida con hostilidad. Pero permítan­
guien podría responder: «El propio contenido de la sen­ me decir una cosa antes de comenzar a defenderla. He­
sación, q». Pero ¿no parece más adecuado llamar a esto mos visto que la «realidad» se ha convertido en nuestra
la cualidad de la sensación, y no su contenido? ¿No su­ garantía para considerar cognitiva una sensación; pero
giere ya la palabra «contenido» una escisión de la propia ¿cuál es nuestra garantía para considerar que algo es una
sensación en cuanto acto de su contenido como objeto? realidad? La única respuesta a eso es la fe del crítico o
¿Y es lícito asumir tan rápidamente que la cualidad q de del investigador en cada caso. En cada momento de su
una sensación es lo mismo que la sensación de la cualidad vida, este se halla ya entregado a la creencia en algunas
q} La cualidad <J, por el momento, es un hecho entera­ realidades, por más que las realidades de este año de­
mente subjetivo que la sensación lleva en sí misma de muestren ser las ilusiones del próximo. Siempre que la
forma endógena o, por decirlo así, en el bolsillo. Natu­ sensación bajo estudio verse acerca de aquello que él mis­
ralmente, si alguien quiere dignificar un hecho tan simple mo considera una realidad, no podrá menos que admitir
como este con el nombre de conocimiento, nada se lo va que dicha sensación es verdaderamente cognitiva. En este
a impedir. Pero propongo que nos quedemos más cerca caso los críticos somos nosotros, y nuestra carga se verá
del uso común y reservemos el nombre de conocimiento muy aligerada si se nos permite tomar la realidad en este
para la cognición de «realidades», entendiendo por estas sentido relativo y provisional. Toda ciencia debe partir de
las cosas existentes independientemente de la sensación una serie de supuestos. Los Erkenntnisstbeoretiker son a
a través de la cual sean conocidas. Si el contenido de la fin de cuentas seres mortales y falibles. Cuando estudian
la función cognitiva, lo hacen por medio de esa misma
sensación no acontece en ningún lugar del universo dis­
función. Y sabiendo que el agua no puede elevarse por
tinto de la sensación misma, y se extingue igualmente con
encima del lugar de donde mana, deberíamos confesar
la sensación, el uso común no consiente en llamarlo una
28 LA F U N C IÓ N DEL C O N O C IM lü N T O WILLIAM lA M Ei 29

que nuestros resultados en este terreno están sometidos a —a veces se diría, a juzgar por sus declaraciones, que
nuestra propia capacidad de error. Lo más que podemos mucho peor— que la ausencia de conciencia. Esa clase
pretender es que cuanto decimos de la cognición puede de expresiones, por ejemplo, son comunes en boca de
considerarse tan verdadero como lo que decimos acerca aquellos que pretenden seguir los pasos de Kant y Hegel
de cualquier otra cosa. Si nuestros oyentes coinciden con antes que los ancestrales senderos ingleses: «Una percep­
nosotros en qué cosas deben considerarse «realidades», ción separada de las demás, “ apartada del montón que
tal vez también estarán de acuerdo en la realidad de nues­ llamamos un espíritu” , se halla fuera de toda relación
tra doctrina acerca del modo como son conocidas. No y por lo tanto no posee cualidad alguna, es una mera
podemos pedir más que eso. nada. Para nosotros es tan imposible concebirla como
Nuestra terminología irá en consonancia con estas observar el vacío.» «En sí misma es fugaz, momentá­
consideraciones: negaremos la función cognoscitiva a nea, innombrable (pues en cuanto le damos nombre ya
cualquier sensación cuya cualidad o contenido no crea­ se ha convertido en otra), y por esa misma razón in­
mos que exista fuera de esa sensación tanto como dentro cognoscible, la negación misma de la cognoscibilidad.»
de ella. Si queremos, podemos llamar sueño a esa sensa­ «Si excluimos de lo que hemos considerado real todas
ción; más adelante veremos si podemos llamarla ficción las cualidades constituidas por la relación, encontramos
o error. que no queda ninguna.»
Volvamos ahora a nuestra tesis. Algunas personas Podría multiplicar casi indefinidamente esta clase de
protestarán inmediatamente: «¿Cómo es posible que una citas, tomadas de los escritos del profesor Green, pero
realidad se parezca a una sensación?». Vemos ahora lo difícilmente justificarían el esfuerzo de su recolección
sabios que fuimos al bautizar la cualidad de la sensación dada la notoria falsedad de lo que enseñan. Sea lo que sea
con la letra algebraica q. Eso nos permite rodear fácil­ nuestra pequeña sensación hipotética desde el punto de
mente el problema del parecido entre un estado interior vista cognitivo, trátese de una cognición o de un sueño,
y una realidad exterior; al dejar al arbitrio de cada cual ciertamente no es un cero psíquico. Es un hecho interior,
postular como realidad cualquier clase de cosa que piense positiva y concluyentemente cualificado como tal, con
que puede parecerse a una sensación: si no es una cosa una contextura enteramente propia. Por supuesto, hay
externa, sea entonces una sensación como la primera, por muchos hechos mentales con los que no se identifica. Si q
ejemplo, la propia sensación q en la mente del crítico. Así es una realidad, entonces conoce q en un sentido mínimo.
eludida la objeción, pasemos a otra que sin duda surgirá No trata de fecharla ni de localizarla. No la clasifica ni
también. le da nombre. No se conoce a sí misma como sensación,
La objeción procederá de aquellos filósofos para ni se contrasta con otras sensaciones, ni estima su propia
duración o intensidad. En resumen, y si eso es todo cuan­
quienes la vida mental se agota en el «pensamiento»,
to puede decirse de ella, es la cosa más estúpida e inútil
en el sentido de un conocimiento de relaciones, y para
que existe.
quienes una conciencia meramente sensible no es mejor
30 I A F U N C IÓ N l3tL C O N O C IM IE N T O
W ILLIAM JAMES il

Pero si debemos emplear tantas negaciones para des­ genuinamente intelectual que la otra; es la clase de cono­
cribirla, y si no puede decirnos nada acerca de sí misma o cimiento que tenemos de una cosa en virtud de su presen­
de ninguna otra cosa, ¿con qué derecho negamos que sea tación a los sentidos o de su representación en una imagen
un cero psíquico? ¿No podría ser que los «relacionistas» o un tipo, una Vorstellung. La otra es la que expresamos a
estuvieran en lo cierto después de todo? través de juicios o proposiciones y se encarna en Begriffe
La solución del acertijo se encuentra en la palabra o conceptos, sin que se requiera ninguna representación
«acerca», de aspecto tan inocente, y debe reconocerse, de la imaginación, y es en su origen la noción más intelec­
francamente, que es una solución bastante sencilla. La tual del conocimiento. No hay razón, sin embargo, para
mejor manera de introducirla será una cita de un libro que no podamos expresar de una u otra forma nuestro
menos citado de lo que debería, la Exploratio Pbiloso- conocimiento, sea del tipo que sea, a condición de que no
phica de John Grote (Londres, 1865), p. 60. empleemos ambas confusamente en la misma proposición
«Nuestro conocimiento», escribe Grote, «puede con­ o razonamiento.»
templarse de dos formas distintas, o por decirlo con otras De acuerdo con esto, si nuestra hipotética sensación
palabras, podemos hablar de dos maneras distintas del de q —en caso de ser conocimiento— es solo conocimien­
“ objeto” de nuestro conocimiento. Podemos usar el lengua­ to del tipo «familiaridad», tratar de extraer de ella algún
je del siguiente modo: conocemos una cosa, un hombre, saber acerca de cualquier cosa que pueda haber bajo el
etc.; o bien podemos usarlo de este otro modo: conocemos sol, aunque fuera acerca de sí misma, vendría a ser como
tales y cuales cosas acerca de la cosa, el hombre, etc. En tratar de ordeñar a un macho cabrío, como dirían los an­
general, el lenguaje, obedeciendo a su genuino instinto ló­ tiguos. Y si al fracasar en nuestra empeño nos giráramos
gico, distingue entre estas dos aplicaciones de la noción contra la sensación y la calificáramos de cero psíquico,
de conocer: la primera corresponde a yvnrvai, noscere, estaríamos siendo tan injustos con ella como si tras el
kennen, connaître; la segunda a eïôévcu, serre, wissen, infructífero asalto al macho cabrío proclamáramos el ca­
savoir * En el origen, la primera podría considerarse más rácter no lactífero de toda la tribu de las cabras. Sin em­
bien como lo que he llamado conocimiento fenoménico, bargo, todo el tinglado montado por la escuela hegeliana
es decir, el conocimiento en cuanto familiaridad con lo co­ para tratar de negar el reconocimiento filosófico a la sen­
nocido, una acepción que tal vez sea más afín a la comu­ sación se funda en esta falsa pretensión. Una y otra vez
nicación corporal fenoménica, y es de naturaleza menos se recurre a la «mudez» de la sensación, a su incapacidad
de «declarar» nada,3 para negar todo significado a la idea
misma de sensación y para justificar la negación lisa y
* Los términos castellanos correspondientes serían «conocer» en la primera llana de su existencia por parte del estudioso del conoci­
serie y «saber (acerca)» en la segunda. Los que propone Jam es en inglés son «be
acquainted with» y «know (about)* respectivamente. En aquellas ocasiones en las
que pueda generarse alguna ambigüedad en el uso de los términos, indicaré entre 3. Véase por ejemplo la Introducción de Creen al Tratado sobre ¡a naturaleza
corchetes el término inglés que traduzco. En la mayoría de los casos, sin embargo, bunatta de Hume* p. 36.
su sentido queda suficientemente explicado por el contexto. (N. del t.f.
32 LA F U N C IÓ N D F l C O N O C IM IE N T O
W H 1 IA M (AMES 33

miento. Se entiende en general que «significar», en el sen­


muelas o alguna sensación más compleja, como la luna
tido de ser el signo de otros estados mentales, es la única
llena nadando en su abismo azul: en primer lugar debe
función de cualesquiera estados mentales que podamos
presentarse bajo esta sencilla forma y ser captada en esta
tener; y una vez hemos reconocido que nuestra pequeña
primera intención, antes de que pueda alcanzarse ningún
y primitiva sensación no tiene ningún significado en este
saber acerca de ella. El saber acerca de ella es ella misma
sentido literal, solo hay un paso para concluir que carece
con un contexto añadido. Elimínenla a ella, y cualquier
de significado, luego de sentido, que es pura vacuidad y
cosa que añadan ya no puede ser un contexto.4
finalmente tildarla de absurda e inadmisible. Pero en esta
Dicho esto, dejemos a un lado esta objeción y am­
liquidación universal, en esta pendiente sin freno que lle­
pliemos nuestra tesis del siguiente modo: si en el uni­
va del conocimiento directo al «saber acerca», hasta que
verso hubiera una q distinta de la q de la sensación, esta
al final no queda nada acerca de lo cual pueda predicarse
última podría conocer una entidad eyectiva respecto a
este saber, ¿acaso no hemos perdido de vista justamen­
ella misma; un conocimiento que en cuanto mera fa­
te toda posible «significación»? Y cuando nuestro saber
miliaridad sería difícil imaginar susceptible de mejora
acerca de las cosas haya alcanzado tan elaborada perfec­
o aumento, siendo completo en su género; y que nos
ción, ¿acaso no debe ir acompañado e inextricablemente
obligaría (en la medida en que no nos neguemos a con­
entrelazado con algún tipo de conocimiento que señale
siderar el conocimiento como una forma de saber) a
de qué cosas versa todo este saber?
decir no solo que la sensación es cognitiva, sino que
Pues bien, nuestra hipotética pequeña sensación pro­
todas las cualidades de la sensación, en la medida en
porciona un qué; y si fuera seguida por otras sensaciones
que haya algo externo a ellas a lo que se parezcan , son
que recordaran a la primera, este qué podría convertirse
Sensaciones de cualidades de la existencia, y por lo tan­
en el sujeto o el predicado de algún «saber acerca», de
to percepciones de hechos externos.
algún juicio que percibiera relaciones entre ella y otros
Se observará que la cuestión crucial para esta atribu­
qués que esas otras sensaciones pudieran conocer. La
ción de una función cognitiva de la primera sensación
hasta ahora estúpida q recibiría un nombre y dejaría de
reside en el descubrimiento de que q existe fuera de sí
ser muda. Pero todo nombre, como saben los estudiantes
misma. A falta de este descubrimiento, no podríamos es­
de lógica, tiene su «denotación» propia; y la denotación
tar seguros de sí la sensación es cognitiva, y si de hecho
siempre significa alguna realidad o contenido, carente de
relaciones ab extra o no analizada en cuanto a sus relacio­
nes internas, como la q supuestamente conocida por nues­ . 4 Si cuando A entra, B exclama: «¿N o has visto a mi hermano en la escale-
n ^*p todos estam os de acuerdo en que A podría responder: «Le he visto, pero no
tra sensación primitiva. No cabe ninguna proposición que • • b í * que era tu hermano»; la ignorancia de esta relación no cancela su capacidad
exprese relaciones si no es sobre la base de un conoci­ « « t Pero quienes sostienen que la falta de relaciones entre los primeros hechos
Conocemos implica que no los conocemos realmente deberían sostener en
miento [acquaintance] previo de esta clase de «hechos» •Wosecuencia que si A no percibió la relación del hombre de las escaleras con B,
talonees es imposible que lo percibiera en absoluto.
o contenidos. Tanto da si q es una fragancia, un dolor de
34 LA F U N C IO N DEL C O N O C IM IE N T O W ILLIAM JAMF.S 35

no hubiera nada exterior a ella por descubrir, deberíamos Pero ¿cómo vamos a distinguir cuál conoce la sensación?
calificarla de sueño. Pero la sensación no puede hacer el Ciertamente conoce la que representa. Pero ¿a cuál repre­
descubrimiento por sí misma. La única q que capta es la senta? La propia sensación no declara intención alguna
suya propia; y su naturaleza no se ve alterada en lo más en este sentido. Simplemente se parece a ellas, a todas de
mínimo por el hecho de que se le otorgue o se le retire la forma indistinta; y parecerse a algo no supone necesaria­
función cognitiva. Esa función es accidental a ella; sinté­ mente representarlo. Un huevo se parece a otro huevo,
tica, no analítica; externa y no interna a su ser. pero no por ello se representan o conocen unos a otros.
Una sensación siente del mismo modo que un fusil dis­ Y si alguien dice que esto sucede porque ninguno de ellos
para. Ambos se descargan aun cuando no haya nada que es una sensación, sólo tiene que imaginar un mundo que
sentir o contra lo que disparar, ins blaue binein [al buen consistiera únicamente en dolores de muelas: todos ellos
tuntún]. Sin embargo, si algo se pone frente a ellos ya no serían, sin duda, sensaciones, y además sensaciones casi
sólo disparan y sienten, sino que hieren y conocen.5 idénticas entre sí. ¿Quiere eso decir que se conocerían
unas a otras?
Pero con esta idea surge una objeción más grave que El caso de que q sea una pura cualidad como un do­
ninguna de las anteriores. Nosotros los críticos miramos lor de muelas es muy distinto del caso de que sea una
y comprobamos que hay una q real y una sensación de q\ cosa concreta individual. En la práctica no existe ninguna
y como una se parece a la otra, decimos que una conoce a prueba que permita decidir si la sensación de una cua­
la otra. Pero ¿qué derecho tenemos a decir esto sin saber lidad pura pretende representar o no a dicha cualidad.
si la sensación de q pretende representar esa q en parti­ No puede hacerle nada a la cualidad externa más allá de
cular? Supongamos que en lugar de una sola q hubiera parecerse a ella, por la sencilla razón de que una cualidad
múltiples qs reales sobre el terreno. Si el fusil dispara y abstracta es una cosa a la que no se le puede hacer nada.
da en alguna de ellas, es fácil comprobar cuál ha sido. Al no tener contexto, entorno o principium individuatio-
nis- al ser una quiddity sin haecceity; al ser; en fin, una
idea platónica, resultaría imposible distinguir incluso du­
5. Resulta extraño llamar accidental a una función tan importante, pero no
veo cóm o se puede evitar. Si param os de la realidad y preguntamos cóm o es posi­
plicados de una misma cualidad (en caso de que fueran
ble que llegue a ser conocida, solo podem os responder invocando una sensación posibles), y no podría hallarse ningún indicio ni ningún
que la reconstruya a su manera m ás privada; del mismo modo, si partimos de k
sensación y preguntamos cómo es posible que conozca, solo podemos responder
resultado que dependiera de si la sensación representaba
invocando una realidad que la reconstruya a su manera más pública. En am bos a una u otra versión, o de si simplemente se parecía a la
casos, sin embargo, el dato del que partim os se queda como estaba. Es fácil per­ cualidad sin pretender representarla en absoluto.
derse en misterios verbales como la diferencia entre la cualidad de la sensación y
la sensación de la cualidad, entre tecibir y reconstruir el conocimiento de una rea­ Si suponemos ahora un genuino pluralismo de versio­
lidad. Pero, en último término, debemos confesar que la idea de una cognición real nes de la cualidad q , y asignamos a cada una de ellas un
implica un dualism o no mediado entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido.
Véase Metapbysics de Bowne, N ueva York, 1882, pp. 403-412, y diversos pasajes 0OHtexto que la distinga de las demás, podríamos dar una
de Lotze, por ejemplo en Logic, par. 308. («N o mediado» no es una expresión •Aplicación de qué versión de la misma conoce la sensación
muy acertada. (1909)]
36 LA F U N C IÓ N DEL C O N O C IM IE N T O W ILLIAM JAMES 37

por la vía de extender nuestro principio de similitud al todos deberíamos considerarlo una extraña coincidencia
contexto y decir que la sensación conoce aquella q parti­ y nada m ás que eso. Pero, si la muerte en el sueño tuvie­
cular cuyo contexto duplica con m ás exactitud. Pero en ra un contexto muy com pleto que encajara punto por
este punto reaparece la duda teórica, pues ¿acaso la du­ punto con cada detalle que acom pañó a la muerte real;
plicación y la coincidencia constituyen por sí m ismos co­ si yo experimentara esos sueños constantemente, todos
nocimiento? El fusil indica contra qué q apunta y dispara con el mismo grado de perfección; y si al despertar tuvie­
a base de romperla. M ientras la sensación no indique con ra la costumbre de actuar inmediatamente com o si esos
un signo igual de flagrante qué q señala y conoce, ¿por sueños fueran verdaderos y de este m odo «me adelanta­
qué no hemos de ser libres de negar que señale o conoz­ ra» a otras personas m ás tardíamente inform adas, lo más
ca ninguna de las qs reales, y de afirmar que la palabra probable es que adm itiéram os que poseía un misterioso
«parecido» describe exhaustivamente su relación con la poder de clarividencia, que mis sueños de algún modo
realidad? inescrutable significaban justo esas realidades que figura­
En verdad, toda sensación actual nos muestra de for­ ban, y que la palabra «coincidencia» no llegaba al fondo
ma tan flagrante com o la pistola hacia qué q apunta; en de la cuestión. Y cualesquiera dudas que alguien pudiera
todos los casos concretos la cuestión se decide en la prác­ conservar desaparecerían por completo si resultara que
tica apelando a un elemento que hasta ahora hemos igno­ desde el interior de mi sueño yo tuviera la capacidad de
rado. Pasemos de las abstracciones a instancias concretas interferir en la realidad y hacer que siguiera un curso u
y pidám osle a nuestro complaciente deux ex machina que otro, según soñara yo que debía hacerlo. En ese caso al
nos cree un mundo m ás variado. Pidámosle que me en­ menos sería seguro que mis críticos despiertos y mi yo
víe, por ejemplo, el sueño de la muerte de cierto hombre dormido se referían a lo mismo.
y que cause simultáneamente la muerte de dicho hom ­ Así es com o los hom bres resuelven invariablemente
bre. ¿Cóm o decidiría espontáneamente nuestro instinto la cuestión. L a existencia de consecuencias prácticas del
práctico si estam os ante un caso de conocimiento de la sueño en el mundo real y el grad o de parecido entre los
realidad o solo ante una coincidencia m aravillosa entre dos m undos son los criterios que usan instintivam ente.6
mi sueño y una realidad que se le parece? C asos extraños
com o este son justo lo que trata de registrar e interpretar
6. Un objctor concienzudo podría insistir en su objeción, y aun en el caso de
de la forma m ás razonable posible la Sociedad de Inves­ un sueño que reflejara completamente el universo real, hasta el punto de que todas
tigación Psíquica. las acciones soñadas en él tuvieran su duplicado en el universo, seguiría insistiendo
en que esto no constituye más que una armonía entre am bos, y que sigue estando
Si mi sueño fuera el único de esa clase que hubiera muy lejos de quedar claro si el mundo soñado se refiere a este otro mundo que
tenido en toda mi vida, si el contexto de la muerte en el tan fielmente copia hasta el menor de sus detalles. Esta objeción nos mete de lleno
en la metafísica. N o pretendo negar su importancia, y en justicia debo reconocer
sueño fuera distinto en muchos detalles particulares del que, si no fuera por las enseñanzas de mi colega, el doctor Josiah Royce, no lo
de la muerte real, y si mi sueño no me condujera a ningu­ habría comprendido en toda su profundidad ni habría clarificado tanto mi pro­
pio punto de vista práctico y psicológico. En esta ocasión prefiero mantenerme
na acción en relación con la muerte del hombre, sin duda fiel a este punto de vista; espero, sin em bargo, que la crítica más fundamental
38 LA F U N C IO N DE!. C O N O C IM IF N 'I'O
WILLIAM (AMES

Toda sensación está orientada a la acción, toda sensa­


Para que yo pueda pensar que te refieres a mi mundo,
ción resulta en acción: hoy no hace falta aportar ningún
debes influir sobre mi mundo; para que yo pueda pensar
argumento para demostrar estas verdades. Pero por una
que te representas una parte importante de él, debes in­
singular disposición de la naturaleza, que cabría con­
fluir de forma importante sobre él; y para que pueda estar
cebir que hubiera sido distinta, mis sensaciones actúan
seguro de que te lo representas igual que yo, debes influir
sobre las realidades en el mundo de mi crítico. De modo
sobre él igual como lo harta yo si estuviera en tu lugar. En
que, salvo que mí crítico sea capaz de demostrar que mi
este caso, yo, tu crítico, creeré gustosamente no solo que
sensación no «señala hacia» esas realidades sobre las
pensamos en la misma realidad sino que la pensamos del
que actúa, ¿cómo puede seguir dudando de que tanto él
mismo modo, y que nuestro pensamiento cubre una parte
como yo conocemos el mismo mundo real? Si la acción importante de su extensión.
tiene lugar en un mundo, ese debe ser al que se refiere A falta de los efectos prácticos de las sensaciones de
la sensación; si sucede en otro, entonces debe ser ese nuestro prójimo sobre nuestro propio mundo, nunca
otro el que tiene en mente. Si tu sensación no tiene nin­ sospecharíamos la existencia de sus sensaciones y, por
guna consecuencia en mi mundo, la consideraré total­ supuesto, nunca nos hallaríamos desempeñando el papel
mente ajena a él; la llamaré un solipsismo y consideraré de críticos, como en este artículo. La naturaleza tiene
tu mundo un mundo soñado, Si tu dolor de muelas no una constitución muy particular. En el mundo de cada
te lleva a actuar como si yo tuviera dolor de muelas, o uno de nosotros existen ciertos objetos llamados cuerpos
ni siquiera como si yo tuviera una existencia separada; humanos que se mueven y actúan sobre todos los demás
si no me dices «¡Sé cuánto debes sufrir!», ni me indicas objetos que hay en él, y las ocasiones en las que actúan
ningún remedio, niego que tu sensación, por mucho que se parecen a las ocasiones en que lo haríamos nosotros,
se parezca a la mía, la conozca realmente. N o da ningún si se tratara de nuestros cuerpos. Emplean palabras y
signo de conocerla, y ese signo es absolutamente nece­ gestos que, en caso de usarlos nosotros, implicarían la
sario para que admita que la conoce. presencia de pensamientos tras ellos, y no meros pen­
samientos uberhaupt sino pensamientos estrictamente
determinados. Pienso que posees la noción de fuego en
del d octor Royce sobre la función cognitiva vea pronto la luz. [En esta nota me general porque veo que actúas en relación con el fuego
refería al libro de Jo yce: R eligiaus asp ect o f pbiiosophy, entonces a punto de ser de mi habitación igual como lo hago yo: lo atizas, te
publicado. E ste po d ero so libro sostenía que la noción de una referencia implicaba
la de una m ente inclusiva que contuviera tan to la q real com o la q mental, y usara arrimas a él, etc. Y eso me obliga a creer que si tienes
la segun da expresam ente com o sím bolo p ara representar la prim era. En aquel la sensación de «fuego», entonces el fuego al que se re­
m om ento, yo n o estab a en condiciones de refutar esta posición trascendentalista.
M á s adelante, en gran m edida gracias a la influencia del profesor D .S. Miller
fiere tu sensación es este. De hecho, jamás descubrimos
(véase su artículo «T he m eaning of truth and error» en el Philosophical Review la realidad a la cual se refiere una sensación en virtud
de 1 8 9 3 , voi. a, p. 4 0 3 ), me di cuenta de que cualquier operación exp erim en tare efe su «parecido» con ella cuando nos erigimos en críti­
de m anera concreta podía cum plir tan bien la función de intermediación com o las
intenciones de una mente ab soluta.| co« psicológicos. Primero comprendemos a qué realidad
40 LA F U N C IO N DEL C O N O C IM IE N T O
W ILLIAM JA M tS 41

se refiere, y luego suponemos que debe parecerse a ella. derar los hechos relativos a su producción, pocas perso­
Nos encontramos mirando los mismos objetos, señalán­ nas dudarían en admitir que hay tantos Ivanhoes como
dolos y manipulándolos de diversos modos, y en virtud mentes diferentes que conocen el relato.7El hecho de que
de eso confiamos en que nuestras distintas sensaciones todos estos Ivanhoes se parezcan entre sí no prueba en
se parecen a la realidad y entre sí. Pero esto es algo de absoluto lo contrario. Pero si la alteración introducida
lo que nunca podemos estar seguros a nivel teórico. En por un hombre en su propia versión reverberara inmedia­
la práctica, sin embargo, si un rufián le estuviera dando tamente en todas las demás y produjera cambios en ellas,
una paliza a mi cuerpo, sería un caso de grubelsucht que nos pondríamos de acuerdo sin dificultad en que todos
dedicara mucho tiempo a sutiles especulaciones acerca esos pensadores estaban pensando en el mismo Ivanhoe y
de si la visión que tenía este hombre de mi cuerpo se en que, más allá de si era o no era una ficción, constituía
parecía a la mía, o de si el cuerpo que realmente tenía in­ un pequeño mundo común a todos ellos.
tención de atacar era en realidad un cuerpo presente sólo Llegados a este punto, podemos retomar nuestra
en su mente, en todo distinto del mío. El punto de vista tesis y perfeccionarla un poco más. Si conservamos el
práctico barre de golpe todas esas telarañas metafísicas. término q para referirnos a la realidad y concedemos
Si lo que tuviera en mente no fuera mi cuerpo, ¿por qué que la sensación del crítico responde por ella, podemos
llamarlo cuerpo siquiera? En realidad, su mente no es decir que cualquier otra sensación se entenderá conoce­
más que un término inferido por mí al que atribuir las
cosas que ocurren. La inferencia resulta más bien vacía
si, una vez inferido el término, lo desvinculo del cuerpo 7. Esto es, no hay tal cosa com o un «Ivanhoe» real , ni siquiera el que existía
en la mente de Sir Walter Scott mientras escribía el relato. Este no es m is que el
que me llevó a inferirlo y lo vinculo a otro que no tiene primero en la serie de los solipsism os Ivanhoe. Ciertamente, podemos convertirlo
nada que ver conmigo. Olvídense del problema metafísi- CB el verdadero Ivanhoe si queremos, y luego decir que los otros Ivanhoes lo Co­
nocen o no lo conocen en función de si se refieren y se parecen a él o no. Para ello
co de cómo pueden dos mentes distintas, la del rufián y a preciso introducir en escena al propio Sir Walter Scott com o autor del Ivanhoe
la mía, referirse al mismo cuerpo. Dos hombres que ven (Cal, y por lo canto construir un objeto complejo a partir de am bos. Este objeto no
Ct, sin embargo, un simple relato, pues posee relaciones dinámicas con el mundo
sus cuerpos respectivos ocupar el mismo espacio, pisar el común a la experiencia de todos los lectores. El Ivanhoe de Sir Walter Scott fue
«apreso en libros que todos podemos manejar y a los cuales podemos referirnos
mismo suelo, salpicar la misma agua, llenar de sonidos p o n ver cuál de nuestras versiones es la verdadera, es decir, la versión original del
el mismo aire, jugar al mismo juego y comer del mismo ptopio Scott. Podemos examinar el manuscrito, en suma, podemos remontarnos
ai Ivanhoe en la mente de Scott por muchos caminos y vías distintas del mundo
plato, no creerán nunca en la práctica en un pluralismo *#al de nuestra experiencia, algo que no podemos hacer en ningún caso con el
de mundos solipsistas. hanlioe o la Rebeca, el templario y el lsaak de York de la historia tomados sim-
mente como tales, y separados de las condiciones de su producción, h'n todos
El caso es muy distinto, sin embargo, cuando las ac­
ciones de una mente no parecen tener efecto alguno en el t casos vamos a parar a la misma prueba: ¿podemos pasar de forma continua de
do* objetos en dos mentes distintas a un tercer objeto que parece estar en am bas
(U ntes, pues cada una de ellas siente las modificaciones que la otra imprime en
mundo de otra. Eso es lo que ocurre en la poesía y en la ® coo objeto? Sí fuera así, los dos primeros objetos serían meros derivados, por
ficción. Todo el mundo conoce a Ivanhoe, por ejemplo; decir poco, del mismo tercer objeto, y en caso de que se parecieran el uno al orro
fsJbría sostener que am bos se refieren a una y la misma realidad.
pero si nos atenemos al relato puro y simple, sin consi­
42 LA F U N C IO N DEL C O N O C IM IE N T O
W ILLIAM jA M íS 4.1

dora de q a condición de que se parezca a q y asimismo Cabe temer que el lector encuentre esta fórmula insig­
se remita a q, esto último en virtud de que modifica nificante y obvia, apenas merecedora de que se dediquen
directamente a q o modifica alguna otra realidad, p o a ella tantas páginas, más aún si se tiene en cuenta que los
r, que el crítico sabe que es continua con q. En pocas únicos casos a los que se aplica son las percepciones y que
palabras: la sensación de q conoce cualquier realidad a todo el campo del pensamiento simbólico o conceptual
la que se parece y sobre la que actúa ya sea de forma parece escapar a ella. Siempre que la realidad en cuestión
directa o indirecta. Si se parece a ella sin operar sobre sea un acto o una cosa material, o bien un estado de con­
ella, es un sueño; si opera sobre ella sin parecerse a ella, ciencia del crítico, puedo copiarla en mi mente y también
es un error.® operar sobre ella —en el segundo caso de forma indirec­
ta, por supuesto— desde el momento mismo en que la
8. Entre dichos errores figuran los casos en los que nuestra sensación opera percibo. Pero existen muchas cogniciones, universalmen­
sobre una realidad a ta que se parece parcialmente y a la que, sin embargo, no se te reconocidas como tales, que ni copian sus realidades ni
refiere: por ejemplo, cuando tomo el paraguas de otro con la intención de tom ar el
mío. N o se puede decir que en este caso conozca el paraguas del otro, ni tampoco
operan sobre ellas.
el mío, a pesar del mayor parecido que guarda con él mi sensación. M e estoy equi­ Se asume universalmente que en todo el campo del
vocando respecto a am bos, representando erróneamente su contexto, etc.
Kn el texto me he expresado como si el crítico fuera necesariamente una men­
pensamiento simbólico nos referimos a, hablamos de y
te, y la sensación criticada otra. Pero la sensación criticada y su crítica pueden ser alcanzamos conclusiones sobre —en pocas palabras, co­
dos sensaciones subsiguientes en una misma mente, y en este caso parecería que
podemos descartar la necesidad de cualquier operación para demostrar que el
nocemos— realidades particulares, sin que haya en nues­
crítico y lo criticado se refieren a y pretenden representar lo mismo. Creemos tener tra conciencia subjetiva ninguna materia mental que se
una percepción directa de nuestras sensaciones pasadas y tener un conocimiento
inapelable de aquello a lo que se refieren. En el peor de los casos, siempre pode­
parezca a ellas siquiera remotamente. Se nos informa de
mos corregir la intención de nuestra sensación presente y hacer que se refiera a la ellas en un lenguaje que no despierta ninguna conciencia
misma realidad a la que pudiera referirse cualquiera de nuestras sensaciones pasa­ fcn nosotros más allá de su sonido, y solo sabemos de qué
das. N o necesitamos pues ninguna «operación» en este caso para asegurarnos de
que la sensación y su crítica significan la misma q real. ¡Pues bien, mucho mejor! realidades se trata por un atisbo débil y fragmentario
Hemos tratado el caso más complejo y difícil en el texto, y podem os dejar de lado de un contexto remoto de las mismas, no por ninguna
este otro más fácil. Lo principal ahora mismo es mantenernos en el terreno de la
psicología práctica e ignorar todas las dificultades metafísicas. imaginación directa. Puesto que distintas mentes pueden
Un último comentario. Se observará que nuestra fórm ula no contiene nada diferir en este punto, permítanme que hable en prime­
que se corresponda con el gran principio cognitivo establecido por el profesor
Ferrier en sus Institutos o f Metaphysic y aparentemente adoptado por todos los ra persona. Estoy seguro de que mi propio pensamien­
seguidores de Hchte, a saber, el principio de que para que haya conocimiento to presente está subjetivamente integrado de forma casi
debe existir un conocimiento de la mente cognoscenre junto al de cualquier otra
cosa conocida: lo mínimo que he de poder conocer no es solo q, como hemos exclusiva por palabras , las cuales se vuelven inteligibles
supuesto aquí, sino q más yo mismo. Pero no cabe duda de que el sentido común en virtud de remitir a una realidad que se encuentra más
de la humanidad no se plantea siquiera aplicar principios de este tipo cuando tra­
ta de discriminar entre estados conscientes cognitivos y no cognitivos, de modo
allá del horizonte de mi conciencia directa y de la que
que si el principio de Ferrier posee alguna relevancia será para la posibilidad sólo soy consciente como un término final que se en­
metafísica de la conciencia en general, y no para la constitución de la conciencia
cognitiva reconocida en términos prácticos. Por tanto, podem os dejarla de lado
cuentra en una cierta dirección, al que dichas palabras
aquí sin más. Podrían llevar pero al que no llevan aún. El asunto o el
44 LA F U N C IÓ N DDL C O N O C IM IE N T O
W ILLIAM JAMES 45

tema de estas palabras es usualmente algo situado detrás rencia lógica o habitual, si fuera solo una imagen en la
de ellas y hacia lo que parezco empujarlas mentalmente, mente.
como si señalara hacia algo con el pulgar por encima Tal vez un ejemplo permita entender todo esto con
de mi hombro, pero sin girarme a mirar, con la entera más claridad. Abro el primer libro que encuentro y leo la
seguridad de que está allí- El resultado o conclusión de primera frase sobre la que pongo los ojos: «Newton reco­
las palabras es algo situado delante de ellas y hacia lo noció la mano de Dios en los cielos tan claramente como
que parezco inclinar mi cabeza, como si diera mi asen­ k> hizo Paley en el reino animal». Al momento vuelvo
timiento a su existencia, aunque mi ojo mental no capte sobre mis pasos y trato de analizar el estado subjetivo
más que una imagen fragmentaria relacionada con ella, con el que aprehendí rápidamente esta frase al leerla. En
la cual, sin embargo, solo necesita ir acompañada de la primer lugar, estaba la obvia sensación de que la frase era
sensación de familiaridad y realidad para que sienta el inteligible, racional y relativa al mundo de las realidades.
todo al que pertenece como racional, real y por lo tanto También había una sensación de acuerdo o armonía en­
admisible. tre «Newton», «Paley» y «Dios». No había imagen algu­
Estamos pues ante una forma de conciencia cognitiva na conectada con las palabras «cielo», «obra» o «Dios»;
a gran escala, y sin embargo lo que conoce apenas guar­ no eran más que palabras. Diría que «reino animal» iba
da ningún parecido con nada. Es preciso pues completar asociado a una vaga conciencia (posiblemente una ima­
más la última versión de nuestra tesis, por lo que pasa­ gen de la escalera) del Museo de Zoología de la ciudad de
remos a formularla del siguiente modo: una percepción Cambridge, desde donde escribo. «Paley» iba asociado
conoce cualquier realidad a la que se parece y sobre la a una conciencia también vaga de un librito de cuero;
que opera de forma directa o indirecta; una sensación y «Newton» a una visión bastante nítida de la esquina
conceptual o pensamiento conoce9 una realidad siempre inferior derecha de una peluca rizada. Esa es toda la ma­
que termina de forma actual o potencial en una percep­ teria mental que soy capaz de descubrir en mi primera
ción que se parece a u opera sobre esta realidad, o bien conciencia del significado de esta frase, y me temo que
se halla de otro modo conectada con ella o con su con­ hubiera sido menos aún si se tratara de una lectura ge-
texto. Esta última percepción puede ser una impresión nuina y no experimental. Y sin embargo mi conciencia
o una idea sensorial; y cuando digo que el pensamiento éra verdaderamente cognitiva. La frase se refiere a «reali­
debe terminar en dicha percepción me refiero a que debe dades» que mi crítico psicológico —no nos olvidemos de
ser capaz en último término de llevar hasta ella, sea a él— reconoce también como tales, del mismo modo que
través de una experiencia práctica, si la sensación final »conoce el carácter cognitivo de mi explícita sensación
fuera una impresión sensorial; sea a través de una suge­ de que lo son y mi aquiescencia general en la corrección
de lo que leo acerca de ellas.
' ¿Qué justifica tanta indulgencia por parte de mi crí­
9. Es un pensamiento incompleto «acerca» de esta realidad, dicha realidad es tico? ¿Cómo puede estar seguro de que esta conciencia
su «rem a», etc.
48 LA F U N C IO N D I l C :O N O C ÍM I£N T O W li i lAM JAMES 49

y en el mismo sentido.10 Si cada uno se aferrara a su pro­ esta terminación posible. Estas percepciones, estos térmi­
pia percepción como la realidad, estaría obligado a decir nos finales, estas cosas sensibles, estos «asuntos de mera
que por más que la percepción del otro se refiera a esta familiaridad» fmatters-of-acquaintance), son las únicas
realidad y que pueda demostrarlo introduciendo modifi­ realidades que conocemos directamente, y toda la histo­
caciones en ella, en la medida en que no se parezca a ella ria de nuestro pensamiento es la historia de la sustitución
es completamente falsa y errónea.11 de unas por otras y la reducción del sustituto al estatus de
Si esto es cierto de las percepciones, ¡qué no podrá signo conceptual. A pesar de la condena de ciertos pen­
decirse de las formas superiores de pensamiento! Es pro­ sadores, estas impresiones sensibles son la madre tierra,
bable que ya en la esfera de las impresiones sensibles exis­ el punto de anclaje, la roca firme, el límite inicial y final,
tan diferencias significativas entre individuos. El estudio el terminus a quo y el terminus ad quem de la mente.
comparativo de los elementos conceptuales más simples Entrar en contacto con esos términos sensibles debería
parece mostrar una divergencia aún mayor. Y cuando se ser el objeto de todo nuestro pensamiento superior. Con
trata de teorías generales y actitudes emocionales hacia ellos termina la discusión; contra ellos se rompe la falsa
la vida procede decir con Thackeray: «Amigo mío, dos vanidad del conocimiento; sin ellos no tenemos modo de
universos distintos caminan bajo su sombrero y el mío». acceder a los significados del otro. Si dos hombres actúan
Así pues, ¿qué puede salvamos de caer en un caos del mismo modo sobre una percepción, creen sentirla del
de solipsismos mutuamente excluyentes? ¿Cómo pue­ mismo modo; sí no es así, pueden sospechar que la co­
den entrar en comunión nuestras mentes? Sólo a través nocen de modos distintos. Nunca podemos estar seguros
del común parecido de aquellas de nuestras sensaciones de que comprendemos lo que dice otro hasta que pode­
perceptivas que poseen la capacidad de modificarse unas mos someter la cuestión a esta prueba.12 Este es el moti­
a otras, unas sensaciones que no son más que estúpido vo de que las discusiones metafísicas se parezcan tanto
«conocimiento por familiaridad» , el cual deberá parecer­ a peleas contra eí aíre: no tienen ningún resultado prác­
se además a sus realidades si ha de saber algo acerca de tico en términos de sensación. Las teorías «científicas»,
ellas. Todo nuestro «saber acerca» de las cosas termina en cambio, siempre terminan en percepciones definidas.
necesariamente en este «conocimiento por familiaridad», Puedes deducir una impresión sensorial posible a partir
e incluye como parte de su contenido la indicación de

12. «N o hay diferencia de significado tan sutil que consista en algo más que
10. Aunque arabos puedan terminar en la misma cosa y ser pensamientos posible diferencia en la práctica. (...) Parece por tanto que la regla para al-
incompletos «acerca» de ella. Cwuar el grado ¡más elevado] de claridad de aprehensión es el siguiente: consi-
11. La diferencia entre el idealismo y el realismo se diluye en este punto. Lo qué efectos, susceptibles concebiblemente de tener repercusiones prácticas,
que se dice en el texto es consistente con cualquiera de las dos teorías. Una ley en Concebimos que posee el objeto de nuestra concepción. Nuestra concepción de
virtud de la cual mi percepción puede modificar directamente la tuya no es más dichos efectos es la totalidad de nuestra concepción del objeto.» Charles S. Pcircc:
misteriosa que una ley en virtud de la cual puedo modificar una realidad física y , *H ow to make our Ideas clear», en Popular Science Monthly, Nueva York, enero
que luego dicha realidad modifique tu percepción. Kn am bos casos los dos form a­ 1878, p. 293.
mos parte de un mundo continuo y no dos solipsismos.
50 LA F U N C IÓ N DEL C O N O C IM IE N T O
W ILLIAM JA M tS

de tu teoría, llevarme a tu laboratorio y demostrarme que Los defectos de la descripción ofrecida en este artículo
tu teoría es verdadera en relación con mi mundo, pro­ son:
porcionándome dicha impresión sensorial allí y entonces.
Bello es el vuelo de la razón conceptual por las elevadas 1. La prominencia posiblemente indebida otorgada al
parecido, que a pesar de ser una función fundamental
esferas de la verdad, y no es extraño que los filósofos si­
del conocer verdadero a menudo no se da;
gan fascinados por ella y que bajen la mirada con cierto 2. El énfasis indebido que se da al hecho de operar sobre
desdén hacia la tierra de las impresiones sensoriales desde el objeto mismo, lo cual es en muchos casos decisivo
donde despegó la diosa. Pero pobre de ella si no regresa para determinar que nos referimos concretamente a esc
junto a lo que le es familiar \its acquaintance]: Nirgends objeto, pero que a menudo no se da o queda reemplaza­
haften dann die unsicheren Sohten, cualquier ráfaga per­ do por operaciones sobre otras cosas relacionadas con
el objeto.
dida la arrastrará consigo, y se perderá entre las estrellas 3. El imperfecto desarrollo de la noción general de la
como un globo en la noche. funcionalidad de la sensación o la idea en cuanto equi­
valente a su adaptación satisfactoria a la realidad par­
Nora: El lector puede ver con facilidad qué aspectos de ticular que constituye la verdad de la idea. Esta noción
la descripción de la función veritativa que más tarde más general, capaz de cubrir especificaciones tales como
desarrollaría en Pragmatismo estaban ya presentes en señalar, encajar, operar o parecer, es lo que distingue la
este artículo previo, y qué aspectos desarrollé poste­ visión de Dewey, Schiller y yo mismo en su forma más
riormente. En este artículo anterior se afirma de forma desarrollada.
expresa: 4. Mi tratamiento en la página 49 de las percepciones
como el único reino de la realidad. Actualmente consi­
1. Que la realidad es externa a la idea verdadera; dero los conceptos como un reino coordinado.
2. Que el crítico, el lector o el epistemólogo es el garante de
la existencia de esta realidad en base a su propia creencia; El siguiente artículo ofrece una visión en cierto modo
3. Que el entorno experimentable es el vehículo o el más amplia del tema por parte del autor.
medio que conecta al sujeto cognoscente con la cosa
conocida, y que hace posible la relación cognitiva;
4. Que señalar a través de este medio hacia la realidad
en cuestión es condición para que se pueda decir que la
conocemos;
5. Que parecerse a y eventualmente influir sobre esta
realidad determina que lo señalado es ella y no otra cosa.
6. La eliminación de la «brecha epistemológica», de
modo que la relación veritativa se agota en las continui­
dades propias de la experiencia concreta y consiste en
una serie de procesos particulares que varían en función
del objeto y del sujeto, y que son susceptibles de des­
cripción detallada.
L O S T I G R E S DF. I.A Í N D I A 1

Hay dos m odos de conocer cosas: de forma inmediata o


intuitiva, o bien de form a conceptual o representativa.
Cosas com o el papel blanco que tiene usted ante los ojos
pueden conocerse de forma intuitiva, pero la mayoría de
las cosas que conocemos, los tigres de la India, por ejem­
plo, o la filosofía escolástica, solo las conocem os de for­
ma representativa o simbólica.
Para aclarar nuestras ideas supongam os que conside­
ramos, en primer lugar, un caso de conocimiento concep­
tual; y supongam os que se trata de nuestro conocimiento
de los tigres de la India, mientras estam os sentados aquí.
¿Qué queremos decir exactamente cuando decimos que
conocemos los tigres desde aquí? ¿Cuál es el hecho preci­
so por el que este conocimiento en el que tanto confiamos
«se conoce», por usar la expresión poco elegante pero
valiosa de Shadworth H od gson ?*
La mayoría de las personas responderían que nuestra
afirmación de que conocemos los tigres significa que estos,
aun cuando se hallan físicamente ausentes, se encuentran

1. Extractos de un discurso presidencial ofrecido ante la American Psycholo­


gical Association, publicado en Psychological Review, vol. ir, p. 105 (1895).
* Poco elegante en inglés (en el original: «is knoum-as», literalmente «es conocido-
como»), en castellano resulta aún más forzado. He tratado de castellanizar la expre­
sión con la fórmula: «se conoce por (o com o)». (N. del t.).
54 LOS TIG R ES DE LA IN D IA W ILLIAM (AMES 55

de algún m odo presentes en nuestro pensamiento; en rayados. N ada de todo esto sugiere una autotrascendencia
otras palabras, que nuestro conocimiento se conoce por de nuestras imágenes mentales tomadas en sí mismas. N o
una presencia de los tigres ante nuestro pensamiento. Es son más que un hecho fenoménico, igual que pueden serlo
habitual envolver en un gran misterio esta suerte de pre­ los tigres; y el hecho de que señalen hacia los tigres es una
sencia en la ausencia, y la filosofía escolástica, que no es relación intraexperiencial perfectamente común, siempre
m ás que el sentido común en actitud pedante, la explica­ que se conceda la presencia de un mundo que permita la
ría com o una forma peculiar de existencia de los tigres en conexión. En pocas palabras, las ideas y los tigres están
nuestra mente, llam ada existencia intencional. Cuando tan sueltos y separados, por usar el lenguaje de Hume,
menos, la gente diría que conocer los tigres significa que como pueden estarlo cualquier otro par de cosas; y seña­
señalamos mentalmente hacia ellos desde aquí. lar significa aquí una operación tan externa y adventicia
¿Pero qué quiere decir señalar en un caso com o este? como pueda haberla en la naturaleza.2
¿Cóm o se conoce este señalar? Espero que ahora puedan estar de acuerdo conmigo en
Mi respuesta a esta pregunta será muy prosaica y, ade­ que el conocimiento representativo no conlleva ningún
más, contraria a los prejuicios no solo del sentido común y misterio especial, sino solo una cadena externa de inter­
de la escolástica, sino también de casi todos los epistemó- mediarios físicos o mentales que conectan el pensamiento
logos que he leído. La respuesta, en pocas palabras, es la con la cosa. Conocer un objeto significa llevar hasta él a
siguiente: el hecho de que nuestro pensamiento señale ha­ través de un contexto aportado por el mundo. Todo esto
cia los tigres se conoce única y simplemente por un enca­ fue expuesto de form a muy instructiva en la reunión de
denamiento de asociaciones mentales y de consecuencias las pasadas N avidades en Nueva York por nuestro colega
motoras sucesivas a dicho pensamiento que en caso de ser D.S. Miller, a quien debo este reconocimiento por refor­
seguidas hasta el final llevarían de forma armoniosa hasta zar mi propia opinión, a veces vacilante.3
algún contexto ideal o real de los tigres, o incluso hasta Pasemos ahora al conocimiento inmediato o intuitivo
su presencia inmediata. Se conoce por nuestro rechazo del de un objeto, y supongam os que el objeto es la hoja de
jaguar, si nos mostraran esa fiera diciendo que era un ti­ papel en blanco que tenemos ante nuestros ojos. En este
caso, el pensam iento y la cosa son indistinguibles por
gre; y por nuestro asentimiento ante un tigre si nos fuera
mostrado. Se conoce por nuestra capacidad de enunciar
toda clase de proposiciones no contradictorias con otras 2. Una piedra que está en un cierto terreno puede «encajar», decimos, en
que fueran verdaderas de los tigres reales. Se conoce in­ un agujero que está en otro terreno. Pero mientras nadie lleve la piedra hasta el
agujero, esta relación no es más que un nombre para expresar el hecho de que tal
cluso, si nos tom am os muy en serio el asunto de los tigres, acto podría producirse. Ocurre algo parecido con el conocimiento de los tigres,
por un encadenamiento de acciones por nuestra parte que aquí y ahora: no es más que un nombre anticipatorio para el proceso asociativo y
terminativo subsiguiente que podría ocurrir.
terminarían en la visión directa de tigres, com o sería el 3. Véanse los artículos del doctor Miller sobre la verdad y el error, así como
caso si viajáram os a la India con el fin de cazar tigres y sobre el contenido y la función, en Philosophical Review, julio de 1893 y noviem­
bre de 1895.
traer de vuelta un gran número de pieles de esos picaros
56 LOS TIG RES DE LA IN D IA WILLIAM (AMES 57

naturaleza, com o vimos hace un momento, y no hay nin­ consistir en avanzar sin resistencia hacia ellas a través del
gún contexto de intermediarios o asociaciones que se in­ contexto intermedio que el mundo proporciona. Pero si
terponga entre am bos y los separe. N o hay «presencia en abstraemos nuestra propia visión privada de cualquier
la ausencia», no se «señala» nada, sino que el pensamien­ otro evento, com o si constituyera en sí misma el universo
to envuelve totalmente el papel; está claro que esta forma (y perfectamente podría desempeñar ese papel, hasta don­
de conocer no puede explicarse igual que aquel que tenía de sabemos), entonces el papel visto y la visión del mismo
a los tigres por objeto. N uestra experiencia está salpica­ son solo dos nombres para un único e indivisible hecho
da de estados de conocimiento inmediato com o este: en que deberíamos llamar por el nombre de datum, fenóme­
un momento u otro nuestra creencia reposa en un dato no o experiencia. Si el papel está en la mente y la mente
último com o la blancura, la suavidad o la forma cua­ envuelve el papel es porque el papel y la mente son solo
drada de este papel. En este punto no es relevante si es­ dos nombres que dam os posteriormente a una única ex­
tas cualidades son realmente los aspectos últimos del ser, periencia, cuando tratam os de establecer sus conexiones
o solo suposiciones provisionales nuestras a las que nos con el mundo más amplio del que forma parte en diferen­
aferram os a falta de m ayor información. En la medida tes direcciones.4 Conocer de forma inmediata o intuitiva
en que creemos en ellos nos encontramos cara a cara con consiste pues en que el contenido mental y su objeto son
nuestro objeto. ¿Qué significa decir que «conocem os» un idénticos. Esta es una definición muy distinta de la que di­
objeto de este tipo? ¿N o es esta también la form a como mos del conocimiento representativo, pero ni una ni otra
conoceríam os al tigre si nuestra idea conceptual del mis­ implican las misteriosas nociones de autotrascendencia y
mo terminara por llevarnos hasta su guarida? presencia en ausencia que constituyen una parte tan esen­
Este discurso no debe alargarse dem asiado, de modo cial de las ideas que mantienen sobre el conocimiento tan­
que daré mi respuesta en el menor número de palabras to los filósofos como el común de la gente.5
posibles. Permítanme que diga ante todo lo siguiente: en
la medida en que consideremos que la hoja de papel en
4. Esto significa que «la experiencia» puede referirse a dos grandes sistemas
blanco o cualquier otro dato último de nuestra experien­ asociativos, el de la historia mental del sujeto de la experiencia o el de los hechos
cia forma parte también de la experiencia de otras per­ del mundo que constituyen el objeto de esta experiencia. Forma parte de ambos
sistemas, y puede verse realmente como uno de sus puntos de intersección. Supon­
sonas, y que al conocerlo lo conocemos en la suya tanto gamos que una línea vertical representa la historia mental; pero el mismo objeto,
com o en la nuestra; en la medida, adem ás, en que se con­ O, aparece también en la historia mental de otras personas, representadas por otras
tantas líneas verticales. De este modo deja de ser la propiedad privada de una ex­
sidere que dicha hoja es una m áscara de ciertas molécu­ periencia y se convierte, por así decirlo, en una cosa pública o compartida. Ello nos
permite rastrear su historia pública y representarla a través de una línea horizontal.
las escondidas que unos experimentos por el momento
[El objeto es conocido también en otros puntos de las líneas verticales, tanto repre­
imposibles de realizar sacarán a la luz algún día; en esta sentativa como intuitivamente, de modo que la línea de su historia exterior debería
describir toda clase de giros y rodeos, pero la dibujo recta para mayor simplicidad.)
medida, digo, nos encontramos en el mismo caso que el
En todo caso, sin embargo, la materia que figura en todas las líneas es la misma.
de los tigres de la India. Siendo las cosas conocidas expe­ 5. [El lector observará que el texto está escrito desde el punto de vista del
realismo ingenuo o del sentido común, y evita entrar en la controversia idealista.)
riencias ausentes, el conocimiento de las mismas solo puede
Ill
El h u m a n ism o y la v e r d a d 1

Cuando recibí del editor de Mind unas pruebas del


artículo de Bradley sobre «L a verdad y la práctica» com ­
prendí que se trataba de una invitación a entrar en la
controversia acerca del «pragm atism o», aparentemente
ya en pleno fragor. Com o mi nombre se ha asociado al
movimiento me parece adecuado aceptar la invitación,
tanto m ás cuanto que en ciertos círculos se me ha dado
más crédito del que merezco, del mismo m odo que pro­
bablemente no merezco el descrédito que han proyectado
otros sobre mí.
En primer lugar, en relación con la palabra «pragm a­
tism o», debo decir que por mi parte sólo la he usado para
indicar un método para dirimir discusiones abstractas. El
significado relevante de un concepto, dice Peirce, reside
en la diferencia concreta que supone para mí su verdad.
Si se aplicara esta prueba pragm ática a todas las cues­
tiones debatidas, evitaríam os toda disputa vana: si de la
verdad de un enunciado u otro no se desprende ninguna
diferencia práctica, entonces son dos formulaciones dis­
tintas de lo mismo; si de la verdad o la falsedad de una

1. Reimpreso con leves revisiones de la revista Mind, vol. xm, N. S., p. 457
(octubre de 1904). Se han realizado algunas interpolaciones tom adas de otro ar­
ticulo de Mind, vol. xiv, «Humanism and truth once more.»
60 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD
W ILLIAM )AMES 61

misma tesis no se desprende ninguna diferencia práctica, artículo no arroja ninguna luz sobre la cuestión. En con­
entonces la tesis no tiene significado real. Tanto en un junto me parece un caso de ignoratio elenchi, y me siento
caso com o en el otro no queda nada sobre lo que discutir: libre por lo tanto de pasarlo por alto.
podem os ahorrarnos el esfuerzo y dedicarnos a cosas más Se trata sin duda de un tema difícil. El razonamiento
importantes. de Dewey y Schiller consiste básicamente en una induc­
Así pues, el método pragm ático sólo implica que las ción, una generalización que trata de liberarse progresi­
verdades deben tener consecuencias prácticas.2 En Ingla­ vamente de toda clase de enredos particulares. En caso de
terra, la palabra se ha usado en un sentido aún más am ­ ser válida, supondría una importante reformulación de
plio, para referirse a la idea de que la verdad de cualquier las ideas tradicionales. Esta es la clase de producto inte­
tesis consiste en sus consecuencias, y en especial en que lectual que nunca recibe su expresión clásica en su prime­
sean buenas consecuencias. En este caso vam os más allá ra versión. El crítico no debe ser por lo tanto dem asiado
de las cuestiones de método, y dado que mi propio prag­ duro ni abusar de la lógica al tratar con él, sino consi­
matismo y este otro son tan diferentes — y lo bastante derarlo en conjunto y sobre todo en contraste con las
importantes am bos para llevar nombres distintos— , me alternativas. Debe probar de aplicarla primero a un caso
parece excelente y digna de ser aceptada la propuesta de y luego a otro para ver cóm o funciona. Me parece que en
Schiller de dar el nombre de «hum anism o» a este prag­ ningún caso debe ser tratado com o un reo de ejecución
matismo m ás amplio. Podríam os seguir refiriéndonos sumaria, bajo el cargo de absurdidad intrínseca o auto-
al pragmatismo en sentido más estrecho como «método contradicción, o recurriendo a la caricatura de m ostrar el
pragm ático». aspecto que tendría reducido a su esqueleto. El humanis­
En los últimos seis meses he leído muchas críticas hos­ mo es más bien uno de esos cam bios seculares que tienen
tiles a las publicaciones de Schiller y Dewey; pero donde lugar en la opinión pública de la noche a la m añana, por
escribo no tengo acceso más que a la elaborada impug­ decirlo así, em pujados por m areas «dem asiado profun­
nación de Bradley, y he olvidado en gran parte las otras. das para hacer ruido o espum a», que sobreviven a todas
Pienso que un examen libre de la cuestión por mi parte las crudezas o extravagancias de sus portavoces, y que es
resultará más útil que un intento de rebatir en detalle es­ imposible ligar a ninguna tesis absolutam ente esencial, ni
tas críticas. Schiller puede hacerse cargo personalmente matar de una sola cuchillada.
de rebatir en particular a Bradley: este se confiesa repe­ Así han sido también los cam bios de la aristocracia a
tidamente incapaz de comprender los puntos de vista de la dem ocracia, del gusto clásico al romántico, del senti­
Schiller, es evidente que no se ha esforzado dem asiado en miento teísta al panteísta, de las concepciones estáticas
hacerlo, y lamento decir que en mi opinión su trabajado a las evolucionistas de la vida: cam bios de los que todos
hemos sido espectadores. La escolástica sigue oponiendo
a estos cam bios el método de la refutación por razones
2. («Prácticas» en el sentido de particulares, por supuesto, no en el sentido de
que las consecuencias no puedan ser tanto mentales como físicas.]
singulares y concluyentes, por la vía de m ostrar que la
62 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD
W ILLIAM (AMES 63

nueva perspectiva implica una contradicción o que choca


de ellos puedan fallar en el caso concreto; por otro lado,
con algún principio fundamental. Es com o tratar de de­
la más satisfactoria de las alternativas a la vista podría
tener un río plantando un palo en medio: el agua rodea
ser ahora y hasta el final una combinación de ventajas y
el obstáculo y «llega igualmente adonde quería llegar». defectos, en relación con los cuales solo podem os esperar
Algunos de nuestros adversarios me recuerdan bastante a que a base de correcciones y m ejoras nos aproxim arem os
esos autores católicos que pretenden refutar el darwinis- algún día a un máxim o de lo primero y un mínimo de
mo diciendo que las especies superiores no pueden pro­ lo segundo. Asumir esta perspectiva inductiva sobre las
ceder de las inferiores porque minus nequit gignere plus, condiciones de la creencia supone un cam bio profundo
o que la transform ación es absurda porque implica que de actitud, una ruptura con las esperanzas absolutistas.
las especies tienden a su propia destrucción y eso violaría Tal com o entiendo el m odo pragm ático de ver las
el principio de que toda realidad tiende a perseverar en cosas, su origen debe buscarse en la crisis de las viejas
su propia form a. El punto de vista es dem asiado miope, verdades científicas que se ha producido en los últimos
dem asiado estrecho y cerrado para captar el argumento cincuenta años. Antes se decía: «D ios es un geóm etra»,
inductivo. Las grandes generalizaciones en ciencia siem­ y se creía que los elementos de Euclides reproducían li­
pre se encuentran con esta clase de refutaciones sumarias teralmente su geometría. Existía una «razón » eterna e
en sus inicios; pero siempre las sobreviven y las refutacio­ inmutable cuya voz reverberaba supuestamente en Bar­
nes acaban sonando anticuadas y escolásticas. N o puedo bara y Celarent. Lo mismo sucedía con las «leyes de la
dejar de sospechar que la teoría humanista está pasando naturaleza», tanto físicas com o químicas, o con las cla­
ahora mismo por este proceso. sificaciones de la historia natural: se suponía que todas
Condición indispensable para entender el humanismo ellas eran duplicados exactos y exclusivos de arquetipos
es adoptar una actitud inductiva, dejar de lado las defi­ prehumanos enterrados en la estructura de las cosas, en
niciones rigurosas y seguir la línea de menor resistencia los que nos era dado penetrar gracias a la chispa divina
«en conjunto». «En otras p alab ras», podría decir un ob- escondida en nuestro intelecto. Se pensaba que la an ato­
jetor, «reduce tu intelecto a una cháchara barata». «Pues mía del mundo era lógica, y que dicha lógica era la de un
eso», respondería yo, «si no estás dispuesto a emplear profesor universitario. H asta 1850 más o menos, todo el
una expresión más educada». De acuerdo con su tesis de mundo creía que las ciencias expresaban verdades que
que lo «verdadero» es lo m ás «satisfactorio» (en palabras eran copias exactas de un código de realidades no hu­
de Dewey), el humanismo no puede más que renunciar manas. Pero la rápida multiplicación de teorías de estos
honestamente a los argumentos rectilíneos y a los viejos últimos años ha socavado casi totalmente la idea de que
ideales de rigor y conclusividad. El humanismo consiste alguna de ellas pueda poseer un mayor grado de objetivi­
esencialmente en una actitud de renuncia, muy alejada del dad que las demás. H ay tantas geometrías, tantas lógicas,
escepticismo pirronista. La satisfacción debe medirse por tantas hipótesis físicas y quím icas, tantas clasificaciones,
múltiples criterios, sin que quepa descartar que algunos todas ellas útiles para ciertas cosas, pero ninguna para
64 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD W ILLIA M JAM tS 65

todas, que hemos terminado por comprender que incluso con nuestras creencias residuales. Si nos rendimos a estas
la fórmula más cierta podría ser un instrumento humano «ospechas y generalizamos a partir de ellas, llegamos a
y no una transcripción literal. Las leyes científicas son algo muy parecido a la perspectiva humanista: concebi­
tachadas hoy de «atajos conceptuales», verdaderos en la mos la verdad no como una duplicación, sino como una
medida en que son útiles, pero no más. Nuestra mente se adición; no como una construcción de copias internas de
ha vuelto más tolerante al símbolo que a la reproducción, (calidades ya completas en sí mismas, sino como la cola­
a la aproximación que a la exactitud, a la plasticidad que boración con estas realidades para obtener un resultado
al rigor. La «energética», ciencia encargada de medir la más claro. Obviamente, esta perspectiva está al princi­
mera faz de los fenómenos sensibles para describir en una pio llena de vaguedad y ambigüedad. «Colaborar» es un
única fórmula todos sus cambios de «nivel», es la últi­ término vago; en todo caso, debe incluir concepciones
ma propuesta de este humanismo científico, que sin duda y estructuras lógicas. «M ás claro» es aún más vago. La
deja bastantes preguntas abiertas en cuanto a la razón de verdad debe llevar a pensamientos claros, y a su vez cla­
que exista una congruencia tan curiosa entre el mundo rificar la vía hacia la acción. Pero el más vago de todos
y la mente, pero que en todo caso vuelve más flexible y estos términos es «realidad». La única forma de poner
amable nuestra concepción de las verdades científicas. a prueba un programa de este tipo es aplicarlo a los di­
Es dudoso que exista hoy ningún investigador, ya sea versos tipos de verdad, con la esperanza de alcanzar un
en el campo de la matemática, la lógica, la física o la bio­ resultado más preciso. Cualquier hipótesis que exige una
logía, que crea realmente estar reeditando los procesos revisión de este tipo tiene un gran mérito, aun cuando
de la naturaleza o los pensamientos de Dios. Las princi­ al final resulte ser inválida: mejora nuestro conocimien­
pales formas de nuestro pensamiento: la separación entre to total del asunto. Pienso, pues, que concederle a esta
sujeto y predicado, la negación, los juicios hipotéticos teoría tanta «cuerda» como necesite y ver si termina por
y disyuntivos, son hábitos puramente humanos. El éter, ahorcarse con ella es mejor táctica que estrangularla de
como dijo Lord Salisbury, no es más que un nombre para entrada con acusaciones abstractas de autocontradicción.
el verbo ondular, del mismo modo que muchas de nues­ Un esfuerzo decidido por sintonizar mentalmente con el
tras ideas teológicas son reconocidas como humanistas, humanismo sería provisionalmente la más recomendable
incluso por aquellos que las llaman «verdaderas». de las actitudes para el lector.
Imagino que fueron estos cambios en las nociones al Cuando yo mismo trato de sintonizar con el humanis­
uso de verdad los que dieron el impulso original al cam­ mo termino por darle un significado más o menos como
bio de perspectiva de Dewey y Schiller. Hoy en día flota la el que sigue.
sospecha de que la superioridad de cualquiera de nuestras
fórmulas sobre las demás podría no consistir tanto en su La experiencia es un proceso que nos ofrece constante­
«objetividad» en sentido literal como en cualidades sub­ mente nuevo material para digerir. Gestionamos este ma­
jetivas como su utilidad, su «elegancia» o su congruencia terial intelectualmente a través del conjunto de creencias
66 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD W ILLIAM (AMES 67

que ya poseem os, las cuales nos permiten asim ilarlo, re­ de forma permanente. La primera vez que cae un sonaje­
chazarlo o reestructurarlo de diverso modo. Parte de las ro de la mano de un bebé, este no mira para ver dónde ha
ideas aperceptoras son adquisiciones recientes, pero en ido a parar. Acepta la no percepción de la cosa com o su
su mayoría son tradiciones fijadas en el sentido común aniquilación, en espera de una creencia mejor. Que nues­
de la especie. Probablemente todas y cada una de las tra­ tras percepciones representan seres , sonajeros que siguen
diciones del sentido común que guían hoy nuestras vidas ahí los tengam os o no en la mano, constituye una inter­
fueron en su origen un genuino descubrimiento, una ge­ pretación tan luminosa de lo que nos ocurre que una vez
neralización inductiva igual que las más recientes relacio­ encontrada nunca se olvida. Se aplica con igual fortuna
nadas con el átom o, la inercia, la energía, la acción refleja a las cosas y a las personas, al reino de lo objetivo y al
o la aptitud para sobrevivir. L as nociones de un Tiempo reino de lo eyectivo. Por m ás que la critiquen Berkeley,
y un Espacio com o receptáculos unitarios y continuos; la Mili o Cornelius, funciona ; y en la vida práctica nunca
distinción entre pensamientos y cosas, materia y mente; nos planteam os «dar marcha atrás» en este tema, o leer
entre sujetos permanentes y atributos cam biantes; el con­ nuestras experiencias en otros términos. Ciertamente,
cepto de conjunto y de subconjunto; la separación entre podemos imaginar especulativamente un estado de ex­
lo fortuito y las conexiones regulares: sin duda todas ellas periencia «p u ra» previo a la fijación de la hipótesis de
fueron alguna vez conquistas específicas realizadas en fe­ unos objetos permanentes detrás de su flujo; y podem os
chas históricas concretas por nuestros antepasados en su jugar con la idea de que algún genio primordial pudiera
intento de dar una form a más com partible y manejable haber dado con una hipótesis diferente. Pero ya no p o ­
al caos de sus experiencias individuales en bruto. D em os­ demos im aginar positivamente cuáles podrían haber sido
traron ser tan útiles com o denkmittel [herramientas inte­ esas hipótesis diferentes, pues la categoría de una reali­
lectuales] que hoy forman parte de la estructura misma dad transperceptual constituye uno de los fundamentos
de nuestra mente. Som os incapaces de evadirnos de ellas. de nuestra vida. N uestros pensamientos no pueden dejar
Ninguna experiencia puede contradecirlas. Al contrario, de emplearla si pretenden seguir siendo en alguna medida
ellas son las que aperciben todas las experiencias y les razonables y verdaderos.
asignan el lugar que les corresponde. La esencia de la concepción humanista consiste, según
¿Con qué fin? Con el fin de que podam os prever mejor entiendo, en esta idea de algo primero que toma la forma
el curso de nuestras experiencias, com unicarnos con los de una experiencia pura y caótica que plantea las pregun­
demás y guiar nuestras vidas a través de normas. Tam ­ tas; en la idea de algo segundo que toma la forma de unas
bién para conseguir una perspectiva mental m ás limpia, categorías fundamentales, desde hace largo tiempo ya in­
tegradas en la estructura de nuestra conciencia y práctica­
clara e inclusiva.
mente irreversibles, las cuales definen la forma general de
El siguiente logro más importante del sentido común,
cualquier respuesta que demos; y en la idea de algo terce­
después del descubrimiento del Tiempo y el Espacio uni­
ro que ofrece las respuestas detalladas en la forma más
tarios, probablemente sea el concepto de cosas existentes
68 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD
W ILLIAM JAMES 69

congruente con todas nuestras necesidades presentes. Di­ La mejor form a de exam inarla sería ver cuál podría
cha concepción humanista supone que la experiencia en su ser la alternativa. ¿Y cuál es esta alternativa? Sus críti­
pureza prístina se halla actualmente tan envuelta en pre­ cos no dan ninguna respuesta expresa, y sólo el profesor
dicados históricamente elaborados que apenas podemos Royce ha form ulado algo concreto. Parece pues que el
pensar en ella más que como un otro, un eso con lo que la primer servicio del humanismo a la filosofía será obligar
mente, según la expresión de Bradley, «se encuentra», y al a quienes se muestran reacios a ella a rebuscar en sus pro­
estímulo de cuya presencia respondemos con pensamientos pias cabezas y corazones. Convertirá el análisis en una
que consideramos «verdaderos» en función de su capaci­ necesidad y lo pondrá en el orden del día. Ahora mismo
dad para facilitar nuestras actividades mentales o físicas y parece que todo cuanto hay para contradecirlo es la pere­
para conferirnos poder exterior y paz interior. Pero si este zosa tradición de que la verdad consiste en la adaequatio
Otro, el eso universal, posee en sí mismo alguna estructura intellectus et rei. La única sugerencia de Bradley es que
interna definida, o si esta estructura, en caso de existir, se el pensamiento verdadero «debe corresponder a un ser
parece a alguno de los qués de nuestros predicados, es una determinado del que no pueda decirse que sea producto
cuestión en la que no entra el humanismo. Para nosotros, suyo», lo cual evidentemente no arroja ninguna luz nue­
insiste, la realidad es en cualquier caso una acumulación va sobre la cuestión. ¿Qué significa la palabra «corres­
de invenciones intelectuales nuestras, y la pugna por alcan­ ponder»? ¿Dónde hay que buscar el «ser»? ¿Qué clase de
zar la «verdad» en nuestros progresivos tratos con ella es cosas son las «determ inaciones», y qué significa en este
siempre un conflicto para introducir nombres y adjetivos caso particular «no ser producto»?
nuevos, alterando lo menos posible los viejos. El hum anism o procede inmediatamente a refinar la
Resulta difícil ver por qué la lógica o la metafísica de vaguedad de esos epítetos. Correspondem os en algún
Bradley habrían de obligarle a entrar en conflicto con sentido con algo cuando entram os en relación con ello.
esta concepción. Podría adoptarla verbatim et literatim, Si se trata de una cosa, podem os producir una copia
si quisiera, y simplemente integrarla en su peculiar ver­ exacta de la mism a, o bien simplemente sentirla com o
sión del absoluto, siguiendo el buen ejemplo del profesor algo existente en cierto lugar. Si es una dem anda, pode­
Royce. En Francia, Bergson y sus discípulos, el físico Wil- mos obedecerla sin conocer nada m ás acerca de ella que
bois y Leroy, son perfectos hum anistas en el sentido re­ su empuje. Si es una proposición, podem os ponernos de
cién definido. El profesor M ilhaud también parece serlo; acuerdo en no contradecirla, en dejarla pasar. Si es una
y al gran Poincaré apenas le falta un paso. En Alemania, relación entre cosas, podem os actuar sobre la primera
el nombre de Simmel se ofrece com o el de un humanista cosa para que nos lleve adonde estará la segunda. Si es
de los más radicales. Es preciso clasificar también como algo inaccesible, podem os sustituirlo por un objeto hipo­
humanistas a M ach y a su escuela, así com o a Hertz y a tético que posea las mism as consecuencias y en el que se
Ostwald. La idea está en el aire y es preciso examinarla encarnarán sus resultados reales. En general, podem os
con paciencia. simplemente añadirle nuestro pensamiento y, si la adi­
70 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD
WILL1AM )AMES 71

ción se sostiene y la situación en conjunto se prolonga y


enriquece arm oniosam ente, el pensamiento pasará por potentes, y que nos empuja en una dirección que cons­
tituye el destino de nuestra creencia. Que esta deriva de
verdadero.
la experiencia se deba en último análisis a algo indepen­
En cuanto al paradero de los seres objeto de esta co­
diente de toda experiencia posible es algo que puede ser
rrespondencia, el humanismo no ve razón para decir que
verdad o no. Puede que haya o puede que no haya una
se encuentran fuera de la experiencia finita, ya estén fuera
«ding an sich» extraexperiencial que mantenga el balón
del pensamiento presente o dentro de él. Desde el punto
en juego, o bien un «ab soluto» que permanezca eterna­
de vista pragm ático, decir que son reales significa que nos
mente detrás de todas las determinaciones sucesivas que
sometemos a ellos, que los tenemos en cuenta, nos guste
ha propuesto el pensamiento humano. En todo caso, el
o no, tal com o debemos hacer siempre con las experien­
humanismo dice que dentro de nuestra propia experien­
cias distintas de la nuestra. El sistema com pleto de todo
cia algunas determinaciones se revelan independientes de
aquello con lo que debe corresponder «adecuadam ente»
otras; algunas preguntas, si alguna vez las planteam os,
la experiencia presente podría estar en continuidad con
solo admiten una respuesta; algunos seres, si alguna vez
esta misma experiencia. La realidad, entendida de este
los suponem os, debemos suponerlos existentes previa­
modo com o experiencia distinta de la presente, podría
mente a nuestra suposición; algunas relaciones, si es que
ser o bien el legado de la experiencia pasada o bien el
existen, deben existir mientras sus términos existan.
contenido de la experiencia por venir. En todo caso, sus Según el humanismo, por tanto, la verdad significa la
determinaciones para nosotros son los adjetivos que le relación de las partes menos fijas de la experiencia (los
asignan nuestros juicios, y estos son cosas esencialmente predicados) con otras partes relativamente m ás fijas (los
humanistas. sujetos), y nada nos obliga a buscarla en una relación en­
Decir que esta realidad no es «producto» de nuestro tre la experiencia com o tal y algo situado m ás allá de ella.
pensamiento significa desde el punto de vista pragm ático Podemos permanecer cóm odamente dentro de ella, pues
que, si nuestro pensamiento en particular fuera aniquila­ nuestro com portamiento com o sujetos de experiencia
do, la realidad seguiría estando allí bajo alguna forma, está cercado por todos los lados. N uestros propios obje­
aunque esta form a tal vez careciera de algo que nuestro tos ejercen sobre nosotros fuerzas tanto de avance com o
pensamiento le aportaba. Que la realidad es «indepen­ de resistencia, y la idea de la verdad com o algo opuesto
diente» significa que en toda experiencia hay algo que al capricho o a la licencia surge de manera inevitable y
escapa a nuestro control arbitrario. Si se trata de una solipsista en el interior de todo ser humano.
experiencia sensible, se impone a nuestra atención; si se
trata de una secuencia, no podem os invertirla; si es una Tan evidente es todo esto que estoy «h arto» de una
com paración entre dos términos, solo podem os llegar a acusación muy común contra los autores humanistas.
un resultado. Hay una presión, una urgencia en nuestra En un encuentro filosófico donde yo debía hablar de los
experiencia frente a la que som os en último término im­ Studies de Dewey surgió la pregunta de «¿C óm o puede
72 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD
W ILLIAM JAMES 73

discriminar un deweyano la sinceridad de la mentira?» veces los hom bres no los obedecen. El capricho existe,
La objeción del profesor Royce fue la siguiente: «¿Cóm o a pesar de todas esas prohibiciones eternas, y por m ás
puede el mero3 pragm atista sentir deber alguno de pen­ realidades que se supongan ante rem, ninguna de ellas
sar correctam ente?». Bradley por su parte dice que, si un nos pone a cubierto contra la posibilidad de incurrir en
humanista asum e su propia doctrina, «debe sostener que un ilim itado error in rebus. La única garantía real que
toda idea, por desquiciada que sea, es verdadera en la tenemos contra la licencia de pensam iento es la presión
medida en que alguien quiera considerarla a sí». Final­ de la propia experiencia circundante, la cual nos hace
mente, el profesor Taylor describe el pragm atism o como criar aversión hacia los errores concretos, haya o no
la disposición a creer cualquier cosa que uno guste creer realidad transem pírica. ¿C óm o sabe el partisano de la
y llam arlo verdad. realidad absolu ta qué es lo que esta le ordena pensar?
Lo que m ás me sorprende de estas objeciones es la No puede obtener ninguna visión directa del absolu to,
estrecha noción que suponen de las condiciones bajo las y, por lo tanto, no tiene m edio de adivinar lo que este
cuales tiene lugar realmente el pensam iento humano. quiere de él si no es siguiendo pistas hum anistas. La
Estos críticos parecen suponer que si aban donam os a su única verdad que él mism o aceptará en la práctica será
suerte la barca de nuestra experiencia, sin ningún timón aquella a la que le lleven sus experiencias finitas. Estre­
que la guíe, se vería arrastrada hacia cualquier lado, o mecerse ante la idea de un cúm ulo de experiencias de­
hacia ninguno. Aun cuando hubiera brújulas a bordo, jadas a su albur y buscar protección en el mero nombre
parecen decir, no tendrían ningún Polo al que señalar. Si de un absolu to , com o si ese nom bre, aun siendo ino­
pretendem os llegar a algún puerto, es preciso que haya perante, siguiera ofreciendo una especie de seguridad
rutas absolutas de navegación, insisten, im puestas des­ fantasm al, es una actitud que recuerda la de esa buena
de el exterior, y una carta de navegación que agregar gente que resopla y se congestiona cada vez que oye
al «m ero» viaje en sí mism o. Pero ¿no es evidente que hablar de una tendencia social condenable y finalmente
incluso si existieran tales rutas absolutas, bajo la forma dice: «E l Parlam ento o el C ongreso debería sacar una
de estándares prehum anos de verdad que estuviéram os ley contra e so » , com o si un decreto impotente pudiera
obligados a seguir, la única garantía de que de hecho los darle algún alivio.
seguirem os residirá inevitablemente en nuestro propio Todas las sanciones de una ley de la verdad residen
equipam iento humano. Esa «obligación » sería un mero en la textura misma de la experiencia. Absoluta o no,
brutum fulmen a menos que algo en nuestra experiencia la verdad concreta, para nosotros, siempre será aquella
conspirara con ella. De hecho, incluso los creyentes más manera de pensar en la que se combinen de la forma más
acérrim os en los criterios absolutos deben adm itir que a provechosa nuestras diversas experiencias.
Sin em bargo, objeta tercamente nuestro adversario, el
humanista siempre tendrá un mayor margen para jugar
3. N o conozco a ningún «mero» pragmatista, si ello significa, como parece, la
negación de toda concreción en su pensamiento. al escondite con la verdad del que tendrá el creyente en
74 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD
WILLIAM (AMES 75

un reino independiente de realidades que concibe el cri­


y el humanista por su parte es perfectamente consistente
terio com o algo rígido. Si por este creyente se refiere a un
al remover cielo y tierra para ganar un prosélito, si su na­
hombre que pretende conocer el criterio y que lo aplica
turaleza es lo suficientemente entusiasta para intentarlo.
a rajatabla, el humanista será sin duda más flexible que
«Pero ¿cóm o se puede ser entusiasta de una visión de
él; pero no m ás que el propio absolutista si este adopta
las cosas que uno sabe que ha hecho en parte él mismo, y
(como hacen ya por fortuna los absolutistas de hoy) mé­
que podría alterarse dentro de un momento? ¿Cóm o pue­
todos empíricos de investigación en los asuntos concre­
de haber alguna devoción heroica al ideal de la verdad en
tos. Considerar hipótesis es siempre mejor que dogm ati­
condiciones tan m ezquinas?»
zar ins blaue hinein. Esta es otra de esas objeciones que revelan la com ­
Sin em bargo, esta probable flexibilidad de tempera­ prensión com parativam ente floja de la realidad de la si­
mento del hum anista ha dado pie a que se le acuse de tuación que mantienen los antihumanistas. Si se limitaran
toda clase de pecados. De acuerdo con su creencia de que a seguir el método pragm ático y preguntaran «¿C óm o se
la verdad reside in rebus y que consiste en cada momento conoce la verdad?, ¿qué supone su existencia en térmi­
en nuestra línea de reacción m ás propicia, le está total­ nos de bienes concretos?», se darían cuenta de que su
mente vetado tratar de convertir a sus oponentes, según nombre es el inbegriff de casi todo lo que hay de valioso
he escuchado decir a un instruido colega, pues ¿acaso en nuestras vidas. La verdad es lo opuesto de todo lo
no cumple con ese criterio la perspectiva de cualquiera inestable, de todo lo decepcionante en la práctica, de
de ellos, siendo la reacción m om entánea m ás propicia todo lo inútil, de todo lo falso o poco fiable, de todo
para ellos ? Sólo el creyente en la verdad de la clase ante lo inverificable e infundado, de todo lo inconsistente y
rem puede tratar de hacer conversos sin desmentir su contradictorio, de todo lo artificial y excéntrico, de todo
propia tesis. Pero ¿acaso puede haber contradicción en lo irreal en el sentido de falto de relevancia práctica. Es­
insistir en alguna concepción de la verdad? ¿Puede la de­ tas son las poderosas razones pragm áticas por las que
finición contradecir en algún caso el acto? «L a verdad es deberíamos perseguir la verdad: la verdad es lo que nos
lo que me apetece decir»: supongam os que la definición salva de un mundo com o ese. ¡Qué extraño que su mero
fuera esta. «Bueno, pues eso es lo que me apetece decir, nombre suscite la mayor lealtad! ¡Qué extraño que to­
y quiero que os apetezca decirlo a vosotros también, y lo dos los pequeños paraísos provisionales de la creencia
seguiré diciendo hasta que estéis de acuerdo conm igo.» del necio resulten despreciables en com paración con su
¿Dónde está la contradicción? Cualquier cosa que diga­ mera búsqueda! Cuando los absolutistas rechazan el hu­
mos que es la verdad, esa es justo la verdad que podem os manismo porque les parece falso, lo que ocurre es que la
atribuirnos al decirlo. El temperamento que una cierta inercia total de sus necesidades mentales ha optado ya
tesis pueda implicar es un asunto extralógico. Tal vez sea por otra visión de la realidad, en com paración con la cual
más ardiente en un absolutista particular que en un hu­ el mundo humanista no parece más que el capricho de
manista, pero no tiene por qué ser así en el caso de otro. unos jóvenes irresponsables. Toda su m asa aperceptora
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subjetiva habla en nombre de las naturalezas eternas y tes quieren decir cuando afirman que para ser verdaderos
les ordena rechazar nuestro hum anismo, de acuerdo con nuestros pensamientos deben «corresponder».
su comprensión de este. Lo mismo nos ocurre a nosotros
los hum anistas cuando condenam os todos los sistemas En este contexto, la noción vulgar de correspondencia
filosóficos que se presentan com o templos de nobleza, consiste en que los pensamientos deben copiar la reali­
exactitud, inmutabilidad, eternidad, racionalidad. Para dad: cognitio fit per assimilationem cogniti et cognos-
nosotros contradicen el temperamento dramático de la centes. Por su parte, la filosofía parece haber aceptado
naturaleza, según lo que nos han llevado a pensar nues­ instintivamente esta idea, sin apenas sentarse a exam inar
tros tratos con ella y nuestros hábitos mentales. Resultan la cuestión: se entiende que las proposiciones son verda­
extrañamente personales y artificiales, cuando no buro­ deras si copian el pensamiento eterno; se entiende que los
cráticos y profesionales hasta extremos absurdos. Nos términos son verdaderos si copian realidades extramen-
apartam os de ellos para lanzarnos a la jungla multiforme tales. La teoría de la copia ha anim ado implícitamente,
e incontrolada de la verdad, pues así es com o sentimos en mi opinión, la mayor parte de las críticas que se han
que está constituida, con la conciencia tan limpia com o la vertido contra el humanismo.
que mueve a los racionalistas a retirarse de nuestra jungla A priori, sin embargo, no es evidente que el único tra­
en sus limpias y ordenadas guaridas intelectuales.4 to de nuestra mente con las realidades deba consistir en
Esto debería bastar para m ostrar que el humanista no copiarlas. Suponga el lector que él mismo constituye por
ignora los rasgos de la objetividad y la independencia en un momento toda la realidad del universo, y que posterior­
la verdad. Permítanme pasar ahora a lo que sus oponen­ mente se le anuncia la creación de otro ser que lo conocerá
verdaderamente. ¿Cómo se representaría anticipadamen­
te el lector este conocimiento? ¿Qué esperaría que fuera?
4. [No puedo resistirme a citar como ilustración del contraste entre las acti­
tudes mentales del humanista y del racionalista, en una esfera muy apartada de la
Dudo mucho que se le ocurriera jam ás la idea de que se
filosofía, los comentarios acerca del «affaire» Dreyfus escritos por alguien que sin redujera a la mera copia. ¿De qué iba a servirle una segun­
duda no había oído hablar jam ás del humanismo o del pragmatismo. «Autant que
la Révolution, “ l’Affaire” est désormais une de nos “ origines” . Si elle n’a pas fait
da edición imperfecta de sí mismo en el interior del recién
ouvrir le gouffre, c’est elle du moins qui a rendu patent et visible le long travail llegado? Parecería un desperdicio de una oportunidad de lo
souterrain qui, silencieusement, avait préparé la séparation entre nos deux camps
d’aujourd’hui, pour écarter enfin, d’un coup soudain, la France des traditionalistes
más propicia. Es probable que demandara algo absoluta­
(poseurs de principes, chercheurs d'unité, constructeurs de systèmes a priori) et mente nuevo. El lector concebiría más bien el conocimiento
la France éprise du fait positif et de libre examen;—la France révolutionnaire et
en términos humanistas: «El recién llegado», diría, «debe
romantique si l’on veut, celle qui met très haut l’individu, qui ne veut pas qu’un
juste périsse, fut-ce pour sauver la nation, et qui cherche la vérité dans toutes ses dar cuenta de mi presencia reaccionando a ella de un modo
parties aussi bien que dans une vue d’ensemble. (...) Duclaux ne pouvait pas con­ que resulte beneficioso para los dos. Si la copia fuera un
cevoir qu’on préférât quelque chose a la vérité. M ais il voyait autour de lui de fort
honnêtes gens qui, mettant en balance la vie d’un homme et la raison d’Etat, lui requisito para este fin, que haya copia; en otro caso, que
avouaient de quel poids léger ils jugeaient une simple existence individuelle, pour no la haya.» La esencia del conocimiento en todo caso no
innocente qu’elle fut. C'étaient des classiques, des gens a qui l’ensemble seul impor­
te .» La Vie de Emile Duclaux, por Mme. Em. D., Laval, 1906, pp. 243, 247-248.) sería la copia, sino el enriquecimiento del mundo previo.
78 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD W ILLIAM JAMES 79

El otro día leí una frase en un libro del profesor Eucken minos reales en el sentido de copiarlos uno por uno: bas­
que me parece muy pertinente en este punto: «Die erbo- tan los términos mentales simbólicos, a condición de que
hung des vorgefundenen daseins » [La sublimación de la se copien las fechas y los lugares reales. Pero en nuestra
existencia dada]. ¿Por qué no podría consistir la misión vida ordinaria los términos mentales son imágenes y los
del pensamiento en incrementar y elevar la existencia, en términos reales sensaciones, y las imágenes copian tan a
lugar de imitarla y reduplicarla? N adie que haya leído a menudo a las sensaciones que fácilmente podem os pensar
Lotze puede dejar de recordar su sorprendente comen­ que la copia de los términos y las relaciones resume el
tario acerca de la concepción corriente de las cualidades significado natural del conocimiento. Sin em bargo, buena
secundarias de la materia, una concepción que las tacha parte incluso de esta verdad descriptiva común se expresa
de «ilusorias» porque no copian nada de la cosa. Según en símbolos verbales. Y tal vez la capacidad de nuestros
Lotze, la noción de un mundo com pleto en sí mismo, res­ símbolos para encajar en el mundo, en el sentido de deter­
pecto al cual el pensamiento fuera un espejo pasivo que minar nuestras expectativas correctamente, se vea incre­
no añade nada a los hechos, es irracional. El pensamiento mentada por el hecho de no copiar a sus términos.
mismo es más bien una parte muy importante del hecho, Parece evidente que la descripción pragm ática de toda
y la misión del mundo preexistente e insuficiente de la esta rutina del conocimiento fenomenológico es correcta.
materia podría ser simplemente provocar al pensamiento La verdad es en este sentido una relación, no de nuestras
para que produzca su m ás precioso suplemento. ideas con realidades no hum anas, sino de las partes con­
En sum a, y a falta de una razón en contra que no re­ ceptuales de nuestra experiencia con las partes sensibles
sulta aparente a primera vista, «conocer» podría ser solo de la misma. Son verdaderos aquellos pensam ientos que
una forma de establecer relaciones provechosas con la nos guían hacia una interacción beneficiosa con los par­
realidad, esté o no la copia entre dichas relaciones. ticulares sensibles tal com o se nos dan, los copien o no
por adelantado.
Es fácil adivinar de qué clase especial de conocimiento
surgió la teoría de la copia. Lo más importante en nues­
La frecuencia de la copia en el conocimiento del hecho
tros tratos con los fenómenos naturales es la predicción.
fenoménico ha prom ovido la idea de que la copia era la
La inteligencia no significa otra cosa que capacidad de
esencia de la verdad también en asuntos puramente ra­
predicción, para un autor com o Spencer. Cuando la «ley
cionales. Así, se ha supuesto que la geometría y la lógica
de la inteligencia» de Spencer establece que las relaciones
deben copiar los pensamientos arquetípicos del Creador.
internas y externas deben «corresponder», quiere decir
Pero en estas esferas abstractas no hay necesidad de su­
que la distribución de términos en nuestros esquemas es­
poner ningún arquetipo. La mente es tan libre de extraer
paciales y temporales internos deben ser una copia exacta
figuras del espacio, de elaborar colecciones numéricas, de
de la distribución de los términos reales en el tiempo y el
definir clases y series, y de analizar y com parar sin final,
espacio reales. A nivel estrictamente teórico, los términos
que la superabundancia misma de las ideas resultantes nos
mentales mismos no tienen por qué responder con los tér­
80 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD W ILLIAM JAMES 81

hace dudar de la preexistencia «objetiva» de sus mode­ relaciones de com paración. N adie parece haber reparado
los. Sería claramente un error suponer un Dios cuyo pen­ hasta el momento en mi sugerencia, y soy dem asiado ig­
samiento consagrara las coordenadas rectangulares pero norante en matem áticas com o para sentirme dem asiado
no las polares, la notación de Jevons pero no la de Boole. seguro de mi propia propuesta. Pero, si fuera correcta,
Por otro lado, sin em bargo, si suponem os que Dios ha resolvería completamente el problema. Las relaciones de
pensado por adelantado todo posible capricho humano, comparación se establecen por inspección directa. Cuan­
su mente termina pareciéndose dem asiado a un ídolo do com param os mentalmente dos objetos mentales, los
hindú con tres cabezas, ocho brazos y seis pechos, de­ percibimos com o semejantes o diferentes. Y bajo estas
m asiado sobredesarrollado y redundante com o para que condiciones intemporales, lo que es semejante una vez
deseemos copiarlo, y la idea de la copia en general tiende es semejante para siempre, lo que es diferente una vez es
a evaporarse en estas ciencias. Es mejor interpretar sus diferente para siempre. Lo cual equivale a decir que las
objetos com o el resultado de una creación gradual de los verdades acerca de tales objetos producidos por el hom ­
hombres, a medida que los van concibiendo. bre son necesarias y eternas. Solo podem os alterar nues­
Si ahora me preguntaran cóm o es posible que conoz­ tras conclusiones si alteram os primero nuestros datos de
cam os de form a tan inmediata el carácter «eterno» de partida.
relaciones y propiedades com o los triángulos, los cuadra­ Todo el tejido de las ciencias a priori puede verse así
dos, las raíces cuadradas, los géneros y dem ás, cuando como un producto humano. Tal com o observó Locke
no son m ás que «artefactos» humanos im provisados, la hace tiempo, tales ciencias no guardan ninguna relación
respuesta humanista sería fácil. Si los triángulos y los gé­ inmediata con los hechos. Solo si puede humanizarse un
neros son productos de nuestra mente, no hay proble­ hecho mediante su identificación con alguno de esos ob­
ma para mantenerlos invariables. Podemos convertirlos jetos ideales, puede considerarse verdadero de los hechos
en «intem porales» con sólo decretar expresamente que lo que es verdadero de dichos objetos. A todo esto, la
sobre aquellas cosas a los que nos referimos el tiempo verdad en sí misma no es originalmente copia de nada:
no producirá alteración alguna, que quedan intencional­ no es más que una relación directamente percibida entre
mente y tal vez ficticiamente abstraídos de cualquier con­ dos objetos mentales artificiales.6
dición o asociación real corruptora. Pero las relaciones
entre objetos invariables serán a su vez invariables. D i­ Echemos una m irada ahora a ciertos tipos especia­
chas relaciones no pueden ser en ningún caso un hecho, les de conocim iento, para com probar si la concepción
pues por hipótesis nada puede ocurrirles a esos objetos. humanista encaja con ellos. N o hace falta que nos ex ­
En el último capítulo de mis Principios de psicología 5 tra­ tendamos m ás acerca del conocim iento m atem ático o
té de m ostrar que dichos objetos solo pueden consistir en lógico, ni que volvam os sobre nuestro conocim iento

5. Vol. n, pp. 641 ss. 6. Unos objetos mentales que son por supuesto realidades en el mundo mental.
82 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD
W ILLIAM JAMES 83

descriptivo de la naturaleza. En la m edida en que este


solo para explicar las percepciones actuales de este, tan ­
requiere anticipación, y por m ás que dicha anticipación
to pasadas com o futuras, sino tam bién para explicar sus
pueda requerir un cierto grado de copia, el conocim ien­ percepciones posibles y las de cualquier otra persona.
to en cuestión no tiene por qué implicar mucho m ás que
En consecuencia, gratifican de form a suprem a y m ara­
un «p rep ararse» por adelantado, com o hem os visto.
villosa nuestra necesidad teórica. A través de ellas p asa­
Pero nuestras relaciones prácticas con muchos objetos
mos de lo inmediato y actual a lo remoto y potencial, y
distantes y futuros son potenciales y rem otas en grado
desde estos nuevamente a lo futuro actual, en virtud de
superlativo. N o tiene sentido pretender que nos prepare­
su capacidad de explicar innum erables particulares por
mos ah ora p ara la detención de la rotación de la Tierra
una única causa. Igual que en esos p anoram as circula­
por efecto de la m area, por ejem plo; y no mantenemos res donde un primer plano de polvo, hierba, m atorrales,
ninguna relación práctica con el p asad o, por m ás que rocas y un cañón roto se integra en un cuadro gene­
supon gam os conocerlo verdaderam ente. Aun cuando el ral del cielo, la tierra y una batalla en pleno apogeo de
punto de partida original de nuestra búsqueda de des­ una form a tan ingeniosa que el espectador no consigue
cripciones fenom énicas fueran intereses estrictamente detectar el punto de unión entre am bos, esos objetos
prácticos, es obvio que se ha desarrollado un interés por conceptuales se funden com pletam ente con nuestra rea­
la función descriptiva en sí misma. Deseam os descrip­ lidad perceptual presente en el universo total de nuestra
ciones verdaderas, tengan o no beneficios colaterales. La creencia. A pesar de todas las críticas berkeleyanas, no
función primitiva ha llevado su exigencia hasta el nivel dudamos de que estén realmente allí. Aunque nuestro
del mero ejercicio. Esta curiosidad teórica parece ser un descubrimiento de cualquiera de ellos sea reciente, no
rasgo característicamente humano, y el humanismo es el dudam os en decir que no solo está sino que estaba allí,
primero en reconocer su inmenso alcance. Hoy, una idea en la medida en que tal declaración ayude a que el pasa­
verdadera no solo significa una idea que nos prepara para do parezca más consistentemente conectado con el presen­
una percepción actual. También significa una idea que te tal com o lo percibim os. Esto es una verdad histórica.
podría prepararnos para una percepción meramente po­ Pensamos que M oisés escribió el Pentateuco porque si
sible; o para una percepción que, en caso de ser form ula­ no todos nuestros hábitos religiosos perderían sentido.
da verbalm ente, sugeriría posibles percepciones a otras Julio C ésar vivió, o bien nunca m ás podrem os tom arnos
personas; o para percepciones actuales que el hablante en serio la historia. H ubo un tiempo en que existían los
no puede com partir. El conjunto resultante de percep­ Trilobites, o bien todo nuestro pensam iento acerca de
ciones actuales o posibles form a un sistem a que resulta los estratos se viene abajo. El radio, descubierto apenas
obviam ente ventajoso para nosotros que se mantenga ayer, tiene que haber existido siempre o bien se rompe
estable y consistente; y aquí es donde la idea de sentido su analogía con otros elementos naturales, que sí son
común de unos entes perm anentes encuentra su mejor Permanentes. En todos estos casos, se trata de una parte
uso. Los entes que actúan fuera del pensador sirven no de nuestras creencias que reacciona ante otra para pro­
84 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD W ILLIAM [AMES 85

ducir un estado total de la mente m ás satisfactorio. De ¿jo o bien seguir invariable. El crítico ve tanto la verdad
este estado mental decimos que es verdadero, y creemos del primer creyente com o la suya propia, las com para
en el contenido de sus enunciados. entre sí y las verifica o refuta. Su propio cam po de visión
Por supuesto, si tom am os esta satisfacción en sentido es una realidad independiente de lo que pudiera pensar el
concreto, com o algo sentido por nosotros ahora mismo, creyente anterior y con el que este debería corresponder.
y si por verdad nos referimos a la verdad entendida de Pero el crítico no es a su vez m ás que otro creyente; y si el
forma abstracta y tal com o se verifica a largo plazo, no proceso de la experiencia terminara en aquel instante, no
hay m odo de encajarlos entre sí, pues es obvio que lo habría otra realidad independiente con la que com parar
temporalmente satisfactorio es a menudo falso. Y, sin su pensamiento.
em bargo, en cada momento concreto la verdad es para Lo inm ediato en la experiencia se encuentra siempre
cada hombre lo que este «c re e »* en ese momento, con provisionalmente en esta situación. El hum anism o que
el m áxim o de satisfacción para sí; de m odo parecido, la tan arduam ente me esfuerzo en defender, por ejem plo,
verdad abstracta, o la verdad verificada a largo plazo, es desde mi punto de vista la visión m ás com pleta de la
coincide con la satisfacción abstracta, o la satisfacción a verdad alcanzada hasta el mom ento. Pero, puesto que
largo plazo. En resumen, si com param os lo concreto con toda experiencia es un proceso, ningún punto de vista
lo concreto y lo abstracto con lo abstracto, lo verdadero podrá ser nunca el último. Todos y cada uno son insufi­
y lo satisfactorio significan lo mismo. Sospecho que la cientes e inestables, y deben rendir cuentas ante puntos
reticencia del público filosófico en general a asum ir las de vista ulteriores. Ninguno de ustedes, situados com o
tesis del humanismo se debe a cierta confusión en esta están en algunos de estos puntos de vista posteriores en
materia. su propia persona, y creyendo adem ás en la realidad de
El hecho fundamental acerca de nuestra experiencia otros puntos de vista, estará dispuesto a considerar que
es que consiste en un proceso de cam bio. Al igual que el mi punto de vista tiene acceso a la verdad positiva, la
área visible para un hombre que camina en la niebla, o verdad intem poral, la verdad que cuenta, a menos que
lo que George Eliot llama «el muro de oscuridad que ven puedan verificar y confirm ar por ustedes m ism os lo que
los ojos de los pequeños peces, cuya vista apenas alcanza veo.
un palm o dentro del amplio O céano», la verdad para el Pueden ustedes generalizar todo esto diciendo que
«creyente» es en cada momento un cam po objetivo que por m ás satisfactoria que sea una opinión, solo puede
será am pliado y a su vez evaluado críticamente por el contar com o absoluta y positivam ente verdadera en la
momento siguiente, y que puede quedar entonces altera- medida en que esté de acuerdo con algún criterio situa­
do m ás allá de sí mism a; y si luego se olvidan de que este
criterio crece de form a constante y endógena en la tra­
* En el original «trow eth», un término ya obsoleto en tiempos de Jam es. En el ma de la experiencia, podrían deslizarse sin darse cuen­
próxim o párrafo se refiere al «trow er» (creyente). En am bos casos las comillas se
explican por este motivo. (N. del t.). ta a la conclusión de que lo que vale distributivam ente
86 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD W ILLIAM (AMES 87

para cada experiencia vale tam bién colectivamente para siempre estuvo ahí, hubiera o no alguien para observar­
todas las experiencias, y que la experiencia com o tal lo. Pero ¿qué sentido tiene esta proyección de las form as
y en su totalidad debe su verdad a la correspondencia de pensar recientes de la humanidad a toda la eternidad
con unas realidades absolu tas exteriores a ella misma. pasada? ¿A caso queremos decir que un pensador «ab so ­
Esta es naturalm ente la posición popular y tradicional. luto» echó las cuentas, separó las estrellas así contadas de
El hecho de que las experiencias finitas deban funda­ las demás e hizo la tonta com paración con la osa? ¿Aca­
mentarse unas a otras lleva a los filósofos a concluir que so eran explícitamente siete y explícitamente parecidas a
la experiencia uberhaupt debe necesitar un fundamento una osa antes de que llegara el primer testigo humano?
absoluto. El rechazo de esta idea por parte del hum anis­ Sin duda, no hay nada en la verdad de aquellas atribu­
mo explica probablem ente buena parte del rechazo que ciones que nos obligue a pensar algo así. Las estrellas
provoca. solo eran todo aquello que decimos de ellas de forma
Pero ¿acaso no estamos de nuevo ante el problema del implícita o virtual, y nosotros los hum anos fuimos los
mundo, el elefante y la tortuga? ¿N o debería haber algo al primeros en explicar y hacer «reales» tales atribuciones.
principio que se fundamentara a sí mismo? El humanismo Un hecho preexiste virtualmente cuando se dan todas las
está dispuesto a admitir que la experiencia finita se funda­ condiciones para su realización salvo una. En este caso,
menta a sí misma. En algún punto el ser tiene que lindar la condición que falta es el acto de la mente que cuenta
con la nada. ¿Por qué no podría ser este punto el frente en y com para. Pero las estrellas (una vez consideradas por
perpetuo avance de la experiencia, con sus satisfacciones una mente) dictan por ellas mismas el resultado. El acto
e insatisfacciones inmanentes, perfilado contra la negru­ de contar no modifica en absoluto su naturaleza previa,
ra inane igual que el orbe luminoso de la luna se recorta y siendo lo que son y estando donde están, la cuenta no
sobre el abismo cerúleo? ¿Por qué debería existir algún puede dar otro resultado. En este sentido, siempre podría
punto absolutamente fijo y acabado en el mundo? Y si la haberse hecho. El número siete nunca podría haber sido
realidad creciera de forma genuina, ¿por qué no podría puesto en duda, en caso de plantearse la cuestión.
crecer a través de estas mismas determinaciones que se es­ En este punto estam os muy cerca de la paradoja. In­
tablecen aquí y ahora? dudablemente, el acto de contar introduce algo que no
estaba ahí antes. Y sin em bargo este algo siempre fue ver­
De hecho, la realidad parece crecer efectivamente a dadero. En un sentido lo cream os, y en otro sentido lo
través de nuestras determinaciones mentales, nunca del encontramos. Desde el momento en que uno se plantea
la cuestión, no puede menos que tratar la cuenta com o si
todo «verdaderas». Tomemos por ejemplo la constela­
ción de la «O sa M ayor» o el «carro». La llam am os por fuera verdadera de antemano.
Así pues, debemos considerar que nuestras atribuciones
este nombre; contam os sus estrellas y establecemos que
estelares han sido siempre verdaderas, a pesar de lo cual
son siete; decimos que ya eran siete antes de que las con­
no dejan de ser genuinas adiciones de nuestro intelecto al
táram os y también que el vago parecido con un carro
88 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD W ILLIAM (AMES 89

mundo de los hechos. Y no solo adiciones de conciencia, sibiüdades tan absurdas en la práctica que me parece una
sino adiciones de «contenido». N o copian nada preexis­ magnífica ilustración de hasta qué punto puede em botar
tente a ellas, aun cuando sí concuerdan con lo preexistente, el entendimiento una concepción de la verdad com o mero
encajan con ello, lo amplifican, lo relacionan y lo conectan registro de una situación dada. La verdad teórica, la ver­
con un «carro», una cuenta o lo que sea. Considero que el dad com o copia pasiva perseguida por el puro interés de
humanismo es la única teoría que desarrolla este caso en la copia com o tal, no porque dicha copia sea buena para
una dirección fructífera, y este caso vale por innumerables algo, sino solo porque el copiar debe ser schlechthin, se
otros casos. En todos ellos, por extraño que pueda sonar, antoja com o un ideal prácticamente absurdo si uno lo
cabe decir que nuestros juicios son retroactivos y enrique­ considera fríamente. ¿Por qué debería existir el universo
cen el pasado. en forma de copia cuando ya existe en sí mismo? ¿Cóm o
Está claro, en todo caso, que nuestros juicios cambian podría siquiera ser copiado en toda su plenitud objetiva?
el carácter de la realidad futura en razón de los actos a E incluso si fuera posible copiarlo, ¿qué motivo podría
los que dan pie. Cuando estos actos expresan confianza, haber para ello? «Incluso los pelos de tu cabeza están
por ejemplo en que un hombre es honesto, en que nuestra contados.» Sin duda que lo están, virtualmente al menos;
salud es buena o en que podem os tener éxito en un deter­ pero ¿qué necesidad hay de que este número sea registra­
minado empeño, pueden constituir incluso un anteceden­ do y copiado, a título de exigencia absoluta? Conocer es
te necesario para que las cosas en que se confía lleguen solo una form a entre otras de interactuar con la realidad
a hacerse verdad. El profesor Taylor afirma" que nuestra y contribuir a ella.
confianza es siempre falsa en el momento de otorgarla , En este punto, mi oponente preguntará: «¿A caso no
es decir, antes de la acción; y creo recordar que tacha tiene el conocimiento de la verdad ningún valor substan­
cualquier cosa parecida a una fe en la excelencia del uni­ tivo por sí mismo, aparte de las ventajas colaterales que
verso de «mentira del alm a» (lo que convierte en aún más pueda conllevar? Y si admite usted la existencia de las
excelente el papel del creyente dentro de tal universo). satisfacciones teóricas, ¿acaso no superan con mucho a
Pero no deberíam os dejar que el patetism o de esta expre­ las satisfacciones colaterales, de m odo que el pragm atis­
sión ocultara la com plejidad de los hechos. Dudo que el mo se viene abajo en caso de adm itirlas?». La fuerza des­
propio profesor Taylor estuviera a favor de tratar en la tructiva de estas consideraciones desaparece en cuanto
damos a las palabras un sentido concreto en lugar de abs­
práctica com o mentirosos a esta clase de creyentes. El fu­
tracto, y preguntam os com o buenos pragm atistas cómo
turo y el presente se entrelazan en estos casos, y siempre
se conocen esas fam osas necesidades teóricas, y en qué
cabe escapar de la mentira mediante el uso de fórmulas
consisten las satisfacciones intelectuales.
hipotéticas. Sin em bargo, la actitud de Taylor sugiere po-
¿Acaso no se basan todas ellas en la consistencia, en­
tendiendo por ella no la consistencia entre una realidad
7. En un artículo donde critica el pragmatismo — tal como él lo concibe— pu­
blicado en McGill University Quarterly, M ontreal, mayo de 1904. absoluta y las copias mentales de la m ism a, sino una
90 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD WILLIAM |AMES 91

consistencia actualmente sentida entre juicios, objetos y mente definibles. En la medida en que nos sea negada la
hábitos de reacción, dentro del universo de experiencia satisfacción de sentir tal concordancia, sean cuales sean
de la mente? Y ¿acaso nuestra necesidad de tal consisten­ los beneficios colaterales que parezcan derivarse de nues­
cia y el placer que encontramos en ella no son concebi­ tra creencia, apenas tendrán ningún peso para nosotros,
bles com o resultado del hecho natural de que som os seres a condición claro está de que seam os seres altamente or­
que desarrollan hábitos mentales, siendo el hábito en sí ganizados intelectualmente, algo que la mayoría de noso­
mismo adaptativam ente beneficioso en un entorno donde tros no som os. El grado de concordancia que satisface a
los mismos objetos, o las mism as clases de objetos, se dan la mayoría de hombres y mujeres es meramente la ausen­
de forma recurrente y obedecen «leyes»? Si fuera así, en cia de un choque violento entre sus pensam ientos y enun­
primer lugar habrían venido los beneficios colaterales del ciados habituales y la esfera limitada de percepciones en
hábito com o tal, y la vida teórica se habría desarrollado el que tienen lugar sus vidas. La verdad teórica que la
ulteriormente para contribuir a ellos. Esta parece ser la mayoría de nosotros pensam os que «deberíam os» alcan­
versión m ás probable del caso. En el origen de la vida, zar es pues la posesión de un conjunto de predicados que
cualquier percepción presente podía ser considerada no contradigan explícitamente a sus sujetos. La mayoría
«verdadera», si es que la palabra resulta aplicable al caso. de las veces lo logram os a base de excluir los dem ás pre­
M ás adelante, cuando las reacciones se fueron organi­ dicados y sujetos.
zando, las reacciones se volvieron «verdaderas» siempre En algunos hombres la teoría es una pasión, igual que
que satisfacían una expectativa. En caso contrario, eran la música lo es para otros. La consistencia interior es per­
reacciones «falsas» o «equivocadas». Com o una misma seguida mucho m ás allá de lo que exigen los beneficios
clase de objetos requiere también reacciones de una mis­ colaterales. Esta clase de hombres sistematizan, clasifi­
ma clase, el impulso de reaccionar de modo consistente can, esquematizan, elaboran tablas sinópticas e inventan
objetos ideales por puro am or a la unificación. Ocurre
debió establecerse gradualmente, junto a un sentimiento
de decepción cada vez que los resultados frustraban las a menudo que los resultados, aun resplandecientes de
«verdad» a ojos de sus inventores, parecen patéticamente
expectativas. He aquí un origen perfectamente plausible
personales y artificiales a ojos de otros. Lo cual es como
para todas nuestras consistencias superiores. Hoy, si un
decir que el criterio puramente teórico de verdad puede
objeto reclama de nosotros una reacción de un tipo que
fallarnos tan fácilmente com o cualquier otro, y que los
solo otorgam os a la clase contraria de objetos, nuestra
absolutistas, a pesar de sus pretensiones, están «en el mis­
maquinaria mental se resiste a ello. La situación es inte­
mo barco» que aquellos a quienes atacan.
lectualmente insatisfactoria.
Soy muy consciente de que este artículo resulta digresi­
La verdad teórica se encuentra de este m odo en la
vo en extremo. Pero la materia es en sí misma inductiva y
mente, pues consiste en la concordancia de algunos de
difícilmente se le puede aplicar todavía una lógica estric­
sus procesos y objetos con otros procesos y objetos, una
ta. Mi principal obstáculo ha sido adem ás la inexistencia
«concordancia» que consiste aquí en relaciones perfecta­
92 EL H U M A N ISM O Y LA VERDAD
W ILLIAM JAMES 93

de una alternativa concretamente definida por parte de 6. La verdad que se encarna en la experiencia con­
mis oponentes. Tal vez contribuya a la claridad de este formada puede constituir una adición positiva a la reali­
artículo que recapitule, a m odo de conclusión, lo que en­ dad previa, a la que juicios posteriores deben conform ar­
tiendo que son los puntos básicos del humanismo. Son se a su vez. Ello no obsta para que fuera verdadera con
los siguientes: anterioridad, virtualmente al menos. Desde el punto de
vista pragm ático, la verdad virtual y la actual consisten
1. Toda experiencia, ya sea perceptiva o conceptual, en lo mismo: en la posibilidad de dar una única respuesta
debe conformarse a la realidad para ser verdadera. cuando se plantea la pregunta.
2. La «realidad» no tiene m ás significado para el hu­
manismo que las otras experiencias conceptuales o per­
ceptivas con las que una experiencia presente pueda verse
mezclada fácticam ente.8
3. «C onform arse» significa para el humanismo «to­
m ar en cuenta» en un sentido que permita obtener un
resultado satisfactorio a nivel práctico o intelectual.
4. «Tom ar en cuenta» y ser «satisfactorio» son tér­
minos que no admiten definición, dada la gran variedad
de form as de cubrir sus exigencias que pueden darse en la
práctica.
5. Vagamente y en general, tom am os en cuenta una
realidad cuando la preservam os en una form a tan inalte­
rada com o nos es posible. Pero para resultar satisfacto­
ria no debe entrar en contradicción con otras realidades
externas a ella y que también aspiran a permanecer in­
alteradas. Todo cuanto puede decirse por adelantado es
que debemos preservar toda la experiencia que podam os
y minimizar la contradicción en aquello que preserva­
mos.

8. Con esto solo pretendo excluir cualquier realidad de naturaleza «incognos­


cible», de la que no quepa dar cuenta en términos conceptuales o perceptuales.
Naturalmente, incluye cualquier volumen de realidad empírica independiente del
sujeto cognoscente. El pragmatismo es en este sentido «epistemológicamente» rea­
lista.
IV
La r e l a c ió n e n t r k c o g n o s c e n t e y c o n o c id o 1

A lo largo de la historia de la filosofía, el sujeto y el ob­


jeto han sido tratados siempre com o dos entidades abso ­
lutamente discontinuas; en consecuencia, se han tenido
que inventar toda clase de teorías para superar la p ara­
doja de la presencia del segundo ante el primero, o de
la «aprehensión» por el primero del segundo. Las teo­
rías representacionalistas sitúan una «representación»,
«imagen» o «contenido» mental en la brecha, a modo de
intermediario. Las teorías de sentido común dejan la bre­
cha tal com o está, y declaran que nuestra mente es capaz
de salvarla en virtud de un salto autotrascendente. Las
teorías trascendentalistas la declararon insalvable para
los sujetos cognoscentes finitos, e introdujeron un abso­
luto para que realizara el acto saltatorio. A todo esto, en
el corazón de la experiencia finita misma encontramos en
toda su plenitud cuantas conjunciones se requieren para
hacer inteligible la relación. Así, cognoscente y conocido
Pueden ser:

(1) la misma experiencia considerada en diferentes


contextos; o bien

1. Extracto de un artículo titulado «A World of Pure Experience», publicado


en Journal o f Philosophy, etc., 29 de septiembre de 1904.
96 LA RELACIÓN ENTRE C O G N O SC E N T E Y C O N O C ID O W ILLIAM (AMES 97

(2) dos experiencias actuales pertenecientes al mismo cja intrínseca de la imagen no supone ninguna diferencia en
sujeto, conectadas por cadenas definidas de experiencias su función cognitiva. Lo que confiere su función cognitiva a
transicionales conjuntivas; o bien la imagen, sea la que sea, son ciertos fenómenos extrínsecos
(3) lo conocido es una experiencia posible, ya sea a ella, ciertas experiencias conjuntivas especiales.
para ese sujeto o para otro, a la que dichas transiciones Si alguien me preguntara por ejemplo a qué edificio
conjuntivas llevarían si se prolongaran suficientemente. se refiere mi imagen, y no fuera capaz de dar ninguna
respuesta; o si no supiera señalar hacia H arvard Delta
Los estrechos límites de este artículo no permiten exa­ ni llevarles hasta donde se encuentra; o si, tras dejarme
minar todas las form as que puede tomar el hecho de que guiar por ustedes, no estuviera seguro de si el edificio que
una experiencia funcione com o cognoscente de otra. Tra­ veo es el que tenía en mi mente o no; en todos esos ca­
té el caso 1, la clase de conocimiento que recibe el nom­ sos ustedes podrían negar con razón que yo me estuviera
bre de percepción, en un artículo publicado en el Journal «refiriendo» a ese edificio en particular, por m ás que mi
o f Philosophy del 1 de septiembre de 1904, bajo el título imagen mental del mismo se pudiera parecer a él. El pa­
«¿D oes Consciousness Exist?» [¿Existe la conciencia?|. recido no tendría entonces m ás valor que el de una coin­
Se trata del caso en el que la mente obtiene un «conoci­ cidencia, pues hay toda clase de cosas del mismo tipo que
miento» * directo del objeto presente. En los dem ás casos, se parecen entre sí en este mundo, sin que por esa razón
la mente posee un «saber acerca» de un objeto que no consideremos que se conocen unas a otras.
En cam bio, si puedo llevarles hasta el edificio, hablar­
está inmediatamente presente. El caso 3 es siempre reduc-
les de su historia y de su uso actual; si en presencia del
tible al caso 2, tanto formal com o hipotéticamente, de
mismo tengo la impresión de que mi idea, por m ás imper­
m odo que una breve descripción de este último informa­
fecta que pudiera ser, me ha llevado hasta él y ha recibido
rá suficientemente al lector acerca de mi form a de enfocar
de este m odo cumplimiento ; si los elementos asociados
la cuestión y le permitirá ver cuáles podrían ser los signi­
tanto a la imagen com o al edificio percibido corren p ara­
ficados reales detrás de la misteriosa relación cognitiva.
lelos, de m odo que a cada término de uno de estos con­
Supongamos que me encontrara sentado en mi biblioteca
textos corresponde secuencialmente, a medida que voy
de Cambridge, a diez minutos a pie del «Memorial H all», y
caminando, un término correlativo en el otro; en tal caso
que estuviera pensando en este último objeto. Mi mente po­ mi alma era profètica y es preciso admitir que mi idea co­
dría tener ante sí únicamente su nombre, o bien una imagen nocía tal realidad, com o de hecho se admite comúnmen­
clara o tal vez muy borrosa del edificio, pero dicha diferen- te. Dicha percepción es aquello a lo que yo me refería,
pues mi idea ha llegado hasta ella a través de una cadena
de experiencias conjuntivas de mismidad e intencionali­
* Ver explicación de William Jam es y nota en pp. 30-31. Téngase presente dad cum plida. N o hay accidentes en el proceso, sino que
también para las siguientes apariciones de estos términos en las próxim as páginas.
(N. del t.). cada momento desarrolla y corrobora el anterior.
98 LA RELACIÓN ENTRE C O G N O SC E N T E Y C O N O C ID O W ILLIAM (AMES 99

En este proceso de desarrollo y corroboración, inter­ sí por experiencias transicionales. Esto es lo que signifi­
pretado no en un sentido trascendental, sino como una ca aqul decir que el objeto está «en nuestra mente». N o
sucesión de transiciones concretamente sentidas, reside tenemos ninguna noción positiva de una forma más pro­
todo lo que puede contener o significar el hecho de que funda y real de estar en la mente, y no tenemos derecho a
una idea conozca una percepción. Siempre que se den desacreditar nuestra experiencia actual hablando en tales
tales transiciones, la primera experiencia conoce la se­ términos.
gunda. Cuando no sea así, o cuando no puedan darse Soy consciente de que m ás de un lector se rebelará
ni siquiera com o posibilidades, desaparece cualquier pre­ ante esta idea. «Por más que consistan en sensaciones de
tensión de conocimiento. En este último caso, los extre­ realización continua y progresiva», dirá, «los meros in­
mos quedarán conectados, si es que mantienen alguna termediarios no hacen m ás que separar al cognoscente
conexión, por relaciones de tipo inferior: relaciones de de lo conocido, mientras que el conocimiento constituye
parecido o sucesión, o por el mero «estar con ». El cono­ una especie de contacto inmediato de lo uno con lo otro,
cimiento de las realidades sensibles sólo cobra vida en el una “ aprehensión” en el sentido etimológico de la pala­
interior del tejido de la experiencia. Es algo que se hace, y bra, un relám pago que salta por encima de la brecha, un
que se hace en virtud de relaciones que se despliegan en el acto en virtud del cual dos términos se funden en uno
tiempo. Siempre que existan una serie de intermediarios aun conservando su distinción. Todos esos intermedia­
tales que, al desplegarse hacia su término final, produz­ rios muertos de los que habla usted son externos unos a
can una experiencia de avance orientado en el paso de otros, y también externos a sus términos finales.»
cada punto al siguiente y finalmente una experiencia de ¿N o recuerdan todas estas dificultades dialécticas el
proceso cum plido, el resultado será que el punto de par­ caso del perro que deja caer el hueso para atrapar su im a­
tida se convierta en virtud de este proceso en cognoscente gen en el agua? Si tuviéramos noticia de alguna forma
y el punto de llegada en el objeto significado o conocido. más real de unión aliunde, tal vez tendríam os derecho a
Esto es todo cuanto puede conocerse del conocimiento tachar de falsas a todas las uniones meramente empíri­
(en el sencillo caso que estam os considerando), en esto cas. Pero las uniones por transición continua son la única
se agota su naturaleza en términos de experiencia. Siem­ clase de unión de la que tenem os noticia, ya se trate
pre que la secuencia de nuestras experiencias sea com o la de un «saber acerca» que culmina en un «conocer», de
descrita podrem os decir libremente que teníamos el obje­ la identidad personal, de la predicación lógica mediante la
to final «en la mente» desde el principio, aun cuando al cópula «e s», o de cualquier otro caso. Aun si existieran
principio no hubiera en nuestra mente más que un peda­ uniones de una naturaleza m ás absoluta, solo se nos po­
zo de experiencia sustantiva igual que todos los demás, drían revelar a través de resultados conjuntivos de este
sin ninguna autotrascendencia, sin ningún misterio más tipo. En estos reside todo el valor de tales uniones, ese es
allá del misterio de existir y de conducir gradualmente a todo el significado práctico que podem os dar a la unión
otros pedazos de experiencia sustantiva conectadas entre o la continuidad. ¿N o es un buen momento para repetir
100 LA RELACIÓN E N T R I C O G N O SC E N T E Y C O N O C ID O
W ILLIAM JAMES 101

lo que dijo Lotze acerca de las sustancias, a saber, q Ue no en ningún sentido «epistem ológico» cuasi m ilagroso,
actuar como una substancia es ser una substancia? ¿Ñ 0 sino en el sentido práctico y concreto de sustituirlo en
deberíamos reconocer que aquello que es experimentado operaciones físicas o mentales que nos lleven hasta sus
com o continuo es realmente continuo, en un mundo don­ términos asociados y sus resultados. Experim entar sobre
de la experiencia y la realidad vienen a ser lo mismo? En nuestras ideas de la realidad nos ahorra el trabajo de ha­
una galería de cuadros, un gancho pintado puede servir cerlo con las experiencias reales que estas representan.
para colgar una cadena pintada, un cable pintado para Las ideas forman sistem as interconectados que corres­
am arrar un barco pintado. En un mundo donde tanto los ponden punto por punto con los sistemas que forman las
términos com o las distinciones entre ellos son cuestiones realidades m ism as; y si permitimos que un término ideal
de experiencia, una conjunción meramente experimenta­ nos remita de forma sistem ática a sus términos asocia­
da deberá ser al menos tan real com o todo lo demás. Y si dos, es posible que vayam os a parar al mismo término
no disponem os de ningún absoluto transfenoménico que final al que nos habría llevado el término real correspon­
nos permita negar de golpe la realidad de todo el mundo diente, en caso de que hubiéram os operado sobre el mun­
de la experiencia, deberemos considerarla «absolutam en­ do real. Todo lo cual nos lleva a la cuestión general de la
te» real. sustitución.

Eso es todo cuanto se puede decir de los rasgos esen­ ¿Qué significa exactamente la «sustitución» de una ex­
ciales de las relaciones cognitivas donde el conocimien­ periencia por otra, dentro de un sistema de experiencias?
to es de naturaleza cognitiva, o de las form as de saber Desde mi punto de vista, la experiencia en conjunto
«acerca» de un objeto. Tales relaciones consisten en una es un proceso temporal en virtud del cual innumerables
cadena de experiencias intermedias (si no actuales, po­ términos particulares quedan atrás y son reem plazados
sibles) en progreso continuo y que llegan a su cumpli­ por otros a través de transiciones de naturaleza disyun­
miento cuando se alcanza la percepción sensible en la que tiva o conjuntiva, las cuales son a su vez experiencias y
consiste su objeto. La existencia de la percepción como deben ser consideradas tan reales cuando menos como
término final de la cadena de intermediarios no solo ve­ los términos que relacionan. La naturaleza del evento que
rifica el concepto, es decir, demuestra que su función de he llam ado «reem plazar» depende de la clase de transi­
conocer tal percepción es verdadera, sino que crea dicha ción de que se trate. Algunas experiencias simplemente
función cognitiva. Sea lo que sea el término final de la suprimen a sus predecesoras sin continuarlas en ningún
cadena, era lo que el concepto «tenía en mente» en la sentido. O tras se sienten com o un aumento o una am plia­
medida en que demuestre estar ahí. ción de su significado, una realización de su propósito o
La enorme importancia de esta clase de conocimiento un acercamiento a su meta. Tales experiencias «represen­
para la vida humana reside en que una experiencia que tan» a las otras y pueden cumplir mejor su función de
conoce a otra puede funcionar com o su representante , lo que podían hacerlo aquellas por sí solas. Pero «cum ­
102 LA RELACION ENTRE C O G N O SC E N T E Y C O N O C ID O
W ILLIAM JAMES 103

plir una función» en un mundo de pura experiencia solo


sU término final se encuentra fuera del mundo real, en
puede definirse de un modo. En un mundo así no hay
extravagantes fantasías, utopías, ficciones o errores. Pero
m ás acontecimientos que las transiciones y las llegadas
c u a n d o consiguen reingresar en la realidad y tener su tér­
(o terminaciones), aunque se den a través de caminos
mino final en ella, los usam os constantemente com o sus­
muy diversos. La única función que puede cumplir una
titutos; y con estos sustitutos pasam os la m ayor parte de
experiencia es llevar a otra experiencia; y el único cum­
nuestras h o ras.5
plimiento del que podem os hablar es la llegada a un tér­
Cuando alguien siente que su experiencia es sustitutiva
mino final experiencial. C uando una experiencia lleva (o
en el momento mismo en que la experimenta, puede decir­
puede llevar) al mismo término final que otra, la función
se que tiene una experiencia que apunta más allá de sí mis­
de am bas coincide. Pero el sistem a total de experiencias
ma. Desde el interior de su propia entidad, tal experiencia
tal com o se da inmediatamente se presenta com o un cuasi
dice «m ás» y postula una realidad existente en otra par­
caos donde se puede ir en muchas direcciones desde un
te. Para el trascendentalista, que concibe el conocimiento
término inicial y, sin em bargo, ir a parar al mismo térmi­
como un salto mortal sobre una «brecha epistemológica»,
no final, siguiendo múltiples cam inos posibles.
no hay problema alguno con esta idea, pero a primera vis­
Cualquiera de estos cam inos podría ser un sustituto
ta parece que podría ser inconsistente con un empirismo
funcional de otro, y según el caso puede resultar venta­
como el que nosotros sostenemos. ¿Acaso no hemos ex­
joso seguir uno u otro. En general, los caminos que tran­
plicado que el conocimiento conceptual solo es tal en vir­
sitan por experiencias conceptuales, es decir, por «pen­
sam ientos» o «ideas» que «conocen» las cosas hacia las
que llevan, son muy ventajosos. N o solo permiten tran­
3. Por esta razón he llamado a nuestras experiencias, en conjunto, un cuasi
siciones inconcebiblemente rápidas, sino que gracias al caos. Hay mucha más discontinuidad en la suma total de las experiencias de lo
carácter «universal»2 que a menudo poseen, así com o a que reconocemos comúnmente. El núcleo objetivo de la experiencia de cada per­
sona, su propio cuerpo, es ciertamente una percepción continua; y lo mismo puede
su capacidad de asociarse entre ellos para form ar gran­
decirse de la percepción del entorno material de este cuerpo (a pesar de la escasa
des sistem as, superan las lentas realizaciones de las cosas atención que podam os prestarle), que cambia en transiciones graduales cuando
el cuerpo se mueve. Pero las partes distantes del mundo físico se hallan en todo
mismas y nos llevan hasta el término final de un modo
momento ausentes para nosotros, y constituyen objetos meramente conceptuales,
mucho m ás rápido y económico que cualquier camino en cuya realidad perceptual nuestra vida solo se inserta en puntos concretos y re­
de experiencias sensibles. Los atajos y las nuevas vías lativamente raros. Alrededor de sus diversos núcleos objetivos dentro del mundo
físico real, en parte compartidos y comunes, en parte discretos, innumerables pen­
que abren los cam inos del pensamiento son sencillamen­ sadores dibujan caminos que se cruzan solo en puntos perceptuales discontinuos
te m aravillosos. Debe reconocerse, sin em bargo, que la y el resto del tiempo resultan harto incongruentes, siguiendo distintas líneas de
cogitación válidas desde el punto de vista físico; y alrededor de todos estos núcleos
m ayoría de estos caminos no sustituyen a nada actual; de «realidad» compartida flota una vasta nube de experiencias que son totalmente
subjetivas, que no son sustitutivas de nada, que no tienen siquiera un término final
eventual en el mundo de la percepción: los sueños, las alegrías, los sufrimientos y
los deseos de las mentes individuales. Estos coexisten sin duda entre ellos y con los
2. Del que solo hace falta decir aquí que también puede ser visto como fun­ núcleos objetivos, pero es probable que en toda la eternidad no se construya jamás
cional, y definido en términos de transiciones, o de la posibilidad de las mismas. ningún tipo de sistema interrelacionado.
104 LA RELACIÓN ENTRE C O G N O SC E N T E Y C O N O C ID O
W ILLIAM jAMES 105

tud de la existencia de cosas que se encuentran fuera de la


nos diga «no» ni ninguna verdad que las contradiga. Po­
experiencia cognoscente en sí misma, es decir, en virtud de
der seguir pensando sin obstáculo es, el noventa y nueve
experiencias m ediadoras y de un término final que les da
por ciento de las veces, nuestro sustituto práctico de cono­
cumplimiento? ¿Acaso puede haber conocimiento antes de
cer algo en sentido completo. Toda experiencia funciona
estos elementos que constituyen su ser? Y si no hay conoci­ por transición cognitiva con la siguiente, y al no experi­
miento, ¿cómo puede producirse una referencia objetiva? mentar en ningún momento una colisión con aquello que
La clave para resolver esta dificultad reside en la dis­ damos por verdadero, nos dejam os llevar por la corriente
tinción entre conocer com o algo completo y verificado, y como si el puerto fuera seguro. Vivimos, por así decirlo, en
conocer com o algo en tránsito e incompleto. Si volvemos la cresta de una ola en constante avance, y nuestra sensa­
al ejemplo reciente del «M em orial H all», solo cuando ción de seguir una dirección determinada en nuestra caída
nuestra idea del edificio ha desem bocado efectivamente hacia delante es todo cuanto sabemos del futuro que nos
en la percepción sabem os «con seguridad» que lo cono­ espera en el camino. Es com o si un cociente diferencial
cía verdaderamente desde el principio. H asta que queda fuera consciente y se considerara a sí mismo un buen sus­
establecida al final del proceso, su capacidad de conocer tituto para una curva perfectamente trazada. Nuestra ex­
dicho edificio, o, de hecho, de conocer cualquier cosa, periencia, inter alia, consiste en una serie de variaciones de
podría ser aún puesta en duda; y sin em bargo el cono­ ritmo y dirección, y habita en esas transiciones más que en
cimiento estaba ahí, tal com o lo demuestra el resultado. el término del viaje. Las experiencias de tendencia bastan
Eram os conocedores virtuales del edificio mucho antes para definir nuestras acciones: ¿qué otra cosa podríam os
de que se verificara que éram os sus conocedores actuales, haber hecho en ese momento, aun cuando la verificación
en virtud del poder de validación retroactiva de la per­ posterior se hubiera completado?
cepción. Del mismo m odo, som os «m ortales» desde el Esto es lo que tengo que responder, com o empirista
principio, en razón de la virtualidad del evento inevitable radical, a la objeción de que la referencia objetiva que
que nos convertirá en tales cuando se haya producido. constituye un rasgo tan flagrante de nuestras experiencias
Sin embargo, la mayor parte de nuestro conocimien­ implica una brecha y un salto mortal. N o hay ninguna bre­
to nunca va más allá de este estadio virtual. Nunca llega cha ni ningún salto en una transición conjuntiva positiva.
a completarse o remacharse. N o me refiero únicamente a Al contrario, es el modelo mismo de lo que entendemos
nuestras ideas de objetos imperceptibles, como las ondas por continuidad y genera un continuo allí donde aparece.
de éter o los «iones» disociados, o de objetos «eyectos» La referencia objetiva es un incidente derivado del hecho
[ejeets], como el contenido de las mentes de otras perso­ de que buena parte de nuestra experiencia resulta insufi­
nas; hablo también de las ideas que podríam os verificar ciente y consiste en un proceso y una transición. Nuestros
si nos tom áram os la molestia de hacerlo, pero que damos campos de experiencia no tienen límites más definidos que
por verdaderas, aun cuando no las hayamos llevado a su los de nuestros cam pos de visión. Ambos apuntan siem­
término perceptual, simplemente porque no hay nada que pre en el margen hacia un más en constante desarrollo, y
106 LA RELACIÓN ENTRE C O G N O SC E N T E Y C O N O C ID O
WILLIAM IAMES 107

que constantemente los reemplaza a medida que la vida


persona, por ejemplo, son cosas a las que mis pensamien­
avanza. H ablando en general, las relaciones son tan reales
tos nunca me llevarán perceptualtnente, pero mis concep­
com o los términos mismos, y la única objeción del tras­
tos de los m ismos sí me llevan hasta sus inmediaciones, a
cendentalista que podría despertar alguna sim patía en mí
los márgenes crom áticos, las palabras y los actos ofensi­
sería la de quien me dijera que pretender de entrada que
vos que son sus efectos inmediatos reales.
el conocimiento consiste en relaciones externas, como he
Incluso en el caso de que nuestras ideas poseyeran en
hecho yo, para luego confesar que nueve décimas partes
sí mismas la postulada autotrascendencia, seguiría siendo
del tiempo esas relaciones solo están presentes de forma
cierto que el único valor contante y sonante de la auto-
virtual, deja la propuesta totalmente huérfana de funda­
trascendencia para nosotros sería su capacidad de poner­
mento y hace pasar un sustituto de conocimiento por el
nos en contacto con dichos efectos. Y este valor contante
artículo genuino. Solo la admisión de que las ideas son
y sonante, no hace falta decirlo, es verbatim et literatim
autotrascendentes y «verdaderas» antes de que se produz­ lo que ofrece nuestra descripción empírica. Desde princi­
can las experiencias en las que han de terminar, diría este pios pragm áticos, una disputa sobre la autotrascendencia
crítico, puede devolver la solidez al conocimiento en un no es m ás que logom aquia. Tanto da si llam am os auto-
mundo com o este, donde las transiciones y las terminacio­ trascendentes o no a las cosas que poseen una capacidad
nes solo se dan de forma excepcional. eyectiva, en la medida en que no diferimos acerca de la
M e parece que esta es una excelente ocasión para apli­ naturaleza de los frutos que tendría tan exaltada virtud
car el método pragm ático. ¿C óm o se conocería esta au- (los frutos para nosotros, por supuesto, los frutos hum a­
totrascendencia supuestamente previa a cualquier media­ nistas).
ción o terminación experiencial? ¿Qué resultado práctico El trascendentalista cree que sus ideas son autotras­
tendría para nosotros , si fuera verdadera? cendentes únicamente porque descubre que son fructífe­
Su resultado práctico sólo podría consistir en orien­ ras. ¿Por qué habría de pelearse con una descripción del
tarnos, en poner nuestras expectativas y tendencias prác­ conocimiento que insiste en dar nombre a este efecto?
ticas en el camino correcto; y el camino correcto en este ¿Por qué no considerar el funcionamiento gradual de la
caso, en la medida en que no estemos todavía cara a cara idea com o la esencia de esta autotrascendencia? ¿Por qué
con el objeto (o que no vayam os a estarlo nunca, como insistir en que conocer es una relación estática e intem­
ocurre en el caso de los eyectos), sería el camino que nos poral, cuando en la práctica todo parece señalarlo como
llevara m ás cerca del objeto. Allí donde no es posible el una función de nuestra vida activa? Según Lotze, decir
conocimiento directo, lo segundo mejor es el «saber acer­ que una cosa es válida es com o decir que se hace váli­
ca» del objeto, y lo que más contribuye a poner este saber da. Si todo el universo parece estar en proceso de valida­
a nuestro alcance es el conocimiento de todo aquello que ción, si parece todavía incompleto (y ¿por qué si no este
se encuentra alrededor del objeto y más estrechamente cambio incesante?), ¿por qué habría de quedar exento
relacionado con él. Las ondas del éter y el enfado de otra precisamente el conocimiento de tal condición? ¿Por qué
108 LA RELACIÓN ENTRE C O G N O SC E N T E Y C O N O C ID O

no debería estar también el conocimiento en proceso de


validación, igual que todo lo dem ás? N ada de lo cual im­
pide, por supuesto, que el filósofo empírico pueda poner
sus esperanzas, igual que cualquier otro, en que algunas
partes del mismo se encuentren ya validadas o verificadas v
m ás allá de toda disputa. La e se n c ia d e l h u m a n ism o 1

El humanismo es un fermento que «está aquí para que­


darse». N o consiste en una sola hipótesis o teorem a, y no
depende de hechos nuevos. Constituye m ás bien un lento
cambio de perspectiva filosófica que presenta las cosas
bajo un nuevo punto de vista o centro de interés. Algu­
nos autores son muy conscientes de este cam bio, otros
solo a medias, por m ás que haya cam biado de hecho su
propia perspectiva. El resultado es un grado importante
de confusión en el debate, donde los hum anistas cons­
cientes a m edias a menudo se enfrentan a los hum anistas
radicales, com o si quisieran pasar por miembros del otro
bando.2
Si el humanismo da nombre realmente a un cambio
así de perspectiva, es obvio que todo el panoram a filosó­
fico cam biará en alguna medida si llega a imponerse. El
énfasis, la distribución de elementos en primer y segundo
plano, su tam año y valor relativos: todo eso se verá

1. Reimpreso de Journal o f Philosophy, Psychology and Scientific Methods ,


yol. it, n” 5 ,2 de marzo de 1905.
2. Es el caso, por ejemplo, del profesor Baldwin. Su discurso «Selective Thin­
king» (Psychological Review, enero de 1898, reimpreso en el libro «Development
and Evolution») me parece un manifiesto pragmatista excepcionalmente bien es­
p ito . Sin embargo, en «The Limits o f Pragmatism» (ibid; enero de 1904), Baldwin
se suma (de forma mucho menos clara) al ataque general.
110 LA ESENCIA DEL H U M A N ISM O W ILLIAM JAMES 111

alterado.3 Siendo tales las consecuencias del humanismo, b a n d o s, y desaparecerá cualquier duda de que lo más ne­
queda claro que ningún esfuerzo que puedan dedicarle c e sa rio en el actual estado de cosas es que am bos bandos
los filósofos, en primer lugar para definirlo y después definan de forma más precisa su punto de vista básico.
para desarrollarlo, contrastarlo o guiar su progreso, será Cualquier precisión ayudará a esclarecer qué es qué y
trabajo perdido. quién es quién. El encargado de proponer esta definición,
En estos momentos, el mayor mal del humanismo es sin la cual nadie sabe exactamente qué suelo pisa, puede
que su definición sigue incompleta. Sus defensores más ser cualquiera. Si ofrezco aquí mi propia definición provi­
sional del hum anismo, es posible que otros contribuyan a
sistemáticos, Schiller y Dewey, solo han publicado pro­
mejorarla o que algún adversario se sienta impelido a de­
gram as fragmentarios, y sus implicaciones para muchos
finir su propio credo con más precisión en contraposición
problemas filosóficos vitales solo han sido apuntadas por
con el mío, todo lo cual puede contribuir a acelerar en el
sus adversarios, los cuales, oliendo la herejía, han descar­
proceso de cristalización de la opinión general.
gado una avalancha de golpes sobre unas doctrinas —el
subjetivismo y el escepticismo, por ejemplo— que ningún
I
buen humanista considera necesario sostener. La nómina
aún mayor de reticencias de los antihumanistas ha sembra­
El servicio esencial del humanismo, tal com o yo lo en­
do la perplejidad entre los humanistas. Buena parte de la tiendo, es haber visto que la experiencia tomada en con­
controversia ha girado alrededor de la palabra «verdad». junto es autosuficiente y no depende de nada, aun cuando
En un debate, siempre es bueno conocer de primera mano una parte de nuestra experiencia pueda depender de otra
el punto de vista de tu adversario. Sin embargo, los críticos para convertirla en lo que es, en cualquiera de los diversos
del humanismo nunca definen exactamente lo que significa aspectos en los que cabe considerarla. Puesto que esta fór­
la palabra «verdad» cuando ellos mismos la utilizan. Los mula expresa también la tesis principal del idealismo tras­
humanistas deben adivinar su punto de vista, y el resul­ cendental, hacen falta muchas explicaciones para restarle
tado ha sido mucho debate vacío. Añadamos a todo esto ambigüedad. A primera vista parece que se limita a recha­
la existencia de grandes diferencias individuales en ambos zar el teísmo y el panteísmo. Pero de hecho no necesita
negar a ninguno; todo depende de la interpretación, y si la
3. Los cambios éticos que implica quedan magníficamente recogidos, en mi fórmula se convirtiera alguna vez en canónica, ciertamen­
opinión, en una serie de artículos del profesor Dewey que no obtendrán la aten­ te daría lugar a intérpretes de derechas y de izquierdas.
ción que merecen hasta que sean reunidos en un libro. Por nombrar solo algunos:
«The Significance of Em otions», Psychological Review, vol. n, 13; «The Reflex Yo por mi parte interpreto el humanismo de forma teís­
Arc Concept in Psychology», ibid ; m, 357; «Psychology and Social Practice», ta y pluralista. Si hay un Dios, no pienso que sea un ex­
ibid., vn, 105; «Interpretation of Savage M ind», ibid; DC, 217; «Green’s Theory
of the M oral M otive», Philosophical Review, vol. I , 593; «Self-realization as the
perimentador absoluto, sino simplemente el experimenta­
Moral Ideal», ibid; n, 652; «The Psychology of Effort», ibid; vi, 43; «The Evo­ dor del espectro consciente actual más amplio posible. Así
lutionary Method as Applied to M orality», ibid; X I , 107,353; «Evolution and
leído, el humanismo es para mí una religión susceptible
Ethics», Monist, vol. vrn, 321.
112 LA ESENCIA DEL H U M A N ISM O W ILLIAM JAMES 113

de defensa razonada, aunque soy muy consciente de q u e cimiento, tanto el sujeto cognoscente com o el objeto co­
para muchas mentes solo resultará de interés religioso in­ nocido deberán formar parte de la experiencia. En con­
terpretado de forma monista. A nivel ético, la forma plu­ secuencia, o bien
ralista capta mejor la realidad que ninguna otra filosofía (1) una parte de la experiencia debe conocer a otra;
de la que tenga noticia, siendo esencialmente una filosofía en otras palabras, com o dice el profesor W oodbridge,4
social , una filosofía del «co-», donde todo el trabajo corre su s partes deben representarse unas a otras en lugar de
a cargo de las conjunciones. Pero mi razón principal para representar realidades externas a la «conciencia», como
defenderlo es que cumple con las exigencias de la econo­ es el caso del conocimiento conceptual; o bien
mía intelectual. N o solo se deshace de todos los «proble­ (2) las distintas partes de la experiencia deben existir
m as» que genera el monismo (el «problema del m al», el en principio com o otros tantos qués o hechos fácticos;
«problem a de la libertad» y demás), sino también de otros solo com o complicación ulterior y sin que suponga du­
misterios y paradojas metafísicas. plicación alguna en su singularidad entitativa, un mismo
Por ejemplo, el humanismo permite saltarse toda la qué de la experiencia debería figurar alternativamente
controversia agnóstica, al negarse a asumir la hipótesis como cosa conocida y com o conocimiento de la cosa, en
de una realidad transempírica. Elimina la necesidad de un razón de dos tipos diferentes de contexto en los que que­
absoluto de tipo bradleyano (sin duda estéril para fines in­ da entrelazada en el curso general de la experiencia.'’
telectuales) e insiste en que las relaciones conjuntivas que Este segundo caso es el de la percepción sensible. Hay
se dan en el seno de la experiencia son indiscutiblemente un estadio del pensamiento que va m ás allá del sentido
reales. Elimina la necesidad de un absoluto de tipo roy- común, y al que me referiré m ás adelante; pero el senti­
ceano (también estéril) gracias a su tratamiento pragm áti­ do común es un estadio perfectamente definido del pen­
co del problema del conocimiento. Puesto que los ataques samiento, orientado principalmente a la acción, y en la
más furibundos se han dirigido contra la concepción del medida en que permanecemos en este estadio el objeto
conocimiento, la realidad y la verdad que se imputa al y el sujeto se funden en el hecho de su propia «presenta­
humanismo, es también en relación con estas ideas que
ción», o en la percepción sensible: el bolígrafo y la mano
se hace más urgente una clarificación. Procederé pues a
que veo escribiendo en este momento, por ejemplo, son
perfilar tan brevemente com o me sea posible las opiniones
las realidades físicas designadas por estas palabras. En
que atribuyo al humanismo en estas cuestiones.
este caso, el conocimiento no implica ninguna autotras-
II

Si se acepta la tesis central del humanismo, impresa 4. En Science, 4 de noviembre de 1904, p. 599.
5. Es probable que esta tesis resulte oscura en exceso para quien no haya leído
en cursiva unas líneas más arriba, se sigue que en caso mis dos artículos «D oes consciousness Exist?» y «A World of Pure Experience»,
de existir alguna cosa que merezca el nombre de cono­ publicados en Journ al o f Philosophy, vol. i, 1904.
114 LA ESENCIA DEL H U M A N ISM O
W ILLIAM JAMES 115

cendencia. Visto así, el humanismo no es m ás que una


allí donde el sentido común no lo hace. Para el sentido
identitatsphilosophie m ás fragm entada.
co m ú n , dos hombres distintos ven al mismo perro real e
En el caso (1), por el contrario, la experiencia repre­
idéntico. La filosofía, advirtiendo algunas diferencias en
sentativa sí se trasciende a sí misma cuando conoce a la
sus percepciones, decreta la dualidad de estas últimas e
otra experiencia que constituye su objeto. N adie puede
interpola algo entre am bas com o término m ás real: en
hablar del conocimiento de lo uno por lo otro sin tratar­
primer lugar, órganos, visceras, etc.; luego, células; des­
los com o entidades numéricamente distintas, cada una de
pués, átom os; en último término, tal vez materia mental.
las cuales se encuentra más allá de la otra y es externa a
Los términos sensibles originales de los dos hombres, en
ella, en alguna dirección e intervalo precisables. Pero si
lugar de fundirse entre sí y con el objeto «perro real»,
quien habla es un humanista también ha de poder visuali­
como suponía el primer estadio del pensamiento, perm a­
zar esta distancia-intervalo en términos concretos y prag­ necen según los filósofos separados por unas realidades
máticos, y, por lo tanto, confesar que debe consistir en
invisibles con las que com o m áxim o pueden ser colin­
una serie de experiencias intercaladas, si no actuales, al dantes.
menos posibles. Decir que mi idea actual de mi perro, por
Eliminad ahora a uno de los perceptores, y la interpo­
ejemplo, conoce al perro verdadero, significa que el tejido lación se convierte en una «extrapolación». Para el filó­
actual de la experiencia está constituido de tal m odo que sofo, los términos finales sensibles del perceptor restante
dicha idea puede llevar a una cadena de experiencias en­ no llegan totalmente hasta la realidad. Sólo ha seguido la
lazadas hasta terminar en unas vividas sensaciones de sal­ cadena de sus experiencias hasta una parada bien seña­
tos, ladridos y un cuerpo peludo. Para el sentido común lizada por su valor práctico, situada en algún punto del
estas sensaciones son el perro real, su presencia plena. camino hacia una verdad absoluta que se encuentra más
Si el hablante im aginario fuera un filósofo profundo, tal allá.
vez no diría que son el perro real pero sí que significan el El humanista sigue considerando, sin embargo, que
perro real, que son sus sustitutos prácticos, al igual que no hay trascendencia absoluta, ni siquiera en relación
lo era también la representación; el perro real consisti­ con esas realidades más absolutas fruto de la creencia o
ría, por ejemplo, en un conjunto de átom os o de materia de la conjetura. Las visceras y las células no son más que
mental situado justamente allí donde las percepciones se percepciones posibles a partir de la percepción del cuerpo
encuentran tanto en su experiencia com o en la mía. exterior. También los átom os se definen en términos per­
ceptivos, aunque tal vez estén para siempre vetados a la
III percepción humana. La materia mental misma se concibe
como una especie de experiencia, y cabe apuntar la hipóte­
El filósofo sim boliza aquí el estadio del pensamiento sis (ninguna lógica puede excluir estas hipótesis de la filo­
que va más allá del sentido común; y la diferencia entre sofía) de que dos sujetos que conozcan una misma materia
ambos consiste en que el filósofo «interpola» y «extrapola» mental y esta misma materia «confluyan» en el momento
116 LA ESENCIA DEL H U M A N ISM O W ILLIAM JAMES 117

en que nuestro conocimiento imperfecto se convierta en para el estadio práctico com o para el estadio filosófico
conocimiento completo. También nosotros consideramos j el pensamiento. N o son «verdad» de ninguna otra cosa,
habitualmente que nuestras percepciones del perro real simplemente son , son reales. N o «se apoyan en n ada»,
confluyen, aunque solo de forma provisional y desde el como decía mi fórmula en cursiva. M ás bien al revés, es
estadio de sentido común del pensamiento. Si mi bolígra­ el tejido total de la experiencia el que se apoya en ellas,
fo está internamente constituido por materia mental, no del mismo modo que el tejido total del sistema solar, que
hay ninguna confluencia actual entre esa materia mental y incluye multitud de posiciones relativas, depende para su
mi percepción visual del bolígrafo. Pero es concebible que posición absoluta dentro del espacio de todos y cada uno
llegara a producirse tal confluencia, pues al menos en el de los astros que lo constituyen. De nuevo obtenemos una
caso de la mano las sensaciones visuales y las sensaciones nueva identitatsphilosophie en form ato pluralista.
internas de la mano, su materia mental por decirlo así, son
tan confluentes como puedan llegar a serlo dos cosas. IV
N o hay pues ninguna brecha en la epistemología hu­
manista. Ya interpretemos el conocimiento com o algo Si he logrado introducir alguna claridad en esta cues­
idealmente perfecto, o solo com o algo lo bastante ver­ tión (aunque temo que la brevedad y la abstracción me
dadero com o para pasar el test de la práctica, hay una hayan impedido alcanzar este objetivo), el lector se dará
total continuidad en el planteamiento. La realidad, por cuenta de que la «verdad» de nuestras operaciones men­
remota que sea, se define siempre com o un término final tales debe ser siempre un asunto intraexperiencial. El sen­
dentro de las posibilidades generales de la experiencia; y tido común sólo da por válida una concepción cuando
aquello que la conoce se define com o una experiencia que puede conseguir que le lleve a una impresión sensible. La
la «representa», en el sentido de ser sustituible por ella en impresión, que para el sentido común no es tanto «verda­
nuestro pensamiento porque lleva a los mismos términos dera» com o «real», es tenida por provisionalmente ver­
asociados, o bien en el sentido de «señalar hacia ella» a dadera por el filósofo en la medida en que cubre (lleva a
través de una cadena de otras experiencias que pueden u ocupa el lugar de) una experiencia más absolutam ente
intercalarse o no. real, en la posibilidad de la cual el filósofo tiene razones
La relación que mantiene aquí la realidad absoluta con para creer, aunque diferida a algún experimento remoto.
la impresión sensible es la misma que mantiene esta con Entretanto, lo que de hecho cuenta com o verdad para
la conceptualización o la imaginación. En am bos casos se cualquier creyente individual, sea filósofo u hombre co­
trata de términos provisionales o finales, siendo la impre­ mún, es siempre el resultado de sus apercepciones. Si
sión sensible únicamente el término final al que llega ha­ una nueva experiencia, conceptual o sensible, contradice
bitualmente el hombre práctico, mientras que el filósofo demasiado nuestro sistema preexistente de creencias, el
proyecta un «m ás allá» en forma de una realidad m ás a b ­ noventa y nueve por ciento de las veces es tratada como
soluta. Estos términos finales son autosuficientes, tanto falsa. Solo cuando las experiencias viejas y las nuevas
118 l.A ESENCIA DEI. H U M A N ISM O

son lo bastante congruentes com o para apercibirse y mo­


dificarse mutuamente, se produce lo que consideramos
un progreso hacia la verdad. N o hay ninguna necesidad
sin em bargo, de que la verdad consista en una relación
entre nuestras experiencias con algo arquetípico o tran- vi
sexperiencial. Si algún día alcanzam os experiencias ab­ U n a s pa la bra s m á s a c er c a d e la v e r d a d 1
solutamente terminales, experiencias en las que todos
estuviéramos de acuerdo, que no pudieran ser superadas
por continuaciones revisadas de las m ismas, no serían Mi fracaso en el intento de ganar adeptos para mi con­
verdaderas, sino que constituirían lo real, simplemente cepció n de la verdad parece casi completo a juzgar por
serían , y se convertirían en los ángulos, las esquinas y lo que oigo decir. Un filósofo ordinario se dejaría desani­
los ejes de toda realidad, sobre los cuales reposaría la mar por una recepción com o esta, y un pecador colérico
verdad de todo lo demás. Las únicas otras cosas que ca­ maldeciría a Dios y luego caería muerto. Pero en lugar
bría considerar «verdaderas» serían las que nos llevaran de aceptar los consejos de la desesperación, me esforza­
hasta estas a través de conjunciones satisfactorias. El úni­ ré por variar mis explicaciones, con la leve esperanza de
co significado de la palabra verdad sería algún tipo de
que la persistencia termine teniendo su premio y que mis
conexión satisfactoria con esta clase de términos finales.
fórmulas parezcan menos oscuras si van acom pañadas de
En el estadio de sentido común del pensamiento, las pre­
mayor «m asa» aperceptiva.
sentaciones sensibles hacen las veces de estos términos.
Para no comprometer a otros pragm atistas, sean quie­
Nuestras ideas, conceptos y teorías científicas solo pasan
nes sean, me referiré a la concepción que trato de volver
por verdaderas en la medida en que nos devuelven arm o­
inteligible com o propia. La publiqué por prim era vez en
niosamente al mundo de los sentidos.
1885, en el primer artículo reim preso en este libro. Las
Confío en que muchos hum anistas suscribirán este in­
tesis esenciales de este artículo recibieron el respaldo in­
tento de esbozar los rasgos m ás esenciales de esta forma
de ver las cosas. Estoy casi seguro de que Dewey y Schi- dependiente del profesor D.S. M iller en 1893 y 1895,2 y
11er así lo harán. Si quienes la atacan también toman nota fueron repetidas por mí durante un discurso presidencial
de ella, es posible que la discusión recupere algo del tino sobre «The knowing of things together» [Conocer las
que le ha faltado hasta ahora. cosas conjuntamente] en 1 895.' En un artículo publicado
en el Journal o f Philosophy, etc., titulado «A naturalistic

1. Reimpreso del Journal o f Philosophy, 18 de julio de 1907.


2. Philosophical Review, vol. n, p. 408, y Psychological Review, vol. n, p. 533.
3. Las partes relevantes del cual se publican arriba, p. 53.
120 UN AS PALABRAS MÁS ACERCA DE LA VERDAD W ILLIAM )AMES 121

thcory of the reference o f thought to reality» [Una teo­ cuando las ideas de T.H. Green estaban en boga, tuve
ría naturalista sobre la referencia del pensamiento a la muchos problem as con sus críticas del sensacionalism o
realidad],4 el profesor Strong llam aba la atención sobre inglés. Uno de sus discípulos en particular siempre me
«la teoría Jam es-M iller de la cognición» y según entendí decía: «¡Sí! Es muy posible que los términos tengan un
se adhería a la misma. Sin em bargo, resulta tan difícil origen sensible; pero las relaciones, ¿qué son sino actos
escribir con claridad sobre partes tan íntimas de la fi]0. puros del intelecto que se imponen a los términos des­
sofía que todos estos respetados colegas me informan en de arriba y poseen una naturaleza superior?». Recuerdo
privado de que la concepción de la verdad que ofrezco bien el repentino alivio que supuso para mí darm e cuenta
ahora — que para mí sólo es una versión m ás completa un día de que las relaciones espaciales eran en cualquier
de aquella formulación anterior— es en su opinión insu­ caso homogéneas con los términos entre las que media­
ficiente y pierde de vista la esencia de la auténtica cog­ ban. Los términos eran espacios, y las relaciones eran, a
nición. Y si puede haber desacuerdos entre colegas tan su vez, espacios intermedios.5 Si para los seguidores de
próxim os com o nosotros, ¿qué puedo esperar de otros Green las relaciones espaciales eran saltatorias, para mí
m ás distantes, por no hablar de los críticos abiertamente se convirtieron a partir de entonces en am bulatorias.
hostiles? La forma m ás general de contrastar mi concepción del
Sin em bargo, estoy tan convencido de que la culpa conocimiento con la concepción popular (que es también
debe residir en mi torpe manera de expresarm e y no en la de la mayoría de los epistem ólogos) es llam ar a mi
mi doctrina, que voy a probar una vez más de darle ex­ concepción am bulatoria y a la otra saltatoria; y la forma
presión. más general de caracterizar las dos concepciones es decir
que la mía describe el conocimiento tal com o se da en
i concreto, mientras que la otra solo describe sus resulta­
dos tom ados de un m odo abstracto.
¿N o les parece que será mejor ponernos de acuerdo Temo que la m ayoría de mis lectores recalcitrantes
de entrada sobre unas cuantas distinciones generales? El no se dan cuenta de que algo am bulatorio tom ado en
profesor Strong distingue entre lo que llama relaciones concreto puede parecer saltatorio tom ado en abstracto.
«saltatorias» y «am bulatorias». La «diferencia», por La distancia, por ejemplo, se convierte en algo abstracto
ejemplo, es una relación saltatoria, pues com o si dijé­ cuando la vaciam os de todo cuanto pueda haber de parti­
ram os salta inmediatamente de un término a otro, pero cular en los intervalos concretos. De este m odo la reduci­
la «distancia», ya sea en el tiempo o en el espacio, está mos a una mera «diferencia», una diferencia de «lu gar»,
form ada por una serie de partes intermedias de expe­ lo cual es una distinción lógica o saltatoria, una «relación
riencia por las que pasam os sucesivamente. Hace años, pura» según se las llama.

4. Voi. i, p. 253. 5. Véanse mis Principios de psicología, voi. n, pp. 148-153.


W ILLIAM JAMES 123
122 UNAS PALABRAS MÁS ACERCA DE LA VERDAD

Lo mismo puede decirse de la relación llam ada «cono­ que gracias a la idea ahora conocemos \know] mejor o
cer», en virtud de la cual una idea puede quedar conec­ más verdaderamente el objeto.
tada con una realidad. Mi concepción de esta relación es Mi tesis es que el conocimiento en este caso consiste en
enteramente am bulatoria. Digo que conocemos un obje­ la ambulación por las experiencias intermedias. Si la idea
to por medio de una idea siempre que am bulam os hacia no nos llevara a ninguna parte, o nos alejara del objeto
el objeto bajo el impulso que nos comunica la idea. Si en lugar de acercarnos a él, ¿acaso podríam os decir que
creemos en las llam adas realidades «sensibles», la idea posee alguna cualidad cognitiva? Sin duda no, pues solo
no solo puede llevarnos hasta su objeto, sino que pue­ cuando la tom am os en conjunción con las experiencias
de ponérnoslo en la mano, convertirlo en una impresión intermedias establece un vínculo con ese objeto en parti­
inmediata para nosotros. Pero si, com o opinan la mayo­ cular más que con ninguna otra parte de la experiencia.
ría de las personas reflexivas, las realidades sensibles no Tales intermediarios determinan la particular función
son realidades «reales», sino solo sus apariencias, nuestra cognitiva que desempeña la idea. El término hacia el que
idea nos lleva entonces cuando menos hasta estas, nos nos guían nos dice qué objeto «significa», los resultados
pone en contacto con las apariencias y sustitutos más au­ que nos proporcionan la «verifican» o la «refutan». Las
ténticos de la realidad. En todo caso, la idea nos avecina experiencias intermedias constituyen pues un fundamen­
al objeto, ya sea en sentido práctico o ideal, nos hace to tan indispensable para una relación cognitiva concreta
entrar en algún tipo de comercio con él, aumenta nues­ como puede serlo el espacio intermedio para una relación
tro conocimiento [acquaintance] del mismo, nos permite de distancia. Tom ada en un sentido concreto, la cogni­
ción significa siempre una determinada «am bulación», a
preverlo, clasificarlo, com pararlo, deducirlo: en resumen,
través de una serie de intermediarios, desde un terminus
tratar con él de un modo que nos estaría enteramente
vetado de no disponer de la idea. a quo a o hacia un terminus ad quem. Com o los inter­
mediarios son distintos de los términos y se conectan con
Así pues, funcionalmente considerada, la idea es un
ellos a través de los lazos asociativos usuales (ya sean de
instrumento que nos permite relacionarnos mejor con el
naturaleza «externa» o lógica, esto es, clasificatoria), no
objeto y emprender acciones a propósito de él. Pero tan­
parece que haya nada específicamente único acerca de los
to la idea com o el objeto son partes del tejido general
procesos cognitivos. Se enmarcan completamente dentro
de la realidad en sentido am plio; y cuando decimos que
de la experiencia, y para describirlos no necesitamos re­
la idea nos lleva hasta el objeto solo significa que nos
currir a categorías distintas de las em pleadas para descri­
em puja por una serie de cam inos intermedios de esa rea­
bir otros procesos naturales.
lidad hasta la vecindad del objeto o al menos hasta sus
Pero no existe ningún proceso que no podam os consi­
asociados, ya sean sus vecinos en sentido físico o solo sus
derar también de forma abstracta, que no podam os des­
congéneres lógicos. Así llevados hasta su vecindad, nues­
tripar hasta encontrar sus esqueletos o estructuras esen­
tra situación respecto al objeto mejora en todo lo relativo
ciales; y cuando tratam os de este modo los procesos de
al conocimiento [acquaintance | y la conducta; y decimos
124 U N AS PALABRAS MÁS ACERCA DE LA VERDAD W ILLIAM IAMES 125

conocimiento nos sentimos inclinados a verlos com o alg0 ten dría ni por qué estar ahí. Creo que esta vulgar fala­
totalmente único en la naturaleza. La razón es que prime- cia de oponer una descripción abstracta a la descripción
ro hemos vaciado la idea, el objeto y los intermediarios concreta de la que ha sido abstraída está en la base de
de todas sus particularidades con el fin de retener sólo un lo insatisfactoria que resulta para muchos mi concepción
esquema general, y luego hemos considerado este esque­ del conocimiento, razón por la cual me extenderé algo
ma según su función de dar un resultado, y no en su ca­ más sobre esta tesis general.
rácter de proceso. Así considerados, los intermediarios se Si abstraem os cualquier vehículo de conjunción de
ven degradados a meros espacios de separación, mientras todas sus particularidades, no nos quedará más que la
que la idea y el objeto sólo conservan la distinción lógica disyunción original que permitía superar. Pero para esca­
de ser los términos finales separados. En otras palabras, par a la conclusión de que la autocontradicción resultante
los intermediarios que en su particularidad concreta for­ es una hazaña dialéctica solo tenemos que restaurar algu­
man un puente se evaporan idealmente para dejar tan na parte, por pequeña que sea, de lo que hemos quitado.
solo un intervalo vacío, convirtiendo así en saltatoria la En el caso de la brecha epistemológica, el primer paso ra­
relación entre los términos finales y dejando vía libre para zonable es recordar que dicha brecha estaba llena de algún
que comience el festival de la Erkenntnistheorie, sin tener material empírico, ya sea de naturaleza sensible o ideal, el
que preocuparse ya de ninguna consideración concreta. cual realizaba alguna función de puente y nos evitaba el
Para poder «significar» un objeto que se encuentra se­ salto mortal. Al restituir pues un modicum indispensable
parado de ella por una «brecha epistem ológica», la idea de realidad al asunto de nuestra discusión, descubrimos la
ejecuta lo que el profesor Ladd llama un «salto m oríale»; genuina utilidad de nuestro tratamiento abstracto. Evita­
al conocer la naturaleza del objeto «trasciende» la suya mos enredarnos en casos especiales sin caer al mismo tiem­
propia. El objeto pasa a estar «presente» allí donde en po en paradojas gratuitas. Ahora podemos describir de un
realidad está ausente, etc.; hasta que el esquema final está modo universal los rasgos generales del conocimiento y
plagado de tan sublimes paradojas que para explicarlo decir lo que en conjunto hace por nosotros.
haría falta poco menos que un «ab so lu to», al menos en Debemos tener presente que toda esta investigación
la opinión de algunos. acerca de la naturaleza de la verdad tiene lugar a un nivel
Esta versión abstracta y saltatoria de la relación entre reflexivo. En cualquier caso real de conocimiento, lo que
la idea y el objeto es contrapuesta a partir de entonces, hacemos es pensar en nuestro objeto, no en la forma en
com o algo previo y más esencial, a su propia realidad que lo conocemos en aquel momento. En este caso resulta
am bulatoria, mientras que la descripción m ás concreta que tenemos el conocimiento mismo por objeto; pienso,
es tildada de falsa o bien insuficiente. El puente de inter­ sin em bargo, que el lector estará de acuerdo conmigo en
mediarios actuales o posibles que en cualquier caso real que su conocimiento actual de tal objeto sólo está conte­
define y hace posible el conocimiento es tratado como nido en abstracto y por anticipación en los resultados que
una com plicación circunstancial, que potencialmente no pueda obtener. Lo que tiene concretamente ante la mente
126 UNAS PALABRAS MÁS ACERCA DE LA VERDAD W ILLIAM IAMES 127

al razonar es alguna instancia supuestamente objetiva de sectores de los hechos fuera de su descripción, unos sec­
conocimiento, tal com o concibe que tiene lugar en otra tores que deben ser restituidos para que las descripciones
persona o tal com o lo recuerda de su propio pasado. En sean literalmente verdaderas de cualquier caso real. Pero
calidad de crítico ve que tal instancia contiene tanto la si no solo ignoramos pasivamente los intermediarios, sino
idea como su objeto, así com o una serie de procesos a que negamos activamente6 que sean siquiera requisitos po­
través de los cuales el sujeto cognoscente se ve guiado de tenciales para obtener los resultados que tanto nos impre­
una a otro. Ve que la idea está apartada de su objeto, pero
sionan, nuestra epistemología se dirige hacia un desastre
que con o sin intermediarios guarda genuina relación con
seguro. Estamos tan perdidos como lo estaría un historia­
él. Ve, pues, que la idea actúa más allá de su ser inmediato
dor que, rendido de admiración ante el poderío personal
y enlaza con una realidad remota: salta, se trasciende a sí
de Napoleón, ignorara a sus mariscales y a sus ejércitos,
misma. Hace todo esto con ayuda externa, sin duda, pero
y nos acusara de caer en un error cuando decimos que las
siempre que ha contado con esa ayuda lo ha hecho y el
conquistas de aquel fueron realizadas con la ayuda de es­
resultado es seguro. ¿Por qué no hablar pues únicamente
tos. Tal es la clase de abstracción y unilateralidad de la que
de los resultados, sin tener en cuenta los medios? ¿Por qué
acuso a la mayoría de mis críticos.
no tratar la idea com o algo que simplemente aprehende
En la segunda conferencia del libro Pragmatismo usé el
o intuye la realidad, que posee de algún modo la facultad
ejemplo de la ardilla que da vueltas alrededor del tronco
de propulsarse m ás allá de la naturaleza, hasta la trastien­
de un árbol para ocultarse a la vista de un hombre que la
da, para conocer desde allí las cosas de forma directa e
persigue: am bos dan vueltas alrededor del árbol, pero ¿da
inmediata? ¿Por qué nos empeñamos en arrastrarnos a lo
vueltas el hombre alrededor de la ardilla? Todo depende,
largo de puentes? Con eso sólo logram os poner trabas a
decía allí, de lo que queramos decir con «dar vueltas alre­
nuestro discurso.
Esta manera tan abstracta de hablar acerca de los resul­ dedor». En un sentido de la expresión, el hombre «da vuel­
tados del conocimiento resulta sin duda muy conveniente, tas alrededor» de ella, en otro no. Resolvía allí la disputa
y no solo eso sino también legítima en la medida en que distinguiendo am bos sentidos pragmáticamente, aunque
no olvidemos o neguemos positivamente todo aquello que también decía que algunos de los participantes en la dis­
ignora. En ocasiones podemos decir que nuestra idea siem­ puta habían considerado que mi distinción no era más que
pre significó ese objeto en particular, que nos llevó hasta él una forma de evadir la cuestión e insistían en lo que lla­
porque se refería intrínseca y esencialmente a él. Podemos maban «dar vueltas alrededor en inglés llano y honesto».
insistir en que su verificación deriva de esa virtud cogniti- En un caso tan simple, pocas personas se opondrían a
va original suya, etc., y no haremos con ello ningún daño la traducción del término en disputa a equivalentes más
mientras sepamos que todo eso no son más que atajos de
pensamiento. Hasta donde alcanzan son descripciones po­
6. Esta es la falacia que bauticé como «intelectualismo vicioso» en mi libro Un
sitivamente verdaderas de los hechos, pero dejan vastos universo pluralista, Longmans, Green &C Co., 1909.
128 U N AS PALABRAS MÁS ACERCA DE LA VERDAD W ILLIAM JAMES 129

concretos. Pero la cuestión es distinta cuando se trata de una serie de peculiaridades en su sistema psicofísico que le
una función com pleja com o nuestra actividad cognitiva hacen actuar con prudencia; y hay tendencias asociativas
M i concepción ofrece una com pleta traducción práctica en nuestros pensamientos que apuntan en unos casos a la
y concreta de las ideas relativas al conocimiento en to­ verdad y en otros al error. Pero ¿sería prudente el hom­
dos los casos que soy capaz de imaginar, a pesar de lo bre en ausencia de todos sus actos? ¿O serían verdaderos
cual mis críticos insisten en que mi descripción no recoge los pensamientos si no contuvieran tendencias asociativas
lo que es «conocer en inglés llano y honesto». Escriben o impulsivas? Sin duda no tenemos derecho a oponer de
com o si mi descripción fuera la m ás pobre y la suya la este modo las esencias estáticas a los procesos vivos en los
más completa. que se hallan imbricadas.
En mi opinión, la esencia de la cuestión es que por más Mi dorm itorio está encima de mi biblioteca. ¿Significa
que el conocimiento pueda ser descrito en términos tanto este «estar encim a» algo distinto de los espacios concre­
abstractos com o concretos, y por más que las descripcio­ tos por los que debo moverme para ir de uno a otro? Tal
nes abstractas resulten a menudo de lo más útiles, todas vez dirán ustedes que significa una relación topográfica
ellas quedan absorbidas y subsum idas sin residuo en las pura, una especie de plan arquitectónico entre esencias
más concretas, y no contienen nada de naturaleza esen­ eternas. Pero eso no es el «estar encima» en su plenitud,
cialmente distinta o superior a las descripciones concretas no es más que un sustituto abreviado que en ciertos casos
que pueda considerarse con justicia ignorado por estas. puede ayudar a mi mente tratar de forma m ás verdade­
Conocer es un proceso tan natural como cualquier otro. ra, esto es, m ás plena, con el «estar encima» real. N o es
Por otro lado, no hay ningún proceso am bulatorio cuyos un «estar encima» ante rem, es un extracto post rem del
resultados no puedan describirse en términos saltatorios, «estar encim a» in rebus. Ciertamente podem os hablar a
si así preferimos hacerlo, o que no puedan representarse ciertos efectos com o si el esquema abstracto fuera pre­
en una formulación estática. Supongam os, por ejemplo, vio; podem os decir: «D ebo subir por causa del esencial
que decimos que un hombre es «prudente». En términos estar encim a», del mismo m odo que podem os decir que
concretos, eso significa que tom a precauciones, asegura el hombre «realiza actos prudentes por causa de su pru­
sus apuestas, mira antes de saltar. ¿Acaso tales actos cons­ dencia innata», o que nuestras ideas «nos guían de modo
tituyen la prudencia? ¿Acaso son el hombre en cuanto verdadero por causa de su intrínseca verdad». Pero esto
prudente? ¿O tal vez la prudencia es algo en sí misma no debería impedirnos en otros casos usar descripciones
y con independencia de ellos? En la medida en que sea más com pletas. Un hecho concreto se mantiene siempre
un hábito constante en este hombre, un tono permanente idéntico bajo cualquier descripción, com o cuando deci­
de su carácter, resulta conveniente llamarlo prudente ha­ mos de una línea unas veces que va de izquierda a dere­
ciendo abstracción de cualquiera de sus actos, llamarlo cha, otras que va de derecha a izquierda. Todo eso no son
pues prudente en general y sin especificaciones, y decir más que m aneras de nom brar un mismo hecho, una más
que sus actos derivan de esta prudencia preexistente. Hay útil en unos casos, otra en otros. Los hechos completos de
130 UN AS PALABRAS MÁS ACERCA DE LA VERDAD W ILLIAM JAMES 131

la cognición, sea cual sea nuestro modo de hablar acerca había reducido a un mero significado lógico, el de ser su
de ellos, incluso cuando lo hacemos de forma extremada­ «enemigo y perseguidor», a base de suprimir todas las
mente abstracta, se mantienen inalterables en las actuali­ condiciones concretas (como el veredicto del jurado, el
dades y las posibilidades del continuo de la experiencia.7 deber del cargo, la ausencia de enemistad personal, in­
Sin embargo, mis críticos tratan mi manera m ás concreta cluso su posible sim patía hacia él) que daban su pleno
de hablar com o si esta fuera la forma que peca de insufi­ carácter psicológico a la sentencia com o un acto de un
ciencia y com o si algo quedara fuera de ese continuo. hombre particular en el tiempo. Ciertamente la sentencia
Una forma muy extendida de oponer una descripción era hostil al reo; pero ¿qué idea de la misma es la verda­
abstracta a una concreta consiste en acusar a los que pre­ dera, esa austera definición lógica o su plena especifica­
fieren la última de «confundir la psicología con la lógica». ción psicológica? En coherencia, los antipragm atistas de­
N uestros críticos dicen que cuando nos preguntan qué berían defender la perspectiva del criminal sobre el caso,
significa la verdad, respondemos diciendo únicamente tratar al juez com o su enemigo lógico y suprimir todas las
cóm o se llega hasta ella. Pero si un significado es una rela­ demás condiciones com o otras tantas cuestiones psicoló­
ción lógica, estática, independiente del tiempo, prosiguen, gicas inesenciales.
¿cómo puede identificarse con la experiencia concreta de
algún hombre, la cual perece en el instante mismo de su II
producción? Todo esto suena ciertamente profundo, pero
discuto que lo sea realmente. Desafío a cualquiera a seña­ Sospecho que hay todavía otro obstáculo que dificulta
lar alguna diferencia entre la lógica y la psicología en este la aceptación de mi descripción. Al igual que Dewey y
punto. La relación lógica es a la relación psicológica entre Schiller, me he visto obligado a decir que la verdad de
la idea y el objeto lo mismo que la abstracción saltatoria una idea está determinada por su carácter satisfactorio o
a la concreción ambulatoria. Am bas relaciones requieren no. Pero satisfactorio es un término subjetivo, igual que
un vehículo psicológico; y la relación «lógica» es simple­ lo es el término idea; y la verdad es generalmente vis­
mente la «psicológica» destripada de su plenitud y reduci­ ta como algo «objetivo». Incluso los lectores que adm i­
da a un mero esquema abstracto. tan que el carácter satisfactorio es la única marca de la
Hace algún tiempo un preso intentó asesinar al juez verdad para nosotros, el único signo que poseem os para
que le había condenado a su liberación. Aparentemente reconocer este precioso artículo, seguirán diciendo que
había logrado concebir al juez de forma intemporal, lo mi descripción pasa por alto la relación objetiva entre la
idea y el objeto hacia el que apunta la palabra «verdad».
Temo también que la asociación de mi pobre nombre con
7. El objeto o término último de un proceso cognitivo puede hallarse en cier­ la «voluntad de creer» (una «voluntad» que, pienso, no
tos casos más allá de la experiencia directa del sujeto cognoscente particular, pero debería jugar parte alguna en esta discusión) trabaja en
por supuesto debe existir como parte del universo total de la experiencia cuya
constitución, incluida la cognición, está examinando el crítico. contra de mi credibilidad en ciertos sectores. H a fornicado
132 UNAS PALABRAS MÁS ACERCA DE LA VERDAD W ILLIAM (AMES 133

con esa cosa sucia, pensarán tal vez mis adversarios percepción sensible. Mi idea de esta pluma se verifica a
cuando el genuino amante de la verdad debería hablar través de mi percepción; y se entiende que mi percepción
sobre esta cuestión con huxleyana grandilocuencia y sen­ es la pluma en este momento, pues el sentido común trata
tir que la verdad, para ser la auténtica verdad, debería las percepciones y las realidades físicas com o idénticas,
conllevar la sentencia de muerte de todas nuestras satis­ pero la fisiología de los sentidos ha terminado por echar
facciones. Tales divergencias demuestran ciertamente la de la sala al sentido común, y ahora se cree que la plu­
com plejidad de la materia bajo discusión; pero, en mi ma «en sí m ism a» se halla m ás allá de mi percepción del
opinión, también su postura se funda en malentendidos, momento. Sin em bargo, la idea antes sugerida de aquello
y para disiparlos al menos en parte (aunque mi esperanza en que podría consistir un conocimiento \acquaintance\
de éxito sea escasa) daré algunas explicaciones más. completamente consum ado de una realidad sigue siendo
En primer lugar, pediré a mis objetores que definan válida para nuestros propósitos especulativos. El límite
exactamente qué clase de cosa tienen en mente cuando absoluto de la verdad sería una confluencia total de la
hablan de una verdad absoluta, completa y objetiva; y mente con la realidad, pues no podría haber conocimien­
luego les desafiaré a que me indiquen algún asiento con­ to mejor o m ás satisfactorio que este.
creto concebible para una verdad de este tipo, que no sea N o hace falta decir que dicha confluencia total se halla
en los términos de mi descripción. Afirmo que su respues­ ya explícitamente contemplada, como posibilidad, en mi
ta caerá enteramente dentro de mi análisis. descripción de esta materia. Si una idea nos llevara algún
Para empezar, dicha verdad debe darse entre una idea día no solo hacia , o hasta, o contra una realidad, sino tan
y una realidad que sea el objeto de la idea; y, en cuanto cerca de ella que nosotros m ismos y la realidad terminá­
predicado, debe aplicarse a la idea y no al objeto, pues ramos por fundirnos, se convertiría desde mi punto de
las realidades objetivas no son verdaderas , al menos no vista, en virtud de este mismo hecho, en absolutam ente
en el universo de discurso en el que nos movemos en este verdadera.
momento, porque en este se asum e que simplemente so», De hecho, los filósofos dudan que esto ocurra jam ás.
mientras que las ideas son verdaderas de ellos. Pero po­ Lo que ocurre, piensan, es que nos acercam os cada vez
dem os suponer una serie de ideas que sean sucesivamen­ más a las realidades, cada vez m ás al límite de la satis­
te más y m ás verdaderas del mismo objeto, y podemos facción total; y la definición de lo que sea una verdad
preguntar cuál es el grado m áxim o de aproxim ación a la completa y objetiva en sentido actual, en cuanto distinto
verdad absoluta que puede alcanzar la última idea. de meramente imaginable, solo puede corresponder a la
La m áxim a verdad concebible en una idea parecería idea que nos lleve tan cerca del objeto com o sea posible
ser la de llevar a una fusión actual de nosotros mismos de acuerdo con la naturaleza de nuestra experiencia, lite­
con el objeto, a una completa confluencia e identificación ralmente al lado de él, por ejemplo.
entre am bos. En el plano de la creencia de sentido común, Supongam os ahora que existiera una idea que cum ­
esto es lo que se supone que tiene lugar realmente en la pliera este requisito respecto a cierta realidad objetiva.
134 UNAS PALABRAS MÁS ACERCA DE LA VERDAD
W ILLIAM JAMES 135

Supongam os que no fuera posible ninguna aproximación dejamos de avanzar atraídos por la noción ideal de un
ulterior, que no quedara nada entre la idea y la realidad término último completamente satisfactorio. Yo por lo
que el siguiente paso nos llevara directamente dentro de irienos obedezco y me someto a esta noción. M e resul­
la realidad en cuestión; tal resultado, al ser lo más próxi­ ta imposible concebir ningún contenido objetivo para la
mo posible a la confluencia, haría verdadera la idea en n oción de una verdad perfecta e ideal que no consista
el máxim o grado que puede suponerse alcanzable en un en la penetración en un término final de este tipo, como
sentido práctico en el mundo que habitam os. tampoco puedo concebir que esta noción hubiera surgido
Pues bien, no hace falta que explique que ese grado de jamás, o que se hubiera distinguido jam ás entre las ideas
verdad se halla también contemplado en mi descripción verdaderas y las falsas u ociosas, com o no fuera por la
de la materia. Y si las satisfacciones son la m arca de la mayor suma de satisfacciones, intelectuales o prácticas,
presencia de la verdad, cabe añadir que cualquier sus­ que traían consigo las más verdaderas. ¿Acaso podem os
tituto menos verdadero de tal idea verdadera resultaría imaginar que un hombre absolutam ente satisfecho por
ser también menos satisfactorio. Probablemente termina­ una idea y por todas las relaciones de la misma con sus
ríam os descubriendo que no nos había llevado al lado demás ideas y experiencias sensibles no considerara su
mismo del término final. Y nuestro deseo de conseguir contenido una descripción verdadera de la realidad? La
m ayor proxim idad no nos dejaría descansar hasta con­ materia de la verdad es pues absolutam ente idéntica a
seguirlo. la materia de la satisfacción. Puede usted optar indife­
Por supuesto, al decir todo esto estoy postulando una rentemente por cualquiera de las dos palabras al hablar;
realidad independiente de la idea que la conoce. También en cambio, si rechaza usted cualquier noción de un fun­
estoy postulando que las satisfacciones aumentan parale­ cionamiento o una guía satisfactorios (la esencia de mi
lamente a nuestra aproxim ación a dicha realidad.8 Si mis concepción pragmática) y define la verdad com o una re­
críticos objetan a este último postulado, les respondo con lación lógica estática, independiente incluso de cualquier
el primero. Cualquier noción que podam os tener de una tipo de guía o satisfacción posible, me parece que siega la
realidad independiente toma la forma de un límite ideal hierba bajo sus propios pies.
de una serie de términos hasta los que nos han llevado y Temo que siga siendo todavía dem asiado oscuro para
seguirán llevándonos sucesivamente nuestros pensamien­ algunos. Sin em bargo, imploro respetuosamente a quie­
tos. C ada término revela su carácter provisional por la nes rechazan mi doctrina porque no consiguen dar sen­
insatisfacción que deja en nosotros. La idea m ás verdade­ tido a mi torpe lenguaje que respondan según su propio
ra es pues la que nos lleva más lejos, y en ningún momento criterio — \und zwar de la form a más concreta y articula­
da!— cóm o se constituye u establece esa verdad real, ge-
nuina y absolutam ente «objetiva» en la que tan profun­
8. Digamos, si se prefiere, que las insatisfacciones disminuyen paralelamente a
tal aproximación. La aproximación puede ser de cualquier tipo: en el tiempo, en damente creen. N o podrán responder señalando hacia la
el espacio o bien en el tipo, lo que en lenguaje corriente se conoce como «copiar». «realidad» misma, pues la verdad no es m ás que nuestra
136 UNAS PALABRAS MÁS ACERCA DE LA VERDAD

relación subjetiva con las realidades. ¿Cuál es la esencia


nominal de esta relación, su definición lógica, sea o no
alcanzable «objetivam ente» por los mortales?
Cualquiera que sea su respuesta, tengo la fe más firme
en que mi descripción dem ostrará haber dejado margen
para ella e incluirla anticipadamente com o un caso posi­ L a v er d a d seg ú n el p r o feso r P ratt 1
ble más. En resumen, no hay margen para ningún grado
ni tipo de verdad fuera del marco del sistema pragmático,
fuera de esa jungla de acciones y guías empíricas, de tér­ i
minos próxim os o lejanos, acerca de los que parece que
he hablado de un m odo tan torpe. El artículo publicado por el profesor J.B . Pratt en el Jour­
nal o f Philosophy del 6 de junio de 1907 está tan brillan­
temente escrito que su errónea presentación de la posi­
ción pragm atista parece exigir doblemente una respuesta.
El profesor Pratt afirma que para un pragm atista la
verdad no puede ser una relación entre una idea y una
realidad externa y trascendente respecto a dicha idea,
sino que debe residir «totalm ente dentro de la experien­
cia», donde no precisará de «ninguna referencia a nada
distinto de ella para justificarse» (ninguna referencia al
objeto, entiendo). El pragm atista debe «reducirlo todo a
la psicología», es más, a la psicología del momento inme­
diato. En consecuencia, no puede afirmar que una idea
que obtiene su verificación psicológica era ya verdadera
antes de que se com pletara el proceso de verificación; y
tampoco puede tratar una idea com o provisionalmente
verdadera en la medida en que crea únicamente que po­
dría verificarla cuando quisiera.
N o sé si existe algún pragm atista de esta estirpe, pues
nunca me he topado con ninguno. Sin duda, podem os

1. Reimpreso de journ al o f Philosophy, etc., 15 de agosto de 1907 (vol. IV ,


P- 464).
138 LA VERDAD SEG Ú N EL PROFESOR PRATT W ILLIAM JAMES 139

dar a los términos la definición que queram os, y si esta es adelante sobre oscuros problem as. ¿Por qué no debería­
la definición de un pragm atista para mi am igo Pratt, no mos confiar del mismo m odo en la verdad de nuestras
puedo menos que concurrir con su antipragm atism o. Sin propias ideas? Vivimos a crédito en todos los asuntos, y
em bargo, el profesor cita palabras mías para caracterizar usamos nuestras ideas mucho m ás a menudo para apelar
a tan curioso bicho, de modo que optaré por exponer a cosas vinculadas con sus objetos inmediatos que para
una vez m ás mi propia concepción de la verdad, no fuera apelar a los objetos mismos. Noventa y nueve veces de
que algún lector quisiera clasificarme junto a un ser tan cada cien el único uso que daríam os al objeto mismo,
supino. en caso de que nuestra idea nos llevara hasta él, sería
La verdad es esencialmente una relación entre dos co­ convertirlo en un medio para acceder a esas otras cosas
sas, una idea, por un lado, y una realidad externa a la vinculadas. Por eso constantemente abreviam os los pro­
idea, por el otro. Esta relación, al igual que todas las re­ cesos de verificación y dam os por buena nuestra creencia
laciones, tiene a su vez un fundamento, a saber, la matriz de que son posibles.
de circunstancias experienciales, tanto psicológicas como Afirmo pues que lo que constituye la relación conoci­
físicas, en las que se encuentran im bricados los términos da como verdad no es m ás que la existencia en el mundo
correlacionados. En el caso de la relación entre el «here­ empírico de este fundamento de circunstancias alrededor
dero» y su «herencia», tal fundamento es el mundo donde del objeto y de la idea que permiten tanto tom ar un atajo
antes había un testador y donde ahora hay un testamento como recorrerlas por completo. En la medida en que tal
y un albacea; en el caso de la relación entre la idea y el ob­ fundamento exista y permita un paso satisfactorio entre
jeto, es un mundo donde las circunstancias que rodean y el objeto y la idea, dicha idea será y habrá sido también
se interponen entre los dos términos permiten un proceso verdadera de dicho objeto, se haya llevado a cabo o no
de verificación satisfactorio. Pero del mismo m odo que una verificación plena. La naturaleza, la posición y las
un hombre puede ser llam ado heredero y tratado como afinidades del objeto juegan, por supuesto, un papel cru­
tal antes de que el albacea haya dividido el patrimonio, cial en hacer posible ese paso en particular, al igual que la
también una idea puede ser calificada de verdadera antes naturaleza y las tendencias asociativas de la idea; luego
de que se lleve exhaustivamente a término el proceso de es absurdo pensar que la verdad pueda residir totalm en­
verificación (basta con la existencia de una masa de cir­ te en el interior de la experiencia privada del pensador
cunstancias que permitan la verificación). Siendo tantos y ser puramente psicológica. La relación veritativa debe
los casos donde la potencialidad cuenta com o actualidad, buscarse entre la idea y el objeto, e implica a am bos tér­
no se ve muy bien por qué no debería ser así en este. No minos.
solo llam am os benevolente a un hombre por los buenos Sin em bargo, la posición «intelectualista», si entiendo
actos realizados, sino por su disposición a realizar otros; correctamente al señor Pratt, consiste en que por más que
tildam os una idea de «lum inosa» no solo por la luz que Podamos usar este fundamento, esta m asa de experiencia
ha arrojado, sino por la que esperam os que arroje más •ntermedia, para comprobar la verdad, la relación verita-
140 LA VERDAD SEGÚ N EL PROFESOR PRATT WILLIAM JAMES 141

tiva en sí misma es algo distinto. En palabras del señor para ser llam ado pragm atista. Estoy seguro de que ali­
Pratt, significa meramente «algo tan simple como que el menta la creencia de que hay algo más en la relación veri-
objeto en el que uno piensa es tal como uno lo piensa». tativa que el mero fundamento que según mi descripción
M e parece que la palabra «co m o », que califica en este bastaría para dar cuenta de ella. Aun siendo útil para
caso la relación y soporta toda la carga «epistem ológi­ comprobar la verdad, piensa el señor Pratt, la matriz de
c a », es cualquier cosa menos simple. Lo primero que su­ circunstancias no puede fundar la relación veritativa in
giere es que la idea debería ser parecida al objeto; pero la se, pues esta es transempírica y «saltatoria».
m ayoría de nuestras ideas, siendo conceptos abstractos, Pues bien, tomemos un objeto y una idea y supon­
no guardan prácticamente ningún parecido con sus ob­ gamos que la segunda es verdadera de la primera, tan
jetos. Diría pues que el «com o» debería interpretarse en eterna y absolutam ente com o se quiera. Concedam os que
términos funcionales, en el sentido de que la idea debe el objeto sea «com o» la idea lo piensa hasta donde sea
llevarnos a las m ism as regiones de la experiencia a las posible que una cosa sea «com o» otra. Le pido form al­
que nos llevaría el objeto. La experiencia no se detie­ mente al profesor Pratt que me diga en qué consiste este
ne en ningún punto, y tanto los objetos com o nuestras «ser com o» en sí mismo — pues entiendo que no debe­
ideas de los objetos pueden llevar a las m ism as metas. ría quedarse en un puro misterio, sino consistir en algo
Las ideas serían en este caso atajo s con los que susti­ asignable y describible— , y prometo que si es capaz de
tuimos progresivam ente a sus objetos; y por lo general asignarle cualquier determinación, del tipo que sea, que
pasam os por alto la com probación de cada una de ellas yo no pueda remitir satisfactoriamente a alguna especi­
cuando pasan por nuestra mente, pues si una idea nos ficación de lo que en el presente artículo he llam ado el
guía como lo haría el objeto, podem os decir, en palabras fundamento empírico, confesaré alegremente mi propia
del señor Pratt, que en esa medida el objeto es como lo estupidez y nunca más volveré a publicar una sola línea
pensam os, y que la idea, verificada en esta medida, es sobre la cuestión de la verdad.
suficientemente verdadera.
Sin duda, el señor Pratt aceptará la mayor parte de ti
estos hechos, pero negará que su defensa caracterice al
pragm atism o. Por supuesto, cada uno es libre de tener El profesor Pratt ha respondido a mi requerimiento
sus propias definiciones, pero yo, por mi parte, no me he con un libro entero,2 que por su claridad y cordialidad
referido nunca a nada distinto de lo que describo ahora merece reemplazar al resto de la literatura antipragmática.
al hablar de la concepción pragm ática de la verdad; y en
la medida en que mi uso del término fue anterior al de
mi colega, pienso que debería tener precedencia sobre el 2. J.B. Pratt, What is Pragmatism. Nueva York, The Macmillan Company,
1^09. Los comentarios aquí publicados fueron escritos en marzo de 1909, con
suyo. Sospecho, sin em bargo, que la tesis del p r o fe s o r Posterioridad a algunos de los artículos que aparecen más adelante en el presente
Pratt no se refiere únicamente a lo que uno debe pensar libro.
142 LA V ERDAD SEG Ú N EL PROFESOR PRATT W ILLIAM JAMES 143

Yo por lo menos desearía que así fuera, pues el autor ¿amento de la relación veritativa, parece que no diferimos
admite todas mis tesis esenciales y simplemente distingue realmente acerca de nada en el terreno de los hechos, y
mi concepción de la verdad, en calidad de pragmatismo que nuestras diferencias se reducen a la cuestión de hasta
«m odificado», de la concepción de Schiller y Dewey, que qué punto la noción de funcionalidad o verificabilidad es
califica de pragm atism o «rad ical». De acuerdo con mi una parte esencial de la noción de «verdadez»* (pues este
propia comprensión de Dewey y Schiller, nuestras con­ es el nombre que da el doctor Pratt actualmente al carác­
cepciones están totalmente en sintonía, a pesar de nuestra ter de «ser com o» de la idea verdadera). Sostengo que
diferente manera de expresarlas; pero ya tengo suficien­ esta noción de «ser com o», o la noción de verdad, queda
tes problem as para mí solo sin tener que salir a defender totalmente vacía de significado si no se hace referencia a
a mis am igos, de m odo que los dejaré provisionalmente una posibilidad funcional concreta por parte de la idea.
a la tierna merced de las interpretaciones del profesor Tomemos un ejemplo en el que no existe ninguna po­
Pratt, por m ás erróneas que me parezcan. En lo que a sibilidad funcional. Supongam os que tengo una idea que
mí respecta, la respuesta puede ser muy breve, pues pre­ expreso mediante el vocablo «skrk l», y sostengo que es
fiero quedarme únicamente en lo esencial y el libro del verdadera. ¿Quién puede decir que es falsa} ¿Por qué no
Dr. Pratt en conjunto apenas va m ás allá de lo que había podría haber en las profundidades insondadas del cosm os
planteado ya en el texto al que respondo en la primera algún objeto con el que «skrkl» pudiera concordar y res­
parte del presente artículo. pecto al cual pudiera atribuírsele verdadez en el sentido
El profesor Pratt repite la fórmula del «com o», dando del doctor Pratt? Por otro lado, ¿quién puede decir que es
por sentado que yo y los dem ás pragm atistas la recha­ verdadera ? ¿Quién puede poner la mano sobre un objeto
zam os,3 cuando lo único que he hecho ha sido pedir a
y m ostrar que este y ninguno más que este responde al
todos aquellos que insisten en su importancia que hagan
significado de mi palabra? Y por dem ás, ¿quién podría
algo m ás que limitarse a pronunciar la palabra: que la
contradecir a alguien que negara cualquier correlación
expliquen y nos digan, por ejemplo, en qué consiste su
entre mi palabra y otra realidad, y la tratara com o un
tremenda importancia. Por mi parte, estoy perfectamente
puro hecho de mi mente desprovisto de toda función cog-
dispuesto a admitir que para que una idea sea verdadera
nitiva? Una de estas tres alternativas deberá ser predicada
del objeto, este debe ser «com o» la idea declara que es,
de mi idea. Si no ha de caer en la irrelevancia (o revelarse
pero explico el «ser com o» en términos de la verificabili-
de naturaleza no cognitiva), es preciso aportar un objeto
dad de la idea.
Ahora bien, puesto que el doctor Pratt no niega nin­
guna de estas «posibilidades funcionales» verificadoras, y * En el original «trueness», una derivación atípica del término empleada por
únicamente insiste en su incapacidad para servir de fun- Pratt con la única intención de distinguir su noción de verdad de la que entiende
como propia de los pragmatistas. La solución por la que he optado resulta aún
Wás forzada en castellano que la original en inglés, pero creo que cumple adecua­
damente la función. (N. del t.).
3. Op. Cit., pp. 77-80.
144 LA VERDAD SEG Ú N EL PROFESOR PRATT W ILLIAM JAMES 145

de algún tipo al que pueda referirse. Suponiendo que se Pienso que el doctor Pratt debería hacer algo más que
hubiera aportado tal objeto, la cuestión de si «skrkl» es repetir la palabra «verdadez» en respuesta a mi patética
verdadero o falso en relación con él no depende, según pregunta de si hay algo que constituya tan importante
el profesor Pratt, de ninguna condición m ediadora. L.a relación. N o es preciso que en cada caso se experimen­
verdad o la falsedad está ya presente ahí de form a inme­ te plenamente este camino, esta tendencia, este progreso
diata, absoluta y positiva. que corrobora o contradice, pero si nada de eso figura
Yo, en cam bio, reclamo un entorno cósmico de algún entre los m obiliarios posibles del universo, no se me ocu­
tipo capaz de establecer cuál de estas opciones es la válida rre qué otro material lógico puede quedar para definir la
antes de proclam ar su irrelevancia.4 Afirmo por tanto, en verdadez de mi idea. Si los contiene, en cam bio, no hace
primer lugar, que a menos que exista algún tipo de camino falta otro material lógico que ellos.
natural entre «skrkl» y ese objeto, distinguible de los in­ Me deja perplejo la superior importancia que el doc­
numerables caminos que recorren todas las realidades del tor Pratt atribuye a la verdad abstracta respecto a la veri-
universo enlazándolas promiscuamente entre sí, no hay ficabilidad concreta de una idea, y desearía que estuviera
nada que pueda constituir siquiera la posibilidad de que más inclinado a dar alguna explicación de ello. Cierta­
se refiera a tal objeto y no a cualquier otro. mente la verdad abstracta es previa a la verificación, pero
Es más, afirmo que a menos que poseyera algún tipo también lo es la verificabilidad que defiendo, del mismo
de tendencia a seguir tal camino , no hay nada que pueda modo que la «m ortalidad» de un hombre (que no es sino
constituir su intención de referirse al objeto en cuestión. la posibilidad de su muerte) es previa a su muerte, y re­
sulta difícil pensar que tan obstinado debate tenga por
Por último, afirmo que a menos que el camino estuviera
motivo la mera prioridad abstracta de toda posibilidad
sembrado de estímulos o frustraciones posibles, y ofrecie­
respecto al hecho correlativo. M e parece probable que el
ra algún tipo de satisfacción o contradicción final, no hay
doctor Pratt esté pensando vagamente en algo m ás con­
nada que pueda constituir su acuerdo o desacuerdo con tal
creto que todo esto. La verdadez de una idea tiene que
objeto, como tam poco el «ser com o» (o el «no ser com o»)
significar algo definido en la medida en que determina
en que pretendidamente consiste la verdad (o la falsedad).
su tendencia a funcionar , y a hacerlo en relación con este
objeto en lugar de hacerlo en relación con ese otro. Sin
4. Curiosamente, el doctor Pratt despacha este postulado básico de toda la duda, hay algo de este tipo en la idea, del mismo modo
epistemología pragmática diciendo que el pragmatista «rinde inconscientemente
su posición al colar a hurtadillas la idea de un entorno condicionante que determi­ que hay algo en el hombre que explica su tendencia a la
na si la experiencia en cuestión puede funcionar y que no puede identificarse con muerte, y algo en el pan que explica su tendencia a ali­
la experiencia ni con ninguna parte de ella» (pp. 167, 168). La «experiencia» sig­
nifica aquí, por supuesto, la idea o la creencia; y la expresión «colar a hurtadillas»
mentar. En qué consiste este algo nos lo dice la psicología:
resulta sumamente divertida. Si algún epistemólogo puede pasarse sin un entorno la idea posee una serie de asociaciones peculiares, tanto
condicionante, debería ser el antipragmatista, con su verdad inmediata y saltato­
ria, independiente de toda funcionalidad. El camino intermedio que proporciona
motoras com o ideacionales; por su naturaleza y ubicación,
el entorno es la esencia misma de la explicación del pragmatista. tiende a hacer realidad estas asociaciones; y su aparición
146 LA VERDAD SEGÚN EL PROFESOR PRATT
W ILLIAM JAMES 147

sucesiva es lo que llam am os el «funcionam iento» de la tivar la cadena causal de procesos que una vez com pleta­
idea. La verdad o la falsedad de la idea dependerá de la da constituye el hecho com plejo al que dam os el nombre
naturaleza de las m ismas. Estas tendencias poseen a su funcional que mejor conviene al caso. Otra naturaleza
vez condiciones previas que la biología, la psicología y implica otra cadena de funcionamientos cognitivos; en
la biografía pueden elucidar en términos generales. Toda cuyo caso el resultado será o bien otro objeto conocido o
esta cadena de condiciones causales naturales produce un bien el mismo objeto conocido de otro modo.
estado de cosas resultante en el que pueden encontrarse
o bien introducirse nuevas relaciones, no únicamente de El doctor Pratt me deja perplejo también cuando pa­
naturaleza causal; a saber, las relaciones que estudiamos rece atribuir a Dewey y a Schiller5 (no estoy seguro de lo
nosotros los epistem ólogos: relaciones de adaptación, de que me atribuye a mí) una concepción de la verdad que
sustituibilidad, de instrumentalidad, de referencia y de admitiría la inexistencia del objeto de la creencia, aun
verdad. cuando la creencia fuera verdadera. «Puesto que la ver­
Aunque no podría haber conocimiento de ningún tipo, dad de una idea», escribe, «significa meramente el hecho
ni verdadero ni falso, sin tales condiciones causales pre­ de que la idea funciona, tal hecho es todo cuanto significa
vias, estas no son m ás que un asunto preliminar respecto decir que la idea es verdadera» (p. 206). « Decir que la
a la cuestión de qué hace verdaderas o falsas a las ideas idea es verdadera »: ¿quién habla aquí, el crítico o el cre­
una vez que se han obedecido sus tendencias. Tales ten­ yente a quien aquel está describiendo? El problema del crí­
dencias deben existir bajo una form a u otra, y sus frutos tico en este punto parece fundarse en que toma la palabra
son, según el caso, la verdad, la falsedad o la irrelevancia. «verdadero» en sentido no relativo, mientras que para el
En ningún caso son «saltato rias», pues evocan sus conse­ pragmatista siempre significa «verdadero para aquel que
cuencias de manera contigua, sobre lo que tienen al lado; experimenta los funcionamientos». «Pero ¿es realmente
y solo cuando aparece ante la mente el resultado final de verdadero o no el objeto?», parece preguntar el crítico,
toda la secuencia asociativa, actual o potencial, podemos como si el pragmatista tuviera que proponer una ontolo-
sentirnos seguros de cuál puede ser su relevancia episte­ gía entera adem ás de su epistemología y decirnos qué clase
m ológica, si tiene alguna. En resumen, el verdadero co­ de realidades existen de forma indudable. «C ad a cosa a su
nocimiento no se encuentra contenido substancialmente tiempo», parecería la respuesta adecuada en este punto.
en la idea en sí m isma o «com o tal», del mismo modo El doctor Pratt plantea otro problema que merece la
que la m ortalidad como tal tam poco está contenida en pena examinar. Tiene que ver con la «trascendencia» del
el hombre, ni el alimento como tal en el pan. Hay algo objeto. Una vez que nuestras ideas nos han llevado has­
previo a eso que en la práctica se orienta hacia el cono­ ta el objeto, una vez que estam os pegados a él, «¿cuál
cimiento, hacia la muerte o hacia la alimentación, según
el caso. Ese algo es la «naturaleza» del primer término,
ya sea la idea, el hombre o el pan, la cual opera para ac­ 5. Página 200.
148 LA VERDAD SEG Ü N EL PROFESOR PRATT W ILLIAM JAMES 149

es nuestra relación con el objeto?, ¿am bulatoria o salta­ universo hipotético puede llamarse una idea «verdade­
to ria?», pregunta el doctor Pratt. Si mi objeto fuera tu ra». Si tan solo podría salvarla, pero no llega a hacerlo, o
dolor de cabeza, «m is experiencias terminan donde co­ se limita a construir un puente que se dirige reconocible­
mienzan las tu yas», escribe el doctor Pratt, lo cual «es mente hacia el objeto, no deja de poseer a ojos del prag­
un hecho de gran importancia, pues bloquea el sentido matista lo que el profesor Pratt llama «verdadez». Pero
de transición y compleción que constituye un elemento preguntar al pragm atista si en un caso com o este, donde
tan importante en la descripción pragm atista del cono­ ja idea no logra fundirse físicamente con el objeto, cabe
cimiento, esto es, el sentido de compleción derivado del considerar que el dolor de cabeza es realmente verdadero
paso continuo desde la idea original hasta el objeto co­ o posee una verdadez real — en otras palabras, si el dolor
nocido. Si tal resultado se da en alguna medida cuando de cabeza en el que el pragm atista supone creer, y en el
conozco tu dolor de cabeza, ciertamente el objeto no va que supone que cree también el pensador que supone a
incluido en el resultado, pues sigo claramente en mi lado su vez, es un dolor de cabeza real o no— es salir de este
de la “ brecha epistem ológica” . La brecha sigue ahí por universo hipotético de discurso para entrar en un mundo
trascender», (p. 158). donde rigen unos hechos naturales totalmente distintos.
Naturalmente es posible que algún día, o incluso aho­
ra mismo en algún lugar del universo, los dolores de ca­
beza de distintos hombres confluyan unos con otros o
sean «co-conscientes». Aquí y ahora, sin em bargo, los
dolores de cabeza se trascienden sin duda unos a otros,
y cuando no se sienten solo pueden conocerse concep­
tualmente. Supongam os que pienso que tienes realmente
dolor de cabeza: mi idea funciona bien con lo que veo
en tu expresión y con lo que te oigo decir; pero nada
de eso me pone en posesión del dolor de cabeza mismo.
Estoy todavía a un paso de distancia, el dolor de cabeza
me «trasciende», aun cuando no sea trascendente en nin­
gún sentido respecto a la experiencia humana en general.
La pequeña «brecha» que encontramos aquí es la que
la epistemología pragm atista reconoce desde el principio
al decir que debe haber un objeto y una idea. Y la idea
no salva inmediatamente la brecha, solo trabaja paso a
paso con el fin de salvarla, ya sea de form a completa o
aproxim ada. Si lo logra, en la visión pragm atista de este
Vili
La c o n c e p c ió n p r a g m a t ist a d e l a v e r d a d y Q U IE N ES LA
M A L E N T IE N D E N 1

La concepción de la verdad ofrecida en mi libro titula­


do Pragmatismo sigue suscitando una incomprensión tan
persistente que estoy tentado de dar una breve réplica
final. Es bien posible que mis ideas merezcan una refu­
tación, pero no puede haber tal refutación hasta que no
sean com prendidas de la forma debida. La exageración
de los malentendidos actuales demuestra hasta qué punto
resulta extraño el punto de vista concreto que asume el
pragmatismo. Las personas que están fam iliarizadas con
una concepción se mueven por ella tan fácilmente que en­
tienden al otro a la menor indicación, y pueden conversar
entre ellas sin necesidad de atender ansiosamente a las Ps
y Qs de cada cual. Debo admitir, a la vista de los resul­
tados, que hemos dado por supuesta una comprensión
demasiado rápida, y en consecuencia usam os en dem asia­
dos puntos un lenguaje excesivamente descuidado. N un­
ca deberíamos habernos expresado de forma elíptica. Los
críticos se han quedado perplejos ante cada palabra que
dejara algún margen para la perplejidad, y se han negado
a atender al espíritu en lugar de la letra del discurso. Todo
ello parece indicar una genuina extrañeza en el punto de

1. Reimpreso de Philosophical Review, enero de 1908 (vol. xvn, p. 1).


152 LA C O N C E P C IO N PRAGMATISTA DE LA VERDAD W ILLIAM JAMES 153

vista adoptado. También indica que el segundo estadio insatisfactorio, mientras que tanto el positivism o como
de la oposición, que ha com enzado ya a manifestarse el agnosticismo se felicitan por él, ningunean la auténtica
con la frase tópica de que «lo nuevo no es verdadero, verdad y consideran que la verdad fenoménica es más
y lo verdadero no es nuevo», es insincero en el caso del que suficiente para todos nuestros fines «prácticos».
pragm atism o. Si no hemos dicho nada nuevo en ningu­ De hecho, nada podría estar m ás lejos de lo que el
na medida, ¿por qué ha costado tanto entender lo que pragmatismo tiene que decir acerca de la verdad. Su tesis
decíam os? La culpa no puede atribuirse únicamente a la es de todo punto previa a todo esto. Termina allí donde
oscuridad de nuestra expresión, pues con otras personas todas esas otras teorías comienzan, pues su único objeto
sí hemos logrado hacernos entender. Pero resulta indeli­ es llegar a una definición satisfactoria de la palabra ver­
cado entrar en recriminaciones y, al menos en mi caso, dad. «D a igual si alguna mente en el universo posee la
estoy seguro de que algunos de los malentendidos de los verdad o n o », lo que pregunta es: «¿Q ué significa ideal­
que me quejo se deben a que en aquel libro de conferen­ mente la noción de verdad?». «¿Q ué clase de cosas serían
cias populares mi doctrina de la verdad iba acom pañada los juicios verdaderos en caso de existir?». La respuesta
de muchas otras opiniones no necesariamente conectadas que ofrece el pragm atism o pretende cubrir tanto la ver­
con ella, de m odo que es razonable que haya terminado dad más com pleta concebible, la verdad «ab so lu ta» si
confundiendo al lector. En esto la culpa es enteramente se quiere, com o la verdad en su versión m ás relativa e
mía, com o también en la omisión de ciertas matizaciones; imperfecta. La pregunta acerca de cóm o sería la verdad
las páginas que siguen com pensarán ahora, al menos en si existiera pertenece obviamente a un terreno de investi­
parte, dicha omisión. gación puramente especulativo. N o es una teoría acerca
de ningún tipo de realidad, o acerca de qué clase de cono­
Primer malentendido: el pragmatismo no es más que una cimiento es posible actualmente; se abstrae enteramente
reedición del positivismo de todos los términos particulares y se limita a definir la
naturaleza de una relación posible entre dos de ellos.
Este parece ser el error m ás común. El escepticismo, el Del mismo m odo que la pregunta de Kant acerca de
positivismo y el agnosticism o coinciden con el racionalis­ los juicios sintéticos había eludido a los filósofos pre­
mo dogm ático ordinario en la presuposición de que todo vios, también la pregunta pragm atista es lo bastante sutil
el mundo sabe lo que significa la palabra «verdad», sin como para haber eludido toda atención hasta entonces;
necesidad de explicación ulterior. A continuación, dichas más aún, tan sutil que incluso ahora que ha sido plan­
doctrinas proceden según los casos a sugerir o declarar teada sigue eludiendo la comprensión de dogm áticos y
que la auténtica verdad, la verdad absoluta, es inaccesible escépticos por igual. Según dicen (cito a un crítico real),
para nosotros, y que debemos aprender a convivir con el pragm atista insiste en que «los mayores problem as son
una verdad relativa o fenoménica com o sustituto más •nsolubles para la inteligencia hum ana, que nuestra nece­
próxim o. Para el escepticismo, este es un estado de cosas sidad de conocer es en realidad artificial e ilusoria, y que
154 LA C O N C E P C IÓ N PRAGMATISTA DE LA VERDAD W ILLIAM (AMES 155

nuestra razón, incapaz de alcanzar los fundamentos de la ¡nuestra que las realidades previas no son las únicas
realidad, debe orientarse exclusivamente a la acción». £[ variables independientes en la función llam ada verdad.
malentendido no puede ser mayor. Muestras ideas, siendo también realidades, son asim ismo
variables independientes hasta cierto punto, y del mis­
Segundo malentendido: el pragmatismo es primariamen­ ino modo que las ideas derivan de otras realidades y se
te una llamada a la acción adaptan a ellas, también la realidad deriva de las ideas
y se adapta a ellas en cierta medida. Cuando acceden
El nombre «pragm atism o», tan ligado a la idea de al ser, las ideas redefinen en parte lo existente, de modo
acción, ha resultado una elección desafortunada, debo que la definición de la realidad en conjunto parece in­
admitirlo, y ha contribuido a este error. Pero ninguna pa­ completa si no se las tiene también en cuenta. Al señalar
labra podía proteger a la doctrina de unos críticos tan nuestras ideas com o elementos com plementarios de la
ciegos a la naturaleza de la investigación que cuando el realidad, esta doctrina pragm atista abre una gran ven­
doctor Schiller habla de ideas que «funcionan» sólo sa­ tana para comprender la acción humana (en la medida
ben pensar en su funcionamiento inmediato en el entor­ en que nuestras ideas instigan nuestra acción), así com o
no físico, en su capacidad para hacernos ganar dinero una gran licencia para la originalidad de pensamiento.
u obtener alguna ventaja «práctica» parecida. Sin duda, Naturalmente, pocas cosas pueden ser m ás estúpidas que
las ideas poseen esta clase de funcionamiento, ya sea de ignorar el edificio epistemológico previo donde se abre
m odo inmediato o remoto; pero una parte indefinida de la ventana, o hablar com o si el pragm atism o empezara
su funcionamiento tiene lugar en el interior del mun­ y terminara en esa ventana. Esto es, sin em bargo, lo que
do mental. N uestros críticos se niegan a concedernos el hacen nuestros críticos, casi sin excepción. Ignoran tanto
crédito de tan rudimentaria intuición, por lo que ven el nuestro paso principal com o el motivo que lo anima, y
pragm atism o com o una concepción solo apta para in­ convierten en primaria la relación con la acción que no
genieros, doctores, financieros y hombres de acción en es más que nuestro logro secundario.
general, necesitados de algún tipo de weltanschauung de
usar y tirar, pero que no tienen tiempo ni ingenio para es­ Tercer malentendido: los pragmatistas se niegan el dere­
tudiar filosofía de verdad. Usualmente, el pragm atism o es cho a creer en realidades eyectivas
descrito com o un movimiento característicamente ameri­
cano, una especie de esquema de pensamiento abreviado Según los críticos, los pragm atistas se ponen en esta
ideal para el hombre de la calle, naturalmente reacio a la situación al pretender que la verdad de nuestras creencias
teoría y ávido de beneficios inmediatos. consiste en su verificabilidad, y la verificabilidad en su
Es cierto que una vez respondida la refinada cuestión funcionalidad para nosotros. El profesor Stout, en su por
teórica de la que parte el pragm atism o, se siguen de ella lo demás admirable y alentadora recensión de Schiller para
algunos corolarios de tipo práctico. La investigación el Mind de octubre de 1897, considera que esto debería
156 LA C O N C E P C IÓ N PRAGMATISTA DE LA VERDAD W ILLIAM JAMES 157

llevar a Schiller (si pudiera darse cuenta sinceramente razones independientes. Y com o la creencia en el dolor de
de las consecuencias de su propia doctrina) a la absurda cabeza, verdadera para el sujeto supuesto en el universo
consecuencia de no poder creer genuinamente en el dolor de discurso del pragm atista, es también verdadera para
de cabeza de otro hombre, aun cuando tal dolor de cabe­ el pragm atista que con fines epistem ológicos ha asum ido
za existiera. La razón es que sólo podría «postularlo» en ese universo entero, ¿por qué no ha de ser verdadera en
nombre del valor funcional que tuviera el postulado para tal universo en términos absolutos? ¡El dolor de cabeza
él mismo. Ciertamente, el postulado guía algunos de sus en el que am bos creen es una realidad allí, no hay una
actos y lleva a consecuencias ventajosas; pero en cuanto sola mente que deje de creer en él, ni la del crítico ni la de
comprendiera plenamente que el postulado es verdadero su sujeto! ¿A caso pueden ofrecernos nuestros oponentes
solo (!) en este sentido, cesaría (o debería cesar) de ser una versión mejor de la verdad en este universo real?2
verdad para él que otro hombre tiene realmente dolor de Queda así respondido el tercer malentendido, que no
cabeza. Todo cuanto da valor al postulado se evaporaría: es sino una especificación del siguiente, m ás amplio.
su interés en su com pañero «se convierte en una forma
velada de autointerés, y su mundo se torna frío, aburrido
y despiadado».
Tal objeción trastoca de form a curiosa el universo 2. Veo aquí una oportunidad de responder anticipadamente a una crítica que
algunos podrían dirigir a la Conferencia III de Pragmatismo , donde decía (pp. 96-
de discurso del pragm atista. Dentro de tal universo, el
100) que «D ios» y la «M ateria» podrían verse como términos sinónimos en la
pragm atista encuentra a una persona con dolor de cabeza medida en que no pudiera deducirse de ellos ninguna consecuencia futura distinta.
o con cualquier otra sensación, y a otra que postula tal El pasaje fue transcrito de mi discurso ante la Unión Filosófica de California,
reimpreso en el Journ al o f Philosophy, vol. I, p. 673. Tan pronto como termi­
sensación. Al preguntar de qué depende la «verdad» del né mi discurso advertí un fallo en esa parte; pero he dejado el pasaje inalterado
postulado el pragm atista responde que, al menos para el desde entonces, porque ese fallo no m alograba su valor ilustrativo. El fallo se me
hizo evidente cuando pensé, como caso análogo al de un universo sin Dios, en lo
postulante, solo es verdad en la medida en que creer en que llamé una «novia autom ática», es decir, un cuerpo sin alma que fuera abso­
el dolor de cabeza produce en la persona la m ayor suma lutamente indistinguible de una soltera espiritualmente animada, una novia que
reiría, hablaría, se sonrojaría, nos cuidaría y desempeñaría todas las actividades
de satisfacciones. ¿Qué es lo satisfactorio aquí? Sin duda femeninas con tanto tacto y delicadeza como si hubiera un alm a en ella. ¿Acaso
creer en el objeto postulado, esto es, en la sensación real­ alguien la consideraría un equivalente pleno? Ciertamente no, y ¿por qué? Porque
de acuerdo con nuestra constitución, nuestro egoísmo aspira por encima de todo
mente existente del otro hombre. Pues ¿en qué sentido a la empatia y el reconocimiento, el am or y la admiración. El trato exterior es
podría ser satisfactorio para él (especialmente si el pos­ valorado principalmente como expresión, como manifestación de la conciencia
acompañante en la que creemos. Pragmáticamente, pues, la creencia en la novia
tulante fuera un pragm atista consecuente) no creer en tal automática no funcionaría , y de hecho nadie la trata como una hipótesis seria. Pa­
sensación, si tal com o dice el profesor Stout eso tornara saría algo muy parecido con el universo sin Dios. Aun cuando la materia pudiera
hacer externamente todo cuanto hace Dios, su idea no funcionaría de modo tan
el mundo «frío, aburrido y despiadado»? La incredulidad satisfactorio porque lo que el hombre moderno busca principalmente en Dios es
parecería estar descartada en tal situación, sobre bases Un ser que le reconozca internamente y le juzgue con empatia. La materia frustra
es(a aspiración de nuestro ego, de modo que D ios sigue siendo la hipótesis más
estrictamente pragm atistas, a menos que el carácter des­ verdadera para la mayoría de los hombres, y sin duda hay razones pragmáticas
piadado del mundo fuera ya una conclusión probable por concretas para justificarlo.
158 LA C O N C E P C IÓ N PRAGMATISTA DE LA VERDAD W ILLIAM JAMES 159

Cuarto malentendido: ningún pragmatista puede ser un que la descripción m ás vaga y abstracta es en este caso
realista en epistemología |a más profunda. El pragm atista atribuye este apuntar y
llevar concretos al trabajo de otras partes del mismo uni­
Ello se sigue supuestamente de su afirmación de que la verso al que pertenecen tanto la realidad com o la mente,
verdad de nuestras creencias consiste en general en su ca­ fragmentos de experiencia intermediarios y verificadores
rácter satisfactorio. Por supuesto, la satisfacción es per se que conectan la mente, en un extremo, y la realidad, en
una condición subjetiva, de donde deducen que la verdad el otro. La «satisfacción» a su vez no es ninguna satis­
reside enteramente en el interior del sujeto, el cual puede facción abstracta ueberhaupt, experim entada por un ser
por tanto m anufacturarla a su gusto. Las creencias ver­ inespecífico, sino que se asum e que consiste en la clase
daderas se convierten así en preferencias caprichosas, sin de satisfacciones (en plural) que los hombres concretos
responsabilidad alguna en relación con las dem ás partes existentes encuentran actualmente en sus creencias. De
de la experiencia. acuerdo con nuestra constitución fáctica, los seres hum a­
Resulta difícil excusar una parodia com o esta de la nos encontram os satisfactorio creer en la mente de otros
opinión pragm atista, que ignora todos los elementos de hombres, en realidades físicas independientes, en hechos
su universo de discurso a excepción de uno solo. Los tér­ pasados, en relaciones lógicas eternas. Encontram os sa ­
minos en que consiste positivam ente tal universo vuel­ tisfactoria la esperanza. A menudo encontram os satis­
ven imposible toda interpretación no realista de la fun­ factorio dejar de dudar. Por encima de todo, encontra­
ción de conocim iento que se define allí. El epistemólogo mos satisfactoria la consistencia , esto es, la consistencia
pragm atista asum e una realidad y una mente con ideas. entre la idea presente y el resto de nuestro equipamiento
Y luego pregunta: ¿Q ué puede hacer verdaderas a esas mental, incluido el orden entero de nuestras impresiones
ideas de esa realidad? Un epistem ólogo ordinario se con­ sensibles, así com o el de nuestras intuiciones de parecido
tenta con la vaga declaración de que las ideas deben «co­ y diferencia, y todo nuestro stock de verdades previa­
rresponder» o «con cordar»; el pragm atista insiste en ser mente adquiridas.
m ás concreto y pregunta en qué puede consistir en deta­ Siendo él mism o un hombre, y no pudiendo im aginar
lle tal «concordancia». En primer lugar, com prueba que en general ninguna línea contraria de creencia m ás ver­
las ideas en cuestión deben apuntar hacia o llevar hasta dadera que la suya acerca de la «realid ad » que ha situa­
aquella realidad y ninguna otra, y luego que tal apun­ do en la base de su discusión epistem ológica, el pragm a­
tar o llevar debe producir satisfacción com o resultado. tista no ve problem a para tratar nuestras satisfacciones
H asta aquí, el pragm atista apenas es menos abstracto como guías posiblem ente verdaderas a dicha realidad, y
que el perezoso epistem ólogo ordinario; pero a medida no solo para nosotros. Parecería que corresponde a sus
que progresa en su definición, va ganando en concre­ críticos m ostrar de form a mínimamente explícita por
ción. Todo el diferendo con el intelectualista se reduce qué el hecho de ser sensaciones subjetivas impide que di­
al asunto de la concreción, pues el intelectualismo sostiene chas satisfacciones nos guíen a la verdad «objetiva». Las
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160 LA C O N C E P C IÓ N PRAGMATISTA DE LA VERDAD

creencias a las que acom pañan «postu lan » tal realidad- friertte es la única que el pragm atista debería haber consi­
«correspon den», «concuerdan» y «encajan» con ella de derado. Com o sentimiento psicológico, el antipragmatista
form as perfectamente definidas y asignables a través de no tiene problema en concedérselo, pero solo en cuanto
la subsiguiente cadena de pensam ientos y acciones que concomitante a la verdad, no com o constituyente. Lo que
constituyen su verificación, de m odo que insistir mera­ constituye la verdad no es el sentimiento, sino la función
mente en usar esas palabras de form a abstracta en lugar puramente lógica u objetiva de conocer correctamente la
de concreta no sirve para ganarle la mano al pragm atis­ realidad, y el fracaso del pragm atista en su intento de re­
ta, cuya descripción m ás concreta incluye virtualmente ducir esta función a valores inferiores es patente».
la de su crítico. Si nuestros críticos tienen alguna idea Esta clase de antipragm atism o me parece una sarta
definida de la verdad dotada de un fundam ento más ob­ de confusiones. Para empezar, cuando el p ragm atista
jetivo que el propuesto por nosotros, ¿por qué no lo dice «in dispen sable» lo confunde con «suficiente». El
m uestran de form a articulada? En su posición actual, pragm atista dice que las satisfacciones son indispensa­
me recuerdan a uno de los sujetos de Hegel que quería bles para la construcción de la verdad, pero siempre
«fru ta», pero rechazaba las fresas, las peras y las uvas he dicho que eran insuficientes a menos que llevaran
porque no eran fruta en abstracto. Les ofrecem os una también incidentalmente a la verdad. Si la realidad
botella llena, y ellos exigen la botella vacía. asum ida fuera cancelada del universo de discurso del
Pero casi me parece oír a un crítico responder lo si­ pragm atista, este llam aría directam ente falsedades a las
guiente: «Si las satisfacciones son todo cuanto se necesita creencias restantes, por m ás satisfactorias que fueran.
para que haya verdad, ¿qué decir del hecho notorio de Para el pragm atista, al igual que para el crítico, no pue­
que los errores son a menudo satisfactorios? Y ¿qué de­ de haber verdad si no hay nada acerca de lo cual ser
cir del hecho igualmente notorio de que ciertas creencias verdad. L as ideas son mera superficie psicológica a me­
verdaderas pueden causar la m ás am arga insatisfacción? nos que alguna clase de m ateria reflejada les conceda
¿Acaso no es claro que no es la satisfacción que produce lustre cognitivo. Por eso me he tom ado tanto cuidado
la creencia, sino la relación que mantiene esta con la rea­
como pragm atista en postular la «realid ad » ah initio , y
lidad lo que la convierte en verdadera? Supongam os que
por eso me he m antenido com o un realista epistem oló­
no hubiera tal realidad, y que las satisfacciones, en cam­
gico a lo largo de todo el debate.3
bio, siguieran existiendo: ¿acaso no llevarían a falsedades
El antipragm atista es culpable aún de otra confusión,
en tal caso? Y siendo así, ¿cabe destacarlas expresamente
a saber, la de imaginar que al tratar de ofrecerle una
com o la piedra y el mortero de la verdad? Lo que nos
produce la satisfacción propia y específica de la verdad
es la relación inherente de una creencia con la realidad, 3. N o hace falta que recuerde al lector que tanto las percepciones sensibles
como las percepciones de relaciones ideales (comparaciones, etc.) deberían clasi­
en com paración con la cual toda otra satisfacción resulta ficarse entre las realidades. La mayor parte de nuestro «stock» mental consiste en
totalmente vacía. La satisfacción de conocer verdadera- verdades acerca de esos términos.
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162 LA C O N C E P C IÓ N PRAGMATISTA DE LA VERDAD

descripción del significado formal de la verdad asumimos Pero ¿acaso no están todos los pragm atistas convenci­
también la carga de ofrecerle una garantía de la misma dos de que su propia creencia es correcta?, preguntarán
en el sentido de tratar de definir las ocasiones en las que sUs enemigos en este punto; lo cual me lleva al
puede estar seguro de estar materialmente en posesión
de ella. Esta ingenua expectativa queda frustrada por el quinto malentendido: lo que dicen los pragmatistas es in­
hecho de que hagam os depender la verdad de una reali­ consistente con el hecho de que lo digan
dad tan «independiente» que cuando se da, hay verdad,
y cuando no se da, no hay verdad, razón por la cual juz­ Uno de mis corresponsales plantea la objeción del si­
ga insatisfactoria nuestra descripción. Sospecho que bajo guiente modo: «C uando usted dice a su audiencia: “ El
esta confusión se oculta la confusión aún m ás profunda pragmatismo es la verdad acerca de la verdad” , la primera
de no discriminar suficientemente entre dos nociones, la verdad es distinta de la segunda. En relación a la primera
de verdad y la de realidad. Las realidades no son verda­ no admite desacuerdo entre usted y ellos; no les está dan­
deras, simplemente son; y las creencias son verdaderas de do libertad para aceptarla o no en función de si les resulta
ellas. Pero sospecho que en la mente del antipragmatista satisfactoria o no para sus usos privados. Sin em bargo, la
las dos nociones intercambian atributos en ocasiones. La segunda verdad, que debería describir e incluir a la prime­
realidad en sí misma es tratada, me temo, com o si fuera ra, afirma esta misma libertad. Así pues, la intención de su
«verdadera», y a la inversa. De donde concluye que cuan­ declaración parece contradecir su contenido».
to se dice de una debe poder decirse también de la otra; y El escepticismo en general siempre ha recibido esta re­
por lo tanto una idea verdadera debe ser en cierto modo futación clásica. «Para expresar la posición escéptica»,
la realidad que posee cognitivamente, o cuando menos dicen los racionalistas a los escépticos, «es preciso que
producirla sin ayuda externa. adoptéis una posición dogm ática; de m odo que vues­
A esta pretensión idealista absoluta el pragmatismo tra vida contradice vuestra tesis.» Cabe suponer que la
opone únicamente su non possumus. Para que pueda ha­ impotencia de un argumento tan vetusto para hacer la
ber verdad, afirma el pragm atism o, deben conspirar tan­ menor mella en la cantidad de escepticismo que hay en
to las realidades com o las creencias; pero si realmente general en el mundo haya llevado a algunos racionalistas
hay tal cosa com o la verdad, o de qué modo puede estar a dudar de la eficacia de esta clase de refutaciones lógicas
alguien seguro de que sus propias creencias están en po­ instantáneas para liquidar actitudes mentales vivas. El es­
sesión de ella, es algo que nunca pretende determinar. La cepticismo general es la actitud mental viva de negarse a
satisfacción específica que produce la verdad y que puede llegar a conclusiones. Consiste en una permanente apatía
teñir a una creencia insatisfactoria en otros aspectos que­ de la voluntad que se renueva en detalle ante cada una
da fácilmente explicada com o el sentimiento de consis­ de las tesis que se ofrecen sucesivamente, y es tan poco
tencia con las verdades, o las supuestas verdades, que la vulnerable a la lógica com o pueda serlo la obstinación o
experiencia p asada nos ha legado. una broma. Esta es la razón de que el escepticismo resulte
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tan irritante. Un escéptico consistente nunca convierte su y de todos los epistem ólogos es tal vez el único que es
escepticismo en una proposición formal: simplemente lo irreprochablemente consistente consigo mismo.
adopta com o hábito. Se echa atrás provocadoramente
cuando lo m ás fácil sería asentir con los demás, pero su Sexto malentendido: el pragmatismo no explica lo que es
actitud no es ilógica ni estúpida, al contrario, a menudo la verdad, solo cómo llegar hasta ella
nos sorprende con su superioridad intelectual. Este es el
escepticismo real al que deben responder los racionalis­ De hecho dice am bas cosas: dice lo que es incidental­
tas, y su lógica no hace ninguna mella en él. mente al decirnos cóm o se llega hasta ella. Pues ¿adonde
Igual de impotente es la lógica ante el comportamiento se llega sino a aquello que la verdad es ? Si os digo cóm o
del pragm atista: su acto de enunciación, lejos de contra­ llegar hasta la estación de tren, ¿acaso no os informo
decir el contenido enunciado, lo ejemplifica fielmente. implícitamente acerca del qué de la estación, acerca del
¿Cuál es el contenido enunciado? En parte, el siguien­ ser y la naturaleza del edificio? Es bastante cierto que
te: que la verdad, considerada de m odo concreto, es un la palabra abstracta «cóm o» no significa lo mismo que la
atributo de nuestras creencias, y que nuestras creencias palabra abstracta «q u é», pero en este universo de hechos
son actitudes derivadas de satisfacciones. Las ideas al­ concretos no hay m odo de mantener separados los cóm os
rededor de las cuales se acum ulan las satisfacciones son y los qués. Las razones por las que me resulta satisfacto­
primariamente meras hipótesis que desafían o apelan a rio creer que tal idea es verdadera, el cómo llego a dicha
la creencia para que las haga suyas. La idea de la verdad creencia, pueden estar entre las razones de que la idea sea
que se hace el pragm atista es un reto de esta clase. Le verdadera en realidad. Reto al antipragm atista a explicar
parece ultrasatisfactorio aceptarlo, y define su postura de de forma articulada la im posibilidad de que sea así.
acuerdo con él. Pero siendo gregario por naturaleza, el El problem a del antipragm atista parece surgir prin­
hombre siempre persigue difundir sus creencias, desper­ cipalmente de su persistente incapacidad de com pren­
tar la imitación, contagiar a otros. ¿Por qué no habrías der cóm o es posible que una declaración concreta tenga
de encontrar tú también satisfactoria la m isma creen­ tanto significado, o sea tan valiosa, com o una abstracta.
cia?, piensa el pragm atista, e inmediatamente se pone Antes dije que la principal diferencia entre nosotros y
a la tarea de convertirte. En tal caso, los dos tendréis nuestros críticos era el enfrentamiento entre concreción
creencias parecidas; am bos sostendréis el extremo del y abstracción. H a llegado el momento de desarrollar algo
sujeto de una verdad, la cual se convertirá en objetiva más esta idea.
e irreversible si la realidad sostiene a su vez el extremo En la cuestión que nos ocupa, los enlaces experiencia-
del objeto con su presencia sim ultánea. Confieso que soy les subsiguientes a una idea, aquellos que median entre
incapaz de ver dónde está la autocontradicción en todo ella y una realidad, forman — y para el pragm atista son —
esto. La conducta del pragm atista me parece, al contra­ la relación veritativa concreta que puede darse entre la
rio, una adm irable ilustración de su fórmula universal; •dea y dicha realidad. Para el pragm atista, estos enlaces
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— u otras cadenas de verificación similares— son todo lo nadie experimenta com o tales, del mismo m odo que en el
que significa nuestra afirmación de que la idea «apun­ universo eterno de las relaciones musicales, por ejemplo,
ta» hacia dicha realidad, que «en caja», «corresponde» las notas de Aennchen von Tharau fueron una melodía
o «concuerda» con ella. Tales eventos mediadores hacen maravillosa mucho antes de que nuestros oídos mortales
«verdadera» la idea. La idea en sí misma, en la medida las escucharan. Del mismo m odo, la música del futuro se
en que exista, es también un hecho concreto: el pragm a­ halla ahora dorm ida, en espera de ser despertada. O , si
tismo insiste en que la verdad en singular no es m ás que nos fijamos en el mundo de las relaciones geométricas,
un nombre colectivo para una serie de verdades en plural, el milésimo decimal de «pi» espera ahí dorm ido, aunque
consistentes siempre en una serie de hechos concretos; y nadie haga siquiera el intento de com putarlo. O bien, si
aquello que el intelectualismo llama la verdad, la verdad tomamos el universo del «en cajar», incontables abrigos
inherente de cualquiera de estas series, no es más que el «en cajan » en incontables esp ald as, e incon tables bo­
nombre abstracto de su veracidad en acto, del hecho de tas «encajan» en incontables pies, sobre los cuales, sin em­
que las ideas llevan efectivamente a la realidad que supo­ bargo, no han sido encajados en la práctica; incontables
nen de un m odo que consideram os satisfactorio. piedras «encajan» en agujeros de las paredes en los que
El pragm atista no tiene nada propiamente en contra nadie trata actualmente de encajarlos. Del mismo modo,
de las abstracciones. Con fines elípticos y «para abreviar» incontables opiniones «encajan» con realidades, e incon­
confía en ellas tanto com o cualquier otro, y encuentra tables verdades son válidas, aun cuando ningún pensador
innumerables ocasiones en las cuales su vaciedad com­ las piense jam ás.
parativa las convierte en útiles sustitutos de la sobresa­ Para el antipragm atista, todas estas relaciones previas
turación de los hechos a los que se enfrenta. Pero nunca e intemporales están presupuestas en las relaciones con­
les atribuye un grado superior de realidad. Para el prag­ cretas, y poseen una dignidad y un valor m ás profundo.
matista, la plena realidad de una verdad es siempre algún Los funcionamientos actuales de nuestras ideas en los
proceso de verificación en el cual la propiedad abstracta procesos de verificación no valen nada en com paración
de conectar ideas con objetos de forma verdadera se halla con las «valideces» de esta verdad descarnada que ocul­
funcionalmente encarnada. En todo caso, siempre resulta tan en su interior.
útil poder hablar de las propiedades de forma abstracta Para el pragm atista, por el contrario, toda verdad des­
y con independencia de su funcionamiento, encontrarlas carnada es estática, impotente y relativamente espectral,
iguales en innumerables casos, trasladarlas «fuera del mientras que la verdad plena es aquella verdad que trans­
tiem po» y tratar sus relaciones con otras abstracciones mite energía y da guerra. ¿Acaso supone alguien que la
parecidas. De este modo construim os universos enteros cualidad durmiente de la verdad hubiera sido abstraída
de ideas platónicas ante rem, universos in posse , aunque alguna vez o hubiera recibido algún nombre, si las verda­
ninguno de ellos tenga más existencia efectiva que la que des hubieran permanecido eternamente alm acenadas bajo
posee in rebus. Ahí fuera se dan incontables relaciones que las arcadas de las «concordancias» esenciales e intempo-
168 LA C O N C E P C IÓ N PRAGMATISTA DE LA VERDAD W ILLIAM IAMES 169

rales, y nunca se hubieran encarnado en ninguna esforza­ de la verdad in posse son las verdades en acto, razón por
da lucha de las ideas vivas de los hombres por verificarse? la cual insiste en que estas últimas deben precederla tanto
Sin duda que no, del mismo m odo que la propiedad abs­ en el orden de la lógica com o en el orden del ser.
tracta de «encajar» tam poco habría recibido un nombre
si en nuestro mundo no hubieran existido espaldas, pies o Séptimo malentendido: el pragmatismo ignora el interés
agujeros en los que algo pudiera encajar actualmente. La teórico
verdad existencial es incidental respecto a la competición
actual de opiniones. La verdad esencial, la verdad de los Este malentendido no parecería más que una calumnia
intelectualistas, la verdad sin que nadie la piense, es como sin sentido si no fuera por la excusa relativa que le propor­
el abrigo que no encaja en la espalda de nadie y que nadie cionan las afinidades lingüísticas de la palabra «pragm a­
se ha probado jam ás, com o la música que ningún oído tism o», así com o ciertos hábitos informales de expresión
ha escuchado. Es menos real que el artículo verificado, nuestros que suponen dem asiada generosidad en nuestro
no m ás; y atribuirle un grado superior de gloria parece lector. Cuando dijimos que el significado de las ideas con­
poco más que un caso perverso de adoración de la abs­ siste «en sus consecuencias “ prácticas” », o en las dife­
tracción. Del mismo modo que un lápiz podría insistir en rencias «prácticas» que nuestras creencias suponen para
que el contorno es lo esencial en cualquier representación nosotros; cuando dijimos que la verdad de una creencia
pictórica y reprobar al pincel y a la cám ara por omitirlo, consiste en su valor «funcional», etc.; nuestro lenguaje fue
olvidando que las imágenes obtenidas por estos no solo evidentemente dem asiado descuidado, pues se ha interpre­
contienen el contorno completo sino cien otras cosas más, tado casi unánimemente que por «práctico» entendemos
también la verdad pragm atista contiene toda la verdad lo opuesto a lo teórico o lo genuinamente cognitivo, y se
intelectualista y cien otras cosas adem ás. La verdad in- ha extraído puntualmente la consecuencia de que una ver­
telectualista no es pues más que verdad pragmatista in dad para nosotros podría no guardar relación con ninguna
posse. Nadie atribuye m ás importancia que el pragmatista realidad independiente, o con ninguna otra verdad, o con
al hecho de que en innumerables ocasiones los hombres nada en absoluto aparte de los actos que nosotros pudiéra­
recurren a la verdad in posse o verificabilidad en lugar de mos fundar en ella o las satisfacciones que estos pudieran
a la verificación o verdad en acto: es m ás, el pragmatista reportarnos. Se ha pretendido que la mera existencia de
insiste en la utilidad práctica de hacerlo así. Pero no por una idea, sin más, bastaba para conferirle plena verdad
ello considera que la verdad in posse — una verdad que en nuestra absurda epistemología pragmática, a condición
no posee vida suficiente para ser afirmada, cuestionada, únicamente de que sus resultados fueran satisfactorios. La
o contradicha— sea metafísicamente previa, y que las solemne atribución de semejante basura a los pragmatistas
verdades en acto sean subsidiarias y tributarias de ella- se veía alentada por otras dos circunstancias. En primer
Cuando los intelectualistas plantean esto, el pragmatismo lugar, las ideas son útiles en sentido práctico estrecho; a
les acusa de invertir la relación real. El único s ig n ific a d o veces ocurre con ideas falsas, pero la mayoría de las veces
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ocurre con ideas que podemos verificar en virtud de la empleados de los bancos nacionales. Una filosofía que lleva
suma de todo aquello adonde nos llevan, y la realidad de a tales resultados debe estar equivocada.»
cuyos objetos puede considerarse establecida más allá La palabra «práctico» es usada habitualmente de un
de cualquier duda. La condición misma de que sean úti­ modo tan vago que cabría haber esperado mayor indul­
les en este sentido es que sean verdaderas por adelantado gencia. Cuando uno dice que un hombre enfermo está
y con independencia de dicha utilidad, en otras palabras, prácticamente recuperado, o que una empresa práctica­
que sus objetos estén realmente allí; unos objetos tan im­ mente ha fracasado, quiere decir generalmente lo contra­
portantes que vuelven importantes también a las ideas que rio de lo que significa es palabra en sentido literal. Lo
los sustituyen. Tal utilidad subsiguiente fue el aspecto que que uno quiere decir es que, aun siendo falso en sentido
resaltó en primer lugar la bondad de las verdades a ojos práctico estricto, lo que uno dice es verdadero en teoría,
de los hombres primitivos; y sigue estando ahí, enterrada verdadero de forma virtual, destinado a ser verdadero.
entre todas las demás posibilidades funcionales positivas Por otro lado, por lo práctico la gente se refiere a menudo
que caracterizan las creencias verdaderas. a lo reconociblemente concreto, lo individual, lo particu­
La segunda circunstancia que ha contribuido al malen­ lar y efectivo, en cuanto opuesto a lo abstracto, lo gene­
tendido ha sido el énfasis de Schiller y Dewey en el hecho ral e inerte. Yo por lo menos siempre tenía eso en men­
de que no lleva a ninguna parte insistir en una verdad a te cuando insistía en la naturaleza práctica de la verdad.
menos que esta sea relevante para el problema que tenemos «Pragm ata» son las cosas en su pluralidad; y en aquella
delante, esto es, a menos que sea afín a la situación «prác­ conferencia temprana de California en la que describí el
tica», en sentido harto concreto. En esas circunstancias, no pragmatismo com o aquella doctrina según la cual el sig­
responde a nuestros intereses mejor que una falsedad. Pero nificado de toda proposición puede siempre concretarse
desearía que nuestros críticos explicaran por qué el proble­ en alguna consecuencia particular en nuestra experiencia
ma no puede ser de naturaleza teórica tanto como práctica práctica futura, ya sea pasiva o activa, añadía expresa­
en sentido estrecho. Los críticos asumen simplemente que mente las siguientes palabras com o matiz: «lo importante
ningún pragmatista puede admitir un interés genuinamen- aquí es que la experiencia sea particular y no tanto que
te teórico. Cuando en cierta ocasión empleé la expresión sea activa» (entendiendo por «activa» una experiencia
«valor contante y sonante» de una idea, un correspon­ «práctica» en el sentido literal y estrecho del término).4
sal me imploraba que lo cambiara «pues todo el mundo
piensa que se refiere únicamente a los beneficios y pérdi­
4. La ambigüedad de la palabra «práctico» quedó bien recogida recientemente
das económicos». Habiendo afirmado que lo verdadero es en las palabras de un supuesto recensor de nuestras opiniones: «El pragmatismo
lo «conveniente en nuestro pensamiento», otro instruido « una reacción anglosajona contra el intelectualismo y el racionalismo propio de
la mente latina... El hombre, cada hombre individual, es la medida de todas las
corresponsal me refutaba del siguiente modo: «L a palabra cosas. Sólo es capaz de concebir verdades relativas, esto es, ilusiones. El valor de
conveniente no tiene otro significado que el del autointerés. 'ales ilusiones no le es revelado por la teoría en general, sino por la práctica indivi­
dual. El pragmatismo, que consiste en experimentar tales ilusiones de la mente y en
La persecución del mismo ha llevado a la cárcel a algunos obedecerlas llevándolas a la práctica, es una filosofía sin palabras , una filosofía de
WILLIAM (AMES 173
172 LA C O N C E P C IÓ N PRAGMATISTA DE LA VERDAD

Pero las consecuencias prácticas pueden ser perfectamente Octavo malentendido: el pragmatismo está abocado al
de naturaleza teórica. C ada hecho remoto que inferimos solipsismo
de una idea es una consecuencia teórica particular para
la que nuestra mente trabaja en la práctica. La pérdida Ya he dicho algo acerca de este malentendido bajo el
de opiniones previas que reconocemos que se derivaría tercer y cuarto epígrafes anteriores, pero tal vez sea útil
de la verdad de cierta opinión nueva es una consecuencia aportar algo más. La objeción puede muy bien vestirse
particular tanto teórica com o práctica de la misma. Des­ con las siguientes palabras: «Pretende usted que la ver­
pués del interés en respirar sin impedimentos, el mayor dad consiste en cualquier valor excepto el valor cognitivo
de los intereses del hombre (en la medida en que nunca propiamente dicho; siempre deja a su sujeto cognoscente
remite ni fluctúa, com o hacen la mayoría de sus intere­ unos pasos antes (o cuando menos un paso antes) de su
ses físicos) es su interés en la consistencia, en sentir que objeto real; lo mejor que puede hacer es dejar que sus
sus pensamientos de ahora encajan con sus pensamien­ ideas le lleven hacia el objeto; pero este permanece siem­
pre exterior a él», etc.
tos de otras ocasiones. Con este único fin comparamos
incansablemente unas verdades con otras. ¿Se contradice Pienso que la levadura que está actuando aquí es la
arraigada convicción intelectualista de que, para cono­
el candidato actual a la creencia con el principio número
cer una realidad, la idea debe poseer o ser dicha realidad
uno? ¿Es compatible con el hecho número dos? Y así su­
en algún sentido inescrutable.5 Para el pragm atism o, esta
cesivamente. Los funcionamientos particulares a los que
nos referimos aquí son las operaciones puramente lógicas clase de coalescencia es inesencial. Por lo general, nues­
tras cogniciones no son m ás que procesos mentales des­
de análisis, deducción, com paración, etc.; y por más que
equilibrados y en movimiento hacia un término final real;
puedan usarse términos generales ad libitum, el funciona­
y la realidad de dicho término final, en la que creen los
miento práctico satisfactorio de la idea candidata consiste
estados mentales en cuestión, solo puede ser garantizada
en la conciencia generada por cada una de sus consecuen­
por un sujeto cognoscente superior.6 Pero si no queda
cias teóricas sucesivas. Es pues simplemente estúpido re­
petir que el pragm atism o no toma en consideración los
intereses puramente teóricos. Lo único que hace es insistir 5. Sin duda, las impresiones sensibles pueden poseer sus objetos o fundirse
en que su verdad en acto consiste en una serie de verifi­ con ellos, tal como supone el sentido común; y las diferencias intuidas entre con­
ceptos pueden fundirse con las diferencias objetivas «eternas»; pero para simpli­
caciones, y que estas son siempre particulares. Incluso en ficar nuestra exposición podemos hacer abstracción de estos casos tan especiales
asuntos exclusivamente teóricos, insiste en que la vague­ de conocimiento.
6. El idealista trascendental piensa que, en algún sentido inexplicable, los es­
dad y la generalidad no sirven para verificar nada. tados mentales finitos se identifican con el sujeto omnisciente transfinito que se ve
obligado a postular para ofrecer un fundamento para la relación cognoscitiva tal
como la concibe. L os pragmatistas pueden dejar abierta la cuestión de tal identi­
dad; pero del mismo modo que necesitan una realidad, tampoco pueden pasarse
gestos y actos, que abandona lo general y sólo se aferra a lo particular.» (B o u rd e a u , sin el sujeto cognoscente superior si pretenden probar alguna instancia de conoci­
en el Journal des debats, octubre 89,1907). miento. Ellos mismos desempeñan el papel de sujeto omnisciente para el universo
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174 LA C O N C E P C IÓ N PRAGMATISTA DE LA VERDAD

razón alguna en el universo para dudar de ellas, las creen­ Debe reconocerse que el pragm atism o, desarrollado
cias son verdaderas en el único sentido en que algo puede en este sentido humanista, es compatible con el solipsis-
ser en cualquier caso verdadero: a saber, son práctica y mo. Enlaza sus manos de este m odo con la parte agnós­
concretamente verdaderas. N o necesitan ser verdaderas tica del kantism o, con el agnosticism o contem poráneo y
en el sentido místico y mestizo de alguna Jdentitatsphi- con el idealismo en general. Pero así desarrollado es una
losphie, ni hay razón inteligible por la que debieran ser teoría metafísica acerca del contenido de la realidad, y va
verdaderos en un sentido distinto del práctico y verifica- mucho más lejos del modesto análisis de la naturaleza de
ble. Corresponde a la realidad poseer su propia existen­ la función cognitiva que se propone el pragm atism o, un
cia; es tarea del pensamiento entrar en «contacto» con análisis que puede encajar también de form a arm oniosa
ella a través de innumerables vías de verificación. con concepciones menos hum anistas de la verdad. Uno
Temo que los desarrollos «hum anistas» del pragm a­ de los méritos del pragm atism o es su calidad puramente
tismo generen problem as en este punto. Solo llegamos a epistemológica. Debe asumir realidades, pero no prejuz­
una verdad a través del resto de verdades; y la realidad, ga nada en cuanto a su constitución, y las m etafísicas más
siempre postulada com o aquello con lo que debe mante­ diversas pueden usarlo com o fundamento. En todo caso,
nerse en contacto nuestra verdad, tal vez no nos sea dada no guarda especial afinidad con el solipsism o.
nunca salvo en la forma de una verdad distinta de la que
estam os poniendo a prueba en cada caso. Pero, puesto Al repasar lo que he escrito, me da la extraña sensa­
que el doctor Schiller ha m ostrado que todas nuestras ción de que buena parte de ello no hace más que expresar
verdades, incluso las más elementales, vienen marcadas lo obvio de un modo tan condescendiente que tal vez al­
por un coeficiente humano derivado de la herencia de la gunos lectores se rían de mi pom posidad. Es posible, sin
embargo, que una concreción tan radical com o la nues­
especie, la realidad per se podría aparecer ante nosotros
tra no sea tan obvia com o parece. Toda la originalidad
únicamente com o una especie de límite; de este modo,
del pragm atism o, su base misma consiste en la adopción
cabe decir, quedaría reducida meramente al espacio para
de una perspectiva concreta. El pragm atism o parte de la
un objeto, mientras que lo conocido podría no ser más
concreción, regresa a ella y se agota en ella. Los dos as­
que la materia con que nuestra psique llena tal espacio.
pectos «prácticos» de la verdad según el doctor Schiller:
(1) relevancia para la situación y (2) utilidad subsiguien­
de discurso que les sirve de material para sus tesis epistemológicas. Ellos son los
te, no hacen más que llenar hasta el borde la copa de la
garantes de la realidad en tal universo, así como del conocimiento verdadero del concreción. Una vez que se ha bebido de esa copa, ya no
mismo por parte del sujeto. Pero si lo que ellos mismos dicen acerca de ese uni­
verso en conjunto es objetivamente verdadero, esto es, si la teoría pragmática de
hay m odo de malentender el pragm atism o. Se diría que
la verdad es realmente verdadera, es algo que no pueden garantizar: solo pueden la capacidad de imaginar el mundo de manera concre­
creer en ella. A sus oyentes, solo pueden proponérsela , al igual que la propongo
ta podría haber estado lo bastante extendida com o para
yo a mis lectores, como algo que debe verificarse m am bulando, o en la medida en
que puedan confirmarla sus consecuencias. permitir que nuestros lectores nos comprendieran mejor,
176 LA C O N C E P C IÓ N PRAGMATISTA DE LA VERDAD

que podrían haber leído entre líneas y a pesar de todas


nuestras torpezas de expresión haber adivinado de forma
algo m ás correcta lo que teníam os en mente. Pero por
desgracia no era esto lo que el destino nos tenía progra­
m ado, de m odo que solo podem os pensar, de acuerdo IX
con la cancioncilla alemana: E l. SIGNIFICADO DE LA PALABRA VERDAD1

Es waer’ zu schoen gewesen,


Es bat nicbt sollen sein.* Mi concepción de la verdad es realista y se atiene al dualis­
mo epistemológico del sentido común. Supongam os que
les digo: «L a cosa existe». ¿Es verdad o no? ¿Cóm o pue­
den saberlo? Solo si desarrollo ulteriormente su significa­
do quedará determinada mi afirmación com o verdadera,
falsa o enteramente irrelevante desde el punto de vista de
la realidad. Pero si ahora me preguntan: «¿Q ué co sa?», y
respondo «U na m esa.»; si me dicen «¿D ón d e?», y seña­
lo hacia un lugar; si preguntan «¿Existe materialmente, o
solo en la im aginación?», y yo digo «m aterialm ente.»; si,
por último, digo «M e refiero a esa m esa» y luego muevo
con las manos una mesa que ustedes ven acorde con mi
descripción, estarán dispuestos a decir que mi afirmación
es verdadera. Pero en este caso nuestras posiciones respec­
tivas son intercambiables; podem os cam biar las tornas, y
del mismo m odo que ustedes pagan la fianza por mi mesa,
yo puedo ofrecerme a pagar la fianza por la suya.
Esta noción de una realidad independiente de cualquie­
ra de nosotros, tom ada de la experiencia social corriente,
se encuentra en la base de la definición pragm atista de la
verdad. Cualquier declaración debe concordar con alguna

1. Comentarios realizados en la reunión de la American Philosophical Asso­


* Hubiera sido demasiado hermoso / N o pudo ser. (N. del t.). ciation, Universidad de Cornell, diciembre de 1907.
178 EL SIG N IFIC A D O DE LA PALABRA VERDAD WILLIAM [AMES 179

realidad de este tipo, si quiere ser tratada com o verdade­ Sin em bargo, nuestros críticos consideran todo esto
ra. El pragm atism o define «concordar» com o ciertas for­ inesencial. Dicen que las posibilidades funcionales no
m as de «funcionar», ya sean actuales o potenciales. Así, «hacen» verdaderas a nuestras creencias; estas son verda­
para que mi afirmación de que «la mesa existe» sea ver­ deras de forma inherente, positiva, «verdaderas» por na­
dadera de una mesa que ustedes reconozcan com o real, cimiento igual que el Conde de Cham bord nació siendo
es preciso que me permita mover su mesa, explicarme «H enri-Cinq». El pragm atism o, por el contrario, insiste
con palabras que sugieran la mesa que hay en su mente, en que los enunciados y las creencias verdaderas de esta
realizar un dibujo que sea com o la mesa que ustedes ven, forma inerte y estática lo son solo por cortesía: pasan por
etc. Solo en esta clase de términos tiene sentido decir que verdaderas en la práctica; pero nadie puede definir lo que
concuerda con esa realidad, solo así se me permite ob­ significa llam arlas verdaderas sin aludir a sus posibilida­
tener la satisfacción de oírles corroborar mi afirmación. des funcionales. Son estas las que confieren un contenido
Los elementos constitutivos de la definición de cualquier lógico a la relación de una creencia con la realidad a la
afirmación mía com o «verdadera» son, pues, la referen­ que asignam os el nombre de «verdadera», pues de otro
cia a algo determinado y alguna clase de adaptación a modo la relación es apenas de coexistencia o de un mero
este algo que merezca el nombre de concordancia. «estar con».
Tanto la referencia com o la adaptación son imposibles Las tesis anteriores reproducen en lo esencial el conte­
sin recurrir a la noción de posibilidades funcionales. Que nido de la conferencia sobre la verdad de mi libro Prag­
la cosa es, qué es y cuál es (entre todas las cosas que com­ matismo. Tanto la doctrina del «hum anism o» de Schiller
parten el mismo qué) son extremos que solo pueden de­ como los «Estudios en teoría lógica» de Dewey y mi pro­
terminarse recurriendo al método pragm ático. El «cuál» pio «em pirism o radical» presuponen esta noción general
significa una posibilidad de señalar, o de aislar de otro de la verdad com o «funcional», ya sea de form a actual o
m odo el objeto especial; el «qué» significa una elección concebible. Pero la enmarcan com o un detalle más dentro
por nuestra parte de un aspecto esencial del objeto a tra­ de teorías m ás am plias que pretenden en último término
vés del cual concebirlo (lo cual es siempre relativo a lo determinar la noción de aquello en que consiste en gene­
que Dewey llama nuestra propia «situación»); y el «que» ral la «realidad», en su constitución y naturaleza últimas.
significa la asunción por nuestra parte de una actitud de
creencia, una actitud de reconocer una realidad. Es in­
dispensable aludir a estas posibilidades funcionales para
comprender lo que significa la palabra «verdadero» apli­
cada a una afirmación. En caso contrario, tanto el sujeto
com o el objeto de la relación cognitiva quedan flotando,
sin duda en el mismo universo, pero de forma vaga e ig­
norante y sin ningún contacto o mediación entre ellos.
X
L a e x is t e n c ia d e J u l io C ésa r 1

Mi concepción de la verdad es puramente lógica y no se


refiere más que a su definición. Sostengo que no es posi­
ble decir lo que significa la palabra «verdad», en cuanto
aplicada a un enunciado, sin invocar el concepto de las
posibilidades funcionales de dicho enunciado.
A sum am os, para fijar nuestras ideas, un universo com ­
puesto únicamente por dos cosas: el César imperial muer­
to y convertido en polvo, y yo, diciendo «C ésar existió
realmente». La mayoría de personas dirían ingenuamen­
te que la afirmación es, pues, verdadera, y que por una
suerte de actio in distans había establecido una relación
directa con el otro hecho.
Pero ¿acaso mis palabras han denotado con tanta
certeza a ese C ésar? ¿O connotado con tanta certeza sus
atributos individuales? Para dar la medida com pleta de
lo que el epíteto «verdadero» puede significar idealm en­
te, mi pensam iento debería establecer una relación di­
recta, totalm ente determ inada y sin am bigüedades, con
su objeto propio y particular. Pero en el universo ultra-
sencillo im aginado, tal referencia no queda certificada.
Si hubiera dos C ésares, no sabríam os de cuál estábam os
hablando. L as condiciones de verdad parecen pues in-

1. Publicada originalmente bajo el título «Truth versus Truthfulness» [ Verdad


frente a veracidad] en Journal o f Philosophy.
W ILLIAM (AMES 183
182 LA EXISTENCIA DE JU L IO CÉSAR

com pletas en este universo de discurso, lo que obliga a exam inando, así com o hechos subsiguientes al mismo; y
am pliarlo. esta circunstancia, com binada con el empleo vulgar de los
Los trascendentalistas lo amplían invocando una men­ términos «verdad» y «hecho» com o si fueran sinónimos,
te absoluta capaz de correlacionar soberanamente todos deja abierta mi concepción a malentendidos. «¿C óm o es
los hechos, en la medida en que los contiene todos. Si está posible — se pregunta confusamente— que la existencia
en la intención de tal mente que mi enunciado se refiera del César, una verdad que tiene ya 2000 años de historia,
a tal César específico, y que los atributos que tengo en dependa para su verdad de algo que ha de ocurrir aho­
mente signifiquen sus atributos, tal intención basta para ra? ¿Cóm o puede mi reconocimiento de la misma hacerse
hacer verdadero mi enunciado. verdad en virtud del propio reconocimiento? Los efectos
Yo por mi parte am plío el universo admitiendo una pueden ciertamente confirmar mi creencia, pero la creen­
serie de intermediarios finitos entre los dos hechos ori­ cia era ya verdadera por el hecho de que el César existió
ginales. El César tuvo efectos y mi afirmación los tiene realmente.»
también; y si tales efectos están de algún m odo en con­ Sea, pues si no hubiera ningún César, no podría ha­
sonancia entre sí, obtenemos un medio y un fundamento ber naturalmente ninguna verdad positiva acerca de él.
concretos para una relación cognitiva determinada que Pero sigue siendo necesario distinguir entre «verdadero»
com o pura actio in distans parecía flotar en una vague­ en cuanto positiva y completamente establecido como
dad e ininteligibilidad excesivas. tal, y «verdadero» en cuanto establecido sólo de forma
El César real, por ejemplo, escribió un manuscrito del «práctica», elíptica y por cortesía, en el sentido de no ser
que veo una reimpresión real y digo: «El César al que me positivamente irrelevante o falso. Y es preciso recordar
refiero es el autor de eso». Las operaciones funcionales de también que el hecho de la existencia pretérita del César
mi pensamiento determinan de este modo más plenamente puede volver falso o irrelevante un enunciado presente,
tanto su significado denotativo como connotativo. Ahora del mismo m odo que puede volverlo verdadero, y que
ya no se define como irrelevante en relación con el César en ninguno de estos casos tiene por qué alterarse en sí
real, ni como falso en relación con lo que sugiere de él. La misma. Una vez dado el hecho, que se den también la
mente absoluta, al verme avanzar hacia el César a través de verdad, la falsedad o la irrelevancia del enunciado depen­
estos intermediarios cósmicos, podría muy bien decir: «Ta­ de de algo que procede del enunciado en sí. La tesis del
les operaciones no hacen más que especificar en detalle lo pragm atism o es que no es posible definir adecuadamente
que yo mismo quería decir al declarar verdadera la afirma­ este algo si se deja fuera de la descripción la noción de
ción. Decreto que la relación cognitiva entre los dos hechos las posibilidades funcionales de la afirmación. D ado que
originales signifique que tal cadena concreta de intermedia­ la verdad significa concordancia con la realidad, el modo
rios existe o puede existir.» de esta concordancia es un problema práctico que sólo
Sin em bargo, la cadena contiene hechos previos al puede resolver el término subjetivo de la relación.
enunciado cuyas condiciones lógicas de verdad estamos
LA EXISTEN CIA DE JU LIO CÉSAR

N o t a : Este artículo iba seguido originalmente por un


par de párrafos de conciliación con la oposición intelec-
tualista. Puesto que tanto aprecio tenéis por la palabra
«verdad», y tanto desprecio por las posibilidades fun­
cionales concretas de vuestras ideas, decía yo, conser­
vad la palabra «verdad» para la relación saltatoria e XI
incomprensible que tanto os preocupa, y de los pensa­ El. A B SO L U T O Y LA V IDA E N É R G IC A 1
mientos que conocen sus objetos en un sentido inteligi­
ble diré que son «veraces» [truthfuí].
Como ocurre con la mayoría de ofrecimientos, el mío
fue desdeñado, de modo que lo retiro, arrepentido de En el Journal del 15 de agosto, el profesor W.A. Brown
mi generosidad. En un libro reciente, el profesor Pratt aprueba mi pragm atism o por conceder que la creencia en
llama «verdad» a cualquier estado objetivo de hechos, el absoluto puede dar unas vacaciones al espíritu, pero
y utiliza la palabra «verdadez« en el sentido de «ver­ me echa en cara lo pobre de esta concesión y muestra con
dad», tal como yo propongo. El señor Hawtrey (véase
abajo, página 222), utiliza la palabra «corrección» en ejemplos sorprendentes el poder que puede llegar a tener
el mismo sentido. Más allá de lo indeseables que son esta misma creencia para promover la vida enérgica.
en general los vocabularios ambiguos, toda esperanza N o tengo ninguna crítica que oponer a su excelente
estará perdida si la palabra «verdad» es despojada ofi­ artículo, pero sí me gustaría explicar por qué las «v a­
cialmente de su estatus de propiedad de nuestras creen­
caciones m orales» fueron el único don del absoluto que
cias y opiniones, para ser reconocida como un sinónimo
técnico de «hecho». quise subrayar. El objeto principal de mis conferencias
era contrastar la creencia de que el mundo está todavía en
proceso de construcción con la creencia de que hay una
edición «eterna» del mismo ya lista y completa. M i pro­
pio pragm atism o se inclinaba por la primera creencia, de
carácter «pluralista». Am bas creencias confirman nues­
tras actitudes enérgicas. El pluralism o de hecho las exige,
pues hace depender la salvación del mundo de la energi-
zación de sus partes, entre las que figuramos nosotros. El
monismo las permite también, pues podem os justificar
por adelantado incluso las más furiosamente enérgicas de
nuestras actitudes pensando que habrán sido expresiones
de la vida perfecta del absoluto. Escapar a nuestras per-

1. Reimpreso de Journal o f Philosophy, etc., 1906.


W ILLIA M )A M ES 187
186 EL ABSOLUTO Y LA VID A ENÉRGICA

En la últim a conferencia de mi libro ad m itía h o n e sta­


cepciones finitas apelando a la concepción del todo eter­
mente esta inferioridad del p lu ralism o . Sim plem ente c a ­
no permite consagrar en realidad cualquier tendencia. El
rece de la p rofu n d a indiferencia del ab so lu tism o , razón
absoluto no dicta nada, al contrario, sanciona cualquier
por la cual d efrau d ará inevitablem ente a m u ch as a lm a s
cosa una vez se ha producido, pues todo aquello que se
enferm as, las cuales en con trarán sin d u d a c o n su elo en
presente tendrá que ser considerado parte integral de la
el absolu tism o. N o parece, p ues, una táctica d e m a sia d o
perfección del universo. El absoluto permite, pues, tan­
acertada por parte de los ab so lu tistas restar im p o rtan cia
to el quietismo com o el arrebato. Quienes tengan ten­
a esta ventaja. L as n ecesidades de las alm as en ferm as son
dencia a la inercia pueden abandonarse a su resignada
sin duda las m ás urgentes, y los creyentes en el a b so lu to
pasividad; quienes posean un exceso de energía pueden
deberían incluir entre los m ayores m éritos de su filo so fía
dejarse llevar aún más por ella. La historia muestra que
su especial cap acid ad de resp on d er a ellas.
tanto quietistas com o fanáticos han tom ado inspiración
El pragm atism o o p lu ralism o que defiendo no puede
del modelo absolutista con la misma facilidad. Vale tanto
menos que asu m ir una cierta dureza últim a, una cierta
para almas enfermas com o para alm as enérgicas.
disposición a vivir sin segu ridad es ni g a ra n tía s. P ara las
N o puede decirse lo mismo del pluralism o. Su mun­
mentes d isp u estas a vivir de acu erd o con p o sib ilid ad e s y
do es siempre vulnerable, pues cualquiera de sus partes
no certezas, la religión qu ietista, segu ra de la salv ació n en
puede irse al traste; y al no contar con la garantía de nin­
cualquier caso, tiene un regusto a m olicie d egen erad a que
guna edición «eterna» de sí mism o, sus partisanos siem­
le hizo gan arse cierta an tip atía incluso dentro de la Igle­
pre deben sentirse inseguros en alguna medida. Si como
sia. ¿A caso alguien puede decir quién está en lo cierto?
pluralistas nos concedemos unas vacaciones m orales, no
En el m arco de la religión, la em oción puede m uy bien
pueden ser más que una parada provisional para tomar
aliento, dirigida a recuperar fuerzas para el com bate de ser tiránica; pero la filosofía debe p rem iar la em oció n que
mejor se alia con el edificio com p leto y la tendencia gen e­
mañana. Esto constituye una inferioridad permanente del
pluralismo desde el punto de vista pragm ático. N o ofrece ral de las verdades dispon ibles. D esde mi p u n to de v ista,
ningún mensaje salvador para las alm as incurablemente tal prem io correspon de a la em oción de tip o m ás en érgi­
enfermas. El absolutism o, en cam bio, sí incluye este men­ co; pero debo adm itir que su in cap acid ad p a ra estim u lar
saje, y es el único modelo que lo incluye necesariamen­ raptos quietistas es una grave deficiencia de la filo so fía
te. En ello reside su principal superioridad y es la fuente pluralista que p rofeso.
de su fuerza religiosa. Esa es la razón por la que, en mi
deseo de hacerle justicia, di tanto valor a su capacidad
de conceder unas vacaciones morales. Sus cualidades en
este terreno son únicas, mientras que sus afinidades con
la vida enérgica son menos acusadas que las del modelo
pluralista.
X II

El p r a g m a t is m o s e g ú n e l p r o f e s o r H f .b f .r t 1

El profesor M arcel Hébert es un pensador singularmente


erudito y liberal (antiguo sacerdote católico, según tengo
entendido) y un escritor inusualmente directo y claro. Su
libro Le Divin es uno de los repasos más competentes
de la filosofía religiosa en general que se han publicado
en los últimos años; y en el librito cuyo título figura más
arriba tal vez haya hecho m ás esfuerzos para no ser in­
justo con el pragm atism o que ninguno de sus numerosos
críticos. Sin em bargo, el malentendido habitual y fatal
respecto a las intenciones de partida del pragm atism o vi­
cia toda su exposición y su crítica. Su texto me parece
un buen gancho, por decirlo así, en el que colgar otro
intento más de explicarle al lector qué significa realmente
la concepción pragm atista de la verdad.
M . Hébert entiende que significa lo mismo que piensa
la m ayoría de la gente, a saber, la doctrina de que cual­
quier cosa que demuestre ser subjetivamente conveniente
en el terreno de pensamiento es «verdadera» en un sen­
tido absoluto y sin restricciones, ya corresponda a un es­
tado objetivo de cosas externo a nuestro pensamiento o
no. Asumiendo que tal es la tesis pragm atista, M. Hébert

1. Reimpresión de una recensión de Le Pragmatisme et ses Diverses Formes


Anglo-Americaines, de Marcel Hebert (Paris: Librairie critique Emile Nourry.
1908. pp. 105.), publicada el 3 de diciembre de 1908 en Journ al o f Philosophy.
190 EL PRAGM ATISM O SEGÚ N EL PRO FESO R HÉBERT WILLIAM IAMES 191

se explaya en su crítica. Un pensamiento que demuestre más para referirse a la satisfacción de las tendencias im­
ser conveniente en este sentido puede tener toda clase de pulsivas. El propietario de un cuadro atribuido a Corot
valores para el pensador, dice, pero no posee por ello nin­ se inquieta cuando su autenticidad es puesta en duda.
gún valor cognitivo, ningún valor representativo, ningún Com prueba su origen y se tranquiliza. Pero su inquietud
valeur de connaissance proprement dite ; y siempre que no vuelve falsa la proposición de que Corot fue realmen­
existe un grado elevado de utilidad general, este deriva te el pintor, del mismo m odo que su tranquilidad no la
de su valor previo com o representación correcta de obje­ vuelve verdadera. El pragm atism o, que según M. Hébert
tos independientes que poseen una influencia importante sostiene que nuestros sentimientos definen la verdad y la
sobre nuestras vidas. Solo esta clase de representación falsedad, nos obligaría a concluir que nuestras mentes no
verdadera de las cosas nos permite cosechar frutos útiles. realizan ninguna función cognitiva genuina.
Pero los frutos son el resultado de la verdad, no la cons­ Esta interpretación subjetivista de nuestra posición
tituyen; por esa razón M . Hébert acusa al pragmatismo parece tener su origen en una frase que escribí en cierta
de decirlo todo acerca de la verdad excepto lo que esta ocasión (sin considerar necesario explicar que me refería
es esencialmente. Ciertamente admite que el mundo está a la cognición tom ada únicamente en su aspecto subjeti­
hecho de tal m odo que cuando los hombres poseen ideas vo), a saber, que a la larga lo verdadero es lo conveniente
verdaderas de las realidades se siguen de ello abundan­ en el terreno del pensamiento. Habiendo escrito previa­
tes consecuencias útiles, y pienso que ninguno de nues­ mente que la verdad significa «concordancia con la rea­
tros críticos ha m ostrado una sensibilidad tan concreta lidad», e insistido en que el aspecto principal de la con­
hacia la variedad de tales utilidades; a pesar de lo cual veniencia de cualquier opinión es su concordancia con el
reitera que estas utilidades tienen un carácter secundario, resto de verdades reconocidas, no im aginaba que pudiera
frente a nuestra insistencia en tratarlas com o primarias, dar pie a una lectura exclusivamente subjetivista de mis
así com o que la connaissance objective de la que extraen intenciones. La noción de referencia objetiva ocupaba mi
todo su ser es totalmente ignorada, excluida y destruida mente hasta tal punto que nunca soñé siquiera que mis
por nosotros. Es perfectamente posible, dice, que el valor oyentes pudieran olvidarse de ella; y la última acusación
utilitario y el valor estrictamente cognitivo de nuestras que esperaba oír era que al hablar de las ideas y sus sa­
ideas estén en perfecta armonía — de hecho, admite en tisfacciones estaba negando las realidades exteriores. Mi
general que tal arm onía existe— , pero ello no implica única sorpresa ahora es que mis críticos hayan juzgado
que sean lógicamente idénticos. Admite que los intereses, digno de refutación explícita a un personaje tan estúpido
los deseos y los impulsos subjetivos pueden incluso osten­ como el que debí parecer a sus ojos.
tar una «prim acía» activa en nuestra vida intelectual. La El objeto es para mí una parte tan integral de la reali­
cognición solo despierta bajo su estímulo y obedece a sus dad com o pueda serlo la idea. La verdad de la idea es una
indicaciones y objetivos; pero una vez despertada actúa relación de la misma con la realidad, del mismo modo
com o cognición objetiva y no es simplemente un nombre que lo son su fecha y su lugar. Las tres relaciones consisten
EL PRAGMATISM O SEG Ü N EL PR O FESO R HÉBERT W ILLIA M (A M ES 193
192

en una serie de partes intermedias del universo que pue­ Toda idea que tenga un hom bre opera ciertas con secu en ­
den ser catalogadas y asignadas en cada caso particular, y cias sobre él, ya sea en form a de accion es c o rp o rale s o de
que difieren en todas las instancias de verdad, al igual que otras ideas. A través de estas con secuen cias se m odifican
difieren las fechas y los lugares de todas ellas. las relaciones del hom bre con las realidades circun dantes.
La tesis pragm atista, tal com o la defendem os el doctor Se acerca a algu n as de ellas y se aleja de o tras, tiene unas
Schiller y yo — prefiero dejar que el profesor Dewey ha­ veces la sensación de que la idea ha fu n cion ad o sa tisfa c ­
ble por sí mismo— , es que la relación llam ada «verdad» toriam ente, y o tras veces que no. L a idea le ha p u esto en
es definible en términos concretos. El nuestro es el único contacto con algo acorde con su intención, o no.
intento articulado en este terreno de decir positivamente Este algo es el objeto del hom bre, prim ariam en te.
en qué consiste actualmente la verdad. Quienes nos de­ Puesto que las únicas realidades de las que p o d em o s h a­
nuncian no tienen literalmente ninguna alternativa que blar son objetos de creencia , cu an do el p rag m atista dice
oponer a ella. Para ellos, cuando una idea es verdadera, la p alabra «rea lid a d » se refiere en prim era instan cia a lo
es verdadera, y ahí termina el asunto; la palabra «ver­ que pueda co n tar com o tal a o jo s del h o m b re m ism o ,
dadero» es por tanto indefinible. La relación de la idea lo que este cree en cad a m om ento que es tal realid ad . A
verdadera con su objeto, siendo única de acuerdo con veces la realidad es una presencia sensible con creta. La
su concepción, no puede expresarse en términos de nada idea en cuestión puede consistir, p o r ejem plo, en que una
distinto a ella, y solo su enunciación permite a los de­ cierta puerta da a una habitación donde se puede co m p rar
más reconocerla y comprenderla. Es también invariable un vaso de cerveza. Si abrir la puerta nos lleva a la visión
y universal, la misma en todas las instancias particulares y a la degustación de cerveza, el hom bre dice que la idea
de verdad, por más diversas que puedan ser las ideas, las es verdadera. Pero su idea puede con sistir tam bién en una
realidades y las demás relaciones que existan entre ellas. relación abstracta, p on gam o s que entre los lad o s y la hi­
Nuestro enfoque pragm atista, por el contrario, sostiene potenusa de un triángulo, una relación que, p o r su p u esto ,
que la relación veritativa es una relación experimenta ble es tan real com o el vaso de cerveza. Si la idea de tal re­
de forma definida, luego susceptible de ser descrita ade­ lación le lleva a d ibu jar líneas au xiliares y a c o m p ararlas
más de nombrada; una relación que no es única por na­ entre sí, es posible que la percepción de una ig u ald ad tras
turaleza, ni tam poco invariable ni universal. Decimos que otra le lleve finalmente a ver la relación, con una visión
la relación con el objeto que hace verdadera a una idea tan particular y directa com o lo fuera la degu stació n de
en cada caso particular se encarna en los detalles interme­ la cerveza. En tal caso , dice que esa idea tam bién es ver­
dios de la realidad que llevan hasta el objeto, los cuales dadera. En to d o s estos c aso s, su idea le ha a p ro x im a d o a
varían en cada caso, y que en cada caso pueden rastrearse una realidad que en aquel m om en to le ha p arecid o que
de forma concreta. La cadena de operaciones funcionales verificaba exactam ente la idea. C ad a realid ad verifica y
que pone en marcha una opinión constituye la v e rd a d , valida únicam ente su p ropia idea; y en c ad a c a so la veri­
la falsedad o la irrelevancia de la opinión, según el c a s o . ficación consiste en las consecuencias en últim o térm ino
194 EL PRAGMATISM O SEG Ú N EL PROFESOR HÉBERT W ILLIAM (AMES 195

satisfactorias, ya sean mentales o físicas, que la idea fue ¿C óm o es posible, pues, que nuestros críticos nos acu­
capaz de producir. Estas «operaciones funcionales» di­ sen tan unánimemente de subjetivismo, de negar la exis­
fieren en cada instancia particular, nunca trascienden la tencia de la realidad? La razón, pienso, es el necesario
experiencia, consisten en particulares, ya sean mentales predominio del lenguaje subjetivo en nuestro análisis.
o sensibles, y admiten una descripción concreta en cada Por más independientes y eyectivas que sean las realida­
caso individual. Los pragm atistas no consiguen ver qué des, solo podem os hablar de ellas com o otros tantos o b ­
significado puede tener que alguien llame verdadera a una jetos de creencia al formular nuestras descripciones de la
idea, a menos que signifique que entre ella como terminus verdad. Pero el proceso de la experiencia lleva a los hom­
a quo en la mente de alguien y alguna realidad particular bres a reemplazar continuamente sus objetos anteriores
com o terminus ad quem se dan o podrían darse esta clase por nuevos objetos en los que les resulta más satisfactorio
de operaciones intermedias. La dirección que toman estas creer, de modo que la noción de una realidad absoluta
operaciones constituye la referencia de la idea a tal reali­ surge inevitablemente com o grenzbegriff [concepto-lími­
dad, su carácter satisfactorio constituye su adaptación a te] de un objeto que nunca será reem plazado por otro, y
ellos, y am bas cosas juntamente constituyen la «verdad» la creencia en el cual será endgueltig [definitiva]. En este
de la idea para su poseedor. A falta de tales porciones in­ sentido, a nivel cognitivo vivimos de acuerdo con una
termedias de experiencia real concreta, el pragmatista no especie de regla de tres: del mismo modo que nuestros
ve materiales a partir de los cuales construir la relación conceptos privados representan los objetos sensibles a los
adaptativa llam ada verdad. que nos llevan (los cuales son realidades públicas inde­
La posición antipragm atista es que las operaciones no pendientes del individuo), estas realidades sensibles
son m ás que evidencias de la presencia previa e inherente pueden representar a su vez realidades de orden hiper-
de la verdad en la idea, y que cabría borrar de la existen­ sensible, com o los electrones, la materia mental, Dios y
cia la posibilidad misma de estas operaciones y la verdad demás (los cuales poseen una existencia independiente de
de la idea seguiría siendo tan sólida com o siempre. Pero todos los pensadores humanos). La idea de tales realida­
es claro que esto no es una teoría de la verdad que pueda des últimas, el conocimiento de las cuales sería la verdad
oponerse a la nuestra. Es la renuncia a cualquier teoría absoluta, es un producto subsidiario de nuestra experien­
articulada. N o es m ás que la reivindicación del derecho a cia cognitiva al que no escapan ni los pragm atistas ni los
llam ar verdaderas a ciertas ideas en cualquier caso; a eso antipragm atistas. Constituyen un postulado regulativo
me refería antes cuando decía que los antipragmatistas inevitable para el pensamiento de todos. Nuestra idea de
no ofrecen ninguna alternativa real y que nuestra des­ los mismos es la más abundantemente sugerida y satis­
cripción es literalmente la única teoría positiva existente. fecha de todas nuestras creencias, la última en caer bajo
¿Qué significado puede tener la verdad de una idea, sal­ la duda. La diferencia es que nuestros críticos usan esta
vo su poder para adaptarnos mental o físicamente a una creencia com o paradigm a exclusivo y acusan a cualquiera
realidad? que hable de realidades humanas de negar toda legitimidad
196 EL PRAGM ATISM O SEG Ú N EL PROFESOR HÉBERT W ILLIAM JAMES 197

a la idea de una realidad «en sí». Y sin em bargo la rea­ intelectuales, pero sea cual sea la naturaleza de las satis­
lidad en sí, en la medida en que ellos mismos hablan de facciones, ya sean intelectuales o patrim oniales, pertene­
ella , no es más que un objeto humano: ellos la postulan cen al aspecto subjetivo de la relación veritativa. En estas
tanto com o la postulam os nosotros, y si nosotros somos satisfacciones se fundan nuestras creencias; estas creen­
subjetivistas ellos no lo son menos. Las realidades en sí cias se refieren a realidades; si las realidades no están ahí,
mismas pueden estar ahí fuera para cualquiera, ya sea nuestras creencias son falsas; pero si las realidades están
pragm atista o antipragm atista, a condición únicamente ahí, los pragm atistas no logran imaginar cóm o pueden
de que crea en ellas; a su vez, la creencia en ellas se apo­ llegar a ser conocidas si no son previamente creídas; o
ya únicamente en que sus nociones parecen verdaderas, cóm o pueden llegar a ser creídas si no es porque tenga­
y sus nociones parecen verdaderas únicamente porque mos previamente ideas de ellas que funcionan satisfacto­
funcionan de forma satisfactoria. M ás específicamente, riamente. Tam poco logran imaginar qué es lo que vuelve
satisfactoria para los fines particulares del pensador. Nin­ más creíble la certeza dogm ática, «ipse dixit», de los anti­
guna idea es la idea verdadera de nada. ¿Quién posee la pragm atistas acerca de la realidad, que la convicción ba­
idea verdadera del absoluto? O por retomar el ejemplo sada en verificaciones concretas de los pragm atistas. M.
de M. Hébert: ¿cuál es la idea verdadera de un cuadro Hébert probablemente estará de acuerdo con todo esto,
propiedad de usted? Sin duda, la idea que responde más así form ulado, de m odo que no logro ver en qué consiste
satisfactoriam ente a sus intereses actuales. Esos intere­ nuestra inferioridad respecto a él en la cuestión de la con-
ses pueden ser la ubicación del cuadro, su antigüedad, naissance proprement díte.
su «ton o », su tema, sus dimensiones, su autoría, su pre­
cio, su mérito, etc. Si la autoría de Corot fuera puesta Algunos lectores dirán que aunque yo tal vez pueda
en duda, lo que satisfaría el interés despertado en usted creer en las realidades externas a nuestras ideas, el doc­
en aquel momento sería ver confirmada su pretensión de tor Schiller en todo caso no cree en ellas. Se trata de un
poseer un Corot; pero si la suya es una mente humana gran malentendido, pues la doctrina de Schiller y la mía
normal, llamarlo meramente un C orot no satisfará otras son idénticas, solo que nuestras exposiciones de la mis­
pretensiones de su mente en aquel mismo momento. Para ma siguen direcciones distintas. Él empieza por el polo
satisfacer a estas , lo que descubra acerca del cuadro debe subjetivo de la cadena, el individuo con sus creencias,
encajar limpiamente con su conocimiento del resto del com o el fenómeno m ás concreto e inmediatamente dado.
sistema de realidad del que form ó parte el C orot real. «Un individuo afirma que su creencia es verdadera»,
M . Hébert nos acusa de sostener que las satisfacciones dice Schiller, «pero ¿qué entiende por verdadera, y cóm o
patrim oniales por sí solas bastan para hacer verdadera su prueba su afirm ación?» Estas preguntas nos introducen
creencia y que, por lo que a nosotros respecta, no hacía en una investigación psicológica. Ser verdadero, para ese
falta que existiera ningún C orot real. N o tengo idea de individuo , significa al parecer funcionar satisfactoria­
por qué nos habrían de estar vetadas las satisfacciones mente para él; pero ni el funcionamiento ni la satisfacción
198 EL PRAGMATISM O SEG Ú N EL PROFESOR HÉBERT WILLIAM JAMES 199

admiten una descripción en términos universales, pues idea del otro hombre le lleva no solo a creer que la rea­
varían entre un caso y otro. Lo que funciona es verdad lidad está ahí, sino a usarla com o sustituto temporal de
y representa una realidad para el individuo implicado. esa realidad, permitiendo que suscite en él pensamientos
Si el individuo es infalible, la realidad está «realmente» y actos adaptativos parecidos a los que suscitaría la rea­
allí; si se equivoca, no está allí, o no com o él la piensa. lidad misma, entonces es verdadera en el único sentido
Todos creemos cuando nuestras ideas funcionan de for­ inteligible, verdadera por sus consecuencias particulares,
ma satisfactoria; pero no sabem os todavía quién de no­ y verdadera tanto para él com o para mí.
sotros es infalible, de m odo que el problem a de la verdad Mi versión tiene más de definición lógica; la de Schiller
y el problema del error son ebenbürtig [equivalentes] y tiene más de descripción psicológica. Ambas tratan acer­
se plantean en las m ism as situaciones. Schiller permane­ ca de una experiencia absolutam ente idéntica, solo que
ce al lado del individuo falible y trata únicamente acerca explorada en sentidos opuestos.
de la «realidad para él», razón por la cual muchos de sus Tal vez estas explicaciones satisfagan a M . Hébert,
lectores tienen la impresión de que ignora enteramente la cuyo librito, aparte de la falsa acusación de subjetivismo,
«realidad en sí». Pero eso es porque sólo pretende decir­ ofrece una descripción razonablemente instructiva de la
nos cóm o se llega a las verdades, no cuál será el conteni­ epistemología pragm atista.
do de esas verdades una vez alcanzado. Es posible que la
creencia en realidades transubjetivas sea la más verdade­
ra de todas. Ciertamente parece la m ás verdadera, pues
ninguna creencia rival es tan notoriamente satisfactoria,
y es muy probable que el doctor Schiller crea también en
ellas; pero no necesita profesar esa creencia para su pro­
pósito inmediato. M enos aún está obligado a asumirla
por adelantado com o base de su discusión.
A la vista de la actitud de los críticos, yo adopto una
táctica distinta. Parto del polo del objeto de la cadena
idea-realidad y lo sigo en dirección opuesta a la seguida
por Schiller. Anticipando los resultados de los procesos
verificadores generales de la hum anidad, parto de la no­
ción abstracta de una realidad objetiva. La postulo y pre­
gunto por mi cuenta, ofreciéndome como garante de esta
realidad , ¿qué podría convertir la idea de la realidad de
otro hombre en verdadera tanto para él com o para mí? Y
no llego a ninguna respuesta distinta a la de Schiller. Si la
XIII
A b s t r a c c io n is m o y «R e l a t iv is m u s »

Los conceptos abstractos, com o la elasticidad, el volu­


men o la desconexión, son aspectos salientes de nuestras
experiencias concretas que nos resulta útil destacar. Útil
porque nos recuerdan otras cosas que presentan esos m is­
mos aspectos, y si tales aspectos conllevan consecuencias
en esas otras cosas, podem os volver a las prim eras espe­
rando que se reproduzcan esas mismas consecuencias.
Cualquier ayuda en la anticipación de consecuencias
es siempre una ganancia, y siendo esta la clase de ayuda
que nos ofrecen los conceptos abstractos es obvio que
solo cumplen su cometido cuando volvemos a sumer­
girnos gracias a ellos en el mundo de los particulares,
conservando aquellas consecuencias en la mente, y en­
riquecemos de este modo nuestra noción de los objetos
originales.
Sin conceptos abstractos que nos ayuden a gestionar
los particulares encontrados en la percepción, som os
com o hombres saltando a la pata coja. Cuando usam os
conceptos adem ás de particulares, nos convertimos en
bípedos. Lanzam os nuestro concepto por delante, pes­
cam os una consecuencia, enganchamos la cuerda a ella
y extraem os una percepción, todo lo cual nos permite
viajar dando saltos por la superficie de la vida, a mucha
más velocidad de la que alcanzaríam os si simplemente
tratáram os de abrirnos camino en la espesura de los par-
202 A B STR A C C IO N ISM O Y ‘ RELATIVISMUS’ WILLIAM (AMES 203

ticulares tal com o la casualidad quiso que llovieran sobre en función del punto de vista del hombre que la sostiene.
nosotros. Los animales no tienen m ás remedio que hacer Creo que el abuso perverso de la función abstractiva en la
esto, pero los hombres sacan la cabeza por encima de manera de tratar estas doctrinas ha llevado a mis críticos
esa espesura y respiran libremente en el aire conceptual a construir argumentos falsos, y a sus lectores a extraer
superior. conclusiones falsas también. En la medida en que esté en
Resulta fácil comprender la inmensa estima que pro­ mi mano, me gustaría tratar de reconducir la situación
fesan todos los filósofos por el pensamiento conceptual. con algunas observaciones.
Desde los tiempos de Platón se ha dicho que son nuestra Permítanme dar el nombre de «abstraccionism o vi­
única avenida hacia la verdad esencial. Los conceptos son cioso» a la forma de emplear los conceptos que podría
universales, inmutables, puros; sus relaciones son eter­ describirse del siguiente m odo: concebimos una situación
nas; son espirituales, mientras que los particulares con­ concreta al resaltar algún aspecto destacado o im portan­
cretos que nos ayudan a manejar están corrom pidos por te de ella y la clasificam os de acuerdo con él; luego, en lu­
la carne. Son pues preciosos en sí m ismos, más allá de su gar de añadir a sus rasgos previos todas las consecuencias
uso original, y confieren una nueva dignidad a la vida. positivas de la nueva forma de concebirlo, optam os por
N o hay nada que reprochar a este sentimiento hacia utilizar nuestro concepto de forma privativa y reducimos
los conceptos, mientras la admiración no termine en­
un fenómeno originalmente rico a las meras sugerencias
gullendo y echando a perder su función original. Dicha
de aquel nombre abstracto, tratándolo com o si no fuera
función es por supuesto extender mentalmente nuestras
«nada m ás» que ese concepto y actuando com o si to­
experiencias del momento al añadirles las consecuencias
dos los dem ás aspectos entre los cuales hemos abstraí­
concebidas; pero por desgracia los filósofos no solo olvi­
do el concepto hubieran desaparecido.1 Aplicada de este
dan dem asiado a menudo esa función en sus razonam ien­
modo, la abstracción se convierte más en un obstáculo
tos, sino que muchas veces la transform an en su opuesto,
que en una ayuda para el pensamiento: mutila las cosas,
es decir, en un medio para reducir la experiencia original
por la vía de negar (implícita o explícitamente) todos sus crea obstáculos, descubre imposibilidades, y estoy con­
rasgos excepto el que hemos abstraído especialmente. vencido de que m ás de la mitad de los problem as que los
Esta es también una forma muy abstracta de formular metafísicos y los lógicos encuentran en las paradojas y
mi queja, y es necesario que la redima de su oscuridad los enredos dialécticos del universo pueden remontarse a
ofreciendo unos cuantos ejemplos de lo que quiero decir. este origen relativamente simple. Esto es, estoy convenci­
Algunas creencias muy valiosas para mí han sido some­ do de que el empleo viciosamente privativo de los rasgos
tidas por mis críticos a esta forma de abstracción vicio­
sa. Una de ellas es la que se conoce com o la «voluntad
de creer»; otra es el indeterminismo de ciertos futuros; 1. Ruego al lector que no confunda la falacia aquí descrita con inferencias
negativas legítimas como las que se realizan en el modo «celarent» de los libros
una tercera es la noción de que la verdad puede variar de lógica.
204 A B STR A C C IO N ISM O Y ‘ RELATIVISMUS' W ILLIAM JAMES 205

abstractos y de los nombres de clase es uno de los grandes ningún corte entre el pasado y el futuro. Un tren no deja
pecados originales de la mente racionalista. de ser el mismo tren, sus pasajeros los mismos pasajeros,
su inercia la misma inercia, sea cual sea la posición de la
Para dejar paso inmediatamente a los ejemplos con­ agujas que determinan la dirección que ha de tomar. Para
cretos, echemos una mirada a la creencia en la «liber­ el indeterminista hay siempre suficiente pasado para dar
tad », recientemente desarm ada con razones dudosas por razones a todos los diferentes futuros que cabe anticipar,
la hábil pluma del profesor Fullerton.2 ¿A qué se refiere y a más futuros aún que no anticipam os, de m odo que
un hombre corriente cuando dice que su voluntad es li­ cualquier futuro que venga se deslizará desde ese pasado
bre? Se refiere a que hay bifurcaciones en su vida en las tan cóm odamente com o lo hará el tren junto a la aguja.
que dos futuros le parecen igualmente posibles, pues am ­ El mundo, en pocas palabras, es tan continuo consigo
bos hunden igualmente sus raíces en su presente y en su mismo para los creyentes en la libertad com o para los
pasado. Ambos serían consistentes con sus motivos, su deterministas m ás rigurosos, solo que estos últimos son
carácter y sus circunstancias previas si llegaran a reali­ incapaces de creer en la existencia de bifurcaciones enten­
zarse, y no supondrían ninguna interrupción en las pul­ didas com o puntos donde se da un equilibrio realmente
saciones de su vida personal. Pero a veces es incompatible indiferente, o que contengan cam bios de vía que dirigen
con la naturaleza física que se den am bos conjuntamente, los movimientos existentes — y que lo hacen en ese punto
y entonces el observador ingenuo considera que ha rea­ únicamente, no antes— sin alterar su volumen total.
lizado una elección entre los dos en el presente, y que la L os determ inistas rigurosos piensan que, si existieran
cuestión de qué futuro va a hacerse realidad no se decidió tales puntos de indiferencia, el futuro y el p asad o esta­
en el origen del mundo sino que se decide en cada uno rían absolutam ente separados, pues tomada de forma
de esos momentos fugaces de los que parecen brotar los abstracta la palabra «indiferente» sugiere únicamente
hechos de forma viva, y en los que una posibilidad pare­ desconexión. Aquello que es indiferente no guarda rela­
ce girarse hacia un acto concreto y excluir de este modo ción con nada y está aislado de todo. Tomen ustedes el
todas las demás. término en su sentido escrito y com probarán, nos dicen,
Es muy posible que quien toma las cosas tal com o se le que si hubiera un solo punto de indiferencia en la ancha
presentan esté equivocado en este punto. Tal vez confunda avenida que va del p asad o al futuro, no podría haber
muchas veces su ignorancia privada de una predetermi­ ningún tipo de conexión entre ellos, ninguna inercia
nación existente con una auténtica indeterminación de lo continua, ningún pasajero idéntico, ninguna intención
que ha de ser. Sin em bargo, por muy imaginaria que pue­ ni agente en com ún, a uno y otro lado del cam bio de
da ser su visión de la situación, no parece que introduzca vía o de las agu jas que allí se m anipularan. Aquel lugar
sería una brecha insuperable.
Tal com o escribe señor Fullerton (las cursivas son
2. Popular Science Monthly , N. Y., vols, Lvm y ux. mías):
W ILLIAM IAMES 207
206 A B STR A C C IO N ISM O Y ‘ RELATIVISMUS’

«En la medida en que mi acción sea libre, cuestiones momento de la reorientación, el determinista abstrae este
com o lo que he sido, lo que soy, lo que siempre he hecho pequeño elemento de discontinuidad de las superabun­
o pretendido, lo que m ás intensamente deseo, lo que es­ dantes continuidades de los que está plagada la experien­
toy resuelto a hacer en este momento, no pueden guardar cia y cancela en su nombre todos sus aspectos conectivos.
más relación con su realización futura que si no existie­ En lo sucesivo, la elección significa para él desconexión
ran en absoluto... Se trata de una posibilidad temible, e pura y simple, una indeterminación previa en todos los
incluso el más ardiente de los defensores de la libertad me aspectos , razón por la cual una vida de elecciones ha de
perdonará sin duda — si contempla la situación con fran­ ser un caos delirante, en el que no tendría sentido tratar­
queza— por confiar en que, si soy libre, no lo sea dema­ nos com o el mismo hombre en dos momentos distintos.
siado, y por conservar una esperanza razonable en que Si Nerón hubiera sido «libre» en el momento de orde­
haya algún grado de consistencia en mi vida y mis accio­ nar el asesinato de su madre, nos asegura el señor Mc-
nes... Supongam os que he dado un dólar a un mendigo Taggart,4 nadie habría tenido derecho a llamarle por ello
ciego. ¿Puedo decir propiamente que he dado ese dinero, mala persona en otro momento, pues entonces sería un
si se trata de un acto libre? ¿Quiere eso decir que lo he Nerón absolutam ente distinto.
dado porque soy un hombre caritativo, etc., e tc .? ... ¿Qué Un polemista no debería dedicarse únicamente a
tiene que ver todo esto con los actos libres? En la medida destrozar a su víctima. Debería esforzarse un poco por
en que son libres, no deben estar condicionados por nin­ hacerle entender su error, tal vez no lo suficiente para
gún tipo de circunstancia antecedente, ya sea la miseria convertirle, pero sí para hacerle sentir mala conciencia
del mendigo o la piedad de quien pasa frente a él. Deben y restar energía a su defensa. Esta clase de caricaturas
carecer de causa, no estar determ inados por nada. De­ violentas de las creencias de los hombres solo despiertan
ben ser actos caídos del cielo, pues desde el momento en
en ellos desprecio por la incapacidad de sus autores para
que se pueda dar cuenta de ellos ya no son libres.»5
apreciar las situaciones de las que emergen los proble­
Dios me guarde de verme atrapado aquí en una con­
mas. Pretender que el carácter negativo de un elemento
troversia acerca de los pros y los contras de la cuestión
tom ado en abstracto anula todos los aspectos positivos
de la libertad en general; sólo trato de ilustrar el abstrac­
con los que coexiste no es form a de cam biar la perspecti­
cionismo vicioso en la conducta de uno de los adversarios
va de ningún indeterminista, aun cuando logre arrancar
de esta doctrina. Los momentos de bifurcación, tal como
cree experimentarlos el indeterminista, son momentos algunos aplausos de la galería.
tanto de reorientación com o de continuación. Pero vien­
do las dudas — el «o esto o lo o tro »— que acom pañan al Pasemos ahora a algunas críticas dirigidas contra la
«voluntad de creer» que sirven también para ejemplificar

3. Loe. Cit., vol. Lvm, pp. 189, 188. 4. Some D ogm as o f Religión , p. 179.
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208 A B STR A C C IO N ISM O Y “RELATIVISMUS"

el uso vicioso que se hace actualmente de la abstracción. a ningún lector acerca de su génesis en la mente del talen­
Quienes comprenden ciertas situaciones humanas en su toso autor. La humanidad está hecha siguiendo un patrón
concreción defienden el derecho a creer en cosas acerca dem asiado uniforme com o para que ninguno de nosotros
de cuya verdad no se dispone aún de pruebas objetivas. logre escapar con éxito a los actos de fe. Tenemos una
En esas situaciones la mente se enfrenta a alternativas visión muy viva de lo que cada perspectiva del universo
tan vastas que la evidencia plena para dem ostrar una u supondría para nosotros. Su idea nos reconforta o nos
otra no está disponible, y sin em bargo son tan importan­ produce escalofríos, y tales sentimientos recorren toda
tes que simplemente esperar a la obtención de la prueba nuestra naturaleza lógica y animan sus operaciones. N o
y dudar mientras dura la espera podría equivaler en un puede ser eso, sentimos; tiene que ser esto. Tiene que ser
sentido práctico a optar por el lado negativo. ¿Merece lo que debe ser, y debe ser esto; y luego buscam os cual­
la pena vivir? ¿H ay algún sentido detrás de todos estos quier razón, buena o m ala, para convertirlo en eso que
accidentes cósm icos? ¿H ay algo permanente que ganar a tan profundamente debe ser, para hacer que parezca lo
cam bio de tanto sufrimiento? ¿Es posible que haya una más probable objetivamente. Dem ostram os que los argu­
experiencia transm undana en el Ser, algo correspondiente mentos en contra son insuficientes, de m odo que podría
a una «cuarta dim ensión», capaz de com pensar en parte ser verdadero; extendemos su poder de apelación a toda
la zerrissenheit [fragmentación] de este mundo y hacer nuestra naturaleza, y no solo a una escuálida facultad de
que las cosas resulten más racionales de lo que parecen a prueba silogística. Lo reforzam os recordando la am plia­
primera vista, si tuviéram os acceso a ella? Esa es la clase ción de nuestro mundo que supuso la música, pensando
de preguntas frente a las cuales tenemos derecho a tomar en la prom esas que sugieren las puestas de sol y en los im­
partido en sentido práctico, defendemos algunos, mien­ pulsos que despiertan en nosotros los bosques vernales.
tras otros sostienen que hacer tal cosa es metodológica­ Y cuando el individuo arrastrado por el conjunto de esa
mente inadmisible y nos convocan a morir profesando experiencia dice finalmente «creo», la esencia que expre­
nuestra ignorancia y proclam ando el deber de todos y sa es la intensa concreción de su visión, la individualidad
cada uno de nosotros de negarnos a creer. de la hipótesis que tiene ante sí, y la com plejidad de los
N o diré nada acerca de la inconsistencia personal de diversos m otivos y percepciones concretos que le animan.
algunos de estos críticos, cuyas palabras impresas ofrecen Ved ahora cóm o trata el abstraccionista esta rica e
exquisitas ilustraciones de la voluntad de creer, a pesar intrincada visión de que cierto estado de cosas debe ser
de sus denuncias de la misma com o expresión y recomen­ cierto. Acusa al creyente de razonar de acuerdo con el
dación. El señor M cTaggart, que tom aré de nuevo como siguiente silogism o:
ejemplo, está convencido de que «la realidad es racional
y justa» y «destinada sub specie temporis a alcanzar el Todos los buenos deseos deben cumplirse;
bien perfecto»; su pretensión de que tal creencia es el re­ El deseo de creer en esta proposición es un buen deseo;
sultado de una necesidad lógica no ha engañado sin duda Ergo, esta proposición debe ser creída.
W ILLIAM (AMES 211
210 A B STR A C C IO N ISM O Y 'RELATIVISM US'

¿C óm o es posible que un autor tan perspicaz no vea


El abstraccionista sustituye el estado mental concreto del
creyente por esta abstracción, le atribuye su patente absur­ cuán lejos del blanco van todas sus flechas? El señor
didad y demuestra con la mayor facilidad que quienquiera M cTaggart, quien por su parte cree que el universo está
que le defienda debe ser el mayor estúpido que el mundo gobernado por la energía dialéctica de la idea absoluta, no
haya conocido. ¡Com o si algún creyente real hubiera segui­ vive su insistente deseo de que el mundo sea así com o un
do una línea tan ridicula de razonamiento, o como si algún ejemplo más del deseo en general, sino como una peculiar
defensor de la legitimidad de las formas concretas de razo­ pasión inspiradora a la que, al menos en este caso, sería
nar de los hombres hubiera usado alguna vez la premisa estúpido no ceder. Obedece a la singularidad concreta de
abstracta y general: «Todos los deseos deben cumplirse»! su deseo, no a su mero rasgo abstracto de ser un «deseo».
Sin embargo, el señor M cTaggart se dedica desde la sección Su situación es tan particular com o la de una actriz que
47 hasta la 57 del libro antes citado a refutar solemne y decide casarse y dejar el escenario, la de un sacerdote que
laboriosamente este silogismo. En ellas demuestra que no abandona los hábitos o el de un político que renuncia a la
existe ninguna conexión establecida en el diccionario entre vida pública. ¿Qué hombre razonable trataría de refutar
los conceptos abstractos «deseo», «bondad» y «realidad»; las decisiones concretas de tales personas remitiéndolas
e ignora todas las conexiones que el creyente siente y perci­ a premisas abstractas com o que «todas las actrices de­
be en el caso concreto, particular. A lo cual añade: ben casarse», «todos los clérigos deben dejar los hábitos»,
Cuando la realidad de una cosa es incierta, el argumento «todos los políticos deberían renunciar a sus cargos»? Y
nos anima a suponer que nuestra aprobación de una cosa sin em bargo esta es la clase de refutación que desarrolla
puede determinar su realidad. Y una vez establecida esta el señor M cTaggart a lo largo de muchas páginas de su
conexión impura, obtenemos la retribución correspondien­ libro, a pesar de su ineficacia a efectos de ganar conversos.
te. Pues cuando la realidad de la cosa se confirma de forma En lugar de nuestra abundancia de razones reales pone
independiente, debemos admitir que la realidad de la cosa una única y estrecha idea. En lugar de las probabilidades
debería determinar nuestra aprobación de la misma. Me reales ofrece una abstracción esquelética en la que ningún
resulta difícil imaginar una posición más degradada. hombre se ha sentido jam ás tentado de creer.
Uno se siente tentado de citar irónicamente la famosa En mi próxim o ejemplo la abstracción es menos sim­
equiparación hegeliana de lo real con lo racional en ho­ ple, pero sigue siendo igual de impotente com o arma
nor de su discípulo inglés, que termina su capítulo con las ofensiva. Los em piristas piensan que la verdad en general
heroicas palabras: se destila de las creencias de los hombres particulares; y
A aquellos que no rezan, todavía les queda la voluntad los llam ados pragm atistas «van un paso m ás allá» y tra­
de no dejar que ni el dolor de la muerte ni el dolor de la tan de definir en qué consiste ese proceso. Tal com o he
vida les empuje, mientras sus fuerzas se lo permitan, a explicado en otros lugares, consiste en un funcionamiento
buscar consuelo en lo que consideran falso, ni a negarse el por parte de las creencias que permite al hombre estable­
consuelo [¿la angustia?] de lo que consideran verdadero. cer relaciones satisfactorias con los objetos hacia los que
212 A B STR A C C IO N ISM O Y ‘ RELATIVISMUS" W ILLIAM )A M tS 213

dichas creencias apuntan. Tal funcionamiento consiste de tal verdad, ni siquiera en el sentido pragmático de una
por supuesto en un funcionamiento concreto dentro de la opinión ideal en la que todos los hombres pudieran po­
experiencia actual de seres hum anos, entre sus ideas, sen­ nerse de acuerdo y que ninguno deseara cambiar jam ás.
timientos, percepciones, creencias y actos, así com o entre A m bas acusaciones erran el blanco. Yo mism o, com o
las cosas físicas de su entorno, y las relaciones a las que pragm atista, creo en mi concepción de la verdad tan fir­
me refiero pueden ser tanto posibles com o actuales. En el memente com o pueda creer cualquier racionalista en la
capítulo dedicado a la verdad de mi libro Pragmatismo suya. Y creo en ella precisamente porque concibo esa
me esforcé por defender este enfoque con toda la energía idea de verdad que mis instruidos adversarios sostienen
de que fui capaz. Pero se han dado extraños malentendi­ que ningún pragm atista puede concebir. A saber, espero
dos entre sus enemigos, que han sido muchos. Entre los que cuanto m ás plenamente sea debatida y exam inada
ataques aparentemente más form idables a mi intento de mi concepción, tanto m ayor será el acuerdo en que enca­
introducir alguna concreción en nuestra idea de lo que ja y tanto menor el deseo de cam biarla. Sin duda cabe la
significa la verdad de una idea hay uno que se ha lanza­ posibilidad de que mi confianza sea prem atura y que la
do desde numerosos frentes, según el cual pretender que gloria de la verdad absoluta y final recaiga sobre alguna
la verdad crece en algún sentido a partir de la opinión revisión y corrección posterior de mi concepción, la cual
humana no es m ás que repetir la doctrina de Protágoras será, por tanto, juzgada com o falsa m ás adelante en la
de que el hombre es «la medida de todas las c o sas», una medida en que se aparte de esa form ulación finalmente
doctrina que, según la opinión unánime, Platón habría satisfactoria. Admitir, com o hacemos los pragm atistas,
liquidado definitivamente hace dos mil años en su inmor­ que nuestra concepción es susceptible de ser corregida
tal diálogo Teeteto. Los dos valedores más inteligentes (aun cuando no esperem os que lo sea) implica el uso por
de esta objeción, los profesores Rickert y Münsterberg, nuestra parte de un criterio ideal. A veces, los propios ra­
escriben en alem án5 y dan el nombre de «relativism us» a cionalistas son lo bastante escépticos a título individual
la herejía que se esfuerzan por proscribir. com o para adm itir la posibilidad abstracta de que sus
El primer paso en su cam paña contra el «relativism us» opiniones presentes sean en alguna medida corregibles y
es totalmente infundado. Acusan a los relativistas —y revisables, de m odo que no resulta fácil explicar por qué
nosotros los pragm atistas som os relativistas típicos— de la mera noción de un criterio absoluto es tan importante
adoptar unos principios que les despojan no solo del pri­ en su caso y tan poco en el nuestro. Sin duda, tendría
vilegio de todo filósofo racionalista de creer que sus pro­ la m ayor im portancia para ellos si adem ás de la noción
pios principios son la verdad absoluta e impersonal, sino de un criterio pudieran reclam ar su garantía exclusiva
de la posibilidad misma de form arse la noción abstracta para sus impugnaciones presentes. Pero los absolutistas
com o Rickert admiten abiertam ente la esterilidad de esta
5. El libro de Münsterberg acaba de publicarse en versión inglesa: The Eterna! noción, incluso en su caso. La verdad es lo que debemos
Valúes, Boston, 1909.
creer, dicen, aun cuando ningún hombre haya creído o
214 A B STR A C C IO N ISM O Y ‘ RELATIVISMUS’
W ILLIAM (AMES 215

vaya a creer jam ás en ello, y aun cuando no tengamos un conjunto ideal de formulaciones hacia el que cabe es­
form a de alcanzarla salvo los usuales m étodos empíri­ perar que todas las opiniones converjan. Con esta defi­
cos de contraste de nuestras opiniones entre sí y con los nición de la verdad absoluta no solo postula que existe
hechos. Desde un punto de vista pragm ático, pues, esta una tendencia hacia tal convergencia de opiniones orien­
parte del debate es ociosa. Ningún relativista que haya tada a un consenso último, sino que postula igualmente
cam inado sobre la faz de la Tierra6 ha negado el carác­ los demás factores de la definición, tom ándolos prestados
ter regulativo de su propia concepción de una verdad por anticipado de las conclusiones verdaderas que se es­
absoluta. Lo que cuestionan los relativistas es cualquier pera alcanzar. Postula la existencia de opiniones, postula
pretensión de haber descubierto en cualquier momento la experiencia que ha de filtrarla y la consistencia que tal
dado aquello en que consiste la verdad. Puesto que los experiencia exhibirá. Justifica tales asunciones diciendo
mejores absolutistas están de acuerdo en esto, y adm i­ que no son postulados en sentido estricto del término sino
ten que la proposición: «H ay una verdad absoluta» es la simples inducciones extraídas del pasado y extendidas al
única verdad absoluta de la que pueden estar seguros,7
futuro por analogía; e insiste en que la opinión humana
cualquier debate ulterior es trivial desde el punto de vista
ha alcanzado ya un equilibro bastante estable en relación
práctico, de m odo que podem os pasar al siguiente cargo.
con ellas, y que, si su futuro desarrollo no las altera, la
definición anterior, incluidos todos sus términos, formará
Este cargo es el que pone más en evidencia el abstrac­
parte de esa verdad absoluta por ella definida. En resu­
cionismo vicioso. Al postular una verdad absoluta, el an­
men, la hipótesis habrá cerrado con éxito el círculo y ha­
tipragm atista se niega a dar ninguna explicación de lo que
brá dem ostrado su capacidad de autocorroborarse.
puedan significar sus palabras. Para él son autoexplicati-
Sin em bargo, el antipragm atista la emprende inmedia­
vas. El pragm atista, por el contrario, define articulada­
tamente con la palabra «opinión», la abstrae del universo
mente su significado. La verdad absoluta, dice, significa
de la vida y la usa com o un puro sustantivo de dicciona­
rio para negar el resto de asunciones con las que coexiste.
6. Por supuesto, el espantajo que aparece en los libros de lógica bajo el nom­ El diccionario dice que una opinión es «lo que alguien
bre del «escéptico», ese que afirma dogmáticamente que ninguna afirmación, ni
siquiera la que está formulando en aquel momento, es verdadera, no es más que piensa o cree». Esta definición admite que la opinión pue­
un blanco artificial para la galería de tiro racionalista —si aciertas dará una vol­ da ser autógena, es decir, que no guarde relación con lo
tereta— por más que sea la única especie de relativista que mis colegas parecen que pueda pensar cualquier otro o con lo que pueda ser
capaces de imaginar.
7. Compárese con Rickert, Gegenstand der Krkentniss, pp. 137, 138. La ver­ la verdad. En consecuencia, prosigue nuestro abstraccio-
sión de Münsterberg de esta primera verdad es que «Es gibt eine Welt»; véase su nista, debemos concebirla com o esencialmente ajena a
Philosophie der Werte, pp. 38 y 74. En último término, ambos filósofos confiesan
que la verdad primaria cuya negación consideran tan irracional por nuestra parte tales relaciones, de modo que aun cuando mil millones
no es propiamente ninguna revelación, sino un dogma adoptado a voluntad y de hombres sostuvieran la misma opinión, y sólo uno di­
que cualquiera puede rechazar con sólo ignorarlo. Pero si todo se reduce a «Ia
voluntad de creer», ese privilegio corresponde tanto a los pragmatistas como a firiese de ella, no podríam os adm itir ninguna circuns­
sus críticos. tancia colateral que pudiera aumentar presuntivamente
A B STR A C C IO N ISM O Y "RELATIVISM US’ WILLIAM JAMES 217
216

la probabilidad de que fuera él, y no los demás, quien parte de tal sabiduría; y que cuanto más sistemática y
estuviera equivocado. La verdad, dicen, no se resuelve exhaustiva es tal com paración y ponderación de las opi­
contando cabezas, ni es otro nombre m ás para referirse niones, más verdaderas son probablemente las opiniones
al voto m ayoritario. Es una relación previa a la experien­ resultantes. Cuando el pragmatista habla de opiniones, lo
cia entre nuestras opiniones y un algo independiente que que tiene en mente son las opiniones tal como existen de
la descripción pragm atista ignora, una relación que, aun forma concreta, viva, interactiva y correlativa; y cuando
cuando las opiniones de los individuos pudieran negarla el antipragm atista trata de tumbarle porque la palabra
durante toda la eternidad, seguiría calificándolas como «opinión» también puede tom arse en sentido abstracto
falsas. H ablar de opiniones sin hacer referencia a este y fuera de todo contexto, simplemente ignora la base de
algo independiente, asegura el antipragm atista, es repre­ todo el debate. Sus arm as solo cortan el aire y nunca dan
sentar Ham let suprimiendo el papel de Hamlet. en el blanco. N adie sale herido en la guerra contra las
Pero cuando el pragm atista habla de opiniones, ¿aca­ caricaturas de creencias y los esqueletos de opiniones en
so se refiere a tales abstracciones aisladas e inmotivadas que consisten los ataques alemanes contra el «relativis-
com o las que se suponen aquí? Por supuesto que no, se m us». Sólo hay que negarse a usar la palabra «opinión»
refiere a las opiniones de los hombres de carne y hue­ en abstracto, mantenerla dentro de su contexto real, y el
so, tal com o las han forjado realmente por sí mismos, pragm atism o saldrá del enfrentamiento sin despeinarse.
unas opiniones rodeadas de sus fundamentos y de las in­ Que existen hombres que se aferran indebidamente a
fluencias que reciben y ejercen, y juntamente con todo el sus opiniones* es un hecho que lamentablemente es pre­
entorno de comunicaciones sociales de los que forman ciso admitir, sea cual sea la noción de verdad que uno
parte y de las que emergen a su vez. Es m ás, la «expe­ sostenga en general. Pero que este hecho vuelva imposible
riencia» que la definición pragm ática postula es ese algo que la verdad se desarrolle de forma viva y auténtica a par­
independiente que el antipragm atista le acusa de ignorar. tir de la opinión es algo que ningún crítico ha dem ostrado
Existe ya la opinión unánime entre los hombres de que aún. La verdad puede consistir perfectamente en ciertas
tal experiencia trata «de» una realidad independiente, opiniones, y ciertamente no consiste en otra cosa que en
cuya existencia deben reconocer todas nuestras opinio­ opiniones, aunque no toda opinión tiene por qué ser ver­
nes para ser ciertas. Existe ya el acuerdo de que a la larga dadera. Ningún pragm atista necesita afirmar dogmática­
es inútil resistir a la presión de la experiencia; que cuanta mente que el consenso de opinión futuro será correcto,
más experiencia tiene un hombre, m ás cerca está de la sólo necesita postular que probablemente contendrá más
verdad; que algunos hombres, por haber tenido m ás ex­ verdad que la opinión actual de cualquier persona.
periencia, poseen más autoridad que otros; que algunos
son también m ás inteligentes por naturaleza y m ás capa­
ces de interpretar su experiencia; que com parar observa­ * La letra del original es: «Que existen hombres '‘opinionated " , en el sentido
de que se aferran indebidamente a sus opiniones...». Como no hay un término
ciones, debatir y seguir la opinión de los mejores forma
equivalente en castellano, me ha parecido oportuno omitir esta mención. (N. del t.).
XIV
D os C R ÍT IC O S IN G L E SE S

El artículo del señor Bertrand Russell titulado «Verdad


tran satlán tica»1 posee toda la claridad, sutileza dialécti­
ca e ingenio que cabe esperar de su pluma, pero adopta
un punto de vista totalmente erróneo para interpretar
nuestra posición. Cuando decimos, por ejemplo, que una
proposición verdadera es aquella cuya creencia produ­
ce consecuencias buenas, asume que nos referimos a que
cualquiera que crea en la verdad de una proposición debe
haber esclarecido previamente que sus consecuencias son
buenas y que su creencia debe referirse primariamente
a este hecho. Lo cual es obviamente absurdo, pues tal
hecho es el contenido de una nueva proposición harto
distinta de la primera, adem ás de ser en general un he­
cho muy difícil de verificar, siendo «mucho m ás fácil»,
com o acertadamente dice el señor Russell, «resolver la
mera cuestión de hecho: “ ¿H an sido siempre infalibles
los p a p a s?” que resolver la cuestión de si los efectos de
considerarlos infalibles son buenas en conjunto».
N osotros, sin em bargo, no afirm am os nada tan tonto
com o lo que supone el señor Russell. N o convertimos las
buenas consecuencias en un signo, marca o criterio se­
guro a través del cual se establezca habitualmente la pre-

1. Albany Review, enero de 1908.


WILLIAM |AMES 221
220 D O S C R IT IC O S INGLESES

sencia de la verdad, aunque ciertamente pueden servir en lidad de baconiano— seguirá creyendo que Shakespeare
ocasiones com o tal signo; las señalam os m ás bien como nunca escribió las obras en cuestión. Pero la mayoría de
el motivo que se oculta detrás de toda pretensión de ver­ los críticos antipragm atistas toman la palabra «verdad»
dad, ya sea consciente de ello el «creyente» [trower\, ya en un sentido absoluto y luego explotan fácilmente la
se trate de una obediencia ciega por su parte. Las pro­ predisposición de sus lectores a tratar sus propias ver­
ponem os com o causa existendi de nuestras creencias, no dades com o absolutas. Si el lector al que se dirigen cree
com o su premisa lógica, y menos aún com o su contenido que A no existe, se burlan fácilmente de la ingenuidad de
objetivo. En ellas reside el único significado práctico in­ nuestra posición — a saber, que si la creencia en la exis­
teligible que puede tener aquella diferencia entre nuestras tencia de A funciona satisfactoriam ente para alguien, este
creencias implícitas en nuestro hábito de llam arlas verda­ la considerará siempre verdadera— , pues ¿no está claro
deras o falsas. en este caso que la creencia en cuestión es «verdadera»
N adie que afirme una verdad tiene por qué ser cons­ aun cuando que aquello que declara no posee existencia
ciente del papel que juegan las consecuencias en su men­ alguna, com o el lector bien sabe? El señor Russell califica
te, a excepción del propio pragm atista, e incluso este sólo nuestra tesis com o «un intento de deshacerse de los he­
es consciente de ello de forma abstracta y general, y es chos» y naturalmente la considera «un fracaso» (p. 410).
muy posible que no lo tenga muy presente en todo mo­ Tras lo cual añade que «la vieja noción de la verdad re­
mento en relación con sus propias creencias. aparece», siendo esa noción, por supuesto, que cuando
A continuación, el señor Russell se une al ejército de una creencia es verdadera, su objeto existe.
quienes informan a sus lectores de que según la definición Por supuesto, los principios pragmáticos bien enten­
pragm atista de la palabra «verdad», la creencia de que A didos requieren la existencia del objeto. Los conceptos
existe puede ser «verdadera» incluso aunque A no exis­ significan consecuencias. ¿Qué diferencia introduce en el
ta. Se trata de la calumnia clásica repetida por nuestros mundo para mí que conciba una opinión como «verda­
críticos hasta la saciedad. Olvidan que en cualquier des­ dera»? En primer lugar, es preciso que se pueda hallar un
cripción concreta de lo que denota la palabra «verdad» objeto presente (o signos seguros de que tal objeto ha de
en la vida humana, solo cabe usar dicha palabra en re­ estar presente) que coincidan con la opinión. En segundo
lación con un creyente en particular. Así, puedo sostener lugar, tal opinión no debe verse contradicha por ninguna
com o verdadero que Shakespeare escribió las obras que otra cosa de la que yo tenga conocimiento. Pero a pesar del
llevan su nombre y puedo expresar tal opinión ante un obvio requerimiento pragmatista de que cuando digo la
crítico. Si el crítico es a un tiempo pragm atista y baco- verdad al afirmar que algo existe, este algo debe existir, la
niano, se dará cuenta inmediatamente — en calidad de calumnia que Russell repite goza de la mayor aceptación.
pragm atista— de que las posibilidades funcionales de mi Personalmente, el señor Russell es un razonador de­
opinión la convierten en perfectamente verdadera para m asiado atlético e ingenioso com o para repetir la calum ­
mí, de acuerdo con mi condición, m ientras que — en ca­ nia dogmáticamente. De acuerdo con sus tendencias m a­
WILLIAM (AMES 223
222 DO S C R ÍT IC O S INGLESES

de nuestras ideas significa que «funcionan», y lo llamo


tem áticas y lógicas, debe probar la acusación secundum
artem y declararnos culpables no tanto de cometer un una definición. Pero puesto que los significados y las co­
sas significadas, las definiciones y las cosas definidas, son
error com o de caer en un absurdo. He hecho un esfuer­
zo sincero por seguir las evoluciones de su mente en tal equivalentes e intercambiables, y nada ajeno a su defini­
procedimiento, pero por mi vida que lo único que soy ción puede entrar en el significado de un término al ser
capaz de ver en todo ello es otro ejemplo más de lo que he usado, se sigue que quien llama verdadera a una idea, y se
llam ado abstraccionism o vicioso [ver arriba, p. 203], El refiere con esa palabra a que funciona, no puede aludir a
señor Russell se siente tan cóm odo en el mundo abstracto nada m ás ni creer en nada más aparte de que funciona, y
de las matem áticas y la lógica pura que está convenci­ en particular no puede implicar ni conceder nada acerca
do de que quienes describimos las funciones de los he­ de su objeto o su contenido. «Según los pragm atistas»,
chos concretos debemos referirnos también a términos y escribe Russell, «decir “ es verdad que existen otras perso­
funciones matemáticos rígidos. Un término matemático, n as” significa “ es útil pensar que existen otras personas” .
com o a , b, c, x, y, sin., log., es autosuficiente, y una vez Pero en tal caso esas dos frases no son m ás que form as
establecida una equivalencia entre tales términos pueden distintas de poner en palabras una misma proposición;
sustituirse unos por otros sin error en series intermina­ luego cuando creo una creo la otra.» (p. 400). [La lógica,
bles. El señor Russell, al igual que el señor Hawtrey, de dicho sea de paso, parecería exigir que el señor Russell
quien hablaré a continuación, parecen pensar que cuan­ creyera am bas a la vez, pero él ignora esta consecuencia
do nosotros em pleamos términos com o «significado», y considera que «existen otras personas» y «es útil creer
«verd ad », «creencia», «o bjeto », «definición», también que existen aunque no existan» deben ser proposiciones
los entendemos com o autosuficientes, sin ningún contex­ idénticas y por lo tanto intercambiables en boca de los
to de relaciones cambiantes sobre el que merezca la pena pragm atistas.]
preguntar. Lo que una palabra significa se expresa en su Pero ¿acaso no es posible, pregunto yo, que los térmi­
definición, ¿correcto? La definición pretende ser exacta y nos reales incluyan accidentes no expresados en sus de­
adecuada, ¿correcto? Luego puede sustituirse por la pala­ finiciones? Y ¿acaso no reaparecen todos esos accidentes
bra — dado que las dos son idénticas— , ¿correcto? Luego cuando un valor real ocupa finalmente el lugar del resulta­
dos palabras con la misma definición son intercambiables do en una serie algebraica de definiciones sustituidas? Las
entre sí, ¿ n'est-ce p as ? Lo mismo ocurre con dos defini­ creencias poseen un «contenido» objetivo adem ás de su
ciones de la misma palabra, ¿ nicht wahr ?, etc., etc., hasta verdad, y la verdad posee unas implicaciones adem ás de
que al final resultaría harto extraño que no se pudiera de­ sus posibilidades funcionales. Si alguien cree que existen
clarar culpable a cualquiera de contradicción y absurdo. otros hombres, su existencia de hecho es tanto un conte­
La particular aplicación de este tratamiento rigorista a nido de su creencia com o una implicación de su verdad.
mi pequeña descripción de la verdad com o funcionamien­ La lógica de Russell parecería excluir «por definición»
to parece ir del siguiente modo. Yo digo que la «verdad» accidentes com o los contenidos, las implicaciones y las
224 DO S C R ÍT IC O S INGLESES WILLIAM (AMES 225

asociaciones, y pretendería que nuestra posición consiste de absurdo a los pragmatistas con argumentos similares a
en la traducción de todas las creencias a una suerte de los de Russell.2
creencia — no se lo pierdan— en el pragm atism o en sí. Si Com o deferencia hacia nosotros y por mor del argu­
digo que un discurso es elocuente, y explico el significado mento, el señor Hawtrey abandona la palabra «verdad»
de «elocuente» com o su capacidad de funcionar de cierto a nuestras fauces y concede que no signifique m ás que
m odo en relación con la audiencia; o si digo que un li­ el hecho de que ciertas creencias son convenientes; y usa
bro es original, y defino «original» com o ser diferente de la palabra «corrección» (así com o el señor Pratt usa la
otros libros, la lógica de Russell parecería condenarme, palabra «verdadez») para designar un hecho acerca del
si entiendo algo en todo ello, a considerar que el discurso objeto de la creencia y no acerca de esta creencia, a sa­
trata acerca de la elocuencia, y el libro acerca de otros ber, que el objeto es tal com o la creencia declara que es.
libros. C uando llamo verdadera a una creencia, y defino «A sí», escribe, «cuando digo que es correcto decir que
su verdad com o sus posibilidades funcionales, ciertamen­ César está muerto, me refiero a “ César está m uerto” . Esto
te no me refiero a que la creencia sea una creencia acerca debe entenderse com o la definición de la corrección.» A
de las posibilidades funcionales. Es una creencia acerca continuación el señor Hawtrey procede a machacarme
del objeto, y quien habla de las posibilidades funcionales am parándose en el conflicto entre definiciones. Lo que es
es otro sujeto, situado en un universo de discurso distin­ «verdad» para el pragm atista no puede ser lo que es «co ­
to al del creyente cuyo pensamiento concreto pretendo rrecto», afirma, «pues las definiciones no son lógicamente
describir. intercambiables; o bien, si las intercambiamos, llegamos a
La proposición social «existen otros hom bres» y la una tautología: “ César está m uerto” significa “ es conve­
proposición pragm atista «es útil creer que existen otros niente creer que César está m uerto” . Pero ¿qué es lo que
hom bres» proceden de universos de discurso distintos. Es conviene creer? Cóm o no, “ que César está m uerto” ». Sin
posible creer la segunda sin estar lógicamente obligado a duda, una magnífica definición de «C ésar está m uerto».
creer la primera; alguien puede creer la primera sin ha­ La conclusión del señor Hawtrey parece ser que la defi­
ber oído hablar jam ás de la segunda; o bien puede creer nición pragmática de la verdad de una creencia no implica
am bas. La primera expresa el objeto de una creencia, la en absoluto... ¿qué? ¿Que el creyente crea el contenido de su
segunda habla de una condición para el mantenimiento propia creencia? ¿O que el pragmatista que habla de él crea
de dicha creencia. N o hay identidad alguna entre am bas, tal contenido? Los dos casos son bastante distintos. Para el
salvo que el término «otros hombres» es común a ambas creyente, no cabe duda de que César debe existir realmente;
proposiciones; y tratarlas com o intercambiables, o insis­ para el crítico pragmático no tiene por qué existir, pues el
tir en que debam os intercam biarlas, es renunciar total­ contenido pragmático pertenece, como acabo de decir, a un
mente a tratar con realidades.
El señor Ralph Hawtrey, que parece servir también b a jo
la bandera de la lógica abstraccionista, declara c u lp a b le s 2. Vcase The New Quarterly, marzo de 1908.
226 D O S C R IT IC O S INGLESES WILLIAM (AMES 227

universo de discurso enteramente distinto. Cuando se ar­ la idea o creencia», que son los términos que he estado
gumenta por la vía de sustituir definición por definición, es empleando de forma consistente hasta aquí, parecen li­
preciso mantenerse siempre dentro del mismo universo. bres de toda objeción.
El gran salto entre universos se produce en esta discusión Cuando alguien abstrae los términos de su contexto
cuando trasladamos la palabra «verdad» del reino subjetivo natural, los identifica con definiciones y trata estas últi­
al reino objetivo, y lo aplicamos unas veces a una propiedad mas more algebraico , no solo se arriesga a confundir uni­
de las opiniones y otras a los hechos afirmados por dichas versos, sino también a caer en falacias que el hombre de la
opiniones. Algunos escritores, como el propio señor Russell, calle detecta fácilmente. Dem ostrar «por definición» que
el señor G.E. Moore y otros, tienen clara preferencia por la el enunciado «C ésar existe» es idéntico a un enunciado
desafortunada palabra «proposición», que parece expresa­ acerca de la «conveniencia» de ello, en razón de que uno
mente inventada para propiciar esta confusión, pues hablan de los enunciados es «verdadero» y el otro versa acerca de
de la verdad como una propiedad de las «proposiciones». «enunciados verdaderos», es com o dem ostrar que un óm ­
Pero al enunciar proposiciones es casi imposible no usar la nibus es un barco porque am bos son vehículos. Un caba­
palabra «que». Que el César está muerto, que la virtud es llo puede ser definido com o un animal que camina sobre
su propia recompensa, son proposiciones. las uñas de sus dedos centrales. Siempre que vemos un ca­
N o digo que no pueda ser útil para ciertos fines lógicos ballo vemos un animal de estas características, del mismo
tratar las proposiciones com o entidades absolutas, d ota­ m odo que siempre que creemos una «verdad» creemos
das en cada caso de una verdad o una falsedad interna algo conveniente. Si los señores Russell y Hawtrey fueran
a ellas, o convertir un com plejo com o «que-César-está- consistentes con su lógica antipragm atista, deberían decir
m uerto» en un único término y llam arlo una «verdad». en este caso que al ver un caballo vemos que es un animal
Pero ese «que» posee una am bigüedad muy oportuna de este tipo, un hecho que notoriamente no ve nadie que
para quienes desean crearnos problem as a los pragm a­ no sea un anatom ista com parativo.
tistas, pues unas veces significa el hecho de que y otras la La posibilidad de escapar a tanto abstraccionism o casi
creencia de qu e... César ya no está vivo. De este modo, lo reconcilia a uno con el hecho de no ser ningún lógico.
cuando digo que la creencia es verdadera, me responden El señor Russell, por su parte, cae en el peor de los abs­
que la verdad significa el hecho; y cuando afirmo también traccionismos en su intento de decir positivamente lo que
el hecho, me responden que mi definición ha excluido el significa la palabra «verdad». En su tercer artículo acerca
hecho, al referirse únicamente a una cierta peculiaridad de M einong, publicado en Mind , vol. xm, p. 509 (1904),
de la creencia. El resultado es que al final no me queda trata de realizar esta hazaña limitando la discusión a tres
ninguna verdad de la que hablar. términos únicamente: una proposición, su contenido y un
El único remedio frente a esta am bigüedad intolerable, objeto, abstrayéndose totalmente del contexto de reali­
me parece, es ser consistente en el uso de los términos. dades asociadas que rodea a dichos términos en todos
«R ealidad», «idea» o «creencia», así com o «la verdad de los casos de conocimiento actual. Posteriormente somete
228 D O S C R ÍT IC O S INGLESES

a estos términos, tom ados así en vacío y convertidos en


puras entidades lógicas, a todas las permutaciones y com­
binaciones posibles, los tortura hasta que no queda nada
en ellos, y después de toda esta gim nasia lógica llega a
la portentosa conclusión que expongo a continuación XV
acerca de lo que cree que es «el enfoque correcto: que la Un d iá l o g o

verdad y la falsedad no plantean problema alguno, que


algunas proposiciones son verdaderas y otras falsas, del
mismo m odo que algunas rosas son rojas y otras blancas, Tras corregir las pruebas de todo lo anterior imagino
que la creencia es una cierta actitud hacia las proposi­ un cierto estado residual en la mente del lector que po­
ciones, la cual recibe el nombre de conocimiento cuando dría impedir que se diera por convencido, y que tal vez
estas son verdaderas, y de error cuando son falsas». ¡Y sea mi deber tratar al menos de disipar. Quizá logre ser
parece pensar que llegados a este punto la cuestión puede más breve si pongo lo que tengo que decir en form a dia­
considerarse cerrada para siempre! logada. Dejemos que hable primero el antipragm atista:
A pesar de la admiración que siento por la capacidad Antipragm atista: Dices que la verdad de una idea está
analítica del señor Russell, la lectura de este artículo me constituida por sus posibilidades funcionales. Suponga­
lleva a desear que el pragm atism o, aunque no sirviera mos un cierto estado de cosas, com o por ejemplo la his­
para nada más, tuviera com o resultado avergonzarle a él y toria planetaria antediluviana, respecto al cual se pueda
a otros hombres de parecido talento por haber empleado plantear la siguiente pregunta: «¿Sabrem os alguna vez la
sus capacidades para abstraerse de este modo de la reali­ verdad acerca de ello?». Y supongam os (dejando a un
dad. El pragm atism o nos salva en cualquier caso del abs­ lado la hipótesis de un absoluto omnisciente) que todos
traccionismo enfermizo del que dan prueba esas páginas. asum im os que tal verdad no va a saberse nunca. Yo te
pregunto, hermano pragm atista, si desde tu punto de vis­
P.S. Después de escribir esta respuesta apareció un ar­ ta puede decirse que existe alguna verdad en relación con
tículo sobre el pragm atism o en la Edimburg Review de este estado de cosas. ¿H ay o no hay verdad en aquellos
abril de 1909 que creo fue escrito por el señor Russell. En casos en los que nunca será conocida?
lo concerniente a su examen del problem a de la verdad, Pragm atista: ¿Por qué me haces esta pregunta?
y a pesar de sus evidentes esfuerzos por ser justo, no me Antipragm atista: Porque creo que te plantea un grave
parece que haya m ejorado sus argumentos anteriores en dilema.
ningún aspecto esencial. N o añadiré pues nada más a lo Pragmatista: ¿Cóm o es así?
que ya he dicho, y me limitaré a remitir a los lectores que Antipragm atista: Pues porque si optas por decir que
puedan sentir curiosidad a las páginas 272-280 del men­ hay una verdad, renuncias a toda tu teoría pragm atista.
cionado artículo. Según esa teoría, la verdad requiere ideas y posibilidades
W ILLIAM JAMES 231
230 U N DIÁLOGO

Pragm atista: Ciertamente, a condición de que me per­


funcionales; pero en este caso se supone que no hay su­
mitas ser consistente con mi propia concepción de la ver­
jeto cognoscente, y consecuentemente no puede haber ni
dad y no me pidas que renuncie a ella en nombre de algo
ideas ni posibilidades funcionales. ¿De qué puede estar
que encuentro imposible comprender. ¿Acaso no crees tú
hecha tu verdad?
Pragmatista: ¿Acaso querrías obligarme a construir la también que hay una verdad, incluso en los casos en los
verdad con la realidad misma, como tantos otros enemigos que no será jam ás conocida?
míos? N o puedo: la verdad es algo conocido, pensado o di­ Antipragm atista: Claro que sí.
cho acerca de la realidad, y en consecuencia algo numérica­ Pragm atista: Te pido pues que me informes de aquello
mente añadido a ella. Pero probablemente tus intenciones en que consiste la verdad acerca de lo desconocido.
sean distintas; luego antes de decir qué cuerno del dilema A ntipragm atista: ¿Consiste? ¿Qué entiendes por «con­
escojo, te pido que me digas en qué consiste el otro. siste», por favor? N o consiste en nada más que en sí mis­
Antipragm atista: El otro cuerno es el siguiente: si op­ ma, o más estrictamente, no tiene ni consistencia ni exis­
tas por decir que no hay verdad en las condiciones asu­ tencia, sino que se da, se cumple.
m idas, al no haber ni ideas ni posibilidades funcionales, Pragm atista: Y bien, ¿qué relación mantiene con esta
chocas con el sentido común. Pues ¿acaso no cree el sen­ realidad acerca de la cual se cumple?
tido común que todo estado de cosas debe ser enunciable Antipragm atista: ¿Qué quieres decir con «qué rela­
en algún tipo de proposición, aun cuando de hecho la ción»? Por supuesto, se cumple en relación con ella; la
proposición no pueda ser enunciada jam ás por ningún conoce, la representa.
alma viviente? Pragm atista: ¿Quién la conoce? ¿Qué representa?
Pragmatista: Sin duda esto es lo que cree el sentido A ntipragm atista: La verdad; la verdad la conoce; o no
común, y lo mismo creo yo. H a habido innumerables su­ exactamente, sino que todo aquel que posee la verdad la
cesos en la historia de nuestro planeta que nadie ha sido conoce. Cualquier idea verdadera de la realidad represen­
ni será capaz jam ás de describir, y sin em bargo puede ta la verdad en relación con ella.
decirse en abstracto que solo una descripción puede ser Pragm atista: Pero yo pensaba que habíam os acordado
verdadera de ellos. La verdad acerca de cualquier suceso que no debíam os suponer ningún sujeto cognoscente, ni
de este tipo se encuentra pues genéricamente predeter­ ninguna idea que la representara.
minada por la naturaleza del suceso y, en consecuencia, Antipragm atista: ¡Sin duda!
puede decirse con perfecta buena conciencia que preexis- Pragm atista: Entonces te pido que me vuelvas a de­
te virtualmente. El sentido común acierta pues en su po- cir en qué consiste en sí m isma esta verdad, este tertium
sicionamiento instintivo. quid intermedio entre los hechos per se, por un lado, y
Antipragm atista: ¿Es este pues el cuerno del dilema todo conocim iento acerca de ellos, actual o potencial,
que escoges? ¿Dices que hay verdad incluso en los casos por el otro. ¿Qué aspecto tiene la verdad en este tercer
en los que no será conocida jam ás? estado? ¿De qué material, mental, físico o «epistem oló-
W ILLIAM JAMES 233
232 UN DIÁLOGO

gico », está hecha? ¿En qué región metafísica de la reali­ Antipragm atista: Por supuesto, si hubiera una verdad
dad habita? acerca de los hechos es la que conocería el sujeto cognos­
Antipragm atista: ¡Qué preguntas m ás absurdas! ¿Aca­ cente ideal. En esa medida no cabe mantener separadas
so no basta con decir que es verdad que los hechos son la noción de tal verdad y de tal sujeto cognoscente. Pero
así, y falso que sean asá? no es primero él y luego ella; es primero ella y luego él,
Pragm atista: Es verdad * que los hechos son así y no en mi opinión.
asá. N o cederé a la tentación de preguntarte qué es ver­ Pragm atista: Sigo en la m ayor de las confusiones acer­
dad; pero sí te pregunto si tu expresión «es verdad que» ca del estatus de esto que llam as verdad, a medio camino
los hechos son así significa realmente algo adicional al entre la tierra y el cielo, fundada en la realidad y sin em­
mero ser así de los hechos en sí mismos. bargo numéricamente adicional a ella, y al mismo tiempo
Antipragm atista: M e parece que significa algo más antecedente a la opinión de cualquier sujeto cognoscente
que el mero ser de los hechos. Es algo así com o un equi­ y enteramente independiente del mismo. ¿Es realmente
valente mental de los m ismos, su función epistemológica, tan independiente del sujeto cognoscente com o supones?
su valor en términos noéticos. Eso me parece terriblemente dudoso, da m ás bien la im­
Pragm atista: ¡Una especie de doble espiritual o fantas­ presión de corresponder a una contraposición entre un
ma de los mism os, se diría! En tal caso, ¿puedo pregun­ conocimiento potencial de la realidad y uno actual. ¿N o
tarte dónde se encuentra esta verdad? podría ser tu verdad simplemente lo que cualquier suje­
Antopragm atista: ¿Dónde? ¿Dónde? N o hay ningún to cognoscente que tuviera éxito en su empeño debería
«dón d e», simplemente se cumple, se cumple absoluta­ conocer en caso de existir ? Y en un universo donde no
mente. pudieran concebirse siguiera tales sujetos, ¿podría existir
Pragm atista: ¿N o está en la mente de nadie? una verdad acerca de los hechos com o algo numérica­
Antipragmatista: N o, pues acordam os que no debíamos mente distinguible de ellos? Para mí, esa verdad no sería
suponer ningún sujeto cognoscente actual de la verdad. únicamente inexistente, sería también inimaginable, in­
Pragm atista: Ningún sujeto cognoscente actual, estoy concebible.
de acuerdo. Pero ¿estás seguro de que no hay ninguna no­ Antipragm atista: Pensé que habías dicho hace un rato
ción de un sujeto cognoscente potencial o ideal implícita que hay Lina verdad acerca de los hechos pasados, aun
en esta idea tuya tan extrañamente elusiva de la verdad cuando nadie los conozca jam ás.
de los hechos? Pragm atista: Sí, pero debes recordar que también lo
condicioné a que pudiera definir la palabra a mi manera.
La verdad de cualquier suceso, ya sea pasado, presente o
* En el original, James entrecomilla y pone en cursiva el sujeto de la frase: futuro, no es para mí más que otro nombre para el hecho
«“/í” is true that...». Como en castellano no es posible construir la frase con de que si el suceso llegara a ser conocido en algún m o­
sujeto explícito —«“Ello” es verdad que...»—, el detalle se pierde inevitablemente
en la traducción. (N. del t.). mento, la naturaleza de tal conocimiento se halla ya en
W ILLIAM |A M tS 235
234 UN DIÁLOGO

tiene algo que ganar la filosofía con la perpetuación y


alguna medida predeterminada. La verdad que precede
consagración de tal am bigüedad? M e parece que todos
al conocimiento actual de un hecho no significa m ás que
los problem as desaparecen si llam as al objeto de conoci­
lo que cualquier sujeto cognoscente posible del hecho se
miento «realidad» y a la manera de conocerlo «verdad»,
verá obligado a creer finalmente acerca de él. Es preciso
entiendes adem ás que esta es conocida en ocasiones par­
que crea algo que le permita establecer relaciones satis­
factorias con él, algo que demuestre ser un sustituto men­ ticulares y de forma diversa por seres humanos particu­
tal aceptable del mismo. Lo que sea este algo se halla, por lares que mantienen relaciones distintas con ella, y si te
supuesto, parcialmente prefijado ya por la naturaleza del atienes consistentemente a esta nomenclatura.
hecho y por su esfera de asociaciones. A ntipragm atista: ¿Quieres decir que crees haber esca­
»M e parece que este es el único significado claro que pado a mi dilema?
puede tener tu afirmación de que la verdad preexiste al Pragmatista: Sin duda; pues si la verdad y el conoci­
conocimiento. Es un conocimiento anticipado, meramen­ miento son términos correlativos e interdependientes,
te en forma de posibilidad. com o sostengo, siempre que el conocimiento es posible,
Antipragm atista: Pero ¿qué conoce el conocimiento la verdad es posible; y siempre que el conocimiento es ac­
cuando llega? ¿Acaso no conoce la verdad ? Y siendo así, tual, la verdad es actual. Por tanto, cuando me encaras
¿no debe ser esta verdad distinta tanto del hecho como con el primer cuerno, pienso en la verdad actual y digo
del conocimiento? que no existe. Y ciertamente es así, pues por hipótesis no
Pragm atista: Yo diría que lo que conoce el conoci­ hay sujeto cognoscente, ni ideas, ni posibilidades funcio­
miento es el hecho mismo, el suceso, o cualquiera que nales. Estoy de acuerdo, sin em bargo, en que puede existir
sea la realidad en cuestión. Allí donde tú ves tres entida­ una verdad virtual o potencial , pues cabe la posibilidad de
des distintas, la realidad, el conocimiento y la verdad, yo que nazca un sujeto cognoscente; y la verdad en cuanto
veo solo dos. Y veo también cóm o se conoce * cada una concebible ciertamente existe también, pues en abstracto
de mis dos entidades, pero cuando me pregunto cóm o se no hay nada en la naturaleza de los hechos antediluvianos
conoce tu tercera entidad, es decir, la verdad, no encuen­ que vuelva inconcebible la aplicación del conocimiento a
tro nada distinto de la realidad por un lado y las formas los mismos. En consecuencia, cuando tratas de empalar­
en que puede ser conocida por otro. ¿N o es posible que me con tu segundo cuerno, pienso en la verdad en cues­
te haya confundido el lenguaje común, el cual consideró tión com o una mera posibilidad abstracta, de m odo que
conveniente introducir un nombre híbrido, que unas ve­ digo que sí existe y me pongo del lado del sentido común.
ces significa un tipo de conocimiento y otras una realidad »¿N o te parece que estas distinciones me permiten elu­
conocida, y puede aplicarse indistintamente a am bas? ¿Y dir cualquier problem a? ¿Y no te parece que te serían
útiles a ti también?
Antipragmatista: ¡Jam ás! ¡N o quiero saber nada de tus
* Ver explicación de William Jam es y nota en la página 53. (N. del t.). abom inables sutilezas y sofismas! La verdad es la verdad,
236 U N DIÁLOGO

y nunca la degradaré identificándola con viles particula­


res pragm áticos com o los que me propones.
Pragmatista: Bien, mi querido antagonista, no tenía
mucha esperanza en convertir a un eminente lógico e
intelectualista com o tú; disfruta pues mientras vivas de
tu inefable concepción. Tal vez la próxim a generación
se habrá acostum brado más que tú a esa interpretación
concreta y empírica de los términos en los que consiste
el método pragm ático. Tal vez se pregunten cóm o es po­
sible que una concepción de la verdad tan inofensiva y
natural com o la mía pudo encontrar tantas dificultades
para entrar en la mente de hombres mucho m ás inteli­
gentes de lo que puedo esperar a ser jam ás, pero atados
por la educación y la tradición a una forma de pensa­
miento abstraccionista.

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