“Han opinado … y opinan muchos, que no hay nada tan desemejante, y que tanto
difiera como la vida civil y la militar; y se ve con frecuencia a los que se dedican al
ejercicio de las armas cambiar inmediatamente de traje, usos, costumbres y hasta
voz y de aspecto, por parecerle que no cuadran bien los modales del paisano a
quien está pronto y dispuesto a cometer todo género de violencias; ni en rigor
convienen los hábitos y costumbres civiles a quienes los juzgan afeminados e
impropios de su profesión, como tampoco que muestren la presencia y el lenguaje
ordinario los que, con las barbas y los juramentos, quieren intimidar a los demás
hombres. Lo que ocurre en nuestros días justifica esta opinión; pero examinadas
las instituciones antiguas, no se encontrarán cosas más unidas, más conformes y
que se estimen tanto entre sí como estas dos profesiones; porque cuanto se
establece para el bien común de los hombres, cuanto se ordena para inspirar el
temor y el respeto a Dios y a las leyes sería inútil si no existiera una fuerza pública
destinada a hacerlo respetar, cuya fuerza, bien organizada, y a veces sin buena
organización, mantiene las instituciones. Por el contrario, sin este apoyo en la
milicia, el mejor régimen político y social se derrumba, como las habitaciones de
un magnífico y regio palacio, resplandecientes de oro y pedrería, cuando carecen
de techo o defensa contra la lluvia. “.
“[…] ¿en qué hombres ha de procurar la patria mayor fidelidad sino en aquellos
que le han prometido morir por ella? ¿Quién debe querer más la paz sino el que de
la guerra puede recibir mayor daño? ¿Quién ha de temer más a Dios sino el que,
arrostrando diariamente infinitos peligros, necesita más de su ayuda?.”.
[Prólogo, pg. 7-8]
VIRTUD
“Fabricio – […] No me apartaré de mis romanos para citar ejemplos. Quien examine
con atención su vida y la organización de su república, verá muchas cosas que
pueden revivir en una civilización donde aún queden algunos elementos sanos.”.
“Cosme - ¿En qué cosas querría usted imitar a los antiguos?.”.
“Fabricio – En honrar y premiar a la virtud, no despreciar la pobreza, estimar el
régimen y la disciplina militar, obligar a los ciudadanos a amarse unos a otros, y a
no vivir divididos en bandos o partidos: preferir los asuntos públicos a los
intereses privados, y en otras cosas semejantes que son compatibles con los
actuales tiempos. ….”.
Libro I, pg. 15]
ARTE MILITAR
“[…] la guerra es un arte con el cual ningún hombre en ningún tiempo puede vivir,
como particular, honradamente, correspondiendo ejercitarlo a las repúblicas y a
los reinos. Ninguno de éstos, cuando está bien organizado, consiente a sus
ciudadanos o súbditos guerrear por su cuenta, ni ningún hombre de bien ejerció el
arte militar como oficio privado. En efecto: no se puede considerar hombre bueno
a quien se dedique a una profesión que exige, para serle constantemente útil, la
rapiña, el fraude, la violencia y muchas condiciones que necesariamente le hacen
malo. Los que tienen por oficio la guerra, grandes o pequeños, no pueden ser de
otra manera, porque la paz les empobrece y arruina. De aquí la necesidad para
ellos de impedir la paz o de adquirir en la guerra los recursos necesarios para vivir
en épocas tranquilas. Ninguno de ambos propósitos lo abriga un hombre de bien;
porque la necesidad de medios de vida en todo tiempo produce los robos, las
violencias, los asesinatos que tales soldados ejecutan, lo mismo contra los
enemigos que contra los amigos. Sus jefes, por no querer la paz, procuran por
todos los medios alargar las guerras, y si a pesar de ello la paz se ajusta, sucede con
frecuencia que, privados de sus sueldos y de su modo de vivir, descaradamente
enarbolan la bandera de aventureros y saquean sin piedad algunas provincias.”.
[Libro I, pg. 16-17]
“[…] En una nación bien organizada se procurará hacer el estudio del arte militar
durante la paz, y ejercitarlo en la guerra por necesidad y para adquirir gloria; pero
sólo cuando el gobierno lo ordene, como acontecía en Roma. Cualquier otro fin que
se proponga un ciudadano no es bueno, y el Estado en que dominen otros
principios carecerá de buen régimen.”.
[Libro I, pg. 19]
MILICIA CIUDADANA
“En cuanto a que esta organización de la milicia facilite a su jefe usurpar el poder,
respondo que los ciudadanos o súbditos, al empuñar las armas por virtud de las
leyes y de la constitución, jamás causan daño y siempre serán útiles,
conservándose los Estados mayor tiempo con ejércitos de esta clase que sin ellos.
Con sus ciudadanos armados vivió libre Roma durante cuatrocientos años, y
Esparta ochocientos. Muchos otros Estados, que los tenían, sin armas, apenas han
durado cuarenta años. Las naciones necesitan ejércitos y, cuando no los tienen
propios, toman a sueldo los extranjeros, los cuales, mucho más pronto que los
propios, perjudican al bien público, por corromperse más fácilmente, por estar
más dispuestos a apoyar la ambición de un ciudadano poderoso y por ser materia a
propósito cuando se trata de oprimir a hombres desarmados. Además, el peligro es
mayor en los Estados con dos enemigos que con uno, y los que se valen de ejércitos
extranjeros temen a la vez a los extranjeros tomados a sueldo y a los ciudadanos
[…]; mientras que los que tienen ejércitos propios sólo temen a los ciudadanos.
Prescindiendo de muchas otras razones, alegaré la de que todos los fundadores de
repúblicas o reinos han confiado su defensa a los mismos habitantes.”.
INSTITUCIONES, ORDEN
“Fabricio – […] no son los ciudadanos armados quienes originan las tiranías, sino
las malas instituciones y los malos gobiernos, y donde el gobierno es bueno no hay
motivo para temer las armas en manos de los ciudadanos. […].”.
VIRTUD Y FORTUNA
“[…] Así, pues, unos príncipes por haber perdido sus Estados y otros por
ignorancia o falta de voluntad, todos prescinden de las instituciones militares.
Quieren que la fortuna les favorezca sin tomarse trabajo alguno; no tienen en
cuenta que su indolencia es causa de que todo quede a la fortuna y, en vez de
dominarla, se dejan dominar de ella.”.
“[…] los que creen no poder vencer, antes de pelear están vencidos. […].”.
“[…] Si quieres que un pueblo no se haga cómplice de los dañosos proyectos de una
ciudadano, haz que el pueblo sea su juez. […].”.
“Y como para refrenar a los soldados no basta el temor de las leyes ni el de los
hombres, les añadían en la antigüedad el prestigio de los dioses: por ello con
solemnes ceremonias hacían jurar a sus soldados la observancia de la disciplina
militar, para que, faltando al juramento, no sólo temieran las leyes y a los hombres,
sino también a Dios. Procuraban además por todos los medios fortalecer en ellos
los sentimientos religiosos.”.