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MAQUIAVELO, El Arte de la Guerra (fragmentos)

México, Ed. Fontamara, 2000

VIDA CIVIL-VIDA MILITAR

“Han opinado … y opinan muchos, que no hay nada tan desemejante, y que tanto
difiera como la vida civil y la militar; y se ve con frecuencia a los que se dedican al
ejercicio de las armas cambiar inmediatamente de traje, usos, costumbres y hasta
voz y de aspecto, por parecerle que no cuadran bien los modales del paisano a
quien está pronto y dispuesto a cometer todo género de violencias; ni en rigor
convienen los hábitos y costumbres civiles a quienes los juzgan afeminados e
impropios de su profesión, como tampoco que muestren la presencia y el lenguaje
ordinario los que, con las barbas y los juramentos, quieren intimidar a los demás
hombres. Lo que ocurre en nuestros días justifica esta opinión; pero examinadas
las instituciones antiguas, no se encontrarán cosas más unidas, más conformes y
que se estimen tanto entre sí como estas dos profesiones; porque cuanto se
establece para el bien común de los hombres, cuanto se ordena para inspirar el
temor y el respeto a Dios y a las leyes sería inútil si no existiera una fuerza pública
destinada a hacerlo respetar, cuya fuerza, bien organizada, y a veces sin buena
organización, mantiene las instituciones. Por el contrario, sin este apoyo en la
milicia, el mejor régimen político y social se derrumba, como las habitaciones de
un magnífico y regio palacio, resplandecientes de oro y pedrería, cuando carecen
de techo o defensa contra la lluvia. “.
“[…] ¿en qué hombres ha de procurar la patria mayor fidelidad sino en aquellos
que le han prometido morir por ella? ¿Quién debe querer más la paz sino el que de
la guerra puede recibir mayor daño? ¿Quién ha de temer más a Dios sino el que,
arrostrando diariamente infinitos peligros, necesita más de su ayuda?.”.
[Prólogo, pg. 7-8]

VIRTUD

“Fabricio – […] No me apartaré de mis romanos para citar ejemplos. Quien examine
con atención su vida y la organización de su república, verá muchas cosas que
pueden revivir en una civilización donde aún queden algunos elementos sanos.”.
“Cosme - ¿En qué cosas querría usted imitar a los antiguos?.”.
“Fabricio – En honrar y premiar a la virtud, no despreciar la pobreza, estimar el
régimen y la disciplina militar, obligar a los ciudadanos a amarse unos a otros, y a
no vivir divididos en bandos o partidos: preferir los asuntos públicos a los
intereses privados, y en otras cosas semejantes que son compatibles con los
actuales tiempos. ….”.
Libro I, pg. 15]

ARTE MILITAR

“[…] la guerra es un arte con el cual ningún hombre en ningún tiempo puede vivir,
como particular, honradamente, correspondiendo ejercitarlo a las repúblicas y a
los reinos. Ninguno de éstos, cuando está bien organizado, consiente a sus
ciudadanos o súbditos guerrear por su cuenta, ni ningún hombre de bien ejerció el
arte militar como oficio privado. En efecto: no se puede considerar hombre bueno
a quien se dedique a una profesión que exige, para serle constantemente útil, la
rapiña, el fraude, la violencia y muchas condiciones que necesariamente le hacen
malo. Los que tienen por oficio la guerra, grandes o pequeños, no pueden ser de
otra manera, porque la paz les empobrece y arruina. De aquí la necesidad para
ellos de impedir la paz o de adquirir en la guerra los recursos necesarios para vivir
en épocas tranquilas. Ninguno de ambos propósitos lo abriga un hombre de bien;
porque la necesidad de medios de vida en todo tiempo produce los robos, las
violencias, los asesinatos que tales soldados ejecutan, lo mismo contra los
enemigos que contra los amigos. Sus jefes, por no querer la paz, procuran por
todos los medios alargar las guerras, y si a pesar de ello la paz se ajusta, sucede con
frecuencia que, privados de sus sueldos y de su modo de vivir, descaradamente
enarbolan la bandera de aventureros y saquean sin piedad algunas provincias.”.
[Libro I, pg. 16-17]

“[…] En una nación bien organizada se procurará hacer el estudio del arte militar
durante la paz, y ejercitarlo en la guerra por necesidad y para adquirir gloria; pero
sólo cuando el gobierno lo ordene, como acontecía en Roma. Cualquier otro fin que
se proponga un ciudadano no es bueno, y el Estado en que dominen otros
principios carecerá de buen régimen.”.
[Libro I, pg. 19]

MILICIA CIUDADANA

“[…] El nervio de los ejércitos es indudablemente la infantería, y si el rey no la


organiza de modo que en tiempo de paz vuelvan los soldados contentos a sus casas
y a sus ordinarias ocupaciones, necesariamente está perdido, pues la infantería
más peligrosa es la formada por gente cuyo oficio es la guerra. Ella obliga a
guerrear constantemente, o exige ser pagada en todo tiempo, o expone al que la
tiene a perder el reino. Estar siempre en guerra no es posible, ni tampoco pagarla
siempre; luego por precisión el que se vale de ella corre el riesgo de perder sus
Estados. […].”.
“[…].”.
“Debe pues, el rey, si quiere vivir seguro, formar su infantería con hombres que en
tiempo de guerra acudan de buen grado a pelear, y en el de paz con mayor gusto
vuelvan a su casa, lo cual sucederá siempre que fíen su subsistencia a otra clase de
trabajo. Conviene, pues, que, al terminar la lucha, los grandes señores se dediquen
a gobernar a sus vasallos, los gentiles a cultivar sus propiedades, y los soldados a
sus peculiares oficios, y que todos hagan voluntariamente la guerra para obtener la
paz y no procuren turbar ésta por conseguir aquella.”.
[Libro I, pg. 20-21]

“[…] la costumbre de mantener hombres de armas no la apruebo, por ser


perniciosa y poder ocasionar grandes inconvenientes.”.
“Cosme – ¿Prescindiría usted de ellos? O, en caso de tenerlos, ¿cómo los tendría?.”.
“Fabricio – En forma de milicia ciudadana, no conforme a la que tiene el rey de
Francia, tan peligrosa y mala como la nuestra, sino semejante a la de los antiguos,
que organizaban la caballería con súbditos suyos, y, hecha la paz, enviaban a sus
soldados a sus casas, a ocuparse de sus oficios […]. Si ahora esta parte del ejército
tiene por oficio la milicia aún en tiempo de paz, es por efecto de la corrupción de
las instituciones militares.”.
“Fabricio – […] Jamás he ejercido el arte militar como profesión, pues la mía se
limita a gobernar mis súbditos y defenderlos, para lo cual debo amar la paz y saber
hacer la guerra, estimándome y premiándome mi rey, no sólo por mi competencia
en la guerra, sino por lo que le aconsejo en la paz. A ningún rey que sea sabio y
prudente y quiera gobernar bien, le conviene tener junto a sí otra clase de
personas, porque si son demasiado amables de la paz o de la guerra, le harán
cometer errores.”.

[Libro I, pg. 22]

“En cuanto a que esta organización de la milicia facilite a su jefe usurpar el poder,
respondo que los ciudadanos o súbditos, al empuñar las armas por virtud de las
leyes y de la constitución, jamás causan daño y siempre serán útiles,
conservándose los Estados mayor tiempo con ejércitos de esta clase que sin ellos.
Con sus ciudadanos armados vivió libre Roma durante cuatrocientos años, y
Esparta ochocientos. Muchos otros Estados, que los tenían, sin armas, apenas han
durado cuarenta años. Las naciones necesitan ejércitos y, cuando no los tienen
propios, toman a sueldo los extranjeros, los cuales, mucho más pronto que los
propios, perjudican al bien público, por corromperse más fácilmente, por estar
más dispuestos a apoyar la ambición de un ciudadano poderoso y por ser materia a
propósito cuando se trata de oprimir a hombres desarmados. Además, el peligro es
mayor en los Estados con dos enemigos que con uno, y los que se valen de ejércitos
extranjeros temen a la vez a los extranjeros tomados a sueldo y a los ciudadanos
[…]; mientras que los que tienen ejércitos propios sólo temen a los ciudadanos.
Prescindiendo de muchas otras razones, alegaré la de que todos los fundadores de
repúblicas o reinos han confiado su defensa a los mismos habitantes.”.

[Libro I, pg. 27]

INSTITUCIONES, ORDEN

“Fabricio – […] no son los ciudadanos armados quienes originan las tiranías, sino
las malas instituciones y los malos gobiernos, y donde el gobierno es bueno no hay
motivo para temer las armas en manos de los ciudadanos. […].”.

[Libro I, pg. 28]

“Cosme – Dicen algunos que la multitud armada produce confusión, escándalo y


desorden en el país.”.
“Fabricio – Esta es otra opinión también equivocada, según voy a demostrar. Los
ciudadanos armados pueden causar desórdenes de dos modos: o promoviéndolos
entre si, o contra los desarmados. Ambas cosas se evitan fácilmente, cuando la
misma milicia no las remedia, como sucede respecto a las perturbaciones en su
seno; y sostengo que dar armas y jefes al pueblo no fomenta, sino impide los
desórdenes. Si el país donde ha de ordenarse la milicia es tan poco belicoso que
carece de hombres acostumbrados al manejo de las armas y tan unido que no hay
en él jefes ni bandos, la milicia le hará más fuerte contra los extranjeros, pero no
creará la desunión, porque en los pueblos bien regidos los hombres respetan las
leyes, lo mismo armados que desarmados. Jamás ocasionan perturbaciones si no
las producen los jefes que les das, y ya diré los medios de evitar ese peligro.”.
“Pero si el país donde vas a organizar la milicia es belicoso y está dividido en
bandos, la constitución de la fuerza armada sirve para restablecer el orden;
porque, sin ella, tenían armas y jefes, pero armas inútiles para la guerra y jefes
promovedores de escándalos, mientras la organización de la milicia les da armas
convenientes para guerrear y capitanes dispuestos a sofocar los desórdenes […].
De tal suerte, allí donde los habitantes están unidos, pero son afeminados, pierden
esta mala cualidad y mantienen la unión, y donde viven en confusión y desorden,
se ordenan y tranquilizan, resultando en provecho de la patria el valor que
empleaban en luchas intestinas.”.
“En cuanto al peligro de que los ciudadanos armados opriman a los que no lo están,
se debe tener en cuenta que sólo podrían hacerlo mediante los jefes que les
gobiernan. Para que estos jefes no puedan promover desórdenes, es necesario
cuidar de que no adquieran gran prestigio con sus tropas. […].”.

[Libro I, pg. 33-34]

VIRTUD Y FORTUNA

“[…] Así, pues, unos príncipes por haber perdido sus Estados y otros por
ignorancia o falta de voluntad, todos prescinden de las instituciones militares.
Quieren que la fortuna les favorezca sin tomarse trabajo alguno; no tienen en
cuenta que su indolencia es causa de que todo quede a la fortuna y, en vez de
dominarla, se dejan dominar de ella.”.

[Libro II, pg. 70]

“[…] los que creen no poder vencer, antes de pelear están vencidos. […].”.

[Libro IV, pg. 107]

AUTORIDAD, OBEDIENCIA, PERSUASIÓN

“Fabricio – Persuadir o disuadir a pocos de alguna cosa es muy fácil porque, si no


bastan las palabras, puedes emplear la autoridad de la fuerza. La verdadera
dificultad consiste en destruir en el ánimo de la multitud un error funesto y
pernicioso para el bien común o contrario a tu opinión, pues en ese caso sólo
puede usarse la palabra y, para convencer a todos, preciso es que llegue a sus
oídos. Necesitaban, pues, los generales de otros tiempos ser buenos oradores,
pues, sin hablar a todo el ejército, con dificultad puede hacerse cosa buena. […]. El
príncipe o república que determine organizar una nueva milicia y mantenerla con
reputación, ha de acostumbrar a sus soldados a oír las arengas del general y a
saber hablarles.”.

[Libro IV, pg. 109-110]


“En la antigüedad, valía mucho para tener obedientes a los soldados la religión y el
juramento que prestaban al ir al ejército, porque estaban amenazados por sus
faltas, no sólo con los castigos que pudieran imponerles. Ese recurso, unido a otras
costumbres religiosas, facilitó muchas veces a los generales en la antigüedad la
realización de sus empresas, y producirá los mismos resultados donde se conserve
el temor y el respeto a la religión. […].”.
“Aprovecha también emplear recursos para que tus soldados desprecien al
enemigo …. Otros generales, obligados a dar batalla, privan a su ejército de toda
esperanza de salvación que no sea la victoria. Esta determinación es la mejor y más
segura para que los soldados se obstinen en vencer al enemigo, obstinación que
aumenta con la confianza, la adhesión al general y el amor a la patria. Inspiran
confianza el armamento, la organización, las victorias recientes y la fama del
general: el amor a la patria lo da la naturaleza y el general se atrae el cariño de los
soldados por su valor y pericia, mejor que por cualquier otra clase de beneficios.
Puede haber muchas razones que fuercen a combatir con encarnizamiento, pero
ninguna tan poderosa como la que te obliga a vencer o morir.”.

[Libro IV, pg. 110]

“[…] Si quieres que un pueblo no se haga cómplice de los dañosos proyectos de una
ciudadano, haz que el pueblo sea su juez. […].”.

[Libro VI, pg. 141]

“Y como para refrenar a los soldados no basta el temor de las leyes ni el de los
hombres, les añadían en la antigüedad el prestigio de los dioses: por ello con
solemnes ceremonias hacían jurar a sus soldados la observancia de la disciplina
militar, para que, faltando al juramento, no sólo temieran las leyes y a los hombres,
sino también a Dios. Procuraban además por todos los medios fortalecer en ellos
los sentimientos religiosos.”.

[Libro VI, pg. 141]

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