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Dos concepciones sobre el barroco: Gombrich y Bolívar Echeverría.

El propósito del presente escrito es establecer, de manera breve, una caracterización del periodo artístico,
generalmente denominado “barroco”, la cual será tomada como base para explicar la analogía planteada por
Bolívar Echeverría entre este movimiento artístico y las características de la cultura resultante tras la colonización
de los territorios latinoamericanos por parte de los españoles. Para la exposición de dicha cuestión serán tomados
como base, los planteamientos de Bolívar Echeverría en su texto “la modernidad de lo barroco”1, así como las
ideas expuestas por E.H Gombrich en su obra “la historia del arte”.2
El origen del término “barroco” como rotulo para designar un periodo determinado del quehacer artístico, al igual
que el de otros términos acuñados para designar otros periodos de aquella actividad, se encuentra en la crítica
posterior a las obras artísticas particulares de dichos periodos. En el caso del término “barroco”, al igual que en
el de otros términos similares, su origen será una crítica negativa, por lo tanto deberá considerarse como una
expresión peyorativa. Otros ejemplos análogos son los términos: “Gótico” y “manierista”, el primero de estos era
empleado para denotar el carácter “bárbaro” del estilo impuesto por los godos en Italia tras las invasiones y
saqueos del imperio romano. El segundo, en su sentido primitivo, pretendía denotar las afectaciones que había
sufrido el arte renacentista, de la mano de artistas como el Greco (1541-1614), o Tintoreto ( 1518- 1594).
Al respecto del término “barroco” Gombrich menciona: “el termino barroco fue empleado por los comentaristas
de una época posterior que combatieron las tendencias del siglo XVII y desearon ridiculizarlas. Barroco
significa, realmente, absurdo y grotesco, y el termino fue empleado por personas que insistieron en que las formas
de los edificios clásicos nunca debían ser empleadas o combinadas de otra manera que como lo fueron por
griegos y romanos. Desdeñar las reglas estrictas de la arquitectura antigua les parecía a esos críticos una
lamentable falta de gusto; de ahí que denominaran estilo barroco al de los que tal hacían.”3.
Bolívar Echeverría confirma el carácter peyorativo de la expresión “barroco”, sin embargo, a diferencia de
Gombrich, propone un análisis tripartito para la comprensión de sus características, menciona lo siguiente:
“<barroco> ha querido decir: a) ornamentalista, en el sentido de falso (“berruecos”), histriónico, efectista,
superficial, inmediatista, sensualista, etcétera; b) extravagante (“bizarre”), tanto en el sentido de: rebuscado o
retorcido, artificioso, exagerado, como en el de: recargado, redundante, exuberante (“tropical”); y c) ritualista
o ceremonial, en el sentido de prescriptivo, tendencioso, formalista, esotérico (“asfixiante”).”4
Podemos encontrar un parecido notable entre los dos primeros puntos señalaos por Echeverría y lo propuesto por
Gombrich, sin embargo, el tercer punto no parece conciliable con la opinión del autor de “la historia del arte”,
pues, mientras el plante que, lo propio del barroco será la ruptura con lo establecido por la tradición, para
Echeverría, el barroco también tiene como uno de sus componentes cierto carácter “prescriptivo”, o “formalista”,
que podría entenderse como un respeto a lo establecido.
Esta diferencia es relevante si se toma en consideración que, la contradicción que surgirá entre la búsqueda de la
transformación de los cánones establecidos (Gombrich), y la tendencia “ritualista” o “prescriptiva”, entendida
como la preservación, de ciertos rasgos, de los periodos artísticos anteriores (Echeverría), será un elemento
necesario para plantear la existencia de una similitud entre dicho periodo artístico y la situación de los territorios
latinoamericanos tras la llegada de los españoles.
Para Echeverría, el rasgo propiamente barroco será, justamente, la contradicción, al respecto menciona: “El
barroco parece constituido por una voluntad de forma que está atrapada entre dos tendencias contrapuestas
respecto del conjunto de posibilidades clásicas,…-la del desencanto por un lado, y la de la afirmación del mismo
como insuperable- y que esta además empeñada en el esfuerzo trágico, incluso absurdo, de conciliarlas mediante
un replanteamiento de ese conjunto a la vez como diferente y como idéntico a sí mismo”5
Si bien, Gombrich no plantea explícitamente, como elemento propio de lo barroco, la existencia de aquella
contradicción que Echeverría propone como su rasgo fundamental, esta puede ser fácilmente rastreada en dos de
los artistas, presentados por el historiador del arte, como emblemáticos de la corriente barroca: Annibale
Carracci ( 1560-1609), y Michelangelo da Caravaggio (1573-1609). Al respecto de Carracci, ferviente seguidor
de Rafael, menciona: “críticos posteriores le han atribuido la intención de imitar lo mejor de todos los grandes
pintores del pasado” 6, evidentemente esta opinión de los críticos es en gran medida exagerada, pues una empresa
de tal magnitud es a todas luces irrealizable, sin embargo, aquello que deja en claro es el estatuto de este pintor
como heredero y preservador de los cánones clásicos, a tal punto que Gombrich mencionara que, su obra podría
ser fácilmente considerada como “renacentista”. Por otra parte, al respecto de caravaggio afirma: “No sentía
ninguna preferencia por los modelos clásicos ni ningún respeto por la belleza ideal. Quería romper con los
convencionalismos y pensar por sí mismo el arte”.7. Respeto y preservación de los cánones ( Carracci), asi como
ruptura de los convencionalismos (Caravaggio) son, de acuerdo con Gombrich, las características propias de estos
artistas, los cuales, encabezando el periodo barroco, dan cuenta, y afirman la propuesta de Echeverría
Otro caso, presentado por Gombrich, que confirma los planteamientos de Echeverria, es la Iglesia de Il Gesu
(1575-1577), del arquitecto italiano Giacomo della Porta (1532-1602).sobre ella menciona: “no fue una iglesia
más en roma, donde tantas iglesias existían; fue la iglesia de la orden recientemente fundada de los jesuitas, en
la que se depositaron tantas esperanzas para combatir el protestantismo en toda Europa…su propia forma tenía
que corresponder a una concepción nueva e insólita; la idea renacentista de construir una iglesia circular fue
rechazada como inadecuada para el servicio divino, por lo que se elaboró un plan nuevo, sencillo e ingenioso
para que fuera aceptado en todos los países europeos. La iglesia habría de tener la forma de una cruz, coronada
por una gran cúpula majestuosa… .esta es una sencilla e ingeniosa manera de concebir la construcción de una
iglesia, empleada a partir de entonces profusamente, combinándose en ella los rasgos principales de las iglesias
medievales- su forma rectangular, destacando el altar mayor- con las aportaciones arquitectónicas
renacentistas, en las que se concedía tanta importancia a los interiores grandes y espaciosos, bañados por la luz
a través de una cúpula majestuosa”.8
Dados estos ejemplos podemos afirmar, siguiendo las líneas del pensamiento de Bolívar Echeverría, que el
barroco tendrá como nota tonal, el encuentro de dos principios opuestos: por una parte, la necesidad de
renovación, como una crisis que apunta a la superación de las condiciones ya establecidas, que se presentan como
un “punto muerto” o una realidad inmóvil, en este caso, la de los logros y avances realizados durante el
renacimiento por figuras como Miguel Ángel o Leonardo. Tendencia contrapuesta a la convicción firme de
permanecer fiel a los presupuestos de aquella época, fidelidad incuestionable que anima a buscar los elementos
de la renovación y el progreso en el mismo estado de cosas que se pretende superar, contradicción que llevo al
retorcimiento de la figura humana, a la explotación de la perspectiva, como espacio que alberga abigarrados
conjuntos de formas, y a la exacerbación del cromatismo y el tenebrismo. .
Tras este preámbulo, podemos esbozar con mayor claridad la relación que propone Bolívar Echeverría entre el
barroco y la situación de los territorios latinoamericanos tras la conquista española, al respecto menciona: “todo
parece indicar que a comienzos del siglo XVII los territorios sobre los que se asentaba la España americana eran
el escenario de dos épocas históricas diferentes; que, sobre ellos, sus habitantes eran protagonistas de dos
dramas a la vez: uno que ya declinaba y se desdibujaba, y otro que apenas comenzaba y se esbozaba” 9
Al igual que en el arte barroco, los terrenos de la “España americana” son sede de la contraposición de dos
tendencias contrarias. El pasado, o los elementos culturales, como conjunto de costumbres e instituciones político-
religiosas de los habitantes naturales de aquellas tierras, al igual que los elementos que constituyeron el arte
renacentista (escorzo, perspectiva y luz), se niegan a desdibujarse completamente, persisten y se articulan,
retorciéndose, o mejor dicho, adaptándose a las exigencias del nuevo “drama” que comenzaba a esbozarse con la
llegada de los españoles. Sin embargo, es necesario mencionar que, en el arte barroco, en tanto se partía de los
elementos dados por el renacimiento como base para la manifestación de su forma propia, el resultado que se
obtenía no podía considerase como plenamente novedoso, es decir, como plenamente independiente de su
antecesor, de igual manera, el paradigma cultural español que comenzaba a esbozarse en los territorios
latinoamericanos, no podría considerarse como una forma de cultura totalmente desligada de aquel pasado que
subsume, no puede pensarse que en el encuentro de las culturas “naturales” de américa y España, esta última
haya logrado negar completamente los rasgos propios de las costumbres e instituciones de los habitantes de
aquellas tierras, e incluso, es necesario considerar que dicho encuentro termino por transformar y, en cierto
sentido, “extinguir” aquellos rasgos que podrían considerarse como propios de los españoles: “Resulta
comprensible que, tanto para los españoles como para los indios, convivir con el otro haya sido lo mismo que
ejercer, aunque fuera contra su voluntad, un boicot completo y constante sobre él.”10
Es patente el predomino que la cultura española tubo sobre los territorios y habitantes de Latinoamérica, mas no
podríamos afirmar que en el proceso de colonización la fracción española haya permanecido intacta, o, en otras
palabras, que no sufriera transformaciones importantes y profundas. No obstante, es necesario afirmar que el
proceso de invasión española tuvo como principal consecuencia, una desintegración casi total de las culturas que
habitaban el territorio latinoamericano, las cuales, se vieron reducidas a un conjunto de elementos inconexos, que,
para su subsistencia, tuvieron que incorporarse a la desfigurada cultura española que dominaba el territorio,
retorciéndose y moldeándose, encubriéndose tras la máscara de lo artificioso para lograr perdurar y aparecer,
incluso en la actualidad, en un proceso análogo al que sufrieron las características propias del arte renacentista
tras la oleada barroca: “pero no solo la cultura europea estaba en trance de extinguirse; las civilizaciones
“naturales” vivieron una situación igual o peor que la de ella. No estaban en capacidad de ponerse en lugar de
ella y tal vez someterla, porque ellas mismas no existían ya como centros de sintetización social. Su presencia
como totalizaciones político-religiosas había sido aniquilada; de ellas solo permanecían una infinidad de
destellos culturales desarticulados, que además dependían de la vigencia de las instituciones político-religiosas
europeas para mantenerse en vida.” 11
Notas:
1 Bolívar Echeverría. “La modernidad de lo barroco”. Ediciones Era. México. 2011.
2 E.H.Gombrich. “la historia del arte”. Phaidon. Nueva york. 2015.
3 ibid. (P.387-388)
4 Echeverría. Loc.cit. (P.41-42)
5 ibid. (P.44)
6 Gombrich. Loc.cit. (P.390)
7 ibid. (P.392)
8 ibid. (P.388).
9 Echeverria. Loc.cit. (P.50)
10 ibid. (P.52)
11 ibid. .(P.53)

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