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LAS VERDADES DE LA RAZÓN

Fernando Savater, en su afán de hacer de la filosofía algo deseado y concurrido escribe el texto
“Las preguntas de la vida” en 1999, donde desea provocar en quien quisiera leerlo una inmensa
necesidad de hacer filosofía, puesto que esas “preguntas de la vida” no las responde
completamente, sino que deja al lector el sentimiento de inquietud para que el intente responderlas
según su percepción de la realidad, es decir, que haga uso de la razón para que llegue o por lo
menos se acerque a la verdad, y por ende, a la realidad, no solo con las interrogantes que plantea
en el texto, sino en cualquier aspecto de la vida. Con respecto a esto último nos incita aún más a
cuestionarnos presentándonos a la muerte como la incapacidad de descifrar esos misterios, dudas
y presencias que son inquietantes, ya que, si hemos de vivir, debiéramos hacerlo de la mejor
manera posible, y que mejor forma de vivir que haciendo uso de la razón y por ende filosofando.
Estos últimos conceptos (la verdad, la realidad, la razón) los trata en el capítulo “Las verdades de
la razón” en el cual me voy a centrar para realizar este texto, mostrando la posición del autor, y
acatando a su invitación, también daré mi posición frente al tema. Comenzaré entonces
presentando la posición de Savater.

Según el autor, la verdad se puede percibir de distintas maneras, cada uno tiene su propia verdad,
pero cada uno tiene que saber buscar. Querer saber es querer pensar, eso es estar verdaderamente
vivo, por lo menos como seres humanos. Existen demasiadas preguntas sin respuesta, ¿Cómo
lograr entenderlas mejor? Para hacer una pregunta, debemos saber algo, pues nos cuestionamos
desde lo que sabemos o creemos saber. Sobre lo que no sé absolutamente nada no me puedo hacer
preguntas. Con esto claro, ponemos en cuestión los conocimientos que creo tener, acudiendo a las
siguientes incógnitas: ¿Cómo los he obtenido?, ¿Hasta que punto estoy seguro de ellos?, ¿Cómo
los amplio, mejoro, o si es necesario, sustituyo por otros más fiables?

Hay cosas que sabemos porque nos las han dicho otros, hay otras que sabemos porque las hemos
estudiado y otras muchas que sabemos gracias a la experiencia propia. Esto no quiere decir que
debamos creer inmediatamente en lo que nos dicen, pero tampoco catalogarlo como falsedad.
Muchas cosas cambian o se modifican con el tiempo, a veces ni lo que experimentamos es una
fuente totalmente segura, pero entonces tampoco debemos descartar esos conocimientos, debemos
entonces hacer uso de la razón, esa facultad que nos sirve para examinar nuestros supuestos
conocimientos, rescatar de ellos lo verdadero y en base a esto tantear nuevas verdades, buscando
armonizar el punto de vista objetivo con el subjetivo. Pero entonces, ¿debemos confiar en la razón?
Y frente a esta duda, surgen algunas posiciones, tales como el escepticismo, que duda de la
capacidad humana de hallar la verdad y por ende, de hacer uso de la razón (a lo que el autor les
responde cuestionándoles sobre como creen que lo que dicen es verdad, si entonces lo que creen
es falso), el relativismo que pone en duda que alcancemos la verdad por medio de razonamientos,
pues mis condicionamientos subjetivos siempre se opondrán a los de los demás; el autor responde
nombrando algunos descubrimientos de ciertos tipos de personas, asegurando que lo que ellos
demostraron no resultan verdadero solo para ese tipo de personas, y agrega que cuando decimos
que algo es verdad no es porque lo sea de manera absoluta, sino porque lo es más que otras
afirmaciones, afirmaciones que responden a una perspectiva desde donde se percibe la realidad
(realidad limitada por nuestros sentidos).

Por último, hay quienes desestiman la razón, y piensan que la verdad es absoluta e indiscutible, la
cual no conocemos mediante la razón, sino que se nos revela, el autor responde a estos adversarios
de la razón argumentando que entonces la verdad será beneficio de unos pocos a los que se le
revelase, esta verdad es incuestionada, la razón, por su parte, no excluye, sino que pide ser usada.
Se puede fingir haber percibido la verdad, más no se puede fingir el ejercicio racional.

Con esto continua el autor hablando de como la razón se convierte en instrumento político, pues
nos permite discutir con nuestros semejantes, todo razonamiento es social porque sirve para debatir
con los demás, a lo que agrega: “Razonar no es algo que se aprende en soledad sino que se inventa
al comunicarse y confrontarse con los semejantes: toda razón es fundamentalmente conversación”.
Es por eso que el habito de razonar nace en Grecia junto con la democracia. Aquí es cuando se
ejemplifica la universalidad de la razón, donde no se excluye a nadie del diálogo donde se
argumenta.

En este sentido evidencia la necesidad de jerarquizar las ideas “potenciando las más adecuadas y
desechando las erróneas o dañinas”, pues somos políticamente iguales en una democracia, pero no
pensamos igual.

Culmina diciéndonos que la autoridad de la razón supera a la autoridad social puesto que ya no
poseen la autoridad los dioses o unos privilegiados sino quien sea razonable, además de racional.
Ya sabiendo cual es la opinión del autor, puedo dar la mía, y es que estoy de acuerdo con Savater
en absolutamente todo lo que dice, puede sonar decepcionante, pero es que su capacidad
argumentativa y la manera en como demuestra la importancia y las implicaciones del uso de la
razón me parece asertiva en todo momento, sé que el autor no responde completamente a la
problemática de la razón, y resultaría imposible que ofreciera una verdad absoluta. Entre sus
planteamientos me gustó, mas que los demás, el de la implicación política de la razón, pues me
parece que es correcto ofrecer la razón como posible solución a los distintos flagelos de la sociedad
actual, por ejemplo, los grupos armados surgen en la mayoría de los casos por un descontento
frente a una decisión del gobierno, y como no son escuchados, se ven obligados a tomar las armas
para así ser escuchados. Es por esto que prefiero un guerrillero en el congreso o en cualquier lugar
donde exprese su descontento, haciendo uso de la razón y argumentando, es preferible escucharlo,
proponer y argumentar que someterlo a la guerra debido a la exclusión y al rechazo de un gobierno,
esto sería oponernos a la universalidad de la razón. Frente a la guerra, diálogo, ese es mi
planteamiento.

Por último, quisiera proponer algunos cuestionamientos que no son tratados en el texto tales como
¿la razón orienta la fé o viceversa? ¿Existe la razón pura? ¿Por qué nos resulta incomodo aceptar
que estamos equivocados, es decir, que usamos inadecuadamente? Este último, aunque no
representa una problemática de la razón me parece interesante.

Bibliografía

Savater, F. (1999) “Las preguntas de la vida”, Barcelona: Ariel

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