A diferencia del Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), el Trastorno Negativista Desafiante
(TND), el Trastorno de la Personalidad Antisocial y/o el Trastorno de Conducta (TC), éste se caracteriza por un
patrón aleatorio de reactividad conductual agresiva y desproporcionada sin un motivo ni objetivo concreto,
ocasionando alteraciones o perjuicios graves en el entorno físico y social y el propio individuo.
El inicio del comportamiento agresivo impulsivo, problemático y recurrente es más frecuente en la infancia tardía
o la adolescencia, por lo que TEI se da de forma más frecuente en los individuos jóvenes (<35-40 años), y en los
individuos con estudios de secundaria o inferiores (DSM-5).
Según el manual de diagnóstico DSM-IV-TR (APA, 2002) el trastorno disocial está considerado como un
trastorno grave de conducta.
Se caracteriza por un patrón de comportamiento persistente y repetitivo en el que se violan los derechos
básicos de los otros o importantes normas sociales adecuadas a la edad del sujeto. Comportamientos
cualitativos y cuantitativos que van mucho más allá de la simple "maldad infantil" o la "rebeldía
adolescente". Por lo general, implica la participación consciente por parte del individuo en actos que involucran
un conflicto con la normativa social o con los códigos de convivencia implícitos en las relaciones en sociedad.
Estas manifestaciones suelen ir unidas a una serie de situaciones familiares, sociales, escolares que influyen tanto
en su origen como en su mantenimiento.
Agresiones a otras personas (intimidar, fanfarronear, ser cruel con otras personas, iniciar peleas,
ocasionar daño físico, forzar a una actividad sexual, etc.), o a animales.
Dañar la propiedad de otros (incendios, destrucción deliberada...).
Fraudulencia o robo (violentar el hogar, la casa o el automóvil de otra persona, mentir para obtener favores,
timar, etc.)
Violaciones graves de normas (transgredir normas paternas, salidas-escapadas nocturnas sin
permiso antes de los 13 años de edad, hacer novillos en la escuela, etc.)
Además de la presencia de estos síntomas, el trastorno disocial provoca un deterioro clínicamente significativo
de la actividad social, académica o laboral.
El trastorno disocial SÓLO se puede diagnosticar hasta los 18 años, si el individuo/a tiene 18 años o más,
entonces estaríamos ante un caso de trastorno antisocial de la personalidad.
Es importante atender a la edad de inicio del trastorno, si aparece en la infancia o en la adolescencia. Cuanto
más tempranamente se produce la presencia de síntomas, más severo es el trastorno, pero por los adolescentes
tienden a cometer conductas y comportamientos de mayor riesgo y por tanto la gravedad y el riesgo en los afectados
es mayor, por lo que la supervisión y el control sobre ellos debe ser mucho mayor.
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Una gran cantidad de las conductas que aparecen en la etapa de la adolescencia en los afectados con TDAH
(Trastorno por déficit de atención e hiperactividad) no difieren en demasía de las que muchos adolescentes
mantienen en el camino hacia una búsqueda de su identidad, para la cual, la oposición a las normas sociales,
constituye una prueba de los límites del individuo en la construcción y reafirmación de su personalidad.
En los adolescentes con TDAH, el propio trastorno impulsa, en ocasiones, la aparición de conductas problema
debido a la presencia y la intensidad de síntomas como la impulsividad, pobre control inhibitorio o a falta de
reflexibilidad sobre la propia conducta, catalizadores todos ellos de comportamientos problemáticos en
situaciones de riesgo.
Cuando los adolescentes con TDAH presentan además asociado un cuadro o un diagnóstico de trastorno disocial,
la probabilidad de presentar además otros problemas de conducta, accidentes de tráfico, problemas afectivos,
rechazo social y problemas académicos como absentismo escolar o muy bajo rendimiento académico, se
incrementan exponencialmente aumentando los riesgos y limitando la efectividad de las intervenciones.
En estos casos la situación se agrava debido a la existencia previa en estos jóvenes de una personalidad disocial o
un trastorno disocial de base. La comorbilidad de ambos trastornos supone por tanto, la manifestación de acciones
más graves como conductas agresivas o delictivas, las cuales suponen un deterioro y un perjuicio grave y
significativo para ellos mismos y su entorno, pudiendo incluso aparecer problemas con la justicia.
Las intervenciones con estos niños/a o adolecentes, especialmente aquellos donde existe la presencia de un
trastorno disocial asociado, requieren de mayor supervisión y control.
Los ejes terapéuticos principales para estos casos deben ser diseñados en base a las siguientes estrategias
terapéuticas:
En el caso de detectar en los hogares o en las escuelas, que nuestro hijo/a o alumno/s con TDAH empiezan a
manifestar conductas disruptivas que empiezan a suponer un grave deterioro de las normas y las relaciones
sociales, es fundamental acudir lo antes posible a un especialista, quien pueda valorar la existencia de rasgos de
carácter altamente disruptivos o personalidad disocial.
INTRODUCCIÓN
El trastorno negativista desafiante (ODD, de Oppositional Defiand Disorder) es una de las comorbilidades más
frecuentes en niños y adolescentes con TDAH. El diagnóstico suele realizarse en la edad escolar, durante la
primaria, aunque al recabar la información de la historia resulta posible verificar la presencia de algunas
manifestaciones en la edad pre-escolar.
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De acuerdo al DSM-IV (Manual de diagnóstico estadístico de las enfermedades mentales) se caracteriza por un
patrón recurrente e inapropiado, para el nivel de desarrollo y contexto socio-cultural, de conductas negativistas,
desafiantes, desobedientes y comportamiento hostil hacia las figuras de autoridad. Este patrón conductual afecta
de manera importante su vida social, académica y la función ocupacional, conduce a importante alteración en la
relación con los padres, hermanos, otros miembros de la familia, compañeros, profesores, etc.
A). Un patrón de comportamiento negativista, hostil y desafiante que dura por lo menos seis meses y en el que
están presentes cuadro o más de los siguientes comportamientos:
- Colérico, resentido
- Rencoroso o vengativo
D). No se cumplen los criterios de trastorno disocial y, si el sujeto tiene 18 años o más, tampoco los del trastorno
antisocial de la personalidad.
Se estima que afecta al 3% de los niños en edad escolar. En el caso del TDAH entre 30 a 50% de los niños pueden
presentar el patrón del ODD o rasgos relacionados con el mismo, esto obliga a investigar la posibilidad de este
diagnóstico en todo niño y adolescente que es diagnosticado con TDAH. Esta prevalencia se incrementa
gradualmente con la edad desde pre-escolares a escolares, en el caso de España se ha estimado una prevalencia de
ODD que oscila entre 9.7 y 16.5 % de los escolares (Granero R, 2008). Es más prevalente en niños que en niñas
aunque algunos investigadores recomiendan que en las niñas se utilicen otros criterios dado que sus conductas
irregulares pueden ser más sutiles, utilizan más la agresión verbal que la física, recurren a rumores o conductas de
exclusión de otras compañeras, etc.
CAUSAS (FISIOPATOLOGÍA)
No hay una explicación clara sobre su causalidad pero se considera que los niños con ODD pueden no tener las
habilidades cognitivas y emocionales necesarias, suficientemente desarrolladas, para cumplir con las demandas
del entorno o los requerimientos de las figuras de autoridad (Greene RW, 2002). Puede haber cierta alteración o
menor desarrollo de la modulación afectiva y la función ejecutiva. Aunque no hay una explicación neuroquímica
específica se han vinculado vías relacionadas con la serotonina y la norepinefrina (Hamilton S, 2008).
DIAGNÓSTICO
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El diagnóstico se establece por la presencia del patrón conductual descrito en los criterios anotados
anteriormente. La entrevista para la documentación de la historia, la observación del patrón conductual y los
reportes de padres y profesores son las fuentes que aportan los elementos del diagnóstico. Pueden utilizarse
algunos instrumentos como la Pediatric Symton Checklist, SNAP-IV, NICHQ Valderbilt Assessment Scale y otros
utilizados por clínicos (psicólogos, psicopedagogos, neurólogos pediátricos o psiquiatras infantiles).
- Déficit cognitivo
- Trastornos psicóticos
- Trastornos de conducta
- Otros.
COMORBILIDAD
- TDAH
- Problemas de aprendizaje
- Otros
En el caso del TDAH hay algunos autores que consideran que no es una entidad aparte, es decir que no son
comorbilidades, sino que las manifestaciones relacionadas con el ODD son como una gradación de la severidad
de la hiperactividad-impulsividad. Esta consideración proviene del hecho de la buena respuesta al tratamiento del
TDAH cuando el ODD es comorbilidad del TDAH, pero esta mejoría no ocurre cuando se utilizan
psicoestimulantes o Atomoxetina en el tratamiento del ODD que no es comórbido con el TDAH.
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO
En los casos comórbidos con el TDA, como ya anotamos, el tratamiento con psicoestimulantes puede disminuir
las manifestaciones del ODD, también es efectiva la Atomoxetina. Sin embargo es importante hacer ver que
cuando no hay TDAH las manifestaciones del ODD no mejoran con el uso de psicoestimulantes.
Frente a conductas con respuestas agresivas graves puede considerarse el uso de Risperidona o Aripiprazole.
TRATAMIENTO NO FARMACOLÓGICO
- Entrenamiento parental a fin de ayudarles a ser más positivos, adquirir estilo de disciplina apropiada y evitar los
patrones punitivos de corrección (que pueden reforzar las conductas negativas, especialmente las respuestas
agresivas), ayudar a establecer normas y límites que sean lógicos y consistentes, resolución de problemas o
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situaciones conflictivas, manejo del enojo para evitar la agresión o las conductas hostiles, aprender a premiar y
castigar, etc.
- Acuerdo en el manejo de la conducta entre los adultos, de manera especial entre el padre y la madre.
La meta es lograr el control de las respuestas agresivas, ajuste a las normas y límites, desarrollo social positivo y
apropiado desarrollo del lenguaje (especialmente en la expresión de emociones y sentimientos).
El programa "Defiant Children" de Barkley puede aplicarse como alternativa de tratamiento, este incluye etapas
que cubren los siguientes aspectos:
d) Enseñar a no interrumpir.
Otros programas:
- I can-problem solve
La escuela debe disponer de buenos programas antibullying, programas de aprendizaje para la interacción social,
fomentar el respeto a las diferencias, etc.
- Victimización
- Incremento de las conductas inapropiadas con cristalización de las mismas (quedan incorporadas al patrón o
repertorio de conductas)
- Consumo de drogas
- Continuar su evolución hacia Trastorno de Conducta. En el caso del CIE-10 el ODD y el Trastorno de Conducta
se excluyen mutuamente, sin embargo en la realidad se observa traslape entre las dos entidades en la adolescencia.
En los niños adecuadamente tratados puede lograrse remisión de muchas de sus manifestaciones y un
funcionamiento general más apropiado.
Los trastornos disruptivos del control de los impulsos y de la conducta (DSM-5, APA, 2013) incluyen
afecciones que se manifiestan con problemas en el autocontrol del comportamiento y las emociones mientras que
otros trastornos del DSM-5 pueden tratar sobre problemas de la regulación del comportamiento y las emociones,
los trastornos disruptivos se traducen en conductas que violan derechos de los demás (por ejemplo: agresión,
destrucción de la propiedad), o llevan al individuo a conflictos importantes frente a las normas de la sociedad o las
figuras de autoridad.
Las causas que subyacen en los problemas del autocontrol del comportamiento y las emociones pueden variar
sustancialmente dentro de los trastornos disruptivos y así como entre los propios individuos dentro del mismo
grupo diagnóstico.
Estos trastornos se dan de forma más frecuente en el sexo masculino que en el sexo femenino.
A menudo los trastornos disruptivos se presentan de forma comórbida, es decir, asociada, al trastorno por
déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en sus formas impulsivas-hiperactivas, cuando existen factores
desencadenantes biológicos y/o ambientales (entorno) como consumo de sustancias, entornos desestructurados,
experiencias de bulliyng, problemas socio-afectivos o antecedentes familiares. Estas situaciones pueden actuar de
catalizadores para la presencia de este tipo de patologías, especialmente en la etapa de la adolescencia.
Para prevenir este tipo de patologías asociadas es fundamental el diagnostico precoz y una
intervención temprana eficaz y multimodal de los síntomas.
Los trastornos disruptivos del control de los impulsos y de la conducta incluídos en el DSM-5 (APA, 2013):
El Trastorno Explosivo Intermitente (TEI) es un trastorno psicológico que se caracteriza por la presencia de un
patrón aleatorio de reactividad conductual agresiva y desproporcionada sin un motivo ni objetivo concreto,
ocasionando alteraciones o perjuicios graves en el entorno físico y social y el propio individuo.
TRASTORNO DE CONDUCTA
La persona que presenta una personalidad antisocial manifiesta un patrón general de desprecio y violación de los
derechos de los demás que se presenta desde la edad de 15 años. Entre los compartimientos recurrentes
encontramos: fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal; irritabilidad
y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o agresiones; falta de remordimientos, como lo indica la
indiferencia o la justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros; despreocupación imprudente por su
seguridad o la de los demás, irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener un trabajo con
constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas, impulsividad o incapacidad para planificar el futuro,
etc.
PIROMANÍA
La persona denominada pirómana muestra un comportamiento caracterizado por la reiteración de actos o intentos
de prender fuego a las propiedades u otros objetos, sin motivo aparente junto con una insistencia constante
sobre temas relacionados con el fuego y la combustión. Estas personas pueden estar también interesadas de un
modo anormal por coches de bomberos u otros equipos de lucha contra el fuego, con otros temas relacionados con
los incendios y en hacer llamadas a los bomberos.
CLEPTOMANÍA
La cleptomanía es un trastorno psicológico por el cual la persona denominada cleptómana o cleptomaníaca tiene
una conducta repetitiva de apropiarse de aquello que le es ajeno. Hay que distinguirlo de la actividad del ladrón
esporádico o habitual, cuyo objetivo es el enriquecimiento ilícito buscando un beneficio personal. En cambio, en
la cleptomanía, el momento del robo se convierte en sí mismo en la finalidad del acto, no persiguiendo un
enriquecimiento personal ni el perjuicio de la persona a quien roba.
Esta categoría se aplica a presentaciones en las que se predomina los síntomas característicos de un trastorno
disruptivo, del control de los impulsos y de la conducta, que causan un malestar clínicamente significativo o
deterioro en las aéreas social, laboral o de otro tipos importante para el individuo, pero que no cumplen todos los
criterios de ninguno de los trastornos de la categoría diagnostica de trastorno disruptivo, del control de los
impulsos y de la conducta.
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Los impulsos son acciones que se desencadenan como respuesta a una necesidad de la persona. Se distinguen dos
tipos:
- Los primarios. Están presentes desde el nacimiento. Como el impulso de comer cuando tenemos hambre, de
beber cuando sentimos sed o de dormir cuando estamos cansados.
- Los secundarios o adquiridos. Se aprenden de forma no consciente y responden a necesidades psicológicas más
complejas.
¿Qué es la impulsividad?
La impulsividad es actuar de forma rápida y sin pensar en las posibles consecuencias negativas de actuar así.
En el primer año de vida, los impulsos primarios permiten la supervivencia. Con el desarrollo intelectual y la
educación, el niño va aprendiendo mecanismos de autocontrol o de freno a esos impulsos de forma consciente.
Esto permite que a lo largo de la infancia la conducta del niño mejore, y se adapte poco a poco a la vida en sociedad.
En la adolescencia se producen grandes cambios psicológicos que pueden provocar un desajuste de este sistema
de autocontrol. La impulsividad es frecuente: en la adolescencia; en los niños con déficit de atención e
hiperactividad (TDAH), con retraso mental, autismo... etc.
Es la incapacidad del niño para resistirse a ciertos impulsos inadecuados, que le llevan a cometer actos que son
dañinos para ellos mismos o para otras personas.
Cuando el trastorno aparece únicamente a través de una conducta, de un “impulso” concreto, recibe un nombre
especial. Éstos son importantes por su gravedad, pero son poco frecuentes.
- El Trastorno explosivo intermitente. Son ataques de violencia intensos contra personas o cosas (por ejemplo,
destruir mobiliario… etc) ante el más mínimo contratiempo. Aparecen en la adolescencia. Hay que diferenciarlo
de tener ”mal carácter”.
- Cleptomanía. Consiste en robar cosas que no necesitan. Su intención no es sacar dinero ni hacer daño a la persona
(es “robar por robar”). Es diferente del “hurto”.
- Piromanía. Provocar incendios con la única intención de ver arder cosas o sitios. Sienten fascinación por el
fuego. No lo hacen por dinero, venganza, ideas ni para tapar algo ilegal.
- Ludopatía o Juego patológico. Consiste en dedicar excesivo tiempo y/o dinero al juego. Tiene consecuencias
negativas en las relaciones personales y en el rendimiento escolar. Los videojuegos "en línea" son mucho más
adictivos que los videojuegos convencionales en adolescentes (hasta el 49% de los usuarios frecuentes de
videojuegos "en línea" tienen ansiedad si no pueden conectarse de inmediato). Jugarse dinero es más frecuente en
hombres adultos.
- Tricotilomanía. Arrancarse pelo hasta producirse calvas. Es más frecuente en la cabeza, pestañas y cejas. El 90%
son chicas.
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- Las adicciones comportamentales. Se trata de que una afición normal y aceptable pasa a convertirse en una
necesidad para el adolescente. Sin conciencia de su problema. Son:
Compra compulsiva: comprar cosas que no necesitan sin tener en cuenta el precio.
Adicción al sexo: necesitan ”su dosis” de sexo con personas desconocidas con frecuencia.
Adicción al teléfono móvil: permanentemente conectados.Más frecuente en chicas.
Adicción a Internet: pérdida de control sobre el uso de internet que les lleva al aislamiento y al descuido de las
obligaciones. No hay consenso en su definición. Según estudios europeos, dedicar 3 o más horas diarias a Internet
de forma mantenida es criterio de adicción a Internet. Un tercio de los adolescentes españoles dedica más de tres
horas diarias a Internet y/o videojuegos "en línea".
1. Se producen por un problema en la función de unas sustancias llamadas neurotransmisores, que usan nuestras
neuronas para comunicarse entre ellas.
En la primera, la ansiedad del niño va creciendo. El deseo se hace cada vez más fuerte y el niño se encuentra en
tensión, cada vez más inquieto.
En la segunda, se desata la conducta, a veces de forma explosiva. Sin tiempo para pensar en las consecuencias, sin
importar nada más, sucumbe a la tentación.
Finalmente, y una vez saciado el impulso, el niño se arrepiente. Siente culpa y se da cuenta de las consecuencias.
Esto a su vez le provoca más ansiedad cerrando el círculo. Esto puede llevar a que el impulso se repita una y otra
vez de forma incontrolable.
Lo más útil es comparar el comportamiento del niño con el de otros niños de su misma edad y circunstancias.
Suelen ser los maestros o psicólogos escolares los que dan la primera voz de alarma. Si vuestro hijo/a tiene un
comportamiento más “impulsivo” que el resto, decírselo a vuestro pediatra.
El proceso se inicia por la sospecha de los padres o profesores, que consultan en Atención Primaria. Vuestro
pediatra registrará los síntomas, conductas y consecuencias observadas y, si es posible, tendrá una entrevista a
solas con el paciente.
Después, y si precisa, será remitido a la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil. El diagnóstico es clínico y se
basa en los criterios del DSM-IV-TR (Manual de referencia para el diagnóstico de patología psiquiátrica). La
necesidad de tratamiento viene marcada por la frecuencia e intensidad de los síntomas así como por el impacto en
el ámbito familiar y escolar.
Tratamiento
a) Psicológico. Primero, para que el niño identifique la causa de esas conductas. Después, para mejorar su
capacidad de control sobre ellas mediante estrategias. Si se conoce la causa concreta de la impulsividad, el
tratamiento irá dirigido a ésta: hiperactividad, ansiedad, abuso de drogas...
b) En ocasiones se añade tratamiento antidepresivo y tranquilizantes para liberar al niño de la ansiedad y facilitar
el tratamiento psicológico.